Una relación con mi tía (2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por blackbird.
Al despertar a la mañana siguiente noté estaba solo en la cama.
Miré alrededor de la habitación donde me encontraba y me di cuenta que no era la mía.
Sorprendido recordé todo lo sucedido en la noche anterior.
Me asusté.
Las cosas se habían salido de las manos, dando resultado a un final incestuoso con mi tía.
Me sentí culpable y avergonzado por lo que hice con mi tía Vanesa, ya que lo sucedido es mal visto y extraño.
Fui incapaz de salir de la cama, no quería encontrarme con mi tía porque no sabía qué podría suceder si nos encontramos.
Pensé en ir corriendo a mi cuarto pero no fui capaz de hacerlo.
Los minutos que fueron pasando fueron de gran ayudar para calmarme y ordenar mis ideas.
Ya más calmado, me percaté que todo estaba muy silencioso.
¿Acaso mi tía se fue a un cuarto de arriba para llorar por lo sucedido? Salí de la cama y recogí mi ropa.
Salí de la habitación con la cautela de un explorador en terrenos desconocidos, con la ropa en mano, caminé por toda la casa sin realizar el mínimo ruido.
Al cabo de un rato me di con la sorpresa de que estaba solo en casa.
Mientras pasaba por la cocina me fijé en el reloj y eran un poco más de las 10 de la mañana.
¿Podría ser que mi tía se habría ido al trabajo a pesar de lo sucedido?
Me fui a bañar enseguida y, como dicen muchos que la ducha es el mejor lugar para pensar, recordé lo sucedido una y otra vez, como si estuviera buscando la falla por lo cual nos llevó a ese final.
Recordaba absolutamente todo, la comida, los tragos, el vino que tomamos en casa y el sexo.
Recordar eso hiso que me saliera una mueca de incomodidad.
Mientras dejaba caer el agua en mi cabeza me percaté de un detalle importantísimo, que ella había empezado todo, que ella comenzó sus besos y sus coqueteos, que mi tía fue la que me metió mano y fue ella la que me llevó a su cuarto.
Pensar así me hiso sentir menos culpa, ya que, si recibiera alguna mala reacción de ella, yo sabría qué contestar.
Pasé el día en casa planeando mis respuestas, si recibía alguna queja de mi tía.
Estando mi cuarto vi la hora en mi celular y noté que era la hora en que usualmente mi tía regresaba a casa luego del trabajo.
Los minutos fueron pasado y ni rastros de Vanesa.
Los minutos se volvieron horas y yo, inquieto, pensé en miles de motivos por el cual ella no regresaba.
Pensé en que mi tía estuviera tan avergonzada que no era capaz de verme la cara, lo cual era entendible ya que yo sentía lo mismo.
Pasada las 9 de la noche, desde mi cuarto, escucho que mi tía entra en la casa.
Caminó por la sala, fue a su cuarto por un momento para luego ir al baño.
Salí de mi habitación y al acercarme al baño escucho el sonido de la ducha.
Regreso a mi cuarto para usar mi celular, engañándome de que todo estaba bien.
Después de su ducha caminó por la casa y para mi sorpresa entra en mi habitación.
-¿Ya cenaste? Porque traje comida.
¿Te sirvo? –dijo ella.
Estaba vestida con un vestido cómodo de casa de color azul y con una toalla blanca en la cabeza, me sorprendió la naturalidad de su voz.
Respondí que no había cenado y ella respondió que me iba a servir.
Luego de unos minutos me llamó para comer.
Palidecí.
No entendía su comportamiento y mientras más intentaba calmarme, más inquieto estaba.
Me fui a sentar a la mesa para cenar sin decir ni una palabra y Vanesa encendió el televisor y empezó a comer.
Durante mi cena la veía cuando no se daba cuenta, aún estaba incrédulo sobre su comportamiento.
Al terminar de cenar, fui a la cocina y, mientras lavaba mi plato, Vanesa apareció diciéndome que le lavara su plato.
Sin contestarle, lo hice.
