Vouyerismo familiar
A veces, en la familia las cosas se nos pueden ir de las manos……
El voyeurismo puede considerarse como una parafilia o perversión sexual que consiste en excitarse mientras se observa a otras personas teniendo sexo o simplemente desnudas.
Yo creo que en cierto modo, puede considerarse como algo normal, porque la mayoría de las personas sienten esa excitación en esas situaciones, como puede manifestarse con el morbo que nos causan dichas escenas en la vida real o a través del cine mismamente, aunque muchas de esas personas se nieguen a reconocerlo.
En nuestro caso, el mío y el de mi marido, esta perversión podemos considerarla como algo especial, ya que el objeto de la misma es nuestra propia hija. Nos dimos cuenta de cómo nos excitaba ver o saber que nuestra pequeña hija causaba esa excitación en los hombres y nos recreábamos en ello, incluso permitiendo que ellos interactuaran con ella, pero siempre bajo nuestra supervisión, como queriendo controlar el límite hasta el que estábamos dispuestos a llegar.
Esto llegamos a saberlo casi por casualidad, como tantas otras cosas, durante nuestra cotidiana vida familiar, cuando José, un íntimo amigo de mi marido, que estaba soltero, solía venir mucho por nuestra casa para hablar entre ellos de aficiones comunes y de sus cosas, llegando a tener una confianza casi total con nosotros, por lo que yo me relajaba a veces mostrando mi cuerpo más de lo que sería normal en otras circunstancias, notando que él me miraba con deseo de una forma especial, lo que a mí me halagaba por esa naturaleza exhibicionista que tenemos muchas mujeres.
Por supuesto, él conocía a nuestra nena desde que nació y ella le llamaba “tito”, como un apodo cariñoso que le ponía, ya que cuando se veían, su complicidad era total y podríamos decir que él la consideraba casi como su propia hija.
Pero como os digo, una de esas tardes, algo surgió que lo cambió todo, y no sé por qué razón saltó esa chispa que desencadenó lo que iría pasando después, aunque puede que hubiera sido algo progresivo de lo que yo, hasta ese momento, no había sido consciente de ello.
Era invierno, anochecía pronto y lo que apetecía era estar en casa calentitos y viendo alguna película en la tele mientras ellos se tomaban unas cervezas, aunque yo prefería tomarme un vino tinto, pero al final, acababan siendo varias cervezas y varios vinos y la cosa se animaba más de la cuenta, sin llegar yo a ser consciente de que mi actitud en algún momento pudiera llegar a excitar al amigo de mi marido.
Esa tarde, como tantas otras, estaba José en nuestra casa, y como era habitual también, mi hija Yosi se ponía acurrucada encima de él, sentados en el sillón viendo alguna película de las que a ella le gustaban, mientras mi marido y yo nos pegábamos en el sofá con una manta por encima, al igual que ellos.
Como estábamos en penumbra, con la única luz que iba dando la televisión, mi marido y yo acostumbrábamos a acariciarnos y tocarnos bajo la manta sin que José pudiera darse cuenta, o eso pensábamos, porque a veces era demasiado ostensible, y quizás eso puede que fuera lo que a él llegó a excitarle para que se produjera lo que después llegué a enterarme.
Mi hija es muy inquieta y cuando está encima de alguien, siempre se está moviendo, buscando la postura más cómoda, llegando a cansar al que la tiene encima, y solía ser habitual que hiciera eso también cuando estaba con el “tito”, por lo que yo le decía siempre que si le cansaba la nena, nos la pasara a nosotros, pero él siempre decía que estaba bien y que no le molestaba para nada, por lo que cuando veía a Yosi moverse sobre él no le daba más importancia.
El caso es que esa noche, antes de que terminara la película pude ver como la nena se había quedado dormida y José también parecía adormilado sobre el sillón, así que me levante para coger a mi hija y llevarla a dormir a su habitación, y al hacerlo, me llamó la atención ver que ella tenía las bragas bajadas y que José también tenía el pantalón medio bajado con su polla reposando morcillona sobre su muslo, que parecía algo mojado, de lo que me extrañé, pero me la quedé mirando durante un rato porque era una hermosa polla descapullada, recreándome en ella, ya que nunca se la había visto.
