A mi esposa, la pongo en bandeja de plata.
El marido se da cuenta de la infidelidad de su esposa, pero en ese instante descubre morboso placer de ver a su mujer en brazos de otro. .
Aunque es algo que en realidad me hace sentir mucha vergüenza, la verdad es que eso es lo que sucede. Desde que fuimos novios, por algo que yo me caracterizaba como novio, era el ser extremadamente celoso, después de que nos casamos, me di cuenta en un sin número de ocasiones, que mis celos eran del todo injustificados.
Pero aun y así continuaba celando a Milagros. Pero como digo una cosa, digo la otra, y es que ya al año después de que ella dio a luz a nuestra segunda hija, hicimos una fiesta en casa, a la que invité a varios de mis clientes. Milagros llevaba años sin darse un trago, y no es que fuera alcohólica, es que sencillamente, como había ya dejado de lactar a la nena, me tomé la libertad de servirle un par de tragos, preparando el camino, para disfrutar con ella esa noche, después de que se marchasen los invitados, ya que las niñas estaban en casa de los padres de Milagros.
Yo también me puse a beber, aunque no tanto, ya que mi mayor interés era convencer a varios de los invitados, de que nombrasen a mi firma como la represéntate de sus productos. Así que mientras yo me dedicaba a los negocios, no le puse atención a mi esposa, pensando que ya debía estar en nuestra cama durmiendo, ya que basta con que beba un poco de alcohol, para que fácilmente se duerma.
Así que después de que los invitados se retiraron, fue que me eché de menos a Milagros. Ya me dirigía a nuestro dormitorio, cuando al pasar frente a la habitación de los huéspedes, escuche el inconfundible acento Roberto, un empresario brasilero al que yo había invitado a la fiesta, y casi de inmediato los profundos e inconfundibles gemidos de mi propia esposa, diciéndole al brasilero que se detuviera.
Por unos segundos estuve a punto de romper la puerta de una sola patada, y sacar al desgraciado ese a puño de mi casa. Pero al acercarme más a la puerta, me percaté de que no estaba cerrada, es más desde el ángulo en que yo me encontraba, podía ver y escuchar claramente, a los dos.
Roberto la besaba y acariciaba intensamente, mientras que Milagros le pedía que se detuviera, pero de una manera no muy convincente. Ya que, en lugar de apartarse de él, a medida que la besaba, ella lo acariciaba intensamente.
Yo me quedé como paralizado, observándolos como mutuamente se fueron desvistiendo. Me costaba trabajo reconocer la conducta de mi esposa, y aunque ocasionalmente le pedía que se detuviera, diciéndole que era una mujer casada, la vi como algo desesperada trataba de soltar la correa del pantalón de Roberto, mientras que él hábilmente en un abrir y cerrar de ojos, le sacó el vestido, sin mucho esfuerzo.
En cierto momento Milagros le dijo a Roberto, que ella amaba a su marido, o sea a mí, pero que no sabía lo que le sucedía, mientras que Roberto le decía que él la deseaba intensamente.
Fueron tantas cosas las que se dijeron, que yo no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban. Fue la misma Milagros la que se terminó de quitar todo quedando completamente desnuda, ante el brasilero, que al igual que ella también se despojó del resto de su ropa, quedando completamente desnudo frente a Milagros.
Los dos se siguieron besando, abrazando, y acariciando mutuamente, a medida que poco a poco, mi esposa se fue tendiendo sobre la cama, separando sus torneadas piernas, y ofreciéndole su depilado coño al tipo ese.
Yo no salía de mi estupor, nada más los observaba sin tomar acción. Mi cerebro era un hervidero de ideas, al tiempo que pensaba que Milagros se estaba comportando como toda una verdadera puta, por otra parte, me asombraba el verla tan feliz en esos momentos. Roberto separó las piernas de ella, y para mi mayor sorpresa, dirigió su rostro directo a los labios vaginales de Milagro, y sin tan siquiera detenerse, se dedicó a besar, y lamer toda la vulva de mi mujer.
La cual, la cual gemía placenteramente a medida que el brasilero le chupaba intensamente el clítoris a ella, cosa que la verdad yo nunca había hecho, ya que me parecía que a ella no le iba a agradar.
Por un buen rato, Roberto continúo proporcionándole placer a mi esposa de esa manera, mientras que con una de sus manos le acariciaba sus hermosos senos, y con la otra sus paradas nalgas.
