Vecinos Incestuosos y perversos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Como os he contado en muchos de mis relatos, el sexo con mis hermanos era algo normal en nuestra vida diaria.
Había comenzado con Beatriz a los 12 años, ella 11.
Nos llevamos apenas 14 meses debido a que mamá salió embarazada cuando tenía yo apenas 5 meses de nacido, cuestión de que mi no me amamantaron había dicho el doctor.
O sea que en su orden las edades de mis 5 hermanos menores era Beatriz 15, mi hermano 13, Lily 11, Isabel 9, el varón más chico apenas 3 y yo 16.
Rosa nuestra hermanastra (Hija de mama) tenía 22.
A excepción del José Luis el más chico todos habíamos tenido sexo entre nosotros.
A Isabel no la habíamos penetrado, pero si participaba dando sexo oral ya sea a mi hermano de 13 o incluso a mi.
En algunas ocaciones hasta habíamos acabado entre sus labios vaginales pero sin llegar a metérsela.
Sabíamos que lo que hacíamos no era tan secreto a nuestra familia.
Tía Fátima nos había descubierto y cómo he relatado se había convertido en nuestra confidente, mamá igual o al menos eso me insinuó una tarde que me aconsejó usar protección cuando tuviera sexo, no vayan a salir embarazados – me dijo en clara alusión a Beatriz y yo-.
Nuestros vecinos, los chicos de nuestra edad incluso eran parte de nuestros juegos.
La vecina donde íbamos a ver televisión después que nos descubrió igual se unió a nuestras travesuras sexuales, en los que sumó a sus dos hijos, hembra y varón de 14 y 12 respectivamente.
Nuestros primos, el hijo de Tía Fátima y Mario sobrino de papá igual eran parte de ese secreto familiar de incesto.
Éramos niños precoces que bien teníamos sexo en casa durante el día cuando nuestros padres iban a trabajar o durante la noche, ya que dormíamos todos en una misma habitación uno junto al otro en viejos colchones, papá y mamá tenían su propio cuarto al fondo de la pequeña casita donde dormían junto al más chico de los hermanos.
Era el entorno perfecto para darle rienda suelta a nuestros instintos sexuales y vivir relativamente felices, con carencias, tanto que los más chicos usaban zapatos únicamente para ir a la escuela, pero vivíamos como una familia normal o al menos eso aparentábamos.
Porque si en un principio ciertamente el jugar al sexo había sido algo inocente, al menos Beatriz y yo éramos conscientes de que no era correcto.
Lo disfrutábamos, poníamos en práctica todo aquello que veíamos o nos habían enseñado.
Nuestra vecina Leticia había sido una excelente maestra, Doña Delia la mama de Flor la niña que se embarazó a los 13 de su profesor igual.
Mi hermanastra aunque poco convivía con nosotros también nos había enseñado varías cosas que había aprendido con su novio y con el que vivía desde hace algunos meses.
Éramos una familia perfecta en una época perfecta, sin internet o celulares, el porno apenas y se podía conseguir rentado en los renta videos, había que ir al cine o en su defecto comprar revistas que únicamente les vendían a los adultos.
Fue en ese entonces que papá se vio forzado a vender la casa e irnos vivir a una vecindad.
Para nuestra conveniencia rento 2 habitaciones, en una se acomodó el, mamá , nuestra hermana Isabel y José Luis el más chico.
En la otra quedamos Beatriz, mi hermano menor y Lily.
Quizá no fue de nuestro agrado el dejar lo que ya conocíamos, pero rápidamente lo olvidamos a base de coger a diario y ahora con mayor privacidad.
Tener nuestra propia habitación era tan conveniente que prácticamente dormíamos como parejas jóvenes, aunque solo tuviéramos 16, 15,13 y 11.
Fue ahí donde nos vimos inmersos y descubrimos que el mundo está lleno de sexo.
Que había más de lo que imaginábamos que existiera en la vida real.
Niños de nuestra edad y adultos por igual, hombre con hombre incluso.
En esa vecindad “de la mala muerte” nos dimos cuenta que también nuestros padres eran gustosos del sexo y no precisamente del que practicaban entre ellos, sino infidelidad especialmente de papá, de lo que ya he contado en otros relatos.
En esa dichosa vecindad conocimos a Joaquín y sus hermanos, Miguel, Clara y Josefa, el mayor de ellos 19, los demás con dos años de diferencia entre si.
