Viviendo como una familia «normal»
Cuantas familias ·»normales», en la intimidad de su hogar no se comportarán como lo que parecen a simple vista, dándonos cuenta nosotros de que t ampoco eramos una familia «normal».
A veces la vida de una familia normal, convencional, sin nada que los haga diferentes de todas esas personas que pueden andar por las calles de cualquier ciudad, puede verse alterada por algo que sucede en la intimidad de su hogar que les hace replantearse todas sus convicciones y forma de pensar que pudieran tener hasta ese momento.
En realidad, al igual que todas esas personas de las que desconocemos sus vidas privadas, sin que veamos nada en ellas que las haga ser especiales o que sus vidas puedan ser diferentes, puede suceder algo casual, sin haberlo buscado, que despierta esa perversión que todo ser humano lleva dentro esperando a que se den las circunstancias para que esa sensación impregne su vida y la de todos los que le rodean.
Esto es lo que sucedió en mi familia, un día cualquiera, o una noche, da igual, durante una escena cotidiana de cualquier familia, en la que estábamos viendo la televisión en la cama de nuestra habitación, y nuestra hija pequeña, como tantas veces hacía en ocasiones anteriores, se metió en la cama con nosotros para ver la tele juntos.
Hasta ahí, nada extraño ni diferente a lo que pueda suceder en tantas otras casas, pero en esta ocasión sucedió algo que cambió mi familia y nuestras vidas, en este caso, para siempre.
La película que estábamos viendo era algo subida de tono, con escenas quizás demasiado fuertes para que nuestra pequeña hija pudiera verlas, pero debido a nuestra mentalidad abierta, preferimos que ella vea lo que tenga que ver en nuestra compañía y que nos pregunte sus dudas si todo eso le puede resultar desconcertante, pero el caso es que mientras en la pantalla una mujer desnuda con las piernas abiertas, gemía mientras un hombre estaba entre ellas haciendo un movimiento de vaivén, nuestra hija miraba fijamente sin decir nada, solamente parecía estar concentrada o impactada con lo que veía, aunque por su reacción, parecía que no era la primera vez que observaba algo así, por lo que la dejamos seguir mirando y nosotros nos centramos también en esa película que acabó excitándonos, ajenos a su presencia.
Mi marido y yo nos abrazamos iniciando unas pequeñas caricias en nuestros genitales bajo las sabanas, de lo que nuestra hija se dio cuenta, y se juntó a nosotros, buscando ella también ese contacto de una forma inconsciente, metiéndose prácticamente entre su padre y yo, abrazándola mi marido y acariciándola de una forma instintiva, en principio de una forma inocente, pero ella respondió mimosamente lo que provocó que su padre fuera más atrevido en esas caricias, llevado por un morbo del que puede que no fuera consciente a donde le podría llevar.
Encendidos por el ambiente creado en la habitación, ese juego de besos y caricias que serían normales en cualquier pareja, se extendió a una niña que nos acompañaba durante ese momento en el que la intimidad matrimonial debería ser únicamente de la pareja.
Esa presencia acabó pervirtiendo nuestra relación, añadiéndole un ingrediente de morbo que hizo que esa excitación se disparara hasta límites no alcanzados hasta ahora por nosotros, presenciando como mi marido empezaba a acariciar a la niña entre sus piernas, directamente sobre su vagina, que ella exponía a ese contacto produciéndole una sensación de abandono ante el placer que empezaba a sentir mientras la polla de mi marido alcanzaba una vigorosa erección, producto de una excitación que ya no podía controlar.
Pero lo peor de todo esto que estaba sucediendo, es que yo no fuera capaz de detener algo que evidentemente no debería ser normal en una “familia normal”, tal como la tenemos concebida y que si llegara a pasar, la reacción de una madre no debería ser como la mía, pero lejos de comportarme así, lo que me producía era un intenso morbo de lo que yo era la primera sorprendida, empezando a masturbarme mientras veía como mi marido masturbaba delante de mí a nuestra hija.
Puede que en ese momento, la locura se hubiera adueñado de nosotros, pero me abalancé sobre mi marido para besarle agarrando su polla y pajeándola, ante la curiosa mirada de una cría que por primera vez en su vida, se veía inmersa en la relación sexual de dos adultos, en este caso, sus padres.
