Violeta 8
Soy una mala persona, lo sé. En ocasiones las circunstancias te orillan a decidir algunos dilemas en pocos segundos..
Un saludo para todos, antes que nada les pido una disculpa por la tardanza en estas últimas dos entregas (Violeta 7 y 8). Tuve algunos contratiempos, gracias por esperar. También gracias por sus comentarios. Este relato le quedaran de 2 a 3 capítulos más, en los que ya trabajo, pero ahora mismo publicaré uno nuevo que se llama El Semillero, espero les guste. Besos y abrazos para todos los lectores, me hagan comentarios o no, me pongan estrellas o no, aunque prefiero que lo hagan. Felices párrafos.
– Te dolerá un poco. – advirtió Siddhartha mientras sacaba de un pequeño maletín, un arnés que sostenía una verga de látex negra, no muy rígida, pero si larga y ancha. El espectáculo, de esa niña desnuda, en tacones altos, poniéndose ese juguete sexual, al mismo tiempo que me miraba con una mezcla entre excitación y malicia, podría haber curado al más grave de los pacientes con disfunción eréctil, mas estando sometido en contra de mi voluntad, no me resultó tan erótico como debería. Tenía mis pies y manos atadas así que, fácilmente me puso en cuatro y se colocó detrás.
– Esto será un poco diferente a nuestra primera vez. – susurró en mi oído antes de poner un poco de lubricante alrededor de mi ano, embarrando algo en el dildo y haciendo círculos en la entrada. Sus manos amasaban mis nalgas, al tiempo que soltaba unas risitas un tanto burlonas. Bien sabía lo que venía, esperaba el dolor desde lo desconocido, esto me hacía creer que no lo soportaría. Como una especie de bloqueo pensé en ese primer encuentro al que ella se refería, y los recuerdos de cómo habíamos llegado a ese momento, en donde estaba una adolecentea punto de sodomizarme , volvieron…
El cuerpo desnudo de Violeta se perdió detrás de la puerta. Sin importarle mi opinión, fue tras Noé y su tía. Comencé a experimentar un poco de ansiedad en esa situación. Si mi novia tenía éxito, me daba mucho morbo como lograría alcanzarlo; también sopesé que, si no iba por buen camino tal seducción, yo podría ayudarla en algo, así que decidí ir tras ella. Al pasar por mi ropa tirada en el suelo pensé en Noé y me vestí rápido, que viera desnudo el hermoso cuerpo de su prima, era algo muy diferente a que me viera a mí así. Luego de calzarme el último zapato salí de la habitación.
La planta alta de la casa era una ele (L) donde se accedía a las tres habitaciones. Existía una más que, en el pasado, ocupaban como espacio para la televisión, pero como ya todos tenían tele en sus cuartos, la usaban más como una pequeña bodega. Ahí estaba el paradero de todas las cosas que ya no les interesaba tener en sus habitaciones, aun así, había un cómodo sofá-cama, con suficiente espacio para ser usado por alguna visita si así se requería. Dicha pieza, era la primera después de subir las escaleras, luego estaba el cuarto de Siddhartha; la puerta a la recámara de Noé estaba justo al dar la vuelta a la ele, y por último, al fondo de ese pasillo contiguo, mucho más amplia y apartada del resto, se encontraba la alcoba matrimonial, de donde yo salía siguiendo a Violeta en esta aventura de ir por su primo, como una mecha que encendiera una especie de orgía entre todos los que nos encontrábamos en esa casa. Pasé de largo por el cuarto de Noé, di la vuelta a la derecha y pasando por la recámara de Siddhartha pude escuchar una plática llena de risas y expresiones estruendosas. Primero creí que sólo sería la voz de Isabela luego, prestando más atención, también oí con claridad a la mal llamada “monja”, muy entusiasmada con esa conversación. Seguí de largo, no quise interrumpir a Isabela que parecía tener algún progreso con su prima.
Bajé las escaleras hasta el primer descanso, y fue cuando me disponía a descender la última sección de aquella escalinata, cuando me percaté de que Vania, con Noé de la mano, despedía en la puerta a alguien que, desde esa perspectiva, no se alcanzaba a ver, pero debido a la efusividad con la que el pequeño niño también agitaba la mano, podía adivinar que eran los abuelos. Me sentía seguro ahí, pues esas escaleras, sino se prendía la luz en ese descanso, eran muy oscuras. Tuve así, la oportunidad de buscar a Violeta, pero no la veía por ningún lado. ¿Estaría escondida esperando el momento preciso para entrar a escena? ¿O tal vez, viendo a los padres de su tía, había subido y estaba con las niñas? ¿Era por eso que se escuchaba tanto alboroto en ese cuarto? Pensé en retroceder e irme directo a la habitación de donde venía, ¿o tal vez ir a la recamara de Siddhartha? Sin embargo, antes de subir, de reojo vi algo en la sala que llamó mi atención: Los pies descalzos de Violeta en uno de los brazos del sillón grande. No podía ver más partes de su cuerpo, pues el respaldo de dicho sofá tapaba todo lo demás. Resultaba obvia que esperaba en ese sitio recostada y, cuando dieran la vuelta, lo primero que verían, sería su cuerpo desnudo en la sala. Había que admitirlo, cuando se trataba de sexo, Trinidad, Violeta e Isabela eran osadas, sin importar cuando o como, todas sus acciones debían llevar al mismo objetivo: La liberación de toda inhibición sexual, especialmente en los otros. Lo que Violeta no esperó ni tampoco yo, aún siendo el artífice de aquella seducción, era que esa sexualidad ya estaba liberada, tanto en la madre como en el hijo.
