Una preciosidad de hijita
Un calenton viendo a mi hijita desnuda.
Una preciosidad de hijita
En el crįter lunar de su entrepierna
donde Venus gira y gira gravitando
vive Andrómeda escondida, sollozando
a la Vía Láctea en espiral eterna
Cap. I
Salí de la oficina casi a las once de la noche. El trabajo se había acumulado y no tenía otra opción más que quedarme a terminar los pendientes del día. Estoy metido en un pendejo proyecto demasiado complejo. Los últimos meses habían sido agotadores y desde hacía algunas semanas el cansancio me abrumaba. Subí a mi auto, lo encendí y me alejé rumbo a mi casa. Cuando llegué todo estaba apagado, subí las escaleras y sólo una tenue lucecilla salía de la habitación matrimonial donde mi mujer dormía plácidamente. Entré y le di un beso en la mejilla que apenas debió sentir, volteándose hacia un lado mientras adoptaba otra posición acurrucada sobre la cama. Estaba sólo en pantaletas la cabrona. Tapé su cuerpo con la sábana y me dirigí al cuarto de mi pequeña hija Rubí, de cuatro años, que se hallaba tendida en su camita individual. Era tan linda. Su sueño era dulce y en su carita infantil asomaba una suave sonrisa. La amaba tanto. Era nuestra única hija y en ella habíamos volcado todo nuestro amor. La contemplé por unos minutos, besé su mejilla y bajé hasta la sala. Escancié un poco de vino en un vaso y me senté en el sofá. Necesitaba relajarme. Tomé el control y encendí el televisor. Una película de terror. Ufff. Apreté varias veces la tecla y recorrí el panel de canales hasta que una escena me llamó la atención. Una película de sexo. Mmmmm. Prometía.
Las escenas eran contínuas pero ardientes y de trago en trago me acabé la copa. Tomé la botella y me serví el segundo. La cosa se estaba poniendo buena. Un tipo haciéndole el amor a una chica, montándola con pasión. Gemidos y más gemidos. Mmmm. Mi verga comenzó a pararse debajo del pantalón y no quería apartar mis ojos de la pantalla. Qué delicia. Mis manos tocaron el bulto entre mis piernas. Aquello estaba demasiado duro debajo de la tela. Bajé la cremallera, hice a un lado la trusa y lo saqué. Primera caricia. Fenomenal. Volteé hacia las escaleras. Nada. Todo oscuro. Todo en calma. Otro trago de vino y otra apretada a mi falo. La película estaba en lo más interesante. Quiero masturbarme. A causa del trabajo no he tocado a mi esposa en varios días. Semen acumulado, deseos dormidos. Pero tengo que asegurarme antes de empezar a pajearme. Me acomodo el pito, me subo el zipper y voy escaleras arriba para cerciorarme si Elsa, mi mujer, sigue dormida. Abro la puerta y me asomo. Continúa en la misma posición. Leves ronquidos. Respiración suave y profunda. No hay problema.
Vuelvo a bajar y me acomodo de nuevo sobre el mullido sillón. Otro trago. En la pantalla la cosa se ha puesto más interesante aún. El hombre la estaba chiquiteando. Le metía la verga por el culo y la chica gritaba como loca. Esos gritos me enardecían. El macho le cacheteaba las nalgas mientras arremetía una y otra vez entrando y saliendo del ano femenino. De nuevo mi amiguito acusó el efecto de la visión pues volvió a ponerse duro. Bajé las manos y las apreté contra él. Ya está demasiado parado. Bajo el zipper otra vez y lo saco. Mis manos lo aprietan, lo acarician, jalan el pellejo de arriba abajo con suavidad. Una gota de leche aparece en la punta inflamada. Mmmmm. Riquísimo. Delicioso. La leche fluye. Otro jalón más. Los gritos de la chica me calientan, me gustan, me excitan. Sigo tocándome la verga parada ya de fuera. Otro vistazo a las escaleras. Nada. Todo en silencio. Las luces apagadas. Sólo el resplandor vivo del televisor alumbrando y cambiando con rapidez. Escenas contundentes, demasiado calientes, que me encienden. Lo froto bajando y subiendo mi mano, apretando una y otra vez alrededor del tronco enhiesto. Qué rico.