Si mi marido estaba tan excitado como nunca ante lo que estaba pasando, yo también parecía haber derribado cualquier barrera moral que pudiera detenerme y me puse a chupar la polla de mi marido casi con desesperación, sin importarme que mi hija viera a su madre como una zorra que solo buscaba ser follada para calmar el ardor de mi coño frotado por mis dedos que entraban y salían de él.
Pero lógicamente, nuestra hija también quería compartir conmigo eso que con tanto deleite metía y sacaba de mi boca, acercando la cara a la polla de su padre buscando su parte y yo, como una madre que no sé si merecería ese nombre, le ofrecí esa polla que no debería de considerar como suya, para que le diera sus primeras lamidas, algo que posteriormente volvería a repetir muchas veces más en su vida.
Primero lo hizo con la prevención lógica cuando se está haciendo algo nuevo que no sabes si te va a gustar, pero pronto esas dudas parecieron disiparse cuando sus labios rodearon el hinchado y brillante glande del miembro viril, pasando su lengua una y otra vez por él, introduciéndolo cada vez más en su boca, actuando de esa forma instintiva que todas las mujeres llevamos dentro.
Era una sensación tan placentera para su padre que difícilmente podría contener su inminente corrida, la primera eyaculación que le provocaba su hija, algo que quizás ni en sus fantasías más perversas hubiera imaginado que se produjera alguna vez, pero allí estaba ella haciéndole una mamada, en la que no importaba mucho si lo hacía mejor o peor, pero el morbo producido era superior al que yo podría producirle con toda la experiencia que pudiera tener después de años haciéndoselo.
Los gritos de placer de mi marido anticiparon esa corrida, sin ni siquiera haber sacado la polla de la boca de la niña, no sé si conscientemente o por no haberle dado tiempo, pero nuestra hija se vio sorprendida por ello, sacándosela de la boca, pero sin dejar de lamer todo ese semen que salía sin que pareciera afectarle su sabor o aspecto.
Todo esto estaba siendo demasiado fuerte para nosotros y yo necesitaba correrme con urgencia, así que aprovechando que la polla de mi marido seguía dura, incapaz de perder esa erección, por toda la adrenalina del momento, me monté sobre ella y la cabalgué con rabia hasta que mis gritos anunciaron también la llegada de mi orgasmo durante unos segundos interminables, quedándonos los dos tumbados sobre la cama, mientras nuestra hija nos miraba sonriente a nuestro lado, ignorando si ella también se habría corrido con los dedos de su padre, aunque sus ojos si parecían indicar el placer obtenido.
Todavía no era el momento de asimilar todo eso que había sucedido ni había lugar a explicaciones estúpidas sobre algo que no habíamos podido controlar y que se nos había ido de las manos, pero la satisfacción obtenida no podía tapar ese comportamiento degenerado por nuestra parte.
Al día siguiente, esa conversación fue inevitable entre nosotros, preguntándonos como habíamos podido llegar a eso, para finalmente intentar convencernos de que no podría volver a repetirse, aunque la realidad fuera tozuda y buscáramos justificaciones por si volvía a pasar:
—¿Por qué empezaste a tocar ayer a la niña de esa forma? ¿Ya se lo habías hecho más veces? —le pregunté a mi marido, intentando anular mi culpa.
—Noo…, ¿qué dices….? No sé por qué lo hice, surgió así y como a ella le gustaba, seguí…..
—¿Pero te das cuenta de lo que hemos hecho?
—Sí, claro, pero tú tampoco te opusiste mucho a que pasara…..
—No me culpes a mí, yo solo me dejé llevar y no supe como pararlo.
—Bueno, no es culpa de nadie. Los tres disfrutamos y da igual si está bien o está mal.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Tú crees que es normal hacer eso con nuestra hija?
—Supongo que no, o eso dicen, pero que sabes tú de lo que hacen los demás……
—Ya, ahora resulta que todos los padres follan delante de sus hijos como si nada y les hacen participar de ello.
—No sé, mujer, alguno habrá seguro, pero da igual, si tú quieres no lo volveremos a hacer.
—Claro que no. ¿Qué pasaría si alguien se entera de esto?
—Yo no voy a decir nada y creo que tú tampoco, y a la cría le decimos que ni palabra de esto a nadie.
—Sí, que fácil lo ves todo, no te das cuenta de que es una niña y se lo cuentan todo entre las amigas…..
—Bueno, pues hablaremos seriamente con ella, y ya está.
