Ber y Chicles atendieron mi petición de hacer un trío
Después de que mi amiga le dijo a un par de putos insistentes que sí harían un trío, se me antojó que lo hicieran conmigo y ellos aceptaron..
Leí varios relatos de tríos donde, en cada uno de ellos, mis amigas de este foro detallaron lo que sucedió. Leí como Tita juntó a varios amantes para sus festejos de “Bodas de oro” y “Festejo de cumpleaños”; luego a Mar, cuando la visitó Ber en su ciudad (“Ber, Bernabé y yo”) Al leerlos yo me chorreaba y pajeaba deseando que fuera conmigo. El problema era que, aunque yo sí tenía a quienes convocar, particularmente a Eugenio y a José, no lo creía conveniente porque con este último disfruto la fantasía que nos tratamos como padre e hija (fantasía que tuve con mi papá, pero no pude y José me ayudó a soñar que sí) y temí que se echara a perder, al menos en mi mente.
Ya teníamos años de interactuar en los comentarios y el chat (en la primera versión se SST) de este foro, y también en otro más. Esta interacción subió de tono y, más recientemente, recibíamos y enviábamos fotos (o yo recibía videos) por correo. Pero en este año no me pude contener cuando leí “Tres para mí solita”, que escribió Gloria, “La Vaquita” (Felix69), donde juntó a su amante con Ber y Chicles para hacer realidad una fantasía.
¿Por qué no hacer el trío con ellos?, me pregunté. En los comentarios de otros relatos ya habían insinuado por separado que, si yo aceptaba, con gusto me darían “servicio y mantenimiento”, todo ello con plena conciencia de que, para ellos, yo soy una madura. También, en los relatos de tríos que yo manifesté mi interés por hacer uno, se pusieron a mi servicio. Sería bueno saber qué tanto de lo que declaraban era cierto o sólo farol para que me calentara.
Me atreví a pedirles a estos dos que también lo hicieran conmigo. Les mandé una foto de mi pucha y otras de mis chiches; una de pie para que quedara claro su volumen, pero también lo colgadas que estaban; y otra acostada donde se desparramaban por mis costados con la sugerencia «Se desparraman, sí, pero ¿les gustaría, después de su trabajo, descansar a mi lado?, a escoger: derecha o izquierda».
Además de mis complejos, causados por mi mojigatería (dice Tita y con razón), estaba mi inseguridad pues yo ya estoy más cerca de los 60 que ellos de los 50. En contraparte está mi calentura, además, en los comentarios, ellos se habían ofrecido a mimarme, juntos o separados. Así, no teniendo qué perder, les hice la petición. Sé que “dos tetas jalan más que dos carretas” y ellos correspondieron. Ponernos de acuerdo tuvo su dificultad, pues ellos trabajan en la mañana, y el fin de semana los paso con mi marido. En cuanto se abrió la brecha (mi esposo al salir de su trabajo iría con su hermana, en una ciudad cercana, para arreglar algunos asuntos familiares y regresaría hasta la tarde del día siguiente), los invité a comer y a coger a mi casa, aun a pesar de la sugerencia de alguno que no fuese aquí, sino en un hotel.
Desde la noche anterior, después de bañarme, le di tremenda cogida a mi marido. Cuando sonó la alarma, como es costumbre, mi marido se subió en mí y lo solté hasta que quedó seco, “Mañana, cuando regreses, te tocará otra ordeña más”, le dije antes de darle un beso y él sonrió. Me metí la mano en la panocha y la saqué para lamer mis dedos. “¡Cochina!”, me dijo. “Me lavaré bien para hacerte el desayuno”, le contesté. Al despedirlo en la puerta no me quiso dar un beso, “No te has lavado la boca”, contestó.
Es una desgracia que a mi marido no le guste el sexo oral pues dice que “es antihigiénico”. No importa, esa tarde me atascaré la boca del semen de Ber y Chicles y me lamerán la concha desde que lleguen para probar la leche fermentada de mi esposo, además de limpiarme, a pura lengua, lo que ellos me dejen; a ellos sí les gusta el sexo oral.
