Valentina: Segunda parte
¿Estaba mal lo que sentía? ¿Estaba mal querer experimentar placer? ¿Estaba mal pensar en ella y luego pensar en el placer y que pareciera casi lógico que se correspondieran?.
Miércoles:
Mi mamá no regresaría hasta después del medio día. Me sentía un poco avergonzado por lo acontecido el día anterior. Desear a Valentina, ahora eso no parecía nada correcto. Probablemente aquello se debía a la situación, al hartazgo del día, al calor del ambiente, a cosas fuera de mi control. Me sentía como un borracho durante la resaca, parecía que el día anterior había sido un error y un borrón en el cuaderno.
De repente mi mente traicionera me jugó una mala pasada, recordé el tacto de la mano de mi prima, su delicado cuerpo sobre el mío, su olor, su sudor… Para despejar la mente me hice una rápida paja mañanera. Sentía confusión, pero no sentía culpa ¿eso era bueno?
Me vestí y bajé a la cocina, puse a funcionar la cafetera y me dispuse a preparar panqueques para el desayuno. Mi prima aún no se despertaba, esperaría a que lo hiciera mientras yo preparaba todo. Acomodé la mesa, preparé el acompañamiento de los panqueques y serví la comida, sin embargo, mi prima aún no bajaba. “10 minutos, si en 10 minutos no baja, iré a despertarla”.
Pasaron 20 minutos y no había rastro de ella. Subí las escaleras, algo nervioso, la paja mañanera había cumplido con su función, pero sentía que su efecto empezaba a perder efecto. Afortunadamente estaba más nervioso que excitado.
Llegué a la puerta de la habitación de mi hermana, toqué dos veces y en ninguna obtuve respuesta.
-Voy a entrar- Avisé, pero tampoco obtuve respuesta.
Entré y vi que seguía dormida.
-Vale, ya está listo el desayuno- Tampoco obtuve respuesta.
Entré y vi que su pierna derecha estaba descobijada, una blanquísima pierna, delgada, contra las sabanas azul cielo y con la tenue luz que se filtraba por la persiana formaba una imagen preciosa. Desde las puntas de los dedos de sus pies hasta el muslo, era un deleite visual. Me acerqué un poco más a su cama. Mientras más se reducía la distancia entre nosotros, más eran los detalles que podía apreciar: las uñas recortadas de los dedos de sus delgados pies, su pierna inmaculada, con rastros de un vello creciente, su muslo delgado, con un vello muy delgado y claro, casi como su fuera más una pelusa que vello real.
La ingrata sabana tapaba el resto del cuerpo de mi prima, ahora me percataba de que quizás dormía en ropa interior, sólo con su blusa larga para cubrir su cuerpo. Ahora que estaba ahí, solo tendría que levantar un poco la sabana y podría ver un poco más, solo tenía que hacerlo y ver qué ropa interior usaba ¿estaría usando ropa interior? ¿debería comprobarlo?
Me acerqué un poco más a su cama y miré su rostro. Un sueño profundo y apacible se dibujaba en su cara, su pelo estaba acomodado en escandalosas formas derivadas de los movimientos nocturnos, sus brazos estaban extendidos por toda la cama sin orden. Era la imagen de una niña durmiendo, pero tenía algo especial, un aura casi angelical.
-Vale, despierta, ya está el desayuno- La razón ganó, me quitó un peso de encima.
Me acerqué, la sacudí ligeramente de un hombro hasta que abrió los ojos.
-Ya está el desayuno, te espero abajo.
Y salí apresuradamente de la habitación.
Ella bajó al poco rato, parecía la misma imagen que el día anterior, le costaba deshacerse del sueño. Desayunamos y platicamos de cosas banales, al parecer el día anterior había sido un día normal para ella, solo tocamos ligeramente el tema de la gente que quería bajar del autobús en medio de una avenida, pero nada más allá de eso. Me tranquilizó un poco que ella ni siquiera hubiera notado el incidente del autobús.
