Valentina: Tercera parte
Mi pequeña prima, con su piel enrojecida por acción del sol me ofrecía un panorama hipnótico, sus pómulos, su frente perlada por minúsculas gotas de sudor, la punta de su nariz respingada, sus desnudos hombros… .
Viernes:
Ayer no pasó nada relevante. Desayunamos, comimos y cenamos en casa, sin ninguna eventualidad. Mi prima al parecer no se percató de la ausencia de sus bragas ni de lo que hice en su corpiño (cosa de la que después me sentí un poco culpable, un poco sucio). Ella y yo seguimos platicando de forma normal, quizás ella parecía un poco distraída, tal vez estaba aburrida de estar en casa solamente.
Hoy había quedado en comprar un disco de una tienda online sin negocio físico, por lo que vería al vendedor en cierto centro comercial de mi ciudad, algo cercano a mi casa, llevaría a Valentina conmigo para que no estuviese todo el día en la casa, el aire fresco le caería bien.
Pero ahora mismo tenía que terminar los quehaceres de la casa, hoy era día de lavado, entonces aprovecharía y devolvería mi tesoro robado que tanto placer me había otorgado los dos últimos días, además ya estaba perdiendo su esencia. Tal vez debería robar otra…
Era más temprano que de costumbre, ayer desafortunadamente mi prima se levantó mientras preparaba el desayuno, por lo que no fue posible ir hasta su cuarto y volverla a ver dormida, pero hoy eso no sería impedimento. Preparé unos huevos fritos, freí algunas salchichas y tocino y preparé café. Mi prima no bajó en este proceso, entonces yo tendría que subir a despertarla.
– ¿Vale? El desayuno está listo- Dije a la vez que tocaba su puerta. No hubo respuesta. Los ciclos de sueño de mi prima eran raros, a veces se despertaba por sí misma y bajaba a desayunar, a veces ni siquiera los gritos la despertaban, pero siempre tenía ese ensoñamiento del que le costaba deprenderse antes de media hora. Toqué una vez más pero el resultado fue el mismo.
“En fin”, giré el picaporte, abrí la puerta y mi prima estaba en otra aberrante posición de brazos. La luz del sol aún no alcanzaba a colarse directamente por la persiana, pero la débil luz del día ya alcanzaba a iluminar un poco la estancia. Una vez más un aura angelical rodeaba su rostro, respiraba acompasadamente, con la boca algo abierta. Todo su cuerpo estaba bajo las sabanas, excepto sus brazos, su mano derecha estaba abierta al borde de la cama, su brazo se continuaba junto al borde de la silueta hasta su hombro, que se continuaba con su inmaculado cuello… Esperen ¿su brazo, su hombro y luego su cuello? Sí, no era un truco de luz, ni imaginación mía, realmente mi prima no llevaba puesto su camisón, ni había alguna tira de tela que indicara que llevaba alguna prenda superior sobre su cuerpo. Me acerqué y miré con más atención, la sabana azul cielo cubría a penas hasta la mitad de su pecho, podía ver perfectamente sus clavículas, el manubrio del esternón y la mitad de su blanquísimo pecho, hasta donde empezaban a elevarse sus pequeños senos.
Mi corazón empezó a latir muy fuerte y mi respiración se aceleró. Tan solo un par de centímetros más, un par de centímetros de tela azul me separaban de poder apreciar a plenitud su desnudez. ¿Qué clase de fatídica broma universal te deja a dos centímetros de alcanzar una inimaginable felicidad? Pero yo tenía manos y dedos, útiles para recorrer ese par de centímetros. Sólo las vería, las grabaría en mi mente y las cubriría de nuevo y nada de esto habría pasado.
Pero, ¿podría quedarme ahí nada más? Teniendo mis manos prácticamente en su pecho, ¿podría no tocar de más? ¿podría detenerme ahí mismo? Mi miembro empezaba a apretar peligrosamente en mis pantalones. Si las tocaba con mis manos, si pasaba mis dedos ligeramente sobre los pezones de Valentina, y por obra de algún milagro ella no se despertaba, ¿podría detenerme? ¿podría no acercar mi rostro hasta su tórax y probar con mi propia boca lo que mis manos acababan de sentir? Mi pene ahora estaba alcanzando el pico máximo de la erección.