Hice el quehacer de la casa, escogí el menú que prepararía y el vino que maridara con la comida. Ni me quité el negligé, tampoco me puse ropa interior para recibirlos así, tal como había despedido a mi cornudo. Cuando llegaba la hora de la cita, me acicalé un poco pintándome los labios y peinándome (tanto arriba como abajo, donde tengo una maraña). Justamente, cuando terminé de acomodar la mesa, escuché el timbre y los fui a recibir. Como vivo en el fondo de una cerrada, prácticamente nadie transita por allí, y mis vecinos no suelen ser curiosos, abrí sin temor alguno. Los putos se quedaron con la boca abierta al verme.
–Pasen, la comida está lista –les indiqué.
–¡Ya lo veo! –exclamó Chicles pasando el dintel sin quitarme la vista.
–Tienes también una cara bonita, y eso no lo mostraste en tus fotos –dijo Ber antes de darme un beso en la mejilla y deslizar su mano sobre mi pecho.
–Primero comemos… –le susurré, dándole un apretón en el monte de su miembro.
–Primero una probadita al plato fuerte… –contestó Ber retorciéndome un pezón.
–Ni se han puesto cómodos, como yo –dije y me quité la bata transparente–, pues así quiero que comamos.
De inmediato, se quitaron la ropa en la sala. “Pasen al comedor, ahí está el baño para que se laven las manos”, les dije y me fui a la cocina con un suave movimiento de nalgas, caminando como lo hacen las modelos. Regresé con la olla de la crema de jaiba y comencé a servir. “Mar sugería que le pusiera también un poco de lo que traía en mi concha, pero eso lo tomarán como entrada, mi marido ya colaboró…”, les advertí.
–Abran la botella –le dije a Chicles dándole el sacacorchos, y señalé la botella.
–Que la abra Ber –contestó pasándole el sacacorchos a éste–, que yo quiero probar lo que dejó tu marido y se hincó tomándome de las piernas y lamió mis labios inferiores.
Yo me dejé hacer, pero, separándome un poco, tuve que interrumpir el viaje de la lengua que entraba en mi cueva. Ber me apoyó poniendo la mano sobre el hombro de Chicles.
–Ya está servido el alimento, después gastamos las energías –insistió Ber, poniéndose a abrir el vino.
Mientras comíamos, platicamos de nosotros, de nuestras parejas y los tinglados que teníamos que construir para lograr aventuras sexuales adicionales. La plática estaba tan buena, que hasta el café lo tomamos en la mesa. Comencé a levantar los trastos; ellos me ayudaron también a lavarlos y secarlos, entre arrimones y untadas de presemen en mis nalgas, pubis y piernas. ¡Sus penes estaban tan erectos como si hubiesen tomado viagra!
–Vayamos a la recámara para darme gusto con ustedes –confesé mi urgencia.
En cuanto entramos, me lanzaron hacia la cama. Chicles se fue a lamer mi panocha (parece que se había quedado con ganas de concretar lo que había iniciado) y Ber hacia mi pecho. ¡Qué delicia sentir dos lenguas y cuatro manos queriéndose adueñar de mí!
–Ahora yo quiero chupar dos penes al mismo tiempo –les pedí sentándome a la orilla de la cama.
Ellos se pusieron de pie y colocaron sus estirados penes en mis labios. No pude evitar lamer los huevos de Ber, tienen una caída y tamaño perfectos. Luego, haciendo la boca grande, pude meterme una parte de sus glandes y sorbí las gotas de presemen que ya babeaban abundantemente. Con una mano de cada quien en mi rostro y ellos con los ojos entrecerrados metí mi lengua entre las dos cabezas de pene y luego se los froté uno contra otro. ¡Los tres disfrutamos esa acción!