Después volví a taparle con la manta y llevé a mi hija a su cuarto para ponerle el pijama sin que se despertara y pudiera seguir durmiendo. Al hacerlo, me di cuenta de que sus muslos estaban también mojados con una sustancia que me pareció semen, pegajosa y blanquecina, al tocarla con mis dedos.
Al principio me quedé en shock, preguntándome como podía haber sido posible eso, que José se hubiera estado masturbando con la cría y se hubiera corrido en ella, pero luego empecé a sentir una especie de morbo que me dejó confundida, ya que a la vez me sentí muy excitada con lo que había pasado.
De todas formas, al limpiar a mi hija, me fijé en que tenía su zona vaginal un poco enrojecida y llena de semen también, aunque no parecía que hubiera sido penetrada ni tuviera ningún daño, lo que me tranquilizó, al menos.
Al volver al salón, le dije a mi marido que nos fuéramos ya a la cama mientras dejábamos a José dormido en el sillón, ya que cuando se despertara, se iría a su casa.
Como no podía dormir, le tuve que contar a mi marido lo que había pasado y lo que había visto al llevar a Yosi a su cama. Él se mostró extrañado también de que su amigo hubiera hecho eso con la cría, aunque después le pasó igual que a mí, que el morbo y la excitación invadió su mente, empezando a hablarlo entre nosotros:
—Bueno, tampoco es tan extraño si lo pensamos, yo mismo me he corrido alguna vez encima de ella cuando jugamos en la cama —me dijo mi marido, como queriendo justificar a su amigo.
—Sí, es verdad, pero tú eres su padre y la cría a veces es muy juguetona y podemos llegar a eso. A mí también me gusta verte con ella y me pone cachonda, pero entiende que alguien extraño haga eso también, me choque, aunque sea tu amigo José.
—Claro, lo entiendo. Es una nueva situación, pero estamos de acuerdo en que esto nos ha puesto a los dos cachondos, ¿no?
—Sí, aunque me cueste reconocerlo.
—¿Desde cuándo estará José sobando a la cría de esta forma? —se preguntó mi marido.
—No sé, yo la verdad es que no me he fijado demasiado, ni me entraba en la cabeza que pudiera pasar esto.
—Ya, claro. ¿Tú crees que la cría lo ha disfrutado también? —me preguntó él, insistiendo en ese morbo que empezábamos a compartir.
—Supongo, si se lo pasa bien cuando lo hace contigo, con el “tito” estará encantada de hacerlo igualmente.
—Bueno, les observaremos la próxima vez, a ver cómo reacciona ella.
—¡Oye! ¿No has limpiado a la cría? —acordándose mi marido de que la había llevado directamente a la cama.
—No del todo, como estaba dormida no quería despertarla, pero déjala que duerma con la corrida del “tito”, jaja.
—¡Mmmm, mira que eres…..! Mi amigo José tiene una buena polla y se habrá descargado bien en ella. Ya se la vi en el gimnasio varias veces.
—Sí, yo también me fijé al coger a Yosi, que la tenía muy gorda, jaja.
—Te pusiste cachonda, ¡eh!…
—Ya ves, entre una cosa y otra, estoy toda mojada.
Al final de la conversación, acabamos tan excitados los dos, imaginando todo lo que José había estado haciendo con nuestra hija, que nos pusimos a follar desesperadamente, con una intensidad que no recordábamos.
Estaba claro que a partir de ahora íbamos a permitir que esa situación se repitiera en más ocasiones y deseábamos que volviera a pasar lo antes posible para ser más conscientes de ello y disfrutar plenamente de nuestra nueva perversión, así que al siguiente día, mi marido llamó a su amigo para que volviera a nuestra casa esa misma tarde, después del trabajo.
Mi marido me dijo que le había notado un poco extraño, como sorprendiéndose de que le llamáramos para que viniera, por lo que yo le dije:
—Yo creo que José tiene miedo de que queramos que venga para echarle la bronca por lo que pasó, porque debe pensar que al coger a la nena, yo le vi con los pantalones bajados y que me di cuenta de la corrida que tenía la nena
—Ya, seguramente, la verdad es que le noté como cortado, jaja. Bueno, actuáremos como si no nos hubiéramos enterado de nada, para que sea todo más espontáneo.
—¿Tú crees que se atreverá a volver a hacerlo?
