Violeta 4
Soy una mala persona, lo sé. En ocasiones las circunstancias te orillan a decidir algunos dilemas en pocos segundos..
Deslizaba su cuerpo a lo largo de la colchoneta, sus muslos eran perfectos. Las mayas que usaba eran grises, y al menos desde mi perspectiva no delataban ningún kilo de más. La instructora cambió a una posición casi imposible, donde debíamos sostener nuestro cuerpo con tan sólo los antebrazos. Vania después de meses asistiendo a clases de yoga, la realizó sin problemas, yo en cambio, al ser uno de los principiantes, me debatía entre el esfuerzo y la dignidad. Hacía más de un mes que me había inscrito en esta clase para hacer contacto con ella, como parte del plan de Trinidad para recuperar a su amado hermano. Era el único hombre que tomaba esa clase y las dos primeras semanas no fueron fáciles, Vania apenas notaba mi presencia. De hecho, no entablaba relación con nadie ni siquiera con la instructora. Terminaba la sesión y desaparecía rápidamente. Eran tres clases por semana y ya había desperdiciado seis oportunidades. La prisa de Trinidad se hacía evidente con cada día perdido. Violeta me aconsejó crear una oportunidad: “…algo sencillo, pero que llame su atención.” Después de pensarlo algunos días, decidí hacer todo lo contrario a lo que sugirió mi novia y me decidí por lo extravagante.
Cierto día me presenté a la clase con turbante, sin playera, una gota de pintura roja en medio de la frente simulando mi tercer ojo y una diminuta falda blanca vistiéndome. Pensé que arrancaría algunas risas incluso burlas, pero el alumnado no estaba seguro de que pasaba, confundido, optó por susurros e indiferencia, todas menos Marilenka, la instructora. Creyendo, con algo de razón, que era una falta de respeto a su clase, me pidió cambiarme de ropa. Si bien era un poco exagerada su reacción, estuve de acuerdo, pensé que me había sobrepasado. Cuando me disponía a salir hacia los vestidores, inesperadamente la tía de Violeta abogó por mi.
- Mari, déjalo que se quede así, no seas exagerada. – dijo Vania, volteándome a ver por primera vez en su vida. Yo le agradecí con una sonrisa que ella devolvió. Terminando, me acerqué a ella para agradecerle de manera más formal. Vania me aclaró que no era nada y platicamos un poco antes de que se fuera. El objetivo estaba cumplido y a partir de ese momento, se quedaba cada vez más tiempo a conversar conmigo al término del yoga. Descubrí que no era para nada la mujer seria que yo creía. Teníamos un sentido del humor parecido y platicábamos casi de cualquier tema. Habían pasado más de quince días desde que aparecí con mi disfraz de hindú llamando su atención y era momento de dar el siguiente paso.
Trinidad, Violeta y yo decidimos que ese era el día de invitarla a salir, un paso algo atrevido, pues ella desde las primeras charlas me dijo de su relación con Jesús, situación ya conocida y que, de cualquier forma, significaba la razón primordial de seducirla. Así que terminando esa sesión me acerqué a ella y puse en marcha lo planeado.
- Estuvo buena la clase hoy. – le dije mientras me acercaba a darle un beso para saludarla.
- Sí, estuvo buena. – contestó, devolviéndome el beso entre mejilla y aire.
- La penúltima que hicimos, me es imposible.
- ¿Cuál?
- Pinchu Mayu, no se que.
- Pincha Mayurasana… – me corrigió no sin antes reírse un poco. – … también se llama pluma de pavo real.
- ¡Esa…! ¡Pff, qué difícil es!
- Sí, a mi al principio me costó mucho.
- Pero ahora, te sale increíble.
- Gracias.
- Oye voy un poco de prisa, pero te quería preguntar algo.
- Lo que quieras, dime.
- Quieres tomar un café por la tarde, juntos claro.
- ¿Me estás invitando a salir?
- Sí, para platicar.
- ¿Sabes que tengo esposo?
- Claro, tampoco es que te esté pidiendo matrimonio.
- ¿E hijos?
- Lo sé, los puedes llevar si quieres.
- ¿A mis hijos o a mi esposo?
- Bueno no sé si tu esposo quiera ir, pero invítalo si quie…
- Te estoy jodiendo. – dijo Vania riéndose. Después acercándose a mi, estiró su mano y me pidió mi celular. Mientras tecleaba su numero en mi cel. agregó:
- Acepto, pero con una condición.
- ¿Cuál?
- Yo escojo el lugar.
- Perfecto.
- Y no te preocupes, mi esposo no irá, él trabaja hasta dormido. Pero los niños no tengo con quien dejarlos hoy, así que… si no te molesta, los llevaré.
- Para nada, será bueno conocerlos. – aclaré, tratando de disipar su duda. Vania conforme, se despidió de beso, esta vez sus labios sólo tocaron mejilla.
