Valentina: Séptima parte
Me incliné sobre mi prima, retiré un mechón de pelo que cruzaba su frente y posé mis labios sobre los suyos y ella me correspondió. Puse mi mano derecha sobre su abdomen y con mi mano izquierda acaricié su cabeza….
Jueves:
Escuché el sonido del auto de mi mamá perderse por la calle. Eran las 8 en punto de la mañana y apenas podía soportar seguir en la cama, pero debía esperar un poco más. Me sentía como un niño viendo el amanecer de la navidad. Le gustaba a aquella chica durmiendo a unos metros de mí, y ella me gustaba. Me levanté de la cama y perdí el tiempo como pude, parecía que cada minuto se extendía como una hora. En ese tiempo me di cuenta de que no podía presentarme recién levantado, entonces sería una buena idea bañarme, cepillar mis dientes y luego ir a verla.
Cuando finalmente estuve listo me dirigí a la habitación de mi hermana. Abrí lentamente la puerta y vi a mi prima durmiendo en su posición habitual, su pelo enmarañado, sus brazos por ningún lado, su respiración calma y acompasada…
Me acerqué a su cama, me incliné sobre ella, retiré un mechón de pelo que cruzaba su frente y posé mis labios sobre los suyos y ella me correspondió. Puse mi mano derecha sobre su abdomen y con mi mano izquierda acariciaba su cabeza.
-Buenos días -dije luego de despegarme de ella.
-Buenos días, pensé que no te atreverías y que a estas horas ya estarías arrepintiéndote.
– Jamás me arrepentiría de esto.
Abrió los ojos y me miró, segundos después puso una expresión de miedo.
– ¡Qué vergüenza! Yo no me he bañado, ni siquiera me he cepillado los dientes, esto ayer parecía buena idea, pero no pensé…
La interrumpí con otro largo beso. Al principio intentó separarse, pero en poco tiempo perdió la resistencia.
-Ya te había dicho que no me dabas asco de ninguna manera, y es verdad, no hay forma en que tu me puedas dar asco -y la besé por tercera vez.
Mientras estábamos pegados por la cara bajé la sabana que cubría su pecho. En esa ocasión también se había quitado la blusa que hacía de camisón. Primero sentí la suavidad de su plano abdomen, recorrí el contorno de sus costillas, la calidez de su pecho, y luego la dureza de su pezón derecho. Lo pellizqué un poco y mi prima soltó un ligero gemido de placer.
– ¡Vaya! Y a penas son las 9 de la mañana -dijo burlonamente
-Me detendré cuando tú me digas.
-Afortunadamente no lo he dicho.
Seguí jugando con sus senos con mi mano para posteriormente separarme de los labios de Valentina, besar el contorno de su mandíbula, avanzar hasta el lóbulo de su oreja y mordisquearlo un poco, luego recorrí con la punta de mi lengua hasta su barbilla y bajé con besos todo su cuello. Ella soltaba silenciosos “ah” y “mh” y su respiración se volvía más fuerte a momentos. Sentía el golpe de su corazón contra su pecho y eso me enterneció infinitamente. Besé su clavícula y recorrí su esternón por toda su longitud. Ella puso su mano en mi cabeza y enredó sus dedos entre mi pelo. Lamí toda la circunferencia de aquel pálido pecho en formación y luego me prendí a su pezón. La sensación de aquella estructura dura y rosada contra mi lengua fue maravillosa. El olor de mi prima me llenaba la nariz mientras yo jugueteaba con su pecho casi entero dentro de mi boca. Lo succioné, lo lamí, lo mordí, amaba toda aquella existencia. Ella empujaba aún más mi cabeza contra su pecho. Realicé el mismo tratamiento en su seno izquierdo y luego volví al derecho y luego a sus labios.
-Eso fue…genial -dijo agitadamente luego de que nos separamos- jamás había sentido algo así…es… maravilloso.
-Y apenas estamos empezando.
Se levantó de la cama y se puso la parte superior de su pijama. Ahora que estábamos solos en la casa no entendía para que recurría a ella después de lo que acababa de pasar, pero era justo, yo también iba vestido. Bajamos a la cocina a preparar el desayuno.
-Oye-dijo mientras comíamos- creo que lo que estamos haciendo…bueno, ya sabes… por donde nos va a terminar llevando…
– ¿Te refieres a…?
-Sí, es posible que terminemos…vaya, haciéndolo-aquella última palabra apenas salió como un susurro, al parecer decir algunas cosas aún le costaba trabajo- sólo quiero asegurarme de que tu estés dispuesto y esté bien para ti.
-Oye, realmente lo quiero, creo que sería…divertido.
