AMORES QUE MATAN
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dulces.placeres.
AMORES QUE MATAN
Corro con el triste orgullo de haber sido el hazme reír de toda una ciudad, fui la noticia de cuanto medio noticioso existiese, fue sentir la compasión de familiares, amigos y vivir a partir de ese momento un auténtico calvario, donde el psicólogo es el único lugar en donde puedo dar paz a mis penas.
Hoy es un día de sentimientos contradictorios, al escuchar que María Laura, mi ex esposa era condenada a diez años efectivos de prisión no pude más que esbozar una sonrisa y respirar con alivio, pero al mismo tiempo sentí un profundo dolor, como habíamos llegado a ese punto?
Todo había empezado tiempo atrás, María Laura y yo nos habíamos conocido en la facultad de medicina, ella es dos años mayor que yo, y bueno, nos enamoramos, nos recibimos, nos especializamos, por mi parte soy traumatólogo, ella hace cirugías plásticas, nos casamos, tuvimos tres hijos, compartimos lugares de trabajo, ya saben, como suele suceder en muchos matrimonios.
Fue cuando Erika apareció en mi vida, ella era una nueva enfermera en una de las clínicas en que compartíamos trabajo, pisaba los treinta, muy bonita, delgadita, de media altura, cabellos lacios tenidos a rubio brillante que llegaban al nacimiento de su cola, mostraba un cuerpecito armónico, nada exagerado ni opulento, pequeños pechos, pequeña cintura, una colita diminuta redondita como una manzanita, era simpática, demasiado para lo que una esposa puede soportar.
Ella vestía normalmente, no era de llamar mucho la atención, pero solo imaginarla desnuda se me hacía casi perfecta, se esas hembras que no les sobra ni les falta nada, que tienen todo lo justo en su justo lugar.
Era excelente en lo suyo, de las mejores, laboralmente no había nada que objetarle, pero por otro lado su historia de vida pasó de boca en boca, su reputación no la dejaba bien parada, se comentaba que era mujer de todo aquel que se lo propusiera, que llevaba una vida de libertinajes prohibidos, que se encamaba con uno y con otro, era un secreto a voces.
Estaba casada, su marido, un tipo cincuentón era chofer de camiones de larga distancia, solía ausentarse semanas de su domicilio, cosa que no hacía más que facilitar los amoríos de Erika, incluso Jonás, el hijo de ocho años, no se parecía nada a su padre, eran verdades que todos sabíamos…
Además tenía un cierto glamour en sus palabras y en sus posturas, de esas putitas que se hacen las inocentes, como que parecen no darse cuenta de las cosas que dicen, o las cosas que hacen, pero que en el fondo solo son provocaciones que dejan a los hombres calientes hablando de ellas a sus espaldas…
Y Erika jugó conmigo, jugó de la misma manera en que jugó con cada hombre de la clínica, y si yo no había avanzado era solo por María Laura, ella ya me había perdonado varias infidelidades y me tenía al jaque.
Sin embargo eso no impidió que la enfermera me regalara varias fotos en traje de baño que guardaba celosamente en mi celular, la bastarda usaba una tanga que solo era casi un hilo dental, y no tenía el menor pudor en que viera su precioso trasero, otras de sus formas de provocar.
Matías, un colega que no tenía compromisos y era muy confidente conmigo, se la cogía de tanto en tanto, me taladraba el cerebro con palabras como ‘que puta que es’ o ‘no sabes como la chupa’ o ‘anoche me pidió que le hiciera el culo’ y cada vez que él me contaba estas cosas al mismo tiempo me mostraba en su celular fotos de ella, de su perfil de Instagram, no estaba con su nombre verdadero pero las fotos que podía ver una tras otra terminaban por provocar una erección, una y otra vez, esas selfies típicas que suelen tomarse muchas chicas hoy en día, esas que en las cuales mezclan rostros de inocencia e ingenuidad con cuerpos de mujeres fatales, tirando besitos, o sacando la lengua, con gorra de visera hacia atrás, en ropa interior, en traje de baño, o totalmente desnuda, cubierta apenas con sus brazos, alguna prenda, o cualquier cosa que sirviera para ocultar sus partes íntimas.