Vivían con su madre quién a diario iba a ganar el sustento de su familia al mercado local.
Ellos al igual que nosotros se la pasaban solos durante el día.
Joaquín el más grande no tardó en darse a la tarea de conquistar a mi hermana Beatriz, era un chico bastante atractivo, alto, cabellera larga y de buen cuerpo.
No desaprovecha el tiempo, cuando la veía afuera la cortejaba sin que ella le hiciera caso, pero un día nos descubrió haciendo nuestras cosas.
Mi hermana había regresado de bañarse y ahí en la antesala del dormitorio empezamos en cachondeo para luego terminar yo sentado en un viejo sofá con ella sentada encima cabalgando sobre mis 17 cm.
Llenos de verguenza corrimos a escondernos al dormitorio.
No sabíamos qué hacer, a quien le diría, que haría con nuestro secreto.
Se lo contaría a nuestros padres, a su mamá o quizá lo pregonará en toda la vecindad.
Aunque estábamos desnudos se nos olvidó el sexo durante el resto de la mañana y lo que duró la tarde.
Cuando llegaron nuestros papas esperábamos lo peor, pero nada pasó.
Nadie dijo nada, a Joaquín no lo habíamos visto, porque si bien habíamos estado encerrados, estuvimos pendiente de el o de sus hermanos.
Los días pasaron y fue hasta una tarde en que regresaba de la escuela cuando lo vi.
Me miró sonriente, estaba a la entrada de la vecindad.
Su actitud me decía que se sentía en control de la situación:
– Hola cojelon.
Bien que te las traes con tu hermanita.
Me sentía bloqueado, sin saber qué hacer o qué decir.
Fue el mismo quien continuo:
– No te preocupes.
No voy a decir nada.
Es más te voy a proponer un trato.
Ante mi silencio dijo:
– ¿Te gusta mis hermanas?
¿Que te parece si hacemos un intercambio? –aparentemente lo tenía todo calculado- Están buenísimas – dijo como si pensar en ellas le causara algún morbo –
Yo seguía encerrado en mis pensamientos: Joaquín siguió:
– ¿Que dices? Te prometo que te van hacer gozar.
Te coges a las 2 y yo me doy a tu hermanita.
Su rostro lo decía todo.
Le llevaba ganas a Beatriz.
El intercambio parecía justo, Clara y Josefa eran dos niñas a la que cualquiera querría coger.
Tenían 15 y 13, bonitas, inocentes.
Chiquillas normales a las que definitivamente no me hacía la idea de cómo iba hacer Joaquín para que aceptaran el trato.
– ¿Aceptas?
– Le voy a decir a Beatriz –respondí –
– Dile – sentenció – porque no quisiera que todos se enteraran que coge con su hermano dijo casi para si, ya que tras de darle mi respuesta prácticamente había salido corriendo.
Cuando llegó Beatriz le hice saber la proposición de Joaquín.
Porque si bien no era la primera vez que tendría sexo con alguien que no fuera yo, siempre había sido manera de juego.
Esta vez era con alguien de 19 años, un casi desconocido, el que incluso se había a atrevido a chantajearnos.
Para tomar la decisión peso el hecho de que no queríamos que toda la vecindad supiera lo que hacíamos.
Esa misma noche le hice saber la respuesta y fue este quien acordó que sería al día siguiente, a eso de las 9 – me dijo –entendiéndole que sería en la mañana.
Por extraño que parezca mi hermana y yo no habíamos tenido sexo en más de una semana.
Llego la hora y supimos que Joaquín había elegido el momento idóneo, a pesar de que la vecindad era una colmena de casas apiladas en hilera una tras otra, ahora parecía casi desierta.
De vez en cuando se veía aparecer a alguna señora mayor que quizá hiciera los oficios domésticos, pero desaparecía luego.
¿Donde estarán las decenas de chicos que gritaban y jugueteaban en el patio por las noches? ¿Harían tareas o es que todavía no se levantaban? ¿Los papás?sabíamos que igual que los nuestros, salían temprano a trabajar, a buscar el pan para sus hijos.
Fue el mismo Joaquín quien pasó a nuestra casa a buscarnos y nos indico que lo siguiéramos a la suya.
No había nadie, nos dijo que sus hermanas habían ido a la tienda y que llegarían en un momento.
Me pidió sentarme en una de las camas y a Beatriz la hizo sentarse en una silla dejándola frente a el.