-Sí, divertido- se tomó una pausa y luego dijo- sé que quizás son niñerías y quizás está demás decirlo, pero esta sería… mi primera vez. Me da un poco de nervios, pero ¿sabes? Realmente me gustaría que fuera contigo, no sé, tal vez es un poco impulsivo, pero estas semanas he sentido cosas extrañas y me gustaría seguir explorando esas sensaciones. ¿Tú estás dispuesto a hacer esto conmigo? Sé que no tengo experiencia como chicas de tu edad, pero puedes guiarme y juntos hacer que sea bueno.
-Yo… bueno, jamás lo he hecho con otra chica propiamente- admití con algo de pena. Y era cierto, había tenido algunas experiencias, unos besos por aquí, algunos frotamientos por allá, incluso una vez cierta antigua amiga me había dado una mamada que no logramos completar por inclemencias del destino. Pero para fines prácticos era virgen también – yo estaría realmente encantado de que mi primera vez fuera contigo y tu primera vez conmigo, pero creo que deberías pensarlo mejor Vale, ¿si no resulta ser lo que esperas? Sabes que esto que sucede entre nosotros es tabú, y conlleva muchas implicaciones emocionales, psicológicas, morales, entre otras cosas.
-Lo sé, he pensado en esas cosas estos días, tus respuestas de ayer ayudaron un poco con ello. Para mí no hay problema, eso creo hasta el momento, ¿por qué estaría mal algo que nos hace sentir tan bien? ¿Qué tiene de malo que dos personas disfruten entre ellas sin afectar a nadie más? Lo probaremos, si nos gusta entonces continuaremos, si nos hace sentir mal entonces lo dejaremos, nos reiremos de ello y continuaremos con nuestras vidas ¿no?
Me sorprendía la madurez que esa niña tenía. Yo estaba completamente dispuesto, la deseaba y la quería como nunca lo había hecho con otra mujer, pero me preocupaba lo que ella sintiera, que se sintiera mal, que la lastimara, y sentía una gran responsabilidad por ser su primera vez, deseaba que fuera realmente especial y placentera para ella y que jamás la hiciera sentir arrepentimiento por cómo fue.
-De acuerdo, entonces hagámoslo.
-Esa actitud me gusta -sonrió- pero tenemos que hacerlo a mi manera. Hoy sería un buen día, pero aún no: uno: mi flujo ha disminuido, pero aún no desaparece, no quiero que ensuciemos nada de sangre, ni te quiero ensuciar a ti, tal vez hoy sea el último día de mi regla; dos, mi tía llegará en unas cuantas horas, y hay varias cosas que quiero hacer antes del “plato principal”, por lo que mañana que tiene que cuidar a su mamá nos dejará solos casi todo el día. Entonces propongo que hoy empecemos a divertirnos y dejemos todo listo para mañana.
-Está bien, será a tu manera entonces.
-Ahora bien, de lo primero que te puedes encargar es de pensar en mí. ¿Tienes…protección? -la palabra “condones” no pudo abandonar sus labios. Aquello fue como una cubetada de agua fría. Era cierto, en todas mis fantasías con ella nunca había considerado que era una persona completamente fértil, a pesar de ser una niña (o al menos así la veía en mi cabeza), qué estúpido era, si yo mismo vi la sangre que probaba el desarrollo de sus órganos sexuales.
– Supongo que tocará conseguirlos-le dije.
– Bien, entonces yo me daré una ducha y pensaré en cómo empezaremos, pero antes…-se levantó de la silla, caminó hacia mí y se sentó en mi pierna derecha, de frente a mí, rodeó mi cuello con sus brazos, me vio a los ojos y luego nos fundimos en un intenso beso. Era muy curioso sentir el ligero peso de todo su cuerpo sobre mí. El calor entre sus piernas estimulaba profundamente mi ser mientras ardía sobre mi pierna. Mi erección fue inmediata.
– Me daré una ducha -se levantó de repente y escapó de la habitación velozmente. Aquella chiquilla era fantástica.
Mi erección era casi dolorosa. Sentía la ropa interior un poco húmeda por todo aquel líquido preseminal producido; mi primer pensamiento fue ir a mi cuarto y satisfacerme, aunque fuera un rato antes de volver a verla, pero reflexioné y me di cuenta de que era mejor guardar todo aquello para lo que mi prima tuviera planeado.
Salí de la casa y fui en dirección a una farmacia no recurrente y lejana de donde yo vivía. Fue un recorrido de 20 minutos, me asegure que nadie conocido estuviera por la zona y que nadie me hubiese seguido. Llevaba puesto un sombrero y unos lentes oscuros, quizás ridículo, pero comprar condones me resultaba increíblemente vergonzoso. “En fin, no serás ni el primero ni el último”. Entré a la farmacia y afortunadamente el dependiente era un hombre de mediana edad. Me acerqué al mostrador e hice mi encargo “¿Me da…3 paquetes de condones?”. El dependiente me lo dio sin verme a los ojos, me entregó también un condonero que regalaba la marca por promoción y metió todo en una bolsa de papel estraza, acto que agradecí.
