Cumplí su fantasía a Ariadna, casada
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Sebastián, tengo 32 años, conocí a Ariadna, una mujer casada de Tamaulipas.
Se las describiré primero para que tengan idea de cómo es; chaparrita, blanca, pechos pequeños y firmes, algo culoncita como a mí me gustan, no gorda.
Empecé a enviarle mensajes por correo para tener el primer contacto, creí que no respondería pues ya le había enviado varios, aun no la conocía en persona pero ya ansiaba tenerla en mis brazos y hacerla gozar.
De pronto, un día abrí mi correo y vi que me contesto, un simple hola, quien eres, fue suficiente, se abrían mis esperanzas de conocerla.
En mis correos anteriores le describía lo que quería hacer con ella, fui atrevido, no me anduve por las ramas.
Una vez que establecimos contactos, resulta que éramos del mismo estado, pero de diferente ciudad.
Comenzamos a hablar de que nos gustaba y una cosa llevo a otra, hablamos de sexo.
Me confesó su fantasía, de ser penetrada frente a su esposo, de querer gritar de placer delante de él y sentirse una puta.
A la semana acordamos vernos en persona, platicar primero.
Yo tendría que viajar pero estaba dispuesto a hacerlo.
Llegue a su ciudad, quedamos de vernos en un lugar discreto, fue en un pequeño bar, la espere donde quedamos.
Cuando entró por la puerta no podía creerlo, era hermosa, con un vestido muy ceñido color azul con negro, un escote que dejaba ver un poco sus pechos.
El verla así me hizo pensar que tenía ganas de guerra pero no quise atacar de lleno, fui despacio.
Llego a mi mesa, me puse de pie, la salude de beso y se sentó, estaba en un lugar discreto, algo oscuro, de esas llamadas salas lo unge donde podía sentarse a mi lado.
Al sentarse su vestido se subió un poco más, no llevaba medias, sus piernas lucían hermosas.
– ¿Gustas tomar algo? Le pregunté.
– Lo que gustes.
Me respondió nerviosa
Pedí dos bebidas con alcohol, sabía que ella no bebía mucho y podría ayudarme eso.
Empecé a platicar, de su vida, de sus cosas, que le gustaba.
Como por accidente toque uno de sus muslos desnudos mientras me agachaba a su oído y le decía, Ariadna eres hermosa, eres una mujer de fuego.
Se ruborizo un poco pero no se molestó.
– ¿Si te pido algo ahora, te atreverás a hacerlo?
Se me quedó viendo y me respondió nerviosa, Sí
Me volví a acercar a su oído y le dije
– Quiero que vayas al baño y te quites tu ropa interior, me la entregues en la mano.
Aproveche y sobe su muslo de abajo a arriba.
Se fue, vi como se movían sus nalgas, me volvía loca esa mujer.
Cuando regreso, traía la mano derecha cerrada como un puño y me dijo
– Ten, es una locura esto que hago.
Puso en mi mano lo que era una pequeña tanga de hilo dental, muy pequeña.
– ¿Cómo te sientes Ariadna? Le pregunte.
– Me siento extraña, nunca había hecho esto pero me gusta, es algo nuevo.
Te acercaste a su cuello y lo besaste, le dijiste al oído, ¿te sientes putita?
Y metiste tu mano debajo del vestido, a tocar su intimidad.
Ella se estremeció.
Tome su mano y la puse sobre mi verga, sola la movió y froto mi pene encima del pantalón.
Ya era mía.
Metí mi mano debajo de su vestido, toque su panochita y la sentí húmeda.
Ella se estremeció.
A mi pregunta respondió.
– Sí, me siento putita, mamá.
Se sonrojo
Viendo que había avanzado, seguí besándole el cuello, mi mano ya tocaba directamente su panochita peladita, con vello recortado, puse un dedo en sus labios vaginales y frote.
Estaba empapada, lo metí poco a poco, empecé el mete y saca de mi dedo, su cara era un poema, ella intentaba que no se notara su excitación.
Se volteo y me dijo.
– Vámonos de aquí.
– ¿A dónde? Quise ponerle a prueba.
– A donde quieras, me respondió.
Pague la cuenta y salimos, no nos tomamos de la mano para no despertar sospechas o que alguien pudiera vernos.
Llegamos al estacionamiento, le abrí la puerta de mi auto y subió.
Me subí por el otro lado.
Apenas me había subido y se me lanzó a besarme, eso no me lo esperaba.
Me encamine a un hotel, de vez en cuando metía mi mano entre su vestido y la masturbaba.
Ella acariciaba mi verga sobre el pantalón y me decía.
– Me tienes bien caliente.
Llegamos a un motel, pedí la habitación y entramos en una especie de cochera con cortina, la cerré y le abrí la puerta a ella.
Al bajar, la tome y la bese, nuestras lenguas parecían un par de serpientes.
Ahí mismo en la cochera, sentada en el asiento del auto, con la puerta abierta, subí su vestido y abrí sus piernas para darle sexo oral.
