Verito — Capítulo VI
De niña a mujer.
Capítulo VI: Mis hombres
Después de esa maravillosa sesión de sexo y experiencias nuevas para mí, Rafael y yo nos duchamos ya que yo tenía que volver a mi casa y cuando yo estaba en calzones y a punto de ponerme mi sostén, escuché al padre de Rafa preguntándome si ya me iba, con una normalidad en su voz que no se condecía con ver a su hijo y su polola a medio vestir en una obvia confirmación de todo lo que había ocurrido allí hacía apenas unos minutos.
Quise decir algo, pero con el sobresalto solo me salió un ¡Oh! del susto de verlo frente a nosotros.
Me tapé la cara de la vergüenza de que don Rafael me viera así, con las tetas al aire. En el apuro no pensé siquiera en cubrirlas sino que, más bien como hacen los niños, tapé mis ojos como si eso me hiciera invisible ante los demás. Rafael me tomó por detrás y tomando mis tetas con sus manos me habló quedito en mi oreja diciéndome —“tranquilita, no pasa nada”. Quise entonces cubrir mis tetas, pero Rafa no me dejó, quitó mis manos y volvió a tomar mis tetas, pero sin cubrirlas, sino más bien tomándolas por debajo y levantándolas las exhibió ante su padre como si de un par de trofeos se tratara.
Don Rafael, con toda tranquilidad me espetó: “Tiene unos pechos muy lindos, Verito, debería mostrarlos más seguido cuando esté por acá”, y se dio media vuelta dejándonos solos nuevamente. Miré a Rafa en una muda interrogación y él solo atinó a comentar: “Tiene razón mi viejo” y siguió vistiéndose dejándome en medio de un mar de preguntas.
Rafa se iba a despedir de mí en la puerta de la casa, pero mi padrino abrió en el instante en que llegábamos y lo hizo pasar. Ambos se sentaron en el living y se pusieron a conversar mientras yo iba a ver a mi madrinita para avisarle que ya había llegado.
Mi madrinita me estuvo preguntando que por qué me había demorado tanto y yo le dije que me había entretenido tanto en la casa del Rafa que se me había pasado la hora como si nada. ¡Es que a mi madrinita no le puedo mentir! Así es que cuando me preguntó si don Rafael estaba también allí con nostros solo le pude decir la verdad, que también estuvo allí con nosotros. ¡Ay! ¡qué rico que no había tenido que contarle ninguna mentira a mi madrinita!
Cuando entré al living nuevamente, mi padrino y el Rafa estaban sentados en el sofá, uno al lado del otro, pero no alcancé a escuchar de qué hablablan. Al verme, Rafa me tomó de la mano y haciéndome un ladito me invitó a sentarme entre ellos. Sin soltar mi mano la ubicó muy cerca de allí, de esa parte que a mí me atría tanto y eso me dio mucha vergüenza porque mi padrino estaba a mi lado, pero supongo que no había nada de malo en ello. Era solo que me tenía de la mano, nada más. No quise mirar a mi padrino, eso sí, porque iba a notar que la cara se me puso un poquito roja. Rafa pareció no darse cuenta porque entrelazó sus dedos con los míos y dejó su mano entre sus piernas, muy cerca del peligro.
Mi padrino me hacía preguntas: qué si había pasado una bonita tarde, que si me había portado bien, que si me había gustado la música, etc. La verdad no entendí eso de la música, ¿qué música?, pero igual respondí a todo con un sí medio bobo y con la cabeza gacha. Me sentía muy estúpida, pero es que eso me pasa cuando no sé bien de qué se tratan las cosas y en esta ocasión realmente presentía que algo había que yo no sabía y eso me hacía actuar tontamente.
Un rato después mi padrino se paró para dejarnos solos, pero Rafa ya se tenía que ir así que se despidió de mi padrino quien le dijo algo así como que cuando quisiera que yo fuera a su casa, le preguntara a él. A mí me sorprendió eso, pero me alegré de que mi padrinito fuera tan bueno conmigo. Rafael le dijo que sí, que esperaba tenerme en su casa bien seguido y escuchar eso me puso entre inquieta y feliz. Mi padrino me miró y sólo me dijo: «ya escuchó al muchacho, prepárese» y sonrió.
