Vacaciones en diciembre
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LeumasPrimate.
Diciembre 1, 2015. Inicio de mis vacaciones. Pensé que todo iba a ir bien. Planifiqué salir dos semanas con amigos a acampar y poder ahí disfrutar sin esposa, sin hijos, solo hombres, en la montaña, junto al lago, bebiendo junto al fuego, pescando, y ya medio borrachos, tendernos juntos en la tienda de campaña, o meternos desnudos al lago, con la complicidad que da la noche…
Pero no. Llamada de mi suegra desde otro país. “Emergencia. Hospitalización. Les necesito”… Cambio de planes. Viaje no programado. Vuelo inmediato con esposa e hijos.
Pero, ¿Y la casa? ¿Quién se queda alimentando al perro y regando las plantas? Fácil solución: Daniel, el sobrino de mi esposa. Él, a sus 20 años, acepta encantado quedarse en mi casa, solo, dos semanas, internet gratis, suficiente comida en la nevera, música, los juegos electrónicos de mis hijos, y sobre todo, libertad. Ya se veía llevando chicas a mi casa, que sería suya durante dos semanas, teniendo sexo en cada rincón.
Diciembre 2, 2015. Salida hacia el aeropuerto. Daniel en mi casa. Cancelación telefónica del campamento al que iba a asistir. Resignación a estar de enfermero – chofer – esposo – padre – amigo, durante las próximas dos semanas. Fin de mis vacaciones soñadas.
Diciembre 8, 2015. Llamada de Daniel. Algo pasó con mi perro. El perro de la familia. Excusa perfecta para regresarme. Estoy harto de ser el buen yerno, el buen padre, el buen esposo, el bueno para todo. Solo falta que me propongan para santo. Hablo con mi esposa, mis hijos no quieren que me vaya, pero valoran mucho a su mascota, así que decidimos que adelante mi regreso. Ellos regresarán el 20 de diciembre. Yo, apesadumbrado por dejarles, me regreso mañana. Daniel no lo sabe. Decidimos no comunicárselo.
Diciembre 9, 2015. Despedida. Besos. Abrazos. Viajo solo al aeropuerto. Vuelo a mi país. A mi casa. Hora de llegada: 7:15 PM. Luces del patio apagadas. Luz interior encendida en la cocina. Entro sin ruido, no sé qué pasa. El perro no está afuera. Por su estado de salud, asumo que está en el veterinario. Abro la puerta en silencio, y dejo mi maleta de viaje junto al sofá. La música está a medio volumen, sale de la televisión del dormitorio. No necesito empujar la puerta. Está media abierta. Observo movimiento en mi cama, hay más de una persona en ella. Retrocedo y pienso: “Daniel está con una chica” No voy a interrumpir. No es propio. Él está cuidando mi casa, merece también privacidad, aunque sea mi cama… Ese pensamiento dura poco. Otro pensamiento cruza mi mente. Estoy erecto. Me excita pensar en mi sobrino, desnudo, 20 años, erecto, penetrando una chica. ¿Usará condón? ¿Le hará sexo oral? ¿La penetrará por atrás? ¿Ella le hará sexo oral a Daniel? ¿Lo tiene grande? Voy a la habitación de mis hijos, siempre en silencio, dejo allá mi maleta, me desnudo, estoy en bóxer y calcetines para no hacer ruido al caminar, y regreso a la puerta de mi cuarto… Mi verga sale de mi bóxer. Me estoy masturbando.
Escucho jadeos, veo el movimiento con el reflejo de la pantalla de la televisión. No hay más sábanas en la cama, acompañan a las almohadas en el piso. ¡Oh delicia! Daniel está desnudo, sentado de espaldas a la puerta del dormitorio, cual jinete experimentado, ¡Cabalgando en la verga dura de otro hombre! No puedo creerlo. Daniel es gay, y yo nunca lo supe. De hecho, me molesta eso, el no haberlo sabido, sino él estuviese sentado en mi verga, ¡No en la de otro hombre! Por el ángulo de la puerta, no pueden verme, pero yo sí. Claramente. Me atrevo y empujo suavemente la puerta. Estoy muy excitado. Mi bóxer ya no me importa. Ni mis calcetines. He dejado tirados mis interiores y estoy completamente desnudo. Mi verga alcanza los 20 centímetros y mis testículos casi revientan de pura testosterona. Ya no me importa si me ven o no.