Por la tarde fui por ella a su casa, habíamos quedado en la hora y la dirección, por mensajes de texto. Cundo salió de su portón acompañada de sus hijos, tuve un poco de culpa: “Si supiera todo lo que Mi Ama y yo hemos estado planeando”. Me presentó a los niños que, a primera vista, habían heredado la belleza de su madre, aunque un poco más blancos que ella, seguramente debido a los genes de Jesús. El pequeño se llamaba Noé, y era muy agradable e inquieto. La niña en cambio era sería y hasta cierto punto pedante, característica típica de su temprana adolescencia. Me recordó cuando yo tenía doce, momento en el que no me aguantaba ni yo mismo. Se llamaba Siddhartha, lo que me pareció una anomalía entre tanto nombre bíblico.
Fuimos a una cantina familiar del centro, donde por un par de cervezas te servían en tres tiempos, el menú completo. El lugar estaba lleno de videojuegos arcade y maquinas tragamonedas. Después de comer los niños le pidieron algo de cambio a su madre y se fueron directo a dichas maquinitas. Vania y yo nos sentamos juntos, de frente a ellos para poder platicar mientras los cuidábamos con la mirada.
- Me la estoy pasando muy bien Tristán. – dijo Vania pegando su muslo al mío.
- Yo igual. Escogiste muy buen lugar. – le respondí, haciendo presión con mi muslo también.
- Sí, nos gusta a mi y a Jesús, pero casi nunca venimos.
- Dices que trabaja mucho.
- Mucho.
- ¿Y en qué trabaja?
- Es analista de riesgos, en una aseguradora. – respondió quitando su mirada de mi y depositándola en sus hijos.
- Suena como un tipo que va a lo seguro.
- Sí…no como tú.
- ¿Yo? ¿A qué te refieres? – pregunté, sintiendo nuestros cuerpos cada vez más juntos.
- A tu locura de disfrazarte como hindú. Eso sin mencionar, qué hoy terminando la clase, sabiendo que estoy casada, me invitaste a salir. – aclaró Vania, volviendo a mirarme, ahora con una mirada penetrante, pero algo lúdica.
- ¿Te pareció algo arriesgado?
- Sí, pero me gusta…
- Bueno, no podía dejar pasar la oportunidad con alguien como tú.
- ¿Y cómo soy yo? – cuestionó, intrigada y un poco divertida. No supe por un momento que responder, luego recordé lo que trataba de conseguir.
- Hermosa. – respondí dejando la mirada suavemente en sus ojos.
- ¿Sólo hermosa? ¿Sólo valgo por mi físico?
- Bueno…y divertida e inteligente claro.
- Te estoy jodiendo otra vez. – dijo Vania echando a reír. Los niños ni siquiera escucharon su risa, totalmente concentrados en los videojuegos. Yo percatándome de esto y sopesando que a ella le gustaba mi personalidad arriesgada, sin más, le planté un beso con todo el morbo contenido en mi ser. La tía de Violeta lo correspondió cortando su risa y entregándose con la misma tensión sexual que yo le imprimía. Su boca exuberante me tomaba por momentos desprevenido llenándome la boca de labios, eran tanto gordos como suaves, daban ganas de mordérselos. Después de unos segundos se separó y volteo hacia sus hijos cerciorándose de que no hubieran visto. Entendiendo la situación le propuse ir a otro sitio.
- ¿Quieres que vayamos a otro lugar?
- Sí. Mejor.
- ¿A dónde?
- A mi casa.
- ¿Ahí?
- No te preocupes. Te dije que Jesús trabaja hasta dormido, y esta vez salió de la ciudad todo el fin de semana por trabajo.
- ¿Y tus hijos? – pregunté con un falso pudor, ya que, debido a los planes que teníamos para esta familia no importaba si veían o escuchaban algo.
- Lo más probable es que hagan lo que están haciendo aquí, sólo que en las consolas de sus cuartos. Eso nos dará un poco de privacidad.
- Muy bien, vamos.
Durante el camino los hijos de Vania estaban más relajados conmigo, incluso Siddhartha, fue quien me contó un par de chistes para hacerme reír. Llegando a la casa, después de platicar un rato en la sala, los niños hicieron justo lo que su madre había previsto y se encerraron en sus habitaciones. En ese momento Vania y yo nos fuimos a su cuarto, en cuanto cerramos la puerta comenzamos a besarnos. Mientras las lenguas descontrolaban los impulsos, comencé a desabrochar sus mezclillas negros, ella por su parte, me quitó la camisa en segundos, no sin antes, descocerle un par de botones. Nos tumbamos en la cama, la temperatura subía, y para cuando desenganchaba su sostén, Vania ya mordía mi cuello. Sus senos eran enormes, con pezones de aureolas grandes color marrón. Instantáneamente me olvidé de su boca, sumergiéndome en ese pecho fastuoso. Estrujaba cada seno con ambas manos, pasando mi lengua con violencia por cada pezón. Unos segundos después Vania agarró ella misma cada teta y subiéndolas hacia su boca, me dijo con mucha excitación:
- Ven, vamos a chuparlas juntos.
