Verito — Capítulo III
Una chica inocente y su paso de niña a mujer.
Capítulo III: Mi padrino
Esta ha sido una semana maravillosa. Rafa vino al día siguiente y conversó con mi madrina y mi padrino. No vino antes porque su papá lo retuvo en el trabajo. Nos hemos visto todas las tardes, pero sólo en la puerta porque mi padrino no quiere que estemos solos en la casa y yo soy muy obediente… aunque a veces nos metemos un ratito a la salita. Nos ponemos a escuchar música y él me abraza en el sillón. Me gusta cuando me recuesto en su pecho y él cruza sus brazos por delante mío y me besa en el pelo, es tan rico sentirlo así, cerquita mío. Ayer estábamos así, acurrucaditos los dos y yo por tratar de acomodarme me afirmé en su pierna y me dio vergüenza porque mi mano quedó muy cerca de… bueno, de ahí. No pude evitar acordarme que algunos hombres tienen un bulto muy grande en ese lugar, ¿cómo lo tendrá el Rafa?
Hoy es domingo y mi madrina y yo hemos ido a la parroquia y mi padrino se ha quedado durmiendo. A él no le gusta acompañarnos, no sé por qué. Al volver, mi madrina me mandó a despertarlo, aunque ya era tarde. ¡Soy tan tonta!, ¡tantas veces que me han dicho que toque antes de entrar!. Abrí la puerta y no lo ví en su cama, entré y allí estaba mi padrino.
—¿Ya volvieron?, dijo, sin mirar.
— … (Yo, muda)
—No encuentro calzoncillos, negra –dice él— y justo entonces mira y me ve.
Yo sigo muda, mirándolo, paralizada. Él se encuentra desnudo al lado de la cómoda, su pene es más grande de lo que pensaba y cuelga entre sus piernas sobre dos enormes bolsas oscuras llenas de pelos. Se le ve poderoso, grueso, oscuro y no puedo dejar de mirarlo. Siento lo mismo que el día que recibí al pordiosero aquel. Mi padrino no se cubre ni hace nada, sólo me mira fijamente mientras yo estoy toda coloradita de vergüenza y… y me siento rara.
—Pensé que era mi mujer, dice.
—Está en la cocina, replico, me mandó a despertarlo.
—Ah, es que no encuentro los calzoncillos, me dice muy bajito.
—A lo mejor están en el segundo cajón, respondo también bajando mi voz y agachándome para buscar yo sus calzoncillos.
Cuando levanto la vista, su miembro es un garrote inmenso que apunta al frente, muy cerquita de mi rostro. Su cabeza a medias descapullada se ve húmeda y nuevamente siento ese olor que sentí el día que el caballero ese me la puso en la boca. ¡Siento tantas ganas! y la verga está tan cerca que hasta siento el calor que despide. No puedo quitarle la vista de encima, es como si fuese una cobra que me tiene hipnotizada. Ya casi me toca y yo tiemblo.
—Padrino… —susurro con mi voz temblorosa.
—Shhh —me hace callar tomando mi mano y llevándola hacia su falo palpitante.
Quema. Siento mi mano arder en ese fuego que irradia. Mi padrino me levanta y toma el calzoncillo que tengo en una mano y lo tira a la cama, luego me abraza fuertemente con una mano en la espalda y la otra incrustada en la hendidura de mis nalgas y mi cara se hunde en su pecho peludo. Su pene lo siento ardiente en mi barriga y me da miedo, mucho miedo. Me suelto de su abrazo y corro hacia mi pieza, allí me siento en mi cama, con mi corazón palpitante, quieriendo salírseme del pecho y muy asustada de sentir tantas cosas que no conozco. Pienso en Rafael y en lo sano que es él, ¿por qué yo tendré que ser así?, ¡me siento tan culpable!, ¡pobrecito mi padrino, víctima inocente de mi lujuria inexcusable!
No salgo de mi pieza hasta que me llama mi madrina a almorzar, creo que me quedé dormida. Ya la mesa está puesta y no sé qué cara tengo; mi madrina piensa que estoy enferma porque apenas pruebo la comida. Mi padrino a ratos me mira, preocupado. Terminan ellos de almorzar y mi padrino comenta que dormirá una siesta, que lo despierten para ver el fútbol y se va a su cuarto.
Lavamos la loza con mi madrina y mi ánimo mejora porque me pregunta por Rafael y me dice que lo invite a pasar la tarde conmigo ya que ellos estarán en su pieza y así lo hago, llamo a Rafa y cuando este llega, siento que ya todo está bien.