Repentinamente escucho la voz de mi hijita Rubí junto a mí. Está paradita a un lado del sofá. Me sorprende. ¿Cómo es que no me di cuenta de que bajó las escaleras? Me tapo rápidamente con las manos. Está somnolienta, semidormida. Puedo ver sus ojitos entrecerrados a causa del sueño. Algo debió despertarla. Casi siempre le gusta que la arrulle, que la duerma en mis brazos. Pero por el pinche trabajo no he podido estar últimamente con ella. Está de pie junto a mí, pero estoy seguro de que no se dio cuenta de nada. La sala está oscura. Ella ni siquiera ve hacia el televisor. Sé que no tiene idea de nada, pero prefiero cambiar de canal. Ella me dice con voz cansada:
-Papito…no puedo dormir…
-Pero linda…si estabas bien dormidita cuando llegué…
-Sí, pero me desperté. Sentí tu beso.
-Ohh. Ven acá. ¿Quieres que papito te duerma en sus brazos?
-Si.
-Muy bien. Eso haré. Anda, sube.
Rubí se sube sobre mis piernas. Tengo el cierre abierto. Como puedo, me meto la verga dentro del pantalón mientras ella se acomoda encima de mí. Trae su camisoncito de dormir puesto. Es cortito. Telita de franela con muñequitos de Walt Disney estampados. Bonito arreglo. Mi hijita se acurruca en mi regazo. Yo la abrazo. Pronto se queda bien dormida. Contemplo su carita de ángel. Es preciosa. Sus piernitas regordetas y cortitas cuelgan a un costado de mis piernas. Escucho su respiración suave y tranquila. Veo sus ojos. Nada. Duerme profundamente.
Cojo el vaso de vino y me lo zampo de un sorbo. Agarro el control remoto. Enciendo el televisor otra vez. La misma película. Está en lo mejor. La chica está mamando ahora con delicia una verga de buen tamaño. No sé cómo puede haber penes tan grandes. El mío es normal, estándar. Envidio a ese cabrón. Quisiera tenerla como él. Las visiones se ponen cada vez más calientes. El hombre vuelve a montarla, pero con las piernas al hombro. Imagino que soy yo el que está cogiéndose aquella preciosura. Me estoy excitando de nuevo. ¡Caramba! Sí que estoy ardiendo. Siento cómo la verga empieza a ponerse dura otra vez. Cambiaré de canal. No. Aquello me gusta. No quiero cambiarle. Quiero seguir viendo la película. ¿Pero, y Rubí? Está sobre mí. Se dará cuenta. La observo. No. Está dormidita. Las escenas están cada vez más ardientes y me embraman. Mi pene está más endurecido que nunca. Necesito tocarme. Necesito frotarlo con las manos. ¿Pero y Rubí?.Está dormidita. No hay problema, no se dará cuenta si lo hago con cuidado. Me acomodo de tal forma que pueda meter mi mano dentro del pantalón, pues el cierre se quedó abierto. Hago a un ladito el cuerpo dormidito de mi hijita. Meto la mano. La vuelvo a sacar. Casi no puedo maniobrar. Rubí me estorba. Me reacomodo y jalo la verga hacia fuera. Ya está. Está bien parada, tremenda, hinchada. Como nunca. Muy buena película.
