Violeta 3
Soy una mala persona, lo sé. En ocasiones las circunstancias te orillan a decidir algunos dilemas en pocos segundos..
- Entonces ya te dijo.
- Sí. ¿Tú sabías Vi?
- Sí, algo me comentó, pero no pensé que te lo propusiera en la primera cita.
- Pues parece algo obsesionada.
- Si, está obsesionada con mi tío. ¿Y nosotras vamos a ser parte del plan?
- Eso dijo, sí.
- Eso es nuevo… ¿Y tú qué opinas amor?
- Sinceramente Vi, tratar de seducir a una extraña y sus niños, no es algo que yo planeara hacer en mi vida, pero con tu madre masturbándome, pues…
- Sí, lo sé…ella es buena masturbando.
- Lo es.
- Bueno, dices que no estaba en tus planes, porque no conoces a Vania.
- ¿Por qué? ¿Está guapa?
- ¡Pff! ¿Guapa? Lo que le sigue.
Violeta me describió a la esposa de Jesús, como una hermosa trigueña de ojos verdes y cuerpo voluptuoso. Que tenía un par de kilos de más repartidos aquí y allá, sin llegar a tener sobrepeso. Pero su mejor atributo, según mi novia, era su rostro, decía que: “Es un conjunto de errores formando una bellísima armonía”. También me contó en términos generales como era ella. A diferencia de Trinidad, Violeta no había perdido del todo el contacto con la familia de su tío, aunque tuviera el mismo tiempo que su madre, de no ver a Jesús, ya que éste, trabajaba todo el tiempo. Aún así, ella y su hermana, habían ido un par de veces, durante ese año, a casa de Vania.
- ¿Tú que opinas? ¿Resultará el plan de tu mamá?
- Es probable.
- ¿Crees que yo pueda convencer a Vania de hacer todo eso?
- ¿No te crees capaz amor?
- No es eso.
- Entonces, ¿por qué lo dudas?
- Porque tu madre y tu tío tuvieron una educación sexual, por decir lo menos, muy particular. Pero eso no quiere decir que yo la pueda convencer de que tenga deseos por sus hijos.
- Se a qué te refieres, pero tampoco es que mi tía sea una mojigata. Esa mujer desborda sexualidad por cada poro. – afirmó Violeta saliendo de las cobijas y levantándose de la cama, su cuerpo desnudo aún brillaba con una fina capa de sudor, señal de la transpiración durante el sexo, que acabábamos de tener. Caminó hasta a su cómoda. Abrió un cajón, buscó entre sus cosas unos segundos y trajo de vuelta una foto de su tía para que yo la viera. Sus piernas y las mías, al entrar de nuevo a las cobijas se entrelazaron.
- Mira, es ella. – me indicó, mostrándome una imagen de Vania sentada en un sillón, sonriendo a la cámara. Traía puesto un vestido corto y escotado que mostraba el inicio de sus prominentes senos, así como sus piernas curvilíneas. Violeta no mentía, su tía era una mujer guapísima y voluptuosa. Tampoco mentía sobre su cara: cada rasgo por separado era común, pero juntos completaban una fórmula única que le configuraban un rostro bellísimo.
- Ya deja de babear Tristán.
- Lo siento amor. Tu tía se ve muy bien en está foto.
- Lo sé, por eso la tengo. Y no se ve “muy bien”, se ve espectacular.
- ¿Te gusta tu tía?
- ¿A ti no?
- Físicamente ni hablar.
- Y cuando la conozcas mejor, me entenderás.
Mi novia, nunca se había declarado bisexual o pansexual o con ninguna otra identidad. Para ella, gracias a la educación que le dió Trinidad, el sexo era algo vital, una fuerza más de la naturaleza, como la luz del Sol o las fases de la Luna. Algo imparable e intrínsecamente ligado a su existencia.
- ¡¿Qué hacen novios?! – exclamó Isabela entrando al cuarto desnuda, lo que era habitual desde el cumpleaños de Violeta. Su pelo castaño se veía un poco rubio por las mañanas. Era quebradizo y muy largo, por un capricho con su madre, no se lo quería cortar y le llegaba hasta casi la mitad de sus hermosos glúteos. Cuando lo traía suelto y un poco desalineado, como en ese momento, se veía como una pequeña ninfa griega.
- Hola Isa, aquí despertando. ¿Y tú? – le respondí al tiempo que ella se metía entre las cobijas y yo la abrazaba.
- A mi no me mienten, no acaban de despertar, si los oí desde temprano. – replicó en tono de berrinche. – ¿Por qué no me invitaron?
- La puerta siempre está abierta. – le aclaré acariciando su espalda. Violeta me dio una pequeña patadita en la espinilla y agregó.
- No la alientes, ella debe saber su lugar en esta relación, tú eres mi novio y no el suyo. Y está bien que ella espere nuestra invitación.
- ¡Eres una pesada Violeta! – gritó Isa saliendo apresuradamente de la cama y del cuarto. A lo lejos se escuchaba como cerraba con un azote la puerta de su habitación.
- Vi, ¿era necesario que le dijeras eso?
- Claro, sino cuando queramos estar solos no podremos.
- Ok, entiendo. Vamos con ella a platicarlo.
- Yo ya lo hice y créeme, es una pérdida de tiempo.
- Bueno, ahora yo iré a platicar con ella. ¿Tienes algún problema con eso?
- Ninguno, pero estando ahí solos, ella querrá otra cosa.
- ¿Hay problema con eso?
- No, ya sabes que me encanta que lo hagan. Es sólo que debe saber su lugar.
