CUMPLEAÑOS
No se está viejo para celebrar un buen cumpleaños.
Cada mes debo ir a reclamar mis medicinas a Cruz Verde de la calle quinta, y usualmente casi siempre uno encuentra las mismas personas que tienen el mismo propósito, y se empiezan a crear lazos, ya nos saludamos por el nombre, nos preguntamos cómo seguimos de los dolores y enfermedades que nos aquejan, etc. Un sábado que debía recogerlas, mi marido me llevó y me dejó en la farmacia; como él tenía que hacer una visita a una finca, quedamos ya de vernos en casa en la noche, por lo que cada uno velaría por su almuerzo. Cogí el turno para esperar para pedir las medicinas, mientras mis vecinos saludaban. Don Francisco, un hombre ya mayor, de unos 80 años, que caminaba con bastón, me saludo fervoroso. Doña Pamela, hoy sí que está rozagante y hermosa. Don Fernando, un hombre de aspecto bonachón y no tan mayor como el anterior, me saludó quitándose el sombrero. Don Guillermo, el más joven de todos, con casi 70 años, me ofreció su puesto para que me sentara. Los tres vivian en una misma casa, que habían convertido en tres apartamentos. Charlando esperando que nos llamaran, comentaron que Francisco estaba cumpliendo años, y que querían invitarme a partir una torta para él en su apartamento. Me dieron la dirección y quede de estar allá a la una de la tarde. Reclamé mis medicinas, y siendo temprano me fui para la casa, hasta que llegara el momento de ir a la celebración. Arreglé algunas cosas, saque la ropa de la secadora, eché agua a las plantas. Al medio día me duché y me arreglé, zapatos bajitos, falda, blusa un poco escotada, que dejaba ver la comisura de mis senos, un poquito de maquillaje, perfume y ya estaba lista para visitar a mis compañeros de farmacia. Cogí una botella de vino, y pedí un taxi que me llevara a la dirección que me habían dado.
Al llegar, no recordaba cuál de los tres apartamentos era el de Francisco, el cumpleañero. Me acerqué al primero, y antes de tocar el timbre me dio por asomarme por la ventana, y por un ladito logré ver hacia adentro, lo que vi me dejó congelada. Fernando, parado en la mitad de la sala, sujetaba a una chica de la cabeza, obligándola a meterse su polla en la boca. La chica apenas podía soportar ese enorme trozo de carne, tenía una verga impresionante, larga y gruesa, con muchas venas hinchadas, mucho más grande que la de mi marido. La cara de la chica estaba roja, seguro le faltaba aire, sin embargo, después de unos segundos Fernando le soltó la cabeza y ahora era la chica la que por su propia voluntad se metía la enorme verga y mamaba con ahínco, disfrutándolo mucho. Quise retirarme, pero no fui capaz; inmóvil observé como la chica se levantó y Fernando la puso en 4, con el trasero bien levantado y abriendo las nalgas de la chica, hundió su cara en medio. A la muchacha no pareció disgustarle que le estuvieran mamando el culo, al contrario se retorcía de placer y gemía más fuerte; mi propio culo se empezó a contraer, a palpitar, era inaudito lo que veía, y estaba excitada al máximo, pues mi esposo hace rato no me lo hacia. No podía creer todo lo que estaba viendo y empecé a sudar, un sudor frio recorría mi frente, mi corazón empezó a palpitar con fuerza y sentía que mi propio esfínter se contraía involuntariamente, una carga de adrenalina recorrió mi cuerpo. En un momento, Fernando gira hacia la ventana y me ve; y yo solo pude retirarme rápidamente, en busca del apartamento de Francisco. Mi corazón latía con fuerza, la respiración la tenía muy agitada y me di cuenta de que mi coño se había mojado.
Llegue al segundo apartamento, y timbré, y en esta oportunidad abrió Guillermo, pero si era la casa de Francisco. Entre agitada, entregué mi botella de vino y salude a todos; habían además otros dos hombres, Jaime y César, que también había visto en alguna oportunidad en la farmacia. Éramos cuatro hombres y yo, que además de ser la única mujer, era la menor de todos con 66 años. En una mesa, tenían acomodadas las copas, otras botellas de vino, y bastantes bocadillos. Guillermo advirtió que la torta la llevaría Fernando, pero no sabía porque aún no había llegado. Quien sabe, le respondí, pensando en que debería estar enculando a esa muchacha.
Al poco tiempo llegó Fernando, trayendo la torta, una torta negra que se veía deliciosa. Insistió que la partiéramos de una vez y le cantáramos el feliz cumpleaños a Francisco. Lo que hicimos inmediatamente. Fernando me evitaba y yo también. La torta estaba deliciosa, tenía un sabor que no podía identificar, pero estaba muy rica, de forma que repetí. Casi todos repitieron. Sentados en la sala, charlábamos amenamente, escuchando música de nuestra época, tomando algunas copas de vino; y algunos incluyéndome, repetían de nuevo otro pedazo de torta. Realmente estaba deliciosa. Pronto todos estábamos dicharacheros, hablando fuerte, riéndonos, como si el vino nos hubiera cogido, pero no habíamos tomado tanto. Empezaron a colocar salsa de la viejita, y en eso Fernando me saca a bailar, a lo que no me negué. Estando todos en la sala, me llevó al salón de al lado, que desocupado servía de pista de baile.
Mientras bailábamos, me preguntó si me había gustado el espectáculo. Le respondí nerviosa, que no sabía de qué me hablaba. Se acercó a mi cuerpo y en un rápido movimiento me tomó de la cintura y me apretó con fuerza contra él, con su otra mano apretaba mis nalgas. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, era extraño sentir el calor de su cuerpo contra el mío y sus grandes manos en mi trasero, emanaba virilidad, y determinación. Traté de resistirme, pero no podía, y empezó a besar mi cuello y morder mis orejas, lo que me hacía suspirar. Abriendo mi blusa, me quitó el sujetador, su boca se apoderó de una de mis tetas y succionó mi pezón, una ola de placer recorrió mi cuerpo y lancé un gemido; lamía mis tetas, mordisqueaba mis pezones, los succionaba, los estiraba con su boca, me hacía vibrar con sus chupetones. Yo solo cerré los ojos y me dejé llevar, me estaba entregando, sentía mi coñito super mojado, sin dejar de chupar mis tetas su mano bajó a mis braguitas y pudo comprobar que estaban húmedas. Levantando mi falda, metió su mano, me bajó las bragas y cooperé para que me las quitara por completo.