La despedida a los abuelos terminó, Vania cerró la puerta y cuando sacaba la llave, Noé saltó a sus brazos con un efusivo abrazo. La trigueña lo cargó de las nalgas, el pequeño entonces, buscó los pechos, sacó la lengua y lamió como si fuera una larga paleta lo que dejaba ver en el escoté medio abrochado su madre. Vania abrió la boca y dejó escapar un leve y corto sonido, muy parecido a cuando se prueba una soda con mucho gas. Cruzó una de sus manos hacia la nalga contraria para cargarlo con uno solo brazo, con la mano libre lo sujetó del mentón, levantándole la cara hasta su boca; en seguida él lo entendió y abriendo los labios recibió un beso; la trigueña devoraba sin tapujos a su hijo, el niño, tratando de seguir el ritmo de tal besuqueada, intentaba abrir lo más que podía la quijada de par en par. Con la mano libre, ella ahora desordenaba el pelo de Noé quien, la imitó enmarañando el hermoso pelo oscuro de su madre.
Violeta se sentó como si un resorte del sillón la hubiera empujado; su cabello castaño claro, también estaba enmarañado y también era obra de su tía. Pensé ilusamente que huiría a toda prisa. Estaba equivocado, ella nunca dudaba, se quedaría ahí hasta que la vieran, y así fue. Terminaron el beso con pequeños círculos entre las dos lenguas. Vania bajo la mano para sentir la erección de su hijo, al tiempo que abría los ojos, encontrando con el rabillo a su sobrina desnuda, observándolos con avidez. Dio un brinco, soltando el pene al instante, después dejó al niño en el piso.
– ¡Violeta! – gritó Vania sintiéndose descubierta. – ¿Cuánto tiempo llevas en ese sillón? – preguntó, seguramente con la vaga esperanza de que no hubiera visto el cachondo beso que ella y su hijo estaban dándose.
No podía ver la cara de Violeta, pues me quedaba de espaldas, pero podía adivinar con que lujuria los estaba mirando en ese instante. Noé reaccionando al grito y a la pregunta de su mamá, se ruborizó y agachó un poco la cabeza, aunque subía la mirada de tanto en tanto para observar el cuerpo desnudo de su prima.
– Afortunadamente llevo aquí lo suficiente para ver el hermoso beso que se han dado tía – le dijo Violeta directamente a Vania, como era su estilo, sin titubear. Noé levantó la cabeza y le sonrió a su prima, Violeta seguramente le correspondió pues el niño se puso más colorado de lo que ya estaba. A la trigueña no se le escapó esto, pero en su psique aún era la madre de Noé y quería ante él seguir con ese guion.
– ¿Por qué estás desnuda? ¿Dónde está tu ropa? – preguntó Vania, fingiendo no saber porque tanta falta de pudor. Violeta se tomó un segundo para responder, respiró hondo y cuando inclinó la cabeza hacía un lado, yo sabía perfectamente que clase de respuesta le daría:
– Estoy desnuda porque me encanta estar desnuda, se que no estoy en mi casa, pero como hace un momento Tristán, tú y yo nos desnudamos juntos, me sentí con el permiso de estar así. – le dijo a Vania, quien no esperaba esa respuesta, las palabras de su sobrina tensaban sus músculos, su sobrina, ante todo, hablaba siempre con toda seguridad. – ¿Cuál era la otra pregunta? – continuó Violeta preguntándose a si misma. – Ah sí… Mi ropa está en tu cuarto…obvio, ahí nos la quitamos los tres. – señaló con un leve manoteo en dirección a la planta alta.
Su tía estaba muda, inmóvil. Noé giraba la cabeza entre las dos, parecía no entender muy bien lo que pasaba. Violeta tenía la capacidad por si sola de jugar al policía bueno y al malo, no necesitaba de nadie más, era por eso que Trinidad tenía fe ciega en ella. No solo podía construir la más erótica de tus fantasías, también te podía hacer añicos con la crudeza de sus actos y sus palabras. Si querías conquistar un lugar, debías mandarla a ella de avanzada. Trinidad me dijo que necesitaba a la caballería, y así fue, Violeta había llegado. Ella, ahora entendía que debía suavizar sus palabras y sabía que paso era el siguiente.
– Me gustó mucho como besaste a tu mamá. – dijo a su pequeño primo acercándose a él lentamente. Su manera de caminar era de lo más sencillo y natural, por eso resultaba más erótico. Vania reaccionó desde el instinto materno, pasando un brazo alrededor de los hombros de Noé, pero él estaba embobado con esa guapura de cuerpo perfecto y juvenil que venía hacia él, y casi sin darse cuenta caminó un par de pasos en dirección a Violeta, quien se agachó un poco.
– Tenía muchas ganas de verte, ven dame un abrazo. – le pidió Violeta agachándose y extendiendo los brazos. Noé no se lo pensó dos veces y le ofreció los propios.
