Una tarde especial.
Me bajé de él y sentí escurrir su zumo fuera de mi coño maternal. Me recosté a su lado y una mancha comenzó a humedecer la sabana, pero no me importaba nada, mi bebé estaba a mi lado feliz, tranquilo y saciado. .
—¿Cómo van las cosas con las chicas? …
Le pregunté a mi hijo Gabriel. En primero medio le había conocido una amiga y después no le vi ninguna otra. Ahora está cursando el segundo medio, pienso habrá cambiado quizás cuantas veces.
—¡Umh! …
No sabía como tomar eso, si bien o mal, tenía o no tenía otra chica. Por un lado, me preocupaba, hay muchos chicos que caen en depresión cuando se sienten solos. Por supuesto que no quería que a mi Gabrielito le sucediera nada parecido. Entonces insistí curiosa:
—¿Es esa una respuesta? … Y si los es … ¿Me la puedes explicar? … por que te juro que no entendí nada …
—Bueno … como siempre …
—¡Gabriel!, por Dios … me quieres volver loca … no te quieres comunicar conmigo … soy tu madre … me preocupo por ti … quiero saber de tus cosas … ¿Puedes decirme si estas con alguna chica o no? … si no te va … no me lo dices y aquí no ha pasado nada … pero soy mujer, soy tu madre y soy curiosa …
Me quedó mirando con sus ojos verdes igual a los de su padre, al igual que los ojos de su progenitor, me hizo erizar la piel. Una mirada dulce, enigmática y embrujadora. Me hizo bajar mi mirada, no podía contra esos ojos, pero mi curiosidad era muy fuerte, después de todo no tenía idea de que tipo de mujer le interesaba. Esto si es que eran mujeres, también podría ser gay. No tiene nada de malo, pero lo preferiría hetero con una chica y que me den nietecitos.
—Pero mami … ya te dije … como siempre …
—¿Qué significa eso? … ¿Cómo siempre bien? … o … ¿Cómo siempre mal? …
—Lo último mami …
Me volvió a bañar de luz con sus ojos cómo si quisiera sincerarse con algo que lo atribulaba, pero no me dijo nada más.
—¿Cómo es eso? …
Le pregunté. Realmente no podía imaginarlo. Mi hijo Gabriel es un tipo bastante guapo. Alto y bien constituido. Bien educado, de carácter alegre. Imaginaba que las chicas se lo peleaban.
—¡No sé! …
—Pero … ¿Te interesan las chicas no? …
—Por supuesto … especialmente una …
—¿Una? … Entonces … ¿Prefieres a una sola? …
—¡Sí! …
Evidentemente mi hijo se sentía molesto por mi interrogatorio, pero su actitud me hacía empecinarme por descubrir más de él y aún cuando él me respondía con medias frases y monosílabos, estaba decidida a saber más.
—¿Y ella lo sabe? … ¿Le has hablado? … ¿Por qué va mal? …
Me miro pensativo con esos ojos acariciadores
—Sí y no …
—Interesante … pero otra vez me confundes …
Pensé entonces que tal vez era una amiga suya y que por lo mismo la frecuentaba, pero por alguna razón no se acercaba a ella sentimentalmente.
—¿Se puede decir entonces que es solo una amiga tuya? …
Le pregunté para que me diera más indicios, otra vez hizo una larga pausa como para encontrar las palabras.
—Sí … algo muy parecido …
—Dime quien es ella … ¿La conozco? … ¿Cómo es? …
Me envolvió con sus ojos brillantes, luego miró al infinito y me dijo:
—Ella es genial … la mujer perfecta … la mujer más bella que conozco …
—¿Y yo la conozco? …
—Sí … Es probable …
Me dijo sonrojándose.
—¿Y por qué ella no está interesada en ti? … ¿Por qué no querría una relación amorosa contigo? …
—No lo sé … quizás porque podría estar mal para la sociedad …
No entendí que quiso decir con eso, me entró más curiosidad por saber de esta mujer que despertaba todos estos sentimientos románticos y sentimentales en mi hijo.
—¿Qué quieres decir con eso? … ¿No es una mujer? … sabes que te crie liberal, no existe el amor equivocado … cuando dos personas se aman, no importa de qué género sean o de donde vengan …
No me venía a la cabeza un motivo o razón por la cual el amor de mi hijo con su enamorada o enamorado no funcionaba …
—¿Quizás es demasiado jovencita? …
Pregunté sorprendida. Después de todo en el colegio de mi hijo hay cursos con chicas menores de edad y eso podría hasta ser perseguido legalmente.