—Si no le decimos nada, seguro que sí. En cuanto tenga a la cría encima le entrarán las ganas otra vez y no podrá aguantarse.
—¿Tú sabes lo que me ha dicho Yosi esta mañana?…
—¿Qué? ¿Te dijo lo que había hecho con el “tito”?
—No, me dijo que estaba sucia, como pegajosa, jaja. Y yo le dije que era una cochina, y le pregunté qué habría estado haciendo para ponerse así. Y ella echó una risotada toda nerviosa, pero no me contestó…..
—Menuda pilla está hecha. Esta empieza a tragarse pollas en cuanto nos despistemos.
—¡Anda!, no disimules, que estás deseando que sea la tuya.
—No seas mala, mujer. Que solo le ha dado unas lamidas o unos besitos, como dice ella, pero ahora anda José tras ella y no sé yo. Habrá que vigilarle de cerca.
Al llegar José a casa, actuamos con toda normalidad con él, lo que debió de suponerle un alivio por el temor que tendría a que le dijéramos algo. Además, nada más llegar, Yosi se lanzó a sus brazos para darle un beso, diciéndole que se pusiera a ver alguna película con ella, por lo que les dije yo:
—Está bien, iros acomodando, que ahora vamos nosotros.
Al llegar al salón, ya estaban los dos bien acurrucados bajo la manta, poniéndonos nosotros en el sofá, como siempre, mientras empezaba la película, aunque en realidad, estábamos más pendientes de lo que hacían ellos que de la tele.
Cuando empecé a ver como Yosi se movía constantemente sobre José, me levanté y le dije a mi hija:
—Será mejor que te quite el pantalón, hija, así estarás más cómoda. —Diciéndole también a José— Tú puedes quitarte el pantalón también, para estar más a gusto, si lo prefieres, y así puedes acomodar a Yosi como mejor veas para que no os moleste la ropa y la cría esté más cómoda, porque es que no para quieta.
Él se quedó un poco extrañado de todo esto, porque yo misma le había dejado a mi hija solamente con las bragas, encima de él, permitiendo que pudiera sentir libremente el contacto de su piel, si él quería.
—No te preocupes. Si eso me lo bajo un poco y será suficiente, porque la verdad es que las hebillas y el cinturón me molestan un poco y puede que hagan daño a la cría también, y por eso se mueve tanto —me contestó José.
Mi sonrisa de complicidad debió de dejarle muy confundido, sin saber que pensar realmente de esa situación. Él podría llegar a creer que nosotros estábamos permitiendo que eso pasara, aunque no lo manifestáramos abiertamente, pero tampoco podía atreverse a hacerlo sin ningún reparo, porque no estaba seguro de cuál sería nuestra reacción.
De este modo, empezó a darse entre nosotros ese tipo de situaciones absurdas en las que las cosas parecen evidentes, pero no se hablaba sobre ello, empezando a actuar bajo suposiciones y supuestos entendimientos que podrían romperse en cualquier momento, desencadenándose ese drama que siempre estaba sobre nuestras cabezas.
Una vez centrados en la película de la tele de nuevo, ellos empezaron con sus habituales movimientos bajo la manta, al igual que yo y mi marido empezamos a tocarnos y casi masturbarnos entre nosotros mientras les observábamos disimuladamente.
Era evidente que José se había bajado el pantalón y también le había bajado las bragas a Yosi, por lo que el contacto de su polla con ella sería ya total y seguramente esos movimientos, serían para acomodarla entre sus muslos y frotársela con ellos hasta provocar su eyaculación.
También me imaginaba que Yosi tendría cogida entre sus manos la polla del “tito”, acariciado su glande descapullado con sus dedos. La verdad es que la cría ahora parecía totalmente relajada, sin apenas moverse, pero sin poder apreciar el rubor que seguramente aparecería en sus mejillas, producto del turbador placer que estaba sintiendo con el roce en su vagina.
Mi marido estaba también terriblemente excitado con la polla muy dura en mi mano, mientras él metía los dedos en mi coño, diciéndome al oído en voz baja:
(—¿Te gustaría tener en tu mano la polla de José, como la tiene tu hija ahora mismo?
—¡Mmmm!, sí, porque se la vi y la tenía muy gorda y ahora debe tenerla más grande, toda dura en las manos de la cría.