Sin mayor preámbulo se desabrocho los pantalones para luego dejar salir esa verga larga y flácida que sin parar le media no menos de 16 cm.
Pude ver el rostro de mi hermana y como me miró sorprendida de ver semejante badajo colgante.
– Mámamela putita – le había ordenado Joaquín –
Fiel a lo aprendido pude ver a Beatriz tomar entre sus manos aquel pedazo de carne, sobarlo como palpando lo que se iba a saborear.
Lo acariciaba suavemente, le descubrió capucha para dejar ver la cabeza brillante.
Lo beso tímidamente, le pasó la lengua como si quisiera saber a qué sabía, luego se metió un poco dentro de su boca para luego sacarlo y mirar el efecto que causaba en Joaquín.
– Te gusta – dijo el –Quiero que te lo comas todo, así como te comes el de tu hermano.
Instintivamente nos miramos.
Por un instante creí recordar las muchas veces que habíamos tenido sexo y eso me causo la sensación de que era a mí a quien le chupaba semejante tranca.
Ella quizá también imagino lo mismo porque la vi soltarse en sus movimientos, chupaba y lo masturbaba a la vez haciendo que Joaquín doblara su cuerpo hacía atrás dejando escapar sendos gemidos de placer.
– Eres una putita golosa – decía entre dientes –
Yo estaba excitado, mi verga había despertado bajo mis pantalones y me preguntaba a que horas llegarían las hermanas que me había ofrecido Joaquín, quien ahora parecía que su única preocupación era culear por la boca a Beatriz.
Definidamente lo estaba gozando, su pene se había agrandado, estaba venoso, con una curvatura hacia arriba.
Era irregular, grueso del tronco, un tanto más delgado en medio para terminar en una soberana cabeza.
Fácilmente sobrepasaba los 22 cm desde el pegue a la punta.
Mi hermana parecía estar gozando aquella verga, a la que le echaba hijitos de saliva para luego tragarse lo más que podía.
Joaquín se había quitado la camisa dejando ver ese cuerpo marcado por el ejercicio, Beatriz seguía sin desvestirse aunque tenía las tetas de fuera porque el mismo Joaquín se las había sacado para darle besitos en sus pezones.
Ella seguía sentada en la silla y quizás sin proponérselo me dejaba ver sus calzoncitos donde se le marcaba ese abultado chochito que yo adivinaba debía estar empapado de jugos vaginales.
Por instantes me hice a la idea de querer participar, era tanta mi excitación que me imaginé chupándole el chocho mientras ella disfrutaba aquella vergota que sin lugar a dudas le encantaba mamar.
De no haber llegado Clara y Josefa quizá hubiera intentado hacer mi realidad mi fantasía.
Pero ahí estaban, en el quicio de la puerta, viendo sin mostrar tanta extrañeza.
Como si aquello fuera algo que ya esperaban ver.
A su vecina atragantándose con la verga de su hermano, a mi sentado frente a ellos nomas observando.
Se miraban entre sí como sino necesitarán palabras, como si el sexo fuera algo a lo que estaban acostumbradas.
Detrás suyo estaba su hermano Miguel, quien no podía ocultar que la escena de su hermano y Beatriz le causo gran morbo.
Podía leer en sus ojos que igual que yo hubiera querido ir y participar.
Aunque Beatriz y yo sabíamos de antemano que también Clara y Josefa serian parte de lo que haríamos, no por eso dejamos de sentirnos cohibidos, incómodos.
Mi hermana incluso había cerrado sus piernas ocultando eso que segundos antes me tenía al borde de pedir unirme en un trío.
Instintivamente había sacado la verga de su boca la qué ahora colgaba desafiante ante ella (Indiscutiblemente era la verga más grande que había visto saborear a Beatriz).
Fue Joaquín quién tomó la iniciativa y tomando su verga entre sus manos se la ofreció otra vez a mi hermana.
– Tranquila chiquita – le dijo en tono apacible – Ya veras que estás son tan golosas como tú.
Como si aquello fuera una señal convenida, Clara y Josefa se adentraron en el cuarto.
También lo hizo Miguel quién había sacado su pito, grueso, muy grueso, aunque no era muy largo.
15 o 16 cm máximo cubierto totalmente por el prepucio.
Fue Josefa la menor de tan solo 13 años la que empezó a chupárselo a
Miguel, quién se había sentado junto a mí en la misma cama, dejándome ver en primer plano como ella le daba placer a su hermano.
Pude saber que a mí me tocaba Clara, la de 15 igual que Beatriz.