Pero no conseguimos encontrar la ocasión de hablar de esto con nuestra hija, y el viernes por la noche, estábamos ya en la cama viendo la televisión cuando nuestra hija volvió a venir a nuestra cama, mirándonos mi marido y yo sin saber que hacer o que decirle, si impedirla meterse con nosotros, lo que ella no entendería si hasta ahora nunca se lo habíamos negado, o simplemente esperar a que no volviera a suceder lo de la vez anterior.
Pero nuestra hija parecía que tenía las cosas mucho más claras que nosotros y al poco rato de estar en la cama, ya se puso a buscar la polla de su padre para metérsela en la boca, algo que él no pudo o no quiso impedir, quedándome yo paralizada ante la decisión de mi hija.
Nuestro morbo, nuevamente empezó a dispararse, un morbo que nos impedía actuar en la forma correcta, pero del que mi marido disfrutaba y yo me excitaba sin poder evitar hacer otra cosa que no fuera empezar a masturbarme mientras veía a mi hija chupar nuevamente la polla de su padre.
Viendo mi marido que yo, una vez más, no hacía nada para parar eso, se dedicó a disfrutar de la felación de su hija, llegando incluso más lejos con ella, al dejarla desnuda volteándola para lamer su vagina ante mi estupefacción, pero fue una imagen demasiado morbosa que me volvió loca y mi masturbación se aceleró buscando mi orgasmo, pero lo que necesitaba en realidad era otra vez una polla dentro de mí.
Y como siempre me gustó más la polla de mi marido que una masturbación con mis dedos, me la clavé de una sentada, mientras él seguía entretenido comiéndole el coño a su hija, que empezó a chupar mis pechos de una manera muy diferente a como lo había hecho cuando era una bebé necesitada de mi leche materna.
En esta extraña composición formada por padre, madre e hija, yo seguía moviéndome sobre la polla de mi marido, dura como nunca, para frotarla en el interior de mi vagina llevándome al séptimo cielo hasta que como un torrente, mi orgasmo mojó el cuerpo de mi marido y las sábanas de nuestra cama, pero ya nada importaba, porque la inclusión de nuestra hija en nuestra vida sexual nos había puesto fuera de control, sin que pudiéramos reprocharnos nada el uno al otro.
Una noche más para la vergüenza familiar, porque nuestras buenas intenciones se habían visto arrolladas por esa nueva pasión que impregnaba cualquier acercamiento sexual que tuviéramos, no quedándonos más remedio que aceptar nuestra nueva situación, por muy irreal que nos pareciera o que estuviera contra todo lo establecido.
Después de vivir algo tan intenso como lo que disfrutábamos cada día con nuestra hija, sólo nos quedaba asumirlo, aunque rebelándonos a pensar que fuéramos los únicos que nos habíamos dejado llevar por algo tan inconfesable, aunque al ser precisamente algo tan secreto, ¿qué posibilidades teníamos de poder compartirlo con los demás?
Nuestras conversaciones ya no giraban en torno a que si lo que hacíamos estaba bien o mal, o sobre nuestra culpabilidad por comportarnos como unos padres degenerados pervirtiendo a nuestra hija, sino sobre la necesidad de saber si en otras familias sucedería lo mismo, algo que empezó a ocupar todos nuestros pensamientos por una necesidad liberatoria para poder seguir haciendo lo que hacíamos sin remordimientos de conciencia y para no tener esos sentimientos encontrados cuando inevitablemente llegó ese día en que la polla de mi marido entró en la vagina virgen de nuestra hija y la convirtió en mujer, de una forma en la que ella no podría presumir con sus amigas de lo que había hecho, por haber sido su padre quien la había desvirgado.
Cuando nuestra hija supo lo que era disfrutar de una polla dentro de ella, su mentalidad de niña cambió y aunque la siguiéramos viendo así, ella empezó a comportarse como una verdadera mujer que buscaba todo el placer que su padre pudiera darle, con una fogosidad que ni yo podía ya darle, aumentando su complicidad entre ellos de una forma en la que yo solo podía ser una acompañante en esa relación, lo que me hacía sentir un poco confundida, por lo que necesitaba urgentemente respuestas a tantas dudas de alguien que estuviera viviendo una situación parecida.
Pero entre nuestros conocidos creíamos que iba a ser difícil encontrar esa familia que se comportara como nosotros, aunque nunca se podría saber, porque ellos supongo que tampoco esperarían que nosotros metiéramos en la cama a nuestra hija para disfrutar sexualmente con ella, por lo que tan solo podríamos esperar a que cualquier situación afortunada desvelara la intimidad familiar de cualquiera de ellos.