María Laura odiaba con todas sus ganas a Erika, era más joven, más bonita, y sobre todo más puta, tenía todas las razones para odiarla, cualquier mujer comprometida se hubiera sentido amenazada ante la presencia arrolladora de la ‘enfermerita’, como solía decirle, y me había advertido que no me hiciera el estúpido con ella, puesto que no estaba dispuesta a dejar pasar por alto una nueva falta de mi parte, ni siquiera por nuestros hijos…
Pero no le hice caso… Erika era un bocado demasiado tentador….
Esa día, Matías tendría que hacer guardia nocturna, tenía algunos problemas de dinero y trabajaba demasiado y tuvo la tonta idea de convencerme para que yo tomara la guardia de traumatología, aprovechando que casualmente Erika también cubriría turno noche, aun me arrepiento de haberle hecho caso…
Esas noches en ese centro médico suelen ser muy aburridas, casi nunca hay trabajo y solo es estar por estar, cubrir horas…
Eran cerca de las dos de la mañana cuando Matías me llamó al consultorio trece, era uno de los más alejados y más grandes, al llegar hablamos un poco ya imaginan de quien y me dijo que aguardara unos minutos, que tenía que ir al laboratorio por unas cosas que había dejado.
Me quedé solo, sin hacer nada, solo esperando.
Cinco minutos después la puerta se abrió con sigila, pensé que era el doc que volvía, pero para mi sorpresa era Erika quien ingresaba casi en puntas se pie, fue evidente que ella también se vio sorprendida, no era a mí a quien pensaba encontrar, se apuró a decir
Perdón Carlos, pensé que Matías estaba acá, me debo haber confundido…
No, no, pasa por favor, Matías ya viene… fue por unas cosas al laboratorio, ya regresa…
Miré a la enfermera en silencio, con poca discreción, tenía el guardapolvo blanco más corto de lo normal, finísimos tacos altos reemplazaban las tradicionales chatitas reglamentarias y sus labios y ojos pintados se contraponían al reglamento, incluso podría haber afirmado que no tenía ropa interior, era evidente que algo traían entre manos con mi amigo.
Apenas minutos más tarde, Matías entraba al lugar y trababa la puerta, en sus manos traía dos botellas de cerveza que previsiblemente había dejado en la heladera para medicación que requería bajas temperaturas, obviamente esto era otra falta al reglamento.
Matías dejó las bebidas sobre el escritorio y fue a saludar a Erika con un beso en la mejilla, pero al mismo tiempo estiró una mano apretándole la nalga, ella zafó la situación y reprocho
Hey! vas muy rápido… sabes que no me gusta…
Entonces se retiró para servir los tragos antes que se calentara en unos improvisados vasos plásticos descartables de los que se usan habitualmente para beber agua.
No me dijiste que tendríamos compañía – prosiguió ella
Siempre te dije que haríamos algo loco, sé que el doc te gusta – dijo Matías alcanzándole uno de los bazos.
La miré fijamente, ella hacía lo mismo conmigo, seguía sentado en una de las sillas, Matías se recostó contra un armario y la enfermera se sentó sobre la camilla que usan diariamente los pacientes, el corto delantal se subió lo suficiente para dejar unos espectaculares muslos al descubierto, sus pies habían quedado en el aire y comenzó a balancear hacia atrás y adelante los extremos inferiores.
Mientras tomábamos la cerveza, Matías sugirió hacer preguntas sexuales, abiertas, desinhibidas, en ese momento, los tres sabíamos que íbamos a coger, solo necesitábamos calentar el ambiente, el abrió el juego con una ‘patada a los dientes’
A ver, pregunta para Erika, disfrutas tragar la leche?
Tienes que ser tan vulgar? – respondió ella – y siguió con el juego
Carlos, le metes los cuernos a tu esposa?