Era una niña bonita, delgada contrarío a su hermana que era un tanto más rellenita, rostro inocente, tanto que aún teniéndola frente a mí no me cabía en la cabeza que fuera capaz de ser parte de una orgia sexual.
Sentir su boca en mi pene fue la respuesta de que las apariencias engañan, mamaba como toda una experta.
Golosa, la sentía tragarse casi todos mis 17 cm para luego sacárselos y levantando mi polla me chupaba los huevos para luego volver a tragarse mi verga.
Ahí estábamos los 3, Joaquín perforando la boca de mi hermana, Josefa dándole placer al grueso pito de su hermano Miguel y Clara la inocente mamándomela como toda una experta.
Los 3 varones parecíamos sincronizados al doblar nuestras espaldas y con los ojos cerrados buscar en el techo la explicación a tanto placer recibido.
Fue otra vez Joaquín quién tomó la iniciativa y ahora lo vi bajándole los calzones a mi hermana para luego empezar a chuparle el chocho de una manera tal que la hacia contorsionarse y emitir gemidos cada vez más prolongados.
Supe por experiencia propia que Beatriz añoraba una verga, cosa que también Joaquín pareció darse cuenta porque lo vi llevarla a una cama que estaba al fondo, colocarla con las piernas abiertas y poniéndose en medio empezó a juguetear su garrote entre los labios vaginales de Beatriz haciendo que mi hermana de nueva cuenta cayera en ese estado agónico de pujido tras pujido, luego empujó con firmeza hasta que desapareció toda la cabeza, después poco a poco hasta que metió la mitad, otra vez hasta que Beatriz pareció no soportar más.
Como buen entendedor Joaquín empezó el mete y saca sin enterrársela toda, la cogia con maestría, con fuerza pero sin lastimarla.
Sin lugar a dudas ellos eran el centro de atención, porque si bien es cierto Clara y Josefa hacían su trabajo mamando las pollas de Miguel y mía, los 4 parecíamos más atentos a aquella cogida entre una verga de más 22 cm y una vulva de 15 años.
Entre jadeos y respiraciones agitadas cambiaron de posición, Joaquín se colocó de espaldas en la cama y ahora fue Beatriz quien encima de él se colocaba la verga en su entrada para ahora ser ella la que cabalgará a su ritmo.
Parecía que su mundo se había separado del nuestro y que ahora lo único que importaba eran ellos, se besaban apasionadamente, sus cuerpos sudados.
Quien pensara que minutos eran casi unos desconocidos y ahora desbordaban pasión, deseo y lujuria.
Fue mi hermana quién pareció haber llegado primero al orgasmo, su pequeño cuerpo de 150 se dejó caer en el casi 190 de Joaquín y este le respondió hundiéndole más la verga, la apretaba contra si por las caderas hasta casi dejar fuera únicamente los huevos, una y otra vez se la mando hasta fondo sumidos en una acabada bestial.
Contagiados quizás por lo que veíamos, primero fue Miguel el que terminó en la boca de su hermana, después yo, quien a pesar de tener a Clara pegada a mi verga tuve que masturbarme con mis manos para así depositarle 6 o 7 chorros sobre su rostro.
Nadie hablaba, los minutos pasaron.
Joaquín y Beatriz seguían en la cama abrazados.
Miguel de espaldas en la cama donde había estado yo al principio, Josefa a la par suya limpiándole el pene con su boca.
Clara junto a mi, de pie.
Me tocaba el pene, el que pesar de haber acabado todavía estaba parado .
– Nos vamos – dije dirigiéndome a Beatriz-
Algo en mi no cuadraba.
Cierto es que Joaquín le había dado la cogida de su vida a Beatriz, pero el trato había sido que yo igual me cogeria a sus hermanas.
También sentía celos, celos y no de hermanos.
Vi despedirse a Joaquín y Beatriz de beso.
Clara y Josefa parecían saber que no sería la última vez que estaríamos juntos, Miguel igual, aunque no me gusto que pusiera la mirada en el culito de Beatriz cuando pasó junto a él.
Ya era suficiente que se comiera aquella boa que tenía su hermano.
Ya en casa pude ver que caminaba con algo de dificultad.
Cuando le pregunté me confesó que le dolía hasta el estomago.
– Pero bien estabas de golosa – le dije-
Sonrío.
– Me gusta Joaquín – dijo como meditando para si –
Seguiré contando .
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