Valentina: Quinta parte
Mi corazón dio un brinco nervioso cuando la vi completamente desnuda por primera vez. Su precioso cabello castaño húmedo y pegado al cuerpo, sus grandes ojos verdes enrojecidos por el llanto….
Martes:
El plan había funcionado, pero no había ido como habría deseado. Luis había visto mis senos descubiertos intencionalmente, pero no había pasado nada más. De igual manera, no tenía ni idea de que quería que pasara en cuanto los viera, pero ahora estaba segura de que, si los hubiera tal vez…tocado o algo así, no hubiera estado mal, la idea ya no me repelía completamente.
La noche del viernes lo abracé y le di un beso en la mejilla, sentí que el corazón se me iba a salir del cuerpo cuando lo hice, pero no lo pensé demasiado y pasó. Me gustó mucho volver a sentir el cuerpo de mi primo contra el mío, de forma distinta, pero con la misma esencia. No planeé el incidente de la toalla, al principio me dio vergüenza (sobre todo que viera lo torpe que había sido) pero no pasó a más, incluso disfruté el haber sentido su mirada sobre mi trasero, aunque fuera sólo un poco, posteriormente incluso bromeamos con ello. Pero ahora mismo me había visto casi desnuda prefirió fingir que no lo había hecho y, para colmo, cuando aceptó que los vio, dijo que no había sido nada. No esperaba que en ese momento se pusiera de rodillas y me pidiera casarme con él, ni ninguna estupidez infantil, pero quizás un cumplido hubiera ayudado, decir que los había visto y le había avergonzado o decir que eran bonitos, que le había excitado verme desnuda, incluso una mentira hubiera sido mejor, pero prefirió decir que no habían sido nada.
Tal vez se debía a su estúpida corrección o ética o valores o lo que fuera aquello, a final de cuentas tenía 17 años y yo tan sólo 12, o quizás solo no le resultara atractiva y eso estaba bien. Pero si eso estaba bien, ¿por qué me estaba afectando tanto? Ni siquiera podía creer que todo el día de ayer hubiera estado triste, confundida, abrumada, incluso fuera de quicio, el enojo que sentí contra Luis y la ira que sentí contra mi ridícula idea de enseñarle las tetas me llegó a sacar lágrimas, primero furiosas, luego de tristeza y finalmente de sentimientos que ni siquiera entendía. Se sentía como si el día anterior ni siquiera hubiera sido yo. Algo extraño me estaba pasando.
Fui al baño antes de bajar a desayunar, ya escuchaba los sonidos provenientes de la cocina junto con la música de mi primo. Me levanté de la cama y noté que me dolía un poco la zona lumbar. Caminé adormilada hacia el baño, el rozar de la blusa contra mis pezones resultaba extrañamente incómodo, casi doloroso, al parecer estaban muy sensibles, jamás había sentido aquello. Puse el seguro en la puerta y me senté en el escusado. Cuando bajé mis bragas vi una enorme mancha de sangre seca en la tela. “Mierda, mierda, mierda”. Me quité de inmediato la blusa y vi una pequeña mancha oxidada en la parte posterior a la altura de mi trasero. Mi regla había llegado.
No era mi primera vez, ya había tenido el periodo en otro par de ocasiones, pero aún no era una experta en estos temas. ¿Qué debería hacer ahora? Oriné lentamente, sin fijarme, quería que aquella primera orina enjuagara un poco mi vagina, incluso tosí y puje para que intentar que saliera lo más que pudiera sacar mi cuerpo de sangre acumulada durante la noche, pero no me sentía como si hubiera funcionado.
Después de un largo rato sentada y pensando decidí que lo primero que debía hacer sería bañarme, lavaría bajo el chorro de agua mi cuerpo sucio, mis bragas sanguinolentas y mi blusa manchada, más adelante las metería a la lavadora sin que se dieran cuenta. Pero no tenía mi toalla, la había dejado en mi cuarto… Sentía que, si salía del baño por ella, iría regando sangre a mi paso manchándolo todo en aquella casa ajena.
Entonces, lo mejor en ese momento sería ducharme y ponerme una toalla femenina en un par de bragas nuevos y… ¡MIERDA! El viernes pasado iba a comprar toallas, ese era mi plan al ir al centro comercial, encontrar una farmacia o una tienda de autoservicio donde comprar un paquete de toallas femeninas, pero el grandioso centro comercial, las tiendas, el brillo labial que compré… todo me distrajo y lo olvidé y no me preocupé más por eso ayer.