—¡No! … ella es mayor que yo …
—Pero eso no debe representar un problema … tu padre también era más joven que yo … ¿Y que edad tiene ella? …
Me miró avergonzado, por primera vez agachó su cabeza.
—Algo así como tú …
Quedé impactada. Yo tengo 39 y nunca se me pasó por la mente que un muchacho adolescente pudiera enamorarse de mí. Me pareció extraño. Lo imagine presentándome a su novia, de una edad similar a la mía o incluso más. Una nuera que podría ser mi hermana. Su esposa que podría ser su madre. Comenzó a no sonarme muy bien. Pero luego pensé, ¿Por qué no? Si hay viejos verdes con chicas que podrían ser sus hijas o incluso sus nietas. Luego me calmé, después de todo puede ser solo una etapa y todavía no ha estado con ella. Tal vez no es tan malo que le suceda esto.
—Realmente no le veo el problema en absoluto … si para ti la diferencia de edad no es un problema no creo lo sea para ella … sabes que para una mujer puede ser muy bueno el tener un novio joven y apuesto como tú …
—Lo sé … pero no quiero hablar de ella ahora …
—No … ¿Y porqué no? … Quizás hasta podría ayudarte … después de todo tengo su misma edad …
Le dije sonriendo y colocando mi mano en su antebrazo.
—Mami … no puedes ayudar … simplemente es algo que no puede ser …
—Entonces … olvídala … da vuelta la página y búscate otra … eres joven …
—Mami … lo intenté, pero no puedo …
—¡Uhm! … esa mujer debe ser realmente genial … ¿verdad? …
—¡Oh! … si qué lo es …
Me respondió y se le iluminó el rostro mirándome.
—Bueno … cuéntame un poco más … ¡Quien es? … ¿Una profesora? … ¿Una vecina? …
—¿Todavía no te das cuenta, mamá? …
—¡Pero si tu no hablas ni me dices nada! … ¿Cómo puedo saber? …
—Eres tú, mami … Te amo a ti, mami …
Me bloquee. Mi cerebro no computó ese “Te amo”, ni siquiera sé que respondí. Seguía sin entender lo que me había dicho, hasta que lo repitió:
—No, mamá … Te quiero a ti … no solo como madre, sino también como mujer … nunca he conocido una mujer como tú … nunca me había sentido tan atraído por nadie … emocional y sexualmente …
Miré a mi hijo desconcertada y maravillada y no podía creerlo. Nunca me esperé algo así. Nunca pensé a que mi propio hijo se pudiera enamorar de mí. No sabía como reaccionar delante a esta situación nueva para mí y para él. Quiero decir, ¿Cómo se puede reaccionar ante algo así? … ¿Alguna madre ha vivido alguna vez una situación similar? … Mi hijo está enamorado de mí.
Me venía de recordar a mi niño cuando era un bebé, un hermoso bebé. Pero ahora ha crecido, ha crecido tanto que se siente atraído por mí. Sexualmente. De su propia madre. ¿Qué pensar? Estaba en estado de shock. ¿Cómo manejar una situación de este tipo? ¿Cómo un cumplido? Después de todo, mi hijo es un joven atractivo y también me encuentra atractiva a mí. Está el hecho de qué yo soy mayor que él, pero a él eso no le importa, aun así, él me prefiere a sus coetáneas. Si así fuera, sería un cumplido increíble, eso sí, si no fuera su madre. Por otra parte, los hijos no se muestran sexualmente delante de sus madres. ¿Era un cumplido aún mayor que él me amara? Me sentí terriblemente confundida. Nos sentamos uno frente al otro, yo lo miraba fijamente, pero él rehuía mi mirada.
¿Romántica o sexual? ¿Qué relación sería capaz de tener con él? Era obvio que cómo madre no debería ni siquiera pensarlo, pero también una madre se debe a su hijo. Su felicidad es mi felicidad. Además, como mujer, hace varios años que no he tenido relaciones de sexo con nadie. No es la cosa más importante en la vida, lo más importante es él. Y si él me busca en ese sentido, debería permitirme y permitirle de consumar el acto en sí. Además, que así cómo envejezco siento que el deseo sexual se ha ido incrementando, ¿Pero hacerlo con mi propio hijo?