Esa noche, en la oscuridad de mi habitación, mientras repasaba los eventos del día se me ocurrió que había varias cosas que no lograba entender, pero mi felicidad era tanta que no me dejaba pensar bien. Esa mañana la verga de mi padrino había sido completamente mía, por la boca y por la zorra. El mendigo, don Rigoberto, de algún modo también fue parte de la calentura que nos había agarrado a mi padrino y a mí y en la tarde fui completa y totalmente de Rafael. Me sentía tan contenta que al final de cuentas, también Rafael fuera un cochino. ¡Uy!, pensé, ¡Rafael es un sucio! Sí, mi novio era un sucio, un hombre como todos los demás y eso me gustaba tanto, ¡tanto! Recordé su verga rígida; tan, tan dura y erecta que apuntaba hacia arriba en vez de al frente como la de mi padrino. También repasé una y otra vez el momento en que me la metió por la cola. Fue doloroso, más de lo que yo hubiese pensado si hubiera sabido que también se podía hacer por ahí, de hecho, el hoyo me quedó muy adolorido e incluso en este momento en que estoy en mi cama, me paso un dedito por el hoyo y me duele y lo siento como una canoa, dilatado, ya no es el hoyito circular y apretadito que tenía antes que Rafa me lo rompiera; es verdad, es muy doloroso, sí, pero al final ¡resultó tan placentero! ¿Cómo será que Rafa habrá aprendido tanto sobre cómo hacer tan feliz a una mujer? Tiene solo 18 años; cuando pueda le voy a preguntar, pensé.
Que don Rafael haya visto mis tetas y que las haya admirado fue también un momento que no quería olvidar. Todo este día ha sido un cúmulo de experiencias nuevas, pensé, y al cerrar un ratito los ojos, un estremecimiento recorrió mi espalda al recordar la boca de mi Rafita comiéndome el chorito. Apreté las piernas y volví a sentirlo como en la tarde con su cara entre mis piernas y la sensación exquisita de la succión de su boca en mi zorrita y su cara sin afeitar picándome la parte interna de los muslos.
Así, con los ojos cerrados, me metí un dedito, el dedo medio; la puntita primero y todo el dedo después. Mi respiración se agitó y como en un suspiro lancé una queja, un siseo entre los dientes, un entrecortado “Raa…faa…pa…driii…noo” y enseguida el olor a pico inundó mis sentidos mientras una verga enorme se introducía en mi boca en la oscuridad. Abrí los ojos sorprendida y a mi lado vislumbré la figura de mi padrinito que me metía el miembro por la boca en el típico movimiento de vaivén que tanto había llegado a apreciar. En ese momento sentí que había nacido para eso, que mi vida entera se justificaba en esa chupada de verga que me hubiera gustado haber conocido años antes, sin embargo, por algún motivo que no supe entender, mi padrinito de pronto me privó de su pichula y dándome un besito en la frente, me dijo que me quería mucho y que me durmiera, que descansara y se fue. No entendí por qué había hecho eso, pero… ¡había tantas cosas que tenía que aprender del mundo de los adultos! Poco a poco el cansancio me fue ganando y así entre imágenes de hombres y sensaciones de gozo me fui quedando dormida con un cosquilleo en mi entrepierna.
En los días que siguieron, Rafa me fue a ver todas las tardes, pero en ningún día de esa semana pudimos hacer nada más. Tampoco mi padrino tuvo mucho tiempo y a pesar de que me miraba con ganas no hubo nunca una oportunidad de estar solos por mucho rato. Lo único destacable, tal vez, es que todos esos días vi a mi madrina muy contenta y muy cariñosa con mi padrinito, ¡qué lindos son!