Lo que no me gusta de Rafa es que a él le gusta una música muy rara, trajo unos cd’s de rock de su casa y a mí lo que me gusta es la música romántica, pero aún así lo pasamos bien, nos reimos harto, cuidando de no meter mucha bulla, ¡qué lindo besa mi Rafita! Me besa los labios primero, luego los chupa muy suavemente, muy lento, y los toca con su lengua; luego me mete su lengua en la boca y toca mi lengua. Tiene un sabor tan rico y me encanta todo lo que me hace. Cuando me besa en el cuello siento una contracción en mi chorito, ¡qué cosa tan rara!
A la hora baja mi madrina de su cuarto y nos dice que saldrá un momento a visitar a su comadre y me pide que despierte a mi padrino en una media hora más, pero con el Rafa a mi lado me acordé cuando ya había pasado una hora así es que subí rápido al dormitorio de mi padrino y toqué a la puerta, mi padrino me gritó que pasara y así lo hice, estaba despierto y tenía ya la TV encendida.
—¿Y la negra?, pregunta.
—Fue donde la señora Norma, respondo.
—¿Me traería una cervecita, mija?, me dice.
—Sí, padrino, le respondo y salgo a buscar una botella de cerveza del refri.
Vuelvo y esta vez entro a la pieza sin golpear, mi padrino está sentado en la cama, con almohadones en su espalda; su pecho desnudo se ve muy peludo igual que sus brazos, la sábana lo cubre de la cintura para abajo.
—¿No quiere hacerme compañía un ratito, mija?
—Es que estoy con el Rafa, padrinito.
—Ah, está el muchacho, bueno, si se va luego, se viene para acá ¿quiere?
—Bueno, padrino, le digo y siento como unas cosquillitas en el estómago y mis orejas se encienden. No quiero pensar en eso, pero la imagen de la verga de mi padrino se me aparece enfrente y me da vergüenza que mi padrino se entere de lo que estoy pensando.
Creo que el Rafa me siente distinta, porque al rato me dice que se va a buscar al Diego y me pide que nos juntemos con él más tarde, no le insisto en que se quede, me siento nerviosa y creo que sé por qué.
Subo al dormitorio de mi padrino y entro. Él sigue igual que antes, recostado en su cama con el pecho desnudo. Me mira y se corre un poco hacia el centro de la cama haciéndome una seña para que me ubique a su lado, me pasa un brazo por debajo de los hombros y quedo así muy pegadita a él, me toma de una mano y la pone en su barriga haciéndome cariños en el dorso. Luego se inclina a besarme en la cabeza mientras siento sus abundantes pelos en su cuerpo. Eso me hace temblar y sólo atino a cerrar los ojos y pensar en todo esto que me está ocurriendo. Me gusta estar así con mi padrino porque yo lo quiero mucho a él, ha sido siempre un papá para mí, pero a la vez sé que no debería, ¡si mi madrinita supiera!
Yo me vine de chiquita a vivir con mis padrinos porque mi mamá no podía criar tanto niño chico, aunque por unos años viví en ambos lugares por temporadas. Algunos años después de que yo nací, mi mamá se juntó con el papá de mis hermanos. Tres hijos más tuvo mi mamita, pero igual terminó dejando a ese caballero; yo ya vivía con mis padrinos así es que mucho no me acuerdo de él. Bueno, sí me acuerdo de algunas cosas, pero prefiero no pensar en eso porque… bueno, hay cosas que preferiría no recordar, aunque igual a veces pienso en eso. Aparte de que me da pena porque a mi papá nunca lo conocí. Mi mamá nunca me quiso contar de él, pero yo creo que debe haberlo conocido cuando trabajaba para mis padrinos. Mi madrinita dice que mi mami trabajaba ayudándole en los quehaceres de la casa, pero yo sé que era la empleada y no sé por qué a mi madrina no le gusta usar esa palabra, pero es la verdad, mi mamá era la empleada de la casa de mi madrina y cuando yo nací ellos fueron mis padrinos de bautizo y por eso me quieren como una hija y yo los quiero mucho a los dos.