- Ok, entonces iré.
- Y Tristán…
- Sí…
- Esa educación “muy peculiar” de la que hablas, que recibieron mi tío y mi mamá, recuerda que para Isa y para mi es lo normal.
Saliendo de la habitación pensé en esas últimas palabras de Violeta. Era verdad, todo lo que, para mi era singular, en esta familia era lo corriente y cotidiano. Llegado al cuarto de Isa, antes de tocar, me acordé de nuestro secreto. Hace más o menos una semana, mientras Isa y yo nos besábamos morbosamente en la sala, mi novia, con la aprobación de su madre, decidieron que era momento de que Isabela fuera desvirgada por mi. Hicieron los preparativos y nos dejaron solos en la habitación de Isa, luego de hacernos sexo oral mutuamente, llegamos al momento de la penetración, pero un segundo antes, mi pequeña cuñada no pudo dar el siguiente paso:
- ¡No, espera Tristán, no!
- ¡¿Qué pasa, estás bien?! ¿Te lastimo, apenas te toqué?
- ¡No es eso, ven abrázame!
Isa me rodeo fuertemente con brazos y piernas apartando su sexo del mío. Entre lágrimas, explicó la forma en la que había soñado su primera vez, más allá de todos los hermosos detalles idílicos que describió, el punto esencial era el amor. Isabela quería para esa primera vez, un novio que la amara; sabía que Violeta y yo teníamos eso que ella no, y que su hermana se lo recordaría siempre. La entendí, la abracé fuerte y decidimos contar una mentira de cómo no era más una virgen. Sería una historia entre nosotros. En una familia atípica, la normalidad debía ser un secreto.
Toqué a la puerta. Isabela me largó pensando que era su hermana. Al escuchar mi voz sin pensarlo abrió enseguida. A penas crucé la puerta saltó sobre mi sujetándome como lo hacía siempre, con sus cuatro hermosas extremidades. La deposité en la cama y comenzamos a charlar:
- ¿Estás bien?
- Contigo si Tris, con Violeta no.
- Yo te entiendo.
- Gracias.
- Pero tiene razón, ¿no crees?
- Sí, lo sé, pero siento que disfruta echármelo en cara.
- No creo que sea así, solamente quiere que respetes nuestra relación.
- Y lo hago, sino después de todo lo que oí hace un rato, créeme hubiera entrado corriendo a su cuarto para tener un poco de eso. No tienes idea cuanto me aguanté.
- Entiendo… ¿Te gustó lo que oías?
- Sí… mucho.
- ¿Quieres que hagamos algo de eso?
- Bueno…sí…aunque ya sabes que no todo.
- Lo sé, pero si algo… ¿No?
- Sí…
Acerqué mi boca a la de Isabela, recorriéndola con mis labios, después con mi lengua hasta metérsela lentamente por toda esa maravillosa cavidad llena de saliva. Los primeros movimientos fueron tiernos, luego su lengua empezó a moverse como un badajo de lado a lado haciéndome sentir su calentura. Sin despegar nuestras bocas, me recosté sobre la cama y ella lo hizo sobre mí. El beso ya no era delicado. Creí que en cualquier momento estaríamos comiendo mutuamente nuestros sexos, pero Isa tenía planeado algo diferente. Se irguió en mi regazo abriendo sus labios vaginales y envolvió mi pene con ellos a lo largo de mi falo sin penetrarse. Su lubricante se derramaba por mis genitales y mi vientre. Me miró a los ojos e inició un vaivén algo lento, descoordinado al principio, pero que con cada oscilación de cadera mejoraba en precisión y rapidez. Sus suaves y carnosos pliegues infantiles me estaban destrozando de placer. Mis manos abrieron sus nalgas, ella gimió fuertemente cuando lo hice. Noté su mirada como se perdía en la excitación, como si su mente se fugara a un sitio donde lo erótico fuera la única realidad. Me enseñó algo de saliva espumosa entre sus labios y dejó caer una gran cantidad sobre mi rostro, al tiempo que incrustaba su duro clítoris en mi glande. Puso sus manos sobre mi pecho, para sujetarse mejor, y así intensificar el movimiento de sus caderas moviéndolas con vehemencia. Aventó su cuerpo contra mi abrasándolo, saliéndose el pene de entre sus labios, quedando duro y soltando chorros de esperma sobre la tersa piel de su abdomen. Isabela parecía convulsionarse, el orgasmo que por su pequeño cuerpo transitaba fue largo e intenso.
- Te amo Tristán…te amo tanto… – me dijo casi con alivio. Yo también la amaba, pero no como ella lo anhelaba, así que decidí no contestarle. La hermosa niña de ojos color miel, se durmió encima de mi, esperando una respuesta. La dejé suavemente dormida en su cama. Al salir me encontré en las escaleras a Trinidad, que había parado su asenso hacia el primer piso en el penúltimo escalón al verme.
- Veo que tienes una mañana ocupada.
- Un poco. Tus hijas me fascinan.
- Claro, pero tienes que dejar algo para mi cuñada y sus hijos.
- Se lo que deseas Trini, pero ni siquiera los conozco.
- Pero lo harás. Y ahora despierta a tus novias y bajen los tres a desayunar. Hay mucho que planear.
Intenté aclarar que sólo su hija mayor era mi novia, ella dando vuelta en las escaleras hizo un gesto con las manos de desinterés, pidiendo que no tardáramos. A los pocos minutos nos encontrábamos los cuatro desayunando, oyendo atentamente el plan que la mamá de mi novia había estado planeando hace días, probablemente hace meses o años.
Fin Parte 3
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