Cirujano corneador.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era mi segundo día fuera de la sala de terapia post operatoria. A las 20:00 hs, como de reglamento, se retiraron las visitas (hijos, parientes y amigos) y quedé en compañía de Marité, mi esposa, que me acompañaba por las noches. Me quedé dormido, luego del paso de la enfermera del turno noche para control y la administración de las medicinas prescriptas.
Me despertó el ruido – leve chirrido de bisagra con falta de aceite – de abrir y cerrar, de la puerta de la pieza anterior a la habitación propiamente dicha y la extrañeza, a media voz, de Marité, al ver quien ingresaba:
-¡Doctor C……!!! ¿Qué hace aquí a estas horas? ¿Ocurre algo?-
-Nada y mucho. Vine por tus ojos, tu sonrisa encantadora y todo lo, precioso, que hay de ella para abajo…. – murmuró el galeno galante.
-¡Perooo…doctor! Por favor…..en serio pregunto.- susurró ella, después de un corto silencio.
-En serio respondo ¿Qué me dijiste hoy a la tarde en la cafetería? ¿Te vas a echar atrás? No me trates de doctor, por favor, soy Pablo..tuteame.–
-¿Qué dije yooo?-
-Que estabas en deuda conmigo por tu marido y no sabías como saldarla. Cuando te dije que tenías medios de pago de sobra, y aludí a cuales me refería, no te espantó la sugerencia. –
-Usted…..vos…fuiste tan atento, ingenioso, cortés y obsequioso…que pensé que estábamos bromeando no que te estabas insinuando………¡-
– ¡Vamos linda!! Sos tan inteligente como preciosa,….lo mío fue proposición y no la rechazaste.-
-¿Yoooo? No sé qué te hizo pensar eso…-
– Te fuiste con risa en el semblante y un “quizás….puede que llueva.. Aquí estoy, dispuesto a mojarme…”
– No. ¿Qué hacess? nooo, soltame…..¡Está Carlos y, además, puede venir alguien!! –
-Tranquila, tu marido está….pero en los brazos de Morfeo, le indiqué una dosis extra de tranquilizante que le dio la enfermera y,…..ya corro el cerrojo de la puerta de entrada. –
Yo, sin embargo, estaba bien consciente de lo que sucedía en la antesala. Percibí el sonido metálico de la cerradura y, enseguda, pasos que se acercaban: cerré los ojos. Mi simulación debe haber sido convincente:
-¡Ves? Recontra-dormido – murmuró él. Los pasos, ahora, fueron alejándose.
Al rato oí una sucesión de “no” con cada vez menos énfasis, seguidos por un bache en el habla, respiraciones anhelosas, ruidos suaves y remisos de manoseos, chasquidos de besos, gemidos….
-¡Ves que estas húmeda…muñeca!-
-¡Que querés si estás con tu mano ahí…!!!-
-Bueno, bueno….saco la mano …pero….ahora vení…-
-¡No, no me desnudes…no quiero!-
-Está bien….sólo la bombachita…..-
Uno tras otro los dos zapatos de ella “aterrizaron”, nítidamente, en el piso. Segundos después:
-Ya está……¡uufff, que delicia lo que veo!!! …. –
Fue el turno del doctor de alistarse para la “faena”: percibí el ruido de la hebilla del cinturón o de llaves en el bolsillo, de su pantalón, al dar contra el suelo.
– ¡Uhhhyyy!…me deje el preservativo en el pantalón…..ya estoy contigo ¿Siii?-
-¡Dejalo! .. por mí no hace falta..- susurró Marité. (Ella tomaba la píldora y, al parecer, la siguió tomando a pesar de que yo, al manifestárseme el cáncer renal no la atendía desde bastante tiempo atrás, varias semanas, meses.)
Nuevo intervalo sin palabras, si sutiles sonidos de roces, de cuerpos amoldándose, armonizándose o ajustándose y un “¡Aahhhhhhh!!!” femenino prolongado señal, inequívoca, de que el médico ya estaba cabalgando.
Ese fue el instante de confusión que intenté describir al comienzo de este relato.