Las llevó a su cara para respirar su aroma, las olfateo profundamente y suspiró, las aventó a un lado y arrodillándose abrió mis piernas, su lengua llegó a mi clítoris, mi espalda se arqueó al instante, volviéndome loca; abrió más mis piernas y siguió dando lengüetazos mientras dos dedos se hundían en mi coño, entraron profundo y fácil por lo lubricada que estaba, sacó sus dedos y los llevó a mi clítoris y ahora fue su lengua la que se hundió en mi coño, me estremecía y temblaba de las sensaciones que sentía, recostada como estaba contra una pared. Me tomó fuerte de las caderas y con ahínco se puso a comer mi coñito, escuchaba los sonidos que hacía lamiendo y succionando mis flujos vaginales; me sentía incómoda en cierta forma, pero pronto me olvidé de mis prejuicios, abrí más las piernas y me puse a disfrutar, todo mi cuerpo se retorcía, mis piernas temblaban, su lengua se deslizó dentro de mi estrecho y ardiente canal, estiraba mis labios vaginales, creí que explotaba, moría de placer. Abriendo la bragueta de su pantalón dejó salir su imponente verga, y haciéndome agachar, colocando su verga frente a mi cara, y me pidió mamárselo.
Empecé a darle lengüetazos en la punta, sentí un sabor fuerte, ligeramente salado, pero no me causaba náuseas, así que me animé a lamerla suave, empujó suave la cabeza, no me quedó de otra que abrir la boca, solamente me entraba la punta de su verga, por lo que me dediqué a chupar y lamer la cabeza. Me hizo abrir la boca al máximo, mis labios alrededor de su glande y fue avanzando hacia adelante, su verga se iba colando, la sentí recorrer mi lengua, mi paladar y hundirse en mi garganta, mientras mi saliva resbalaba por el tronco. La metía hasta donde me llegaba dentro de la boca, la apretaba con los labios cuidando de no rozarlo con mis dientes y succionando fuerte, mientras lo mamaba; volteé a verlo a la cara, me encantó ver sus muecas de placer, sin duda lo estaba haciendo bien, saqué su verga de mi boca para tomar un poco de aire y un hilo de saliva mezclado con líquido seminal quedó colgando de mi lengua hasta su verga. Abriendo bien mi boca empecé a mamársela como si se me fuera la vida en ello, apretaba el tronco y acariciaba también sus huevos.
Me llevó al sofá mientras me iba agarrando el culo, tan pronto llegamos me recostó boca arriba sin dejarme de comerme la boca, metía su lengua revoloteando mi interior, mordía mis labios. Separando mis piernas, sentí su enorme verga en la entrada de mi vagina, y poco a poco me la fue metiendo; sentía cada centímetro que me iba entrando, abriéndome. Daba pequeños gritos de placer, hasta que sentí que en un movimiento de cadera final me la metió toda, hasta los huevos, y sentí un inmenso placer recorriendo toda mi columna, me sentía tan llena y al mismo tiempo una sensación de plenitud difícil de explicar.
Me tomó de las caderas y empezó a embestirme lentamente, mordía mis labios y besaba mi cuello. Arqueaba mi cuerpo en cada embestida, lenta, profunda; me sentía tan suya que sentía que me derretía en cada empuje. Poco a poco fue embistiéndome más rápido, mordía y chupaba mis pezones, hasta que ya no pude aguantar más, todo mi cuerpo empezó a vibrar y sentí una descarga de placer que recorrió todo mi cuerpo. Todo mi cuerpo convulsionaba, mi vista se nublo, gemía como loca, con un tremendo orgasmo.
Fernando, quedó exhausto sobre el sillón al lado mío. Sentí otras manos que me levantaron y me pusieron en cuatro sobre el sofá, con las piernas bien abiertas y mi pecho sobre la cama. De reojo, reconocí a Guillermo, sentí la punta de su verga en mi coñito y se fue abriendo paso hasta que sentí su pelvis golpear mis nalgas, mis fluidos resbalaban por su verga hasta sus huevos. Empezó el vaivén, lento y profundo, un mete y saca que me tenía en las nubes, me apretaba las nalgas, y me daba nalgadas que me excitaban más y me hacían gemir en cada nalgada, desde el espejo de la recámara veía como abría mis nalgas al máximo. En eso, siento que escupe justo en medio de mis nalgas y trata de insertar la punta de su dedo índice en mi culo, di un respingo hacia adelante y me quejé, pidiéndole que no me tocara el culo. No te preocupes, no dolerá me dijo. Me puso una almohada bajo el vientre para que parara más el culo y sentí que separó mis nalgas dejando mi agujerito descubierto. Empezó a frotar con su dedo pulgar mi orificio, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, abrió más mis nalgas y sentí la punta de su lengua presionando mi esfínter; la sensación fue deliciosa, sin querer di un fuerte respingo, fue como si su lengua me transmitiera una corriente eléctrica que hizo vibrar todo mi cuerpo, Su lengua era increíble, siguió punteando y lamiendo mi hoyito un largo rato, hasta que mi esfínter cedió y entró la punta de su lengua en mi interior, suspiré y mordí mis labios al tiempo que apretaba un cojín.
Con mi ano lleno de saliva, sentí la yema de su dedo en la entrada de mi esfínter, apreté las nalgas y me dio una sonora nalgada, recordándome que no debía apretar; escupió saliva entre mis nalgas frotando mi esfínter en forma circular. Aplicando cada vez mayor presión, pronto venció la resistencia y su dedo se coló en mi interior, pasó a acariciar las paredes internas de mi culo; su dedo cada vez me llegaba más profundo, con facilidad, nada de dolor, sentía el culo lleno de saliva y empecé a sentir la piel caliente y más sensible, y sin darme cuenta empecé a mover el culo en círculos. Arrimó su polla entre mis nalgas y empezó a recorrer con la cabeza toda mi rajita, apuntando a mi agujerito. Empezó a presionar, hasta que de pronto sentí que mi esfínter cedía y entró la cabeza, di un grito desgarrador y todo mi cuerpo se tensó, intenté zafarme echando mi cuerpo hacia adelante, pero me tenía bien sujeta de las caderas. Sentía que me partía, el dolor era tremendo y nublaba mi visión, intenté relajarme y poco a poco el dolor fue cediendo, sentía un ardor, pero había algo que me agradaba, aflojé el cuerpo, él lo sintió y reanudó el embiste, me la estaba metiendo muy despacio permitiendo que mi culo se acostumbre a la polla invasora.
