Aceptación 1
Tal como prometí, aquí les cuento cómo fue que mi amante me penetró por el ano..
Para Tita, con mi gratitud
La primera vez que me penetró mi esposo por el ano, no fue nada agradable, ya lo conté en el relato «¿Se le podrá decir que no a un amante?» y me negué rotundamente a esa práctica sexual. También mi amante me lo pidió, la manera en lo que lo solicitó y mi respuesta están al final del mismo relato.
Pasó el tiempo y durante poco más de dos años tuvimos que dejar de vernos mi amante y yo, pero no me aguanté y lo volví a contactar, ¡Y bien que hicimos contacto! Eso lo relato en «Regresé a las andadas«. Poco tiempo de retornar a las delicias que su boca me daba, me recordó que le había dicho que sí me dejaría coger por el culo. Eso se dio como sigue.
–¡Hola!, ¿cómo andas de trabajo?, porque mañana tengo varias horas libres en la mañana –le dije a mi amante cuando me contestó.
–Sí tengo, pero me quedaré en la tarde para entregarlo todo y atenderte mañana.
–Me encanta que te guste estar conmigo, mereces una atención especial.
–Pues tendrás la oportunidad de dármela, compré un lubricante para que no te doliera al metértela por la colita… –me dijo advirtiéndome qué pensaba hacerme–, claro, después de tomar el atolito que hagas con tu marido para mí –aclaró pidiendo que ordeñara a mi marido para mamarme la panocha como le gusta.
–Ya lo ordeñé todo el fin de semana y hoy en la mañana, pero durante toda la semana no estará aquí y hasta hoy lunes pude hablarte a tu oficina –le aclaré, porque nos gusta el lunes cuando sabemos que va a salir mi marido, pero como yo lo supe hasta el viernes, no pude avisarle antes–. Pero no me he bañado, ni lo haré mañana hasta después de verte para que goces del atole muy fermentado –le aclaré.
–¡Qué rica has de estar! ¿Nos podemos ver hoy? –preguntó esperanzado.
–No, nene, ya sabes que en las tardes atiendo a mis hijos.
–Bueno, mamita, te espero mañana, con la carga fermentada.
La verdad es que ni yo me aguantaba el olor a sudor de coger durante dos días con mi marido. Me bañé el viernes en la noche, cuando él me dijo que saldría de comisión, a pesar de que ya me había bañado en la mañana. “Ahorita que salgamos de bañarnos te doy de cenar y nos encamamos, papacito, para deslecharte todo el fin de semana”, le dije a mi marido, empezando a desnudarme y pidiéndole que él también lo hiciera, advirtiéndole que me lo cogería sin descanso. “Sí, me gusta cómo me tratas antes de que me vaya de viaje, ¡me quedo satisfecho para toda la semana!”, precisó. “De eso se trata, de aprovecharte completito…”, le dije, jalándole la verga para llevármelo al baño. En la ducha nos enjabonamos, se la mamé y me retiré de la boca el pene cuando él ya estaba listo para venirse, “¡Sigue, mujer, ya me voy a venir!, exigió, pero me hice la desentendida y nos terminamos de enjuagar. Lo cierto es que le dejé el palo estirado y se me antojaba mucho, pero yo quería tener en mi vagina todo el semen que pudiera.
Después de secarnos nos pusimos la bata y cenamos con los hijos. Lavé los trastos, vimos un rato la televisión y, después que los “niños” (así les decimos, pero ya están grandes) se subieron a sus recámaras. Él abrió una cerveza y yo puse una película XXX. “Conseguí ésta para ver qué cosas nuevas aprendemos”, le dije quitándome la bata, abrí la de él y me senté en sus piernas. Se le empezó a parar cuando empezó a ver la acción en la pantalla. “¡Así de rico mamas tú, Mar!”, dijo acariciándome las chiches. Después, en la siguiente escena, el galán le chupó las nalgas y el culo a la señora, quien no dejaba de poner la cara de placer, la cual cambió por una de sorpresa al sentir en su culo la súperverga del macho, pero después de unos gestos, cuando las bolas del galán le golpeaban las nalgas, la cambió por otra de placer. En unos minutos más de “chaca-chaca” la toma a la cara del galán mostraba que, a todas luces, él estaba eyaculando. Cambió la toma y se veía como salía la vergota del ano, dejando un boquetote por el que salía leche en chorros. “Eso quiero hacerte otra vez, Mar, ¡tienes unas nalgas que se antojan para cogerte por allí!”, me dijo metiendo su mano entre mis nalgas.
