Viaje en el tiempo I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crusnik.
Mi padre se fue cuando cumplí ocho años, pero mi madre nunca habló mal de él. Al llegar a la adolescencia empecé a ver a mi madre como una mujer. Imposible no hacerlo con su 1,60m de altura, cabello largo y castaño, ojos almendrados, piel tersa y curvas pronunciadas, aunque su vientre no era del todo plano pero lo compensaba con unas tetas de ensueño.
Mi madre siempre me deja dormir con ella y lo hace con una ropa muy ligera. A veces también notaba que ella me miraba con otros diferentes a una madre. Cuando tuve mi primera novia sentí que tenía celos. El dinero no era problema, porque mi padre nos había dejado un fideicomiso grande con acciones en diversas compañías.
Un día husmeando entre sus cosas encontré un diario sobre mi padre donde relataba las fechas y lugares en que se habían visto y en cada fecha había una hoja de árbol de recuerdo. Esa fue mi motivación para estudiar física cuántica y elaborar una máquina del tiempo. Me tomó muchos años pero averigüé que todos tenemos cronotones que vibran a una determinada frecuencia y pertenecen a una determinada época. Estaba hurgando en el desván y encontré una máquina parecida a un refrigerador y las instrucciones para usarla. Era un regalo de mí para mí. Al parecer en el futuro la crearía.
Antes de partir llevé algunas cosas: una tablet con información de esa fecha, la cual incluía hechos históricos de variado tipo nacionales e internacionales, un taser y dinero de esa época que encontré en casas de antigüedades.
Retrocedí hasta el año 1978 cuando mi madre tenía 14 años. De lejos vi a mi madre con un vestido enterizo con diseños coloridos y psicodélicos, botas que hacían juego, llevaba el cabello corto y colocado a modo de casco porque era fanática de Yvonne Craig. Su cuerpo delgado y menudo con su cuerpo en desarrollo y firme. Caminaba al lado de mi abuela, quien llevaba un vestido largo y recatado y algo holgado.
Según el diario mi madre y mi abuela se dirigían al centro de la ciudad pero amenazadas de robo por un delincuente con un cuchillo y es cuando mi padre las salva. Por eso traje el taser para ayudar a mi padre en caso de que algo pase. Desde lejos vi como tres malvivientes las estaban siguiendo sin que se percatasen. Al entrar por una calle desolada fueron rodeadas. Esperaba a mi padre, los minutos eran eternos. Al ver que uno de los ladrones se acercaba a mi abuela con un cuchillo entré corriendo a escena, el ladrón con el cuchillo se volteó y se disponía a abalanzarse sobre mí. Disparé el taser y el ladrón se convulsionó por los choques eléctricos, mientras que sus compañeros salían corriendo despavoridos. En el fondo mi abuela y madre estaban miraban despavoridas.
– ¡No, te preocupes! Está vivo — le dije acercándome a mi mamá y hablándole cariñosamente.
– Gracias. Nos salvó la vida —dijo mi abuela.
– ¿Están bien? Vámonos antes que despierten.
Las acompañé hasta una calle principal. Mi abuela me quería invitar algo de comer y fue donde se dio cuenta que le habían quitado el monedero. Así que les invité a comer y le di a mi abuela dinero para el taxi.
Durante todo esto, la niña que va a ser mi madre no me quitaba la mirada de encima. Me sentí consternado, ¿habré cambiado su y mi existencia? Las acompañé al taxi y luego fui a comprar unas acciones en la bolsa de valores con una identificación falsa que creé, en compañías emergentes que sabía tendrían éxito, antes de ir donde escondí la máquina del tiempo. Di mi próximo salto en el tiempo al año 1982, mi madre ya contaba con 18 años y ya estaba en segundo año de la universidad.
Estaba hermosa con su cabello largo, al ser verano sus cachetes tenían una chapas rosadas que contrastaban con su piel blanca, su blusa y traje del trabajo en su universidad. Al verme se quedó paralizada. Me acerqué y le pregunté ilusamente:
– ¿Te acuerdas de mí?
Me abrazó rápidamente. Y dijo:
– No has cambiado nada. — luego se disculpó y se abochornó. Me di cuenta que en ese tiempo era muy tímida.
