Una preciosidad de hijita (03)
Sigue la historia.
Una preciosidad de hijita (03)
Cap. III
A pesar de las tremendas deslechadas que ya me había puesto antes, mi mujer y yo sellamos esa misma noche aquél extraño y singular pacto sexual de trilogía incestuosa con nuestra hija, celebrándolo los dos con una fenomenal culeada que me dejó como muerto. No sé a qué hora acabamos de coger, pero creo que debió haber sido ya de madrugada, pues cuando sonó el pinche despertador yo no quería ni levantarme de la cama. Pero Elsa, siempre más prudente que yo, me movió con fuerza y me dijo:
-Aldo!…Aldo!…ya es hora.
-Uhhhhhh?
-Mi amor ya párate…o llegarás tarde a la oficina.
-Oh…qué pinche lata tener que trabajar.
-Jaajajajaja…¡vaya! Si quieres ya pide tu retiro… –me dijo riéndose-
-Vas a ver….-le contesté, cobrando ánimo y haciéndole cosquillas con la mano-
-No, Aldo….nooo…déjameeee….ji ji ji ji….
Me incorporé y me metí en el baño. El agua fría me reconfortó. Cuando regresé a la habitación mi mujer ya no estaba. Rápidamente me vestí y salí de mi cuarto. Al pasar por el dormitorio de mi hija abrí la puerta y la ví dormidita sobre su cama. Que linda niñita tenemos, pensé. Bajé las escaleras presuroso. Elsa me esperaba con el desayuno preparado. Comí velozmente mientras mi mujer se sentaba en mis piernas, agradecida por la zarandeada de la madrugada.
-Oye….qué gran pacto, no? –me comentó-
-Y qué gran cogida!…. –le respondí-
-Mmmm…sí, fue deliciosa…y también lo de Rubí, ¿no?
-Sí, también…te juro que de sólo pensar en eso se me para.
-Ay cabrón…te gusta la niña, ¿verdad?
-Claro…a ti no?
-Ay me encanta…ella es linda y muy obediente.
-Qué bueno…tendremos que explotar muy bien eso –dije, guiñándole un ojo-
-Seguro que sí, amor…ya lo verás.
-Bueno Elsa, me voy…ya es tarde –le contesté, dándole un beso de despedida-
-Cuídate…bye.
Salí de casa, subí al auto y me fui a la oficina. El día transcurrió con normalidad en medio de montones de papeles y constantes llamadas telefónicas. Cuando por fin la jornada acabó, por la noche retorné a mi hogar. Iba tan caliente pensando en la fantasía que mi mujer me había prometido la noche anterior mientras cogíamos, que la verga se me quería salir del pantalón. Llegué y abrí la puerta. Todo estaba oscuro. Subí las escaleras con cuidado. No había luz en el pasillo. Todo en penumbras. Eché una ojeada a las puertas de las habitaciones. No se distinguía luz en ellas. ¿Qué pasa? ¿No estará Elsa en casa? Camino a tientas sin encender la lámpara. Sospecho que algo trama mi cachonda mujer. Abro la puerta del dormitorio de mi hija y enciendo la luz. No hay nadie allí. Salgo y avanzo hasta mi cuarto. Cuando abro la puerta escucho unos gritos que me asustan momentáneamente.
-Sorpresaaaaaaaa! Buuuuuuuuuu! Jajajajajaja….
Enciendo la luz y veo a Elsa y a Rubí que salen gritando sonrientes de detrás del ropero corriendo hacia mí. Las dos me abrazan. Siento ternura por la recepción tan cálida y sorpresiva. Ambas me aprisionan con sus brazos y se pegan a mi cuerpo. Yo correspondo abrazándolas también. Así permanecemos por largos instantes, gozando del amor y el cariño familiar. Pienso en mi mujer y comprendo que ella está gozosa por el pacto incestuoso que hemos hecho. Me pregunto cuál será la sorpresita que me tiene preparada en complicidad con la niña. Mi esposa me dice:
-Ven amor…recuéstate en la cama.