La verdad, yo también estaba muy caliente, pero me acordé cuando me dio por allí y, en lugar de negarme, le dije “¿Te fijaste que él le chupó la panocha y el culo antes de metérsela?, hazlo así, mi rey, gánatelo”, le dije. “Es que tu panocha huele mal y así sabe también”, contestó haciendo un mohín de disgusto y seguimos viendo la acción hasta que terminó.
Al acostaron le dije “Quiero que me cojas como quieras, pero antes hazme venir con tu boca en mi vagina, así como yo cuando te mamo la corneta” le dije yéndome hacia su verga y se la empecé a mamar hasta que se vino. Más tarde, cogiendo de cucharita, quiso metérmela por el culo y me retiré. “¡Perdón!, se me fue chueco”, se disculpó, yo me levanté para hincarme dejando mi panocha en su cara “Chupa, que tu lengua se vaya por allí”, le dije. Él volteó la cara evitando que mi monte tocara su boca. ¡No!, mejor sigamos cogiendo” dijo acomodándome sobre de él, penetrándome riquísimo. Nos venimos mucho y terminamos escurriendo de sudor.
Esa noche, y los días siguientes cogimos, conté ocho ordeñas, dos biberones y una rusa, pero lo más que logré fueron un par de besos en mis nalgas, ¡qué diferencia con mi amante, quien me besa y me chupa toda! No, de lo demás no me quejo, mi marido me coge muy rico y lo amo, además de que cada vez da más semen y eso le gusta a mi nene pues “el atole se hace muy rico con tus venidas”, me dice mi amante y sí, debe ser cierto, ya que me vengo mucho cuando mi marido me coge. Ni modo, quise darle otra oportunidad a mi esposo, pero él eligió seguir con cuernos.
El martes, después de darles de desayunar a mis críos y que se fueron a la escuela y al trabajo, respectivamente, yo me vestí lo más simple y con prendas fáciles de quitar, quería aprovechar el tiempo al máximo. Así fue, pues apenas llegué al departamento de mi amante, nos desvestimos mutuamente y empezamos a amarnos: le di una entrada de tetas con crema, que chupó alternando con chupadas y lamidas en las axilas. Yo reía por las cosquillas que su lengua me hacía “Sabes a amor y todo el esfuerzo de su ardor”, me decía lamiendo también los costados de mi tórax.
Después de dejarme las tetas limpias, pasó a lamerme y besarme el ombligo, que también recibió unas gotas que habían escurrido cuando le hice la rusa a mi marido. ¡Umh, traes una costra de semen!, dijo al lamerlo. Luego escurrió su lengua hasta mi pelambre, todo pringoso; abrió la boca y su saliva apoyó la tarea lingual de limpieza. Pensé que después de sorberme el clítoris y los labios internos pasaría a meter su lengua para completar la venida que tuve, pero luego pasó a mis verijas dejándolas sin huellas de escurrimiento; de allí pasó a mi ano y nalgas. Me puso en cuatro extremidades y me penetró deslizándose el pene con facilidad. Tuve un orgasmo más y, aún con la verga templada, me acostó boca arriba y se acomodó en un 69 en el que no me podía concentrar con lo que a mí me correspondía, ya que solamente gemía y luego gritaba francamente ante tanto placer que me daba su boca. Quedé exhausta y descansé chupándole el pene y los enormes huevos.
–No mamita, esa te la voy a echar en las tripas –dijo separándose de golpe cuando ya se iba a venir, así que me quedé “de a seis”.