– Pero si nos vimos el viernes Vi. – dijo el niño, apretando cada vez más fuerte a su prima, mientras Vania los observaba con atención.
– Y claro, así fue… es por eso que te extrañé más.
– ¿Por qué Vi? No entiendo.
– Fácil, porque ese día me di cuenta que has crecido muy guapo y ya quería verte.
Noé, después del halago que le hacía su prima, le escondió la cabeza entre el cuello y el inicio de los senos, al tiempo que exclamaba un “gracias” que sonó un poco inseguro.
– No tienes que agradecer nada guapo, es la verdad. Oye, ¿te puedo hacer una pregunta? – Noé asintió con la cabeza, sus manos mientras tanto, no se resistieron a acariciar dulcemente la espalda de mi novia. Vania no reaccionaba ni a favor ni en contra. Parecía estar expectante hacia donde conduciría todo esto. La que no traía ropa era Violeta, pero la que había quedado desnuda era ella, descubierta, exhibiendo tal lujuria por su hijo.
– Vi… dime que pregunta. – insistió Noé haciendo pequeños círculos con una mano en la espalda baja de su prima, ya muy cerca del inicio de sus redondos glúteos que, desde mi perspectiva y estando ella en cuclillas, parecían un perfecto corazón invertido.
– ¿Así besas a todas las mujeres o sólo a tu mamá? – preguntó con malicia Violeta. Noé dudó un segundo. Vania llevó una mano a la boca, probablemente ahogando en su palma alguna objeción.
– A todas. – respondió el pequeño entre risas, era claro que mentía. Violeta rio también y siguiendo la broma le dijo: “Eres todo un galán ¿eh?”.
– ¿Y me puedes dar un beso así, a mí? – pidió después mi novia rozando la nariz de Noé con la suya de un lado a otro. – Digo si tu mamá te da permiso. – concluyó su propuesta al mismo instante que volteaba a ver a Vania, seguramente con la mirada más sugerente que su tía jamás allá visto. Se podía ver el “no” en los ojos esmeralda de Vania, pero Noé tal vez adivinando la negativa de su madre, apresurado, exclamó:
– ¡Sí me dejas, verdad mamá!
– No, no creo que sea correcto Noé. – contestó por fin Vania dejando su petrificación a un lado. Aún así, se escuchaba dudosa, como si no estuviera del todo convencida de lo que decía. Esta falta de convicción la aprovechó Violeta a la perfección.
– Tía, – dijo Violeta. – sé que tu hijo te gusta mucho, ¿y sabes por qué lo sé?… – y sin esperar respuesta continuó. – porque cuando los vi besándose, se besaban igual que tú y yo hace un rato, justo después de habernos confesado mutuamente nuestra atracción. Así también como compartimos el deseo por Tristán. Es increíble que los haya visto besarse, no sientas pena, ya que fue hermoso. Si dejas que tu hijo y yo nos besemos, verás y sentirás lo excitante que fue para mí verlos y estoy segura que lo disfrutarás muchísimo.
Vania cerró los ojos, seguía desnuda moralmente ante su sobrina, ni siquiera podía negar lo que escuchaba. En esas últimas palabras enunciadas por Violeta, se encontraba la llave que abría todos los accesos que atravesaban sus prejuicios, hasta llegar a ese lugar, donde ella estaba construida por sus desinhibiciones.
– ¿Tu lo deseas Noé? – preguntó Vania abriendo los ojos y mirando seriamente a su hijo. Quería estar segura de que el pequeño de verdad lo deseaba.
– Sí mamá. – dijo Noé con seguridad.
– Ok… Pero si no te está gustando o no me gusta a mí, terminamos con esto. ¿Ok Noé?
– Sí, mamá.
– Sí Vania, llegaremos hasta donde tu quieras, lo prometo. – también respondió Violeta. En un gesto que me pareció magistral, pues no sólo le daba su lugar como madre sino de igual forma, le devolvía el control que hace unos momentos le había quitado al espiarlos y descubrir su relación incestuosa.
Luego, mi novia bajó sus manos hasta las nalgas de Noé para cargarlo, él la rodeo fácilmente con sus piernas alrededor de la cintura. Violeta rozó apenas los labios del niño, que ya respiraba con agitación, tan sólo de sentir el aliento cerca de esa mujer desnuda que lo sostenía. Después jugó un poco con la boca de Noé hasta que inclinó la cabeza y abrió los labios, su pequeño primo no se hizo esperar, se notaba ansioso por besar a la castaña de ojos purpura, quien correspondió besándolo lenta pero ávidamente, incluso se podía adivinar como, dentro de la boca de Noé, la lengua de Violeta recorría fúrica esa cavidad húmeda y cálida que su primo tiernamente le ofrecía. Vania separó los labios emitiendo una leve exhalación. Estaba en trance viendo como se devoraban la boca hasta el último centímetro. Su voluptuoso pecho subía y bajaba, señal de que la exaltación al presenciar ese beso la ponía en el límite. Violeta entonces llevó su mano al pene de Noé por encima del pantalón, justo como su tía lo hizo antes de ser sorprendidos.
– ¡No, eso no! – reaccionó Vania dando unos pasos para intentar separarlos. Los primos interrumpieron el beso, un poco confundidos.