Comencé a bajar lentamente mi mano derecha. Traté de contener mi respiración y concentrarme, mis dedos temblaban, sentía en las puntas el fuerte pulso de la sangre.
-Valentina, ya está listo el desayuno- Dije mientras la sacudía ligeramente del hombro.
La racionalidad había vencido. Estaba arriesgando mucho y no sabía realmente cuanto autocontrol tuviera. Tenía casi un mes por delante, ya conseguiría algo similar, pero ese no era el momento, esa no era la forma en que debía hacerse.
– ¿Valentina? ¿Ya hice algo malo y no me he enterado? – Dijo rápidamente, sin su acostumbrada voz pastosa de recién levantada.
-No- Solamente la llamaba “Vale”, aquello le había resultado extraño- Te espero en el comedor- y salí de la habitación antes de que se diera cuenta de que no llevaba pijama.
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¡Rayos! Por el tiempo que había tardado creí que estaría a punto de hacerlo. Pasé todo el día de ayer pensando en esto y fue lo mejor que se me ocurrió, pero no conté con que mi primo fuera un tipo correcto.
Todo el día de ayer le pedí consejo a mis amigas, a Marisol, al internet y esto fue lo mejor que se me ocurrió. Obviamente no platiqué la situación en la que estaba, puse supuestos, cree situaciones similares en mi imaginación y pedí sus opiniones. Quizás fue una tontería de mi parte creer que alguien mayor se interesaría en el cuerpo flacucho de una niña.
Yo no me atrevía a dar el primer paso, realmente me avergonzaba hacerlo, tampoco iba a ir directamente con mi primo y decirle que me gustaba y empezaba a tener sentimientos confusos por él. Entonces, tendría que aprovecharme de sus “instintos masculinos” y que el diera el primer paso… ¡Pero qué estupidez! El tenía 17 años, seguramente tenía contacto con mujeres mucho más desarrolladas que yo, quizás hasta tuviera o hubiese tenido novia o algo así, mujeres sexualmente desarrolladas con sentimientos claros y que sabían disfrutar y dar placer ¿por qué iría a hacer algo conmigo? Sabía que yo era algo bonita, lo decía la gente, pero sé que no soy una modelo; sé que mi cuerpo a penas está en desarrollo y que quizás mis senos no crezcan tanto por mi morfología natural, pero nada de eso serviría para que, de forma súbita y por alguna divina razón, mi primo se sintiera atraído hacia mí.
Me giré hacia mi almohada, clavé en ella mi cara y grité a la vez que pataleaba sobre la cama. Me frustraba que todo el trabajo de planificación hubiera fracasado. El plan era simple: Despertaría temprano, me quitaría el sueño, me quitaría mi pijama y mi ropa interior y me cubriría con la sabana hasta un poco más arriba de los pezones, entonces Luis, guiado por un instinto salvaje, quitaría de mi cuerpo la sabana y apreciaría mi desnudez… ¿y después? ¿Qué planeabas hacer después, chiquilla estúpida? La continuación del plan era lo que a el se le ocurriera…
Ahora me sentía como una estúpida, ni siquiera había pensado qué es lo que quería que pasara luego de que el me viera desnuda ¿quería que me tocara? ¿quería que me lamiera y probara todo el cuerpo? ¿quería que me “despertara” con un tierno beso y declarara que soy el amor de su vida? Ni si quiera yo sabía lo que quería, todas esas ideas me parecían estúpidas y repelentes. Yo solamente quería sentirlo a él cerca de mí, y también quería sentir placer, pero en mi mente nada de lo que Luis pudiera hacer (o haber hecho) me llevaba al placer.