Me volvió a poner en cuatro y me chupó el ano, tomó el frasco de lubricante que había comprado y me lo fue poniendo con un dedo que introducía poco a poco. Me gustó que no me doliera y empecé a sentir placer cuando metió un dedo más y más lubricante, metiendo y sacando los dedos. Yo lance varios quejidos de placer.
–¿Te duele, mami? –me preguntó sin dejar de penetrarme y poner lubricante.
–No, me gusta mucho, pero no me duele –contesté sin abrir los ojos.
–Sí, se nota en tu cara el placer –dijo y metió un dedo más, poniendo más lubricante–, es porque ya estabas abierta que no te duele –me dijo en alusión a la cogida que mi marido me había dado la primera vez.
Sacó los dedos y puso lubricante en su verga. sentí la suavidad y redondez del glande en la entrada de mi ano y contraje el esfínter. “Tranquila, nena, relájate, no te va a doler”, me dijo al oído y me lamió el óvulo; sin dejar de presionar en el ano con su pene, me dio besitos en el cuello y en la espalda, pero sus caricias me calmaron cuando entró el glande, fue entrando con lentitud y el dolor que yo sentía era paliado con las caricias y besos. “Ya va más de la mitad mami” me dijo antes de agarrarse firmemente de mi cadera para penetrarme totalmente. Sentí que sus huevos golpearon en mis labios por el empujón rápido que hizo. Me sentí sorprendida de tenerlo adentro con casi nada de dolor. “¿Te dolió?”, preguntó quedándose inmóvil. “No”, contesté y me moví para sentirlo mejor. Eso fue la señal para que él empezara el divino movimiento de mete y saca. A los pocos minutos tuve el primer orgasmo y éstos siguieron hasta que sentí caliente dentro de mí y gotas de sudor que desde su cara escurrieron en mi espalda. Se quedó quieto, descansando su cuerpo sobre mis nalgas. Se dio cuenta de eso y me ayudó a acostarme sin sacármela.
Cuando me la sacó y sentí escurrir el semen por mis nalgas, me imaginé la escena de la película y no pude evitar preguntarle “¿Cómo se me ve?”, “Muy bonito, parece que pide más”, contestó. Después de descansar nos metimos a bañar. En la ducha me cargó de las nalgas, me colgué a su cuello, y me la metió en la vagina, de donde la sacó pronto para ponérmela otra vez en el culo, que me había enjabonado muy bien, entró toda de golpe, me dolió un poco, pero se compenso con el orgasmo que tuve y fue tan intenso que me solté de los brazos sin medir las consecuencias. Afortunadamente él pudo guardar el equilibrio, sacó el pene y me fue bajando hasta que mis pies lograron sostenerme. ¡Sí, Tita tenía razón: sólo duele la primera vez y es otra experiencia deliciosa!
Después de vestirme, me llevó hasta la puerta de la privada en la que vivo. Sin beso, pero con mucha gratitud, me despedí. Leí el nombre del condominio donde vivo: “Privada de la Reina” y para mis adentros dije, mientras se retiraba el automóvil de mi amante, “Ya llegó la Reina”, porque así me sentía con el trato recibido ese día.
¡Gracias por la dedicatoria!
Aquí sí cabe la frase de «Te lo dije…»
Me da gusto que todo haya salido bien y que te hayas aficionado también al sexo anal. Eres afortunada al tener ese amante, también a tu marido aunque aún no corrija el defecto de no gustarle el sabor de la vagina. Mientras tengas quien te dé lengua y sea discreto, serás feliz con el complemento del macho que tienes en casa. ¡Felicidades!
No hay de qué, tus palabras, basadas en tu gran experiencia, fueron las que me hicieron decidir, a pesar del horrible y doloroso inicio. Son dos partes, ya salió la segunda. A ver qué te parece.
¡Qué bueno que tu marido salió ganando! Sólo lo ordeñas para darle gusto a tu amante. La verdad, siempre se disfruta a una esposa puta, aunque no sepas que tienes cuernos.