Y así sucedió, de la forma más inesperada, casi con nuestros mejores amigos, lo que nunca podríamos imaginar, cuando durante unos días de vacaciones compartidas con Paco, Marisa y sus hijos Andrea y Fran, estábamos en una casa rural que habíamos alquilado, disfrutando de ese ambiente despreocupado por la confianza que nos teníamos, pero a la vez, lo que sucedió nos demostró que desconocíamos muchas cosas de nosotros mismos.
Después de cenar, sentados en unos sofás del salón descansando, no podía creer lo que estaba viendo. Paco tenía a su hija sentada en su regazo, acariciando su cuerpo suavemente, casi de forma inconsciente, pasando una mano por sus muslos y apretándolos ligeramente, mientras la otra entraba bajo una holgada camiseta, recorriendo su barriga y viendo como subía hasta sus pequeños pechos, los que parecía pellizcar con sus dedos, provocando el estremecimiento de la niña hasta acabar convirtiéndose en pequeños gemidos cuando una mano se metió entre sus muslos, haciendo que su hija los apretara atrapando esa mano, y abriéndolos después para seguir permitiendo los toqueteos de su padre.
Lo que yo estaba viendo era una sobada en toda regla, algo incomprensible para mí en alguien a quien conocía desde hace muchos años y al que nunca había visto comportándose así, por lo que miré a mi amiga Marisa, por si ella se estaba dando cuenta de lo que estaba pasando, devolviéndome ella una mirada de resignación, que la obligaba a darme alguna explicación de lo que estábamos viendo.
La verdad es que ellos eran un matrimonio un poco atípico por la diferencia de edad que tenían, ya que Paco le sacaba más de 15 años a Marisa, habiendo tenido a sus hijos relativamente tarde para su edad y aunque ella me había comentado alguna vez cuestiones de su intimidad a las que yo no había dado mucha importancia, ahora las recordaba buscando una explicación que Marisa empezó a darme:
—¿Te acuerdas cuando te comenté que llevaba un tiempo que Paco casi ni me tocaba?
—Sí, pero ¿todavía seguís así?
—Bueno, más o menos, el caso es que él me decía que no sentía nada cuando lo hacía conmigo, ni siquiera podía correrse follándome y le costaba mucho tenerla dura.
—Qué raro, ¿no?
—Eso pensé yo, pero lo achaqué a su edad, a que había perdido sensibilidad en la polla, ya me entiendes, a la rutina, o que yo no le ponía ya lo suficiente.
—Sí, eso a veces pasa en los matrimonios después de los años.
—El caso es que empecé a darme cuenta de cómo se excitaba con la cría. Le gustaba tenerla encima poniéndose a sobarla, como estaba haciendo ahora, y nuestra hija encantada, claro. Yo estaba muy confundida, no sabía qué hacer. Cuando le miraba reprochándoselo, él me decía que estaban jugando y Andrea me lo confirmaba, poniéndose de su parte.
—Te entiendo más de lo que piensas, amiga.
—¿Sí? Bueno, supongo que a todas las madres nos habrá pasado algo parecido en casa, pero el caso es que esos manoseos de mi marido a la cría fueron haciéndose más descarados, incluso en mi presencia, por lo que me tuvo que reconocer que Andrea se la ponía muy dura y que se sentía casi como en su juventud. Imagínate como me quedé yo.
—Escandalizada por eso, claro. Pondrías el grito en el cielo.
—Ya ves. Le dije de todo, que estaba loco, que era un……, en fin, ahora me arrepiento, pero estaba muy enfadada con él.
—Es comprensible mujer. Luego te cuento yo…., pero ¿qué pasó después?
—Pues que acabamos hablando muy seriamente de todo ello. Todavía me tiembla el cuerpo cuando lo recuerdo porque fue un momento muy duro del que dependía toda mi vida, porque o se iba todo a la mierda, o lo aceptaba en cierta forma, teniendo alguna posibilidad de ser feliz en mi matrimonio.
—Es una situación muy delicada ciertamente.
—Paco me explicó, se justificó, me pidió perdón, pero estaba claro que era algo que no buscó, que surgió de su desesperación por no poder complacerme a mí ni hacerlo él mismo y cuando empezó a sentir eso con su hija no pudo evitarlo, por lo que yo, en parte, acabé entendiéndole. Tú me dirás ahora que la loca soy yo por permitírselo, pero estoy muy enamorada de él y lo que quería a toda costa era salvar nuestro matrimonio.