– Lo siento tía, tal vez como te vi hacerlo… – dijo Violeta sin dejar de frotar el pene de Noé. El tono natural que Violeta empleaba al expresarse sobre lo que hace unos momentos había atestiguado, le causaba estragos a Vania.
– Sí… creo que si… lo hice… pero no se si sea lo mejor para Noé… no creo que esté bien… – intentó explicar Vania tartamudeando cada palabra. Esa falta de convicción le seguía jugando en contra, en otro momento, ante otro rival tal vez tendría alguna oportunidad, mas tenía enfrente a Violeta, quien aprovecharía cualquier duda o debilidad para seducir en ella, el más tabú de sus placeres.
– Te entiendo Vania, se lo que te preocupa, y si quieres paramos en este momento… – contestó Violeta al mismo tiempo que le daba pequeños apretones al bulto cada vez más visible de su primo. Noé, quien sentía cada leve contracción que le daba con la mano su prima, tenía otra opinión.
– No, yo quiero que siga mamá, me está gustando mucho, igual a la vez que lo hicimos tú y yo.
Vania ruborizó su rostro, intentó defenderse, pero las palabras no llegaban, por lo menos no las que eran útiles. Su resistencia a lo que estaba por ocurrir no encontraba trincheras vacías, expuesta en ese campo de batalla que su sobrina le había tendido; Violeta le apuntaba con rifles color magenta a la yugular, a la cabeza, a sus ojos esmeralda llenos de lujuria. Y su hijo, también expuesto, le recordaba quien había sido la victima original, traspasando la intimidad de su cuarto, derrumbando la puerta que resguardaba sus límites. En una atmósfera inundada por los aromas del incesto y la pedofilia, ella, aunque ya hubiera cruzado ese umbral, se negaba a aceptar su existencia y en última instancia su propia obra. Solo le quedaba enfrentarse, inmolarse o rendirse.
– Lo sé… Noé… lo hicimos y sé que te gusta, pero no estuvo bien, no quiero que te traumes, ya tendrás tiempo de sobra para esto, cuando crezcas.
– ¿Por qué no está bien? ¿Por qué me voy a truamar?
– Se dice traumar, pequeño. – lo corrigió Violeta, que aún frotaba su pene con suavidad.
– Traumar o como se diga ¿eh Mamá? Tu me dijiste que fue maravilloso, todas las veces que lo hicimos: esto y muchas cosas más, que más da que frote mi pene si ya a estado dentro de ti.
Las miradas entre Vania y Violeta se enfrascaron, una cosa era verlos besarse, otra muy diferente, era saber que habían tenido sexo. La mujer expuesta en medio del campo de batalla, había perdido el enfrentamiento, inmolarse no le iba, así que sólo le quedó la rendición. Y por si le quedaban dudas los rifles magenta de Violeta dispararon directo a su alma.
– No te preocupes tía, por mi boca no se enterará nadie, lo juro. – le prometió Violeta poniéndose de pie y soltando el pene del pequeño. – ¿Alguien más lo sabe? – preguntó a su tía que todavía estaba un poco perturbada. Vania contesto casi sin querer que “sí…” Violeta fue a hacia ella, la abrazo y le dio un tierno beso en los labios. Vania entrecerró los ojos y suspiró, el disparo había atravesado su corazón. Después le preguntó el nombre de esa persona que también sabía, a lo que Vania reaccionó levantando la cara mirándome y señalándome.
Me sentía resguardado por la oscuridad de las escaleras, pero era demasiado iluso pensar que podía engañar a la dueña de la casa, conociendo todos sus recovecos, Vania casi de inmediato supo que yo observaba toda la escena. Salí de mi escondite, bajando el último tramo de las escaleras.
– ¡Tristán! – exclamó Violeta con sorpresa. – No sabia que eras voyerista. ¿Te acabas de enterar como yo de esta excitante locura? – preguntó falsamente mi novia, pues bien sabia la verdad. Verdad que yo no podía decir, así que, decidí por la complicidad con Vania, Noé no podía enterarse de que ese acto en donde su madre había cruzado esos límites, fue un reto en medio de nuestra calentura.
– No, yo lo sabía de antes. Vania me lo contó hace poco. – aclaré yendo directo hacia la trigueña, la tomé del cuello y la besé, quería saber en ese beso cual era su nivel de entrega y excitación. Ella entregó por completo su boca a mi examinación, soltando pequeños gemiditos cada que volteaba su cara con un poco de fuerza, pegando su cuerpo enteramente al mío. Su calentura era total. Entendí en ese instante, que le gustaba que la observara, como ese día en el cuarto de su hijo; o aquí en la sala, con el mismo Noé y su sobrina. Era por eso que no me señaló antes, era por eso que, en todo momento dudaba de si misma al tratar de parar el juego de Violeta. Esa condición en el libido de Vania me dio una idea.
– Noé, ¿quieres jugar un juego? – pregunté al niño en cuanto me separé de los labios de su madre. Noé que estaba un poco sorprendido con ese beso, exclamó un “sí” un poco estruendoso, pero muy sincero.
– ¿Sabes jugar: “Simón dice”?
– Claro, lo jugamos en el colegio!
– ¿Y es divertido verdad?
– ¡Sí, Tristán…me gusta mucho!
– ¿Quieres que juguemos los cuatro?
– ¡Sí! Bueno, no se si ellas quieran.