Mientras terminábamos de recoger la mesa y lavar los trastes, me dijo:
– ¿A qué hora llegará mi tía hoy?
-Como a las 2 o 3 aproximadamente
-Oh ok, ¿hoy no tenemos ningún encargo?
-Hoy no, hasta que ella llegue al menos.
-Dijo que hoy haríamos pastel.
-Tal vez, depende de cómo le haya ido en el trabajo.
– Oh bueno, ojalá si lo hagamos, siempre me gustaba ayudarla a hacer pasteles y galletas antes, junto con Marisol. En fin, iré a darme un baño.
Entonces subió a su habitación otra vez.
¿“Un baño”?
Ninguna de las habitaciones de la casa tiene baño propio, el baño está al final del corredor de las habitaciones del segundo piso. Hay otro baño en la planta baja, pero ese casi nadie lo usa para bañarse. Entonces tal vez tendría una oportunidad en este momento.
Nada me gustaría más que ver a mi prima darse un baño, pero para llegar a la ventana del segundo piso necesitaría una escalera y sería ridículamente evidente, pero podría rebuscar en sus cosas y ver si encuentro algo… interesante.
Cuando escuché la puerta del baño cerrarse esperé unos minutos y salí de mi habitación rumbo al cuarto de mi hermana. Calculaba que tendría unos 15 o 20 minutos en lo que Valentina salía del baño.
Me tomé un momento para recrearme una imagen mental de la habitación, no quería que nada estuviera en desorden para cuando saliera de ahí, aun no sabía cuan avispada era mi prima en la actualidad, pero no quería cometer el error de subestimar su inteligencia. La cama aún no estaba tendida, acerqué mi rostro a su almohada, olía a ella. Bien.
La computadora estaba encendida y desbloqueada, pero no había nada digital que me interesara en ese momento, encontraría sobre todo archivos de mi hermana, que tampoco me interesaban en lo absoluto. Fui hacia sus maletas y su ropa. Al parecer toda su ropa limpia seguía acomodándola en sus maletas, una para pantalones y blusas, otra para zapatos, sandalias y otras cosas varias, y otra con artículos de higiene, cepillos, peines y… ropa interior. Abrí el compartimiento de ropa interior vi los tiernos conjuntos que mi prima tenía empacado. Algunas bragas de carácter infantil, algunos corpiños pequeños, todo le correspondía a una chica de su edad. Tomé un corpiño y unas bragas, las vi y mi instinto me llevó a acercármelas a la cara. Obviamente olían a suavizante, era ropa limpia y doblada, pero ello no evitó la corriente eléctrica que recorrió mi ser. Estaba nervioso y muy excitado, mi pene estaba completamente rígido, lo liberé de mi pantalón sólo por el cierre.
Empecé a masturbarme mientras seguía con la cara en las bragas de Valentina, aquello me estaba produciendo una excitación terrible, una gran gota de líquido preseminal se había formado en la punta del glande, tomé cuidadosamente las bragas y las impregné con ese líquido. Aquello me tenía nuevamente al borde. Cuando estaba decidido a acabar, noté un bote de tamaño mediano con tapa, igual al que estaba en mi cuarto, pero de color rosa en vez de azul. Aquel mismo contenedor cumplía con la función de acumular ropa sucia en la semana para finalmente llevarla a la lavadora ¿tendría el mismo objetivo en este cuarto?
Mi corazón empezó a latir incluso más fuerte que antes, doblé rápidamente el corpiño y las bragas que había sacado y las puse donde correspondían de la mejor manera que pude con mis manos temblorosas.
Levanté la tapa de aquel bote rosa y me encontré con el anhelado tesoro: la ropa que Valentina había usado el día anterior y encima unas bragas del mismo carácter infantil que las limpias, pero mucho, mucho, mucho más… interesantes.
Cuando toqué las bragas, pude notar que aún estaban tibias, eso fue una grata sorpresa, pero fue extraño. ¿Valentina había salido desnuda desde aquí hasta el baño, tal vez solo envuelta en una toalla? Si así fue, ¿dónde estaba la parte superior de su “pijama”? Serían preguntas para pensar más adelante, ahora no tenía tiempo ni cerebro suficiente. Debajo de estaba la blusa que había utilizado el día anterior, dentro de ella pude sentir su corpiño. Llevé las tres prendas a la cama, haría esto bien.