Pude sentir su presencia en mi espalda, aún no se alejaba.
-¿Estas bien? Te veo algo tenso.
–me dijo con un tono de voz travieso.
Le respondí que todo estaba bien y caminé hacia mi cuarto pero, rápidamente, ella me sujeto de la mano y se me acercó.
-¿Es por lo de anoche, verdad? –preguntó-.
Es porque te acostaste conmigo, lo sé.
Balbuceé un poco porque no sabía qué responderle.
Vanesa sonrió y con una mano me tocó el paquete.
Retrocedí un paso como acto de reflejo, sin embargo, ella se apegó a mí y me robó un beso.
-Sabes, recuerdo todo muy bien.
–soltó ella.
-Es que esto es… raro.
–le dije-.
Creo que no está bien.
-Ya te lo dije, mientras nadie lo sepa, todo estará bien.
–dijo ella.
Me dio otro beso pero, en esta ocasión, el beso fue más intenso.
Mientras me besaba, con sus manos, me tocaba mi pene.
De la mano me llevó hasta su habitación.
Cerró la puerta y me tiró en su cama.
Se quitó la toalla que tenía en la cabeza y se subió encima de mí.
Me llenó de besos hasta el cuello y eso me calentó.
Mi tía me quitó los pantalones y mi erección se hizo presente.
Se subió un poco el vestido que tenía y al tocar mi miembro con su parte me di cuenta de que no llevaba ropa interior, lo que me hiso pensar de que esto ya lo tenía planeado.
Poco a poco se introdujo mi pene hasta estar toda dentro.
Empezó a subir y a bajar mientras yo le agarraba su culo.
Hacerlo con mi tía me daba un placer especial que no puedo explicar, simplemente es algo de otro mundo.
-Ya ves que a ti también te gusta.
–dijo mi tía mientras cabalgaba.
Se movía muy rico, sus años de experiencia eran obvios.
Del vestido logró sacarse los pechos al aire y rápidamente llevé mis manos hacia ellos.
Sus pezones estaban duritos y con mis manos hacía movimientos circulares y piñizcaba sus pezones con delicadeza.
Dejó de moverse y me dio un beso con lengua.
Yo estaba a mil y en ese momento no me importaba que estuviera haciendo con mi tía.
-Ahora tú arriba.
–me ordenó.
Y rápidamente nos dimos la vuelta sin separarnos.
-Ahora me toca a mí.
–le dije.
Ella me abrazó con brazos y piernas mientras me la cachaba.
Ella gemía como respuesta a mis embestidas y yo tenía la respiración agitada.
Sus gemidos, el sonido de nuestros cuerpos chocándose y el rechinar de la cama eran los únicos sonidos que flotaban en la casa.
Se sentía fabuloso, como dije antes, hacerlo con mi tía tenía una magia especial.
Algo que no había sentido antes con ninguna otra chica.
Era como si el hecho de hacerlo con mi tía traía un gusto diferente, como si fuera el ingrediente secreto de un delicioso y extraño platillo.
Desde ahí entendí la frase: “En lo prohibido está el gusto”
Sus paredes, calientes y húmedas, me apretaban la pinga.
Mi tía estaba muy mojada, tan mojada que el roce de mi pene con su interior hacía ruidos mojados.
De seguro que el hecho de que se cachara a su sobrino le excitaba mucho, de eso no había duda.
Sentía que iba a estallar y, rápidamente, saqué mi pene de su interior y solté toda mi leche en su ropa.
Cuando terminé de eyacular, ella soltó una carcajada.
-Me ensuciaste, tonto.
–dijo mientras reía-.
¿Ya viste? Lo estamos pasando bien.
Tiene que ser nuestro secreto.
-Sí, tienes razón, fue increíble.
–dije algo agitado.
Desde ese día, mi tía y yo, iniciamos una relación sexual.
Nada de amor solo sexo, sin embargo, pasaron ciertas cosas que son dignas de compartir.
Poco a poco les estaré compartiendo mi historia.
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