—Seguro que José está metiéndole el dedo también a la cría. Fíjate, que tiene los ojos cerrados, sin mirar ni a la tele.
—Sí, jaja, no está enterándose nada, tu amigo se la está fajando bien.
—¡Uufff! ¿Tú crees que puede llegar a joderla?
—No creo que llegue a tanto, es pequeña todavía y tu amigo la tiene muy grande como para que ya le entre.
—Bueno, yo no me fiaría. ¿A ti cuando te jodieron la primera vez eras poco mayor que Yosi?
—Mi caso fue distinto. Yo era más gordita y estaba más desarrollada que nuestra hija.
—Ya, pero te la clavaron bien, menudo banquete que se dio tú tío contigo. Y tú bien que lo gozaste. Bueno, eso me contaste….
—Sí, sí, ya lo sé. Era una cría también y quería que me hiciera lo mismo que a su novia. Jaja, ya te has corrido, me has puesto la mano perdida….
—Sí, es que cuando hablamos de estas cosas, ¡buufff! No aguanto…..).
Como en ese momento estábamos distraídos hablando entre nosotros, escuchamos como un gemido proveniente del sillón donde estaban José y nuestra hija, dándonos cuenta de lo que había pasado, continuando nuestra conversación en voz baja:
(—Pues mira, creo que José se ha corrido también. Ahora han parado de moverse.
—Yosi parece que se ha quedado relajada también. ¿Tú crees que la cría se correrá también? —me preguntó mi marido.
—Claro, tendrá sus pequeños orgasmos y el gusto que siente no se lo quita nadie.)
Como se hacía tarde, le dije a José:
—Bueno, me llevo a la nena a la cama ya, que parece medio dormida.
—¡Ah!, sí, claro, estará cansada —dándomela en los brazos, sin poder evitar que yo viera que tenía los pantalones bajados como el día anterior, aunque él se tapó rápidamente.
También me dio las bragas de la cría todas mojadas, diciéndome:
—Es que creo que se ha meado un poco y como las tenía mojadas se las quité.
—Gracias, es mejor quitárselas para que no coja humedad la cría.
La verdad es que las bragas estaban llenas de semen, ya que había limpiado a la cría con ellas, aunque yo disimulé como que no me enteraba de nada y José después se marchó rápidamente, como con prisa, lo que nos extrañó, porque solía quedarse un poco más, diciéndole mi marido:
—¡Adiós, José!. Ya sabes, vuelve cuando quieras y nos tomamos unas cervezas.
—Sí, claro, yo te aviso….
Al marcharse José, le conté a mi marido como le había visto otra vez con la polla fuera y la cría sin las bragas, resoplando él al escucharlo:
—¡Buff!, que cabrón…. ¿Estará Yosi ya dormida? Vamos a mirarle la vagina a ver como la tiene.
Fuimos a revisarla y nos dimos cuenta de que la tenía toda enrojecida y un poco abierta, con restos de semen todavía, aunque con el himen intacto, diciendo mi marido.
—Este ha querido metérsela, ya te lo decía yo….
—Hombre, no se va a atrever delante de nosotros. Además, es el riesgo que corremos al estar permitiendo que haga eso con la cría.
—Sí, ya lo sé, pero a la vez que me llena de morbo, me da rabia también.
—¡Anda!, vamos a la cama y así te relajas un poco, que te voy a comer la polla como se la comía a mi tío, jaja.
—Eres tremenda, sabes bien como convencerme de todo lo que quieres.
Al día siguiente volvió a aparecer José en nuestra casa, lo que no dejó de sorprendernos, porque tampoco es que soliera venir tantos días seguidos, pero estaba visto que ahora algo más le atraía a nuestra casa aparte de las conversaciones con mi marido:
—¡Hombre!, no te esperábamos —le recibió mi marido.
—Es que pasaba por aquí y le traigo un regalo a Yosi.
—¿Y eso? No hace falta que le regales nada.
—Es que ella me dijo que quería esta muñeca y se la compré.
—¡Ay, José!, siempre le estás regalando algo, no se la puede consentir tanto, que se va a hacer una caprichosa —le reproché yo.
—Bueno, son solo tonterías, pero no lo haré tan a menudo.