Las escenas están en su mejor momento. Siento la cara caliente. Hace calor. Es verano y estoy sudando. No puedo apartar mis ojos de la pantalla. Comienzo a jalar el pellejito de mi pene hacia arriba y hacia abajo de nuevo. El tronco está tibio, casi caliente. Lo siento arder en mi mano mientras con la otra tengo abrazada a Rubí. Estoy transpirando y ella también. La siento sudorosa y mojada entre mis brazos. Bajo mis ojos. Duerme plácidamente. No hay problema. La película sigue su curso. Creo que está por terminar. Transcurre un par de minutos y sigo jalándome el pito. En la madre. ¡Ya acabó! Y yo sigo igual de embramado. ¡Carajo! Quería masturbarme viendo cómo cogían aquellos dos cabrones. Ni modo. Siento que de repente mi hija se mueve y se pega a mí. Me roza la verga con su cuerpecito. No pude evitar el roce. Muevo mi pito hacia un lado. Con su movimiento ella casi quedó encima de él. Veo su carita. Sigue durmiendo profundamente. Yo estoy demasiado embramado. Necesito sacarme el veneno. No puedo quedarme así. Me dolerán los huevos si no me descargo. Ahora la tele da noticias. ¡Qué pendejada! No quiero ver eso. Repito la búsqueda ansiosa de canal en canal. Nada. Puros programas sin atractivo. Rubí vuelve a moverse. Veo sus ojitos. Los está abriendo lentamente. Ella me dice somnolienta:
-Papito, tengo mucho calor.
-Sí mi hija, hace demasiado calor.
-No puedo dormir, estoy sudando mucho.
-Si, ya veo. ¿Quieres que te quite el camisón?
-Si.
Ella se incorpora con los ojitos a medio cerrar subida en mis piernas. Yo le levanto la prenda y se la saco por arriba con suavidad. Mi hija se queda solamente en calzones. Veo su cuerpecito entre los resplandores de la tele. Es linda mi niña. Vuelve a mi regazo y se acomoda de nuevo. Ufff. No hay duda. Ella ha quedado encima de mi pene. Siento que la tranca hinchada casi se me dobla. La presión es intensa. Me gusta. Así como estoy de caliente, aquello es una delicia. Su cuerpecito me aprieta el falo fuertemente contra mis piernas. Está justo encima de él. Siento que vuelve a ponerse más duro que nunca. Sigue levantándose, se hincha cada vez más. Sentir el cuerpo de Rubí sobre mi verga da un inesperado resultado. No puedo más.
Bajo mi vista. Mi hijita duerme dulcemente. La contemplo unos minutos. Veo todo su cuerpo desnudo, sólo en braguitas. La visión me excita demasiado, me enloquece. Mis pensamientos se contraponen dentro de mi mente. Pero requiero de acción. Necesito venirme. Pero ya no dan películas. Bajo la vista hacia mi hija. Está dormida. Mi verga sigue empalmada debajo de su cuerpo. Ya está en plenitud, bien dura y parada. No puedo más. Volteo hacia las escaleras. Silencio. Oscuridad. Sólo el resplandor del televisor que alumbra el lindo e inquietante cuerpecito de Rubí recostado sobre mí. La observo cuidadosamente. Sus bracitos están levantados. Sus piernitas caen a un costado. Sus nalguitas, cubiertas sólo por su pantaleta, están puestas justo sobre mi verga endurecida. ¡Oh! Es una delicia sentirla así. Por fin me decido. Veo de nuevo hacia las escaleras. Quiero asegurarme que mi mujer no baje. Todo es silencio. Oscuridad. Levanto un poco el cuerpo de mi hijita. Saco la verga de donde estaba aprisionada. ¡Al fin libre! Tomo mi pene y comienzo a acariciarlo en silencio. Realmente no ha disminuido su hinchazón. Al contrario. Sentir la piel de Rubí sobre él lo ha enardecido. Sigo tocándome la verga con lujuria. Levanto mi mano y la llevo a las tetitas de mi hija. Comienzo a toquetearla despacio, suavemente. Ella duerme. Mantengo las puntas de mis dedos sobre sus diminutos pezones yendo de puntita en puntita. Pasan los minutos. Me sigo tocando el pene enhiesto. Vuelvo a contemplar el precioso cuerpecito de Rubí, que está completamente a mi disposición. Dejo las chichitas y bajo mi mano hasta el borde del calzoncito. Toco y acaricio la piel del doblez de sus verijitas de niña. Recorro explorando entre la piel de sus piernitas y la braga sudorosa. Rubí transpira y yo también. Los dos estamos completamente sudorosos. Hace calor. Es verano.