Yo me tiendo sobre el colchón. Elsa comienza a desvestirme mientras Rubí me quita los zapatos y las calcetas. Me quedo sólo con las trusas puestas. Mi mujer me pide que bajemos a la sala. Yo obedezco. Tanto ella como Rubí están en breves ropas de dormir. Hace un calor insoportable. Cuando nos arrellanamos los tres sobre el sofá, mi mujer me ofrece una cerveza. Yo acepto. Ella va al congelador y regresa con una lata en la mano. La abre y me la da. Yo le pego el primer sorbo. Me siento de maravilla. Elsa le dice a mi hijita.
-Rubí…quieres acostarte sobre las piernas de papito?
-Sí, mami.
-Pues ven aquí…anda, que yo te subiré.
Rubí levanta sus brazos tendiéndoselos a Elsa. Ella la sujeta y la acuesta sobre mí, poniendo justamente sus nalguitas sobre mi entrepierna. Ya voy comprendiendo el nuevo plan de Elsa, quien no deja de sonreír maliciosamente, lanzándome ardientes miradas de deseo. Yo decido seguirle el juego dispuesto y excitado, pero pasivo. Elsa se acerca a nosotros y se tiende sobre el sofá. Yo dejo la cerveza sobre la mesita y alargo mi mano. Comienzo a penetrar debajo del camisón de mi mujer hasta dar con sus bragas. Levanto la tela de la prenda por un costado y busco con ansiedad su peluda hendidura. Hundo la punta de mi dedo índice en ella y palpo su tremenda humedad interior. Mis dedos se mojan por completo. Y mi verga también. Empiezo a hundir más adentro la falange haciendo suaves movimientos circulares sobre su clítoris y su conducto. Elsa gime de placer. Pero ella tiene sus planes para esta noche. Enseguida escucho cuando le dice a Rubí:
-Linda…quieres hacer caballito sobre papito?
-Si mamita…
-Bueno ven…anda que te acomodo.
Mi mujer levanta un poco a Rubí y le quita la batita dejándola sólo en pantaletas. Mi hijita sonríe ante las expectativas del juego, completamente novedoso para ella. Ciertamente es muy obediente la niña, sobre todo con su mamá. Elsa me la acomoda encima de mi pito endurecido mientras le dice:
-Anda linda, muévete sobre tu caballito…móntalo.
Rubí comienza a subir y a bajar sus nalgas sobre mis piernas, mientras mi pene se repega como un palo a su lindo trasero. Evidentemente las intenciones de mi mujer son ponerme a punto. Una vez que ve el pito parado por completo, le dice a Rubí:
-Ya mi vida…ya bájate, que ahora nos vamos a acomodar como te dije antes.
La niña obedece con presteza. Se nota que le gustan las andanzas. Elsa la acuesta ahora de costado y me hace una señal, indicándome que haga lo mismo. Yo me pongo detrás del cuerpecito ladeado de Rubí. Elsa se acerca a mí y me saca la verga de la trusa, que ya parece un tepee indio. Está más dura que nunca. La toma con una mano en tanto con la otra le levanta el calzoncito a mi hijita por un costado. Acomoda el pedazo de carne entre sus nalguitas, debajo de la tela de su pantaletita. Mi miembro ahora queda pegado a la piel de las nalguitas de Rubí. Siento que la sangre se me sube con fuerza a la cabeza. Mi mujer me dice:
-Anda, amorcito…comienza a moverte…y tú también linda…
Yo empiezo el movimiento rozando el pene enhiesto contra las nalguitas de la niña. Veo que la linda Rubí hace lo mismo. La tela de su pantaleta que aprieta y roza mi miembro me excita demasiado. Pero más me embrama sentir la delicada piel de su culito frotándose contra la punta hinchada de mi glande. Elsa nos observa con la mirada llena de lujuria. Coge mi cabeza y me planta un largo y delicioso beso mientras mis manos penetran su hendidura y comienzan a pajearle su bollito humedecido. Mmmm. Este juego sí que me gusta. Mi mujer me susurra:
-No te vayas a venir, amorcito…aguanta lo más que pueda…
Yo asiento con la cabeza, pero con los ojos cerrados por el placer. Por supuesto que no está en mis planes venirme tan rápido. Aunque siento la leche fluír hacia fuera dentro del conducto de mi inflamado pito. Después de largos y deliciosos escarceos con la verga metida debajo del calzón de Rubí, y mi mujer prendida con sus labios en mi boca, ella se separa y le dice a la niña:
-Ya, Rubicita…ahora vamos a cambiar de posición.