Yo aún estaba como en un limbo, simplemente observándolos, hasta que vi como de seguro después de que él hizo que mi mujer disfrutase de un tremendo orgasmo. Él retiró su cara del coño de ella, y procedió a enterrarle su erecto miembro, el cual de seguro se deslizó suavemente dentro de la vulva de Milagros, que no paraba de gemir de placer.
Mentalmente comparé su miembro con el mío, y la verdad es que no me pareció una gran cosa, pero el efecto que aquella cosa tenía en mi esposa, yo jamás lo había logrado. Milagros movía salvajemente sus caderas, mientras que Roberto no paraba de enterrarle una y otra vez todo su miembro.
Ni idea tengo de cuánto tiempo permanecieron teniendo de manera ardiente sexo. Pero cuando Roberto finalmente se vino dentro de ella, y al poco rato se separaron, fue la misma Milagros la que sin que él le dijera o insinuara nada, se dedicó a mamar la verga de él.
Cosa que jamás me ha hecho a mí, y eso que se lo he solicitado un buen sin número de veces. Esa como que fue la gota que derramó la copa. Por una parte, los quería matar a los dos, pero por otra no entiendo por qué me sentía tan feliz de que Milagros lo disfrutase tanto, para colmo la escuche decirle al brasilero que por lo que más él quisiera en el mundo, no le dijera a nadie lo sucedido entre ellos dos, ya que no quería lastimarme, y la verdad es que ni idea tenía ella de cómo fue que permitió que todo eso sucediera.
Procurando no hacer nada de ruido, me dirigí al patio donde se había celebrado la fiesta, abrí una botella y me puse a beber, para ahogar todas mis penas, hasta que me quedé completamente dormido.
Cuando me vine despertando, ya había amanecido, del auto de Roberto no había el menor rastro, serían como las ocho de la mañana, y apareció Milagros radiantemente bella, diciéndome que se quedó dormida en nuestra habitación esperándome.
Yo sabía que eso no era cierto, al parecer ella creyó que me había quedado dormido al finalizar la fiesta. De Roberto no supe más nada hasta que recibí una correspondencia de su empresa nombrando a la mía, como su representante, lo que significa una buena ganancia para mi empresa.
Milagros por su parte comenzó a actuar de manera rara, como si tuviera sentimientos de culpa. Y aunque yo había procurado no soltar ninguna indiscreción, finalmente de manera inocente, como si ignorase todo lo sucedido entre ella y Roberto, le pregunté que le sucedía, que la veía tan deprimida.
Llorando Milagros me confesó que me aquella noche me había sido infiel, pero que aún ni idea tiene de cómo fue que todo eso pasó. Yo haciéndome el estoico le dije, que no quería saber nada de lo sucedido, ni tan siquiera con quien me había sido infiel.
Que yo la amaba y perdonaba, y que además de seguro algo así no volvería a suceder, y de ser así, lo hablaríamos como personas civilizadas.
Luego nos abrazamos, nos besamos, y terminamos en la cama. Yo aproveché y puse en práctica eso de ponerme a mamar su coño, cosa que a mi mujer evidentemente le encantó tanto, que hasta esa noche me dejó, que le diera por el culo, cosa que en años no hacíamos.
Así pasamos varias semanas, y como al mes nos invitaron a una convención en un lujoso hotel, en que separé habitación para nosotros, porque le pedí que me acompañase.
Yo estaba de los más envuelto charlando con algunos potenciales clientes, cuando me di cuenta de que había un joven que no le quitaba la mirada de encima a mi mujer. Claro que ella se mantenía de lo más seria, hasta que no sé cómo se me ocurrió llevarle un trago, y tras bebérselo la saqueé a bailar, la besé y acaricié y nuevamente le di otro trago.
Noté que Milagros se encontraba ligeramente excitada, y de la misma manera que la saqué a bailar, le dije que necesitaba charlar un rato con un posible cliente, pero que si ella lo deseaba podía seguir bailando, o si lo prefería ella podía subir al cuarto, y esperar que yo la alcanzara mucho más tarde.
En cierto momento vi a Milagros bailando con aquel joven, al rato los vi caminando por los jardines del hotel, besándose. Y bueno ya se pueden imaginar que sucedió finalmente. Lo que se yo es que al día siguiente Milagros me confesó todo lo sucedido, y como por arte de magia tuvimos el sexo más rico.
Y bueno ocasionalmente eso se repite, y sea estando en casa, de viaje, ya sea de negocios o vacaciones. El resultado siempre es el mismo, a ella como que le da complejo de culpa, y me cuenta lo sucedido, y yo la perdono, para luego tener el mejor sexo del mundo.
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