—No te preocupes, Marisa, te entiendo perfectamente, porque como te decía, yo también tengo que sincerarme contigo, ya que mi historia no es muy diferente a la tuya.
—¿Qué dices….? ¿Qué vosotros también….? No me lo puedo creer.
—Sí, amiga, siento una gran liberación al escucharte, porque me sentía muy agobiada con todo esto y me preguntaba si a alguna otra familia les estaría pasando lo mismo y ya ves, como me iba yo a imaginar que vosotros……, es increíble, pero tenemos mucha suerte de poder compartirlo entre nosotros.
—¡Uuuuffff!, Yo también, amiga. No sabía cómo te lo ibas a tomar, si no me ibas a hablar más en la vida o yo que sé. Pero mira, si todavía estoy temblando de contártelo.
—Será mejor que nos tranquilicemos, jaja.
—Sí, pero cuéntame tú, ¿Cómo pasó?
Yo le conté como había sucedido todo, mientras ella también me iba contando los detalles de su relación familiar:
—Como te decía, decidí integrarme plenamente en esos juegos de mi marido con la cría, porque todo esto se lo debemos a ella también, a su actitud y a su madurez para llevar esta situación. Cuando estábamos los tres juntos en la cama, tenía unas sensaciones que no sé explicar, me excitaba como una adolescente cuando le comía el coño a nuestra hija, cuando ella se ponía a chupármelo, cuando compartíamos la polla de Paco, viendo como de pronto, él empezó a sentir, a tenerla tan dura como no recuerdo y a correrse con las dos como un chico de 20 años. Fue como empezar una nueva vida, así, como me estás explicando tú.
—No me puedo creer que estemos hablando estas cosas, pero ahora ¿qué vamos a hacer? ¿Se lo vas a contar a tu marido todo esto? —me preguntó angustiada, Marisa.
—Sí, claro, tendré que contárselo. Yo creo que se dio cuenta de cómo le estabas viendo sobar a Andrea y se preguntará lo que hemos estado hablando entre nosotras. ¿Y tú al tuyo?
—Pues también, tendré que hacerlo. Llevamos tiempo hablando de cómo encontrar a más familias que hagan lo mismo que nosotros, y quien nos lo iba a decir, que vosotros…., no se lo va a creer, jaja.
—¡Ay, amiga! Cuando lo hablen entre ellos….. No te ofendas, pero mi marido ya me dijo lo rica que estaba tu hija y como le gustaría…..
—Es normal. ¿Te crees que el mío no se ha fijado en la tuya también?
—Jaja, me lo imagino, menudos son estos hombres. Se van a volver locos compartiéndolas.
Finalmente, pudimos hablarlo entre todos, desvelando nuestros secretos mientras la mirada de Paco se iluminaba, diciéndole a mi marido:
—Esto es magnífico, amigo. Nosotros también deseábamos encontrar a otras familias con las que compartir esta vida. Poder estar juntos follando a nuestras hijas será un morbo insuperable, tú podrás estar con Andrea y yo con la tuya, ¿no me digas que no se te pone dura solo de pensarlo?
Mi marido no tuvo más remedio que confesarle que lo estaba deseando. Que desde que había empezado a follar con nuestra hija, se fijaba mucho en otras de su edad, preguntándose si sus padres las follarían también y como sería si él pudiera follarlas, por lo que los dos empezaron a ponerse cachondos y llamaron a las crías, diciéndole Paco a Andrea que se pusiera con mi marido, mientras él se quedaba con nuestra hija ante nuestra expectante mirada siendo conscientes del paso que íbamos a dar, en medio de una excitación que iba en aumento al ver como Paco besaba a nuestra hija mientras la iba desnudando y como Andrea se había lanzado directamente a chupar la polla de mi marido.
Viendo eso, Marisa y yo empezamos a tocarnos, algo que nunca habíamos hecho antes juntas, obviamente, pero al darnos cuenta de cómo nos excitaba lo que estábamos viendo, ese deseo instintivo hizo que casi no nos reconociéramos comportándonos de esa manera, algo tan nuevo e inimaginable tanto para ella como para mí.