Ella empezó sin mi y yo para no perderme esa erótica visión la dejé hacerlo unos momentos, luego, salivando como nunca en mi vida, me sumé a los chupetones. Nuestras lenguas se peleaban por cada milímetro de pezón, al tiempo que nuestros genitales se enterraban el uno en el otro, a punto de estallar, aún dentro de en nuestra ropa interior. Una de mis manos liberó mi pene, bajando los boxers hasta los tobillos, Vania hizo lo mismo con sus bragas que, en un alarde de flexibilidad, lo efectuó mejor que yo y terminaron en el piso. Pude ver su vulva de labios morenos, casi depilada en su totalidad, salvo un pequeño montículo de vello arriba del clítoris.
- Ya métela. – ordenó ella totalmente erotizada, y aunque moría por hacerlo, no era parte del plan. Trinidad, Violeta y yo acordamos durante la planeación que ella tendría que ser mi sumisa y para eso yo tendría que estar en todo momento al mando, así fuera en contra de mis deseos. Ella para ser penetrada tendría que suplicarme.
- No, eso puede esperar. – le contesté, mientras abría sus piernas y me hundía ahora en su vagina. Primero succioné sus labios exteriores, luego con mi lengua, hacía remolinos con los interiores, hasta llegar a la entrada vaginal, meterla, y hacer círculos con la lengua y al mismo tiempo con la cabeza. Vania gemía ya descontrolada. Estaba en el punto que la quería.
- No puedo más, necesito que me la metas ya. – dijo con un tono de voz un tanto abandonado.
- Lo haré hasta que me lo supliques. – repliqué sin dejar de lamer cada rincón de la entrada a su vagina. Noté algo de resistencia en su expresión, acabé de lamer su vulva y parándome frente a ella le dije:
- Si no vas a utilizar esa boca para suplicar, entonces yo le daré un mejor uso, ábrela.
Vania estaba un poco confundida, pero a la vez tan caliente, que sólo dudó un instante y se metió entero mi pene. En pocos segundos lo chupaba frenética. Su libido era tal, que ella misma se frotaba el clítoris con vehemencia.
- ¿Te gusta mi verga? – pregunté, tratando de ahogar mis propios gemidos.
- Mmmmm…sí…
- ¿Quieres que te la meta?
- Sí… si quiero.
- Ya sabes lo que tienes que hacer…
- Mmmmm… por favor… métemela.
- ¿Por favor? Yo como un favor no se la meto a nadie. ¡Suplícamelo!
- Te lo suplico…mmmmm… méteme la ya, te lo ruego.
- Muy bien, así se pide. Voltéate, quiero ver bien parado y en cuatro, tu enorme y bello culo.
Vania obedeció al instante, me puse tras ella y la penetré alternando mis embestidas, primero una fuerte y luego una despacio. Eso hacía que la trigueña se desesperara.
- Anda ya dame fuerte… ¡Aah.. sí así!… no, no… ¡Uuhh…despacio no…!
- Si quieres que sólo te de fuerte, ya sabes como pedirlo.
- ¡Ah…te lo suplico… fuerte, muy fuerte…!
- Muy bien, aprendes rápido. Ahora sí te daré fuerte.
Sin más miramientos comencé a darle a Vania desde lo más fuerte, pasando enseguida de cero a cien. Sus voluptuosas nalgas rebotaban mis embestidas perfectamente, escuché sus gemidos ahogados en el colchón, ella estaba teniendo un poderoso orgasmo. Yo sujetado de su cadera antes de venirme le dije:
- ¡¿Quieres que te suelte mi leche dentro?!
- ¡Aaah, aah, aaah…sí…sí!
- ¡Pues ya sabes como pedírmelo!
- ¡Te lo suplico… aaaah… lléname con todo tu leche!
Mis últimas metidas fueron durísimas, tanto que ella comenzó a invocar al Dios suyo. Mi gemido final, más bien fue un rugido, llenando su útero con la venida más copiosa de mi vida. Jadeantes, nos desplomamos boca abajo uno al lado del otro. Mi erección no tardó mucho en regresar.
- Me encantó, me pone muy caliente como me hablas. – dijo Vania girándose para ponerse boca arriba, abrir las piernas y acariciar suavemente los labios de su vagina.
- Y a mi me pone muy caliente que obedezcas. – le respondí girándome también.
- Me moja mucho que me ordenes, pero más obedecerte.
