Violeta 7
Soy una mala persona, lo sé. En ocasiones las circunstancias te orillan a decidir algunos dilemas en pocos segundos..
Jesús retiró su miembro semi-flácido, dejando atrás espesos cuajos de semen que resbalaban desde el ano de su esposa hasta llegar a los hermosos muslos torneados de la misma, quien lloraba con un sonido sordo, amordazada, humillada y atada a la silla. En ese instante, por las escaleras de corte victoriano que llevaban a la planta alta, bajó hasta la estancia Siddhartha. La sorpresa al verla ahí era un dolor más soportado por mi cuerpo. Esa pequeña ¨monja¨ nos había engañado. Iba totalmente desnuda salvo el calzado, llevando unos tacones altos color rosa pálido que se confundían con el tono de su piel, lo que provocaba una ilusión de no traer puestas dichas zapatillas y andar en todo momento sobre las puntas de los pies. Llegó hasta donde su padre con un pañuelo limpiaba su falo de los restos que le habían quedado sodomizando a su esposa. Entre los fluidos que manchaban su virilidad, había semen mezclado con sangre.
– Espera padre, yo lo hago. – pidió a Jesús quitándole el pañuelo y continuando ella con la limpieza. Él con las manos ya libres, la sujetó de la nuca, y mientras terminaba de asearlo, le plantó un beso que era todo menos de padre a hija, o tal vez me pareció tan morboso porque era de esa índole. Vania escuchó a su hija y abrió los ojos sorprendida. Intentó girar el cuello para mirarla, comprobando que los amarres de la cinta gaffer no la dejarían, limitándose a gritar negativas sin sentido por la asfixiante mordaza que la suprimía. El gemelo de Trinidad sin preocuparse por los lamentos de la trigueña, volteó a verme de reojo.
– Amor mío, allí está tu presa…es tu turno. – dijo Jesús a su hija despegándole los labios, con un delgado hilo de baba uniendo las bocas.
Esa visión de la adolescente caminando hacia mí como si flotara de puntillas, con las caderas sinuosas apenas formándose y que sin duda terminarían siendo idénticas a las de su madre, en cualquier otro momento hubieran sido una divinidad, sin embargo, por mi situación, sólo me dieron la certeza de que nuestra misión estaba totalmente expuesta y comprometida, además tenía la sensación de que no me gustaría lo que iba a hacerme esa niña, pues Jesús al decir: “tu presa”, había gesticulado una mueca inquietantemente diabólica. Con cada paso que Siddhartha daba, las razones de cómo nos habían descubierto se aclaraban. La intromisión de Isa había sido clave, cerré los ojos para no ver acercándose a esa niña hermosamente desnuda, y comencé a recordar…
No podía ocultarlo, no podía argumentar ningún error, la expresión en mi rostro me delataba. La escena que falsamente montaría con Violeta, su hermana acababa de volverla realidad, sólo que en esta versión no teníamos un guion. ¿Por qué Isabela estaba ahí? ¿Cómo había llegado? ¿Trinidad sabía que vendría? Seguramente no, lo más probable era que se había escondido dentro del auto y yo había sido lo suficientemente estúpido para no darme cuenta. Cuando dije que la incluiría, jamás hubiera accedido a esto. Pero ya no importaba, tenía que reponerme del susto y rápido.
– Hola Isabela… ¿Cómo estás? – respondió una confundida Siddhartha que miraba alternativamente entre su prima y el “amigo” de su mamá.
– Bien prima, veo que conociste a mi novio. – dijo Isabela pasando su brazo por uno de mis hombros. Yo permanecí en silencio, la presencia de Isa estaba torturándome. Siddhartha seguía en confusión, como si la indolencia de siempre la abandonara. Me miró fijamente y sin voltear a ver a su prima continuó:
– Si… Isa… ¿Tu novio? ¿Dónde se conocieron?
– En mi casa, es mi maestro de matemáticas. Mi mamá lo contrató para que me diera clases particulares. Ando un poco mal en mate. – respondió con toda naturalidad Isabela, que al menos había pensado en algo.