Jamás he sido un fetichista de ropa interior, pero los pequeños detalles siempre me han provocado el mayor placer de todos. Ver, tocar, oler, saborear, todos aquellos detalles que estimulen los sentidos al máximo me encantan. Los olores sexuales son increíblemente poderosos a la hora de cumplir con este objetivo, son sutiles, efímeros, difíciles de describir, agradables incluso si no son bellos.
Separé el corpiño de la blusa y lo vi. Un corpiño blanco y pequeño con detalles naranjas y rosados. Las bragas estaban en combinación con el corpiño, con los mismos detalles. Antes de pasar al plato principal, tomé la blusa de mi prima. Me acerqué la parte central delantera y olí, estaba su olor, estaba el perfume de sandía, moví mi nariz a su cuello y detecté ahora un poco de sudor, el perfume de sandía aumentaba, esa era la zona donde lo había aplicado con más esmero. Entonces fui hacía la manga derecha. El día anterior ahí había habido una preciosa mancha de sudor. Acerqué la prenda a mi nariz y olfateé. El olor a sandía disminuía, estaba el olor a su desodorante neutro y, muy sutilmente, un olor un poco acre, apenas perceptible, me fascinó. Toda la blusa olía a ella.
Tomé ahora el corpiño y lo volteé, exponiendo su parte interna. El olor a sudor y a sandía aumentaba, era incluso más auténtico el olor a Valentina que en su blusa. Estaba fascinado. El olor debajo de la zona de su brazo aumentaba tan solo un poco, era maravilloso. Disfruté unos pocos minutos más con el corpiño y finalmente tomé sus bragas.
La tibieza de la prenda era reconfortante en mi mano. Las vi por adelante y por detrás, por dentro y por fuera, no quería perder ningún detalle que pudiera encontrar. En la zona de la vagina, por dentro había una mancha casi imperceptible, de un blanco amarillento que apenas se notaba si se ponía atención, “probablemente restos de orina” pensé. Me acerqué poco a poco la prenda al rostro. Mi miembro estaba dan duro que casi dolía, palpitaba fuertemente. Pegué mi nariz a la parte frontal de las bragas, en la zona que cubriría al monte de venus. Aspiré y me llegó tenuemente lo que estaba anhelando, el olor más íntimo, el más privado, el más prohibido y el más auténtico de Valentina. Descendí un poco más, hasta la zona en donde, durante todo un día, su vagina había tenido contacto. Imaginar eso me voló la cabeza. Con las manos temblando violentamente sostuve la prenda cerca de mi nariz. El olor fue más intenso, fue increíble. Una mezcla perfecta y balanceada entre sudor, orina, jabón, su propia vagina y su propia esencia, ese era su olor central, esa era ella. No era un olor que en el imaginario popular con las reglas sociales pudiera considerarse agradable, sin embargo, era un olor perfecto, erótico, infantil, femenino, real, humano, sublime. Aspiré lo más que pude de él, lo aprecié como si fuera cada respiro fuera a ser la última bocanada de aire en mi vida, al mismo tiempo mi mano derecha masturbaba mi pene con un ritmo acelerado.
Me arrodille en el suelo con un brazo sobre la cama, como si aquella prenda intima fuera una especie de ídolo al que estuviera adorando. Seguí respirandola, seguí respirando el olor de mi pequeña prima mientras me masturbaba. A punto de acabar, tomé el corpiño y descargué mi semen sobre él. No me había dado tiempo de voltearlo a su posición inicial, por lo que la corrida terminó en la parte interior. Con cuidado de no derramar nada volteé la prenda y la doblé antes de depositarla en el bote, después dejé la blusa y finalmente…
Yo sería el encargado de lavar la ropa al final de la semana, no creía que mi prima se fuera a dar cuenta de que unas bragas sucias ya no estaban en el bote, y si sí lo hiciera, al final de la semana aparecerían de nuevo en su ropa limpia, no habría problema si me las llevaba para disfrutarlas un poco más durante un par de días.