- Y también te gusta que sea arriesgado.
- Sí, también, mucho.
- Lo sé.
- Ordéname algo, lo que quieras. – dijo en tono suplicante Vania, mientras aceleraba los círculos con su mano en la entrada de la vagina. El plan estaba saliendo a la perfección y sabía exactamente que ordenarle. Me apreté con el puño el pene y masturbándome suavemente le dije:
- ¿Quieres hacer algo arriesgado y además obedecerme?
- ¡Ah… sí, lo que me pidas…!
- Te lo ordenaré y no podrás decir que no.
- ¡Sí… no te diré que no!
- Ok, lo que quiero es que vayas con Noé, así desnuda como estás y le des un beso en la boca muy cachondo y con mucha lengua.
Vania, peló los ojos, evidentemente no esperaba que le pidiera algo parecido.
- ¿Con Noé? – exclamó contrariada, sus manos dejaron de hacer círculos sobre su sexo.
- Sí, con él, ¿Hay algún problema?
- Sí, es mi hijo, y es un niño.
- Y es precisamente esto, que lo hace arriesgado y excitante.
Advertí su duda, y no queriendo que se saliera de mi control erótico, puse mi mano entre sus piernas, empecé a meterle los dedos medio y anular. Una vez adentro, los saqué y así repetí sucesivamente esos mismos movimientos. Vania acercó su sexo a mis dedos y abrió más las piernas, gimiendo levemente.
- Quedamos en que no podías negarte.
- Lo sé…aaaah, perdón.
- Ese niño seguro tiene fantasías contigo.
- ¡Aah…!
- De seguro sueña con que entres desnuda a su habitación y le metas un buen faje.
- ¡Aaaah…Ah, ah!
- Tal vez incluso que le chupes la verga.
- ¡Ah…sí…!
- Esa pequeña verga que sueña estar entre tu lengua.
- ¡Aaaaah!
- Ahora ve, y no me vuelvas a contradecir.
- ¡No, lo haré, lo haré…!
Me paré de la cama y abrí la puerta del cuarto, Vania recostada sobre sus codos me miraba perdida en una especie de pre orgasmo.
- Anda, ve con tu hijo y fájatelo, seguro le cumplirás su sueño.
La obediente trigueña, pasó a un lado de mí dándome una mirada desde la lujuria. Yo queriendo ver que realmente lo hacía, la seguí hasta el cuarto.
- ¿Vas a entrar conmigo? – preguntó con voz entrecortada, era claro que no podía más con su calentura.
- No, esta vez sólo te voy a espiar desde afuera. Así que deja la puerta un poco entreabierta.
Su respiración era agitada, seguramente dudando si cogerme ahí mismo frente al cuarto de su hijo u obedecerme, ganando esto último. Noé al ver entrar a su madre completamente desnuda por poco se va de espaldas, sentado en su silla de gamer. Observando desde la rendija, también podía escuchar todo.
- Hola amor, ¿te sorprende verme así? – le dijo Vania acercándose al niño.
- ¡Mamá estás desnuda! – exclamó Noé, sin siquiera responderle a su madre. Vania se sentó sobre él, la silla era de las buenas porque ni rechinó.
- Mamá, ¿qué haces? – preguntó su hijo casi infartado.
- He venido aquí a para esto. – respondió su madre, tomándolo por la nuca y dándole un beso, como si se lo quisiera comer vivo. Enseguida le enterró la lengua, Noé cerró los ojos y por instinto le correspondió. Vania al notar que su hijo no sólo se dejaba hacer, sino que también le correspondía, acercó su pubis a la zona genital del niño. Sintiendo así su insipiente erección. Volteó a verme, luego miró fijamente mi pene, que con la obscenidad de la escena nunca había apuntado más arriba, se mordió los labios, me hizo una señal para que me ocultara y salió del cuarto, dejando a Noé atrás con una terrible erección.
Volvimos a su alcoba, me tumbé sobre la cama y le ordené que me montara. En menos de un segundo ella se enterró mi verga hasta el fondo, en diez segundos más, empapaba mis testículos con su venida. Cogimos durante mucho tiempo bien entrada la noche, yo aguanté con mi segunda erección del día, muchos de sus orgasmos, hasta que volví a cogérmela en cuatro, la visión de ese trasero entregándose a mi era demasiado, me vine tanto como la primera ocasión. Exhaustos nos quedamos dormidos hasta el amanecer.
Fin parte 4
Excitante y morboso se pone interesante.
Gracias chein13, espero que lo que viene también te parezca así.
Excitante y mantiene el suspense sobre el desarrollo de los acontecimientos. Espero la quinta parte… y la sexta….
Hola Corsario, ya te dejé respuesta, en varias de los comentarios que publicaste, ahí búscalos. Muy bien que te gustó. Espero pronto publicar los demás. Saludos.