Sentía mis pliegues abriéndose y estirándose al máximo y el avance de su tranca de carne, hasta que por fin sentí sus huevos en mi coño; me había empalado completamente, la dejó un par de minutos sin moverse para que mi culito se acostumbrara al grosor de su verga. Mientras me besaba el cuello y espalda, sentía el calor de su pecho en mi espalda y sus manos sujetas a mis caderas, pronto sentí que el dolor cedía, empecé a mover el culo y empezaron las embestidas, lo hacía lento y profundo; en cada embiste sentía una sensación de placer indescriptible que recorría toda mi columna, me sentía tan plena. No paraba de meterla y sacarla fuerte, golpeando mi culo con su pelvis, ya no daba más, todo mi cuerpo se estremecía, mis piernas empezaron a temblar, mis ojos se pusieron en blanco, como si estuviera en un trance, empecé a convulsionar mientras me corría abundantemente.
El seguía taladrándome el culo, la metía y sacaba cada vez más rápido y a darme nalgadas, mis espasmos apretaban su verga en forma involuntaria y ya no aguantó más, en un último embiste me ensartó hasta lo más profundo, me hizo ver las estrellas y explotó en las profundidades de mi culo, chorros y chorros de leche ardiente inundaban mis entrañas y aliviaban el escozor de mi agujerito maltrecho, su semen escapaba de mi culo y escurría por mis piernas. Caí desfallecida sobre el sofá, él encima de mí, poco a poco su verga se fue poniendo más flácida hasta que salió de mi culo. Se tendió a un lado mío boca arriba, al otro lado de donde estaba Fernando, con la respiración agitada y yo me acurruqué entre ellos, quedándome dormida.
Entre sueños empecé a sentir un cosquilleo en mis piernas, poco a poco fui despertando, me di cuenta que eran unas suaves caricias en mis muslos que poco a poco iban subiendo hacia mis abultadas nalgas. Las caricias se habían hecho más excitantes, acariciaba suavemente mis nalgas, buscó mi clítoris, haciéndome estremecer al rozarlo con la yema de su dedo, seguí fingiendo dormir, la caricia me encantó, pero había algo extraño en esa caricia, definitivamente no parecía ser mi esposo, como entre sueños, abrí más las piernas para darle mejor acceso a la persona que me estaba tocando, mi coñito estaba sumamente húmedo y la punta de su dedo, humedecido, seguramente con su saliva, separó mis labios vaginales y frotó mi coñito a placer, mi piel se erizó, que rico sentía, me mordí los labios para no gemir.
Recordé donde estaba, no me moví, seguí fingiendo dormir, lentamente sus manos masajearon mis nalgas, después de unos minutos sentí un suave beso en una de mis nalgas y luego en la otra, las recorrió con su lengua, se animó a abrir una de mis nalgas y sentí que hundía su rostro entre ellas, su nariz alcanzó a tocar mi ano y dio un respiro profundo. Sentir su respiración me dio un morbo tremendo, olfateaba mi sexo, pronto sentí su lengua explorando en mi orificio trasero, fue como si una corriente de electricidad recorriera mi cuerpo y no pude evitar dar un suspiro y levantar más la colita, me estaba entregando al desconocido, movía su lengua en mi trasero en forma circular y empujaba con suavidad tratando de forzar mi entrada, pero sin despertarme, era tan rico y placentero, que rico lo hacía, me encantaba.
Se subió al sofá, y se recostó colocando su cuerpo junto al mío, escuché que me decía señora Pamela es una mujer muy hermosa. Al escuchar la voz supe que efectivamente el extraño era Francisco, empecé a forcejear para liberarme, pero a pesar de su edad era mucho más fuerte que yo. Mientras me mantenía dominada con un brazo dirigió su mano a mi coño y metió dos dedos, estaba tan lubricada que entraron con facilidad; al tiempo que empezaba a mover su cuerpo como si me cogiera, restregando su verga en medio de mis nalgas. Su lengua se metió en mi oreja en forma libidinosa, causándome un estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo. Sus dedos entraban y salían de mí con rapidez, literalmente me estaba cogiendo con ellos, mis fluidos chorreaban, apretaba los labios para no gemir, todo mi cuerpo temblaba; me dejé llevar, dejé de poner resistencia, estaba en sus manos, al notarlo me dio media vuelta y buscó mi boca, me dio un beso profundo, cachondo, nuestras lenguas se entrelazaron, mordía mis labios, los succionaba, un beso tan apasionado que sentí que me derretía.
Su boca bajó a mis pechos, rozaba con sus dientes un pezón, me pellizcaba el otro, lo estiraba, los apretaba y masajeaba, los lamía y succionaba con pasión, sentí que perdí la razón, sus labios ardientes continuaron el recorrido, llegaron a mi ombligo, lamiendo y succionando cada centímetro de mi piel, siguió, pronto llegó a mi entrepierna. Empezó a lamer mi coño, lamía mis labios vaginales succionando mis fluidos, encontró mi clítoris y lo empezó a lamer y succionar, sentía tan rico que ya no me importó y gemía desesperada; estaba en el paraíso, deslizó un dedo lubricándolo con mis fluidos y lo llevó entre mis nalgas hasta rozar mi orificio trasero, masajeaba mis arrugados pliegues en forma circular, como si quisiera dejarlo liso, empujó lentamente. Sentí como mi culito se abría e iba entrando su dedo por el estrecho conducto, suspiré y abrí más mis piernas invitándolo a que me lo metiera más profundo, estaba en éxtasis.
Sentía que mi culo se contraía apretando su dedo en deliciosos espasmos que recorrían mi cuerpo, siguió metiéndolo poco a poco haciendo círculos, rozando mis paredes internas, todo lo que hacía me volvía loca. Intenté relajarme y empiné más la colita para que hiciera con ella lo que quisiera, su dedo entró completo, arrancándome otro gemido de placer, tenía su largo y grueso dedo bien metido en el culo, me acariciaba por dentro, lo sacó y lo llevó a su boca. Gemí y me llevé un cojín a mi boca para morderlo y no gritar de placer.