– ¡Yo si juego pequeño! – dijo Violeta abrazando a Noé y plantándole un pico en la boca.
– ¿Y tú mamá? ¿Juegas? – preguntó Noé a su madre, quien parecía estar en una embriaguez sexual, pues sólo miró a su hijo, asintió y adivinando hacia donde iban mis intenciones dijo:
– Claro que sí guapo, pero vamos a mi cuarto, ahí jugaremos todo el tiempo que queramos.
Subimos las escaleras, al pasar por el cuarto de Siddhartha, Vania que iba al frente, nos hizo con un dedo en los labios la señal de silencio. Miré a Violeta desde la complicidad, ella me devolvió la intención desde la paciencia. Debíamos esperar que Isa cumpliera su parte, además las risas y los gritos seguían escuchándose en el interior del cuarto. Llegamos a la habitación, y apenas cerró con llave su mamá, Noé ya nos pedía ansioso empezar el juego.
– Ok, Noé… – le dije de inmediato. – lo primero que tenemos que hacer para empezar es formar parejas, ¿a quién escoges, a Violeta o a tú mamá? – le expliqué deseando que dijera el nombre de mi novia, pues quería que Vania viera a su hijo con su sobrina, afortunadamente la desnudez de Violeta ayudó en su elección, eligiéndola de inmediato.
– ¡Muy bien, buena elección! Ahora ya casi podemos empezar.
– ¿Por qué casi? ¿Qué falta? – preguntó confundido el niño.
– Es tan sólo un detalle, ya que tu compañera está desnuda, la mía también tiene que estarlo, ¿no crees?
– Es verdad. Mamá quítate la ropa para empezar el juego.
Vania sonrió aceptando la orden y se desnudó lentamente, al quitarse el sujetador lo hizo con toda la intención de que rebotaran cadenciosamente sus enormes tetas, enterrándole nuestras miradas en cada balanceo. Lo mismo pasó con los leggins, bajándoselos al mismo tiempo que las bragas. Las curvas de piel que construían sus caderas, eran sinuosas, zigzagueantes y con cada movimiento para liberarse de ambas prendas, nos provocó espasmos al respirar. Cuando hubo terminado, nos tardamos unos segundos en reaccionar, Vania arqueó su hermosa sonrisa, enseñándonos sus blancos dientes.
– ¿Y ahora qué sigue? – nos dijo mientras observaba un poco divertida nuestra cara de estupefacción, ante el maravilloso strip-tease que nos acababa de regalar.
– Ahora, – contesté pasando saliva con dificultad. – yo seré Simón y te pediré que le hagas algo a Violeta; después tu serás Simón y me pedirás que yo haga cosas con tu mamá; luego será el turno de ellas y por último decidiremos quien las hizo mejor y ese gana, ¿ok? Noé contestó con un sí grandilocuente, las dos hermosas mujeres también estaban de acuerdo, pero Vania tuvo una objeción bastante obvia.
– Nosotras ya estamos desnudas. ¿Y ustedes?
– Tu mamá tiene razón Noé, vamos a quitarnos la ropa para alcanzarlas.
Noé, ya metido en la dinámica del juego, ganó a desnudarnos. Luego de festejarlo, haciendo reír con un bailecito a su prima y a su mamá, comenzamos a jugar.
– Ok Noé, ¿estás listo?
– Sí, listo.
– Simón dice que… le des un beso en la boca a tu prima.
Quise comenzar donde se habían quedado, además, también quería ir despacio para hacerlo más excitante.
– ¡Uy, eso es fácil Tristán! – dijo Noé muy seguro de si mismo, después se volvió
hacia su prima, quien ya le extendía los brazos. El pequeño saltó hacia ella, quien volvió a cargarlo, esta vez suavizando sus movimientos, como si lo acariciara con ese abrazo. No hubo juego previo, fueron directo a comerse las bocas. Violeta lo llevaba con maestría, dándole los justos respiros, luego se trenzaron en una serie de lengüetazos, al tiempo que ambos exploraban la piel desnuda del otro con sus manos. Vania, con una mirada hipnótica, puso la mano en su entrepierna, frotando suavemente su clítoris. Mi novia, pasó sus manos por los delgados muslos de Noé hasta sujetar su pequeño pero redondo trasero, apretando bien la curvatura del mismo y abriendo sus nalgas para que pudiéramos ver el diminuto ano del niño. Unos segundos después de contemplarlo Violeta terminó el beso, depositando a Noé en el piso.
– ¡Listo… ahora es mi turno! – dijo al tocar el suelo, mostrándonos lo parado que tenía ya su pequeño pene.
– Ok, ahora tú tienes que decir: Simón dice… – le expliqué para que recordaran como continuar con el juego.
– Sí, lo sé mmmmmh… Simón dice que beses en la boca a mamá.