Sí, compré 3 paquetes, pensando en que quizás desperdiciaría alguno por ponérmelo mal, uno más por practicar cómo ponérmelo y el resto para lo que tuviera mi prima en mente, al fin y al cabo, le quedaban poco más de dos semanas en mi casa… ¡Mierda! ¿ya habían pasado dos semanas? Había olvidado que mi hermana llegaría el domingo ¿aquello significaba que sólo nos quedaban 3 días para probar? Diablos, aquello me entristecía un poco, acabábamos de empezar con aquella extraña relación y no quería que terminara tan pronto. Para empezar, mi hermana compartiría cuarto con mi prima, también estaría toda la mañana en casa (ya no era tiempo de meterse a un curso de verano o eso creía), sospecharía por la nueva dinámica de convivencia que habíamos desarrollado Valentina y yo, ahora éramos amigos (más que amigos o quizás amigos con muchísima confianza). Su llegada podría arruinar todo. Ni siquiera podríamos escapar Valentina y yo a alguno de los lugares que ella quería explorar, mi mamá incluiría a Marisol en los planes siempre ¿qué haríamos?
Llegué con el semblante sombrío a mi casa, no hallaba solución al problema de mi hermana, pero se borró de mi mente al ver a mi Valentina en la sala de estar. Tenía el pelo suelto sobre los hombros, llevaba aquel precioso brillo labial y vestía unos jeans pegados al cuerpo junto con una blusa simple color negro. Sonreí al verla.
-Estás preciosa.
– ¿Eso crees? -se levantó del sillón y dio una vuelta – ¿encontraste los…? -me miró y esperó a que yo dijera la palabra?
– ¿Los qué, primita?
– Los…condones-se enrojeció de las mejillas.
– Después de todo lo que ha pasado ¿aún te avergüenza decir “condones”? -me burlé?
-Oye, no era una pervertida hasta que tú me corrompiste
-Vaya, y lo que aún me falta por corromper.
Levanté su mentón con mi pulgar e índice y la besé. Ella se pegó su cuerpo al mío y me devolvió el beso.
-Ven, vamos a mi cuarto- me tomó de la mano y me llevó con ella escaleras arriba. En el trayecto no perdí ni un segundo de visión de aquel bonito trasero marcado contra la tela azul de su pantalón.
Puso el seguro en la puerta y después me miró para explicar:
-Después de todo lo que hemos pasado, me di cuenta que nunca te he visto si quiera sin camiseta y tu incluso has metido cosas por el centro de mi intimidad. Entonces creo que es justo que te vea desnudo antes que todo-tragué saliva-pero no te preocupes, soy fiel creyente de la justicia, entonces lo haremos de la siguiente manera: jugaremos 21, sin reglas especiales, el as vale 11 o 1, el que quede más cerca de 21 gana la mano y la otra persona deberá quitarse una prenda ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
-Tomé una baraja del cajón de juegos de mesa mientras te fuiste, no te preocupes, no está alterada.
Entonces nos sentamos en el suelo, uno frente al otro y puso el maso de cartas frente a nosotros.
-Bien, tomaremos una y una- empiezo yo.
Tomó la primera carta y obtuvo un 10 de diamantes. Continué yo tomé lo que revelaría ser un miserable 3 de tréboles. Su siguiente carta fue un 8 de picas y paró. Casi había ganado esa mano, pero entonces obtuve un 6 de corazones y un as, al que le di el valor de 11. La miré a los ojos y sonreí, pero ella puso una sonrisa más amplia y la tramposa chiquilla se quitó los lentes.
-Vaya, ¿no te preocupaba que el juego durara demasiado?
– ¿Lo íbamos a hacer a mi manera no?
-Entonces al menos que zapatos y calcetines se vayan juntos.
– Te concedo eso.
Continuamos el juego, pero al parecer mi suerte se había gastado en aquella primera jugada. Perdí tres manos seguidas y con ellas se fueron mis zapatos, mi camisa y mi camisa interior. Cuando la parte superior de mi cuerpo quedó desnuda Valentina me echó una larga mirada.
-Bien, me gusta eso-declaró y continuamos jugando.
Empezaba a pensar que mi prima había acomodado las cartas para no dejarme ganar nunca cuando su mano sumó 16, pero entonces mi suerte regresó y alcancé un 21 perfecto y mi prima perdió su calzado. Sus delgados y pequeños pies me fascinaban, no por ser fetichista de pies, sino por la delicadeza de aquellas partes, completamente congruente con el resto de mi prima.
La partida avanzó, y perdí mi cinturón (era el pago por los lentes), ella reprochó, pero hice caso omiso. Un par de manos ganadoras mías después despojé a Valentina de su pantalón (afortunadamente no llevaba cinturón) y de su blusa. Fue una gran sorpresa encontrarme el mismo patrón rosado y naranja en su corpiño y en sus bragas ¿serían aquellas mismas mi antiguo tesoro?