–¿Quién por delante y quien por detrás? –pregunté acostándome de lado en la cama para que se acomodaran como quisieran. Chicles se puso de frente y Ber se fue a acostar a mis espaldas
–Te vamos a surtir primero por la panocha ambos –me dijo y levantó mi pierna.
Como si se tratara de algo ensayado, entraron despacio al mismo tiempo. Chicles me mamó una teta y Ber metió la mano bajo mi cuerpo para alcanzarme la otra, al tiempo que me lamía la nuca. ¡Ay, que caliente me puso! Luego vino el movimiento de mete y saca, alternando sus movimientos. ¡Me vine de inmediato! Ellos siguieron moviéndose con más rapidez y mis orgasmos y gritos no pararon hasta que tuve un desmayo. Chicles se dio cuenta y se detuvo, pero Ber continuó moviéndose y se detuvo hasta que Chicles se salió y le avisó de mi estado. Me acostaron boca arriba, prendieron el ventilador hacia mi cara y me desperté.
–¡Qué rico cogen, son muy putos! –fue lo primero que dije y ellos lanzaron unas carcajadas.
–¿Te gustó? –Preguntó alguno de ellos. Yo seguía con los ojos cerrados y afirmé con la cabeza.
Cada quien tomó un pezón y me dejaron tomar aire. Luego, me contaron que perdí el conocimiento durante cinco minutos y lo que ellos hicieron conmigo. “No abusamos de ti…”, dijeron riéndose. “No, yo lo pedí, ¡me encantó!”, les contesté dándoles un beso en la mejilla a cada uno.
–Esperen tantito aquí –les dije y fui por una botella de Tequila y vasos.
–Miren lo que traje, quiero ver qué tal cogen estando borrachos –dije y les ofrecí un vaso a cada quien.
Antes de servirles, me tomé un trago a pico de botella; “para aguantar” les dije, aunque lo que quería era entonarme de inmediato. Seguimos platicando, me contaron sus aventuras con mis amigas y sus amantes, etcétera. Cuando terminamos las botanas, que también les había traído, puse acostado bocarriba a Chicles y me acosté sobre él en posición de 69. “Ahora dame por el orto, Ber, que voy a tomar un biberón de leche” dije. Ber se acomodó y me lamió el culo un poco antes de empezar la introducción lentamente. Ber se quedó quieto cuando entró todo pues Chicles me dejó de mamar a mí para irse sobre los huevos que se le antojaron al verlos colgando.
–¿Ya puedo empezar? –preguntó Ber y sentí otra vez la boca de Chicles recorriendo mi raja.
Otra vez gemidos y gritos. Sentí la leche de los dos casi simultáneamente. Saboreé la que traía en la boca y, después de escuchar un “pop” y el ruido de la salida de aire de mis tripas, a mi lado vi a Ber tomando aire por el esfuerzo. Descanso de todos…
Me levanté para abrir la llave de la regadera. Cuando el agua estaba saliendo tibia, invité a mis amigos a darnos una refrescada. Ahí en la regadera me hicieron sándwich pues Chicles dijo “Yo no he probado tu culito” y me abrazó por atrás (sí, seguramente tomaron viagra…) colocando su palo muy tieso en mi ano; Ber me cargó por delante para que me colgara de su cuello. ¡Qué cogida, todos nos venimos al mismo tiempo! Cuando me vine, vi todo negro y me solté del cuello de Ber. Afortunadamente fue momentáneo y pudieron ponerme de pie. Me envolvieron en una toalla y me llevaron a la cama. Todos nos acostamos
–Sí, yo quería sentir un desmayo en una cogida, ¡pero dos en la misma sesión…! –les dije, sacudiendo sus exangües penes.
Bajamos a tomar café unos pastelillos que había comprado, y tenía en el refrigerador. Otra vez la chacota en la plática, pero ellos tenían que retirarse y se vistieron. Al despedirse me dieron unas lamidas por todo el cuerpo, “Lo tienes en excelentes condiciones”, “Síguelo usando, que nosotros estaremos para atender los deseos de lo que te falte”.