Fuimos a comer a la cafetería de su universidad. En el camino vi como sus amigas cuchicheaban entre sí.
La joven que se encontraba a mi lado, carecía de la confianza que tiene mi madre, es tímida, inocente e inspira darle protección. Me daba cierta ternura e incluso me estaba atrayendo. Pero no podía caer es o será mi madre. La charla fue interesante y luego me invitó a cenar casa de sus padres. Fue una cena interesante y cordial con mis abuelos. Creo que les caí bien.
El viaje rápido había hecho que las baterías solares de la máquina del tiempo se desgastaran rápidamente y la regeneración automática tomaría semanas. Así que debía quedarme en esa época. Cobré algo de las acciones e invertí en otros negocios, para no levantar sospechas sabía que en los primeros meses esas inversiones fracasarían. Con el resto alquilé un departamento, muebles y otras cosas para comer.
Lorena, mi futura madre, me pidió que la fuera a recoger todos los días a la salida de sus cursos nocturnos de la universidad. Poco a poco nuestras conversaciones se fueron haciendo más habituales, ella me fue contando sus secretos íntimos hasta que un día me dijo:
– Te quiero mucho…, amigo.
Ella se estaba enamorando de mí y yo también empezaba a sentir algo por ella.
Con el correr de las semanas ella tuvo una salida de campo. Al despedirme no pude evitar besarla en los labios. Fue un beso intenso y diferente a cualquier otro que había dado.
Un grupo de sus compañeros se emborrachó y ella con algunas de sus compañeras estaban asustadas, buscó un teléfono para que la saque de allí. Eran varios cientos de kilómetros que tomaría horas en llegar. La máquina del tiempo no tenía potencia para un salto temporal pero toda la potencia alcanzaba para un salto espacial. Me dejó en un pueblo cercano donde podría alquilar un coche y dirigirme donde estaba.
Al llegar me abrazó con lágrimas en los ojos. Hablé con su profesor –quien también estaba un poco pasado de copas- y le dije que me llevaría a algunos de sus compañeros porque otro grupo se había puesto faltoso. De todas maneras, la salida ya había terminado y solo pasarían la noche allí para regresar temprano.
Algunos de sus compañeros subieron y avanzamos hacia la ciudad quedándonos en un hotel de paso. Para Lorena alquilé un cuarto independiente y yo iría a otro habitación, pero me quedé helado al escuchar que me susurró:
– No te gustaría quedarte conmigo.
Entre mi razón y mi deseo surgió una lucha interna que duró unos cuantos segundos. Cambiamos y alquilamos una suite matrimonial.
Despacio desnudé a Lorena: su piel tersa, su culo y tetas firmes. La dejé en ropa interior y la fui besando de a poquitos bajando las tiras de su sostén se asomaron sus pezones oscuros. Los mamé, ella estaba en éxtasis de la emoción y de a pocos empecé a tocar su calzón, luego metí mi mano dentro y sentí los pelos de su coño.
Mi mamá gemía, pero luego dijo.
– Espera, soy virgen.
Me detuve de golpe. Hasta que dijo:
– Te doy mi virginidad porque te amo y quiero sentirte en mí.
Con delicadeza deslicé el calzón por sus piernas contorneadas y blancas (evidencia que no había ido a la playa en buen tiempo). Una maraña de pelos de su coño salieron de repente. Pasé mis dedos por los pliegues de su coño estrecho.
– Relájate. Lo haré despacio – le dije.
Le mamé el clítoris hasta que estuvo lo suficiente mojada. Se lo clavé despacio, tres gotas de sangre salieron de ella y dio un pequeño grito de dolor. Lo hice despacio y me mantuve jugando con sus tetas hasta que me corrí expulsando gran cantidad de leche fuera de ella.
Lorena posaba una gran sonrisa.
El olor de nuestros cuerpos sudorosos era embriagante y llenaba la habitación y ambos nos quedamos con nuestros cuerpos pegados.
Ella tomó la iniciativa, se abrió de piernas y dirigió mi pene hacia su gruta. Entre gemidos dijo:
– Ahora sí estoy disfrutando. Ya no duele tanto.
Luego cambiamos a la pose de la cucharita y nos mantuvimos allí hasta quedarnos dormidos.
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