Poco a poco mis espasmos fueron disminuyendo de intensidad y caí exhausta en el sofá, sentía mi cuerpo muy sensible y sin fuerzas, todavía temblaba, mi respiración estaba agitada, el orgasmo había sido muy intenso. Se recostó sobre mi cuerpo y buscó mi boca, su boca sabía a mi coño, a mi culo, un sabor raro, pero me excitó mucho, su verga larga y gruesa quedó en la entrada de mi vagina, y ayudada por mis jugos vaginales fue introduciendo la cabeza dentro de mí, que rico sentí, sentía de nuevo su verga caliente y dura, me quemaba por dentro. Tomándome de los muslos me los inclinó hacia adelante mientras me iba metiendo su verga, centímetro a centímetro sentía como me iba abriendo y entrando esa enorme, gruesa y rica polla, que ya llevaba la mitad enterrada en mi coñito, Buscó mis pezones y se dedicó a chupar, lamer y succionar, me sentía en el paraíso, en un movimiento de caderas empujó su pelvis y me la enterró toda, hasta los huevos, sacándome un grito de placer, me sentía tan llena, tan plena, tan suya, que rico me cogía Francisco.
Me daba tanto morbo, me hacía sentir tan puta, tan sucia, pervertida, empecé a moverme mis caderas en forma circular y Francisco inició sus arremetidas, metiendo y sacando su gran trozo de carne, veía las estrellas, gemía y gritaba como loca, me empalaba profundamente y su pelvis se pegaba completamente a mí; sentía como rozaba mi clítoris y sus huevos chocaban con mis nalgas. Su verga entraba y salía de mí causándome un placer exquisito, definitivamente era un experto, entre gemidos y gritos pedía que me la metiera más profundo, que me la metiera más duro y más rápido, mis manos se posaron en sus nalgas y lo empujaba contra mi cuerpo para que me la metiera fuerte y duro.
Veía su cara, gruñía de placer, se había puesto roja, me veía con una mirada libidinosa, pervertida, sonriendo al ver cómo me hacía gozar y gritar de placer, a medida que arreciaba sus embestidas, su frente escurría sudor, pensé que pronto estallaría en mi interior, faltaba poco, cuando de pronto saca toda su verga de mi coñito. Se levantó y de un cajón sacó una botellita de aceite de bebé, lo vi abrir y echar un chorrito a su gruesa y dura herramienta, lo embadurnó bien y quedó brillante resaltando las venas y su roja cabeza; se veía imponente, colosal, sentí un escalofrío al imaginarme esa gruesa tranca abriéndome el culo, que seguramente me partiría en dos.
Me tomó de la cintura y me acomodó boca abajo. Acariciaba mis nalgas y recorría con el empeine de la mano el surco entre mis nalgas, lubricando el canal, llenándolo de aceite de bebé. Me dijo que abriera más mis piernas y me metió dos dedos embadurnados de aceite, resbalaron profundo y los empezó a meter y sacar, asegurándose de lubricarme muy bien por dentro, cerré los ojos y gemí levantando más el culo, me estremecía, deseando que me empalara pronto. Sentí como puso su verga entre mis nalgas, presionando justo en la entrada de mi culo; fui relajándome y sentí la tibia cabeza acariciando mi esfínter, una suave caricia, suave y tersa como la piel de un bebé, un contacto tan íntimo y tan delicioso, su mano presionó mi cintura haciendo que quebrara más la cintura y levantara más el culo y en ese instante sentí que mis pliegues se abrían y entraba su glande, di un grito, más que de dolor, de puro placer. Me la metía cada vez más profundo hasta que sentí sus huevos apoyados en mis nalgas.
Empezó a bombearme, lento y profundo, la sacaba hasta dejar sólo la cabeza y me la clavaba hasta el fondo, cada que me clavaba sentía que me faltaba el aire y gemía al momento que me la sacaba, dentro y fuera, rozándome mis paredes por dentro y haciéndome vibrar de placer. Fue arreciando las embestidas entre mis gritos, jadeos y el ruido de mis nalgas chocando contra su pelvis. Metió su mano entre mis piernas y me frotó el clítoris, todo mi cuerpo se estremeció y empecé a retorcerme de placer al tiempo que estallaba en un poderoso orgasmo, sentía que mi vagina escurría a chorros y corrientes eléctricas recorrían mi cuerpo, mis ojos divagaban y saliva escurría por la comisura de mis labios, ambos gritábamos y gemíamos, arreció todavía más sus embestidas a un ritmo endemoniado, literalmente me estaba reventando el culo, hasta que en una última embestida dio un gruñido como un oso y me la enterró en lo más hondo estallando en mis entrañas, sentía los chorros de su ardiente y espeso semen en lo más profundo de mi culo, disparando uno tras otro, inundando mi intestino.
Me desplomé desfallecida, con la respiración entrecortada, mi corazón parecía salirse de mi pecho, Francisco sudoroso, poco a poco su verga fue vibrando con menor intensidad hasta que me la sacó y un chorro de esperma escurrió entre mis nalgas. Mis tres amigos de la farmacia, ya me habían probado. Miré mi celular, y ya iban a ser las 3.30 de la tarde.
Fui al baño, y al salir tan pronto abrí la puerta, me encontré de frente con Cesar que me me tomó de la cintura y apretó fuertemente envolviéndome en sus fuertes brazos. Me arrastró a la primera cama que encontró. Estaba casi desnudo, solamente tenía puestos su bóxer y sentí su miembro largo, grueso y duro contra mi vientre, delatando lo ansioso que estaba por cogerme, al igual que sus amigos. Sus grandes manos recorrían todo mi cuerpo, apretaba mis nalgas y su boca se apoderó de la mía, la succionaba ansioso, mordiendo suavemente mis labios y su lengua recorriendo todo mi paladar y entrelazándose con la mía. Estando desnuda, pude sentir el roce de su piel contra la mía, el calor de su cuerpo quemaba mi piel, su olor me embriagó.