Su braguita está toda mojada por el sudor. Inhalo el olor dulce que despide su lindo cuerpecito sin ropa. Mis manos levantan la pantaletita de algodón por el bordecito. Meto mis dedos por allí. Los introduzco por encima de su cuquita imberbe, de niña. La caricia me transporta. Esto sí que es delicioso. Jamás lo imaginé. Arrastro suavemente mi dedo índice por encimita de su rajita. Su papayita está mojadita de sudor. Saco mi mano y llevo el dedo índice hasta la punta de mi nariz. Quiero saber cómo le huele su cosita. Mmmm. Olor extraordinario, sencillamente exquisito. ¡Que lindo les huele la cosita a las niñitas! Es tremendamente excitante, sobre todo a esa edad. Aspiro una vez más la singular fragancia. Me gusta, me encanta. Sabe a gloria. Es un aroma con una mixtura como a rancio, así como huelen siempre las cuquitas de las niñas chiquitas. Una mezcla de orín y cebolla. Estupendo. No me canso de oler mi dedo. Me lo pego de nuevo a la punta de mi nariz. Vuelvo a inhalar el delicioso aroma. Mmmmm. Mi otra mano está jalando mi verga bien parada. Casi me sale la leche. Casi me vengo. Debo aguantarme. No puedo venirme ahora que tengo a Rubí a mi merced. Necesito demorar más antes de que me salga la leche. Suelto mi verga para no incrementar la sensación y aguantar la venida. Vuelvo a bajar mi mano hasta el calzoncito de mi hija. Levanto el borde de su pantaletita. Meto otra vez mi mano debajo de la sudada telita de algodón. Parece como si la hubiesen mojado. Está muy húmeda. Hace demasiado calor. Mi dedo índice vuelve a frotarse contra su pequeña hendidura, por encimita de los diminutos labios vulvares. Está suavecita. Y muy sudada. Continúo tocándola. Le arrastro el dedo suavemente a lo largo de la pequeña rajita. Sigo allí, pegado a su chochito, acariciando, explorando, deleitándome con su bollito. Me regodeo al máximo con los tocamientos. Siento un placer indescriptible. No sé cómo aún no me he venido pues estoy demasiado embramado. Estoy temblando. Tiemblo como un niño. Todo me tiembla, hasta las piernas se me sacuden del ardor y del deseo. Saco la mano. Me decido. Tomo su calzoncito por la parte superior del elástico. Su barriguita está mojada de sudor. Comienzo a bajarle las bragas con suavidad. Lentamente. No quiero que se despierte. Poco a poco la despojo de la breve prenda interior. La curva de sus nalguitas me detiene. El abultado trasero de sus nalguitas me impide quitarle la pantaleta. Pienso. Necesito levantar su cuerpecito un poco. Pongo mi otra mano bajo su espalda. La incorporo unos centímetros. Mi otra mano jala con suavidad la sudorosa tela. ¡Ya está! La pantaleta cede al fin y baja poco a poco hasta quedar a la altura de sus rodillas. Acomodo su cuerpecito sobre mí nuevamente. Le saco totalmente el calzoncito. Está todo mojado de sudor. Lo huelo; lo pongo sobre mi nariz. Mmmmm. Deliciosa fragancia. Me lo meto en la boca y lo chupo con locura. Me deleito en especial con la parte que se pega a su cosita. Sabor rancio, mixto, a sudor, orín y cebolla. Ahora Rubí está desnuda. Ya no hay impedimentos. Contemplo su cuerpecito sin ropa que ahora está a mi disposición. Es linda mi nena. Le agarro una de sus piernitas y la abro un poco. Necesito espacio para maniobrar. Ya está abierta, como una tijera. Veo su cuquita semiabierta y expuesta ante mis ojos. Yo ardo del deseo. Bajo mi mano y comienzo a acariciarla de nuevo lentamente. Mi dedo recorre su diminuto pubis sin pelitos. Su montecito de venus es muy pequeñito. Se perfila y aparece como un poquito levantado sobresaliendo entre sus piernas, como una diminuta y suave duna de arena en un desierto. Es divino.
