Verito — Capítulo V parte a
de adolescente 14 a hembra ardiente.
Capítulo V parte a: Mi amado Rafael
En la ducha pienso en lo extraño que ha sido todo desde hace unas semanas; hasta hace un mes atrás yo era una niña virgen, inocentona, con muchas ganas de algo que ni sabía qué era, pero sin experiencia de ningún tipo; no conocía un pene, solo los de mis hermanitos chicos, y hoy conozco dos y ambos me han hecho inmesamente feliz, el de mi padrino y el del mendigo, don Rigoberto. Los he chupado, me han penetrado y los he disfrutado como jamás nunca en la vida imaginé y me gusta sentirme así; es como si de pronto la Verito, la niña, ya dejó de ser una niña y se está convirtiendo en una mujer ardiente y deliciosa y me gusta; me toco el botoncito entre mis piernas y lo masajeo suavemente con una mano, mientras con la otra me acaricio un pecho tomando mi pezón entre dos dedos y lo aprieto y lo estiro, es una sensación tan rica, el chorito y las tetas deben estar conectados de algún modo, pienso, mientras el agua tibia se desliza suavemente por mi cuerpo.
Hoy viene a almorzar mi Rafita. ¡Ay! ¡No hallo las horas de que estemos juntitos en el living solitos para darnos besitos y decirle que lo quiero tanto! Cuando pienso en él se me olvida todo y quisiera no acordarme de nada más, me gustaría pensar solo en él, pero a ratos mi mente, que se manda sola, me envía destellos de los picos que me he comido y las imágenes se cruzan con la cara de mi Rafita; me da no sé qué pensar que él también podría querer hacer lo mismo que hacen mi padrino y el caballero ese que me pide comida, pero no creo porque Rafa no es así, él es muy lindo, con sus rulitos castaños que le caen por la frente y sus piernas fuertes de futbolista y con pelitos suavecitos, ¡me encanta!
Cuando llegó Rafa, venía con mi madrina; yo estaba en la cocina y ya tenía todo preparado. Le di un besito en la cara, porque delante de mi madrina no le daba besos en la boca, y él ¡venía con un olorcito tan rico! Me tomó por la cintura con esa fuerza que él tiene y que a mí me vuelve más loquita si cabe.
En eso apareció mi padrino y lo invitó al living, así que mi madrina y yo nos quedamos terminando todo en la cocina. Mi padrino le ofreció una cerveza al Rafa, Jiji, yo creo que a mi padrino le cae bien mi pololo y eso me pone muy contenta. ¿Cómo sería si Rafael me pone el pico como me lo ponen mi padrino y el otro caballero? ¡Ay, dios! ¡No sé por qué se me cruzan estos pensamientos! Juro que trato de no pensar así de mi Rafa, pero es que no lo puedo evitar, simplemente no lo puedo evitar, es como si mi mente se mandara sola… bueno, en realidad se manda sola porque cada vez que quiero pensar solo en cosas buenas se me aparecen esos pensamientos malos.
Rafael y yo nos sentamos juntos en un lado de la mesa; mi padrino en la cabecera como siempre, porque él es el jefe de hogar y le corresponde sentarse ahí; mi madrina y Rafael a los costados y yo al lado de mi Rafita. A Rafa no le cuesta nada hablar con mi padrino, yo lo escucho embelesada y me concentro harto en escuchar su voz, es como si sus palabras no significaran nada, pero vuelan por sobre la mesa, se mecen sobre mí y a ratos me tocan, me acarician; algunas palabras resbalan por mi cara, caen sobre mis tetas, se deslizan por mi vientre y una que otra cae en mi zorrita que palpita con el suave toque de sus vocales.
—Despierte, mija, —escucho a mi madrina— ofrézcale postre a Rafaelito.
Es que soy tan soñadora, no hay caso, vuelvo a la realidad, Rafael me mira sonriente y mi padrino me mira curioso, y por supuesto que se me ponen las orejas coloraditas.
Vuelvo con helado de chocolate para Rafa y para mi madrina y yo traigo helado de frutillas para mí; mi padrino no quiso, pero le traje un aguaperra que es como él le llama a un agua de cáscara de limón.