La verdad es que todo eso era un poco extraño. Nos conocíamos desde hace años, con una relación normal entre matrimonios amigos, unidos por la edad y amistad de sus hijas, que de pronto se ven actuando como si no fueran ellos en realidad, sino que es como si sus fantasías hubieran ocupado su lugar, sus cuerpos y sus mentes y al ver como Andrea le chupaba con maestría la polla a mi marido, tuve que comentarle a Marisa:
—¡Qué bárbaro! Vaya manera de comer polla tiene tu hija. Se ve que le encanta.
—Sí, es lo que más le gusta cuando se pone cachonda. Supongo que será por el tiempo que lleva haciéndolo, cuando mi marido empezó a ponérsela en la boca para que mamara, incluso antes de que yo supiera lo que hacían. Imagínate la escena, es algo que te cuesta asimilar, pero cuando lo haces, no encuentras nada más excitante que eso.
—Paco también está disfrutando mucho con mi hija. ¿Sabes? Una vez ella me dijo que tu marido le había metido mano, pero no la creí; suponía que como la teníamos tan sexualizada, ella había interpretado mal algún gesto cariñoso de tu marido, pero ahora me doy cuenta de que debió de ser verdad.
—¿Sí? Creo recordar cuando pudo ser. Tu hija lo interpretó muy bien a pesar de que era pequeña, porque una vez que estaba en casa jugando con la mía, vi como Paco la tenía agarrada por detrás, tocándole el culo por debajo de la falda. En ese momento no le di importancia, pero ahora que me dices eso, debió de estar un buen rato sobándola, aunque la tuya bien que se dejaba, porque no se apartaba ni decía nada.
—Claro, acostumbrada con su padre, estaba encantada. Pero, amiga…., nuestros maridos disfrutando de las niñas ¿y nosotras qué?
—¿Qué quieres decir?
—Que vosotros tenéis un crío también. ¿No lo habéis incluido en vuestros juegos?
—Pues no. Cuando mi marido empezó con la niña, era muy pequeño todavía y le fuimos dejando aparte de todo esto.
—Pero ya va estando grandecito. Seguro que tiene la pollita muy rica ya. ¿No me digas que no se te ha antojado?
—Pues…. ¡ay, amiga! Es que todavía me da vergüenza hablar de estas cosas y nunca se me ocurriría contar esto a nadie, pero voy a tener que irme acostumbrando a ser sincera contigo. Claro que se me antojó, pero fíjate que esto no lo sabe ni mi marido. Cuando le ayudo a bañarse, se le ponía durita y me gustaba jugar con él. Se la masajeo, bueno, quiero decir que le hago una buena paja y se la he comido varias veces.
—¡Buufff! Ya me parecía a mí, Que bruja eres. Me han dicho que los críos de esa edad echan un juguito muy rico. ¡Qué envidia, amiga! Tienes que dejarme probarlo.
—Bueno, cuando venga, a lo mejor te dejo probarlo, jaja.
—Qué mala eres. Por cierto, ¿por qué Fran no ha venido con vosotros?
—Es que mi madre me pidió quedarse con él una noche más. Ya sabes que ahora se queda a dormir en casa de su abuela desde que se quedó viuda.
—¡Ah!, si, pobre, para que no se sienta tan sola, pero….. ¡Oye! ¿Es lo que me estoy imaginando?
—Sí, jaja. Otra cosa que tengo que contarte……
—¡Madre mía! No me lo puedo creer…., tu madre también……
—Sí, también, ya ves. Fran me lo contó una vez, y ¿qué le iba a decir a mi madre?, si yo estaba haciendo lo mismo.
—¿Qué te contó Fran? Si duerme en su casa, dormirán juntos en la misma cama, entonces, ya me lo imagino todo. O sea, que tu madre se ha buscado un buen sustituto de tu padre. Se estará follando al crío y todo.
—Sí, todo. Como Fran nos contó a las dos lo que pasaba, pues lo hablamos entre nosotras y fue lo mejor que pudo pasar, aunque hasta ahora lo estábamos llevando en secreto.
—Bueno, no te preocupes. Me parece que para tu madre va a ser una liberación también, ahora que sabemos todos nuestros secretos.
Cuando llegó la madre de Marisa con Fran, nos quedamos mirándola a ella y a Fran de una forma que le extraño:
—¿Qué pasó? ¿Por qué nos miráis así?
Diciéndola su hija:
—Tienes que perdonarme, mamá, pero se lo he contado todo a mi amiga, pero no pasa nada, porque ellos hacen lo mismo con su hija ¿entiendes?
—¡Ay, madre!, qué vergüenza, ¿Qué va a pensar tu amiga de mí? —tapándose la cara con las manos.