¡Ah!, otra cosa que ocurrió consistentemente todos los días, fue que mi Rafita me recordaba a diario que le contara si había pasado algo entre mi padrino y yo en esos días. Yo le dije la verdad, que no habíamos tenido nada más desde aquel día. Pero, un día en que me lo estaba preguntando nuevamente, recordé lo que pasó la noche de ese domingo y se lo dije al Rafa. Le conté que cuando ya me había acostado, mi padrino había entrado a la pieza y me había puesto el pico en la boca. Rafa pareció excitarse mucho con eso, me pidió que le contara con lujo de detalles todo lo que había pasado y la verdad es que no había pasado mucho, solo se la había chupado en la oscuridad por un rato y cuando parecía que iba a acabar, me la sacó y se fue a su pieza. Mientras yo le contaba esto, Rafa se agarraba la verga por fuera del pantalón. En un momento me hizo acariciársela, pero mi madrina estaba en la casa así que no pude hacerle nada más. Eso sí que cuando nos despedimos me dio un beso más caliente que los otros días y entre susurros me dijo que necesitaba culearme. Yo no me sorprendí de que usara esa palabra porque cuando yo andaba caliente también me gustaba usar palabras bien indecentes y como en ese rato ya me había agarrado la calentura le respondí que yo también quería que me reventara con la pichula y creo que mi Rafita casi eyacula ahí mismo en la puerta de la casa cuando le susurré eso en la oreja.
Cuando se fue caminando hacia su casa me quedé mirándolo, ¡mi Rafita es tan varonil y tan apuesto! Su caminar raudo lo hizo llegar rápidamente a la esquina de la cuadra y cuando estaba a punto de doblar lo vi cruzarse con el mendigo que venía en sentido contrario con un saquito de quién sabe qué cosas.
Los días pasaron muy lentamente, algunas veces sentía que me moría de ganas de estar con Rafa, o con mi padrino, o con el mendigo o… ¡Ay!, ¡no sé con quién! ¡quería estar con un hombre! A ratos me avergonzaba mucho porque muy dentro de mí sabía que con tal de aplacar ese deseo no me hubiera importado si ese hombre era el almacenero, don Rafael, el cura o cualquier hombre que tuviera un pico de cualquier tamaño, color o sabor, ¡y me daba mucha rabia porque en el fondo yo quería sentir eso solo por mi Rafita, pero no podía!
El sábado siguiente mi madrinita me contó que se había encontrado con don Rafael en el almacén y le había preguntado por mí. Yo hice como que no escuché bien y no respondí nada, pero mi madrinita me repitió que don Rafael había preguntado por mí y que los había invitado a él y a Rafa a almorzar el día siguiente. Me estremecí, ¿don Rafael vendría a la casa con el Rafa? No supe qué responderle a mi madrina; por un lado la idea me gustó, pero por otro lado también me parecía que mi madrina hablaba de don Rafael como si lo conociera y entonces le pregunté:
—Madrinita, ¿Ud. conoce a don Rafael?
—Pero claro que sí niña, si la mamá de Rafaelito y yo éramos amigas y antes de casarse, don Rafael anduvo un tiempo cortejando a su mamá.
—¿A mi mamá? —pregunté, sorprendida.
—Sí, a su mamita… cuando vivía aquí con nosotros. Creo que hasta salieron un par de veces. Claro que eso fue mucho antes de que Ud. naciera.
¿Mi mamá y don Rafael? —pensé— y una gran confusión se apoderó de mí.
En la tarde Rafa vino a verme y antes que yo le preguntara nada me dijo que mi madrina los había invitado a él y a su papá a almorzar el día siguiente. Yo me sonreí y le dije que sí y le di un besito. Me encanta darle besitos a mi Rafita, es tan lindo y lo quiero tanto. También me dijo que después de almuerzo quería que fuéramos al cine y eso me gustó tanto que le di otro besito más.
