Una Visita Inesperada Capitulo 2
Paula, con una actitud decidida y una sonrisa suave pero firme, se sienta frente a Andrés en la cafetería. A pesar de que Andrés aún lucha con la confusión y el conflicto interno provocados por su reciente conexión, Paula siente que es el momento de abordar lo que han estado evitando..
“He estado pensando en lo que hablamos la última vez, Andrés. Y también en cómo te vi… cómo te sentí,” comienza, buscando una manera de conectar con él. Andrés, con la mirada esquiva, evita su contacto visual al principio. Sin embargo, la intensidad de Paula lo obliga a confrontar sus emociones.
“No sé qué pensar, Paula. Todo esto… Carlos, tú, yo… No puedo sacarlo de mi cabeza. Me siento… dividido,” responde Andrés, sintiendo la presión del momento.
Paula, siempre la que guía con seguridad, se inclina un poco hacia él, su tono se vuelve más íntimo pero no menos firme. “A veces, Andrés, en la vida no hay respuestas simples. Pero lo que vivimos fue real. Y lo que siento por ti también lo es. No tienes que decidir nada ahora… pero sí tienes que ser honesto contigo mismo.”
Ambos se sumergen en un silencio lleno de significado; el aroma del café recién molido impregna el aire, y el calor del lugar contrasta con el frío del exterior. Aunque aún no ha pasado mucho tiempo desde aquella noche, la conexión que han compartido comienza a tomar forma en sus corazones.
Sin embargo, en las semanas que siguieron, la ausencia de Carlos se volvió palpable para Paula. Su risa, que solía llenar la casa, se había esfumado, y los mensajes que le enviaba a su hijo permanecían sin respuesta. Carlos, sumido en sus estudios, se alejaba, temiendo perderla tras lo que había sucedido entre ella y Andrés.
Mientras tanto, Andrés había estado tratando de dejar atrás lo ocurrido. Un día, en la cafetería, mientras preparaba café, el sonido de su celular lo interrumpe. Era un mensaje de Paula. Con manos temblorosas, duda antes de abrirlo, sintiendo una mezcla de curiosidad, miedo y un atisbo de esperanza. Al leer sus palabras, siente cómo el peso que lleva Paula es evidente: la vergüenza, el arrepentimiento y la nostalgia reflejados en su rostro.
Carlos, por su parte, se siente atrapado en una espiral de desilusión, incapaz de manejar sus emociones. La culpa por lo que había sucedido lo llevó a alejarse aún más de Paula, y ella lo nota. Paula se da cuenta de que su comportamiento no solo la ha lastimado a ella, sino que ha dejado a Carlos en un lugar incómodo.
Finalmente, tras una reflexión interna, Paula se decide a actuar. “Sí, señor. Así lo haré,” repite, como si respondiera a una voz que la instaba a tomar control de la situación. Andrés, intrigado, siente que algo importante está por suceder.
Esa misma noche, Paula y Carlos llegan juntos a la cafetería, donde Andrés los espera, nervioso. El lugar está casi vacío, y la atmósfera es tensa. “Hola,” dice Andrés, forzando una sonrisa, mientras su mirada se centra en Paula.
“Hola, Andrés,” responde ella, intentando sonar relajada. Carlos, en cambio, evita su mirada, sumido en sus pensamientos. Tras un momento incómodo, Andrés intenta romper el hielo. “¿Quieren algo?” pregunta, buscando una salida.
“Aquí, un café, por favor,” dice Paula. Carlos asiente sin pronunciar palabra.
Después de un par de minutos de silencio, Andrés decide abordar el tema que todos temen. “Así que, ¿cómo están?” pregunta, tratando de aliviar la tensión. Paula toma aire, sintiendo la presión de la situación.
“Carlos, lo que ocurrió tú sabes que no fue planeado…” empieza, sintiendo que es su turno de abrir la conversación. Carlos, finalmente levantando la mirada, pregunta con voz baja, “¿Qué estás sugiriendo, Mampa?”
Con un vistazo hacia Andrés, Paula siente que debe ser valiente. “Tal vez podríamos encontrar una manera de seguir adelante. Un tipo de relación diferente, donde todos estemos de acuerdo,” sugiere, sintiendo que esas palabras son un pequeño paso hacia la solución.
Carlos frunce el ceño. “¿Quieres decir que… deberíamos ser tres?” pregunta, con incredulidad en su voz.
“No lo sé. Pero creo que hay algo entre nosotros tres que no podemos ignorar,” afirma Paula, su voz adquiriendo firmeza. Andrés interviene, notando que la conversación se torna más positiva. “Lo que importa es que todos estemos en la misma página. No quiero que esto se convierta en un caos; quiero que haya honestidad y respeto entre nosotros.”
Carlos, suspirando, dice: “No sé… Esto es nuevo para mí. Pero si realmente creen que podemos manejarlo, tal vez valga la pena intentarlo.” Paula siente un alivio al escuchar esas palabras, como si un peso se levantara de sus hombros.
Finalmente, tras un rato de pláticas, Paula observa la hora en su celular y dice: “Creo que tengo sueño.” Aunque realmente desea estar cerca de ellos, la frase le sale natural.
“No hay problema. Podemos ir a casa,” dice Andrés, con una sonrisa comprensiva. “Sí, vamos,” añade Carlos, empezando a sentirse más relajado.
Los tres salieron de la cafetería y se dirigieron hacia la casa de Carlos y Paula. Una vez allí, Paula se acercó a su hijo, sintiendo la necesidad de reconectar con él. Se acercó y lo abrazó con ternura, buscando la cercanía que habían perdido.
Carlos no dijo nada, ni hizo movimiento alguno.
Poco después, Paula comenzó a acariciar su cuerpo levemente, como quien pide permiso.
—Carlos… —susurró, sintiendo su calidez—. Estoy aquí, contigo.
Finalmente, él la miró a los ojos, y en su expresión comenzó a destellarse algo de comprensión.
—No quiero perderte, Mamá —dijo, su voz temblorosa—. Nunca.
Acariciaba su rostro, su abdomen y en un momento acaricio su bulto, que llevaba desde aquella noche sin tocar, se excitó en ese momento deseando poseer su cuerpo. Carlos intenta incorporarse, pero solamente se deja hacer.
Su hijo lo asimiló bastante rápido, lo llevo a su habitación con Andrés siguiéndoles detrás. Seremos unos pervertidos, les decía al paso Paula. Al llegar a la habitación Carlos la abrazo por la espalda recostando su cabeza en la de ella, pero presionando su pene erecto en sus nalgas. Ella se quedó quieta mientras Andrés se situaba al frente y comenzaba a besarla. Y de manera juguetona la comenzaron a desvestir. Que tamaño de culo tienes mamá, decía Carlos al tiempo que acariciaba las nalgas de su madre con las manos. ¿De verdad te gusta?, le preguntó su madre con su voz de puta.
Paula comenzó a bajar su mano bajando lentamente el pantalón de su hijo exponiendo su slip que ya estaba manchado de preseminal mientras él jugaba con el culito de su madre, desesperado frente a Andrés, que solo veía excitándose con el panorama.
Carlos deseaba penetrarla así que bajando su slip acerco su pene que se incrustó entre las nalgas de su madre. Un grito se escuchó cuando sin ninguna preparación el pene de Carlos se fue deslizando por el Ano de su madre.
Paula (entre sollozos) por favor, me duele, no no, no vayas a alejarte.
No era algo que disfrutará demasiado, pero sentía que debía permitirle a su hijo sin recriminarlo…..
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