Estaba claro que José se sentía agradecido a la niña por el placer que le estaba dando y querría compensarla de esa manera y no sé si también se estaba dando cuenta de que a nosotros nos daba un morbo especial toda esa situación y se estaba aprovechando de ello, aunque por otro lado, yo tenía miedo también de que eso se nos fuera de las manos.
El caso es que él se fue volviendo más atrevido con la niña y a veces se ponía a sobarla delante de nosotros sin estar tapados por la manta ni nada, como tanteándonos hasta donde estábamos dispuestos a llegar, haciendo nosotros un esfuerzo también para mantenernos como indiferentes ante lo que él hacía, que por otra parte, le encantaba a nuestra hija.
Así que una noche de esas, después de estar sobando a la cría hasta correrse en ella, él mismo se ofreció a llevarla a su cama y a ponerle el pijama para que durmiera, y poco después fui yo a mirar sin que se diera cuenta, a ver lo que hacían, descubriendo de esta forma, como después de quitarle ropa, la tenía tumbada en la cama con las piernas abiertas, poniéndose él a chuparle la vagina mientras se hacía una paja.
Mientras yo estaba mirando desde el pasillo, se acercó mi marido también, pudiendo ver los dos como su amigo José le comía el coño a nuestra hija y acababa corriéndose encima de ella.
Mi marido tenía una erección como un caballo, pero nos volvimos al salón para que no nos descubriera, y al llegar él, le pregunté:
—Tardaste mucho en acostarla. ¿Algún problema con la niña?
—No, es que se despertó y quería que estuviera allí un rato con ella.
—¡Ah!, bien, pero se quedó dormida ya, ¿no?
—Sí, ya está. Bueno yo me voy a ir ya.
Diciéndole mí marido:
—Últimamente casi no podemos ni hablar. Siempre estás con Yosi….
—La verdad es que sí, es muy cariñosa conmigo y ya veis que no se separa de mí.
—Yo creo que a ti te gustaría tener una hija como ella —le dije yo, sarcástica.
—Jaja, sí, puede ser, pero la consentiría demasiado y no la educaría bien. Vosotros sois muy afortunados de tener una cría como ella que os llena de felicidad.
Respondiéndole mi marido:
—Así es, amigo, una delicia de cría, pero creo que tú lo sabes bien, y de la forma como la quieres, nunca le harías daño, ya me entiendes…..
José se incomodó un poco y contestó:
—Sí, es verdad, le tengo mucho cariño y solo quiero lo mejor para ella; bueno, me voy, ya nos vemos mañana.
Al día siguiente, mi marido me dijo que le había llamado su padre y que vendría a visitarnos el fin de semana:
—Muy bien, pues que duerma en la habitación de la cría, como siempre, ¿no? —le dije yo.
—Sí, claro. Aunque Yosi va creciendo, espero que no le moleste.
—No. Seguro que no. Siempre se han llevado bien.
Cuando vino mi suegro, se sorprendió de lo que había crecido su nieta, ya que hacía tiempo que no la veía, por lo que le pareció bien dormir en la otra cama que había libre en la habitación de Yosi, como había hecho en otras ocasiones, pero a la mañana siguiente, estaba algo alterado, queriendo hablar con su hijo, por lo que yo intenté escuchar la conversación:
—Tengo que decirte algo. Espero que no te moleste.
—Claro, papá, dime.
—Yosi se ha levantado por la noche y me dijo que quería dormir conmigo, y bueno, yo la dejé, no creí que hubiera problema en ello.
—Últimamente está muy mimosa y querría sentir tu compañía.
—Pero es que verás, me da mucho apuro decirte esto.
—Tranquilo, papá, no pasa nada, dime lo que pasó.
—Pues que Yosi, cuando se metió en la cama conmigo, me agarró la polla y no la soltó en toda la noche.
—Jaja, ¿ese era el problema?
—Pues, hijo, como comprenderás, yo no me esperaba eso, y claro, se me puso dura y con su mano sin soltarla, no había forma de que se me bajara. Es que me pareció extraño que ya tan pequeña le guste agarrarse a una polla, y yo no sabía qué hacer con ella.
—Ya, siento que haya pasado eso, pero ya está en una edad…. ¿Y qué pasó al final? Háblame claro, papá, nosotros siempre hemos tenido mucha confianza. Además, tú nunca tuviste problema con estas cosas. Cuando mamá y tú os llevabais a mi hermana pequeña a dormir con vosotros para que yo no le metiera mano por las noches, supongo que pasaría lo mismo.