Al día siguiente tuve que levantarme muy temprano porque mi madrinita decidió salir a la primera misa del día para tener tiempo de preparar el almuerzo y hacer el aseo entre las dos. No sabía que a esa hora la misa era oficiada por un cura nuevo, o al menos yo no lo conocía. De aspecto severo, en sus cuarenta y tantos, cara recia, voz gruesa y aspecto muy varonil. Me mente se manda sola, no hay caso. Quería escucharlo y ser buena, pero lo comencé a mirar mucho y hasta creo que en un instante él se fijó en mi, pero no estoy segura.
Poco antes de finalizar la misa, en el momento de la comunión, mi madrina me llevó con ella para hacer la fila, no iba mucha gente a esa hora a la iglesia por lo que no esperamos mucho para comulgar. Mi madrina recibió la hostia primero y luego me acerqué yo; saqué la lengua y sin saber por qué cerré los ojos y un pensamiento cochino se me atravesó en ese mismo instante; imaginé que le pasaba la lengua por la cabeza del pico al curita que tenía enfrente y me puse muy roja. No fue más que un segundo, pero el rubor me quemó la cara. En ese mismo instante la hostia tocó mi lengua y un dedo del cura me acarició el rostro. Sin mirarlo me di vuelta y seguí a mi madrina. Me recriminé en silencio por sentir esas cosas. ¡Qué pecado más grande imaginar esas cosas con el curita! Pobre, acariciando mi rostro en un acto de bondad y yo imaginando cosas con… ¡con su miembro! ¡menos mal que él nunca sabrá lo que esta pecadora llegó a pensar de él!
Cuando regresamos con mi madrina pasamos por el almacén primero y luego nos dirigimos a la casa. Al llegar casi me muero de la impresión; el mendigo estaba hablando con mi padrino. Nosotras saludamos y entramos y mi padrino me detuvo y me habló en voz baja:
—Verito, vea en la cocina si su madrina tiene algo para darle a este caballero, y me pasó el tarrito ya tan familiar para mí. Yo lo recibí y me dirijí a la cocina y le expliqué a mi madrina quien diligentemente me llenó el tarrito de comida. Cuando me acerqué a la puerta, mi padrino me puso a un costado, un poco tapados por la puerta y me tomó de la mano.
—Verito, el caballero dice que ud. es una niña muy buena. ¿Es verdad que es una niña buena?
Yo no supe qué decir. El mendigo me miraba con una mirada de entendimiento y mi padrino acercó casi impercetiblemente mi mano a la parte frontal de su pantalón. La verga se le endurecía más y más levantándose con la presión de mi mano aún sujeta por la de mi padrino. Lo apreté fuerte y luego lo solté.
—Es una niña muy buena, ¿no?, dijo de pronto mi padrino mirando al mendigo que asentía y repetía
—Sí, la señorita es muy bonita y una muy buena niña.
De pronto un sonido de la cocina me hizo caer en cuenta de que a mi madrina podría parecerle raro que estuviéramos mi padrino y yo aún con el mendigo y me escabullí hacia dentro de la casa. Mi padrino despidió al hombre y cerró la puerta.
El resto de la mañana mi madrina se ocupó enteramente en la cocina mientras yo me preocupaba del aseo; tenía que tener todo impecable para cuando llegaran Don Rafael con el Rafita. Las labores no me dejaron pensar mucho más, pero todas las cosas las hice con el ardor entre las piernas que parecía no querer dejarme nunca. Mi padrino se fue a su pieza y allí estuvo toda la mañana.
A eso de las 12 mi madrina me pidió que subiera a verlo por si se le ofrecía algo y lo encontré viendo tele en su cama. En cuanto me vio me extendió el brazo invitándome a su lado, pero yo tenía aún mucho que hacer así es que no quise perder tiempo. Aún así lo dejé que me metiera la mano entera bajo el vestido y me agarrara la concha sobre el calzón. Sentí su mano caliente y el ardor de mi concha aumentó aún más. Me pidió que le llevara una cerveza y eso hice. Cuando entré a la pieza nuevamente, me pidió que le chupara el pico un poquito (me estremece cuando me susurra “chúpeme el piico, m’ijiita” alargando la “i”, con su mirada puesta en mis ojos, en un ruego ardiente), pero yo, contra todos mis deseos, me tuve que negar porque no tenía tiempo. Era la primera vez en mi vida que me negaba a chupar un pico, aunque no tenía intenciones de repetir esa conducta muchas veces.