Rápidamente acomodé todo lo que había desacomodado, traté de dejar todo como lo había encontrado y salí rápidamente de la habitación, con mi tesoro en el bolsillo.
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Cerré la llave del agua, sequé mi pelo con una toalla y mientras que con otra me envolví el cuerpo. Lentamente abrí la puerta y verifiqué que no hubiera nadie por el corredor. “Bien, vacío”, salí rápidamente del baño y entré a la habitación de Marisol, que en ese momento era mi habitación. Cerré la puerta con seguro y miré a mi alrededor. Algo no cuadraba, todo estaba en orden, la cama destendida, la computadora en modo suspendido, mis maletas estaban en la misma posición, mis zapatos por el suelo… todo estaba igual, pero había algo distinto en el ambiente.
“Sólo te estás imaginando otras cosas” pensé para mí misma. Desde ayer mi cerebro estaba un poco distraído, entre una marea de pensamientos y fantasías involuntarias. “Sólo te estás imaginando cosas”.
Desde hacía meses había tenido mucha emoción de venir a visitar a mi familia, de volver a la ciudad, de ver a Marisol y a mi tía, incluso al serio Luis. De niña siempre me la pasé muy bien con ellos, jugaba siempre con Marisol, hablábamos de mil y un cosas, competíamos, ayudábamos a mi tía con la cocina y a hacer repostería, luego molestábamos a Luis hasta que se enojaba y se encerraba a en su cuarto. Siempre me había caído bien mi primo, incluso le tenía una pequeña e infantil admiración, sabía de juegos y de películas, de tecnología y de música, siempre me pareció muy “cool”. Cuando Marisol me dijo que sus amigas la habían invitado a un campamento no me sentí decepcionada, la animé a aceptar sin preocupaciones, ella era una parte importante por lo que venía de vacaciones, pero no lo era todo, entonces estaba bien.
Mi único temor era resultar una molestia para mi tía y para Luis, al principio intenté cancelar el viaje, que mis papás cambiaran las fechas o algo así, pero ellos ya habían realizado sus propios planes, irían de viaje y cambiar sus boletos de avión, reservaciones, renta de autos y todo lo que ya habían preparado era mucho más problemático que cambiar mis boletos de autobús. Mi tía habló con ellos y ellos accedieron a dejar que yo fuera en la fecha planeada. Me quedaría con ella y Luis algunos días antes de la llegada de Marisol. A mí esto me parecía bien, intentaría ayudar lo más posible en la casa, intentaría no ser una carga para ninguno de ellos y podría estar en familia y en la ciudad que había dejado 4 años atrás.
Además, hoy tal vez hiciéramos el primer pastel de la temporada. Hornear cosas siempre me ha gustado, sin embargo, en casa son pocas las oportunidades en que mi mamá cocina, mucho menos en las que hornea algo, por eso siempre me ha fascinado seguir todo el proceso para hacer un pastel junto con mi tía y Marisol. Cuando éramos más chicos puedo recordar que incluso Luis participaba, pero conforme crecía fue perdiendo el interés.
Cuando vi a mi tía y a mi primo en la central de autobuses mi corazón dio un brinco de alegría, mi tía no había cambiado nada, quizás llevaba el cabello un poco más corto, pero Luis vaya que había cambiado. Ahora llevaba el cabello largo hasta los hombros, había crecido bastante y estaba muy delgado, su rostro estaba más definido y ya no tenía rasgos de niño, más que sus ojos, siempre ha tenido una mirada amable. Estaba guapetón, pero nada más allá de eso.
El primer día la convivencia resultó un poco incomoda, lo entendía, yo era una persona ajena que llegaba de repente a invadir su intimidad, no quería forzar las cosas, pero quería ser amistosa para que no hubiera ningún problema. Fue fácil hablar con mi tía, seguía siendo una niña a sus ojos, al igual que siempre se es un niño a los ojos de los adultos por más que crezcas. Con Luis fue más difícil, él se notaba claramente incómodo, pero seguía siendo amable, aunque seco y algo cortante.