No quería admitirlo, pero necesitaba ayuda. En esta situación hubiera llamado a mi tía, ella sabría qué hacer, pero no estaba en casa y no tenía el celular conmigo, lo dejé cargando en el cuarto durante toda la noche. Realmente no quería que Luis se involucrara, si no le resultaba atractiva, aquello definitivamente lo asquearía… ¿Por qué pensaba en eso en esta situación? ¿No era yo la que necesitaba ayuda?
Podría ponerme mucho papel y salir así, tomar mis cosas y regresar a bañarme. Pero eso solo lo resolvería momentáneamente. Miré el rollo de papel, apenas quedaba algo. Mierda. Además, en los cajones cercanos no había rastro de otro rollo nuevo. Aquella mañana el universo se reía a costa de mí, con un retorcido y cruel sentido del humor.
Luego de debatirme un rato llegué a una posible conclusión. Le pediría a Luis mi toalla, me la pasaría a través de la puerta, me envolvería con ella y no mancharía la casa. “Pero mancharías la toalla y seguirías regando sangre por ahí” Mierda. “Piensa Valentina, ¿esto es lo mejor que se te ocurre? Deja de ser una chiquilla”
“Entonces le pediré la toalla y le diré que busque una toalla femenina, en esta casa viven 2 mujeres más, algo debe encontrar”. Bueno, aquello parecía una mejor idea, pero… Luis se enteraría que estaba menstruando. La sola idea hizo que me ruborizara de inmediato. No quería ni enterarme yo misma de eso, mucho menos quería que mi primo se enterará de aquello, especialmente si me… ¿gustaba? Agh.
– ¿Todo bien Vale? -subió lejana la voz de mi primo desde la planta baja.
Ni hablar, era ahora o nunca, con el corazón en la garganta le respondí:
-Necesito que vengas- grité con toda la fuerza que tenía, traté de conservar una voz firme, pero el grito me salió nervioso y vacilante. Mi primo subió las escaleras y llegó al baño.
– ¿Qué pasa? – preguntó a través de la puerta.
-Tengo… un problema.
– ¿Problema? ¿Necesitas más papel?
– ¿Qué? No, no es eso, es otra clase de problema.
– Bueno, entonces dime cómo puedo ayudarte.
– Primero promete que no te vas a burlar.
– ¿Qué? ¿Por qué me burlaría?
– ¡Promételo!
-De acuerdo, lo prometo Vale.
– Ahora promete que no te va a dar asco y que… yo no te voy a dar asco
– Eso depende del “problema” -Rayos- Si tengo que entrar a limpiarte el trasero entonces probablemente si sienta algo de repugnancia -Bromeó. Sonreí un poco, pero no tenía tiempo para bromas.
– No es eso, es serio, promete que no te vas a asquear, y si te asqueas al menos lo vas a ocultar por el resto de tu vida.
-Vale, lo prometo.
-Bueno, esta mañana… hoy… bueno ahora mismo estoy… me ha llegado la regla ¿bien? – sólo me respondió el silencio, entonces continué- Manché mi ropa interior y mi pijama, tal vez también la cama, no tengo toallas femeninas ni traje mi toalla de baño, entonces sería excelente si pudieras traerme ambos tipos de toalla.
– Espera un segundo… ¿Quieres que… quieres que vaya a la tienda por toallas femeninas? – Pude notar la tensión en su voz.
– No, primero tráeme mi toalla de baño, después busca en las cosas de Marisol o de mi tía, algo deben tener.
– Rayos Valentina, me vas a deber un favor enorme.
– ¿Haberme visto las tetas y el trasero al aire no fue suficiente? Dije que no era gratis…-La tensión hizo que ni siquiera me diera pena decirle “tetas” a mi primo, me daría cuenta de esto más tarde.
– No, no fue suficiente. Metete a bañar, vuelvo en seguida.
Cuando se alejó de la puerta quité el seguro para que pasara cuando volviera y me metí rápidamente a la ducha. Me bañé rápidamente y puse especial énfasis en mi vagina. Podía ver hilillos de sangre resbalar sobre mi pierna a medida que el agua enjuagaba mi entrepierna. Cada vez que creía que estaba por volverse transparente, el color rojo volvía a teñir el agua de un transparente rojo ¿esto no acabaría nunca?