Continuó besando mi cuello y se me escapó mi primer gemido, mordisqueó el lóbulo de mi oreja y lo succionó, mi piel se erizó y un segundo gemido escapó de mi boca, en eso siento que mete la punta de su lengua dentro de mi oído y todo mi cuerpo se estremeció, sentí desfallecer, me encantó, mi coño empezó a lubricar y llenarse de mis fluidos, me encantaba todo lo que me hacía mi nuevo amante. Su mano se introducía entre mis piernas y palpaba mi sexo completamente mojado; poco a poco fue hundiendo un par de dedos dentro de mi coño que se deslizaron fácilmente dentro de mí, pues estaba sumamente lubricada.
Bajé mi mano y palpé su miembro ardiente, grande, grueso y cabezón, le bajé el bóxer para liberarlo de su encierro, una vez fuera se veía tan imponente, su cabeza rosada brillaba; se me hizo agua la boca y caí de rodillas, comencé a lamer la punta de su verga con mi lengua, chorreaba líquido preseminal que saboreé, sabía delicioso, sabía a macho, a hombre, un sabor salado, fuerte y penetrante invadió mi boca, no pude resistir y me la metí toda a la boca, la chupé largo rato, disfrutando de su sabor, su textura, su olor, lo dura que estaba. Me encantaba su verga, mi lengua abrazaba y recorría toda la cabeza, al tiempo que acariciaba sus gruesos y pesados huevos, mi saliva escurría por el tronco y llegaba a sus testículos, ya mi quijada me dolía, pero no me importaba, me encantaba estar con la boca llena de verga. Me tomó de la cabeza y empezó a meter y sacar su verga de mi boca, me llegaba muy profundo, hasta la garganta, y empezó a gemir, se me dificultaba respirar, pero no desistí, cada vez tragaba más y más verga, masajeaba sus huevos, empezó a gemir, definitivamente me encantaba oír gemir a mi macho y seguí chupando,
Me tomó de la mano y me ayudó a levantarme, me dio vuelta, y me apretó, sentí su dura verga entre mis nalgas, se sentía tan rico, empujé el culo y su verga se metió entre mis carnes buscando mi cerrado y estrecho orificio. Pronto sentí la cabeza empujando intentando vencer la resistencia de mi esfínter, restregaba la cabeza un poco y seguía de largo, el contacto se hizo más intenso, besaba mi cuello y mi nuca llamándome puta.
No me ofendí porque me llamara puta, al contrario me excitó, porque eso era, una puta que estaba allí para complacer a esos machos sedientos de sexo en una tarde sábado.
Me tendió en la cama y me abrió las piernas, sentí como abría mis labios vaginales y su lengua recorrió todo mi coño, se apoderó de mi clítoris y lo succionó, en ese instante todo mi cuerpo se estremeció, me retorcí en la cama y dí un grito de placer, aprovechó para meter un dedo en mi coño hasta el fondo, lubricándolo de mis fluidos, lo sacó y lo llevó a mi culo, sentí como masajeaba y lubricaba la entrada de mi orificio anal con mis propios fluidos y empujaba su dedo dentro de mi culo, al tiempo que otro dedo entraba en mi coño, mis piernas temblaron, un gemido salió de mi boca y apreté los dientes para no gritar de placer. Siguió succionando mi clítoris con más fuerza al tiempo que sus dedos entraban y salían de mis dos orificios, estaba en éxtasis, ya no pude aguantar más, apreté las sábanas con mis manos y me retorcí en la cama, sentí una descarga recorrer mi cuerpo y tuve otro orgasmo.
Sentí como mis fluidos escurrían por los dedos de Cesar, sacó sus dedos y hundió su cara entre mis piernas, succionando con avidez los fluidos que escapaban de mi vagina; una vez que terminó de lamer mi coño se incorporó y me dio un beso cachondo y pasional, un beso con sabor a mi coño. Me excitó y me prendí de su boca, succionando y lamiendo sus labios, deleitándome con el sabor de mi vulva, su ardiente miembro se posicionó en la entrada de mi rajita, restregándola de arriba abajo, desde mi culo a mi clítoris.
En un movimiento de cintura me enterró toda su verga de una sola estocada, hasta los huevos que rebotaron en mi pelvis, me sentía tan plena, su verga llenaba completamente todo mi interior, incluso sentía que lo estiraba. Me siguió embistiendo en forma salvaje, parecía un animal, sentía su verga frotando una y otra vez mis paredes internas. La cama se movía a un ritmo que parecía romperse, golpeando una y otra vez contra la pared, pero a pesar de su brusquedad estaba disfrutando a mil, como una verdadera puta, era un placer supremo que me hacía gritar y jadear, fueron unos minutos interminables, todo mi cuerpo se estremecía. Aceleró sus embestidas a un ritmo infernal, literalmente taladrando mi coñito, el ritmo endemoniado de su cogida me provocó oleadas de placer que recorrieron mi cuerpo y todo mi cuerpo empezó a convulsionar; me dio una embestida final, profunda, ensartándome toda su verga y sentí como su polla se expandía en mi interior y empezaba a lanzar chorros y chorros de esperma ardiente en mi interior. Era tanta, que escapó por mi vagina y escurrió por mis nalgas hasta llegar a mi culo, tuve un nuevo orgasmo larguísimo, durante largo rato espasmos recorrían mi cuerpo, hasta que caí desfallecida en la cama, tratando de recuperar aire, su verga seguía dentro de mi coño, esperaba que su verga se pusiera flácida y saliera de mi cuerpo, pero no, seguía igual de dura, lo que me sorprendió. Habia tomado una píldora de viagra.
Colocó un par de almohadas abajo, para levantar mi culo. Vertió un chorro de lubricante en su gruesa y larga verga y lo embadurnaba bien, toda su verga brillaba por el efecto del lubricante, y sentí como abría mi nalga y posicionaba la cabeza en la entrada de mi culo, presionó un poco y dejaba de presionar, jugando conmigo. Yo misma empujé mi culo hacia atrás para ensartarme su polla. Poco a poco sentí como la cabeza de su verga iba abriendo mi ano, sentí un poco de dolor, pero no me importó, sabía que el placer que sentiría compensaría con creces cualquier incomodidad. Me sentí una puta de videos porno y seguí empujando, centímetro a centímetro mi culo se iba comiendo su largo y grueso tronco, empecé a culear, entraba un poco y salía otro poco, pronto entró toda la cabeza y sentí que mi esfínter se cerró sobre el tronco, aprisionándolo suavemente; me encantaba sentir como poco a poco me iba yo sola enterrando esa enorme barra de carne, despacio, muy despacio, disfrutando, sintiendo como poco a poco se iban abriendo mis pliegues, pronto sentí sus huevos pegados a mis nalgas, empalándome por completo yo misma. Todavía me abrió más mis nalgas y empujó otro poco, haciéndome gemir, sus testículos quedaron pegados a mi vagina, era totalmente suya, me sentía tan plena, tan feliz, tan puta.
