De la manzana a la cama
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ciughelino.
– Felicitala a Liliana. – le dije a Diego, su marido.
– Su costillita marinada está mejor que nunca. – agregué
Liliana volvía de la cocina y me había oido.
– ¡Graaaciasss Juaaann!! Pero esperá probar el apfelstrudel. Vos sos fanático por eso lo preparé para hoy. –
Ella estaba en lo cierto. Es imposible dar una idea del apfelstrudel que hace sin probarlo, solo con palabras. Ni un chef alemán la iguala.
Me encontraba en la ciudad de Mendoza, a la cual viajo con frecuencia, por la sucursal de la Empresa que me emplea. Diego es el responsable del servicio de pos-venta. No somos amigos, nos llevamos bien, sin embargo a menudo me invita a cenar a su casa. Supongo que lo hace porque le agrada (a él y a su esposa) mi compañía o solo por cortesía.
Yo le pago la gentileza no muy cortésmente.
Ese día, a la hora del postre:
– Este strudel es una exaltación del sabor, Liliana, es un deleite para el paladar –
– No exageres. Simplemente vos son tarado por los postres de manzana. Para vos la manzana es la maravilla de la naturaleza ¿No es así? – dijo, burlona, Liliana sentada a mi izquierda.
– Cierto. La fruta cruda es agradable pero no llega a seducirme, sin embargo no resisto a ningún postre o dulce hecho con manzanas, que viene a ser la manzana sublimada. – acepté.
– Además, ella tiene sus significados para la humanidad, nunca del todo explicados – agregué sonriendo.
– Y vos sabes todos esos significados. ¿Podrías desasnarnos? – desafió irónica la dama.
– No todos, pero puedo hablar de un par transcendentales, si vos queres –
– Quiero. Quedamos….pendientes, atentos a lo transcendente – continuó con expresión divertida.
– El fruto prohibido, que comieron Adán y Eva en aquel día fatídico en que, desobedeciendo a Dios, hicieron que los hombres (y las mujeres) perdieran el Paraíso, fue una manzana. Ahí ganamos: la muerte, el sexo y el vestuario para substituir las hojas de higuera (Las mujeres agradecidas ya que a partir de ahí tienen las vidrieras para seleccionar con que provocar a los hombres y la envidia de las amigas). Tenía que ser una manzana para provocar tanto estrago de una sola vez. –
– Yo adoro las vidrieras y ….– comentó, irónica, Liliana.
– ¿Las vidrieras y qué más? –
– Yo dije vidrieras. ¡eehh! – respondió simulando molestia por el mirar burlón de toda la mesa.
– ¿Qué más? Vos hablaste de dos aspectos… – intervino Diego en auxilio de su mujer.
– Bueno ahí va: la fruta que cayó en la cabeza de Newton, no se sabe con certeza, pero en la historia quedó que era una manzana. Gracias a ella se descubrió la fuerza de gravedad…. –
En ese momento sentí algo acariciar a mi pierna por debajo de la mesa, lentamente, desde el talón hasta detrás de la rodilla. Sólo podía ser el pie de Liliana. Estaba sentada a mi lado izquierdo, el lado de la pierna acariciada. Matilde, la hermana de Diego sentada enfrente, tenía casi desaparecer debajo de la mesa para alcanzar mi pierna. Las otras dos mujeres estaban sentadas lejos. Ni pensar en los hombres (compañeros de cena) acariciando pierna de hombre. ¿Podía haber sido el gato? Difícil de confundir un rabo de gato con un pié subiendo por debajo del pantalón. Además, el rabo de gato no tiene hebilla.
Era el pié de Liliana, no había duda.
– La manzana está siempre queriendo decirnos alguna cosa esencial, determinante-
Dirigí mi vista a Liliana. Ella estaba hablando a Matilde y a Betina. “No es para nada fea” pensé. “Su cara es agradable. Tiene lindas curvas, buena estatura, culito redondo agresivo y los senos altos, llenos y juntos, como me gustan”. Intenté recordar las piernas da Liliana en la pileta. Tenía la cuasi-certeza que eran largas, dignas, merecedoras de admiración.
– Está recomendada para chicos y convalecientes, aun así su fama de provocadora persiste. Existen frutas más insinuantes como el higo, la ciruela o la escandalosa granada, pero la manzana es un triunfo de la sugestión. –
Otra vez ese pie acariciando, ahora sin hebilla, sin zapato. “Liliana se está insinuando conmigo” “Así de súbito. ¿Después de qué?” “Es la esposa de mi colega, y luego de años de vernos me está diciendo, con el pié, que quiere cambiar la amistad en otra cosa.”
– ¡Bueno, buenooo!!! Es la hora de un cafecito. – dijo Diego que, seguro, ya estaba aburrido de la fruta y no tenía idea de lo que estaba “leudando” debajo de la mesa entre su esposa y yo.
– Yo te ayudo a prepararlo ¿Vamos Liliana? – se ofreció Matilde y salió para la cocina seguida por Liliana.
Transcurridos unos minutos, volvió Matilde con una bandeja, tacitas, cucharitas, etc..
“Liliana está caliente conmigo, es una locura”. Pero yo estaba loco y los locos hacen cosas sin juicio.