Le siguió un concierto, que pretendían, apagado, discreto sin excesos sonoros, propio del goce de humanos reproduciéndose, que me llegaba nítido y perturbador. Un leve hormigueo se había instalado en mi entrepiernas.
En el epílogo les resultó, a ambos, más arduo reprimir las exteriorizaciones: suspiros, jadeos, gemidos, monosílabos, expresiones entrecortadas y libidinosas,…de deleite carnal.
– ¡¡Uuffffff, que polvooo!!! ¡Estuviste increíble nena! ¡Gracias! – Murmuró, jadeante, el cirujano.
– No, gracias a vos. Hiciste que me vuelva a sentir deseada y de qué manera. Ha sido la mejor movida en meses. – replicó ella también jadeante.
-¡De nada, jajaja!! Estaba volado , como nunca. Te confieso, que me masturbé… pensando en vos …. y más de una vez. _
Siguieron “tirándose flores” un buen lapso de tiempo, hasta que el Doc, redobló la apuesta:
-Esto, de hoy, tan lindo… ¿volverá a repetirse, no es cierto?-
-Digamos… que posibilidad de revancha, hay, jajaja-
-¿Mañana también estas de noche aquí?-
-No mañana viene mi cuñado, el hermano de mi marido a acompañarlo-
-¿Te parece que te espere a la salida del sanatorio y te llevo a tu casa? ¿A qué hora te vas?-
-¡Daleee! Pero a mi casa no, va estar mi mamá y mis hijos. A las ocho y media, después de las visitas. –
-¡Hecho!!!! Tengo un lugarcito que te va a gustar-
Transcurridos pocos minutos (los suficientes para ambos recomponerse) se despidió el galeno. Marité se asomó a la habitación. Cerré los ojos y simulé no haber percibido nada de lo ocurrido en la antesala ni estar enterado de lo que, seguramente, ampliado y corregido, sucedería la noche siguiente, en el “lugarcito”.
Breve tiempo después, volvió a abrirse la puerta de la antesala. Era la enfermera con termómetro, nueva bolsita de suero, frasquitos, ampollas y jeringas.
“Justo a tiempo terminó la fiesta” pensé.
-¿Cómo se siente?¿Descansó bien?- indagó
-Bien…más o menos- respondí.
No se inmutó. Me puso el termómetro, cambió la bolsita de suero, leyó mi temperatura en voz alta, como lo hacía habitualmente. Unas líneas sobre los 37 grados. No pareció darle importancia.
“¿Fiebre o calentura?” pensé yo.
Antes de retirarse inyectó varias sustancias en la bolsita de suero intravenoso, colgada en el soporte.
Otra vez a solas, Marité, quiso saber:
-¿Entendí mal lo que le dijiste a la enfermera o no descansaste bien?-
-Soñé sucesos impensados, imágenes tan reales que me alteraron la quietud y el sosiego-
-Bueno, bueno….mañana me contas. Ahora a descansar. Por suerte todo salió muy bien y ya pronto nos vamos a casa.- Me acarició la cara y me dio un beso en la frente y volvió a la antesala.
Dormí sin sobresaltos y, pienso que, de no mediar la irrupción de la enfermera de la mañana, hubiese seguido hasta con el sol bien alto en el cielo.
Aun hoy me pregunto si la enfermera, por error, me administró la dosis extra de somnífero en su segunda rutina de la noche, en lugar de la primera e hizo posible que “acompañase” paso a paso, el abandono de Marité al deleite carnal con el Doctor C….Nunca lo sabré.
Le di vueltas a lo sucedido, al derecho y al revés. Tras meditarlo bien, decidí no decirle nada a Marité. La quiero, tenemos una vida y dos hijos en común. Tal vez ella sienta algo de culpa por haberme metido los cuernos, pero, creo, que no se arrepiente de haber disfrutado de una de las mejores experiencias eróticas de su vida. Por lo que se, sólo fue eso: una linda experiencia, tal vez motorizada, inicialmente, por la gratitud hacia el cirujano por haberme salvado del cáncer.
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