– ¿Te gusta lo que ves? -Dijo cubriéndose exageradamente con los brazos.
-Me fascina. Es un bonito detalle que hayas combinado tu “lencería” para mí.
-Ja, eso desearías, sólo fueron un par bonito al azar.
-Hey, cuando pierdas este juego, vas a volver a quedar completamente desnuda frente a mí. Te he visto tantas veces así que creo ya no encontrar emoción en ello-mentí vilmente para picar su orgullo- ¿Recibiré algo especial si te gano?
-Si me dejas completamente desnuda y ganas otra mano, tendrás un premio especial- sentenció y me lanzó una mirada pícara.
En la siguiente mano me tocó perder y entonces me quité el pantalón. Ese día llevaba unos bóxer pegados al cuerpo, no dejaban espacio para que mi miembro escapara, pero se apreciaba claramente la elevación, como una carpa, amenazando peligrosamente hacia adelante cuando me levanté.
-Vaya, y eso que ya no encuentras emoción en mi inocente cuerpo- dijo con descaro.
Ahora me tocó sonrojarme a mí. Aquello se sentía raro, estaba casi desnudo frente a otra persona, me sentía sumamente desprotegido. Mi prima apenas podía despegar sus ojos de mi entrepierna.
-Oye, mis ojos están aquí arriba.
– En 5 minutos tal vez ni siquiera vayas a notar mi cara, déjame disfrutar.
Quedaban 3 prendas y una jugada extra para cada uno. La siguiente ronda la empecé yo, tomé un afortunado 6 de diamantes, mi prima obtuvo un 4 de tréboles. Mi siguiente jugada fue un 2 de picas, ella un 3 de diamantes. La siguiente carta reveló un rey de corazones que me dejó en un total de 18 puntos, pasé y mi prima sacó su primer as del juego, lo valorizó como 11 y entonces estuvimos empatados. Por primera vez en toda la partida los nervios sobrepasaron mi excitación. Mi prima mostraba una enorme sonrisa mientras aceraba mi mano al maso de cartas, tomé la carta y sin voltearla la llevé frente a mis ojos: un maravilloso 2 de corazones. La sonrisa de Valentina fue sustituida por una mueca. Ahora ella tenía que obtener un 3 exacto. Realizó el mismo movimiento que yo y arrojó la carta al suelo, era un 8 de diamantes.
Lentamente se deshizo de su corpiño, lo levantó desde el tórax hasta arriba de la cabeza. Al pasar por sus senos y liberarlos, estos sólo rebotaron una vez y se detuvieron maravillosamente por su pequeño tamaño y la escasez de grasa en aquel inmaculado cuerpo. Sus pezones rosas apuntaban imponentes hacia adelante, duros por la combinación de la excitación creciente de la dueña y el haber estado sin ropa casi media hora. Aquello me volvía loco, apenas pude controlarme antes de abalanzarme contra ellos y volver a saciar mi boca con su textura, con su sabor, con el cuerpo de mi prima. Mi pene recobró la rigidez que había disminuido notoriamente por la última jugada.
-Entonces ¿la emoción regresó?, veamos ahora que es lo que está tan exaltado-dijo mientras revolvía las cartas sin quitar los ojos de mi entrepierna.
Y la tortura volvió a comenzar. Afortunadamente me puse a la cabeza de inmediato juntando un 19 con solo 3 cartas mientras que mi prima quedó sólo con un escaso 11. Tomó otra carta que la llevó a 18. Su suerte había acabado definitivamente cuando un 5 de espadas salió a su encuentro.
-Ni hablar, ya la viste en su peor momento, no creo que sea mucho peor. De antemano me disculpo, no me atreví a rasurarla aún.
Valentina se paró y lentamente bajó sus bragas. A medida que la tela descendía iba revelando aquel portentoso paisaje: el triángulo de su blanco pubis se iba estrechando al paso de sus bragas, los suaves vellos claros y delgados se fueron revelando poco a poco, a penas existentes, el robusto monte de venus coronó completamente la punta del triángulo, antes de revelar la preciosa forma de sus labios mayores, más oscuros que el resto de su cuerpo, estrechos y cerrados, sin dejar a penas a la vista más que unos milímetros de los labios mayores. Quizás fue mi imaginación, pero el ángulo agudo de su vulva parecía desprender un brillo húmedo. Cuando cayó su prenda al suelo, de inmediato se hincó, privándome de aquel maravilloso manjar visual.
-No te preocupes, eres perfecta- de inmediato me percaté de lo que dije y ella sonrió- no me refería… estás perfecta, no eres perfecta…no, me refiero a que no importan los vellos, estás perfecta…ella está perfecta…bueno… eres perfecta-intenté corregir, pero sólo pude aceptar lo último tímidamente.
