Con pausas y sin prisa, cogimos 6 veces con Luisa.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sonó el teléfono de mi escritorio:
-Carlos, sé que tu esposa y tus hijos están fuera de la ciudad, mi marido, también, viajó a Brasil y tengo el auto en reparación. Si me llevas a casa, te invito a cenar ¿Dale?-
La verdad no me lo esperaba. Pensé que se trataba de una broma, me quedé callado y perplejo.
-Dale, te oí decir que te “embola” estar solo en tu casa sin ni siquiera una mascota para cuidar y tener que prepararte la comida. A mi también no e gusta cenar sola ………..–
La esperé, en el auto, a una distancia prudencial de la oficina como resguardo de posibles miradas indiscretas.
Me saludó con un besito en la mejilla y su escote dejándome apreciar una generosa porción de su lindo par de tetas. Mi mirada golosa no le pasó desapercibida, tampoco el abultarse de mi pantalón. Con fingida naturalidad comentó:
-Qué bueno, Carlos, que aceptaste ….. en duo ….. es más fácil …. combatir el aburrimiento. –
Llegamos a su edificio, hablando de generalidades. Ella descendió a la entrada y subió. Yo llevé el auto a un estacionamiento cercano, me abrió con el portero eléctrico y subí.
Ni bien cerró la puerta de entrada del departamento, nos quedamos mirando, sonreímos. Alcancé a susurrar:
-Estás preciosa, Luisa,…..-
Puso sus brazos alrededor de mi cuello y nos besamos como si fuera algo habitual, no la primera vez. No tardaron las lenguas en “enroscarse”, mis manos bajar de su cintura a sus nalgas y mi verga tensarse. No podía no sentirla:
-¡Cómo estamos, ehhh!-
Después de un nuevo beso intenso, agregó:
-Te invité a cenar …. pero creo que eso puede esperar …. vení vamos a ponernos cómodos – y me llevó, de la mano, al dormitorio matrimonial. Una vez al lado de la cama, blanqueó:
-Te voy a ser sincera, no estoy pasando un buen momento con Gastón, no tenemos sexo hace tiempo y tengo unas ganas locas de coger, sin compromiso, no quiero que imagines que deseo algo más. Me pareces, desde mucho, atractivo. Por eso te invité al enterarme que estaríamos los dos solos, unos días. –
-Lo bien que hiciste, estás deliciosa. Convenido, sólo complacernos, sin pretensiones de futuro –
Nuevos besos desaforados y nos fuimos desnudando recíprocamente. Cuando mi verga quedó libre del slip, se agachó, con sus ojos en mis ojos y sonrisa a flor de labios:
-¡Humm, que buen garrote tenés!!!…. permisoooo – se la introdujo en la boca y se aplicó a comenzar una estupenda mamada. Me encantó pero la dejé hacer sólo un breve lapso de tiempo. La obligué a tumbarse en el colchón, le quité la bombacha, y le devolví la gentileza oral que me había dispensado. Mi lengua le arrancó un concierto de gemidos, suspiros, contorsiones de pelvis y caderas, y un desparpajo de flujo vaginal. Quizás un orgasmo sin penetrarla. Obviamente ella estaba muy caliente y yo, ni que hablar.
Sí que tenía ganas de coger y yo de cogerla.
No me entretuve demasiado con mi cabeza en su entrepiernas, fui en busca de sus pezones para succionarlos, luego de su boca y mi verga quedó enfrentada a su concha: “¡Adentro ordenó mi calentura!”.
Como toda mujer que tiene ganas de coger, Luisa se abandonó a su instinto, despedía un olor delicioso a sudor sexual, a excitación extrema y no se privó de hacerme saber lo bien que lo estaba pasando:
-¡Cómo te sientooo! ….. ¡qué lindo que coges!! …. No vayas a acabar todavía …. Dame más, … así … ¡Ahhyyy Dios miooooo!!! … siiiiii ….. lléname la cachucha de lecheeee …-
Ahí se acabó el primer, glorioso, polvo de la tarde noche.
La sangre volvió a circular normalmente, alabamos lo placentero de nuestro primer cuerpo a cuerpo, nos higienizamos por separado. Cuando salí de la ducha, con slip y camisa, Luisa, cubierta con bombacha y una blusa corta a la cintura, tenía la mesa servida. Fue una cena, improvisada – bocados variados, gaseosas , café al final – y amena. Llegó el silencio pos-infusión y nos quedamos mirándonos inmóviles. En el ambiente flotaba el aroma a carnes exacerbadas y la exaltación de las fuerzas, opuestas, de atracción.
Los platos y cubiertos quedaron sin lavar, para no dilatar el regreso a la cama. Perdimos, velozmente, las pocas prendas que nos cubrían, apenas. Enseguida, volví dentro de ella, por segunda vez. Nobleza obliga, fue Luisa que me metió dentro de ella: el segundo episodio comenzó con una soberbia cabalgata. Siguió un “mete y saca” frenético en pose perrito – la alucinante visión de su culo gestó en mi la decisión de, más tarde, intentar hacerlo por ahí – y culminación en la clásica pose misionero.
De regreso “al planeta tierra”, conversamos sobre intimidades y otros temas.
Luego, de la segunda ducha de la noche, juzgué prudente comunicarme con mi esposa.
La llamé, sentado en el living, con mi celular – le mentí que nuestro teléfono fijo no tenía tono, que la extrañaba, que extrañaba a los chicos y que estaba aburrido solo en casa.
Luisa escuchó y, no sin acierto, me calificó de “caradura sin rival”, mientras se acercaba, se sentó en el apoya brazo del sillón y me besó como para dejar sentado que, la noche era joven y que pensaba seguir disfrutándola.
-Tenemos hasta mañana, pero ahora me asalta una sospecha: ¿Cómo voy a saber que es verdad que te gusto? ¿Qué te gusta culear conmigo? – dijo sonriendo con picardía.
-No te quepa la menor duda, preciosa. Me alucinó hacerte el amor y, de aquí a que salga el sol, te voy a seguir cogiendo, aunque me dejes más seco que uva pasa –
Fueron dos sesiones más de “meta y ponga” extremo – la última con culminación de sexo anal – hasta que me dí por vencido y nos entregamos a un corto sueño reparador.
El día siguiente, en la oficina, me costó una enormidad cumplir el horario. Luisa me volvió a invitar a “cenar” (el día después volvía el marido).
En esta ocasión cenamos primero, nos dormimos unas horitas y nos – me despertó – despertamos frescos y listos para “amasijarnos” nuevamente, 2 veces.
Disfruté, en esas dos noches, sensaciones desde superlativas a alucinantes, entre ellas el excelso Beso de Singapur que ella mechó con maestría y, según lo que pude apreciar en Luisa (en sus pupilas dilatadas leía el deseo genuino, sus jadeos rebotaron en las paredes de la habitación, sus caderas se menearon frenéticas, su lengua porfiaba juntarse con la mía), gozó de ramalazos de placer que, parecía, amenazaban con dejarla sin conciencia.
Sumados son, sólo por ahora, 6 polvos inolvidables.
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