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Serví un vaso de agua y me lo bebí rápidamente, ¿qué estuve a punto de hacer? Si la hubiera destapado y en ese momento se despertaba… ¿le diría a mi mamá? ¿le diría a su mamá? Toda mi familia se enteraría que el depravado primo estaba en el cuarto de su hermana con una enorme erección viendo sin mesura las apenas nacientes tetas de su prima de 12 años. No puedo negar que fue una tortura controlarme y despertar a mi prima en lugar de hacer alguna tontería, y que sentí un arrepentimiento inmediato al desperdiciar una oportunidad que seguro no volvería a tener, pero mejor eso que convertirme en un pervertido. ¿Pero no era acaso ya un pervertido? ¿No me había frotado contra el culo de mi primita, no había entrado a su cuarto y había olido su ropa interior, había robado sus bragas y había esparcido mi semilla sobre su corpiño? Sí, pero nadie lo sabía. Aún había vuelta atrás.
Valentina bajó las escaleras vestida con su acostumbrada blusa larga. No parecía estar igual de amodorrada que siempre, de hecho, no parecía estar igual que siempre. Tenía un semblante serio y a su alrededor se percibía algo tenso.
-Buenos días, preparé huevos, salchichas y tocino, ¿quieres un poco de todo?
-Buenos días- dijo en un tono más seco que de costumbre- Quiero un poco de todo.
¿Estaba enojada? ¿Habría notado algo cuando fui a despertarla?
-Hoy he quedado con un tipo de ir a recoger un disco en el centro comercial de aquí cerca, creo que cuando ustedes se fueron de la ciudad, todavía no existía ¿quieres acompañarme? -pregunté mientras servía el desayuno.
El semblante de mi prima cambió un poco, la noticia le iluminó un poco el rostro, pero aun no mostraba su acostumbrada pero preciosa sonrisa.
– ¿Queda muy lejos? ¿Tendremos que… usar autobús? – Creo que la experiencia pasada le había quitado las ganas de usar el autobús el resto de sus vacaciones.
-No creo que sea necesario, está a poco menos de 20 minutos caminando, si quieres podemos ir caminando y de vuelta tomar el autobús, si es muy noche o si alcanzamos a utilizarlo antes de la hora pico.
-Sí, creo que sería buena idea, puedo aprovechar y conseguir…cosas.
¿Cosas? No sabía que necesitara conseguir algo, pero me alegraba que también tuviera un motivo para ir.
-Perfecto, entonces nos iremos como a las 4:45, quedé de ver a esa persona a las 5:30. Pero hoy es día de lavado entonces me pondré a ello, tu lava los trastes y yo me pondré a separar la ropa y preparar la lavadora.
Terminamos con nuestro desayuno y cada quien se puso a hacer sus tareas. Fui por la ropa de mi cuarto (tomé mi tesoro, le di un ultima olfateada y lo puse en mi bolsillo para después meterlo a la lavadora sin que valentina se diera cuenta), del cuarto de mamá y del cuarto de mi hermana (con previo permiso de Valentina) y bajé los contenedores de ropa sucia al cuarto de lavado, agregué jabón y suavizante a la lavadora y la programé para el primer lavado.
Esperé a que mi prima terminara los trastes para que subiera a su cuarto, antes de devolver mi tesoro al lugar de donde lo extraje en un primer momento. Pude ver que en el bote de ropa sucia de Valentina estaban nuevas blusas, nuevos corpiños y nuevas bragas y algunos pantalones. Otra vez sentí como mi entrepierna empezaba a reaccionar. Busqué el corpiño en el que había hecho mi fechoría días atrás, seguía en la misma posición del bote, una mancha dura, amarillenta y reseca se notaba en la parte donde iría el pezón izquierdo de quien lo usara. “Mierda, tendré que tallarlo, ojalá no deje una mancha permanente” pensé para mi mismo.
Sin pensarlo dos veces tomé la primera braga que encontré y me la llevé a la nariz de inmediato, el olor me inundó. Era un poco distinto al de mi tesoro, el olor de Valentina estaba un poco disminuido, predominaba un poco más el característico olor de la orina, no en exceso, solo como si esta prenda hubiera absorbido más gotas traicioneras que mi tesoro. No era desagradable para nada. Estaba a punto de bajar el cierre de mi pantalón cuando escuché
– ¡ESPERA! ¡ESPERA! – Gritó Valentina desde las escaleras, alcancé a arrojar las bragas en mi mano de vuelta al bote y a medio disimular con mi playera la erección entre mis piernas a medida que los descalzos pasos de mi prima se escuchaban más fuertes.