Pero al día siguiente todo mejoró, desayunamos y platicamos un poco más, hicimos el plan para llegar por lo que mi tía nos había encargado conseguir. Me emocioné al saber que podría ver más de la ciudad y que iríamos al centro, en el coche a penas conseguí ver nada de la central de autobuses hasta la casa, pero ahora podría ver más cosas, con más detalle.
Antes de comer salí a la sala de estar, Luis estaba jugando con la play, entonces me senté en el sillón junto a él, la plática fluyó bien, de tanto en tanto le mandaba mensajes a Marisol (no tenía buena recepción en el campamento, entonces sólo en ciertos momentos del día alcanzaba a contestar mis mensajes) y de tanto en tanto hablaba con Luis. En un momento de la partida él se quedó mirando en mi dirección, me sentí algo nerviosa y le pregunté qué pasaba ¿eso era grosero? El respondió que solo miraba mi funda para celular, entonces le platiqué sobre mi funda, me acerqué y me senté junto a él en el sofá largo para que pudiera verla mejor. Después me dijo que mi perfume de sandía le gustaba, mi corazón dio un brinco ¿le gustaba mi perfume? Me puse algo nerviosa y empecé a hablar rápidamente y casi sin sentido sobre mi perfume.
Era la primera vez que recibía un cumplido de ese tipo, nunca lo esperé de mi primo. No dijo exactamente “me gusta tu olor”, pero el mensaje fue el mismo. Me puse nerviosa y no supe cómo reaccionar adecuadamente. No tenía sentido ponerme nerviosa ante mi primo, somos familia, los cumplidos son normales entre familia ¿no? Tal vez la siguiente vez yo tuviera que hacerle un cumplido a él para estar a mano.
Pero en el viaje de regreso a casa algo cambió, como si algo que estuviera estirando mucho no pudiera aguantar más la presión y se rompiera finalmente. La caminata, el calor de la ciudad, toda esa horrible gente apretujada… Yo estaba cansada, fastidiada, llena de sudor y me sentía sucia e incómoda entre toda esa gente. Cuando los pasajeros que querían bajar a la fuerza empezaron a empujar a todos trate de quitarme de su paso y alejarme de la gente que se apretujaba aún más unos contra otros. Mi primo estaba a mi izquierda y sólo se sostenía del tubo superior con una mano mientras con la otra llevaba las compras. La acción conjunta de las personas me empujo más y más y ya no había espacio, entonces me metí entre el asiento de adelante y Luis.
Nuestros cuerpos quedaron completamente pegados, mis brazos justo encima de mi cabeza para agarrar el tubo. Fue una sensación muy extraña, sentía su abdomen, sentía su pecho, sentía sus piernas, lo sentía a él contra mí. Me dio un poco de vergüenza, yo estaba sudando y él estaba muy cerca, no quería que un mal olor proveniente de mi fuera a llegar hasta él.
-Perdón Luis, pero ya no hay espacio- Me disculpé.
-No te preocupes, quédate así hasta que bajen- Me dijo, acercando mucho su rostro a mi oído.
Eso me puso muy nerviosa, pero me sentí un poco más segura. Algo me gustó de esa posición, tenerlo tan cerca, estar tan pegados, jamás había estado así de cerca con nadie más…
Los empujones de las personas continuaron, me empujaban una y otra vez y yo regresaba a mi posición. Entre esa serie de movimientos noté algo extraño pegado a mi trasero. Era duro, estaba en las piernas de Luis, qué extraño era aquello ¿había estado ahí desde el comienzo? No me molestaba sentirlo, a lo mejor era algo en su bolsillo, pero estaba demasiado al centro de su cuerpo. La gruesa tela de los jeans combinada con la tela de mis pantalones no me dejaba tener una mejor definición de esa cosa que apretaba contra mis nalgas. Todos esos empujones hacían que me moviera y esa cosa quedara en el espacio entre mis nalgas y otras veces más a la derecha. Aquello me estaba empezando a agradar, por alguna razón. No quería pensar así de mi primo, pero… aquella cosa sería… ¿su pene? La sola idea me hizo ruborizarme y una especie de culpa me invadió.
