Como me cogí a mi concuñada.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era sábado y estábamos reunidos para cenar en la casa de Fabio, él, su hermana Laura que es mi esposa, Beatriz, la madre de ambos, Jime la mujer de Fabio, los dos hijitos de ellos de 7 y 5 años, el nuestro de 4 años y yo. Transcurría la sobremesa cuando, sorpresivamente Beatriz acusó un malestar y de ahí a poco perdió el conocimiento. El médico (de la empresa de emergencias, convocada) dispuso el traslado a una clínica para que la paciente tuviera la mejor atención. Laura en la ambulancia y Fabio en su coche, la acompañaron. Jime y yo nos quedamos con los chicos. Algo más de media hora después, Fabio llamó por teléfono y avisó que la madre estaba fuera de peligro pero que seguiría en observación y que tanto él como Laura se quedarían en la clínica. Avisarían cuando salieran de regreso, porque en el apuro, habían olvidado llevarse las llaves de entrada. Jime llevó a la cama a los tres chicos, mientras yo prendí el televisor en el living y me dispuse a ver qué programa encontraba, para matar el tiempo de espera. Encontré un film, apenas iniciado, que me pareció entretenido. Al rato, Jime se sumó a la “platea” sentándose a mi lado en el sofá. – Te acompaño mientras esperamos noticias de la clínica. – comentó. – Si queres, andá acostate, estoy yo para abrirles la puerta cuando lleguen – le sugerí – Gracias pero no, veo la “peli” con vos. Es temprano todavía. – Una nueva llamada de Fabio, anunció que el médico decidió que la madre seguiría en observación el resto de la noche. Agregó que Jime llevase al cuarto el teléfono inalámbrico por si necesitaba comunicarse con ella y que Laura me pedía que, sin esperarla, volviera a casa con el nene. Ella iría, por la mañana, ni bien dieran de alta a la madre. Cumplí con lo pedido por mi esposa pero,……unas tres horas y media más tarde. Ocurrió que la proyección contenía secuencias pasionales hasta culminar en una decididamente erótica en la que la pareja, de infieles debutantes, desplegaba toda la coreografía de ese tipo de encuentros pasionales, largamente deseados: salvo la penetración propiamente dicha. La atmósfera circundante al sofá, poco a poco fue cargándose, señoreaba una especie de embriaguez que se delataba en las fugaces miradas, mutuas e inabarcables, durante y a posteriori de las escenas más álgidas. El desasosiego no tardó en llegarle a mi “anguila” que se desenrolló y tensó en el pantalón. Jime es levemente pelirroja, espigada, 1,72 metros sin tacos, bonita y de cuerpo estupendo, a despecho de la maternidad, que remata en dos largas y bien torneadas piernas. Una maravilla. Imposible no fantasear con ella. Al término de la película, aun sentados en el sofá, giré el cuerpo para quedar mirándola. En el ambiente flotaba el aroma a piel exacerbada, la tensión acumulada necesitaba una vía de escape. Había sólo una: – ¡Qué bueno que el malestar de nuestra suegra, sea un poco más complicado de lo que parecía al principio! ¿¡Ehhh?– murmuré – ¡Ahhiiiii! ¿Por qué? ¡Pobrecita Beatriz, que malo que sossss Javier! – – Porque, gracias a eso, estamos solos vos y yo – – ¡Ahhh! ¿Siiiiiiii? – Con los ojos clavados en sus ojos, hice una pausa prolongada y agregué: – No preguntaste por qué me parece bueno – – ¿Te parece que la sonsita de Jimena, no se dio cuenta? – Otra pausa con las miradas inmóviles. Tenía el rostro ligeramente rojizo, brillante: – ¿Y?..¿no es una buena idea? – le susurré, acercando un poco más mi cabeza a la suya. – ¡Sería una “guachada”! Y vos lo sabes. – respondió con voz baja, enronquecida, atravesada. Era evidente que distaba mucho de rechazar la propuesta. De ella emigraba el magnetismo con que la evolución se asegura la supervivencia de la especie. Era todo lo que yo necesitaba. – ¡Es que sos muyyyy linda! No hay nadie despierto en casa, estamos los dos juntitos, ¿Cómo evitar ponernos cariñosos?..