Apareció aquella chica con el pelo suelto, sin lentes, envuelta solamente en la toalla verde que usaba para secarse luego de ducharse.
– ¡Qué bien! A penas alcancé- dijo feliz y agitada, cuando la vi se sonrojó un poco, apenas se había dado cuenta que estaba solamente en toalla, al parecer aquello la avergonzaba un poco; sin fijarse aventó el montoncito de ropa que llevaba en la mano con la que no sostenía la toalla a la lavadora que apenas empezaba a llenarse de agua. Cerró la tapa de la lavadora con un golpe y se giró brusca, rápida y descuidadamente para escapar de ahí, por lo que no se fijó que la lavadora maquina había atrapado la punta sobrante de la toalla con su tapa. Cuando trató de avanzar unos pasos, la toalla quedó atrapada.
Mis ojos se abrieron más que en toda mi vida. Mi prima había quedado de espaldas a mi y pude ver su blanca espalda con a penas una línea de vello delgado y castaño sobre su cuello, sus pequeños omoplatos perfectamente dibujados sobre su piel, sus ultimas costillas, su fina cintura que empezaba a tomar forma y, mi más grande deleite, su precioso y tierno trasero, blanco, respingón, pequeño pero ajustado a la perfección a su pequeño cuerpo, en proceso de desarrollarse, debajo de sus nalgas que veían perfectamente los surcos glúteos, separando sus delgados muslos. Aquella vista fue fantástica, era como ver un pequeño ángel desnudo, en mi cuarto de lavado.
Cuando Valentina reaccionó (no tardó ni 5 segundos) e hizo el ademan de darse la vuelta, mi raciocinio (o quizás mi vergüenza) me hizo girarme también, dándole la espalda. Ya había visto suficiente, no era necesario avergonzarla. Abrió la lavadora, liberó su toalla y escapó de ahí a toda prisa. No me giré hasta no haber escuchado que cerrara la puerta del baño o de su habitación.
¡Vaya! Aquello había sido fantástico. Había podido ver aquello contra lo que había frotado mi entrepierna, y era precioso. En la medida justa. No se si fuera por el cuerpo natural de mi prima, o si practicara algún deporte o a que se debía, pero su culito tenía una forma maravillosa. Quizás no había podido disfrutar de sus senos aquella mañana, pero se me había recompensado con creces.Actuaría normal ahora que la volviera a ver. Le aclararía que fue un accidente y que no vi nada más allá de lo debido. Hasta negaría que vi su trasero si eso la hacía sentir mejor.
Volví a mi labor. Saqué la ropa que mi prima había metido a la lavadora. El agua que ya se había acumulado en la maquina había empapado ya esas prendas. Al parecer era su camisón de pijama y unas bragas. ¿A eso se debía su prisa? ¿Le daba pena que viera su ropa interior? “Si supiera”, aunque era una lástima, unas bragas recién usadas tendrían un olor maravilloso. Ni hablar, ya tenía más de lo que merecía, muchísimo más.
El día continúo, ya no vi a Valentina fuera de su cuarto hasta la hora de la comida. Quería hacerle saber que no importaba, que no había visto nada y que no debía sentirse avergonzada, pero no hubo oportunidad. Mi madre llegó del trabajo, preparó la comida y mi prima bajó. Su actitud fue normal, sonreía y platicaba con normalidad con mi mamá y conmigo. Supuse que ella también sabía aquello fue una nimiedad (aunque para mí no lo fue) y que estaba bien. Le informé a mi mamá que esa tarde iríamos al centro comercial, ella dijo que estaba bien, que alrededor de esa hora ella iría a casa de mi abuela, le tocaba cuidarla la noche del viernes hasta el sábado al atardecer, por lo que se iría casi un día entero otra vez, me dejó dinero por si queríamos comprar algo de cenar y para que ordenáramos algo de comer al día siguiente.
Llegó la hora acordada y Valentina y yo salimos de la casa. Su actitud era normal conmigo, incluso estaba más parlanchina que el día de ayer. Ese día vestía una blusa de tirantes rosada que dejaban libres sus hombros (para mi deleite) y unos jeans holgados, llevaba al cuello una carterita beige y se había hecho una trenza media pegada. Se veía muy bonita.