– ¿Y es tu novio? – insistió Siddhartha, sin poder aún salir totalmente de su asombro.
– Por supuesto que no, pero míralo, ¿no está guapísimo? – aclaró Isa parándose de puntitas y dándome un beso en la mejilla. Con algo de vergüenza y un poco menos asustado, salí de mi silencio:
– Hola Isabela, ya deja de jugar, Siddhartha se lo va a creer… ¿Qué haces aquí? ¿Son primas?
– Así es bobo, su papá y mi mamá son hermanos, y eso nos convierte en primas, ¿verdad Sid?
– Sí, ellos son gemelos y nosotros primas. – respondió Siddhartha un poco más tranquila y continuó. – ¿Vienes a buscar a tu hermana?, creo que ya no tardan.
Isabela asintió e inventó una mentira de como le había insistido a Trinidad para que la dejase ir, como su madre aceptó y luego accedió a dejarla en el pórtico.
– Ya vez como son tu papá y mi mamá Sid, como siguen enojados, me pasó a dejar y luego se fue.
– ¿Y te dejó venir así con el brazo entablillado? – cuestionó Siddhartha, notando el cabestrillo que desde el viernes anterior no dejaba de usar la hermana de Violeta.
– Realmente no es nada, una pequeña fisura en la clavícula, ya ni siquiera me duele tanto.
– ¿Qué te pasó? – preguntó ahora Siddhartha, continuando con el interrogatorio a su prima. Isabela dándome una mirada llena de picardía le respondió:
– El viernes pasado me resbalé con licuado de plátano que estaba tirado en el piso de la cocina, que este bobo tiró por accidente. – la analogía entre el plátano y mi pene, que contó Isa, sólo yo la entendía.
– ¿Licuado de plátano? – dijo Siddhartha algo escéptica. – ¿Qué en tu casa no le sirven a los invitados agua o refresco…o un café?
– Claro, pero él llegó temprano ese día y sin desayunar, me vio haciendo un licuado con mamá y nos pidió un poco, todo para que lo derramara enterito.
La capacidad de improvisación que tenía Isabela era admirable, aunque pensé hacia mis adentros, que sin duda lo más lógico y simple hubiera sido aclararle que el licuado era de ella o de alguien más y no mío. Siddhartha echó la cabeza un poco atrás y exclamó un “ah”, como si fuera algo entendible lo que su prima le explicaba, pero realmente, no parecía convencida del todo, y a juzgar por los acontecimientos futuros, tal vez jamás lo estuvo. Aún así abrió la puerta y nos dejó pasar, invitándonos a sentar en la sala.
El plan había cambiado tanto que la obviedad era que, cuando llegara Violeta, probablemente le daría un ataque fulminante al corazón cuando nos viera ahí, sobretodo por la presencia de su hermana, así que, en un descuido de Siddhartha, cuando ésta fue al baño, le dejé en claro a Isabela que al llegar Violeta yo hablaría primero, el susto había pasado y ya tenía algunas ideas para improvisar con la nueva situación. Por último, también quedamos en hacerle alguna señal con la mirada, lo más discreta posible para que entendiera el cambio de plan.
Justo cuando nuestra anfitriona llegaba del baño se escuchó el cerrojo en la puerta principal.
– Creo que han llegado… – señaló con un tono casi displicente Siddhartha, mientras agitaba las manos para secar las últimas humedades de su lavado.
Estaba un poco nervioso, aún así no me quedaba más que seguir adelante con esta situación. La primera en entrar fue Violeta, entendiendo que Vania al abrir la puerta le había cedido el paso como una cortesía: Uno de los principales atractivos de mi novia, no solo era su belleza, también la seguridad en si misma, que irradiaba en cualquier espacio público o privado en el que se encontraba, pero en ese momento, vi su rostro desencajado por completo. Evidentemente descolocada, trastabilló algunos pasos hacia adentro de la casa, algo que yo esperaba.