—No se preocupe, Concha, esto queda entre nosotras, aunque creo que es mejor que lo compartamos las dos familias, porque así vamos a disfrutar mucho más todos —le dije yo.
La madre de Marisa era una mujer con una educación conservadora, a la que le resultaba difícil asumir que supiéramos lo que hacía con Fran y se había quedado muy abatida, por lo que intenté animarla:
—A ver, Concha, no se ponga así, con lo bien que se lo habrá pasado esta noche con Fran. Dígame, ¿le ha follado rico el niño? —poniéndose ella toda roja.
—Anímate, mamá, que no pasa nada, de verdad. Ven, vamos a subir las tres a la habitación con Fran para pasárnosla bien.
Mientras nuestros maridos seguían disfrutando con las niñas en el salón, al pasar por la puerta, Concha lo vio fugazmente, quedándose en shock, y diciéndonos:
—¿Pero esto que es? ¿Qué están haciendo las niñas?
—Anda, mamá, luego te lo contamos, vamos arriba.
Concha, sin saber muy bien lo que hacía, después de tanta sorpresa, nos siguió hasta la habitación de arriba, llevándonos a Fran, que no parecía mostrarse muy atemorizado con la compañía de tres mujeres que parecían dispuestas a devorarle, aunque si expectante por lo que le esperaba, diciendo Marisa a su madre.
—Verás, mamá, es que mi amiga también quiere disfrutar con Fran.
—¡Ah!, bueno, claro, yo no la puedo criticar por eso, pero quien me lo iba a decir a mí que ahora, a mi edad pensaría así.
Comentándole yo:
—Nunca es tarde para eso ¿Cómo fue ese momento en el que empezó con su nieto en la cama?
—El crío dormía conmigo, porque así me sentía más acompañada, pero nunca me imaginé que pasaría lo que pasó después.
—¿Y qué pasó, Concha?
—Que el muy cabrito, me ponía su pollita en el culo y se frotaba en él.
—Le pondría caliente eso.
—Al principio yo creía que el crío estaba jugando y no quería darle importancia, pero empezó a contarme lo que hacía con su madre y yo no me lo podía creer, que mi hija se excitara con Fran, aunque buscándole una explicación a eso, recordé cuando mi marido jugaba con ella en la cama cuando tenía la edad de Fran, también.
—¡Ah!, vaya, vaya, Marisa, eso no me lo habías contado, jaja —le dije yo.
Reprochándoselo Marisa a su madre:
—¡Ay! Mamá, tampoco tenías por qué contar esas cosas…..
—Perdóname, hija, pero ahora, ¿qué importa ya eso? A mí no me gustaba que te metiera en la cama con él, pero ya sabes cómo era tu padre.
—Sí, un sobón, que no me dejaba en paz.
—Pues como tu marido, por lo que he visto abajo…..
Preguntándole yo a Marisa:
—¿Te follaba también?
—No, no llegó a metérmela, era yo todavía pequeña. De más mayor sí que lo intentó, se ponía a sobarme y me abría las piernas, pero cuando yo veía que se la sacaba, me escapaba; por eso, cuando vi a Paco con la cría, me vino todo eso a la memoria, aunque al ver que a Andrea le gustaba, no sabía como actuar.
Interviniendo su madre:
—Yo eso nunca lo vi, que quisiera metértela. Yo creía que se conformaba con calentarse contigo.
—Mamá, los hombres cuando se calientan, siempre quieren meterla. Deberías saberlo.
—¡Ay! No sé, hija. Tu padre fue mi único hombre, bueno, hasta ahora, jaja, pero con Fran es distinto. Yo siempre fui muy inocente para estas cosas, nunca pensé que un padre pudiera follarse a su hija.
—No me lo puedo creer, mamá. ¿Entonces, que pensabas que hacía con papá en la cama?
—Pero es que eras muy niña, cariño, ¿cómo iba yo a pensar eso? Aunque ya veo que te gustaba la polla de tu padre, porque a mí no me decías nada.
Interviniendo yo para calmarlas:
—Bueno, no discutáis, que tenemos a Fran abandonado y está esperando a que le hagamos caso.
—Sí, será mejor, porque no soporto a mi madre cuando se hace la tonta, pero bien que se come a su nieto. Anda, empieza tú con él, que lo estarás deseando —dirigiéndose a mí.