Mi prima me devolvió una sonrisa tierna y agregó
– ¿Soy perfecta?
No contesté, era hora de mi última jugada o de la suya.
Ella empezó. De inmediato obtuvo un as y yo un 4 de picas. Ella continuó y con dos manos más llegó a 19 puntos, mientras yo apenas rocé los 15, la suerte estaba casi definida. Ella pasó y yo seguí, sumé 18 puntos y ella pasó. Todo dependía de la siguiente carta, repetí el proceso de llevarla hasta mis ojos y vi un as, Valentina se quedó y repetí la agonía. Mi decepción fue visible cuando obtuve un 3 de diamantes, por un punto perdí.
Me puse de pie derrotado. Metí los pulgares por los costados de mi ropa interior y empecé a bajar lentamente.
-Espera- Mi prima se acercó de rodillas- quiero hacerlo yo.
Quedó frente a mí su cara y puso sus manos a mis costados. Mi erección apuntaba groseramente hacia su rostro, que quedaba a menos de 10 centímetros de ella. Valentina bajó casi demasiado rápido mi ropa y al levantarse se encontró de frente con el primer pene que vería en su vida. Su expresión fue de asombro, como ya había comentado, no soy un actor porno hiperdotado, tengo un pene más que nada normal, apenas 15 centímetros, llevo el vello recortado, pero no completamente rasurado, no tengo la circuncisión, pero mantengo una higiene extrema.
-Wow, no me lo esperaba-dijo poniéndose de pie y quedando a un par de pasos frente a mi – creo que es lo más extraño que he visto en mi vida.
-Es que nunca has estado frente a una vagina sangrante, solo encima de una.
-Qué gracioso. Pero ahora, aunque perdiste, me dijiste que soy perfecta, y con eso ganaste tu recompensa. Elige sabiamente, mano o boca, ya que lo que quede libre tendrás que usarlo en mi- Aquello iba en serio, apenas podía creer lo que estaba pasando, un ángel precioso estaba frente a mí, inocente, puro, desprotegido, ofreciéndome tener contacto con su cuerpo. Sentía que la fusión de ambas facetas de mi prima estaba ahora materializada delante de mí: inocencia y perversión, ternura y deseo, belleza y sensualidad en su máxima expresión. Sin pensarlo dos veces contesté.
-Mano.
-Estaba esperando eso realmente, ¿quieres que lo haga así? -se puso de rodillas una vez más y se acercó a mis piernas- guíame para hacerlo bien.
Poco a poco acercó su mano a mi pene. Cuando sus fríos dedos hicieron contacto con el cuerpo solté un suspiro, aquello era real y estaba pasando.
-Qué tacto tan curioso -dijo divertida.
-Bien, ahora cierra tu mano en puño y recorre el prepucio, bueno, la piel-aclaré ante su duda.
Lo hizo y reveló mi glande rosada e hinchada de sangre.
-Espera, no aprietes tanto, eso. Ahora mueve lentamente, sí, muy bien – y mi prima empezó a hacerme una paja. Su cara estaba absorta en el trabajo tan concentrada como cuando jugaba videojuegos. Su expresión era un extasis, su cuerpo pálido y flacucho frente a mí y casi a mi disposición era todo mi mundo en ese instante. Era curiosa la paja que me estaba haciendo mi inocente prima, distinta a la maestría que había desarrollado yo mismo con mi propio cuerpo, pero infinitamente mejor al ser ella quien lo hacía.
– ¿Y estas? -dijo tocando con un dedo mi escroto – ¿no merecen también cariño?
-Creo que también lo merecen, tómalos en tu mano, aprieta un poco, estira un poco, pero nunca de más, masajéalos un poco- y eso hizo, y el placer se multiplicó. Después de dos minutos mi prima dijo.
-Primo, creo que soy una mentirosa. Voy a fallar en el trato, no resisto más – y entonces pasó su lengua por toda mi glande. Lamió toda la punta de mi pene y luego la pasó por el cuerpo, arriba, abajo, por ambos lados mientras su mano continuaba estimulando mis testículos. No era una experta, pero cada centímetro de mi piel que su lengua recorría me hacía sentir en el cielo.
-Ah Valentina, esto es todo lo que deseo- entonces ella metió por primera vez mi pene en su cuerpo. Sus labios envolvieron la cabeza y su lengua siguió con el trabajo dentro. Poco a poco fue metiendo más y mientras seguía lamiendo por dentro.
-Sí Vale, así, ahora intenta sacar y meter mi pene de tu boca.
-Siento que no cabe toda.
-No importa, me haces sentir en el cielo, preciosa.