Dormí de un tirón, como cuando era niña, hasta que la alarma del reloj me despertó pues se me había olvidado desconectarla el día anterior. Me dirigí al baño con la sensación de traer dos vergas dentro en cada paso que daba. ¡Gracias, amigos, me hicieron feliz!
¡Se te hizo el trío! ¿Verdad que es delicioso jugar con dos penes al mismo tiempo?
En el relato te minimizas por causa de tu edad. te llevan 12 o 13 años nada más, es poco; ya viste que yo de 74 me tiré a uno de 55 hace medio año y ni quién se quejara (yo, no; mi marido tampoco; y «el bebé», ¡menos pues estuvo muy caliente). Las tetas sirven muy bien de anzuelo, y, aunque estén algo caídas, les queda mucho de su encanto. ¡Felicidades!
Pues sí, en la cama no se nota la diferencia de edades, ¡menos cuando se está caliente! Todos gozamos el encuentro. Mis tetas siempre estuvieron en alguna mano o boca, les gustaron, y eso que no les hice cubana…
¿Ves que no era difícil convencerlos? Entiéndelo: son putos. Además de las gracias que tienen, son muy serviciales. Si alguna vez tienes frío, te dan una calentada riquísima; pero si tienes calor en la vagina, te lanzan chorros para apagarlo…
¡Esos chorros, deliciosos! Claro que tomé nota de su disponibilidad, habré de usarla otra vez…
¡Qué bueno que ya lograste hacer un trío! Además, te atenderán cuando lo requieras, al menos eso dices que dijeron los putos.
¡Lástima que no vivo allá! De lo contrario, ya estaría yo pidiéndole a Ber los huevos una vez a la semana, y de vez en cuando incluir a Chicles.
¡Ah!, me doy cuenta que Tita es la única que no ha probado esos huevos tan deliciosos, aunque sí ha aceptado que «están antojables», después de ver las fotos que le mandé. Bueno, si no quiere, ni modo, ella se lo pierde…
Pues juntos lo hacen bien, ahora veré qué tal se desempeñan por separado…
Pues estoy a la disposición de Tita…
¡Me encantaría conocerla y chuparle las tetas! ¡Claro, también hacer todo lo que ella pida, no importa que me exprima «hasta los sesos con el perrito» como dice ella.
Mar, no te metas en mis asuntos. Sí, Ber tiene los huevos de ensueño, pero si alguna vez lo considero procedente, yo seré quien le diga algo a ese puto, no necesito de recomendaciones..
¡Te veías muy hermosa! Lo que se me hace raro es que hayas despedido a tu marido en zapatillas de tacón. En fin, las mujeres son muy raras. Lo cierto es que me encantó verte caminar encuerada y de tacones, ¡toda una puta sensual! Cuando te dirigiste a la cocina moviendo las nalgas, se me cayó la baba, tanto de la boca como de la verga. ¡Te veías divina! y los pasos medidos, un pie delante de el otro, caminabas despacio y las nalgas se sacudían con dulzura…
La próxima vez, quiero que hagas una pasarela quitándote la ropa.
Toda la mañana anduve con pantuflas. Efectivamente, no mencioné que además de pintarme los labios y peinarme, me puse tacones: paran más las nalgas y los excita al verte caminar.
¡Claro que la siguiente vez te haré una pasarela y un estriptís a tu gusto!
¿Cómo te diste cuenta que le chupé los huevos a Ber? ¿Sólo porque te dejé de chupar la panocha?
Gracias a ti por la invitación. ¡Estás muy buena por donde se te vea!
Me alegra que digas que te hicimos feliz. Cuando quieras lo volvemos a repetir, me gustaron tus tres orificios cogedores en los que te di leche.
Pues vi que se los chupaste, yo tenía ocupada la boca y el culo, pero los ojos no.
¡Qué lindo lo dices!: «¡Estás muy buena por donde se te vea!».
¡Claro que me hicieron feliz!
A mi marido le fue muy bien al día siguiente, los desmayos me sobrecalentaron y él se benefició