No me parecía para nada de bien, pero ¿Era necesariamente algo malo? Mis ojos centraron su cálida mirada y vi frente a mí, a mi niño pequeño, lo vi cuando lo tenía en mis brazos, lo vi succionando mi pezón rebosante de leche, lo vi mientras cambiaba sus pañales. Lo vi cuando le acompañe a su primer día de colegio y regreso a la casa llorando porque nadie había querido jugar con él. Mi hijo púber con sus espinillas. Mi hijo pidiéndome de comprarle su primera afeitadora para quitarse esa pelusa que comenzaba a crecer en su labio superior. Todo eso eran tiempos pretéritos. Ahora se estaba transformando en un hermoso ejemplar de hombre. Sus piernas peludas, sus pectorales fuertes, sus brazos anchos, su … su pene. Me encontré mirando su entrepierna y vi dibujado en sus shorts un bulto escondido. Ya no era ese pene pequeño que vi por última vez hace unos diez años. Con toda probabilidad se había desarrollado maravillosamente como todo su cuerpo. Un pene masculino real. De buen tamaño. Utilizable. ¿Se pondrá duro pensando en mí?
Era tan extraño pensarlo en sentido sexual, pensando que él me deseaba carnalmente. Muy raro. Había escuchado y leído algunas historias al respecto. Pero me parecían curiosidades, anécdotas, cosas que le suceden a otros. No me disgustaban. Pero ahora me estaba sucediendo a mí, con mi propio hijo. Lo miré y lo vi triste y vulnerable. Me acerqué a él y por mi cabeza atravesaron imágenes como en un video… lo vi besándome, tocándome, desnudándome, penetrándome … me alejé por instinto ¿Es eso lo que yo quiero? … se me erizo la piel y sentí una cálida sensación de placer en mi propia vagina. Esta situación me estaba superando. ¿Qué hacer?
Lo miré compungida, sentí su desasosiego y volví a acercarme más a él, mi piel comenzaba a sentir la proximidad de su cuerpo. Gabriel me miró cuando puse mi mano en su hombro y le dije:
—Ni siquiera sé que decir …
—Madre … no tienes que decir nada … y lo entiendo … sé que piensas y sientes diferente a lo que yo siento por ti … pero tenía que decírtelo para no enloquecer …
Sus palabras me hicieron sentir mal. Me pareció volver a mi propia adolescencia cuando los chicos comenzaron a interesarse en mi y yo les rechazaba. Rechazaba sus sentimientos. Pero ahora frente a mi tengo a un ser que amo con toda mi alma. Le entregaría mi vida entera. Pero él se ha enamorado de mí. Sentí escurrir en mi mejilla una lágrima. Me incliné y lo abracé, después de todo es mi hijo. Cuando sentí sus brazos envolviendo mi cuerpo, pensé si había hecho lo correcto al abrazarlo. ¡Pero que estupidez! ¡Es mi hijo! Por supuesto que puedo abrazarlo y sostenerlo y apoyarlo si se siente triste.
Permanecimos abrazados de una manera maternal, lo envolví con mi coraza de amor y cariño, es mi hijo. Improvisamente me pregunté ¿Podre besarlo maternalmente? Me sentía muy bien es sus brazos sintiendo su mano acariciando mi espalda. ¿Se sentiría bien un beso? ¿Lo haría más feliz si le transmitiera mi afecto con un beso?
Rompí el abrazo y lo miré con ternura. Todavía esos ojitos denotaban tristeza y ese dolor atormentaba mi propio corazón de madre. Delicadamente me incliné y presioné mis labios contra los suyos. Me pareció un beso inocente y casto, de madre. Mi hijo reaccionó devolviéndome el beso, pero continuó a besarme y luego se hizo intenso. ¿Era ese un beso romántico? ¿Había para él una carga erótica y sensual en ese beso? Al menos para mí no. Nos dejamos de besar, estaba un poco sorprendida, ahora su mirada había cambiado y se veía feliz. Mi beso de madre lo había hecho feliz.