Me la sacó hasta dejar sólo la cabeza dentro y me la volvió a meter entera, di un respingo y arqueé la espalda de placer, me encantaba su verga, que profundo me llegaba, parecía que saldría por mi ombligo, me ensartó nuevamente una y otra vez, hasta el fondo, sus huevos chocaban con mis nalgas en cada embestida y no podía dejar de gemir. La sacó completamente y abriendo mis nalgas se quedó mirando como me dejó el agujero del culo, lo sentía abierto, dilatado, sentía que el aire se colaba en mi interior, sentí que escupió directamente en mi culo y la saliva se colaba dentro. Volvió a colocar su verga en la entrada de mi culo, y me embistió de una, pero el aire que entró dentro de mi culo escapó forzadamente de mi culo en la forma de un sonoro pedo, que me hizo ruborizar. Me tomó de las caderas y aceleró sus embestidas, en cada embestida me hacía ver las estrellas, muecas de placer se dibujaban en mi cara. Se recostó sobre mi cuerpo y me empezó a taladrar sin piedad mi culo, me daba con todo, todo mi cuerpo empezó a convulsionar, mis ojos se pusieron en blanco y empecé a gritar y gemir con todas mis fuerzas.
Mis gritos de placer eran incontrolables, sentí desfallecer, sus manos fueron a mis tetas y pellizcó mis pezones, en ese instante sentí un calambre que recorrió todo mi cuerpo y llegué a otro orgasmo; espasmos recorrían mi cuerpo, me faltaba aire, no podía respirar, sentí como mi vagina descargaba sus fluidos. En ese instante sentí una última embestida profunda y su verga se ensanchó, sentí claramente como sus gruesas venas se expandían más y lanzaba sus chorros de semen ardiente y espeso en lo más profundo de mi culo. Gruñía como un toro, me tenía bien apretada contra su pelvis, descargando hasta su última gota, mis espasmos apretaban su verga, sentía como mi culo se contraía y relajaba involuntariamente como si quisiera ordeñarlo. Cayó exhausto sobre mi cuerpo.
La batalla no había terminado, levantando mi cabeza, pude ver a Jaime el último participante de la reunión, con su polla en la mano listo para la batalla. No fue que Cesar se retirara, y Jaime me puso de costado y ensarto su verga en mi culo, que ya lo sentía dilatado y adormecido, al mismo tiempo. Cada vez mi conducto anal estaba más lubricado y dilatado, cada embestida lo abria más, ensanchándolo, amoldándolo al grosor de la verga de este campeón; empecé a gozar en forma involuntaria, mis paredes internas estaban muy rozadas y al mismo tiempo tan sensibles, que el roce de la verga me causaba oleadas de placer que recorrían todo mi cuerpo. Una mezcla de dolor y placer me invadió, mi vagina empezó a lubricar, mis gritos ya no eran sólo de dolor, si no de dolor combinado con placer, tan así que cada que me la sacaba sentía un fuerte deseo que me la volviera a meter e involuntariamente empecé a mover las caderas.
Me sentí la más puta del mundo, su verga me reventaba por dentro y yo entregada a esa verga terrible, disfrutando el castigo, disfrutaba del dolor que me causaba, no quería que dejara de cogerme, lo escuché gemir y jadear, su cara cambió, ya no me sujetaba con fuerza, lo que me permitió dar media vuelta y ponerme en cuatro, con mi pecho sobre la cama, arqueando la espalda, a fin de que me entrara muy profundo y así empecé a culear a mi antojo, empujando mi cadera contra su pelvis, ensartándome profundo, hasta los huevos, lo hacía retorcerse, aflojaba el culo para que me entrara completa y lo apretaba cada que la sacaba, arrancándole gritos y gemidos de placer.
Me tomó de las caderas y me clavó toda su verga con fuerza, dí un alarido, pero definitivamente un alarido de placer, mi culo ardía, pero seguía muy sensitivo, sentía el diámetro de sus hinchadas venas y cada centímetro de su largo tronco, empezó a embestirme a un ritmo endemoniado; la cama crujía, parecía romperse, una cogida salvaje, animal, mis piernas empezaron a temblar, mis ojos se pusieron en blanco y saliva resbalaba por la comisura de mis labios, todo mi cuerpo se estremeció, empecé a convulsionar, mi vista se nubló, espasmos recorrían mi cuerpo, me faltaba aire, me estaba rompiendo toda y me encantaba, mi culo estaba completamente abierto, me desmayaba de placer.
Sus embestidas se hicieron más fuertes todavía, gruñía como toro y empezó también a convulsionar. Sentí que su verga se ensanchaba y lanzaba su primer chorro de semen ardiente, el cual fue un bálsamo para mi maltratado culo; sentía cada una de las contracciones de su verga, y cada chorro de espeso semen que lanzaba. Perdí la cuenta de cuantas descargas de semen fueron, pero pude sentirlos con claridad, como me iba llenando de leche, definitivamente sus huevos estaban cargados de leche, se notaba que no había descargado en muchos días.
Mi cuerpo estaba sudoroso y semen escurría entre mis piernas, así que me levanté con dificultad, mis piernas me temblaban, no podía sostenerme, Jaime me ayudó a llegar a la ducha y procedió a bañarme con cuidado; nada parecido a la bestia de minutos antes, sus grandes manos enjabonaban todo mi cuerpo, incluyendo mis nalgas y mi rajita, cuando me estaba enjabonando las nalgas aprovechó para tocarme el ano con la punta de su dedo e hice una mueca de dolor, mi culo estaba al rojo vivo.
Me llevó de nuevo a la cama donde me recosté, pero al llegar al cuarto, todos mis viejos amantes estaban alrededor con su vergas en las manos. Todos ellos podrían ser viejos, pero tenían las pollas de unos muchachos. Jaime me agarró la cara con una mano y me acercó a él. Me volvió a besar, el calor de su boca me quemaba, me mandaba a otra dimensión, besaba tan rico, tan dulce y tierno y al mismo tiempo con tanta pasión.