Después de un muy largo rato, creyendo que ya no había ningún rastro de sangre cerré el agua. Luis escuchó eso y anunció desde afuera del baño.
-Ya estoy aquí, toma.
-Preferiría que tu pasaras- el cancel que separaba la ducha del resto del baño era algo transparente, pero las formas y el color no permitían que se viera bien a través de él. De igual forma me cubrí los pechos y el pubis con las manos.
– ¿Está cerrado el cancel? Te prometo que no veré nada- dijo al momento que abría la puerta. En efecto no se alcanzaba a ver, podía distinguir el movimiento, pero no la figura de mi primo.
– Ya has visto bastante- dije y abrí una pequeña rendija para que me entregara las cosas.
-Traje la toalla- me extendió la tela verde, cerré el cancel, me sequé la parte superior del cuerpo, no me atrevía a pasarla por mi vagina- Pero…
– Pero ¿qué?
-No encontré toallas en el cuarto de Marisol… y en el cuarto de mamá tampoco, pero…
– ¡¿Pero ¿qué?! – En ese momento no estaba para tantos “peros”.
– Encontré esto- metió la mano por la rendija del cancel y me mostró: el aplicador plástico unido a la cola de tela de un tampón.
-Rayos- dije. Aquella era incluso la primera vez que veía un tampón en la vida real. A penas lo reconocía por fotos vistas en clases de sexualidad. Aquel pequeño artefacto imponía bastante respeto.
– ¿No puedes usar uno de esos? Había algunas cajas en el cuarto de mamá, estos decían ser de talla pequeña, creí que tal vez vendrían bien para ti.
-Jamás… jamás he usado un tampón.
-Diablos. Sabes, creo que sería mejor si esperas un rato, iré a la tienda y te compraré toallas, no tardaré ni 20 minutos…
-No, no, no, espera- no sabía por qué, pero no quería quedarme sola en aquella casa, en aquella ducha, mojada y desnuda -lo intentaré.
– ¿Estás segura? O podemos intentar usar papel y…
-No. Lo intentaré.
– De acuerdo, entonces aquí te dejo la caja y te espero en el comedor…
-Espera- lo interrumpí apresuradamente- aún no te vayas. Léeme las instrucciones y yo las voy siguiendo.
-Diablos Vale, me vas a deber una bien grande.
Me pasó aquel objeto que resultaba tan extraño para mí. Lo miraba, lo tocaba, sentía su peso. Sabía cómo funcionaba un tampón, pero no creí necesitar uno tan pronto. Me atemorizaba pensar en que debía meter esa cosa en mi interior. Nunca había metido nada en mi vagina, ni siquiera mis propios dedos, y ahora tenía que insertar aquel tubito de algodón y plástico.
Me puse en posición y me preparé. Luis leyó las instrucciones una vez y cuando las repitió decidí intentarlo. Pero fracasé. No me atreví a insertar aquello en mi ser. Me daba miedo la sensación, me daba miedo sentir dolor, me daba miedo desacomodar algo en mí. No me importaba el himen ni nada de eso, sabía que la virginidad era más una idea que un estado físico, pero me daba miedo lastimarme.
-Luis, no puedo.
– ¿Es muy grande?
-No es eso… simplemente… no me atrevo.
– Entonces ¿qué hacemos?
Tomé un gran respiro, luego otro, cerré los ojos, suspiré y, con el corazón en la garganta, le dije en apenas un susurro.
– ¿Podrías… intentar hacerlo tu?
– ¿Quieres que me ponga un tampón?
-Quiero que tu pongas un tampón en mi- recibí el silencio como respuesta- ¿por favor? – aquello era humillante, patético, casi doloroso. Sentía que las calientes lagrimas se empezaban a resbalar por mis mejillas.
-Vale ¿te das cuenta lo que me estás pidiendo?
– Lo sé y sé que es horrible, pero no sé qué más hacer, por favor Luis- empezaba. El frio, la vergüenza, la sangre, el dolor en la espalda, todo aquello me estaba colmando, sentía que perdería el control dentro de poco. Trataba de controlar la voz, pero mi llanto ya no se detenía.
-Nunca he hecho algo similar, no quiero incomodarte, ni lastimarte de ninguna forma Vale. Te ayudaré si ese es tu deseo, pero quizás no es lo correcto…
-No importa eso, hazlo por favor.