– Hola, gusto en verte Violeta… – la saludé de la manera más neutra y formal posible, dándole a entender con los ojos que me siguiera la corriente. – …me acabo de enterar de que Vania y sus hijos son de tu familia, el mundo es un pañuelo ¿no?… – continué, señalando con un ligero cabeceo a Isabela, quien sonreía con tranquilidad a mi lado, alternando miradas entre su hermana y yo. – …aquí Isabela me puso al tanto. – concluí, tratando de sostener con la mirada a Violeta que parecía desvanecerse. En ese momento entró Vania con cara de pregunta, pues había reconocido mi voz.
– ¿Tristán? ¿Qué haces aquí?
– Hola Vania, perdón por no avisar, pasaba por tu calle y quise venir a saludarlos. – era importante utilizar el plural en: “saludar”, para no comprometerla, no importaba que mis novias supieran todo ya, mi actuación debía ser convincente ante la trigueña.
– Tienes razón me hubieras avisado… – dijo Vania con algo de molestia, se notaba incomoda. – …Tristán es un amigo del yoga… – agregó dirigiéndose a Violeta e Isabela, tratando de aclarar mi presencia ahí, pero en una reacción retardada de lo que había sido mi saludo hacia Violeta, cambió su interés hacia otro tema. – … te escuché decir sus nombres. ¿Conoces a mis sobrinas? – preguntó confundida. Esa era mi oportunidad para introducir el nuevo guion a Violeta y conseguir tranquilizarla, pues su palidez enmarcaba sus ojos magenta en alto contraste.
– Sí, las conozco, como sabes estudio medicina, igual que Violeta, vamos en la misma facultad y de ahí nos hicimos amigos, y a esta pequeña… – señalando a Isabela. – … le doy clases particulares de matemáticas, de hecho, Violeta me recomendó con su mamá, con Trinidad.
La mirada de Vania navegó de una sobrina a otra, era como una ola esmeralda buscando una playa donde descansar, no porque ella desconfiara de mi historia, sino buscando en ellas algún ápice de duda que pusiera en riesgo su aventura extramatrimonial. En Isabela encontró a una niña sonriente y calmada, pero con Violeta la situación era distinta: estaba tan absorta con el cambio de plan, que su tía política comenzó a preocuparse.
– ¿Estás bien sobrina? ¿Se te hace raro que Tristán esté aquí? Él es sólo un amigo.
– Sí, ¿qué te pasa Vi? Pareces un fantasma. – dijo Isabela metida en su papel. Mi pequeña novia era una actriz natural. Violeta la miró y luego a mí, dibujó una leve sonrisa y en ese instante supe que la sorpresa inicial había pasado y ahora veía en toda esta situación una oportunidad.
– Así que esta es la señora… la que me contaste… – dijo al fin Violeta, alternado su atención entre Vania, Siddhartha y yo. – …perdón Siddhartha, tal vez no debas estar aquí para escuchar es…
– Yo no voy a ir a ningún lado. – interrumpió Siddhartha, sentándose en el sillón con su habitual indolencia, sólo que su gesto ahora se había vuelto retador, era como si le dijera a su prima: “Tú no estás a cargo”. Vania por su parte, puso cara de terror: ¿Qué le había contado? ¿Y qué tanto? parecía expresar, aún así, no pronunció palabra. A mi hermosa novia de ojos violeta, no se le escapó el gesto desencajado de su tía y supo que el daño estaba hecho.
– Está bien, será mejor hablar de esto en otra ocasión. – reculó Violeta, siguiendo con su magnífica improvisación. – Me da gusto verte Tristán. ¿Te quedarás a comer? – preguntó, concluyendo así con una actuación y manejo de su entorno que era envidiable. La trigueña que, con angustia a penas tragaba saliva, no se atrevió a negar mi permanencia en esa reunión improvisada que a todas luces le era incomoda. Pero esa incomodidad no le duraría mucho tiempo.
