Valentina: Cuarta parte
Aquella imagen que debería ser infinitamente placentera, sólo me causaba remordimiento al formarse de nuevo en mi mente ¿acaso era mayor mi preocupación por no lastimar sus sentimientos que la lujuria que me causó el verla desnuda?.
Sábado:
No estaba enfermo, pero toda la noche fui atacado por sueños y alucinaciones casi febriles. Mi cerebro no paraba de pensar, a veces era invadido por el abrazo de mi prima y por su dulce beso en mi mejilla, a veces regresaba la sensación de apretujarla contra mi ser y frotarla. Reviví mil veces el suceso del autobús, a veces ella tenía su blusa rosa de tirantes, a veces iba con una toalla verde alrededor del cuerpo, a veces perdía esa toalla y volvía a ver su culito.
A las 4 de la mañana pude dormir medianamente bien, para a penas obtener descanso y despertar a las 10. ¡Diablos! 10 de la mañana. Me vestí con lo primero que vi y salí de mi cuarto, escuchaba ruidos en la sala de estar que se incrementaban a medida que bajaba por las escaleras. Me acerqué y vi a Valentina sentada en el sillón con las piernas cruzadas, cubierta por otra blusa a modo de camisón jugando con la play. Mi corazón sintió un ligero piquete de emoción. Estaba perdida ante la pantalla de la televisión, la punta de su lengua se asomaba por la comisura de los apretados labios, tenía el pelo despeinado, se veía preciosa.
-Buenos días- dije y ella dio un saltito, no se había percatado de mi presencia, pero aún así no despegó las vista del televisor.
-Hey, buenos días- dijo apenas prestándome atención- Desperté hace un rato, pensé que por ser sábado hoy dormías hasta tarde, toqué tu puerta, pero no respondiste y no pasé porque YO SÍ respeto la privacidad de la gente al dormir.
Espera ¿estaba reclamándome por haber entrado mientras dormía?
-Si no te hubiera despertado estos días, hasta ahora seguirías dormida.
-Intenté hacer el desayuno, pero no se me ocurrió nada bueno-comentó, haciendo caso omiso a mi respuesta.
Hubiera apreciado el gesto, pero apreciaba más que la cocina (y la casa) siguieran intactas.
La dejé jugando a su juego y fui a la cocina. Busqué lo que había y preparé un desayuno sencillo, ella vino a la mesa y comimos juntos.
– ¿Hoy tenemos algo que hacer?
-Desafortunadamente creo que no. Mi mamá llegará más tarde y estará aquí todo el domingo.
– ¿Entonces tal vez horneemos algo?
-No lo puedo asegurar, pero quizás sí.
– Oye y… ¿hay más lugares como el centro comercial? No me refiero a otros centros comerciales, sino a lugares nuevos que no conozca en la ciudad.
– Mmh. Seguramente sí, no estoy muy seguro de las fechas, pero esta…el parque al sur de la ciudad, el museo de arte moderno cerca del centro y tal vez otros más, no los recuerdo. Habrá que investigar.
– ¿Crees que en la semana… no sé, pudiéramos ir? El día de ayer fue divertido, entonces tal vez sería divertido ir a ver cómo ha cambiado la ciudad y no estar en casa todo el día.
-De hecho, suena como una buena idea. Enlistaré los que encuentre y ya te diré a cuales sería interesante ir ¿de acuerdo?
-Me parece bien- dijo con una sonrisa en los labios.
Eso era perfecto, podría salir con ella de la casa. El aire fresco, algo que hacer y un ambiente distinto al del encierro de la casa mantendrían mi mente ocupada.
Terminamos de desayunar y lavamos los trastes.
-Bueno, supongo que me daré una ducha- anunció mi prima.
Cuando iba a salir por la cocina le dije:
-Oye- se volteó y me miró- que esa toalla no se atoré en ningún lado.
Al principio la confusión cruzó por un instante su rostro y luego entendió a lo que me refería, hizo un gesto infantil y me sacó la lengua.
-El siguiente espectáculo no te saldrá gratis- dijo y se fue corriendo al baño.
Aquello me hizo sonreír. Sentí que había dado un paso más en busca de lo que deseaba.
Continuó el día sin ninguna novedad, ya no había más quehaceres en la casa, era sábado de un día de verano. Cada quien perdió el tiempo como pudo hasta que llegó mi madre en la tarde. Ellas se pusieron a hornear una vez más, mientras yo estaba en la sala de estar viendo una serie. Alcancé a escuchar que mi prima le comentaba a mi mamá sobre nuestra idea de ir a los lugares que ella no conocía y a la señora le pareció también una buena idea. Aparentemente se sentía tranquila de que nos estuviéramos llevando cada vez mejor. Jamás he sido demasiado cercano con mi hermana, convivimos de forma normal, peleamos tal vez demasiado seguido (nada serio), pero jamás me he interesado en lo que a ella le gusta ni viceversa, más la quiero y la cuido. Eso, combinado con el hecho de que mi mamá sabía que antes no me caía bien mi prima, la tenía algo nerviosa respecto a nuestra convivencia.