—Madre … ¿Por qué lo has hecho? …
También yo me estaba haciendo la misma pregunta y exactamente no lo sabía. ¿Fue tal vez para hacerlo feliz? Pero también yo me sentí mejor y puedo decir que sentía felicidad, pero de una manera diferente, mis pezones se habían estimulados, sentía ese cosquilleo en mis pechos y esa calidez en mi sexo que se humedecía. Entonces me vino el pensamiento que lo cambio todo: ¿Seriamos más felices ambos si yo me dejara ir más allá? ¿Sería más feliz él? ¿Qué sucedería si me entrego a él? ¿No es tarea de toda madre hacer felices a sus hijos? ¿Sería finalmente bueno entregarme y rendirlo feliz? Al parecer sus caricias, sus besos y su amor me gustan, sin más reticencias, comencé a desabrochar mi blusa.
Gabriel me miraba con cierta aprensión y quizás escepticismo. Cuando abrí mi blusa que me quité inmediatamente, sus ojos parecían salírseles de sus orbitas viéndome solo en sostén. Me gustaban sus ojos tiernos y candentes sobre mis sinuosidades:
—¡Mamá! … ¡No debes …! …
Estaba totalmente desconcertado y su mirada era de incrédula perplejidad.
—¡Pero yo quiero …! …
Le dije después de desabrochar mi sostén y dejar caer mis senos turgentes ante sus ojos. Los ojos de Gabriel se quedaron pegados en mis pechos, literalmente me sentí expuesta y también me sentí extraña. Me parecía que había algo de perversidad en su mirada y sus mejillas rusientes, acaloradas. Había algo de voyerismo en él y exhibicionismo en mí. Por otro lado, me sentí deseada. Me sentí realmente sexy, a pesar de que no había hecho ver mis pechos a un hombre desde hacía muchos años. Me vino de pensar; ¿Se verán bien a mi edad? ¿Conservaran sus formas ideales? ¿Será esto lo que soñaba mi niño? Pero no me importó nada, esos eran mis pechos y yo soy su madre.
Me sentía natural que él viera mis pechos, después de todo, él es mi hijo y cuando era bebe no solo los veía, también chupaba de ellos. Además, jamás me preocupé como se vieran, estaban ahí y eran perfectos para el bebé, lo alimentaron y obtuvo energías y sustento de ellos. Estaba más que claro que en este momento ya no necesitaba ser amamantado, pero necesitaba de mis pechos como mujer, le atraían sexualmente. Me sentí muy bien siendo deseada y necesitada por mi hijo y ya no me pareció antinatural que él sintiera deseos de estar conmigo, es más, lo estaba deseando también yo.
—No seas tímido … Tócame …
Tomé sus manos y las llevé a mis senos. Inicié un movimiento circular, haciéndole sentir la consistencia, la tibieza y lo carnosos que son. Cómo en un trance, Gabriel se animó a mover sus manos con cierta torpeza, vacilante al principio, pero luego se volvió más audaz. Me sentí con un grado de superioridad ante su inexperiencia. Él masajeaba mis senos con cierta impericia e ingenuidad, nada de extraño en un joven en su pubescencia. Como madre debía enseñarle sobre el cuerpo femenino. Debía mostrarle como hacer algo que es antiguo como el mundo, pero totalmente nuevo para él.
Me enderecé y le hice recostarse, puse su cabeza en mi regazo. Luego aveciné mis senos a su rostro, sin decir palabra, inhaló el perfume de mi piel respirando hondo. Puse mi pezón al alcance de sus labios como si fuera mi bebé, instintivamente abrió su boca y comenzó a chupar. Se sentía abrumadora la sensación de mi hijo succionándome una teta. Mi vista viajo por su torso hasta su entrepierna, vi un bulto evidente. Mi bebé mamando tenía una erección. Mi hijo tenía su pene duro chupando un seno de su madre. Con mucho cuidado mi mano vagó hasta esa gordura inflada en sus pantalones. Acaricié su bulto con mucha ternura y mantuve mis manos sobajeando su pene sobre la tela de sus pantalones. Pero podría jurar que todavía no tenía un objetivo sexual, más bien de curiosidad y una cierta aprensión materna.
¡No hagas nada para que tú hijo se sienta incomodo con una erección!, pensé. Quería hacerlo sentir bien y con esmero traté de bajar sus pantalones, pero no pude. Gabriel se percató de lo que yo quería y se quitó él mismo sus pantalones, el todo sin dejar de chupar mi pezón. Entonces lo vi, la polla de mi hijo. Era realmente impresionante, así a primera vista eran más de veinte centímetros. Jamás había visto una verga así de grande. Era hermosa. Algún día una mujer sería feliz de tenerla y tener a mi hijo. Seguramente se sentiría increíble dentro de un coño. Muchas mujeres se mojarían solo de mirar una verga así de sustanciosa. Pero no yo, porqué soy su madre. Mi coño ya estaba mojado, pero no creo haya sido por sexo, sino por una unión acogedora y espiritual de madre a hijo.