Durante la comida, poco a poco la situación se destensó, las hijas de Trinidad podían ser lo que fuera, menos aburridas. Su encantó rompió poco a poco la tensión inicial y para el postre ya los cinco reíamos, bueno con Siddhartha sólo había medias sonrisas, pero al menos lo intentaba.
– ¿Y dónde está Noé? – preguntó Isabela en medio de la charla. La interrogante era justa, el pequeño niño no estaba ahí y entre toda esa situación nunca nos acordamos.
– Está con mis padres, – respondió Vania, adelantándose a su hija que estaba por decirlo. – como fue su primer día de vacaciones quiso visitar a sus abuelos.
– ¡Uy, yo que tenía tantas ganas de verlo! – se quejó Isa con una cara de puchero ycruzándose de brazos.
– No creo que tarde, Isabela – le contestó Vania. – quedaron de traerlo después de comer.
– ¡Qué bien! – exclamó Isa con una gran sonrisa.
– ¿Por qué de repente tienes tantas ganas de verlo? Nunca vienen. – preguntó Siddhartha un poco hostil y con cara de escepticismo.
– Siddhartha no te comportes así con tu prima. ¿Qué hay de malo en querer ver a su primo?
– No te preocupes tía, – intervino Isabela. – entiendo a Sid, esperamos que eso cambie y convivir mucho más. – explicó después. – Quiero ver a Noé porque seguro que se puso muy guapo, ¿verdad tía?
La picardía de mi novia menor, rayaba en la imprudencia. Era clara la insinuación que le hacía a su tía sabiendo lo que pasaba con Noé, sin embargo, la pregunta no incomodó a Vania, seguramente porque creía improbable que yo les hubiera contado. Aún así la trigueña por unos segundos me miró cómplice y después le respondió a su sobrina afirmativamente. Luego de unos instantes más, Siddhartha se despidió para ir a su cuarto, en ese momento Isabela sin esperar respuesta de su prima se auto-invitó para ir con ella. Yo sabía las intenciones de esa niña, me las había dicho mientras me montaba en su habitación el día anterior, y aunque era perfectamente capaz de seducir a su prima, consideré en ese momento que no lo lograría, y menos cuando Siddhartha hizo un gesto desganado mientras Isa pasaba a toda velocidad hacia las escaleras. Una vez solos, casi sin esperar a que las pubertas llegaran al cuarto, Violeta se puso a trabajar.
– ¿Mi tío Jesús lo sabe? – mi novia con encendidos ojos color magenta cuestionó a Vania.
Ella, que regresaba de llevar unos platos a la tarja, se desplomó al instante en una silla al lado de su sobrina, espantada, sus brazos desguanzados caían entre sus muslos. Por unos segundos el silencio partía en pedazos la cocina. Los ojos esmeralda, en ese instante, se esfumaron, como si su tinte hubiera estado durante años expuesto al Sol. Vania agachó la cabeza, estaba titubeante y casi suplicando le dijo a Violeta:
– No, no le he dicho, y quiero que así se quedé, por favor.
– Vania, lo siento, Violeta y yo nos llevamos muy bien, y no pensé que te haría algún mal contándole…no sabia su parentesco.
– No te preocupes Tristán, no te culpo a ti.
– Y tú tampoco te preocupes Vania, que yo no le diré nada a mi tío. – tranquilizó Violeta a su tía quien estaba a punto del llanto.
– ¿De verdad? – dijo Vania conmovida. – Gracias Vi, no sabes como te lo agradezco. – agradeció dándole un cálido abrazo a su sobrina. Las manos de Violeta estaban en la espalda baja de su tía, a punto de tocar el inicio de sus hermosas nalgas. Mi novia, sin dejar de abrazarla, comenzó su juego.
– Pero quiero algo a cambio. – pronunció Violeta en tono serio pero amable, no como un chantaje. La trigueña se separó un poco de su sobrina para observarla, aunque no dejaron de abrazarse. Las dos sonrieron.