El día terminó sin más novedad. Me sentía satisfecho de que ese día hubiéramos hablado (muy poco, pero hablado a final de cuentas) sobre lo que pasó con la toalla. Ella lo tomó con naturalidad, no se enojó, no se avergonzó, incluso lo tomó con humor. Para mí eso era una victoria.
Lunes:
El domingo pasó sin pena ni gloria, le enseñé a mi prima algunos de los lugares nuevos que no conocía e hicimos un listado de los que podríamos visitar. Algunos estaban muy lejos y otros más cerca. Un par de ellos estaban incluso a 40 minutos de la casa.
El lunes llegó, mi madre se había ido a trabajar como de costumbre, yo me levanté a la hora usual, me di mi baño usual y fui a la cocina. Preparé un rápido desayuno y esperé a que mi prima bajara. Una vez más, aquello no pasó. De camino al dormitorio me fui mentalizando “veas lo que veas, te controlarás. Es una niña y puede asustarse. Contrólate, aunque tengas la oportunidad de tu vida”. Tomé profunda bocanada de aire, la solté y giré el picaporte.
La luz del sol ya se colaba por la persiana. El ambiente en el cuarto de mi prima era el de siempre, la esencia de la estancia ya casi había olvidado el olor de Marisol y era remplazado por el de Valentina. Me acerqué hacia su cama y todos mis hechizos mentales anteriores se desinflaron como un globo ante un alfiler cuando pude notar aquello. Los brazos de mi prima estaban en su aberrante y acostumbrada posición, por encima de su cabeza, una vez más sus blancos hombros estaban desnudos, pero apenas tuve capacidad para apreciar sus miembros superiores, porque esta vez tampoco llevaba la parte superior de su pijama, sin embargo, la traidora sabana se redimía, llegando a cubrir a penas hasta sus octavas o novenas costillas.
Casi me da un infarto cuando pude ver esas formaciones cilíndricas, pequeñas y rosadas, ligeramente umbilicadas, en medio cada una de una rosada y elevada areola, de apenas un centímetro o centímetro y medio de diámetro. Debajo del pezón las masas de carne que serían sus pechos ya se distinguían claramente, pequeñas, blancas y de aspecto suave, era una vista fascinante. Me acerqué un poco más, quería grabar en mis retinas cada milímetro de aquel panorama, quería notar cada pálido y delgado vello que hubiera por ahí, cada detalle de sus pezones, cada pedazo de piel, quería todo eso para mí.
No sé cuanto tiempo pasó, pero en un atisbo de cordura recordé quién era yo, quién era ella y que hacía ahí. Sentí el nerviosismo, la taquicardia en mi pecho, el fuerte pulso de la sangre en las sienes, la respiración irregular y rápida que hacían mis pulmones. ¿Qué debía hacer ahora?
Después de mil planes fugaces, me decidí por el más cobarde de todos.
-Vale, el desayuno está listo-dije sin tocar su hombro, sin acercarme más, como si estuviera ante una bestia impredecible que podría atacar, gruñir o solo reirse -Vale, el desayuno, te espero abajo- le repetí hasta que noté que abrió los ojos, en ese momento salí casi corriendo de aquel lugar.
Cuando mi prima bajara, fingiría que no vi nada, tal vez ella ni se diera cuenta de que estaba algo descubierta mientras dormía.
Serví ambos platos y esperé. Ella aún no bajaba. ¿Estaría bien? Había abierto los ojos justo cuando regresé, entonces definitivamente no había vuelto a quedarse dormida. Pasaron 10 minutos y por fin escuché sus pasos al bajar las escaleras.
Apareció en la cocina con su camisón largo y descalza. Estaba despeinada, como siempre al despertar, pero no parecía aturdida ni adormilada como siempre. Me vio a los ojos y me preguntó.
– ¿Me… viste? – parecía que le costara preguntar aquello, desvió la mirada y sus mejillas se encendieron un poco.
– ¿Verte? Pues sí, entré a despertarte y te vi dormida…- una mentira barata, pero tal vez funcionara.
-No…no hablo de eso. Me refiero a que si me viste… a si me viste… desnuda- esa última palabra la dijo casi susurrando.
-Vi tu pecho, la sabana no te cubría hasta el cuello- decidí decir la verdad-pero no me fijé, te desperté y salí rápido de ahí, igual no debes preocuparte porque, bueno, no fue nada especial…-intenté arreglarlo con excusas más baratas, pero Valentina me interrumpió.
-Está bien, déjalo.
– ¿Está… bien?
-Sí, fue imprudente de mi parte quitarme el pijama a media noche. Lo lamento si te hice sentir incómodo.
– Para nada, es algo normal y natural, no me siento incómodo.
– Qué bien- dijo sin ánimo.