Si… muchas veces, respondí, miré a Matías y fui directo con una sonrisa macabra
Matías, Erika se traga tu leche?
El rió de tal forma que la cerveza salió pulverizada de su boca, había buscado otra forma de preguntar lo mismo que él había preguntado
Por completo, hermano, hasta la última gota… – volviendo la mirada a ella preguntó
Erika, te gusta que te hagan el culo?
Otra vez? Parece que no aprendes… – tomé la posta porque de seguir así todo terminaría mal, pregunté
Erika, olvida esa pregunta, que es lo primero que miras en un hombre?
Ella sonrió, tomó aire, y dio una respuesta que no esperaba recibir, mirando directamente a mi mano izquierda, y luego a mis ojos pronunció
Esas son preguntas… lo primero que miro es si en su mano lleva una alianza de compromiso, estar con un tipo casado es algo que me puede, saber que estoy haciendo cornuda a otra mujer, saber que le robo parte de su comida, es algo que me excita y me moja a morir…
Un silencio se hizo en el lugar, ella prosiguió
Les hago una pregunta a los dos, alguna vez practicaron un trío?
Matías y yo nos miramos, ambos negamos con la cabeza, ya tenía una terrible erección bajo mi pantalón, mi amigo estaba tan caliente como yo, así que dejó la bebida y fue sobre la camilla, se sentó a sus espaldas y comenzó a masajear sus hombros, Erika pareció aflojarse como si él hubiera encontrado su punto débil, giró su cuello para buscar su boca y comenzaron a besarse, el lentamente bajó sus manos, soltó un botón, luego otro, sus dedos se perdieron bajo la tela para acariciarle las tetas, ella misma se encargó de desnudarlas y dejarlas ante mis ojos.
Unos grandes, oscuros y excitados pezones se hicieron presentes, rodeados por una minúscula aureola.
La respiración se hizo pesada en el ambiente y pronto las palabras fueron calladas por susurros y gemidos, mientras se besaban y sus pechos eran acariciados, Erika me miraba de reojo, abrió sus piernas y levantó una sobre la camilla abriéndose como una flor, invitándome al juego, el guardapolvos se levantó aún más todavía y su concha de grandes labios quedó expuesta, confirmándome que no llevaba ropa interior.
Sin levantarme rodé sobre las rueditas de la silla, llegué a su sexo, comencé a lamerlo aferrando con mis manos sus muslos, estaba empapada en jugos y los mismos habían chorreado entre sus piernas y por su esfínter, toda la zona parecía inundada en un mar de placer, Matías había girado y le lamía las tetas, y yo seguía por debajo comiéndole el clítoris, le metí un par de dedos en su hueco, se estremeció en un solo gemido, desde mi nariz hasta mi pera se esparcían sus sabrosos jugos, Erika acabaría pronto, por lo que tomó el control y salió de esa postura pasiva que llevaba hasta el momento.
Nos separó, tiró al guardapolvo al piso y solo se quedó parada sobre sus tacos altos, como una modelo que espera ser admirada en una pasarela, mi amigo y yo nos apresuramos a desnudarnos como tontos principiantes, pronto el piso fue cubierto por una heterogénea mezcla de prendas entremezcladas, ella estaba exultante, espléndida, fui sobre ella para empujarla sobre el escritorio obligándola a inclinarse hacia adelante, sus largas piernas apenas abiertas y sus nalgas quedaron expuestas, puse una mano en su espalda y al fin, al fin me deslicé en su interior, hasta el fondo, hasta ver todo mi pene introducirse en su vagina, empecé a machacar rítmicamente, mis piernas pegaban en las suyas haciendo un rítmico ‘flap, flap, flap’ al que en una perfecta sinfonía ella tapaba en gemidos de gata en una ‘ayy, ayy, ayy’.