– Está bien Vale.
-Gracias.
Abrí el cancel completamente y dejé que me viera completamente desnuda por primera vez. Mi primo no sonrió, me vio a los ojos con una mirada que jamás había visto en él. Era una especie de compasión mezclada preocupación y aprensión y algo más. Pero era reconfortante, no parecía enojado, ni decepcionado ni asqueado, y gracias a dios no vi ninguna clase de deseo en ese momento, parecía una persona que mirara a alguien a quien podía ayudar e intentaba reconfortarle con la mirada.
Se lavó las manos minuciosamente y tomó un tampón nuevo de la caja.
-Tal vez sea más fácil si te sientas en el escusado.
-Pero puedo mancharlo…
-Entonces yo lo limpio, ahora lo que importa eres tú, no unas manchas.
Agradecí inmensamente esas palabras. Me senté en el escusado y él se arrodilló frente a mí. Era una situación horrible, pero aun así unas cosquillas eléctricas recorrieron mi cuerpo. Él estaba tan cerca de mi intimidad, su cara estaba prácticamente a la altura de mi vagina.
– ¿Estás lista?
– Sí- Entonces abrí mis piernas.
Trató de mantener la cara de poker cuando mi vulva se reveló completamente ante él, pero por un segundo sus ojos se agrandaron, sus labios temblaron y luego la sangre llegó a su rostro ¿sería esta la primera vagina que veía? Probablemente no…
-Recuerda que el espectáculo no es gratis- le recordé
-Creo que todos estos espectáculos quedan pagados con lo que estoy a punto de hacer, ahora Vale, necesito que separes tus…labios- aquella palabra le costó pronunciarla- mantenlos así y yo insertaré esta cosa.
-De acuerdo.
Miré al techo, separé mis labios y sentí la punta de aquella cosa en el introito de mi vagina.
– ¿Lista? Voy a empezar a meterlo.
Lentamente presionó el aplicador y sentí como aquella cosa entró en mí y solté un suspiro. Sorprendentemente no sentí dolor ni molestia alguna más allá de sentir un objeto intruso entrar en mi. Bajé la mirada me encontré con la de Luis. Él se levantó, tiró el aplicador a la basura, me dio la mano y me ayudó a levantarme del escusado, en seguida tomó la toalla que colgaba del cancel y me envolvió tiernamente con ella, sentí como si fuera una niña otra vez. Miré al escusado y nada estaba manchado.
– ¿Ves? Todo bien, ahora ve a tu cuarto, yo me encargo de tu ropa. Si tus sabanas están manchadas quítalas y llévalas al cuarto de lavado, pondré la lavadora y les quitaremos las manchas.
No imaginé que pudiera ser tan comprensivo. Sentí un nuevo arrebato de afecto hacia aquel hombre, pero obedecí y salí de ahí. Volteé hacia él y vi que tomaba mi blusa y mis bragas manchadas.
– ¡No Luis! Están sucias.
– Sí, pero te prometí que no sentiría asco. Y tú no me das asco Valentina. Ahora las voy a meter a la lavadora. Vete a vestir que te vas a resfriar.
Sonreí tontamente y caminé a mi habitación.
Una vez vestida y lista y con aquella extraña cosa dentro de mi cuerpo bajé a buscar a Luis. Vi el desayuno servido: una montaña de panqueques. Una culpa gigantesca me invadió al ver mi plato con un panqueque al que le habían dibujado una carita sonriente con rebanadas de banana y cejas de tocino. Ahora todo aquello estaba frio. Fui hacia el cuarto de lavado y vi a mi primo terminando de meter, mi ropa luego de haberla tallado más. También metí a la lavadora mis sabanas azules. Me miró a los ojos y sonrió.
– ¿Todo bien primita?