Diablos ¿dije que no había sido especial? Eso salió de mi boca sin pensarlo, quería quitarle importancia al asunto, no quería decir que su cuerpo o que ella no fuera especial. Claro que lo era y esperaba que supiera interpretar lo que trataba de decir y no afectara sus sentimientos.
Comimos en un tenso silencio. No sabía qué hacer, su reacción me confundía, parecía enojada, pero era un enojo frio y seco, no el enojo incendiario que terminaba en una rabieta al que Marisol me tenía acostumbrado.
Antes de levantarnos de la mesa, mi prima me miró a los ojos y me dijo:
-Recuerda que el espectáculo no es gratis- sonrió ligeramente y escapó con paso pesado de la cocina, dejándome sin su ayuda para limpiar los trastes. ¿A qué se refería con ello?
El resto del día me la pasé pensando en lo que había sucedido esa mañana, me sentía extraño respecto a lo que había pasado. Incluso el recuerdo de los pequeños senos de mi prima a penas me causaba algo más que culpa. No quería que se sintiera mal por lo que había pasado. Además ¿a que se refería recalcando que aquello “no sería gratis”? ¿Estaría buscando desquitar la invasión a su intimidad? ¿Sería capaz incluso de decirle a mi madre?
Aquel día no habíamos planeado ir a ningún lugar, lo haríamos el martes, porque mi mamá saldría de trabajar e iría directamente a casa de mi abuela, podríamos organizar mejor los horarios y podríamos ir incluso a los lugares más alejados de casa y regresar antes de que oscureciera. O al menos ese era el plan hasta el momento, pero ahora quizás aquello se hubiera desmoronado. Valentina no salió de su cuarto mientras yo estuve fuera del mío.
Mi madre llegó a su hora habitual después del trabajo y el día continuo habitualmente. Cuando comimos Valentina se mostró igual de agradable y sonriente que siempre, pero a penas me miraba a la cara, sin embargo, no le mencionó nada a mi mamá de aquel incidente.
Las horas se arrastraron lentamente y el día llegó a su fin. No había salido como esperaba, no había sido el perfecto pasado viernes, pero al menos había visto los senos de mi prima (aunque no encontraba confort en eso ahora mismo). Me preocupaban más sus sentimientos y que los hubiera lastimado de alguna forma que la amenaza que había hecho (aunque, también me preocupaba bastante que le dijera a mi madre o a mi hermana o a alguien en general). Claro, ella dijo que “estaba bien” pero sus emociones, sus gestos, su voz no reflejaban que aquello hubiera estado bien.
En fin, mañana sería un nuevo día, probablemente iríamos al nuevo parque al borde sur de la ciudad. Valentina se había entusiasmado al saber que el terreno irregular del parque formó un mirador natural en el que se podía ver una gran parte de la ciudad, ella quería recorrerlo y ver la puesta de sol. Mañana cumpliría su deseo y haría que mi Valentina fuera, al menos un poco, más feliz.
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Muy estimados lectores, yo mismo sé que esta una parte más corta que las anteriores y que podría considerarse hasta insatisfactoria, pero encontré necesario separar esta parte de la siguiente debido a que, si hubieran quedado juntas, sería un capitulo demasiado largo y la acción parecería que todo escala demasiado rápido.
Les prometo que a partir de la siguiente parte (ya terminada) no habrá vuelta atrás, la pasión, el amor, la lujuria, incluso la perversión de nuestros personajes será más intensa que todo lo que se ha visto hasta el momento combinado.
Les ruego le den una oportunidad a esta parte. «Valentina: Quinta parte» lo habrá valido.
Como siempre, agradezco sus comentarios y sugerencias, es muy importante para mi y me mantiene motivado a seguir escribiendo y a tratar de mejorar cada vez más.
Saludos afectuosos.
Luis.
Definitivamente me tiene entretenido toda esta lectura, es larga pero se logra disfrutar la lectura.
Personalmente siento que todo en la lectura está bien, y en ves de decir que va lento simplemente va de una manera muy completa la historia 10/10
¡Saludos!
Y a esperar con ansias la 5° parte.
Como interludio hacia el gran final, a mi me ha parecido muy digno. Me encanta como escribe usted y la delicadeza del relato. Espero con ganas las siguientes entregas
Pese a la brevedad del relato, se nota una gran calidad. Haces un gran trabajo Luis, espero con ansías ver como acaba todo esto!
Hasta ahora venía puntuando de excelente esta serie de relatos sin comentar. La verdad, me parecía innecesario poner en cada uno que es realmente entretenida y que me tiene atrapado, como a muchos otros lectores por lo que veo. No tenés nada que disculpar por como llevas el ritmo de las publicaciones. Creo no ser el único que piensa que no apurar las cosas es lo mejor, y que agradece tu preocupación por la aceptación que tenga. Venís de mil maravillas, haces que queramos saber que sigue pero a un ritmo perfecto. Gracias por compartir tus letras con nosotros.