Les gestos de placer de la enfermera no durarían mucho, Matías se acomodaba por delante y le llenaba la boca con la pija, la teníamos acorralada, uno por delante otro por detrás, él la empujaba hacia mi lado y yo hacia el suyo, no le dejábamos margen de movimiento, la cogíamos como animales, habíamos perdido noción de tiempo y espacio…
Erika no pudo con todo y sacó la verga de su boca pronunciando un ‘aggggg’ de alivio, para tomar aire con fuerzas, Matías tomó entonces la mano de la enfermera para que ella lo masturbara y luego de darle unos segundos de descanso, la tomó por los cabellos y volvió a llenarle la boca.
Mientras cogía a la enfermerita separaba sus nalgas y observaba su esfínter, exquisitamente tentador se abría ante mis ojos invitándome a pecar, apenas dejé caer unas gotas de saliva, saqué mi verga de un agujero y empujé en el otro, la resistencia fue casi nula y en un empujón se lo había enterrado hasta las bolas, Erika no se inmutó por el cambio, realmente parecía solo concentrada en chuparle la pija a Matías, que puta era…
Confieso que su esfínter no me apretaba lo suficiente, y eso me excitaba más todavía, Matías y yo nos llenábamos la vista con esa mujer entregada, poseída por la boca y por el culo, parecía una perra alzada.
Una pose llevó a otra y los cambios se sucedieron en el trío, solíamos turnarnos con mi amigo, un rato cada uno para tener un descanso y no llegar a la eyaculación, era mi turno, estaba parado y la había levantado en el aire, tomándola por sus muslos, abriéndola y dejándola bajar sobre mi pija caliente, ella me rodeaba con sus brazos por mi cuello mientras la alzaba y la dejaba caer una y otra vez, de pronto ella dijo
Pará! pará!.
saben que me encanta? que me la den por ambos lados al mismo tiempo…
Que puta eres… – respondí naturalmente.
Fue entonces cuando Matías vino por el otro lado, la tomó de las nalgas para balancear el peso, y sentí como el miembro de mi amigo buscaba su lugar en el otro conducto mientras la cara de Erika era una mezcla de dolor y placer.
Empezamos a movernos en su interior, los dos afuera, los dos adentro, en mi vida había imaginado encontrarme en una situación así, la enfermera se mantenía al medio apoyada en nuestros hombros, uno a cada lado, intercambiando besos, gemidos, alternando entre los dos hombres que la cogían por el culo y por la concha, el no pudo aguantarlo más y llegó en su trasero.
La tiré sobre la camilla, iba tomarme mi tiempo, ya estaba por acabar cuando el móvil de mi amigo cortó la dulce atmósfera del cuarto, lo requerían en guardia y debió salir casi corriendo del consultorio, tratando de parecer un tipo normal que solo estaba haciendo tiempo en sus horas nocturnas.
Lamentablemente esta interrupción logró que perdiera mi erección y se enfriara el encuentro, Erika permanecía inmóvil y desnuda sobre la camilla y nos quedamos a solas, entonces me dijo
Ven, no te preocupes, déjame hacer mi trabajo…
Se acomodó mirando al techo, fui a su lado, empezó a acariciarme y en pocos segundos estaba duro nuevamente, ahora solo veía su hermoso rostro y mi glande desnudo sobre sus labios, sobre su boca, empezó solo a jugar, pasando la punta de la lengua lentamente sobre la parte inferior, tan lentamente que sentía un placer supremo y pensé que nunca acabaría, pero era una experta, sabía cómo enloquecerme y lo estaba logrando.
Tan lento lo hizo que mi orgasmo fue interminable, no fue una explosión, solo lentamente el orificio de mi pija comenzó a largar semen, como una canilla mal cerrada, cuando ella sintió el sabor en su boca peló por completo mi cabeza y apenas la rozó con su lengua, como una briza de primavera…
El semen solo brotaba como un manantial llenando su boca, me moría de placer, de repente Erika comenzó a reírse a carcajadas y mi verga siguió chorreando leche, sobre su pera, sobre su cuello.
Su risa me contagió y empecé a reírme también mientras ella terminaba de masturbarme con su mano.
De que te ríes? – pregunté
Es que me ahogué! eres un caballo… como puedes acabar tanto?