Y ella lo hizo, lenta y descoordinadamente, tirando hilos de baba que caían sobre sus desnudos muslos, a veces el contacto contra sus dientes dolía, pero el placer que me proporcionaba era mayor que nada, no había nada más en el mundo que aquel maravilloso ser que me estaba dando una mamada en toda regla. Después de 3 minutos más le dije.
-Vale, para, estoy a punto de terminar, creo que aún no es el momento, preferiría ahora cumplir con mi parte del trato – ella se metió una última vez mi pene en su boca, forzó lo más que pudo, hizo una arcada y luego lo sacó y con la una gran cantidad de saliva.
-A penas empezaba a agarrar el ritmo, primo. Ni hablar, hagamos lo que tú dices. Esto fue…divertido. Me gusta tu…pene- dijo esta última palabra con timidez.
La tomé de la mano y la ayudé a levantarse, lamí su barbilla brillante por su saliva, luego lamí sus labios y luego metí mi lengua en su boca. Ella me correspondió y la saliva empezó a ir de una boca a otra acompañando a nuestras lenguas. Mi pene chocaba contra su abdomen, lo acomodé hacia abajo para que el espacio entre ambos se redujera más. Necesitaba sentir su cuerpo junto al mío y cuando la estreché contra mis brazos mientras nos besábamos finalmente lo logré. La calidez de su abdomen, lo frio de sus hombros, su pecho, la dureza de sus pezones, su olor, su sabor… aquella realidad era la felicidad más pura que había alcanzado nunca. Entonces, de la misma mano, la llevé hacia la cama.
– ¿Estás lista?
-Nací lista.
Se recostó contra la cabecera de la cama y flexionó las rodillas, ocultando aquello que tanto anhelaba. Me coloqué de rodillas frente a ella. Me torturó abriendo lentamente sus piernas y luego cerrándolas, una y otra vez, hasta que finalmente las abrió al máximo y reveló su desnudez más íntima. Su vulva apareció frente a mí una vez más, menos blanca en los labios mayores y el pubis, rosa en los labios menores y más roja en las mucosas que se extendían en su interior, la humedad de toda la zona era evidente. Levanté el pie izquierdo de mi prima y lo besé desde el talón hasta los dedos, lamí cada uno de sus dedos y avancé por su espinilla. La respiración de mi prima se incrementaba y a veces soltaba expresiones de placer. Continué por su pantorrilla y luego por el hueco de la rodilla, lamí la parte interna de su muslo sintiendo el sabor de su piel y los suaves vellos que se deslizaban contra mi lengua y labios. Luego subí por su cadera hasta su ombligo, jugueteé un poco con el cuándo me dijo.
-Vamos por favor, si sigo resistiendo lo que estoy sintiendo me voy a volver loca, te lo ruego.
Pero ignoré sus palabras. Su respiración era agitada y sus expresiones de placer ahora se parecían más a un gemido que a un fuerte suspiro. Descendí hasta su monte de venus y sentí la suavidad de aquella parte, la besé y lamí a detalle. Bajé un poco más y por primera vez, aquel delicioso aroma impregnó mi nariz, mil veces más intenso que el de mi antiguo tesoro: jabón, fluido vaginal, sudor, todo aquello era la esencia más perfecta de la creación. Trascendía todas las clasificaciones que se le pudieran dar al olor. Aquella era la verdadera esencia de Valentina.
Finalmente terminé la tortura de mi prima pasando la punta de la lengua por sus ingles, peligrosamente cerca de sus labios mayores y después, con toda la amplitud que mi lengua me permitía, la posé sobre la mayor superficie de aquella preciosa vulva. Mi prima soltó el primer gemido evidente que le había escuchado y eso me alegró. Aquel sabor se equiparaba con el olor, un sutil sabor salado, como el de las lágrimas, con la consistencia de la saliva espesa pero acompañado de una enorme satisfacción. Recorrí a cabalidad sus labios mayores, luego su vestíbulo y en seguida sus labios menores, jugué con ellos, los metí en mi boca lo más que pude. En seguida tanteé la entrada de su vagina, pero no quise forzar la entrada, ya llegaría el momento.
-Sí Luís, así, por favor-sus manos empujaban cada vez más mi cabeza contra su vagina-no te detengas por favor, ah sí, por favor.
Entonces, besé desde el ángulo posterior de su vulva hacia el ángulo anterior, encontrándome con aquel botoncito rosado, hinchado y completamente fuera de su capuchón. Lo lamí, lo succioné, lo mordí un poco y mi prima reaccionaba con más gemidos discretos, con más palabrería sin sentido dominada por la locura del placer, con más presión sobre mi cabeza. Sus muslos apretaban los lados de mi cabeza con impaciencia, ella se empujaba incluso hacia adelante.
-Luis, para, para, siento que me voy a orinar.