De repente el autobús avanzó una vez más, arrancando violentamente, librándome de mis pensamientos y permitiéndome volver a mi posición anterior unos minutos después.
Estaba confundida. No soy una niña criada en un cuento de hadas, he recibido educación sexual en mi escuela, he escuchado las conversaciones de mis amigas y de otras chicas, he navegado en internet y he buscado y visto cosas yo misma. Sé que el sexo existe, sé que existen penes y vaginas, sé que es natural pero jamás me imaginé a mí misma en una situación así. ¿Mi primo había tenido una erección por mi culpa? Y si era así ¿Sentí esa erección contra mi cuerpo? Agh, no quería pensar así y no quería pensar en eso, era mi primo, era mi familiar. Decidí ignorar esos pensamientos y pensar que aquello había sido su celular o mi imaginación o cualquier otra cosa.
Sin embargo, la humedad que se había acumulado en mis bragas era real. Tal vez fuese sólo sudor, pero una vez en mi cuarto comprobé que no era sudor. Aquello jamás me había pasado, o al menos no de aquella forma. Recuerdo haberme mojado un poco cuando mis amigas pusieron un video pornográfico en una fiesta, cuando hablaban de sus cuerpos o de hacer cosas con chicos, pero nunca de esta forma ¿significaba que me había excitado? Esa era una sensación nueva para mí, me habían gustado niños de mi escuela, me habían gustado artistas, había dado y recibido algunos besos, pero nunca había causado una reacción sexual en mí. Vaya tontería. Quizás sólo estaba cansada, harta y el calor y la muchedumbre me habían mareado la conciencia.
Me di una ducha, me puse mi pijama y me fui a dormir. O al menos lo intenté. Una y otra vez el momento del camión llegaba a mi mente como un relámpago, una y otra vez recordaba lo mejor que podía cada sensación. Mi perturbación mental, el calor que aún se sentía en la noche, todo aquello me tenía en vigía. Decidí aceptar por ahora esas sensaciones, aceptar lo que había pasado, al menos para poder dormir en paz, ya pensaría luego en ello. Estaba bien, al fin y al cabo, lo había disfrutado ¿no estaba bien tomar lo bueno de aquello? Sentí otra vez esa sensación de “excitación”, noté que me mojaba y que mis bragas volvían a absorber esa humedad, “mañana me daré otro baño en la mañana” pensé, antes de perder la conciencia.
La mañana de hoy mi primo me despertó. Lo vi y me ruboricé, el no alcanzó a verlo por salir apresuradamente de mi habitación. ¿Me ruboricé? Al parecer seguía confundida.
Ahora estaba de vuelta en el cuarto después de la ducha, viendo que todo estaba bien, pero algo… no estaba bien. ¿Seguía imaginando cosas? Tal vez. En fin, me concentraría en el presente y seguiría con la vida. Lo de ayer nunca pasó ni volvería a pasar.
Finalmente llegó la tarde, sin incidentes. Mi tía había llegado algunas horas atrás, preparó la comida y me dijo que prepararíamos un bizcocho de vainilla un poco más tarde. Mi mente y mi cuerpo se habían ido calmando poco a poco a medida que el día pasaba.
– ¿Todo bien ayer? – Preguntó mi tía mientras preparábamos la masa.
– ¿Todo bien? – Repetí su pregunta tontamente.
-Sí, si ayer todo fue bien con Luis.
– ¿Con Luis? – Volví a repetir nerviosamente la pregunta, me agarró con la guardia baja y me tembló el corazón.
– ¿Te trató bien? ¿Te cuidó cuando fueron a comprar las cosas?