– ¿Qué llevas ahí? ¿Tus ahorros? – Pregunté mientras caminábamos.
– Una parte de ellos solamente, mi credencial de la escuela, mi credencial del autobús de mi ciudad y creo que ya- Respondió, tocando con los dedos su cartera.
– ¿Y qué es lo que piensas comprar?
– Cosas.
– ¿Qué cosas?
-Cosas, sólo cosas.
Decidí no seguir insistiendo. Ya vería que compraba en su momento.
Afortunadamente ese día no hacía tanto calor como a inicio de semana, incluso se sentía un viento reconfortante mientras caminábamos. El cielo tenía algunas nubes blancas en el horizonte, pero la cúpula estaba libre y de un azul muy intenso, el sol de verano hacía que todos los colores se vieran más reales, más auténticos. Los céspedes y las hojas de los arboles brillaban con un verde enérgico, las pinturas de los autos y de las casas devolvían brillos en los que uno jamás se fija, se sentía bien estar vivo en un día como ese. El pelo de Valentina refulgía ante los rayos de sol, deprendiendo todo el matiz de colores que a la sombra ocultaba en un castaño uniforme, algunos mechones más claros, casi dorados, otros más oscuros, casi cafés, un paisaje en el que podría perderme horas si se me permitiera. Su piel enrojecida por acción del astro rey me ofrecía otro panorama hipnótico, sus pómulos, su frente perlada por minúsculas gotas de sudor, la punta de su nariz respingada, sus desnudos hombros. Parecía el mismísimo espíritu de la juventud en verano, parecía un ángel, parecía algo más allá de esta realidad.
Antes de que pudiera percatarme, y antes de que quisiera, llegamos al centro comercial. Una mole gigantesca de arquitectura moderna que ora presentaba afilados y amenazantes picos en los edificios, ora se expandía en desenfadadas curvas, de colores grises y negros.
– ¡Vaya! – Dijo mi prima.
– ¿Qué piensas?
-Es grande y me gusta su forma, pero lo que más me sorprende es que hace sólo cuatro años no estaba, y ahora está, una cosa gigantesca, como si hubiera aparecido de la nada.
– No lo había visto desde esa perspectiva.
Caminamos hacía el punto donde había acordado con el vendedor. Eran las 5:25 y aún no llegaba. Podía ver a Valentina mirando a las tiendas de alrededor, emocionada y algo ansiosa.
– ¿Quieres ir a ver?
– ¿Puedo ir? -Preguntó con una sonrisa.
– De acuerdo, pero no te alejes mucho, cuando llegue este tipo voy a buscarte.
– Sí primo, te veo en un rato.
Y se fue a toda prisa hacia la primera tienda que le llamó la atención. Me preocupaba un poco que fuera sola por ahí, esperaba no tardar demasiado. El vendedor llegó hasta las 5:50, culpó al tráfico y me dio mi producto. Yo ya estaba algo nervioso, Valentina se había perdido de mi vista hacía unos minutos y necesitaba irla a buscar.
Le agradecí y me alejé casi corriendo en la dirección a la que había ido. Entré un poco en las tiendas que encontraba en mi camino, pero no estaba en ninguna de ellas. Aceleré el paso hasta que vi su delgada figura desaparecer en el umbral de una de aquellas tiendas. Me acerqué y cuando iba a atravesar aquella misma puerta me detuve. “Mierda”, el gran nombre en la parte superior me hizo detenerme en seco “Victoria’s Secret”. Me alejé lentamente lo más que pude, pero donde pudiera seguir viendo quién entraba y quién salía, además no querían que pensara que era un pervertido por estar viendo los productos y la gente que los compra (aunque ya aclaramos que quizás a este punto se me podría considerar un pervertido). ¿Eran estas las “cosas” que mi prima quería comprar? ¿maquillaje? ¿accesorios? ¿pijamas? ¿lencería? Tal vez, y tal vez por ello no pudiera decirme. Después de unos eternos 10 minutos mi prima salió de la tienda sin nada al parecer. La seguí un poco hasta la siguiente tienda que visitara, no quería incomodarla más ese día. Había entrado a una boutique cualquiera de ropa, entonces entré detrás de ella y la reencontré.