– Lo que quieras Vi, – respondió Vania con cariño. – sólo pídelo.
– Me gusta tu amante, y me gustaría que lo compartiéramos. – le declaró sin rodeos Violeta con una de sus manos cada vez más cerca del trasero de su tía. Vania por un momento la miró asombrada sin saber que contestarle, para después separase por completo de ella y voltear a verme. Violeta no quitó el dedo del renglón:
– No te lo voy a negar tía, ni a ti Tristán…me gustas. Cuando me platicabas de esa mujer, al principio me daban celos, pero después me daban ganas de observarlos. El te describía de maneras tan sublimes y eróticas, además, nunca dijo tu nombre, decía que no era de caballeros, pues eras una mujer casada. Me parecía algo ñoño pero bello a la vez. Y ahora sé que eres tú, la madre de Noé y de Siddhartha, mi tía, una de las mujeres más sensuales que conozco, sabes, ahora lo entiendo todo. Dices que no quieres que mi tío se entere, lo que quiere decir que seguirás con él; tampoco has corrido a Tristán, pues estás involucrada de muy buena forma con él; he visto como lo observas y se nota cuanto te gusta. Por favor se los pido a los dos, déjenme ser parte de esto, no se arrepentirán.
Había puesto una obra de teatro delante de nosotros, Cuando terminó de hablar, Vania y yo nos miramos. Ella se disponía a responderle a mi novia, pero me adelanté, tenía que completar la actuación de Violeta.
– Primero quiero volver a pedirte una disculpa Vania, no sabía que ella era tu sobrina, y a ti Violeta… de verdad que no imaginaba gustarte…soy muy afortunado, tengo la oportunidad de estar con las dos mujeres más bellas que conozco, pero no creo que sea buena idea, será mejor que me vaya. No quiero meter en más problemas a tu tía.
Me paré de la silla y me dispuse a salir de ahí. La hermosa voz de Vania me detuvo. Hacerme la victima había funcionado.
– No Tristán, quédate, esto lo decido yo. – dijo, apuntándose uno de sus pulgares al pecho y continuó. – Es claro que cuando te vi en la sala, creí que todo se vendría abajo, no sólo lo nuestro, sino todo mi mundo. Sin embargo, ahora, al escucharlos a los dos, se que estaba en un error, es más, oportunidades como esta se dan pocas veces en la vida, si es que esto pasa alguna vez. Mi gusto por ti Tristán es más que evidente, tan claro, que hasta Vi en un par horas de convivir con nosotros se dio cuenta, pero de lo que parece no darse cuenta mi sobrina, es mi atracción por ella… Mi respuesta es sí, y solo faltaría la tuya Tristán y sé que, por todo lo que hemos vivido y sabes de mí, no me decepcionarás.
Violeta ni siquiera espero mi contestación, se acercó a Vania y fue directo a su boca, la trigueña le siguió en el beso, con una tensión sexual liberándose a cada instante, a esas alturas era ya estúpido emitir mi respuesta, llegando hasta ellas para modificar ese beso en uno de tres. Para que esto fuera posible, debíamos lamernos más que besarnos, y así fue, los lengüetazos eran tan furibundos que rayaban en lo vulgar. Eso nos excitó rápidamente. Después de unos minutos ya nos masturbábamos por encima de la ropa, cambiando de manos de uno a otro sin predilección. Luego, Vania se separó, nos tomó de la mano y sacó de la cocina; subiendo las escaleras sólo nos dijo:
– Vamos a mi cuarto. Jesús salió de la ciudad.
– ¿Cuándo llega? – pregunté.
– Hasta el jueves. Creo que hoy estaremos tranquilos.