Ya no dudo más. Estoy demasiado excitado y caliente. Siento que mi pene gotea y gotea esa cosa espesa y blancuzca. Mi mano sigue tallándole lentamente su rajita. Su pequeña hendidura suda y suda a causa del tremendo calor. Eso favorece mis tocamientos pues la constante frotación de mi dedo ha producido una especie de líquido cremoso, como vaselina, que resbala lindo sobre su exquisito pubis. Con una mano comienzo a abrirle suavemente los labios de su cuquita. Abro la puerta de su región prohibida lentamente. El olor me da en la cara. Es algo incomparablemente especial. Las pepitas de las niñas huelen diferente. Si, no hay duda, huelen rico. Huelen a gloria. Eso me embrama aún más. La entradita de su papayita ahora está abierta entre mis dedos. Puedo mirarla entre reflejo y reflejo de la tele. Mi dedo empieza a entrar. Despacito… suavemente. Lo voy hundiendo con maestría. Tengo que entrar lento y sólo con la puntita. Su chochito está demasiado apretado. Es demasiado estrecho. Sigo entrando lentamente. Ya entró la puntita del dedo. Ahora sí siento caliente allí adentro. Y sudado, muy húmedo. Me aprieta. Empiezo a moverlo. El batidillo del sudor me ayuda; hace la frotación más suave. Con una mano la estoy tocando y con la otra retomo las caricias sobre mi verga. Siento que la leche está a punto de brotar. Suelto el pene con disgusto, pero no quiero venirme. La leche ya casi está en la cabeza del glande. Tengo la punta coloreteada y muy dura e inflamada. Quiero oler su papayita pero temo que se despierte. Pienso en cómo actuar. Pero la brama es más fuerte que la prudencia. Miro de nuevo hacia las escaleras. Nada. Todo es oscuridad. Mi mujer debe dormir como un lirón. La única luz es la del resplandor del televisor. Pero es suficiente para admirar las exquisiteces escondidas de mi preciosa niña.
Tomo valor y paso mis manos debajo de su espaldita. La levanto suavemente, me hago hacia un lado y la deposito sobre el sillón. Nada. Sigue dormida. Qué bueno. Me arrodillo en el piso. Le abro sus piernitas otra vez. Su cuquita me ha quedado justamente frente a la cara. Quiero olerle allí en medio. Necesito olerle su diminuta rajadita. Quiero que se me quede pegado en la punta de mi nariz el aroma a cuquita de niña virgen. Hundo mi nariz entre sus piernitas abiertas. Comienzo a inhalar. Mmmmmmmm…..qué ricura. No hay palabras. Es exquisito. Es genial. Olor divino. Comprobado. Una mezcla de sudor con cebolla y orín. Saco mi lengua y le pego la punta a su hendidura. Empiezo a lengüetear su pequeño chochito lentamente. De vez en cuando levanto la cabeza para ver su rostro. Rubí duerme. Sigo mamando y abrevando en su preciosa papayita. La leche está a punto de salir de mi verga. No quiero venirme todavía. Tengo que aguantar más. Debo prolongar el momento todo lo que pueda. Por varios minutos le sigo chupando su cosita. Está sudorosa y ahora llena de mis flujos salivales. Mi lengua se frota sobre sus diminutos labios vulvares. No puede entrar hasta adentro. La tiene demasiado estrecha, demasiado apretadita. Me doy un banquete de sudor y saliva que sabe a miel virgen. No puedo más. Casi me vengo. Me levanto del suelo. Vuelvo a echar una ojeada a las escaleras. Todo tranquilo. Todo es silencio. Oscuridad.