Fue un momento muy loco, muy único…
Erika se bajó de la camilla, aun pareciendo degustar mi sabor en su boca, tomó mi camisa que estaba entre las prendas del suelo y se la puso sin abrochar ni un botón.
Se veía tan sexi, su semi desnudes de líneas perfectas, sobre esos tacos altos, cortada por mi camisa varonil, esa imagen en una mujer me volvía loco.
Y ahí cometí el error imperdonable, seguramente embriagado por el momento vivido, endulzado por mi machismo ganador, ella buscó su móvil y me pidió que le tomara algunas fotografías para recordar el momento, me pareció encantador, pero quieren un consejo… no lo hagan…
Esas malditas fotos, entre tantas otras deambularon por redes y celulares, nunca lo imaginé, pero en algún momento llegaron a las manos de mi amada esposa.
Y María Laura no era tonta, eran solo fotos un tanto eróticas, pero la protagonista era Erika, y la camisa era mía, ella misma me la había obsequiado.
Discutimos, ella me acusó, yo lo negué, me acorraló, preguntó, invadió mis neuronas, terminé por confesar, me dijo que era un enfermo y estaba cansada de mis infidelidades, y que si yo la dejaba ella me ayudaría a cambiar, yo no interpreté bien que quiso decir, pero con tal de apagar el incendio le dije que sí, que estaba dispuesto a ser otro…
Al abrir los ojos me sentí raro, no tenía noción de tiempo y distancia, la vista estaba borrosa y me costaba enfocar, sentía la boca pastosa y un poco de nauseas.
Con el correr de los minutos las cosas se fueron aclarando, al costado de mi cama había una bolsa con suero que iba directo a mi brazo, sin dudas era mi habitación, pero todo estaba confuso, intenté incorporarme pero estaba débil, sin fuerzas para mover siquiera un dedo, quise hablar, pero no pude.
Minutos más tarde ingresó María Laura con una sonrisa en su rostro.
Mi amor! ya estás mejorcito! qué bueno! tengo que darte una buena noticia! La operación fue todo un éxito!
Ella se acercó y me dio un beso en la frente
Operación? que operación?
Sin dudas fue lo que quise preguntar, pero aun no podía decir palabra, seguramente por efecto de la anestesia, solo fue una pregunta en mi mente.
María Laura vino con una jeringa, y la vació en el envase con suero, agregó.
Tranquilo mi amor, es un calmante, para que esté relajado… en breve iremos a una de las clínicas, es que sabes, acá tuve que improvisar un poco… no tengo todos los elementos ni las condiciones requeridas…
Luego se colocó guantes esterilizados, fue hacia abajo, entre mis piernas, no podía ver mucho, solo levantó la sábana que me cubría, intuí que tocó, porque no sentía nada y dijo
– Perfecta, perfecta! Una VAGINOPLASTIA perfecta!
Nuevamente sonrió y me miró con una sonrisa burlona.
Quise creer que lo que había escuchado no era realmente lo que había escuchado, intenté llevar mi mano, hacer algo, fijarme, pero no pude…
Mi esposa me dijo
Ya vengo, tenemos que terminar algo…
Minutos más tarde empezaba a estar más lúcido, ella volvió a la habitación con un frasco que cubría con un repasador, a un costado estaba nuestra picadora de carne de cocina, vino sacó el cobertor y aterrado vi el contenido, mi pene y mis testículos flotaban en una solución acuosa, encendió la picadora y dijo
Acá está el nudo de nuestros problemas, ves… a partir de ahora ya no tendrás necesidades de buscar otras mujeres…
Y pueden imaginar cómo terminó la historia, no hace falta que relate la parte más penosa y humillante de mi vida, María Laura pasará diez años en prisión, serán solo cinco si tiene buena conducta, pero para mí, será una condena eterna, por el resto de mis días…
Si te ha gustado la historia y eres mayor de edad puedes escribirme con título ‘AMORES QUE MATAN’ a dulces.placeres@live.com
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