-Sí mami.
Contemplo el rostro de mi niña y veo que sus mejillas están sonrojadas por el deseo. Me pregunto cómo es posible que, a esa edad, siendo tan pequeñita, ya pueda excitarse a su manera y desde su perspectiva infantil con aquellos incitantes juegos sexuales. No cabe duda que el deseo es algo genético. Lo traemos con nosotros desde que nacemos. Elsa la toma en sus brazos y la baja del sillón. Veo a Rubí con sus braguitas puestas pero desacomodadas. Es linda mi hijita. Y ya veo que le gusta deleitarse de esa manera. Elsa me saca la trusa. Mi pene salta de su prisión con fuerza, como si fuese un resorte. Mi mujer lo toma entre sus manos y le dice a Rubí:
-Linda…recuerdas lo que te dije?
-Si, mamita…
-Bueno mira…se hace así…
Enseguida Elsa se metió la tranca en la boca y comenzó a chuparla golosamente. Ella daba especial énfasis al lengüeteo, seguramente para mostrarle a la niña la forma en que debería de mamarlo. La verga cada vez se me ponía más larga y tiesa. Elsa me susurraba:
-No te vengas, amor…aguarda lo más que puedas.
Por largos y deliciosos minutos mi mujer le mostró a la pequeña Rubí los secretos escondidos de aquella práctica mamatoria, que didácticamente bien podría definirse bajo el título de «cómo chupar un pene con delicadeza sin sacarle la leche». Cuando consideró que era suficiente, le dijo a la niña:
-Anda linda…ahora hazlo tú…te fijaste bien cómo se hace?
-Si mami…
-Bueno, pues métetelo en la boquita.
Rubí se colocó entre mis piernas y bajó la cabecita. Tomó mi pito parado entre sus manos y con gran entusiasmo se lo metió dentro. Su diminuta lengua me chupeteaba la cabeza enrojecida como había visto hacerlo a su madre. No cabía duda que me gustaba más la lengua y la boquita de mi hija que la de mi propia mujer. Sus chupadas eran desde luego mucho más suaves, más tiernas, más sutiles, menos violentas, mucho más sublimes. Rubí mamó y mamó por largo rato mi miembro hasta que la leche amenazó con salir. Yo le dije a Elsa.
-Me voy a venir…haz algo, amor…
Elsa actuó con rapidez y apartó de inmediato a Rubí, sacándole el falo de su boquita. La niña le preguntó:
-Ay mami. Por qué?…yo quiero seguir chupando mi paleta…me gusta mucho…
-Lo sé, mi hija…pero espera…esto tiene que ser poco a poco…
-¿Por qué, mamita?
-¿Porque si no tu papito se orinará…y ya después no le saldrá más orín de adentro…se le quitarán las ganas y ya no podremos seguir jugando con su cosita…comprendes, linda?
-Oh…sí…está bien.
-Dime Rubicita…te gusta chuparle su cosita a papito?
-Si mami…me gusta mucho.
-Bueno, está bien…nos esperaremos un poquito y entonces lo harás de nuevo, si?
-Si.
Aquel estratégico receso promovido por Elsa dio magníficos resultados, pues la leche volvió a retornar al suave depósito de mis huevos. De cualquier forma, ella esperó por unos minutos a que yo estuviese de nuevo en forma, mientras conversaba con Rubí:
-Verdad Rubicita que sabe rico la cosita de papito?
-Si mami…sabe a lechita…me gusta.
-Es deliciosa, ¿verdad linda?
-Es muy rica, mamita…por eso quiero más.