Me incorporo y acomodo otra vez su cuerpecito dormido y desnudo sobre el sillón. Quiero que su cuquita quede en el borde; que me quede a modo. Le abro de nuevo las piernitas en forma de V y me meto con cuidado entre ellas. Miro hacia abajo. Mi verga luce endurecida. La hinchada cabeza de mi glande está brillosa y jugosa de líquido lácteo. Agarro mi pene parado y lo coloco en la entradita de su rajita pelona. Me vuelvo a acomodar bien hasta que quedo pegado a su pubis. Ya estoy en posición. Con la verga en una mano comienzo a frotársela con suavidad sobre su lindo chochito sudado. La leche que rezuma mi pito ayuda mucho. El pene comienza a zallar y a deslizarse suavemente como si tuviese vaselina en su cosita. Es el semen que tengo en la cabeza de la verga y lo que sale poco a poco de la abertura. Ya no aguanto más. Siento que me derramo. Aprieto el glande endurecido contra su rajita sudorosa. La cabeza de mi verga ha quedado semi acomodada dentro de su hendidura, por encimita. Todo esto es el delirio. Me sale con violencia el primer chorro de leche que le baña todo su bollito. Enseguida brota otro chorro más fuerte que llena de líquido blancuzco su papayita y su abultadito pubis. Y luego sigue otro chorro más denso. Y otro más. ¡Ufff, cuánta leche! Me estoy viniendo riquísimo sobre su delicada vulvita sin vellosidad. Vuelvo a sentir otra corriente de semen que sale de mi escroto y brinca poderoso hacia fuera. Ya su cuquita está blanca blanca, toda inundada del elíxir pardo y blancuzco. Pero en mi verga no paran los estertores. La leche continúa escurriendo, ahora con más lentitud, bañando la entrepierna de Rubí. Veo que hasta su barriguita está toda embarrada de leche. Por fin comienzan a ceder los espasmos; por fin comienza a disminuir la brama. He eyaculado sobre el chochito de mi hijita de cuatro años. Hmmmm. ¡Delicioso!
Vuelvo a mirar hacia las escaleras. Todo está en silencio. Así como estoy de embarrado voy hasta el baño de la sala. Tomo un rollo de papel higiénico y comienzo a limpiarle todo su cuerpecito. La tengo que dejar como estaba, limpiecita, sin rastros de leche. Lo hago con mucho cuidado. La luz del televisor me ayuda. No quiero que mi esposa se dé cuenta. Cuando acabo de asearla me limpio yo. Me guardo la verga, que ahora está semi flácida. No me queda ya ni una sola gota de leche adentro. Toda la he derramado sobre el triangulito prohibido de Rubí. Me subo el zipper. Tomo del sillón la pantaleta de algodón y comienzo a ponérsela con mucho cuidado. No quiero que se vaya a despertar. Me cuesta algo de trabajo, pero lo logro sin problemas. La tomo en mis brazos, subo las escaleras y la llevo hasta su cuarto. Allí la deposito en su camita. Rubí duerme como un angelito. Le doy un último beso mientras dejo su batita de dormir a un lado sobre la cama. Ella sigue sudando. Salgo de su dormitorio, cierro la puerta y entro en el mío, que está junto. Veo que mi mujer duerme. Los leves ronquidos me tranquilizan. La destapo. Hace demasiado calor. Es verano. Un verano caliente.
CONTINUARÁ.
Me paraste la verga conmadres 😅me hice un puñeton pensando en esa papayita🤤
Falto cojida