Gabriel gemía y follaba mi mano cada vez con más ardor, su polla gruesa y desnuda en mi mano palpitaba al ritmo de la masturbación. Lo vi indefenso, pobre bebé, pensé. Ciertamente sentía mucho la presión. Él me pedía lo imposible. No podía acompañarle en su sexualidad. No podía obtener lo que pretendía. Pero estaba también el deber de madre de hacerlo feliz. Él necesitaba una mujer ahora ya. La única mujer era yo. Era como el destino nos presentaba la situación ¿Podría ayudarlo?
Con su verga en mi mano y su boca lamiendo y chupando mi seno. Todo eso me daba una sensación de poderío, me sentía femenina, me sentía hembra con mi hijo succionando mi pecho. Sería genial poder volver a tener leche materna para alimentar a mi bebé.
Gabriel era como una tela virgen donde yo podía estampar una obra de arte. Lo podía diseñar a mi puro placer y deseo. Sus gemidos aumentaban, me incliné y apoyé mis dos pechos en su rostro, su respiración se agitó ulteriormente y sus gemidos se hicieron cada vez más audibles. Su verga en mi mano estaba tiritando, pulsando. Me chupo el pezón con tal fuerza que me hizo retirar mi pecho de su boca, encorvó su espalda y gruño dejando volar un grueso chorro directamente en su torso. Se hizo una gran macha húmeda en su remera, era el jugo del amor y la pasión. Pensé que tendría que lavar esa polera manchada. Mi hijo revolvió mis senos con su rostro y luego se relajó, suspiraba mientras recobraba su respiración.
—¿Todo bien, cariño? …
Le pregunté cariñosamente.
—Sí, mamá …
Gimió en mi pecho, miré su remera cubierta con su semen y me vino la curiosidad de toda mujer ¿A qué sabrá? No me sentía excitada ni siquiera un poco, pero mi interés después de tanto tiempo sin un hombre era de curioseo sobre el sabor del semen de mi hijo. Cogí algo con un dedo y me lo llevé a la boca. Me sorprendí de encontrar que sabía tan dulce, casi me arrepiento de haberlo dejado que se corriera en su remera y no en mi boca.
Solté su pene y comencé a acariciar su cabeza con cariño mientras él seguía besando y succionando mi pecho, estaba muy feliz, en ese momento supe que era una buena madre. Había aliviado la tensión de mi hijo, en parte me había concedido a él, le había ayudado con su fantasía. Eso fue lo que pensé por un momento, pero mirando su entrepierna, veía que su polla seguía magníficamente erecta como un obelisco.
Mi pobre bebé, pensé. ¿Qué clase de madre sería si lo dejo así sufriendo? Con cuidado me levanté, él estaba recostado sobre su cama. Su pene se veía todavía tenso y duro. Me senté en la parte inferior de sus piernas y me incliné hacia su verga. Todavía había perlas de semen en su glande, me agaché y me lo metí en la boca, estaba rico, realmente dulce, lamí su verga sabrosa. Todavía no lograba pensar en que estaba haciendo algo malo. Ciertamente no lo estaba haciendo por deseo sexual, quería solo hacer feliz a mi hijo.
Han pasado muchos años desde la última vez que tuve un pene en mi boca, estaba fuera de toda práctica, pero esto no era sexo oral para mí, era parte del amor de madre que yo sentía por mi hijo y su sufrimiento que debía ser aplacado. Instintivamente sabía que hacer para rendirlo feliz. Tomé su pene profundamente en mi boca y la chupé con cierto ardor. Parecía gustarle. Gemí porque me gustaba complacerlo. Mis gemidos lo excitaron, su cuerpo se puso tenso, su pene comenzó a palpitar, saqué un poco de su polla de mi boca, dejé la parte carnosa de su glande y lo chupé con fuerza y rapidez, Gabriel echó su cabeza para atrás, se contorsiono y envió nuevos chorros de esperma en mi boca. Mi lengua se deleitó a atrapar cada uno de esos dulces borbotones de jugo masculino.