—Sí, hijo, es verdad. Tu hermana nació bien caliente y le gustaron las pollas desde siempre, pero no me esperaba que Yosi fuera igual que ella.
—A alguien ha tenido que salir…. Pero bueno, dime, ¿al final dejaste que te hiciera la paja?
—Sí tuve que dejarla, y yo también tuve que meterle un poco el dedo a ella para calmarla, y para que pudiéramos dormir. Pero a esta cría alguien la ha enseñado a hacer eso. No me digas que tú…..
—Bueno, os lo pasasteis bien, ¿no?…. A ver, papá. Eso son cosas íntimas nuestras y no me parece bien andar contándote….
—Sí, claro, hijo, lo respeto. Yo no quiero meterme en vuestra vida.
A pesar de que yo había estado escuchando la conversación, mi marido me contó lo que había estado hablando con su padre, porque no tenemos secretos entre nosotros, y además, porque le dio morbo compartir conmigo lo que había pasado entre Yosi y su abuelo esa noche.
Yosi se mostró todo el día siguiente muy cariñosa con su abuelo, sentándose también encima de él cuando estábamos en el salón viendo la tele, removiéndose la cría sobre su abuelo, al igual que hacía con José, teniéndole yo que decir:
—Espere suegro, la cría se mueve tanto porque le molesta su pantalón. Será mejor que le quite la ropa a la cría y usted se lo baje un poco para que ella esté más cómoda.
Mi suegro totalmente desconcertado, me respondió:
—Pero hija….. ¿Tú crees que es lo correcto esto?
—Es lo que hacemos cuando se sienta encima de alguien. Ya está acostumbrada…
—Bueno, está bien… Me bajaré un poco el pantalón. ¿También le quitas las bragas a la cría?
—Creo que será mejor. Así no sentirá ningún roce al estar sentada. Apagaré la luz para que así se sienta más cómodo con la niña encima.
Mi suegro, yo creo que sin creerse todavía lo que yo estaba haciendo, se bajó un poco el pantalón y los calzoncillos, sentando el culo desnudo de Yosi directamente sobre su polla, un poco cohibido por esa embarazosa situación en nuestra presencia, mientras mi marido les miraba divertido.
A pesar de que el salón solo estaba iluminado por la luz de la televisión, pude ver como mi suegro estaba totalmente empalmado intentando acomodar su polla en el culo de su nieta, que no paraba de moverse buscando ese contacto que tanto gusto le producía, a lo que se añadía la sobada que le estaba dando su abuelo, con las manos recorriendo sus muslos y todo su cuerpo, sin parar.
Se estaba repitiendo la situación de nuestro amigo José con la cría, pero esta vez era su abuelo el que estaba disfrutando de ello, lo que a nosotros nos estimulaba nuestro fetichismo voyeurista, excitándonos tremendamente esa escena, porque esta vez podíamos verlos sin ninguna manta que los tapara.
De pronto, mi suegro se levantó apresuradamente diciendo que tenía que ir al baño, dejando a Yosi en el sillón, pudiendo comprobar que se había corrido por los restos de semen que había dejado en las piernas de mi hija.
Cuando volvió del baño, continuó con la situación anterior, aunque ahora parecía más relajado con la cría encima de él.
Cuando llegó la noche, él nos dijo que se iba a la cama, que ya tenía una edad y que estaba cansado, diciéndole yo que se llevara a Yosi también, porque llevaba unas noches durmiendo poco.
A la mañana siguiente, después de lo que habíamos presenciado en el salón el día anterior, el padre de mi marido le volvió a contar lo que había pasado esa noche:
—Esta cría es el demonio. Vaya espabilada que está ya. Se quedó desnuda diciéndome que me desnudara yo también y que nos metiéramos en la cama, y yo le pregunté que donde había visto esas cosas, contestándome que en las películas que ve en la tele. ¿Pero es que vosotros la dejáis ver esas películas?
—Bueno, ya sabes cómo es la tele ahora. La cría la está viendo y ahí sale de todo…..
—Pues yo creo que debe ver hasta porno, porque no es normal todas las cosas que sabe ya hacer.