No se lo esperaba, empezó a gemir, casi a gritar, se contenía.
La tome de la mano y entramos en la habitación, no había vuelta atrás, Ariadna cumpliría su fantasía.
Adentro, la recargue sobre una de las paredes, dándome la espalda, con sus brazos abiertos por encima de los hombros, su vestido sobre la cintura.
Manosee sus pechos por encima del vestido, oh sorpresa, no traía sostén, eso no me lo esperaba, sentí sus pezones duros, en punta.
Fui bajando y separe sus nalgas, besándolas, metiendo mi cara entre ellas y pasando mi lengua por su culito para continuar hasta su vagina, Ariadna ya no era la mujer casada, era la puta que quería ser, gozaba, bramaba, gemía, gritaba.
La lleve a la cama y le quite su vestido, era la única prenda que traía.
Mientras la observaba con las piernas abiertas mostrándome toda su vagina, empecé a desnudarme.
Acerco mi cara a su vagina, le beso por sus costados sin llegar a ella, hasta que al fin poso mi lengua en sus labios menores, se estremece, yo ya no aguanto, tengo la verga a tope pero quiero hacerla explotar que ella me pida a gritos lo que desea.
Finalmente no soporta el castigo y me grita.
– Méteme la verga, cogemeee, soy tu puta.
– Grítalo, fuerte, que te escuchen en las otras habitaciones.
– QUE ME METAS LA VERGA, LA QUIERO ADENTRO, SOY TU PUTA, TU PERRA, LO QUE QUIERAS.
– A partir de ahora serás mi puta y cuando quiera cogerte deberás estar disponible.
Le dije.
– Siiii, pero cógeme yaaaaaaa.
Acerque la punta de mi verga a su entrada y la frote, la quería hacer sufrir, que se desesperara.
Movía sus caderas, y sola se fue ensartando, ya no aguante y se la deje ir toda de un envión, pego un grito.
– ¿Y tu esposo Ariadna? Le pregunte mientras la estaba cogiendo.
– El siempre me hacia imaginar esto cuando cogíamos, ahora sé que es lo máximo.
Me siento una puta, una perra en celo.
–
De pronto se estremeció, convulsionó prácticamente, se estaba corriendo y sentí como me mojaba la verga, escurrió literalmente.
Pero todavía no terminaba, yo no quería que acabara aun.
Se la saque y la puse a que me la mamara un rato, lo hacía como desesperada, realmente lo disfrutaba.
– ¿Así te coge tu esposo Ariadna?
– No, el casi no me coge.
– Dime qué quieres, llámame por mi nombre.
– Quiero que vuelvas a cogerme Sebastián, que me metas tu verga, hazme lo que quieras.
– ¿Segura que lo que yo quiera?
– Sí, soy tu puta, tu perra.
– ¿Tu esposo te la ha metido por el culo?
– Nooo, por ahí no.
– Pues yo te lo voy a romper, eres mi puta recuérdalo.
– Pero por ahí no me gusta, duele mucho.
No me importó su opinión le pedí se pusiera en cuatro y empecé a chuparle su culo, ese pequeño orificio hasta entonces inexplorado.
– ¿Qué haces?, ahhhhhh
– ¿No te gusta?
– Ahhhhh, se siente raro.
Le moje su ano un poco y use mi lengua como un pequeño pene, luego la sustituí por un dedo.
En verdad estaba apretadito, cerrado, era virgen.
Dio un pequeño respingo pero aguantó, no deje que se retirara.
Agregue un segundo dedo, fui abriéndole, se resistía, pero lo logré.
Por fin acerque mi verga a su ano y comencé a presionar, ella se quejaba.
Fue entrando poco a poco, 18 cm, no era fácil para un culito virgen, pero entro el glande, cada vez entraba más y más.
Me quede un rato quiero, esperando que se acostumbrara el intruso, luego empecé a moverme en un vaivén suave lento, Ariadna ya no se quejaba, solo gemía.
– Ahhhhg me gusta, que ricooo, cógeme masss, dame masss, ya soy toda tuya papito, como soñé con esto, soy tu puta cuando tú quieras.
– Si Ariadna, eres mi perra, te voy a coger cuando yo quiera y hasta te pondré a putear.
– Si papito, lo que tú quieras.
Pase mi mano por abajo y empecé a masturbarle mientras la enculaba, ella se retorcía y sola ya buscaba mi verga en su culo, no aguantaría mas, apretaba muy rico.
Finalmente me corrí dentro de su culo y mi semen reboso hasta escurrir, espere un poco, mi verga fue bajando.
– Puta límpiame la verga.
– Si Sebastián.
Y se puso a chuparla como si le fuera la vida en ello, no le importó que haya estado en su culo antes.
Descansamos un rato, no deje que se aseara.
– Te vas a ir así, eres una puta, llena de semen y que tu esposo te coja también para que se dé cuenta que te metieron la verga y te dieron una gran cogida.
No dijo nada, tomo su vestido azul con negro, se lo puso y nos fuimos, la tanga me la quedé de recuerdo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!