Me fui a la cocina.
Liliana, de pié junto a la cafetera, me dirigió una fugaz mirada al percibir mis pasos y quedó inmóvil como esperando lo que yo iba a decir o hacer. Y yo hice. Apoyé una mano en su culo y en voz baja, con la boca pegada a su oído:
– Este fruto me seduce, más que la manzana cocida. Me gustaría saborearlo. –
– ¿Siiiii? –
– Lo juro. Y ni hablar de estas otras frutas – con las dos manos le acaricié los senos altos, llenos e juntos.
– ¡Ahora no! Quedate quieto que puede venir alguien. – dijo rotando el cuerpo y clavando sus ojos en los mios.
– ¿Cuándo entonces? Tenemos que…..encontrarnos fuera de aquí. Te parece?–
– ¡Mmmmmm…….puede ser….siii! Llamame mañana. Diego se va a Chile por dos días. Volvé a la mesa. Después te paso el número de mi celular. –
Al día siguiente, a eso de las 11 Hs llamé
– Supongo, Juan, que me estás invitando a almorzar. ¿No es así? –
– ¡Claro!!. Conozco un lugarcito. ¿Vos comiste alguna vez…..en un lugarcito? –
– En todo caso…. no en el tuyo…. –
– ¿En mí qué? –
– Lugarcito… Me encanta conocer, probar, experimentar….-
– Te paso a buscar a la una. –
– Dale. Pero esperame en la esquina de Garibaldi y San Juan.–
Minutos después de las 13 hs abrí la puerta, a los 1,75 mts de formas deliciosas que ocuparon la butaca derecha. El interior del auto quedó invadido por la sonrisa, los ojos color miel y el perfume arrollador de Liliana. Nos dimos el primer beso, fugaz, y le propuse mi hotel.
– ¡Nooo! ¿Sos loco? Vos sos de Capital pero a mi mucha gente me conoce. A cualquier otro lado. –
Nos dirigimos a un restaurante a las afuera de la ciudad. Durante el trayecto detuve el auto en un lugar protegido por árboles, nos besamos por segunda vez y comencé a recorrer su cuerpo. No tardaron las cuatro manos en palpar y acariciar cada centímetro de los cuerpos. Ella redobló la intensidad de sus besos cuando sintió manoseada su conchita por arriba de la bombacha.
Con dificultad nos desanudamos, descartamos el almuerzo y nos dirigimos al hotel propuesto por ella.
No desperdiciamos un solo minuto del turno de tres horas. No duchamos juntos, nos secamos apenas y la tumbé en la cama para la primer cogida de la tarde. Si excluimos besos y la porfía de lenguas, hubo cero prolegómenos: la clavé de una sola embestida. La primer respuesta fue un gritito – suspiro de placer salido de su boca.
No pareció que la trampa se había gestado y combinado tan solo la noche anterior. Fue como si a Liliana la hubiese deseado tanto y desde tanto que me sentí transportado a una dimensión de placer desconocida. Ella no ocultó que la estaba pasando de maravillas: gimió, suspiró, se movió deliciosamente y con un largo ¡ahhhh, uuuiiiiiiii,…siiiiiiiiiii,…!!! anunció la llegada de la “petit mort” su orgasmo. Instantes después la invadió mi semen a borbotones. Estaba complacida y susurró un “¡qué lindo que sos!”. Me abrazó con más fuerza como reteniéndome dentro de ella para disfrutar hasta las últimas microscópicas partículas de “leche”. Mi totem perdió temple, aun así quedamos largo tiempo, ella abajo yo arriba, besándonos e intercambiando palabras dulces.
El polvo bis, precedido por una nueva ducha compartida, fue más trabajado con profusión de caricias y besos generalizados. Tetas, concha, clítoris en particular, culo recibieron la visita de mis dedos, labios y lengua. Ubicado en medio de sus piernas me sentí como sediento y con cada lamida ella se tensaba y aflojaba, respiraba en forma acelerada, me agarraba de la cabeza ejecutando una danza, al ritmo de una música que sólo ella oía. En un determinado momento Liliana, se deshizo de mi acoso oral, me tumbó de espaldas e hizo su parte homenajeando, varios minutos, con sus labios, lengua y boca a mi abadejo y los gemelos.
A la cogida propiamente dicha, en lo que atañe al placer, no le faltó ni un ápice de la del debut.
La dejé, a tarde avanzada, en la puerta de su casa y volví a mi hotel y de ahí a la oficina, agradecido por el placer “caído del cielo” o, si prefieren del “manzano”.
El día siguiente, la variante fue que almorzamos antes de ir al hotel, para dos nuevos polvos apoteóticos.
En mis visitas a la sucursal Mendoza, a partir de ese día, siempre encontré el modo y el lugar de estar a solas con Liliana, por lo general por no mucho más de una hora. Si bien algo más de 60 minutos es un tiempo exiguo para apagar “tanto fuego”, vivimos intensamente cada instante de intimidad.
Liliana me asegura que soy su único amigo con derecho a roce. Es tan ardiente que me quedan dudas que se contente sólo con las atenciones de su marido la mayor parte del tiempo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!