Llegando a su habitación, como si fuéramos parte de una manada de lobos, Violeta y yo nos abalanzamos sobre Vania. Yo directo a quitarle los leggins, no sin antes darle una mordida en la vulva con ellos puestos. Al bajárselos, estaban tan apretados que la tanga que usaba se enrollo en los leggins y la dejé desnuda de la cintura para abajo. Violeta por su parte, prácticamente le arrancó la blusa, varios botones rodaron por el piso. Con el sostén pasó más o menos lo mismo se lo arrancó con tanta fuerza que uno de los ganchos se desprendió. Si hace algunos instantes el color se le había ido de los ojos, ahora Vania, pintaba llamaradas verdes, que parecían iluminar la alcoba. Totalmente desnuda, restaba comérnosla con vehemencia, y así lo hicimos. Sin ninguna escala, me adentré en su vagina, sus jugos empapaban toda mi cara. Con la lengua me entretuve en los pliegues que se forman entre los labios mayores y menores, para luego clavársela lo más adentro que pude haciendo círculos. Entre tanto Violeta le lamía las tetas a su tía con dedicación, se notaba en cada chupetazo o lengüetazo el gusto y la atracción que sentía por ella. Vania tenía completamente enrojecidos los senos, ya que Vi cuando no los chupaba o lamía, los mordía, restregando toda la cara de pezón a pezón. Su tía entre jadeos comenzó a suplicar.
– Tristán métela, no puedo más te lo suplico.
Me desnude rápido, no iba a perder más tiempo en ruegos. Me arrodillé entre sus piernas y con una fuerte rigidez la penetré de un solo empujón. Violeta se apartó para desnudarse, su pecho ruborizado y sus firmes senos apuntando al cielo me indicaban que mi novia estaba excitada como nunca, y conociéndola, sabía de antemano, que esta noche sería larga, de mucho sexo y que muchos límites se traspasarían. Vania jadeaba oes por cada embestida que le daba. Quería agarrarme de sus nalgas para abrírselas y que mi verga entrara lo más profundo posible, lo hice, pero al conseguirlo, necesariamente tuve que encimarme en ella, bloqueando de paso a Violeta que por unos segundos no supo que hacer. Vania se percató y con voz cachonda le dijo:
– ¡Aquí Vi, pon ese hermoso coño en mi boca…ah!
Las palabras de Vania no faltaban a la verdad, el coño de Violeta se veía bellísimo: pequeño, perfectamente simétrico y con un poco de vello castaño. Mi verga se endureció más cuando lo posó lentamente en la boca de su tía, quien antes de empezar a lamerlo le dio un beso tierno de bienvenida; Violeta al sentir la lengua, dejó caer las caderas en el rostro de la trigueña. Ese rico sexo oral que Vania le daba a su sobrina, quedaba a centímetros de mi nariz, y con cada vaivén de mi novia sobre el sensual rostro de su tía, llegaba hasta mi un embriagante aroma de humedad vaginal combinada con saliva.
Aumenté el ritmo, abriendo lo más que podía las nalgas de Vania; introduje un dedo en su ano, lo que provocó un fuerte gemido ahogado, que fue a perderse entre las Trompas de Falopio de Violeta. La vagina de Vania era un mar que rompía sus olas en la punta de mi glande, y la suavidad de la fricción no ayudaba a que aguantara mucho más.
– ¡No puedo más… me vengo…oh, oh…!
No respondió ninguna a ese clamor, en una o dos metidas más, dejé pegada la base de mi falo en la vulva de Vania, explotando en lo más profundo toda mi leche contenida desde que todo aquello se complicó. Violeta hábilmente se bajó de su tía, poniéndose en cuatro al lado de ella.
– ¡Anda Tristán, métemela antes de que se te baje! – casi gritó Violeta dándose una pequeña palmada en medio de la vulva para señalarme el camino. – ¡Quiero tener los tres jugos mezclados dentro de mí! – pidió mi novia, con voz agitada y timbre de exaltación. Me moví hasta sus nalgas que apuntaban al techo y con toda la facilidad que esa mezcla de jugos me daba, y que también incluían un cuarto elemento que era la saliva Vania, la penetré hasta el fondo.