Era un movimiento previsible repetir lo que yo le pedí, lo esperaba y en seguida me acerqué a su madre para besarla. Vania pasó ambas manos alrededor de mi cuello, para entonces besarme con lentos movimientos de sus labios y lengua. La sujete fuertemente de la cintura, para luego deslizar mis manos hasta sus perfecto y curvilíneo trasero. En seguida se impulsó para que yo la cargara, abriendo las piernas, rodeándome con ellas y descansándolas en mis propios glúteos. Mi verga estaba cada vez más en forma, tanto que por poco la penetro al cargarla: el pene se fue chueco y nada más rozó un poco fuerte sus labios mayores. Ya en esa posición decidí darles el mismo espectáculo que ellos nos dieron, así que, abrí lo más que pude las voluptuosas nalgas de Vania para mostrarles el bello ano de la trigueña. Pasados algunos segundos, se las cerré, hicimos un último remolino con nuestras lenguas y la bajé para terminar el beso. La trigueña al bajar, con su entrepierna atoró mi verga de modo que, al separarnos, ésta reboto un par de veces antes de quedar apuntando al techo.
– Ahora les toca a ellas… primero tu mamá. – dije señalando a Vania. Me intrigaba lo que diría, entendiendo que ese acto, la conectaría con su más primitiva lujuria. Estaba un poco jadeante por el beso, sin embargo, jaló aire.
– Quiero que…
– Simón dice. – la corrigió su hijo.
– Perdón, Simón dice… que Violeta masturbe a su primo. – pidió Vania llevando el juego al lugar donde había interrumpido el beso hace unos instantes en la sala. Noé, que ya no era totalmente inocente en estos asuntos, se sentó al borde de la cama, abriendo ligeramente los muslos para liberar lo más posible su erección. Violeta se acomodó entre sus piernas, de rodillas en la alfombra y comenzó primero a frotar ligeramente la base de su pene, subiendo de apoco la mano hacia el tronco, hasta envolverlo por completo con su palma. Lo que pasó a continuación fue Violeta en su máxima expresión:
– Tienes una verga super linda Noé. – halagó a su primo mientras ponía su dedo pulgar bien afianzado en el prepucio del niño, para subirlo y bajarlo por el glande. Los dos movimientos eran lentos, sobre todo el de bajada, pues como tenía poco de haberse desprendido por completo, hecho que él consideraba como señal de su hombría recién adquirida, tenia algunas escoriaciones a lo ancho del tronco. Cuando el glande salía del todo, Violeta aprovechaba para acercar un poco la cara, para que el pequeño sintiera su tibio aliento en la punta de su lampiño pene. Vania tenía fija la mirada en la verga de su hijo, con cada jalón que Violeta le daba, gemía con un sonido bajo y ronco, como si ella misma estuviera estimulando al niño. Noté en ese momento que la parte interna de sus muslos brillaba.
– ¡Uy niño, que dura se te está poniendo! – exclamó Violeta acelerando un poco el ritmo de la mano. – ¡Dime mientras te la jalo, ¿cómo fue cogerte a tu mami? – preguntó con voz de putilla muy similar a la de Isa , sólo que nunca la había escuchado en ella.
– ¡Ouh… aah…! ¡Incre…i…ble!
– ¿Increible?
– ¡Sí…!
– ¿Te la mamó?!
– ¡Ah…sí!
Violeta aumentaba el ritmo con cada respuesta de Noé.
– ¡Y cómo no, si la tienes hermosa Noé! ¡¿Te gusta cómo te la jalo?
– ¡Mucho…!
– ¡¿Ya te quieres venir guapo?!
– ¡Aaaagh…sí!
Vania empezaba a dedearse con furia el coño, mi verga estaba ya tan parada como la del niño.
– ¡Muy bien! ¡Quiero sentir tus lindos lechazos en mi cara!
Violeta cerró la boca en la punta del glande, como si le diera un tierno beso de piquito y espero ahí, mirándolo fijamente, sin dejar de apretar de arriba abajo su pequeña verga. Por un momento envidié a ese niño, tendría el primer facial de su vida en la hermosa cara de mi novia, con ese seductor pigmento magenta atravesando su alma. Sin duda, algo que difícilmente podría olvidar.
– ¡Mami, ya no puedo…mami, mami! – gritó Noé. La fuerza que, sentía venir desde sus testículos, le obligaba inconscientemente pedir ayuda a su madre, aunque no corriera de verdad ningún peligro.
– Sácalo todo amor…vamos. – dijo Vania casi sin fuerzas y con voz entrecortada, era como si el aire de sus pulmones estuviera tan caliente que no la dejaba respirar correctamente. Sí Noé la escuchó es algo que nunca sabré, pero sinceramente lo dudo, aún así, empezó a soltar borbotones de espesa leche en la cara de mi novia, quien haciendo presión con sus labios, provocaba que el semen saliera hacia su nariz y por las comisuras de la boca, después abrió la misma para engullir por completo el pene de su primo, con todo y testículos. Noé gritaba en una mezcla entre dolor y placer, activando el modo maternal de Vania, dejó de dedearse y trató de ir hacia él. Al darme cuenta, la sujeté del brazo, ella ni siquiera me miró, pero entendió que debía contenerse, el juego aún no terminaba.
Un rato después, cesaron sus jadeos, Violeta aprovechó ese momento para hacerle una mamada de recuperación al nene. Con ritmo cadencioso y la fuerza adecuada, así como la cantidad perfecta de saliva, para no friccionar de más, el sensible glande recién estimulado. Cuando terminó, luego de un par de minutos, la pequeña verga de su primo estaba otra vez granítica.
– Ahora nos toca a nosotros… – dijo Noé queriendo seguir con el juego. Su agitación no lo abandonaba del todo.