Poco a poco comienzo a acariciarlo, mi mano recorre su cuerpo haciéndome sentir tantas cosas que no puedo explicar; él se inclina hacia mí y busca mi boca, cierro los ojos y abro los labios, recibo su lengua que se enrosca con la mía. Esto es distinto, su lengua muestra una exigencia madura, experimentada, recia e intensa. La cara de mi padrino es áspera y se siente tan viril que siento que en sus brazos no tengo voluntad. Poco a poco abre los botones de mi blusa y saca mis pechitos al aire. Se abalanza hacia ellos y apretándolos toma un pezón entre sus labios y chupa fuertemente haciendo ruidos con la succión. Me aprieta las tetas enloquecido haciendo que mil sensaciones recorran desde mi vagina hasta mis pezones que se introducen en su boca absorbidos, a ratos violentamente, provocándome un delicioso dolor, un estremecimiento que me hace retorcerme, sobrecogida por la pasión y el deseo. Con los pies, mi padrino se deshace de las sábanas y todo su cuerpo queda al descubierto, su pene se bambolea potente y viscoso ante mi vista nublada.
Cierro los ojos, no creo poder ser capaz de sentir tantas cosas al mismo tiempo, me concentro un rato en sus chupadas a mis tetas, luego en el roce de sus piernas rudas, luego en su verga que se restriega en mis piernas. ¡Oh!, ¡es demasiado!, no creo poder resistir. Siento una corriente eléctrica que recorre desde mi chorito hasta mi cara y como que me hago pipí de gusto. Mi padrino me desnuda, me quita la faldita, ya me ha sacado el sujetador, ahora son los calzones, me los quita rápidamente y sin preámbulo se zambulle allí abriendo mis piernas con sus manos fuertes, un escalofrío recorre mi ser; quiero gritar de gusto al sentir su lengua entre mis piernas; nunca imaginé siquiera que eso se pudiera sentir. Mi cara arde, ¡Aghhh!, ha metido su lengua entre mis pliegues. ¡Qué está haciendo!, me chupa algo que me hace desfallecer, ¡Ahhh!
—¡Pa…dri…noooo! ¡Ahhh! ¡¿qué me… está….ahhhhhh….! ¡AGGHHHH!, ¡QUE ME MUEROOO!
Luego se pone de espaldas en el centro de la cama y me sube al revés sobre él, tira de mis piernas y nuevamente me ataca en ese lugar que ni yo sabía que podía hacerme sentir eso; su verga queda frente a mí, palpitante, chorreando sus jugos que caen en hilitos sobre sus bolas inmensas, puedo ver sus venas gruesas y salientes, me vuelvo loca de placer. La tomo entre mis manos y chupo con todas mis fuerzas, mi padrino tiembla. La siento salada, caliente y dura; se estremece en mi boca.
Mete un dedo en mi cuevita y me hace saltar de gusto; estoy muy mojada allí. Luego pone el dedo en mi botoncito y casi me desmayo de placer. Sigo chupando mientras él cada vez entra más en mi boca, siento que algo me viene, creo que me hago… mi vista se nubla, ¡Aghhhhh!, mi cuerpo se convulsiona y luego todo se me hace negro; mi cabeza cae entre sobre sus bolas y su pene lo siento en mi cuello quemándome la piel.
Poquito a poco reacciono. Mi padrino me ha acostado de espaldas y está sobre mí, su pene está tocando mi cuevita y sus manos sostienen mis piernas; siento como su cabeza entra en mi ser, se queda quieto y me mira con los ojos entrecerrados, su cara demudada de placer. Se inclina sobre mí y lo mete, no me duele nada, solo siento que resbala hacia adentro; me siento llena de su carne ardiente. Me besa y comienza un salvaje ritmo que hace que me falte el aire. No siento dolor en mi conchita, sino más bien un ardor, una sensación de que no me cabe ahí, pero no me duele realmente.
Su pecho me aplasta las tetas, siento sus pelos en mis pezones, su cuello está mojado de transpiración. Lo abrazo fuerte y aprieto su cabeza contra mí mientras muevo mis caderas en un baile que recién me doy cuenta que conozco sin que nadie me lo haya enseñado. ¡Se siente tan rico!, sus bolas golpean contra mis nalgas y su pene me aserrucha con violencia; levanta su cabeza con la boca abierta y emite un rugido seguido de convulsiones de su cuerpo todo y luego escupe su leche en mi interior; ¡Ahhhhh! ¡Qué rico, mijiiiita!!! –grita, mientras siento como su líquido resbala en mis paredes interiores en un sinfín de estertores de su verga magnífica; me retuerzo de placer mientras un segundo orgasmo se apodera de mí. Desfallezco.
—Te amo, hijita querida, —balbucea—, y nos quedamos abrazados así, él sobre mí, sin sacar su verga que me ha hecho mujer al fin.
Torux
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