– ¡Oh, sí…ya te quería dentro! ¡Ah…qué buen pito tienes! ¡Justo como lo imaginaba! – jadeó Violeta, quien a pesar de la calentura no se salía de su papel.
– ¡Las dos me encantan! ¡No me extraña…que sean familia! – dije tratando de responder a su actuación. Luego volteé a ver a la trigueña y fue cuando me percaté de que ella también se había venido: tenía un brazo sobre los ojos, el otro entre sus piernas y aún gemía, sacudiéndose levemente. Su cuerpo sudado, era para nunca dejarla de ver. Con las últimas contracciones del orgasmo recorriéndola, el erotismo con el que cada porción de su piel estaba construido era perfecto. Quitó el brazo de sus ojos y me miró, me regalo una hermosa sonrisa y después observó lo que hacíamos Violeta y yo; había quedado en trance y a penas notaba que cogíamos a su lado. Se paró en la cama, abrió las piernas, puso cóncava una de sus manos, bajo su vagina y esperó a que escurriera mi semen desde dentro; cuando estuvo casi llena, embadurnó sus hermosos y exuberantes senos con esa leche. La visión era de locura, no sólo la erección no bajó, por el contrario, volvió a endurecerse y empecé a bombear a Violeta como un pistón, los jadeos de la hija de Trinidad eran ya alaridos. En seguida Vania repitió la misma recolección en su vagina, nada más que en esta ocasión al llenar su palma, se arrodilló a un lado de su sobrina y le puso el semen en toda la cara, deteniéndose especialmente en la boca, para luego besarse de la manera más obscena posible, tanto que a la mitad del beso yo ya estaba soltando mis segundos lechazos, ahora en el interior de Violeta, que al escuchar mis jadeos corriéndome, y sin dejar de besar a su tía tuvo un orgasmo de sonidos roncos y caderas oscilantes.
Justo cuando nos recuperábamos de ese primer encuentro, nos espantó el timbre de la casa. Alguien había llegado. Violeta y yo saltamos directo de la cama a nuestras ropas, mas Vania no mostró ninguna preocupación.
– Tranquilos, no se preocupen, debe ser Noé.
– ¿Y no viene con tus padres? – dijo Violeta aún vistiéndose algo apurada.
– No lo creo, casi siempre lo mandan en taxi.
– Y qué tal que hoy es el “casi”. – le respondió su sobrina que no paraba de brincar tratando de que sus ajustados jeans se deslizaran hasta su cintura.
– Pues me tardaré un poco más en despedirlos. Pero en cualquiera caso ustedes me esperan aquí y de preferencia desnudos. ¿Ok? – nos dijo Vania quien se limpiaba con un pañuelo, la cara y los senos manchados con mi semen. Luego terminó de vestirse y salió de la habitación.
Mientras esperábamos, Violeta volvió a desnudarse y se acostó a mi lado. Nos abrazamos, en ese momento creíamos ingenuamente haberlo logrado.
– Mi madre se pondrá eufórica después de esto.
– ¿Por qué hablas así?
– ¿Cómo así?
– Pues así, en voz baja.
– Porque no confío en Siddhartha, es capaz de tener un oído del otro lado de esa puerta.
– Bueno, yo creo que tu mamá…
– ¡Shhhh! Tristán, no tan fuerte… bajito.
– Okey, así.
– Sí, así.
– De acuerdo, tu madre estará muy contenta.
El hecho de que la hija de Vania estuviera escuchando no era una buena suposición, yo confiaba en que Isabela nos alertaría, aún así, por si las dudas le hice caso. Por otro lado, precisamente pensando en Isa, me interesaba más como le estaba yendo con su prima. Claramente a Violeta le intrigaba otra cosa.
– ¿No crees qué tu hermana ya le dio por lo menos un beso a Siddhartha?
– No lo sé Tristán, no creo.
– Conociéndola, apuesto a que si.
– Ojalá. Pero cuéntame: ¿Por qué está ella aquí?
– ¿Quién?
– Isabela.