Una vez que almorzamos, nos sentamos todos en el living; mi madrina le pregunta a Rafael por su papá y él le dice que está en su trabajo. Mi madrina le manda saludos. Parece que mis padrinos conocen más al papá de Rafa de lo que yo había supuesto, porque preguntan por él con mucha naturalidad, como quien habla de un vecino al que no ven hace tiempo.
En todo este rato yo estoy sentada al lado de Rafael y aunque no nos estamos tocando, sí estamos juntos y nos miramos a ratos; me gusta su cara, él es bien blanco y tiene pelitos de la barba; si se la dejara crecer tendría una barba castaña y abundante —pienso. Sus dientes blancos y sus labios ricos, ¡qué ganas de besarlo!, ¡de comérmelo a besos!, ¡de apretar mi pecho en su pecho!, ¡que me meta su lengüita en la boca!, pero no puedo porque están mis padrinos y ante ellos tengo que ser bien señorita. Mi padrino al fin decide irse a descansar y mi madrina lo sigue.
Cuando nos quedamos solos, tomo fuertemente del brazo a Rafa y lo miro con una amplia sonrisa cómplice, él me toma de la nuca y me acerca la boca a sus labios y me besa; me besa tan rico que hasta cosquillitas siento en la guatita; le chupo la lengüita y le acaricio el brazo; él toma mi mano y me la besa; yo tomo la mano de él y se la beso también. En eso, él me pasa un dedo por los labios como que quisiera dibujarlos; me pasa una y otra vez el dedo índice por mis labios y en un instante involuntario yo saco la punta de la lengua y toco su dedo con ella; él me mira con una intensidad nueva y deja su dedo quietito en mi labio inferior y me mira fijamente, yo también lo miro fijamente y siento una pequeña contracción en el chorito mientras abro muy lentamente la boca. Así, con mi boca apenas entreabierta, le chupo el dedo y él lo introduce imperceptiblemente, poco a poco.
Le chupo el dedo con urgencia, con abandono, mientras mi vista no se despega de sus ojos café claro; él me mira con… con… ¿ganas?
Repentinamente me dice que lo acompañe a su casa. Yo no sé qué hacer. Mis padrinos no van a querer, pero él insiste.
Me dirijo al cuarto de mis padrinos y le digo a ambos que el Rafa quiere que lo acompañe a su casa a escuchar música; mi madrina se rehusa, me dice que no quiere que esté sola con el muchacho. Yo sabía que no iba a querer, pero entonces, mi padrino se da vuelta en la cama y dice:
—Déjala ir, negra, la niña se portará bien, ¿verdad, mija?, me mira dejando la pregunta en el aire.
—Si, padrinito, le respondo y le devuelvo la mirada directa a los ojos donde atisbo a ver algo, tal vez una complicidad o un entendimiento, aunque no estoy segura.
Rápidamente nos encaminamos con Rafa a su casa que queda a la vuelta de la esquina. Al entrar, él se saca su polerón y lo tira en el sofá mientras me toma de la mano y me lleva a su cuarto; no me sorprende nada, yo también quiero que me lleve a su pieza. ¡Ay! ¡que diosito me perdone, pero lo único que quiero es que me haga puras cositas ricas!
Una vez en su pieza, Rafa me tomó románticamente de la cintura y me besó muy rico en la boca, me encanta estar así, aprisionada por sus brazos y sentir el calorcito de su cuerpo. Enseguida me desabotonó la blusa y me sacó un pecho del sostén, es la primera vez que hace algo así; me chupa el pezón erecto con una suavidad y me lo muerde despacito mientras yo me abro la blusa completamente para facilitarle la tarea y luego me quedo desnuda para él de la cintura para arriba. Se le nota la calentura en la cara; me mira las tetas y me las amasa, las aprieta, me succiona los pezones; primero uno, luego el otro. Yo me siento mojada ahí abajo y, de pronto, me acuerdo que no hace más de unas horas que mi padrino estuvo ahí mismo, espero que mi Rafita no se dé cuenta, pienso.