Abrí mis brazos y me pegué a él en un abrazo. Sentía que eso era lo único que necesitaba en aquel momento. Me había sentido sola y perdida cuando no supe que hacer, había dudado en que el me pudiera ayudar, y ahora estaba ahí y me veía y sonreía. Me sentía egoísta al pensar sólo en cómo ser atractiva para él, me sentía culpable por el desayuno que se había enfriado por mi culpa, me sentía tonta por no haber confiado en el desde el principio y por pensar en que me juzgaría, en haberlo engañado para que me viera desnuda, por haberlo hecho pasar por aquello en el baño y por pensar en que sólo quería tenerlo cerca de mí. Pero me sentía aún más culpable por el sentimiento que estaba empezando a arder en mi pecho y que ya no podía controlar. Lo abracé durante un tiempo que no supe calcular y el me abrazó de vuelta. Mis lagrimas humedecieron su playera y sus manos estrecharon mis hombros que se elevaban en ocasiones por el llanto. Lloré mucho y lo abracé muy fuerte. Ninguno habló.
Llegó el momento en el que sentí que podía separarme de su regazo. Su playera amarilla tenía dos círculos húmedos de mis lágrimas.
– ¿Ya estás más tranquila?
– Sí Luis, perdón, no sé qué me está pasando.
– No tienes nada por lo que disculparte, anda, ve y desayuna en lo que yo termino esto, si está muy frio caliéntalo en el microondas- me tomó de los hombros y me dio un beso en la frente.
Ya no había vuelta atrás. Algo que se había plantado en mi corazón algunos días atrás empezaba a germinar rápidamente, por más que había tratado de evitarlo…
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No puedo negar que toda aquella situación fue primero ridículamente morbosa, después increíblemente tierna. Las dos facetas por las que mi niña pasaba cada tanto se manifestaron más que nunca.
Cuando entré al caliente y húmedo baño no creí lo que iría a pasar. Sentí nervios, sentí extrañeza, incluso disgusto. Comprendía que la menstruación era algo natural, completamente, pero uno jamás está listo para ver su primera vagina menstruante, no hay forma de prepararse para ello.
Mi corazón dio un brinco nervioso cuando la vi completamente desnuda por primera vez. Su precioso cabello castaño húmedo y pegado al cuerpo, sus grandes ojos verdes enrojecidos por el llanto, las lágrimas recorriendo sus pálidas mejillas. La piel de sus piernas perlada por el agua de la ducha, aquellos pequeños pezones rígidos por el frío, continuados por la piel de sus pechos crispada. Su plano abdomen debajo de sus costillas, con un ombligo precioso unido por una casi invisible franja de suave bello. Unos centímetros por debajo estaba su monte de venus, abultado y tapizado por un muy fino vello púbico que apenas se desarrollaría al vello maduro que un día cubriría su intimidad. En esa posición sus labios mayores, más pigmentados que el resto de su cuerpo, pero aun así pálidos, ocultaban su centro. Me sentía un horrible ser humano por ver a mi prima en aquella situación y aun así sentir un grado de excitación. Aquel momento no era el adecuado para el morbo ni para el deseo. Aquella pequeña necesitaba mi ayuda y yo se la daría.
Antes de abrir el cancel mi inmadura mente creyó que vería una escena dantesca con sangre por las paredes, el suelo y sobre todo el cuerpo de Valentina, pero no había nada de eso.
Se sentó en el escusado y cuando abrió sus delgadas piernas, fui testigo por primera vez de su intimidad. Su vulva se revelaba ante mis ojos, que estaban a escasos centímetros de ella. Sus labios menores en crecimiento pigmentados en los borde y rosados hacia adentro daban paso a una cavidad cerrada, apenas era visible la entrada a la vagina. Cuando mi prima abrió aún más sus labios reveló aquella fina membrana que protegía el paso a su interior. Arriba del todo, donde los labios menores se unían, se alcanzaba a ver ese pequeño botoncito que tanto había imaginado tocar, besar y morder en los días pasados, su rosado clítoris protegido por el capuchón. En la porción inferior de la vulva a penas se veía algo de sangre. En ese momento no quería pensar así de mi prima, intenté desviar todos mis pensamientos a otro lugar, ella necesitaba ayuda y comprensión y empatía, no aquella cosa dura que empezaba a crecer en mi entrepierna ¿acaso era una mala persona? Acerqué el tampón a la entrada de su vagina y presioné hasta que estuvo listo. Afortunadamente fue rápido. Salí de ahí y puse la lavadora.
De verdad traté de no pensar en lo que acababa de suceder, no quería que aquello fuera fuente de morbo, Valentina no se merecía esos pensamientos en esos momentos, pero mi cuerpo no pudo evitar reaccionar a ella. Sentí enojo contra mi mismo, por no poder controlarme, por ser un completo degenerado que tenía una erección ocasionada por una chiquilla llorando y cuya única ayuda era yo.