-Espera, Rubicita…ya verás que pronto lo volverás a chupar…pero ahora ven, que te sacaré tu bombachita para que estés más cómoda.
-Si, mami.
Elsa agarró la tela de la pantaleta de la niña y comenzó a bajársela lentamente. Aquel cuadro tan exquisito hacía que mi verga permaneciera más parada que nunca. Pronto mi mujer me acomodó a Rubí de tal forma que su chochito me quedó frente a la cara. Ella le dijo:
-Dime Rubicita…te gustaría que ahora papito te chupara tu cosita?
-Si mami…pero dime. ¿Me puedo orinar en su boca?
-Si tú quieres, sí.
-Sí…si quiero…ya tengo ganas de orinarme.
-Pues anda…acércale tu cosita a su boca.
Rubí me puso su coñito con sabor a orín y cebolla encima de mis labios. Yo saqué la lengua y comencé a meterle la punta en la apretada hendidura. La niña boqueaba por el dulce placer que mi protuberancia le proporcionaba. Yo no podía meter mucho mi lengua salivosa en su rajita, pues el apretamiento de su vaginita imberbe me impedía ir más allá. Pero me conformaba con mamarle por fuera la diminuta rajita que tanto me embramaba. Pronto volví a sentir las urgencias del clímax. Le hice a mi mujer una señal que ella comprendió de inmediato. Enseguida le dijo a Rubí:
-Ya, linda…tu papito necesita descansar un ratito.
-Ay mami…pero yo quiero orinarme en su boca.
-Aguántate un poquito, si? …yo te diré cuando debes orinarte…todos nos orinaremos juntos…así es más rico…
Rubí asintió con un movimiento de cabeza. El respiro que con inteligencia mi mujer me otorgaba de nuevo daba sus dividendos, pues sentí que la leche volvió a su lugar de origen. Genial. Todo aquel jueguito estaba resultando de lo más delicioso. ¿Cómo era posible que no lo hubiésemos disfrutado antes? Pero bueno, todo tiene su tiempo. Para entonces vi que Elsa no permanecía quieta, pues ya tenía a la niña recostada sobre el sofá y era ahora ella quien le mamaba su pequeño bollito a la pequeña. Rubí lanzaba suaves gemidos de gozo por la delirante succión que mi mujer le prodigaba a su cosita. De repente la niña le dijo:
-Mami…ya me voy a orinar en tu boca.
Rápidamente Elsa se separó de su chochito diciéndole.
-Espera un momento, linda…yo te diré cuándo.
-Ay mamita…pero es que ya no aguanto.
Mi mujer, comprendiendo que ya no podría postergar más el momento sublime me preguntó en voz baja:
-Aldo… ¿quieres que la niña se orine en tu boca?
-Si, claro. Que me eche todo el miau.
Elsa me acomodó otra vez a Rubí con las piernas abiertas montada a horcajadas sobre mi cara, mientras yo permanecía acostado boca arriba en el mullido sillón. Enseguida le dijo:
-Anda, linda…méate dentro de la boquita de papito…que él se tomará todo tu orincito.
-Si mamita…
La niña comenzó a moverse lentamente frotando su coñito sobre mis labios. Yo saqué de nuevo la lengua ensalivada y empecé a toquetear su preciosa hendidura, tallándola de arriba hacia abajo. Sentí de pronto un chorro caliente que golpeaba mis labios y el interior de mi boca. Era un chorrito delgado pero que brotaba con fuerza de las entrañas de Rubí. Por reflejo abrí la boca lo más que pude mientras el tibio líquido salado ingresaba en mi garganta. Sentía que me ahogaba, pero aguanté la presión como pude. Yo me bebía los orincitos de mi niña que ciertamente sabían delicioso. Era la primera vez que lo hacía y realmente me gustó. Rubí vació su vejiga dentro de mi boca, en tanto yo sorbía y sorbía con deleite sin igual aquella memorable meada que me puso los pelos de punta debido a la calentura que eso me proporcionaba. El intensivo chorro de agua fue perdiendo fuerza poco a poco hasta que salieron de su cuquita de niña leves gotitas que no quise dejar perder. Chupé y chupé su rajita una y otra vez hasta secar por completo aquel delirante líquido con sabor a miel salada. Elsa intervino diciéndole a Rubí:
– ¿Te orinaste todita, linda?