Fernando tomo mis piernas y las separó, su verga se posicionó en mi coño, dura y gruesa, poco a poco fue moviendo su verga hasta encontrar la entrada de mi coño, mientras miraba a Jaime que me besaba, Fernando empezó a empujar. Mordí mis labios para no gritar, solamente se escuchó un gemido, un gemido de placer, su verga fue abriéndose paso, poco a poco, hasta que entró completa, profundo, me llenaba por completo, empezaron las embestidas, muy lentas y profundas, sin dejar de mirarme y sonriendo al fin, me estaba dando una cogida muy lenta, disfrutaba cada una de sus embestidas y el calor de mis entrañas.
Jaime me decía cosas ardientes mientras me daba besos en la boca. A la par las manos de Francisco, ya recostado a mi lado llegaron a mis tetas, las pellizcaba y estiraba mis pezones con suavidad.
Fernando me enterraba su verga a su ritmo, mientras yo sólo cerré los ojos y me puse a disfrutar a varias manos. Poco a poco las embestidas de Fernando se fueron haciendo más rápidas y con mayor fuerza, su pelvis chocaba contra mi coño, hasta que me la enterró hasta el fondo y sentí que explotaba dentro de mis entrañas, llenando mi interior de su espeso semen; el recibir su preciado néctar dentro de mi cuerpo me causó tal excitación que también me corrí, mis jugos se mezclaron con su semen.
Me hacen sentar en el borde de la cama y Guillermo se acerca con su imponente verga, me pone la punta en los labios y empiezo a chupársela toda, metiéndomela todo lo que me cabía en la boca, mis manos acariciando sus testículos, regresé a chupar y succionar la cabeza de su verga cuando la saca de mi boca. Me da un azote con su verga en mi mejilla que me excitó y luego recorrió con la cabeza de su verga toda mi cara, impregnando mi piel con saliva y líquido seminal, continué lamiendo la cabeza y el tronco hasta llegar a sus huevos. Mientras yo le chupaba la polla a Guillermo, Jaime y Francisco estaban entretenidos cada uno chupándome una teta y mordiéndome los pezones.
Cesar se acerca también con su gruesa verga, restregando la piel de mi mejilla, pidiendo su turno, me dio un par de azotes con su punta urgiendo atención, saqué la verga de Guillermo de mi boca y metí la de Cesar, sin dejar de masturbarlo. Lamí la cabeza de su verga, sabía diferente, un sabor a sudor y a verga, otro sabor de macho, entre salado y dulce, abracé su cabeza con mi lengua al tiempo que mis manos acariciaban sus grandes y pesados huevos peludos, ahuequé la boquita y succioné fuerte, sacándole el primer gemido a Cesar.
Volví de nuevo a la verga de Guillermo y a masturbar a Cesar y así estuve alternando con uno y otro, mamando y masturbando, junté sus vergas con mis manos y rocé las cabezas una con otra, esperé su reacción, pareció no molestarles y las volví a juntar; abriendo la boca al máximo logré meterme la cabeza de la verga de ambos, apenas cabían en mi boca, se sentía delicioso, dos vergas palpitantes en mi boca, me encantaba estar con la boca tan llena de verga, salivaba al máximo, lo que me ayudaba a mamar y sentir el sabor de sus vergas, una mezcla de sabores de macho, los hice gemir y me excitó más escuchar como disfrutaban, mis quijadas me dolían de estar tan abiertas.
Me hicieron recostar en la cama, boca arriba, Francisco se sube a la cama y abre sus piernas, su verga quedó frente a mi cara y sin pensarlo abrí mi boca y empecé a mamarlo lo mejor que pude. Empezó a meterme y sacarme la verga por la boca, literalmente me cogía la boca, cada que la sacaba hilos de saliva se formaban desde la punta de su verga a mi lengua, me la metía y sentía su verga recorriendo mi lengua, mi paladar e incrustarse hasta la campanilla, lo que me causaba un poco de arcadas, pero pude controlarlas.
Jaime abre una botella de vino que trajo y da un sorbo, se agacha, abre mis piernas, y empieza a mamarme el coño, succionaba riquísimo y me dejé llevar, cerré los ojos, estaba en el paraíso. en eso toma otro sorbo y lo deja resbalar en mi rajita, sentí el líquido frío en mi entrepierna, me causó un escalofrío y empieza a lamer el vino de mi coño. La sensación era indescriptible, frío y calor, su lengua recorriendo mi raja desde mi culo hasta mi clítoris y la succión de sus labios me hacían estremecer, di un gemido ahogado por tener la boca llena de la masa de carne de Francisco.
Jaime rota la botella entre todos, y Francisco tomando la botella, la acerca y sacando su verga hasta dejar solo la cabeza dentro de mi boca, vertió un poco de vino en el tronco de su verga, y seguí mamando, me encantó, nada como un buen pedazo de polla acompañado de un buen vino. Me encantaba estar esta tarde con todos estos viejos pervertidos.
Después de unos minutos y disfrutando el vino por mis dos agujeros, Francisco se separó y se acostó en la cama boca arriba. Seguí mamando su verga, en cuatro patas, mientras que jaime mordía mis nalgas y recorría su lengua ardiente y húmeda por toda mi rajita, pronto empezó a empujar dentro, que rico es estar con una verga en la boca y una lengua perforándote el coño y el trasero. Dos dedos de Jaime acariciaban mi clítoris y pronto se hundieron en mi coñito lubricado, di un respingo sin sacarme la verga de Francisco de la boca. Pronto Fernando mete su dedo pulgar masajeando mi culo, empujó y mi esfínter se abrió; tenía tres dedos dentro de mí, dos de Jaime en mi coño y uno de Fernando en mi culo. Di un gemido ahogado por la verga de Francisco y empecé a chuparle sus pesados y grandes huevos mientras seguía masturbándolo, lo escuché gemir, después de unos minutos disfrutando con los dedos en mi interior, Fernando se incorpora y me toma de la cadera, siento su verga larga y dura en mi entrepierna, recorriendo mi rajita, la humedeció con mis fluidos vaginales y siguió el recorrido, humedeciéndolo, incluyendo mi orificio anal, al que le dio un suave masaje con la punta de su verga, pensé que me encularía, pero me la ensartó por la vagina, causándome un gemido de placer, me penetró por completo de una sola embestida, empezó a embestirme con fuerza, su cadera golpeaba mis nalgas, a cada embestida me hacía tragar más profundo la verga de Francisco, respiraba con dificultad, pero no saqué su verga de mi boca, estuvieron unos diez minutos cogiéndome así, cuando interviene Francisco que me pide que me monte sobre él. Fernando no pone objeción y saca su verga de mi coño, dándome una nalgada, como dándome permiso para ensartarme con la verga de Francisco.