El rostro de mi hijo estaba enrojecido, lucía satisfecho, me levanté y le dije:
—Nunca tendremos una relación como tu quieres que sea … soy y siempre seré tu madre … no te puedo amar como una mujer ama a su hombre … solo como una madre ama a su hijo … siempre serás solo mi hijo …
Me miraba confundido, porque mis palabras no se condecían con mis acciones.
—Sin embargo, como madre es mi deseo, mejor dicho, es mi deber el hacerte feliz y haré cualquier cosa para que tú seas feliz. No puedo darte la clase amor que deseas, pero puedo darte todo lo demás …
Me miró esperanzado y ansioso, no sabía si entendía la diferencia de lo que le estaba diciendo, así que continué:
—Si es la mujer que hay en mi lo que te excita … haré cualquier cosa para complacerte … es mi deber de madre … te daré todo lo que quieras y necesites … mi cuerpo te pertenece … yo te pertenezco …
Lo vi con su boca entreabierta, tragaba saliva, luego dijo:
—Mamá … eso es más de lo que siempre soñé …
Mirando su entrepierna, su verga se erguía una vez más dura como el acero y parecía haber crecido al doble de su tamaño. Mi niño era insaciable y yo me había comprometido a darle todo. De alguna manera me alegré de ver la inmensa verga palpitar desafiante en el aire. De seguro que querría penetrarme, de seguro quería visitar ese coño que le dio la vida. Me pareció normal que él quisiera regresar dentro de mí y sentí el deseo de sentirlo palpitar dentro de mis entrañas maternales, quería a mi hijo en mi matriz. Después de tantos años él volvía a ensanchar mis carnes rosadas y elásticas. Su polla parecía retorcerse en el aire y la imaginé en mí. Sus cálidos ojos estaban llenos de lujuria por su madre, él me necesitaba y yo quería que me necesitara.
Me levanté de la cama y me pare frente a él. Lentamente me bajé los pantalones, traté de hacerlo con elegancia y garbo, me quedé solo con mis bragas pequeñísimas. Sus ojos no se apartaban de mi entrepierna, como si estas escondieran un tesoro. Metí mis dedos en la banda elástica de mi prenda y comencé a bajarlas. Gabriel se pasó una mano por sus cabellos y luego por sus ojos, quería que sus ojos vieran claramente los labios entrecerrados de mi coño. Mis bragas cayeron al suelo y me detuve frente a él con las manos en mis caderas y mis piernas ligeramente abiertas. Su respiración se hizo fatigosa, estaba frente a mi hijo como Dios me había hecho. Mi pose era la de una diosa amazónica, fuerte y poderosa. No me sentía nada menos que eso.
—Mamá … si no quieres, no lo hagas …
Me sorprendió que fuera capaz de decir tal cosa, a sabiendas que su sueño era poseerme, pero sus ojos me decían la verdad, él lo deseaba más que nada al mundo. Como buena madre ya sabía lo que tenía que hacer y por primera vez me di cuenta de que hasta lo deseaba.
—¿Aun cuando sea lo que también yo quiero? …
Le dije montando a horcajadas sus piernas y bajando lentamente mis caderas hasta que mis labios inflamados y empapados rozaron su cálido y grueso miembro. Gabriel mantuvo su mirada en mis ojos y gimió cuando sintió la tibieza de mi sexo envolviendo su verga, seguramente no podía creer de estar incrustado profundamente dentro el coño de su madre. Yo lo sentía genial, no podía creer de porque no lo habíamos hecho antes. Me senté sobre sus muslos sin moverme, como una gallinita empollando un huevo ¡y que huevo! Estaba todo dentro de mi y continuaba a crecer y a empujar mi chocho hacia los lados. Estaba disfrutando su verga dentro de mí. Me sentí verdaderamente unida a él. Después de tantos años él había regresado a mi matriz. El pulso de su pene se sentía como el corazón de un bebé. Mi bebé estaba dentro de mí otra vez. Finalmente. Hasta cuando no sentí los latidos de su verga dentro de mi canal vaginal, no sabía lo maravilloso que podía ser de que mi hijo estuviera en mí una vez más, el sentimiento era indescriptible para una madre, lo hubiese sido para cualquier madre.