—¡Aja! ¿Te la ha chupado también?
—Pues sí, ahí se puso a mamarme la polla y yo ni me creía lo que estaba pasando.
—Pero te corriste, ¿no?
—Sí, claro, pero no entiendo cómo lo tú ves tan normal todo esto.
—A ver, papá, soy tu hijo y veía muchas cosas en casa. ¿Te crees que no sabía que jodías a mi hermana cuando mamá se iba a la compra?
—Pero tu hermana era mayor ya y era ella la que me buscaba a mí. Y a ti también, porque tú también jodías con ella.
—Bueno, es verdad que mi hermana era un poco especial. Yo creo que estaba un poco loca, pero nos vino muy bien a los dos, esa es la verdad.
—Pero yo ahora te estoy hablando de tu hija, que no es normal que haga esas cosas con la edad que tiene todavía.
—¿Y qué quieres que haga? Salió así. Mi mujer lo sabe todo y entre los dos la vigilamos para que no se desmadre demasiado.
—Si lo tenéis controlado, está bien. Nosotros lo intentamos con tu hermana, pero al final ya viste, ella jodía con quien le daba la gana. Yo ya me voy mañana y sois vosotros los que tenéis que educarla.
—Sí, lo sé. Tú ahora disfrútala esta noche y ya está, no te preocupes tanto. Pero te recuerdo que es virgen todavía.
—Claro, hijo, eso ya lo suponía, pero es que es toda una tentación tenerla en la cama.
Mi suegro cumplió el pacto de no penetrar a su nieta, aunque esa noche disfrutó con ella todo lo que pudo, ya más tranquilo por nuestra complacencia.
Igualmente, José siguió viniendo a nuestra casa para estar con Yosi, en ese otro pacto no escrito ni hablado, pero había llegado un momento en el que todos sabíamos que aceptábamos lo que estaba pasando y cada una de las partes disfrutaba de ello a su modo. Nuestro amigo corriéndose encima de nuestra hija después de tanto sobarla y nosotros presenciando esas escenas, ya sin mantas tampoco que lo ocultaran a nuestra vista, por lo que podíamos masturbarnos mutuamente a la vista de nuestro amigo también y de nuestra hija, que ya se ponía a mamarle la polla al “tito”, como si eso fuera lo más normal.
Pero el verano siguiente pasó algo que cambió toda esa situación, cuando un día fuimos a la playa con otro matrimonio que tenía una hija de la edad de Yosi, por lo que eran amigas.
Nuestra hija había dado uno de esos estirones de esas edades y su amiga Carla también, lo que hacía aumentar su atractivo a la vista de los demás y a la de sus padres, claro.
Al llegar a la playa, después de estar un rato jugando entre ellas, Carla se tumbó encima de su padre, que estaba tomando el sol, al igual que Yosi, se puso encima del suyo, diciendo la madre de Carla a su hija:
—Carla, hija, deja a tu padre tranquilo, que le estás tapando el sol.
Contestando su marido:
—No pasa nada, no me molesta….
Diciéndome su mujer:
—Qué pesadez de niña, todo el día encima de su padre….
—Pues como la mía, que le vamos a hacer….. Están en la edad del enamoramiento con su padre —la dije yo.
—Es que yo a veces me siento como abandonada por mi marido.
—¿Ya no tenéis tanto sexo como antes? —le pregunté.
—Que va, con la niña todas las noches en nuestra cama, pegada a su padre…..
—Nosotros solo la dejamos los fines de semana, pero ella viene igual, y al final hemos optado por follar delante de ella si nos entran las ganas….
—Alguna vez nosotros también, no te creas…, porque llega un momento que ya no te aguantas, pero es que me da no sé qué, allí con la cría mirándonos….., pero a mi marido parece que eso le pone más, porque se pone como un burro, incluso el otro día la acercó a nosotros para acariciarla. Fue tremendo y yo me corrí una barbaridad también. Se nos fue la cabeza, no sé cómo pudo pasar.
—No te atormentes por eso. A nosotros nos ha pasado igual, y yo creo que a muchos matrimonios más les pasa lo mismo.
—¿Tú crees….? Puede ser, aunque claro, son cosas que no suelen hablarse —contestándose ella misma.