Cuando mi prima me abrazó, me permitió perdonarme, sentí que el cariño, la empatía, la comprensión, la aceptación, todo aquello que quería transmitirle, podía dárselo estrechándola fuertemente entre mis brazos. La abracé, y la abracé muy fuerte y cuando sentí que estaba llorando, cuando sentí su llanto en mis manos, una parte de mi corazón se rompió. Esa era mi niña inocente, que se emocionaba por cosas nuevas, que no dejaba de hablar, que emitía un aura de paz y belleza mientras dormía con los brazos por ningún lado y el pelo revuelto, esa era la niña a la que quería, en ese momento alejada de la chica a la que deseaba, pero habitando el mismo cuerpo.
Cuando terminamos el desayuno, busqué otras sabanas y se las di, le ayudé a tender su cama y a acomodarla. Notaba que ella no quería moverse tanto, seguramente se sentía insegura con el tampón dentro de ella.
Era alrededor de medio día, le dije que se acostara y que estuviera tranquila, necesitaba arreglar unos mandados fuera de casa y volvería antes de 20 minutos.
Casi corrí a la tienda de autoservicio más cercana. Había una dependienta y le pregunté (con mucha vergüenza, cabe aclarar) por toallas femeninas para mi prima, le pedí que me recomendara las mejores. Compré unas normales, unas de noche y otras un poco más grandes de la talla recomendada por si acaso. También compré un montón de dulces distintos (especialmente un montón de chocolates, pero no sabía cuál era su dulce favorito, debería preguntárselo), agregué un par de tarros de helado (fresa y chocolate) y volví corriendo a la casa.
-Hey Vale ¿todo bien? – pregunté mientras al pasar a su cuarto. Estaba recostada de lado usando su celular.
-Sí, un poco mejor, me duele un poco la espalda, pero no es nada insoportable.
-Cuando llegué mi mamá le preguntaremos qué te puedes tomar, por ahora te traje esto- dejé la bolsa sobre la cama, a su lado- También hay helado en el congelador.
Valentina se puso de rodillas sobre su cama y vio la compra. Sonrió al ver los dulces y eso hizo que mi corazón se alegrara un poco.
-Gracias Luis, de veras, gracias por todo hoy – sus ojos empezaron a humedecerse de nuevo y entonces fui yo quien la abrazó. Un abrazo más fugaz que el anterior.
-Si tienes ganas, comeremos al rato, ya veré que ordeno.
– Si Luis.
Antes de despegarnos, ahora ella tomó mis hombros, ahora ella me dio un ligero beso sobre los labios. Sonreí y ella sonrió. Salí del cuarto y cerré la puerta, dejándola descansar.
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Espero disfruten esta parte del relato mis estimado lectores. Agradezco una vez más todos sus comentarios y el apoyo a todas las partes anteriores, ustedes me motivan a seguir escribiendo.
Luis.
Simplemente brutal, transmites todo muy bien.
Gracias en verdad por publicar tu historia son de las pocas que valen la pena leer cada capitulo y esperarlo con mucha paciencia… Te he estado apoyando desde la primera parte me encanta como manejas las lineas de escritura e involucrar el testimonio del semejante (Vale) fue todo un hit. Me anime a escribirte, sería bueno que crees un correo electrónico donde escuches sugerencias ya que hay personas que por algún motivo no lo hacen público. Ya me ha apetecido leer los próximos capítulos… ¡ENHORABUENA AMIGO!
Excelente consejo, lo tomaré en cuenta y dejaré algún correo para mantener el contacto, mil gracias
Eres un artista, compañero
Le haces mucho a la mamada carnal, cinco capítulos completos y sin acción esto es una página de relatos eroticos, puros rodeos y medias fintas con las situaciones, esto lo podrías haber resumido desde el tercer capitulo ya hubiera más acción, perdida de tiempo este relato
Exactamente compañero, y erotismo no es lo mismo que pornografía, aprecio tus lecturas del relato.
con todo respeto, aqui hay para todos los gustos, hay relatos de zoofilia, lesbicos, con madur@s, con jovencit@s, los hay de sexo duro y los hay como este con romanticismo. cada cual tiene su publico. habemos muchos que nos encanta este relato, y a quien le aburra sencillamente que no lo lea y busque otro de su agrado