No era una unión carnal y sexual, era mucho más que eso. Era una revelación. Era la forma más elevada del amor de una madre por su hijo. Gabriel me miraba mientras yo soñaba, gemía y me deleitaba sentada en su verga. Él puso sus manos en mis caderas y supe lo que él quería. Empecé a montarlo. Moví mis flancos atrás y adelante, arriba y abajo, estaba follando a mi hijo. Monté su verga como una puta. Me mordí los labios, me incliné y le ofrecí mis tetas que se balanceaban y bamboleaban de un lado a otro. Sus labios envolvieron mis pezones y su boca chupo de ellos, me sentí una super-madre.
—Chúpame las tetas hijo … son tuyas, mi niño … mamá es tuya …
Le susurré al oído una y otra vez restregando mis pechos cerca de sus labios, sentí unos temblorcillos en mi entrepierna, su polla latía en lo profundo de mi concha:
—El coño de mami es tuyo …
Le decía gimiendo y comenzando a sentir las vibraciones a través de todo mi cuerpo. Gabriel se quejaba y gruñía enfebrecido de pasión. Me parecía sentir la tibieza y el aroma de su semen. Me apretó fuertemente tomándome de las caderas y me enterró su pene una y otra vez con fuerza inaudita, mientras los borbotones de su lechita comenzaban a llenarme e inundar mi chocho con su sopa de fluidos masculinos. Me dejé que me follara con su ímpetu de adolescente, que forzara su carne dentro de mis entrañas. Arañé sus brazos estremeciéndome de placer desbordado, grite su nombre, grite el nombre de mi hijo con cada embestida que le daba a mi coño que se contraía con fuerzas alrededor de su polla que chorreaba y bañaba mis paredes vaginales. Me sentí más madre que nunca haciendo la felicidad de mi retoño. Jadeando y sin dejar mi cintura, sentí sus manos encaramándose por mi espalda y apoderarse de mis hombros para tirarme con fuerza sobre su pene duro que continuaba a emanar su esperma. Continué montándolo, pero me quedé quietecita sintiendo su pija pulsar en mi chocho.
—¡Oh!, sí … mi bebé … fóllame … folla a tu madre …
Gemí en su oído, Gabriel solo continuo a abrazarme, en algún modo se enderezó y presiono sus labios húmedos contra mis senos y alternadamente chupo mis pezones. Mi cuerpo se encabritó y con una serie de escalofríos, le regalé una serie de mini orgasmos que me estremecieron de los pies a la cabeza.
—¡Oh!, mami … Te quiero, mamá …
—Te amo, mi niño … me encanta tu polla … esta hecha para mí …
Y así era, su verga era grande y gorda, el regalo perfecto para una madre como yo. Era como el mejor regalo del día de las madres, su polla y sus copiosas corridas de semen. Naturalmente me regocijé con su regalo. Esa tarde le permití que me follara media docena de veces y me llenara toda entera con su lechita. Gemimos salvajemente en su cama, luego en la mía, mí coño ordeño su polla hasta la última gota. Cuando explotó dentro de mí por última vez estando debajo de mí, me enderecé y lo vi feliz, sabía que su madre estaba ensartada en su polla, había sentido mi orgasmo y sus brazos enrojecidos y rasguñados eran la muestra de ello.
Me bajé de él y sentí escurrir su zumo fuera de mi coño maternal. Me recosté a su lado y una mancha comenzó a humedecer la sabana, pero no me importaba nada, mi bebé estaba a mi lado feliz, tranquilo y saciado. Acerqué mi pezón a su boca y él abrió sus labios para succionar mi teta, me pareció volverlo a ver con su rostro de angelito, chupo mi teta por un rato y se quedó dormido.
Apenas podía creer lo que había sucedido hoy, me quedé a velar su sueño tranquilo. Jamás ni en el más loco de mis sueños imaginé una tarde así, al lecho con mi hijo. Mi propio hijo enamorado de mí. Yo lo amo locamente, pero no como hombre, lo amo como hijo. Me di cuenta de que haría cualquier cosa por él. Si era necesario le regalaría mi cuerpo para hacerlo feliz todas las veces que me lo pidiera. Estaba dispuesta a acompañarlo en cada una de sus fantasías. Seriamos cómplices de esta extraña pasión. Unir su cuerpo al mío hasta transformarnos en uno solo. Ese era mi deber de madre. Me encantaba sentirlo dentro de mí. Ahora sabía que lo haríamos muchas veces más. Soy una buena madre y él me necesita. Me encanta de que me necesite.
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me encanto
Que hermoso cuento te felicito