Rafa llegó un poquito antes que su papá. Cuando apareció, don Rafael llevaba un ramo de flores para mi madrina y un vino para mi padrino. ¡Qué distinción! —pensé yo—. A mí no me llevaba nada, pero conque me hubiera dado a mi Rafita yo ya tenía suficiente.
Mi madrina saludó muy afablemente a don Rafael y a Rafa y me mandó a servirles algo para beber. Se sentaron todos en el living, mientras tanto yo volví con refrescos en una bandeja, pero mi padrino y don Rafael quisieron cerveza. Me gustó tanto verlos a todos tan animados, era como que mi casa, cotidianamente tan tranquila, ¡de pronto se volvió chispeante, llena de vida, con gente conversando!. Miraba a don Rafael y me parecía increíble que él y mi mamá alguna vez hayan tenido algo. Mi mamá no era nada fea, aunque yo creo que salí más a mi papá, aunque no lo conociera. Mi madrina me sacó de mi ensoñación y me pidió que vigilara el asado y Rafa se ofreció a acompañarme a la cocina. Allí me vio haciendo las cosas sin dejar nunca de mirarme. A ratos me miraba a los ojos y yo me reía, luego me miraba el culo y yo también me reía. A ratos se tomaba el paquete con la mano y me lo mostraba y yo más reía. ¡Estaba tan feliz!
El Rafa me recordó que quería ir al cine conmigo. Me dijo que le pediría permiso a mis padrinos y yo lo quise tanto que le di un piquito en los labios. Rafael tiene unos labios cálidos, suavecitos, ricos, siempre tienen un saborcito indefinible, pero tan rico que me dan ganas de chuparlo entero. Además siempre tiene un olorcito que me pone bobita. Lo dejé un momento para revisar la carne y me agaché frente al horno. Todo estaba bien, pero cuando me fui a parar casi me golpeo con la pichula de Rafael que la tenía parada y fuera del pantalón, casi tocándome la cara. Me dio pánico, pero igual me la metí en la boca. Es un segundo no más, pensé. ¡Qué pico tan rico el de mi Rafa!, caliente y con la cabeza suavecita, rosada y húmeda con gotitas de un líquido que le sale a él cuando está muy caliente. Lo chupé con fruición y abrí los ojos cuando mi padrino carraspeó detrás de Rafael. Yo me paré horrorizada, pero Rafael, solo le sonrió a mi padrino y este le palmoteó el hombro. ¡El Rafa, descaradamente, no se guardó el pico!
Mi padrino se acercó a mí, me puso una mano en el hombro y me empujó hacia abajo nuevamente.
—Agáchese —me susurró— y tomando él mismo la verga de mi Rafita con una mano me la dirigió a la boca y con más ganas lo quise chupar pero casi inmediatamente se separó de golpe y se alejó pidiendo algo en voz alta y simulando buscar algo que no supe qué era. Mi madrina apareció en la cocina en el instante en que Rafa ya tenía guardado su instrumento, pero con su cierre aún abajo. Yo seguí agachada en un pretendido afán de revisar cómo estaba el asado en el horno. Mi madrinita, menos mal, no sospechó de nada raro y sólo preguntó que por qué me demoraba tanto, pero al tiro se le olvidó cuando mi padrino le preguntó por un vino que quería mostrarle a don Rafael.
¡Ay! ¡Juro que no fue mi culpa! Me quedé muy nerviosa después de aquello, muy nerviosa. No sé qué hubiera hecho si me madrinita me hubiera visto agachada comiéndole la verga al Rafa. ¡Habría sido una tragedia!, Y mi padrino! ¡No sé qué pensar de mi padrino! Hay cosas de los hombres que no entenderé nunca, creo.
Torux
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!