– No tengo idea Vi. Yo te estaba esperando en el pórtico como quedamos y sólo llegó de sorpresa.
– ¿Y le tocó a Siddhartha, o qué? ¿Por qué estaban adentro?
– De hecho, llegó primero tu prima. Me metió un susto…
– ¿Susto? Díos mío Tristán, casi me matan a mi de un infarto cuando entré a la casa.
– ¿Y que crees que sentí cuando llegó Isa a saludarme a mí y a tu prima?
– Esa niña es imposible.
– Y llegó diciéndome novio.
– No, ¿de verdad?
– Sí, casi me da una trombosis.
– Voy a matar a nalgadas a esa puberta.
– Ya tranquila, todo salió bien, fue muy repentino, pero lo manejaste de maravilla.
– Pues si, pero casi me da un infarto. ¿Mi mamá sabe?
– No lo creo Vi, ¿te ha marcado?
– No, ¿y a ti?
– No.
– ¡Qué extraño! Igual habló con la tonta de mi hermana y ya le dijo que todo está bien.
– Y todo está bien amor, va todo muy bien Vi.
– Sí, lo sé. ¿No es increíble?
De que pasaba con Trinidad y su nula reacción a que Isabela se haya escapado, tendríamos que esperar para enterarnos más tarde, ahora sólo quedaba esperar a Vania. Pensamos que, si sus padres habían venido, seguramente los despediría y luego llevaría a Noé a su cuarto para regresar con nosotros. Más allá de los objetivos de Trinidad, intimar con esa trigueña nos resultaba adictivo. Platicábamos sobre eso cuando a Violeta la cruzó una idea.
– Tristán.
– Dime.
– Y si salgo a ver que pasa. ¿Cómo ves?
– No, podrían estar los abuelos.
– Puede ser, pero si los veo me regreso rápido.
– ¿Qué sentido tiene? De todas maneras, Vania viene para acá.
– Lo sé Tris, pero se me ocurrió algo.
– No hagas nada loco Vi, vamos muy bien.
– Lo sé, pero que tal que salgo y los abuelos no están y voy a saludar a Noé muy efusivamente.
– ¿Muy efusivamente?
– Seduciéndolo Tris, ya sabes.
– ¿Y Vania?
– Exacto, Vania es la clave, esa mujer es super caliente.
– Sexual.
– Bueno sexual, caliente… pero ese no es el punto Tristán.
– ¿Cuál es entonces Vi?
– El punto es que, talvez si me ve hacer eso, le guste y entre las dos…
– ¿Qué? ¿Se lo tiran?
– ¿Por qué no? Ella ya lo hizo.
– No lo sé Vi, es muy arriesgado.
– Así es y el que no arriesga no gana.
– Pero si ya vamos ganando Violeta.
– Claro, y es momento de aprovechar la racha… esa mujer aún está mojada, te lo puedo jurar.
– No importa si está mojada o no, es su hijo.
– ¡Shh, baja la voz!
– Lo siento. Pero lo es.
– Sí, es su hijo, un hijo al que ya se cogió.
– Sí Violeta, pero aún así…
– ¿Aún así qué?
– Siento que tu plan va a fallar.
– Eso no lo puedes asegurar, y quien sabe Tristán, si mi hermana pudo con Siddhartha y tengo éxito en esto, no salimos de esta casa hasta el miércoles por la noche. Si sabes a lo que me refiero.
En ese instante Violeta bajó de la cama y caminó hasta la puerta del cuarto, iba desnuda.
– Violeta tu ropa.
– Deja de hablar bajito, a esta distancia no te escucho bien y además ya no tiene sentido.
– Ok bueno, ¿No te vas a vestir?
– No.
– Vi, no hagas locuras.
– Tristán tu sabes el efecto que causa este cuerpo en los hombres… y en las mujeres también, – dijo Violeta abriendo lentamente la puerta y escondiendo la mitad de su perfecta silueta fuera de la habitación. – imagínate lo que causará en ese niño de diez años.
Fin Parte 7
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