- Murieron las palabras, se agitaron os pechos, se mezclaron los alientos, los labios fueron al encuentro de los labios, las manos recorrieron los cuerpos. Desabotoné la blusa y corpiño, le besé los pezones tersos mientras mi mano derecha avanzó raudamente bajo la pollera, entre sus piernas y alcanzó la almeja ardiente. – ¡Jime!! Mi ombligo quiere conocer tu ombligo! – – ¿Siiiii?…pero aquí no Javier…puede despertarse alguno de los chicos….- Fuimos, abrazados al dormitorio. Las ropas quedaron diseminadas en el parquet, entre la puerta y la cama, quedamos, sólo con la bombacha ella y con el slip yo. Sobre la colcha, apoyada la cabeza en la almohada, había un perrito de peluche de unos 30 centímetros, de pelambre negro, un poco venido a menos por el paso de los años. – Esperá que lo muevo al señor “Cambá” – lo ubicó sentado en la mesa de luz más próxima, corrió el cubrecama y la sábana de arriba. Ahí recordó el teléfono olvidado en el living: – Javier, ¿traes por favor acá el teléfono? – lo hice y lo dejé junto al perrito de peluche. Jime me esperaba acostada cubierta con la sábana, debajo de la cual me deslicé. Los prolegómenos fueron breves: le dí una nueva merecida atención a las tetas chupándoselas con fruición. Acto seguido cayeron al piso, sin solución de continuidad, las dos prendas íntimas inferiores que vestíamos. Mediaron algunos segundos de besos en la boca, en el cuello y en la tetas y de caricias en la cachucha humedecida por el deseo. Ella devolvió gentilezas. Hizo un delicioso reconocimiento de mis genitales, luego mientras con su mano rodeaba mi bate, su lengua entró y salió tres o cuatro veces en mi boca. Era su forma de decirme “cogeme ya” sin palabras. Me subí entre las piernas abiertas de par en par, confraternizaron los ombligos y le entré sin dificultad alguna. Cogimos apasionada y largamente sin ahorrarnos caricias, besos, gemidos, suspiros, monosílabos (¡Siiiiii!,… ¡Aaaah!,… ¡Asiii!,…¡Máaass!) y frases truncas (¡Que riiiico!,…¡Seguiiiii!…¿Así te guuusta?…) para comunicarnos el goce superlativo. Nos entregamos por completo, sin miedo a perdernos. Cuando sobrevino el orgasmo compartido, Jime, se tapó la boca con una mano como para sofocar las exteriorizaciones vocales propias del epílogo. Talvez por temor a extralimitarse y despertar a los niños, pensé. Nos quedamos abrazados, con mi verga perdiendo temple dentro de su conchita, intercambiando besos y halagos, largos minutos. Jimena fue la primera que expresó su satisfacción: – Tenés razón: suerte que se descompuso Beatriz, estuvo bueno,…sos muy apasionado,….también al señor “Cambá” le gustó ¡muuuucho! – – Es que vos sos una dulzura….me llevaste a la estratosfera….¿Siempre participa tu amiguito? – – ¡Claro! y no deja de opinar…- – ¡Que alivio que quedó conforme! – – Decime.. ¿elegiste a propósito esa película, no es cierto? Fue tu forma de sugerirme, de decirme, que tenías ganas de hacerme el amor. – Le aseguré que no, y no mentía, que el film había sido tan fortuito como el malestar de Beatriz. También le dije que, desde bastante tiempo antes me sentía atraído por ella y que, de no mediar el film y la oportunidad al quedarnos solos, tal vez hubiese seguido fantaseando con ella el resto de mis días. Jime confesó que ella también experimentaba turbación cuando me veía, pero nunca pensó que intentaría inducir al esposo de su cuñada. El señor “Cambá”, a quien le había gustado mucho la primera vuelta, pidió un bis: una segunda erupción del volcán que nos atrapó esa noche volvió a elevarnos a dimensiones de placer desconocidas. Antes de irme a casa con mi hijo soñoliento, quedó implícito que, conservábamos encendida la llamita “piloto” que, como en los calefones a gas, a la primera ocasión, volverá a liberar las llamas que nos envolvieron ese sábado. Con o sin la compañía del señor “Cambá”. En este segundo caso Jime le contará como le habrá ido ya que, desde que era una nenita, él siempre estuvo en (o con) su cama (a la vista). A la hora del sexo también. Hasta en la luna de miel con Fabio, le ayudó a vencer su inhibición y su inexperiencia.
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