Salimos de esa tienda y luego fuimos por un helado. Nos sentamos en el césped de uno de los jardines del centro comercial y comimos el helado mientras veíamos el sol bajar por el oeste. Faltaban algunos minutos para la puesta de sol.
-Regresemos a casa, la luz empieza a bajar.
-De acuerdo- Dijo ella.
– ¿Aún puedes caminar o prefieres que tomemos un autobús?
– Vaya que me gustaría tomar el autobús -dijo viendo casi perdidamente al horizonte y con una sonrisa en los labios- pero es un gran día, regresemos caminando.
Hicimos el trayecto a casa bajo el ocaso. El día aún no terminaba y empezaba a sentir un extraño anhelo en mi corazón. Me sentía bien estando con ella, ese día había sido una locura, pero había sido perfecto a su manera. ¿Realmente estaba dispuesto a mancillar a ese pequeño ser que venía a mi lado? Mis emociones eran una montaña rusa, pero esa chica también era una montaña rusa. Mi imagen mental de mi prima tenía dos facetas: la adolescente en proceso de convertirse en mujer y la chica que aún sigue disfrutando sus últimos meses de niñez, veces era esa puberta bajo los rayos del sol que desprendía juventud y sexualidad, a veces era esa niña inocente brincoteando de regreso a casa y hablando de todo lo que había visto en el centro comercial, a veces era la dueña de ese olor que había llevado al límite mi cerebro, y a veces era esa chiquilla de con brillo labial y olor a sandía.
Después de cenar lavamos juntos los trastes que usábamos y nos dispusimos a ir a nuestras habitaciones. Antes de subir las escaleras, Valentina se detuvo en seco, volteó a verme y me abrazó.
-Gracias por el helado, hoy fue un gran día- Después me soltó y me dio un beso en la mejilla. Subió brincoteando a su cuarto.
Me quedé parado frente a las escaleras, absorto e hipnotizado. Ni siquiera me dio tiempo de abrazarla de vuelta, pero fue reconfortante volver a sentirla contra mí. De una forma muy distinta, de una forma más tierna.
Creo que estaba empezando a quererla. No como un primo quiere a su prima, ni como un padre quiere a su hija, sino de otra forma, una forma más auténtica. Creo que estaba empezando a quererla.
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Les dejo la tercera parte de esta historia, puede que a algunas personas les parezca lenta la evolución de la historia debido al «bajo grado de erotismo», pero les aseguro apreciados lectores, que las mejores cosas están casi aquí. Al igual que los sentimientos de nuestros protagonistas, esta serie también suele ir como en una montaña rusa.
Una vez más quedo a sus ordenes en los comentarios, toda crítica es bien recibida, toda palabra de apoyo es muy apreciada.
Cuarta parte en unos días.
Sin duda, el mejor relato que he leido hasta el momento, espero la siguiente parte ansioso, sigue asi!
Tu comentario es muy importante para mi, mil gracias
Espectacular relato!!! no puedo parar de leerlo, felicitaciones!!! Espero que subas pronto el siguiente capítulo!!!
Mil gracias, la siguiente parte ya se mandó y está en espera de aprobación
A la espera de la cuarta parte
Esperemos la aprueben pronto
Magnifico. Estoy disfrutando un montón con la historia. espero ansiosamente la continuación.
Esperemos la aprueben pronto
el desarrollo va perfecto, me gusta la evolucion natural que lleva, sin prisa, con emocion.
que lo romantico lleve a lo sexual a su momento y sin correr.
y gran detalle particular que nos presentes la vision de los 2 potagonistas, un gran regalo.
solo desearia un poco mas de interaccion entre los personajes, haria que ese desarrollo de la historia fuese mas real incluso.
te felicito por lo hermoso de la historia
Agradezco infinitamente tu comentario, tomaré en cuenta el consejo para las siguientes partes.
Adoro está historia, este capítulo fue super romántico y natural, sigue porfis.. ya quiero ver cómo descubren sus sentimientos <3
Buah, es definitivamente el mejor relato que he leído, lento pero disfrutando de la lectura.
Espero y aprueben la 4° parte pronto!
¡Saludos!
Excelente relato…