Hice caso omiso a aquello y seguí con mi trabajo y ella no opuso resistencia ni trató de moverse. Algunos segundos después soltó un gemido sonoro, contrajo los músculos de sus muslos y sentí como su vagina se hundía en el colchón al arquear su espalda. Al mismo tiempo una marea de fluido empezó a manar de aquella vagina inexperta. Trate de capturar todo con mi boca. Aquello era un éxtasis, literalmente. Cuando el orgasmo pasó y mi prima se relajó, sin fuerzas. Subí hasta su cara, me recosté junto a ella y ella volteó a mirarme.
-Luis, eso fue maravilloso, creo que me oriné un poco por culpa del… ¿eso fue un orgasmo, verdad?
-Sí, fue un orgasmo, no te orinaste, pero mojamos un poco la cama de fluido y saliva. Ya mañana lo lavaré.
-No Luis, quédate aquí, quedémonos así para siempre y repitámoslo una y otra vez.
-Tendríamos que comer pequeña.
-No me importaría no comer si podemos seguir haciendo esto siempre.
Me acerqué y la abracé y sentí su cálida desnudez contra mí. Su vagina quedó pegada a mi muslo y mi pene quedó contra su abdomen. Al sentirlo ella dijo.
– ¡Ay Luis!, Yo no te causé un orgasmo, pero creo que ahora mismo no podría ni moverme.
-Ya llegará mi momento, lo principal era que tu disfrutaras.
-Te quiero Luis- y nos fundimos en un beso, ajeno a la lujuria de hacía unos minutos, un beso tranquilo, sin prisas, lleno de cariño.
El sueño nos empezaba a invadir. Estábamos plenos, abrazados, felices y vivos en la cama de mi hermana, ajenos al lugar y al tiempo, cuando el sonido de un motor me trajo de vuelta a la realidad. ¡Mierda! ¿Ya era tan tarde?
-Diablos Vale, tenemos que vestirnos, iré a mi cuarto, saldré de ahí y cuando estés lista sal tu.
– ¿Qué? ¿Qué pasa? – el sonido de la puerta del auto de mi mamá cerrándose le respondió- ¡Ay rayos!
Tomé mi ropa del suelo y salí corriendo hacia mi cuarto, el sonido de la puerta principal abriéndose concidió con el azotón que le pegué a la mía. Ojalá hubiera tenido un poco de tiempo para lavarme, saludaría rápido y después subiría al baño a asearme un poco para disimular. Me vestí en 2 minutos, me miré al espejo que no hubiera nada fuera de lugar. Sólo el pelo alborotado y la cara enrojecida a pesar del agradable clima. Ojalá mi mamá no lo notara, inspiré y salí a su encuentro.
Mi madre no dijo nada, pero me miró de forma sospechosa un par de segundos que parecieron horas. Unos minutos después bajó mi prima, con el pelo agarrado en una coleta y perfectamente arreglada, nada parecía fuera de lugar en ella, más que un ligero rubor en las mejillas que la hacían ver adorable. Mientras ellas platicaron subí al baño y arreglé todo lo que pude. Aproveché y dejé sabanas nuevas en la cama de mi prima, quité las anteriores (algo húmedas, pero prefería evitar cualquier problema que pudieran traer) y las puse en su bote de ropa sucia, mañana me encargaría de ellas.
El día continuó de forma extraña. Quizás era un día cualquiera para quien sea que estuviera fuera de aquella nueva dinámica incestuosa, parecía casi ridículo que el mundo hubiera continuado moviéndose mientras nosotros nos “divertíamos”. Se sentía casi como ser un mal actor interpretándome a mí mismo frente a mi mamá. No sabía si Valentina sentía lo mismo, ella actuaba perfectamente normal con mi madre, yo intentaba hacer lo mismo, pero sabía que no era el mismo.
Más tarde, cuando mi madre fue al estudio a terminar algunos pendientes del trabajo, Valentina y yo jugamos un poco a la play. De vez en cuando un beso volaba de aquí para allá, una mano sugestiva, una mirada de complicidad… Todo aquello dejaba el juego en segundo plano, cada uno era la verdadera diversión del otro. Cada pequeña acción iba acompañada de una descarga de adrenalina por la posibilidad de ser descubiertos por mi madre. Mi libido volvía a alcanzar altos niveles debido a aquel jugueteo, cosa que Valentina no pasó desapercibida.
-Hey- acercó su boca a mi oído- aún te debo parte de tu recompensa- dijo en un susurro. Su aliento contra mi oído lanzó una descarga sobre mí ya formada erección. Me incliné a su oído y le susurré:
-Lo que pasó ya fue mi recompensa, no sería justo tener un premio doble.
-Con lo que hiciste, te mereces todos los premios del mundo- después me dio un tierno beso- Ven, vamos a tu cuarto- tomó mi mano y me arrastró escaleras arriba.