Mientras tanto, mirábamos a nuestros maridos, los dos con sus hijas encima, notándoles un considerable bulto en el bañador, diciéndome mi amiga:
—¿Te has fijado cómo están? Se les ha puesto dura, jaja.
—Es que no me extraña, si están ellas todo el rato frotándose.
De pronto, Carla, la hija de mi amiga, le dice a la mía:
—¿Nos cambiamos a los papás?
—¡Síii….!, le contestó entusiasmada, Yosi —poniéndose mi hija encima del papá de Carla y su hija encima de mi marido.
—¡Ay, Dios! Esto ya es demasiado, ahora se frotarán con las pollas del otro —me dijo la madre de Carla, alarmada.
—Déjalas, están jugando, pero creo que nuestros maridos están encantados con ese juego, jaja.
—Bueno, si a ti no te parece mal, a mí tampoco. Esperemos que no lleguen a más, aquí en medio de la playa y que todo el mundo lo vea.
Por fortuna, mi marido, supongo que porque ya no aguantaba más con la situación, les dijo:
—Vamos a bañarnos, que ya me tenéis sudando entre las dos.
Y así se levantaron, llevando cada uno de ellos a sus hijas en brazos, supongo que para tapar su erección y se metieron en el agua, poniéndose a jugar entre los cuatro y cuando pensábamos que en el agua se les pasaría el calentón, el caso es que como se metieron donde las niñas no hacían pie, se abrazaron otra vez a sus papás, intercambiándoselas luego dentro del agua.
Entre gritos y risas siguieron jugando, pero de pronto se callaron, viéndolos nosotras tapados casi por el agua, haciendo los hombres ligeros movimientos con las crías en brazos, mientras recostaban su cabeza en el cuello y por un momento se me pasó por la cabeza el que las estuvieran follando allí mismo dentro del agua, sin que nadie se enterara, mirándome con mi amiga que creo que pensó lo mismo que yo:
—¿Será posible? ¿Estás pensando lo mismo que yo?
—No sé lo que piensas tú, pero sí, pienso lo mismo que tú, jaja.
Preguntándome ella:
—¿Es que tu marido ya ha empezado a joder a la cría?
—No, que va, por eso me extraña…
—Es que el mío tampoco se la ha metido todavía, o eso pienso yo, no se ya…..
—Pues me temo que ahora las están desvirgando.
—Es que con el calentón que tenían los cuatro…
Después de un rato, nos sorprendimos más al ver como ellos se cambiaban a las niñas y en esa misma posición iniciaron un suave meneo con ellas, recostadas en silencio sobre nuestros maridos, pudiendo confirmar nuestros pensamientos al ver en la mano de mi marido el bikini de Carla, mientras la follaba en el agua.
Cuando ya llevaban una media hora en el agua, salieron juntos, disimulando lo que había pasado en el agua y evitando cruzar nuestras miradas, mientras las niñas venían cuchicheando entre ellas, preguntándole mi amiga a su marido:
—¿Estaba fría el agua?
—¿Eehhh?…. ¿Fría? …. No sé, no….
—¿Ya estabais calientes vosotros, no?
—Un poco sí, la verdad —contestó, al sentirse pillado por su mujer.
—¿Cómo has podido…..?
—Bueno, mujer, ya lo hablamos en casa….
La verdad es que era un tema que no sé si sería para hablarlo en casa, en la intimidad de cada familia, o allí mismo, porque estábamos todos involucrados de una manera u otra y habría que poner las cartas sobre la mesa, porque no podíamos hacer como si nada hubiera pasado, como nuestra actitud con nuestro amigo José, así que intenté poner un poco de cordura en esa situación:
—A ver, ¿las nenas que dicen? ¿Os ha gustado?
—¡Siii…!, —contestaron las dos entre risas, sin ser conscientes de lo que eso significaba para sus padres.
—¿Y queréis hacerlo más veces?
—Sí, claro. ¿Nos dejas? —me preguntó mi hija.
—Creo que no hay otro remedio, pero no sé qué opinarán los papás de tu amiga.
Ellos se quedaron mirándose, sin saber cómo reaccionar ante mi forma de afrontar el asunto, pero al final parece que aceptaron la nueva situación familiar, que iba a suponer un paso más en nuestro voyeurismo familiar, a partir de ahora, más participativo.
Que buena historia, espero tenga mas capitulos