– Dirás a mí…aunque claro… somos del mismo equipo. – interrumpió Violeta que aún daba suaves lengüetazos al falo de su primo entre palabras.
– Sí, tienes razón Vi, te toca. Ponles algo difícil. – le propuso a su prima, viéndonos con una sonrisa boba.
– Ok pareja, lo haré… – dijo algo bromista Violeta. En seguida alargó una eme para ayudarse a pensar, luego finalmente nos pidió:
– Simón dice: que mi tía se siente en esta hermosa verga de Noé, mientras Tristán también la penetra por detrás.
– ¿Eso se puede? – preguntó Noé confundido. Su prima enternecedoramente le sonrió, metió entero su pene a la boca, lo sacó y entre lamidas le aclaró:
– Por supuesto que se puede niño hermoso.
– ¿Mamá tiene dos vaginas?
– Jaja, no guapo. Tu entrarás en su vagina y Tristán por su ano.
– ¡Dios! ¿Y no es muy sucio eso?
– Un poco, pero también muy placentero… confía en mí. – concluyó mi novia succionando de manera intermitente su pequeño glande. Noé trató de decir “ok” pero sólo alcanzó a emitir un balbuceo, reaccionando a las succiones de su prima echando la cabeza hacia atrás.
Violeta estaba consciente que desde hace mucho habíamos traspasado el punto de no retorno, todavía más, luego de la venida de Noé. Esa leche aún escurría por su cara, sobre su cuello y se perdía entre sus perfectos senos. Si alguien de los cuatro sabía a que estaba jugando, era ella. Toda elección de palabras, y su gesticulación al pronunciarlas, nos arrastraba a su mundo, ese hecho de orgasmos interminables y jadeos pletóricos. Ese mundo donde me sentía cada vez más cómodo, ese mundo del que Vania y Noé, pronto, así como yo, no podrían ni querrían escapar.
Por un instante, Vania parecía sorprendida por la propuesta que su sobrina había hecho, sus brillantes ojos esmeralda así la delataban, pero sólo fue eso, un instante. Luego camino sensualmente hacia su hijo, Violeta se levantó para dejarla acomodarse, Vania al tenerla de frente le dio un suave beso en la boca, abrió las piernas dejando ver su depilada vulva coronando su entrepierna y antes de sentarse le dijo sonriendo a su hijo.
– Este es mi lugar favorito para sentarme.
Mi novia me miró excitada, esa frase tan prohibida entre madre e hijo la había calentado, pero esto no la aparto de su razonamiento, probablemente así, excitada, era como mejor pensaba.
– Hagamos esto más interesante, – dijo Violeta, y sin esperar respuesta continuó. – …si Noé se viene primero, ustedes nos castigan a nosotros, si alguno de ustedes se viene antes que él, nosotros les ponemos un castigo.
Adelantándome a Vania le dije a Violeta que aceptábamos, la trigueña asintió también y antes de comenzar Noé le recordó a su prima que para esa propuesta tenía que empezar con “Simón dice…”
– Tienes razón guapo… – le respondió Violeta. – Simón dice que el participante que se corra primero, su equipo será castigado.
Los tres adultos sonreímos, pues las constantes peticiones de Noé para que nos apegáramos al juego, eran un recordatorio de su edad. Probablemente, si los cuatro fuéramos adultos, desde el primer reto nos hubiéramos olvidado de tal condición lúdica, entregándonos impulsivamente a nuestros deseos, aún así, estas constantes pausas lo único que provocaban, era el aumento de nuestra excitación, una olla de presión donde la lujuria se acumulaba como vapor a punto de estallar.
Vania acarició con la mano el pequeño pene de su hijo, masturbándolo delicadamente antes de sentarse. Era como si quisiera endurecer lo más posible su verga antes de tenerla dentro. Si bien el falo de Noé no tenía dimensiones adultas, no era de mal grosor. Cuando la vagina de Vania lo cubrió hasta la base, ambos emitieron un gemido coordinado, casi armónico. Violeta y yo nos miramos con lujuria, sabíamos que esta cópula no era la primera entre los dos, pero era mucho más placentero verlo que imaginarlo. Con esa misma mirada Violeta me instó a completar el reto que nos había ordenado, situándome detrás de Vania, quien ya cabalgaba lentamente a su vástago. El espectáculo que desde ahí presencié, me llenó de éxtasis, una deliciosa calentura recorría mi cuerpo, viendo como la depilada vagina de la trigueña engullía una y otra vez, el infantil y lampiño miembro de su hijo. Desde mi pecho, hasta cada rincón surcado por mis venas, sentí embriagarme con la dicha de esa exaltación. Mi verga apuntaba directamente al ano de Vania, recordé que no estaba lubricada pero no quise arruinar el momento haciendo notar esa falta, o aún peor, preguntando estúpidamente por la existencia de algún lubricante en el cuarto. Después de todo, estaba salivando tanto por mi excitación que ya lo estaba produciendo naturalmente.
Embadurné fácilmente mi falo con saliva, Violeta entendió lo que estaba haciendo, y sin ningún aviso, se arrodilló entre las nalgas de su tía, las abrió y fue directamente con la lengua de fuera a comerse el ano. Tuve que hacerme unos pasos para atrás, y darle un poco de espacio a mi novia. La trigueña jadeaba sordamente sintiendo la lengua de su sobrina taladrando e intentando dilatar su orificio, paró unos segundos la cabalgata que le daba a su hijo para dejarse hacer. Entonces Violeta alternaba ya entre el ano de su tía y los testículos de Noé, provocando pequeños espasmos en el infante.