La verdad es que yo estaba deseosa de saber qué era eso que tenía Fran, que tenía locas a su madre y a su abuela, así que le bajé el pantalón y me encontré con una polla ya empalmada, de un buen tamaño, lo que me sorprendió:
—¡Vaya!, Fran, sí que la tienes grande para tu edad, aunque como yo no tengo niños, no sé cómo la tienen los demás, jaja.
—La tienen más pequeña, por lo que me dicen otras madres —nos aclaró Marisa—, pero no sé si éste la tendrá así de tanto usarla con su abuela y conmigo.
—No me extrañaría, porque esta polla metida en el coño tiene que darte un buen gustazo.
—Vaya si lo da —nos dijo Concha—. Pruébala y verás —me dijo a mí, con cara de vicio.
Yo empecé a chupársela para ponérsela bien dura y cuando empezó a salirle el líquido preseminal, le tumbé en la cama para sentarme encima de su polla y sentirla dentro de mí, moviéndome sobre su pequeño cuerpo y buscando su roce en mi clítoris hasta hacerme gemir de placer, pero quería que él me diera fuerte, así que me puse de rodillas mostrándole el culo, para que me la metiera por detrás, lo que hizo a un buen ritmo, demostrando todo lo que había aprendido.
Yo estaba dispuesta a probarlo todo con él, así que me abrí con las manos mis nalgas, invitándole a penetrarme analmente, aprovechando toda la lubricación de mi coño para hacerla más fácil. Además, su polla tenía el tamaño ideal para una placentera penetración por el culo, de las que a veces me gustaba disfrutar, sorprendiéndonos Concha con su comentario:
—Yo también le dejo que me la meta por el culo, y eso que a mi marido nunca se lo permití.
—¡Caray!, Concha, lo que está descubriendo usted con los años.
—Y que lo digas. Mi nieto me pone tan cachonda como una jovencita.
—Pues su nieta Andrea, ha salido a usted, también, como vio antes.
—Sí, pero tenéis que explicarme por qué dejáis que vuestros maridos follen a las niñas.
—Pues por lo mismo que yo dejo que te folles a Fran, pero eso será mejor que te lo expliquen ellos.
Una vez que Fran me regaló su rico semen dentro de mi culo y de mi boca, tuvimos que dejarle descansar un poco, así que bajamos al piso de abajo para unirnos todos a la fiesta en la que continuaban sin parar, pero al llegar, mi marido me dijo:
—Yo ya no puedo más. Me he follado a las dos por todos los lados y Paco igual, pero ellas no se cansan.
—Es por la edad, cariño. Vosotros tendréis que tomaros esto con más calma.
—Sí, está claro, pero yo ya no voy a renunciar a esta delicia, así que nos juntaremos de vez en cuando para seguir follándolas todo lo que podamos.
Concha escuchaba absorta la conversación, diciéndole su yerno Paco:
—Y usted también está invitada, que le faltan muchos años por disfrutar todavía.
—Dios te oiga, hijo. Os lo agradezco a todos y no faltaré, jaja.
Y así fue como nos habituamos a estas reuniones familiares, convirtiéndonos en una única familia unida por el morbo y el placer, algo difícil de destruir cuando se disfruta de la manera que nosotros lo hicimos.
Hola Verónica, me fascinó y me puso muy caliente tu relato. Me encantaría que mi esposa fuera como tu. Por momentos abrigué esperanza porque se dejó manosear las tetas por mi hijo menor en el rio, pero creo que al final se frenó o se que, pero no pasó de allí. Tenemos dos hijos varones.
Muchas gracias, me alegro de que haya sido así. Nunca se sabe cuando puede aparecer alguna situación morbosa que lo cambie todo…..
Qué edad tu hijo? Lástima que no pasó de ahí. Lucía encaminado el tema, pero sabes si le va el incesto a ella? Al menos ustedes se podrían poner a coger fantaseando y ahí traes el tema del chico.
Vero, aplausos por otro relato para mojarnos tanto. Sería genial que nos regales escenas sexuales infantiles de niño a señora y de hombre a niña con poses tipo misionero, murra en la ducha y así.
Me pone a mil, y con tu «pluma» fijo sale una escena porno para traerse toalla. Amo tu morbo.
Un besote, genia.
Muchísimas gracias por el relato fue muy excitante al grado que me hice dos masturbadas seguidas. Ojalá y haya más donde todas ustedes y las nenas y el niño participen. Besitos 😘😘😘.
Que hermosura de relato. Impresionante.