Se separa de mi y se saca la polera quedando igual que yo, con su torso desnudo; yo miro con todo el amor del mundo, ¡es tan varonil mi Rafita! Su pecho tiene pelitos en la parte superior y desde el ombligo baja un caminito de pelos castaños que se meten dentro del pantalón. Acaricio su estómago firme, duro y musculoso, se nota que hace deportes y me da un poquito de vergüenza de lo floja que soy yo y pienso en mis kilos de más, pero a él no parece importarle, me aprieta contra su pecho y nos traspasamos nuestro calor; al mismo tiempo que me doy cuenta de lo dura que lo tiene, ambos nos sacamos el poco de ropa que aún nos queda; yo me quedo en calzones, pero él se saca todo y por primera vez le veo el pico; un don pico, parado, duro, babeante, blanco, con venas y con la cabecita púrpura toda descubierta; es una verga distinta, no es la verga morena y madura de mi padrino y el caballero ese. Es una verga joven, con una dureza de fierro, dispuesta a la penetración sin dilaciones, una verga hermosa, linda, atrayente, chupable; bajo ella un par de cocos rosados, colgantes, cubiertos de pelos castaños, uno más abajo que el otro.
Rafael, en todo este rato se queda quieto, se deja admirar por mí, se exhibe ante mí, como un macho que se sabe digno de adoración, y yo lo adoro; me inclino ante él como una esclava y le beso la cabecita caliente que me deja un hilo de baba pegadito a mis labios y luego, sin poderme contener, me meto la mitad en la boca y lo chupo, ¡sabe tan rico!, ¡Saladito y dulce a la vez! Su verga expulsa poco a poco un jugo delicioso que saboreo y doy vueltas en mi boca tratando de retener ese gustito maravilloso del pico de mi amado Rafita.
Me siento en la cama para seguirlo chupando, pero él con una mano me empuja suavemente y me deja acostada con medio cuerpo sobre su cama y me saca los calzones de un tirón. Sube luego mis piernas y sosteniéndolas con sus manos, me aprisiona mi botoncito con sus labios y juro que no quise gritar, pero me salio un ¡ayyyy! del alma, de muy adentro; su lengua cascabelea entre mis labios adentrándose en mi cuevita; ¡ojalá no sienta el sabor de mi padrino!, pienso, pero después me tranquilizo, porque después del baño no podría quedar nada que indique que allí estuvo otra verga esa misma mañana.
—Verito, me susurra, —eres tan rica, necesito metértelo, ¿me dejas que te la meta?, me pregunta.
Yo en mi desvarío igual encuentro rara la pregunta, mi padrino ya me la habría metido hasta los cocos y el caballero que me pide comida ya me tendría atravesada completamente, pero mi Rafita es tan considerado.
—Sí, mi amor, le respondo, —métame el pico hasta el fondo.
Inmediatamente me arrepentí mucho de haber dicho eso porque… ¡sonó tan vulgar!, pero la verdad es que se me está haciendo costumbre pensar con palabras bien cochinas y en ese momento se me salió en voz alta; de todos modos, parece que a Rafa más lo calentó que le hablara así y rápidamente me pidió que me acostara al centro de la cama y él se puso sobre mí; yo instintivamente abrí mis piernas y él con su mano derecha acercó el pico a mi chorito; cuando lo tocó me estremecí como nunca antes; lo miré a los ojos con mi boca abierta y lo sentí; caliente como una brasa, su verga comenzó a abrirse paso por mi cuevita extremadamente lubricada, se resbaló sin problemas hasta el fondo, hasta que sentí sus bolas peludas en mis nalgas, se abrazó a mí y comenzó un lento vaivén, culeándome muy despacito. Una sensación nueva; una cosquillita en mi estómago, un gustito y un placer que sólo me permitían abrir la boca sin emitir sonido alguno; me mataba de gusto, ¡qué sensación tan rica de sentir esa pichula entrando y saliendo de mi chorito caliente! En un instante me clavó tan adentro que sentí como un espasmo que recorrió por mi cuerpo; mis manos lo abrazaban con fuerza por su espalda fuerte y suavecita.
¿Cuánto rato estuvimos así? No lo sé, nos besamos, me mordió mis tetitas, me apretaba con sus piernas, pero de pronto no aguantó más y me aserruchó fuertemente hasta que con un rictus me la metió hasta el fondo y eyaculó provocándome estertores de placer y un vahído me inundó los sentidos.
Torux
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!