– Ya está listo… – dijo Violeta levantándose de golpe, no sin antes darme un beso en la mejilla y darme un par de jalones en la verga para comprobar su dureza. – …y veo que tu también. – agregó susurrándome al oído.
Recuperé los pasos perdidos después de la intervención de mi novia; con la punta de mi pene hice círculos en la entrada, el morbo invadió mis pulsaciones recordando que mi liquido preseminal estaba mezclándose con la saliva de Violeta en el ano de su tía, pero lo mejor estaba esperándome: Como la lubricación era muy buena y eficaz, mi glande se deslizó sin problemas por el aterciopelado esfínter de Vania. Inmediatamente sentí el duro pene de Noé al otro lado del fino tejido que separa una cavidad de otra, ahora la calentura invadía mi cabeza y por consecuencia, mi juicio. No esperé más, tenía que sentir ese pequeño falo a través del recto de su madre en toda mi verga. Empujé mis caderas hacia delante, esperando que Vania tratara de apartarse por la sorpresa y el dolor. Para mi asombro no huyó, sino que paró su culo hacia mí, al tiempo que bajaba un poco sus caderas para no dejar salir la verga de Noé, asegurando así, un perfecto acoplamiento entre los tres. Resultaba claro que para Vania no era su primer coito anal, pero también se notaba que, no era la primera vez en recibir una doble penetración.
Nunca creí ni creo en la telepatía, pero luego de acoplarnos y que la trigueña girara su cuello para encontrarse con mis ojos, estuve cerca de creerlo. Con esos relámpagos verdes, cargados de lujuria y horadándome la existencia, dentro de mi mente con claridad escuché un ruego: “Por favor muévete, anda.” No sólo era porque su deseo estaba totalmente rebasado y estuviéramos habituados a que ella me suplicara, también era la imposibilidad de moverse al estar atravesada por nosotros, lo que urgía su imploración.
Empecé lento, esa era mi ventaja, pues deseaba sentir cada borde en el pene de Noé y que Vania sintiera que nuestras vergas se frotaban lentamente por entre sus conductos.
– ¡Aaah…Dios mío…! – se le escapó entre gemidos a Vania que en ese momento ya parecía iba a perder el reto.
– ¡¿Estás bien…mami?! – le preguntó Noé entre preocupado y excitado. Vania lo sujeto de la nuca y encorvándose lo más posible, beso al niño apasionadamente para responderle afirmativamente. Durante ese largo rato que mantuve el ritmo lento, ambos jadeaban entre besos. Aumenté el ritmo pausadamente, aunque cada vez con mayor intensidad, la presión que sentía a lo largo y ancho de mi verga, ya era inaudita. Entre el pequeño y duro falo de Noé y la estrechez de Vania no podría aguantar mucho más, ya me daba igual el castigo que pudiera venir. Tenía a la trigueña prendida de las caderas, mas decidí cambiar de agarre hasta su cintura, mi intención era que se sentara por completo en su hijo, pues estaba a punto de embestirla furiosamente y no quería que el pene de Noé se desatorara de su vagina.
– ¡Oh sí, así… más fuerte Tristán… no pares! – gritó Vania, mientras la bombeaba con demencia casi absoluta.
– ¡Mamá… no puedo más….! ¡Mmmmpgh… me vengo….!
– ¡Sí amor… ven aquí! ¡Deja que venga tu leche…aquí!, ¡aquí dentro déjala…!
– ¡Perdí… Mami! ¡Ya no pued… aaaaghh! ¡Ya perdí…aaaagh! ¡Ya…aagh!
– ¡Eso no importa…aaah! ¡No impor….tamor! ¡Yo también pierdo contigo…aaah!
Las palabras entre calentura y cariño que le gemía a su hijo, al tiempo que la embestía con todas mis fuerzas, no ayudaron a contenerme, lo que hizo imposible saber quien había ganado o quien perdido. Grandes chorros de semen fueron a estrellarse contra las paredes intestinales en el fondo de su recto, ella no podía controlar más sus espasmos, seguramente ahogando con los fluidos de su venida, la pequeña verga del nene. La abracé por la espalda, en el instante en que ella lo hacía con Noé, levantándolo un poco. Nos quedamos así por algunos minutos, hasta que sentí mi pene perder forma y deslizarse fuera del lindísimo ojete de la trigueña, como si fuera un gajo de mandarina.
– Eso estuvo increíble… – murmuró Violeta, de quien me había olvidado por completo. – … me han dejado muy caliente. – dijo sentándose en el borde de la cama junto a Noé. – Solamente existe un problema… – continuó. – … los tres se corrieron al mismo tiempo. Tendremos que ponernos castigos entre todos. – concluyó acostándose sobre la cama. Pensé que Noé era al único que le apetecía seguir con el juego, pero me equivocaba, aunque obviamente a Violeta le interesaba continuar jugando por rezones diferentes, así que le pregunté:
– ¿Y que tienes en mente?
– Mmmm…no lo sé. Creo que es momento de incluir a las niñas.
Fin Parte 8
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