De un momento a otro, entre besos y toqueteos, terminamos una vez más completamente desnudos. Antes de permitirme cualquier otra cosa, volvió a ponerse de rodillas y empezó a trabajar mi pene con su mano, repitiendo casi la misma secuencia, pero algo la hacía incluso mejor en el trabajo. Después de unos minutos y sin previo aviso, Valentina posó sus labios en mi rosada glande y empezó a lamerla y besarla. Aquella sensación era inmensa, me llenaba completamente y me hacía olvidar todo lo demás, en ese momento sólo existíamos Valentina y yo.
Poco a poco introducía más en su boca, superando de a poco su límite cada vez más. De repente empezó a succionar, creando un vacío en su boca que me hizo prácticamente llegar al límite.
-Para Vale, estoy a punto de terminar- sin hacerme caso siquiera, aumentó la fuerza de la succión y la intensidad de su lengua dentro de la boca. La calidez y la suavidad de aquella cavidad, sus pequeñas manos masajeando mis testículos, su dulce desnudez frente a mí, el pensamiento de que aquello era un tabú por donde se le viera, todo ello se juntó en una explosión de placer y me hizo llegar al merecido orgasmo. Cuatro violentas pulsaciones expulsaron el semen directo en la boca de mi prima, derramándolo por las comisuras de su boca. Ella se sorprendió y separó su boca de mi miembro palpitante, dejando caer una moderada cantidad de semen y saliva sobre el suelo. No supo que hacer con el resto en su boca, entonces lo escupió sobre una de sus manos.
-Vaya, entonces ¿esto es el semen? -dijo mirando lo que había caído en sus manos -qué raro es, huele y sabe raro.
-Es bastante peculiar- dije mientras me recuperaba de aquel esplendido orgasmo, jamás en mi vida había tenido otro tan intenso.
-Cuando empezó a salir creí que me ahogaba, vaya de haber sabido que saldría en esa cantidad te hubiera hecho caso. ¿Te gustó? ¿Lo hice bien?
-Más que bien preciosa- Le dije mientras le acercaba papel de baño para que se quitara el exceso de la mano y yo cortaba otro pedazo para limpiar lo del suelo.
Después nos recostamos en mi cama, uno a lado del otro, desnudos, tomados de las manos y mirando al techo.
-Fue un buen día ¿no?
-Si hubiera sabido que todo iba a ir también, hubiera hecho esto desde el día en que llegué- dijo Valentina.
-Tal vez debimos disfrutar más tiempo de esto.
– Oye, pero mañana será otro gran día. Después de esto, estoy completamente convencida de que quiero que seas tu con quien tenga mi primera vez. Creo que ya no hay vuelta atrás después de todo lo que ha pasado.
– Sería un honor para mí.
Seguimos con una sesión de tiernos besos y abrazos apretujados hasta poco antes del anochecer. Entonces nos vestimos y continuamos disimulando, tratando de volver a encajar en esa realidad que era ya tan ajena a nosotros.
No estaba seguro si durante aquella sesión de sexo oral había habido sonidos exagerados que pudieran haber llegado hasta el oído de mi madre. Probablemente no, el estudio estaba en la planta baja y con la puerta cerrada y en horas no salió de ahí, hasta la hora de la cena.
Aquel maravilloso día había llegado a su fin y mañana podría incluso mejor. Mi madre se iría toda la mañana, después vendría un par de horas a comer y luego partiría el resto del día a casa de mi abuela hasta el atardecer del sábado. Tendríamos la casa para nosotros todo el día y Valentina quería entregarme su virginidad y yo quería que ella se quedara con la mía y tendríamos tiempo de sobra para hacerlo, para experimentar, para disfrutar, para querernos y desearnos y satisfacernos y, si sobraba algo, habría tiempo para pensar en la llegada de Marisol. ¿Podría ser aquella fecha el fin de nuestra corta y peculiar relación? ¿O sería sólo un obstáculo que tendríamos que superar?
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Una vez más les agradezco la atención prestada a este relato, agradezco todos sus comentarios y correos electrónicos, son muy importantes y me animan a seguir escribiendo.
He empezado de nuevo clases, estoy en otro proyecto relacionado a la escritura de relatos eróticos y estoy trabajando a la vez sobre «Valentina», por lo que tal vez tarde un poco en subir la 8a parte, pero espero que esté antes de una semana, completa y a la altura del resto de partes.
La pagina borró mis comentarios con mi correo electrónico, entonces lo dejaré en esta sección: [email protected].
Siempre estoy disponible para contestar dudas y comentarios, así como para tomar sugerencias sobre la escritura.
Luis.
Luis es un relato increíble! felicitaciones, tienes un talento inmenso, esta historia es fascinante, esperamos con ansias más capítulos!
Una historia tierna, apasionante y a la vez excitante, sigue así, espero con ansias el desenlace 😉
Aún sigo esperando la octava parte, es muy buena está serie de relatos 🙁
Impecable👍