– ¿Si…lo eché todo…ay mami, te digo algo? también me gusta mucho orinarme en la boca de papi.
– ¿Te gusta, mi hija?
-Si mamita…me gusta…siento rico.
-Ay qué bueno, Rubicita….pero ahora será mamita quien se orinará en tu boquita, quieres?
-Ay sí, mami…si quiero.
Elsa acostó a la niña sobre el sofá con la carita hacia arriba. Luego se subió sobre ella de la misma manera como Rubí lo había hecho conmigo, de modo que el coñito de mi mujer quedó depositado en la boquita de mi hija. Enseguida Elsa comenzó a moverse con lentitud en tanto Rubí sacaba su lengua y la hundía dentro de la raja humectada de mi mujer. Por largo rato estuvieron gozando de esa forma hasta que Elsa le dijo entre jadeantes suspiros:
-Ya, linda…ya me voy a orinar…anda, abre bien tu boquita…ábrela, Rubicita..ábrela…
La niña obedeció y Elsa se vino en su boca gimiendo de lujuria. Pero lo que más me asombró fue ver que después de los estremecimientos del orgasmo, en efecto ella comenzó a mearse en la cavidad bucal de Rubí, en tanto la pequeña se tragaba los chorros de orín que salían sin parar del conducto frontal y velloso de mi mujer. Yo contemplaba a la niña con placer y brama viendo que mantenía sus ojitos cerrados mientras el torrente de agua amarillenta ingresaba dentro de su boquita. Cuando Elsa hubo acabado se bajó del sillón y me dijo:
-Linda…quieres que ahora papito se orine dentro de ti?
-Si…si quiero.
-Pues anda…ven aquí.
Elsa me hizo una señal para que me incorporase. Yo me puse de pie mientras ella acomodaba a modo a Rubí. La colocó de rodillas sobre el sillón, con la cara frente a mi verga. Yo me acerqué a ella y le puse la punta inflamada de mi glande en los labios. Rubí cogió mi herramienta con una mano y se la metió con audacia y placer en su boquita. Yo comencé a entrar y a salir de aquel caliente y breve orificio, sintiendo su lengua llena de saliva lamerme con sutileza la cabeza. No duré mucho tiempo en esa caliente maniobra pues el torrente que había estado retenido de repente se volcó hacia fuera, surgiendo con violencia los primeros chorros de leche que entraron de lleno en la cavidad abierta de la niña. Ella arreció sus movimientos linguales sobre mi glande, pues habiendo sido enseñada por su madre, sabía muy bien que de esa forma propiciaba mayor placer y gozo.
Esta vez sí que fue una tormenta lluviosa de savia vital lo que me salió de adentro, seguramente por el grado de excitación a que había estado sometido. Los últimos chorros ya no pudieron ser capturados por la boca de la pequeña Rubí, quien casi ahogándose se vio obligada a separarse de mi miembro, yendo a parar el resto de mi semen a su cara, su pecho y su barriguita. Veía a la niña atragantarse con el delicioso licor blanco, tragando una y otra vez el abundantísimo esperma que inundaba su boca. Observé su cara sucia y totalmente lechosa, lo que me causó un placer indescriptible. Elsa no deseaba permanecer inactiva ante aquella lasciva visión y rápidamente se volcó sobre la cara de la niña, lamiendo con su lengua, como lo hace un animal con su cría, los restos de leche que embarraban la pequeña humanidad de Rubí.
Esa inolvidable noche fue la primera de una serie de encuentros incestuosos entre mi mujer, mi hijita y yo, que nos llevaron a vivir una vida sexual intensísima. Al haber terminado los tres de saciarnos, nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones con una sonrisa de satisfacción en los labios que aludía al placer y a la satisfacción que sentían nuestros corazones. No cabía duda. Todo esto prometía.
CONTINUARA.
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