-Oh, sí tía, perfectamente. Es amable, me cuidó bien, platicamos de muchas cosas- sentí como la sangre empezaba a subir hacia mi cara, un relampagueo dibujó la escena del autobús en mi mente.
– Ah vaya, qué bien. Ya sabes que tu primo es tímido y penoso y llega a ser cortante, pero es buena persona, no te sientas atacada personalmente si no es tan afectuoso y cálido como Marisol, al menos no por fuera, pero seguramente por dentro es igual, solo necesita confianza.
-Si tía, no te preocupes, ayer nos la pasamos bien y hoy también, hablamos un poco menos hoy, pero también convivimos un poco menos.
Terminamos de hornearlo y lo dejamos enfriar. Al poco rato merendamos un pedazo del pan y café.
-Está muy bueno- Dijo Luis.
Por alguna razón aquello me alegraba mucho. Hasta a mí misma me pareció exagerado que me alegrara aquello, pero lo hacía. Sonreí lo miré a los ojos y vi que me vio de vuelta mientras bebía un sorbo de café. Me puse roja por decima vez en el día y desvié la mirada.
En la seguridad de la oscuridad, ya arropada, no podía alejar esos pensamientos de mi mente. Por alguna razón mi primo me causaba… cosas, creo que me gustaba, pero de una forma distinta a como me habían gustado los niños de mi escuela y los artistas a los que seguía. Quería sentir su cuerpo de nuevo junto al mío, quería tocarlo, abrazarlo, quería sentir que estaba vivo y que estaba ahí. Pero todo eso estaba mal, era mi primo, era mayor que yo…pero ¿realmente estaba tan mal? ¿estaba tan mal algo que me causaba un sentimiento positivo (o al menos eso empezaba a creer)?
Pensaba en él, pensaba en su roce en el autobús, pensaba en cómo me miró a los ojos y mi cuerpo reaccionaba, mis latidos aumentaban, mi respiración se aceleraba y mi entrepierna se humedecía. Llevé mi mano derecha a esa zona y sentí la humedad en mis dedos. Se sentía maravillosamente el tacto de mis dedos con la suave piel de mi intimidad. Jamás me había tocado buscando placer, tal vez era momento de empezar, todas mis amigas habían experimentado con ello, incluso Marisol me había platicado sobre sus aventuras masturbatorias, pero yo jamás había sentido la necesidad.
No, ahora no era el momento. Me intrigaba el placer, tal vez quería sentirlo, pero no ahora, no con esa confusión en mi cabeza ¿estaba mal lo que sentía? ¿estaba mal querer experimentar placer? ¿estaba mal pensar en Luis y luego pensar en el placer y que pareciera casi lógico que se correspondieran?
Tal vez debería darle una oportunidad a las cosas que mi mente y cuerpo sentían, pero que mis sentimientos buscaban rechazar. Quería volver a sentir el cuerpo de Luis, sólo eso.
Pero tendría que ver hasta qué punto podría llegar y hasta qué punto el estaría dispuesto a llegar conmigo. Buscaría situaciones similares a las del autobús y vería que pasaría después, y si me arrepentía… ya habría tiempo para el arrepentimiento. Tenía un mes para intentarlo, un mes para resolver qué sentía y, sobre todo, un mes para descubrir que era aquel extraño placer.
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La segunda parte de este relato. Espero la parte narrada desde la perspectiva de la pequeña Valentina no sea demasiado confusa (ella misma está muy confundida en este momento y a penas puede expresarse como le gustaría). Se repiten cosas de la primera parte pero desde una perspectiva distinta, traté de que fuera lo menos tedioso posible y que no se sintiera como una vil relectura.
Agradezco inmensamente sus comentarios y su aceptación de la primera parte, sigo abierto a sugerencias, críticas y buenos comentarios.
Tercera parte en camino.
Luis.
Excelente continúa porfa 🥵
Que gran relato!! felicitaciones al autor, espero pronto la continuación de esta interesante historia, escrita de una manera realmente interesante.
Magnífico relato, ambas partes. Me encanta como escribes, sigue, por favor.
Excelwnte sigue asi