Me acerqué a Francisco gateando, como una gatita, con las piernas a cada lado de su cuerpo, me fui agachando poco a poco, las manos de Francisco en mi cintura guiaban mi cuerpo, apoyé mis manos en su pecho, pronto sentí la punta del grueso instrumento en la entrada de mi coño, pero él la cambio, y acomodando su polla en la entrada de mi ano me jaló la cintura hacia abajo y sentí la gruesa cabeza traspasarme, de mi boca escapó un gemido al sentir la punta de su grueso miembro dentro de mi culo. Con sus manos en mi cadera fue controlando la penetración, ensartándome lentamente, sentía mis paredes intestinales abrirse poco a poco, ensancharse ante el avance de su larga y gruesa verga, hasta que sentí sus gruesos y pesados huevos tocar el nacimiento de mis nalgas, estaba completamente empalada, empezó un lento vaivén, me hacía subir y bajar lento, suave, delicioso. Me dio un par de nalgadas que me hicieron dar un gritito, pero al mismo tiempo me excitó, sentía mis nalgas calientes y sensibles, mientras Francisco perforaba mi culo. Guillermo se subió a la cama sobre mí, me besó y acomodándose inserto su poderosa verga en mi coño. Dos vergas en mi interior era demasiado, me jalaba de la cintura y poco a poco iba entrando, costaba avanzar, si bien ya mi culito estaba acostumbrado a la verga de Fernando, el tener una verga ya dentro de mis entrañas provocaba que mi culito se estrechara, les pedí clemencia. Si bien me dolía, estaba completamente excitada, Francisco me apretó contra su pecho y me embistió profundo al tiempo que me abría una nalga, haciendo que mi culito se empinara más y se abriera, permitiendo que me entrara más fácil la verga de Fernando, ambos machos se coordinaban perfectamente para llenarme de polla.
Después de un par de minutos sin moverse, Fernando, me tomó de la cintura y empezó a embestirme muy lento, ya tenía la mitad de su verga dentro de mí y en cada embestida retrocedía un poco y avanzaba un poco más, abriéndome lentamente, siguió avanzando hasta que en un empujón final me la enterró completa haciéndome gritar de dolor y placer. Estaba completamente empalada, hace rato no tenía dos vergas en mi interior al mismo tiempo; me sentía tan llena de carne, dolía, pero poco a poco se iba haciendo más soportable y el placer aumentaba, era una sensación de plenitud jamás. Me sentía tan puta, una zorra barata para usar a su antojo, mis dos orificios abiertos al máximo, estirados, dos vergas palpitando en mi interior, frotándose una con otra a través de una delgada capa de piel, mis piernas temblaban, mil sensaciones recorrían mi cuerpo; empezaron a embestirme en forma sincronizada, mis ojos se pusieron en blanco y empecé a gemir como loca, la presión interna era tan intensa, parecía que me iban a reventar y al mismo tiempo un placer que me hacía enloquecer.
Empecé a mover el culo al compás de sus arremetidas y ya no pude aguantar, mis piernas se aflojaron, empecé a convulsionar y exploté entre gemidos, fue un orgasmo larguísimo, espasmos recorrían mi cuerpo y ellos seguían embistiendo, disfrutando como mi cuerpo se estremecía y me retorcía, caí exhausta sobre el pecho de Francisco.
No querían parar, Francisco salió de mi culo, y fue reemplazado por Guillermo que se acostó sobre la cama, y acomodándome sobre él me inserte su polla en mi adolorido coño. Estaba exhausta, pero mi excitación no disminuía, sentía mi cuerpo tan sensible, un simple roce me ocasionaba una oleada de placer. Guillermo me agacha y me besa en la boca con ternura para luego concentrarse en mis tetas. Cesar se sube a la cama y ubicándose tras de mí, siento su verga ardiente juguetear entre mis nalgas, buscando mi agujero, cuando lo encontró me la enterró completa, de una sola estocada, lo que me hizo dar un grito de placer y dolor. Tenía nuevamente mis dos agujeros llenos de carne, Guillermo y Cesar, subían y bajaban mi cuerpo a su voluntad, sacando y enterrando sus vergas al mismo tiempo y a una profundidad máxima, me sentía una muñeca de trapo en sus manos, un juguete para deslechar, sus vergas horadaban mis agujeros y me provocaban alaridos de placer, ambos gruñían, sentía que me faltaba aire.
Empezaron acelerar sus embestidas, la sensación era tan intensa que empecé a temblar y sentí que los cuerpos de ambos también temblaban, al unísono empezaron a correrse, la sensación fue indescriptible, chorros de ardiente y espeso semen inundando mis dos agujeros al mismo tiempo, la sensación me provocó un nuevo orgasmo mi cuerpo se sacudía y retorcía entre sus brazos, los espasmos en mi coño y culo apretando sus vergas y exprimiéndoles hasta la última gota, caímos exhaustos los tres en la cama, cansados y sudorosos, la respiración agitada y el corazón latiendo a mil.
Mientras los otros tres, que miraban la escena de la doble penetración, Francisco, Fernando y Jaime, se masturbaban con ganas, de forma que pocos segundos de acabar nosotros, ellos descargaron sobre mi boca, rostro y mi cabello, sus chorros de semen. Me levantaron de la cama, y sentándome en el borde, cada uno fue pasando para que con mi lengua y mi boca les dejara sus vergas completamente limpias.
Ya casi iban a ser las seis de la tarde y debia irme a casa, pues Raúl no debería demorar en llegar. Nos arreglamos, y al despedirnos, me dicen que en quince días es Fernando quien esta de cumpleaños, y que por supuesto estoy invitada, a lo que les respondo que cuenten conmigo.
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