Quiero participar. Quiero formar parte de aquel arrebato de lujuria que envuelve aquel par de machos, revolcándose de placer en mi cama. Los movimientos de Daniel sobre aquel macho salvaje, esas embestidas que hacen las penetraciones cada vez más profundas, me vuelven loco. Veo como Daniel busca la manera de ser cada vez más horadado por aquella verga erguida, y escucho los pujidos del hombre acostado boca arriba, que con sus manos agarra las caderas de Daniel, como para que no se le escape en cada empujón de su pelvis contra las túrgidas nalgas de Daniel. Ambos están disfrutando. Ambos transpiran, se mueven, a veces con ritmo único, a veces con descontrol. Descontrol como el de mi respiración, mi excitación, que me desinhibe, me empuja a la cama, mi cama, y mis manos comienzan el recorrido hacia aquellos cuerpos que se entregan con delirio, con pasión, con desenfreno y lujuria, sin enterarse de lo que ocurre en su entorno. ¡Oh sorpresa! Quien está acostado debajo de Daniel es Jorge. Su padre. Sí, su padre, el esposo de mi cuñada. Jorge, el cuñado de mi esposa. Jorge, ese macho tractorista de unos 45 años, padre de Daniel, a quien siempre he visualizado como el padre perfecto, por esa relación estupenda que tiene con su hijo a los ojos de todo el mundo, me está demostrando porque es el padre perfecto. No solamente es el mejor ejemplo para su hijo, sino que para que no se sienta solo esas dos semanas, ha venido a hacerle compañía un rato, a darle un poco de amor. ¡Y qué tipo de amor paternal! Son un sueño. Un hombre maduro, cogiendo sin piedad a su hijo, enseñándole la mejor clase de educación sexual que un padre puede dar a su hijo. Me he quedado sin habla. La situación no me incomoda en lo absoluto, al contrario, me pone en un estado casi hipnótico, increíble, no puedo asimilar la suerte que tengo de llegar justo en el momento en el que ambos están tan entregados al placer que no les molesta mi interferencia, sino que me incorporan casi naturalmente a su estrecho vínculo de placer.
Mi pene entra en la boca de Jorge, y mi boca se funde en un beso profundo con Daniel. La boca de Jorge bombea mi verga a punto de explotar, y me doblo ante la hermosa verga de Daniel, para meterla toda en mi boca, hasta sentir sus embates al final de mis amígdalas. Daniel tiene aquel hermoso miembro en su culo, mi boca en su verga, y mi verga en la boca de Jorge. Es un trío improvisadamente bestial. Somos tres machos dándonos placer del bueno. Testosterona pura. El pene de Jorge queda libre al quitarse Daniel de la postura de jinete, y aprovecho para lamerlo hasta el final, para saborear el culo de Daniel a través del pene de su padre. Aun hay aroma del ese culo joven, aun hay sabor de ese conducto anal. Y no soporto más. También quiero sentir algo de eso en mi propio culo. Me muevo con facilidad entre esos dos cuerpos, y mi culo se acomoda para que la gran verga de Jorge horade mi esfínter anal. La hermosa verga de Daniel entra en la boca de Jorge, mientras me clavo esa verga experimentada entre mis nalgas. Movimientos, placer, besos, caricias, mordidas, lengua, culo, verga, sudor, todo se complementa. Me saco aquella verga chorreante de lubricación de mi ano y con la mía a punto de estallar, busco ese hueco de macho entre las nalgas de Jorge, y lo penetro con cierta dificultad, pero logro entrar en ese ano de macho, entre esas nalgas peludas, meto mi verga en ese culo que siempre lo vi inaccesible. Hasta hoy. Jorge gime, grita, muerde los labios de su hijo, mientras mi pene entra y sale de su hermoso trasero, y Daniel se coloca atrás mío, para hacer conmigo lo que yo hago con su padre.
El culo de Jorge es mío. Mi culo es suyo. Daniel es mío totalmente. Ahora me está ensartando con su verga, mientras yo hago lo propio con su padre. Sudamos. Nos lamemos. Nos mordisqueamos. Nos cogemos. Nos saboreamos. Mi semen entra a chorros continuos en el culo de Jorge. Eso provoca contracciones en mi propio esfínter anal, y hace que Daniel deje ir su propia leche dentro de mí. Siento como oleadas de tibio líquido invaden mis entrañas. Es Daniel, dándome su elixir. Y Jorge, que aun no expulsa lo suyo, espera a que Daniel saque su verga de mi culo, y lo invita a mamar la suya. Daniel, un hijo muy obediente, mete esa hermosa verga de su padre en su boca, y lo succiona tan bien, que en un par de minutos, su padre le llena la boca de deliciosa leche caliente. Así los tres, cansados, nos quedamos tirados sobre la cama, desnudos, nos vamos durmiendo de a poco, satisfechos, dejando todo en familia. Qué bueno que aun falta más de una semana para que regrese mi familia. Y no necesito irme de camping. Ya tengo todo.
Siguatepeque, Honduras, 23/01/16
SML.
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