Discúlpenla, la pobre está loca.
Ella al saber que su marido le fue infiel, cayó en una crisis psicótica, pero aprendió que a los locos nadie les cree aunque digan la verdad .
Eso era lo que yo constantemente escuchaba sobre mi persona, desde el día en que mi marido Alberto borracho me confesó o mejor dicho por llenarse la boca me dijo que se había acostado no tan sólo con mi mejor amiga, sino que también lo había hecho con mi hermana y con ambas en mi propia cama infinidad de veces.
Desde ese día el amor que le profesaba ciegamente sufrió lo que llaman un colapso, a mi esposo yo lo tenía casi en un altar y si alguien me venía con chismes sobre él y sus andanzas, yo lo atribuía a que nos querían hacer daño, tras diez años de matrimonio no habíamos tenido hijos, pero escucharlo de su propia boca me estremeció a tal grado que me afecté emocionalmente desde esa misma noche.
No quise volver a dormir en la misma cama, por lo que fui yo la que se fue a dormir a la habitación de los huéspedes, desde ese día mi mundo se derrumbó, él no se dio cuenta hasta que fue realmente muy tarde pero lentamente me fui desmejorando, sola me la pasaba llorando al principio aunque él no entendía la razón para ello, dejé de comer por lo que perdí peso rápidamente unos veinticinco kilos más o menos creo yo, dejé de asearme debidamente y de cuidarme como antes lo hacía, ni tan siquiera me depilaba las piernas y mucho menos las axilas, dejé de maquillarme en fin estaba como sumida en un pozo sin fin, en cierto momento comencé a escuchar la voz de Alberto contándome con lujo de detalles cómo se había acostado con ellas cosa de la que yo estaba consciente que él jamás me dijo, y luego comencé a escuchar las voces de ellas burlándose de mí.
Yo trataba de ignorarlas y hasta me introducía algodón en mis orejas para no oírlos, pero sus voces me llegaban hasta mi cerebro. Luego debí ponerme peor ya que me parecía estar viéndolos desnudos a los tres sobre mi cama teniendo sexo, ya había pasado más de tres meses que él en medio de su borrachera me había confesado eso.
Para esa época recogí toda la ropa de cama, sabanas, cobijas, edredones, almohadas, fundas en fin todo lo llevé al patio trasero y les pequé fuego, cuando mi hermana mayor que fue la que se acostó con él trató de hablar conmigo me negué a escucharla, era como si no existiera, como si hubiera muerto, lo mismo me pasó con mi mejor amiga ella me hablaban y yo me quedaba viendo a través de ellas como si no hubiera nadie, ya para esos momentos alguien pensó en que era necesario hospitalizarme, pero no lo hicieron.
Mis alucinaciones continuaban siendo más y más vividas o reales, llevaba varios días usando la misma bata de casa, y hasta me había orinado encima, hablaba y discutía sola cuando alucinaba me comenzaba a meter la mano en mi vagina y masturbaba sin importar quién estuviera frente a mí. Lo último que ligeramente recuerdo es andar caminado semi desnuda y bien sucia por el patio de mi casa donde había dormido las últimas semanas.
Al parecer había entrado en una crisis psicótica por lo que finalmente me llevaron a hospitalizar a una clínica privada, me acuerdo de estar atada por piernas y brazos a una camilla, mientras era vigilada por un enfermero y creo que alguna de mis hermanas, y mi madre, mientras que Alberto hacía las gestiones para que yo fuera ingresada, yo los insultaba y maldecía y creo que a pesar de mi débil estado físico me movía con furia sobre la camilla.
Finalmente me entrevistó un señor que debió ser un psiquiatra yo no le respondía nada, y dio orden de que me pusieran unas inyecciones, apenas salió mi esposo de la habitación sin contemplación alguna la enfermera me dio vuelta tomó mi nalga y me puso una dolorosa inyección de Haldol Decanoate, tras lo cual rápidamente a pesar de mis esfuerzos por no dormir lo hice.
Cuando medio desperté estaba bien somnolienta, continuaba atada con correas pero a una cama con barandas de seguridad, la habitación estaba por completo a oscuras y era bien fría, no sé cuánto tiempo pasó pero en cierto momento sentí el ruido de una llave abriendo la cerradura, creo que alcancé a ver la figura de un hombre en la entrada pero rápidamente al cerrar la puerta volvió la oscuridad, preocupada comencé a preguntar quién andaba ahí, pero nadie respondía hasta que sentí una mano sobre una de mis piernas y comencé a dar gritos desesperadamente, pero rápidamente una toalla húmeda me fue puesta en mi cara ya me estaba sofocando cuando dejé de gritar, y escuché una voz fingida que me decía si continuas gritando te mato como una perra, eso hizo que me quedase en silencio temiendo por mi vida, esa mano continúo acariciando mi pierna y la luz de una linterna de mano alumbraba la parte de mi cuerpo por donde pasaba, yo y apenas podía ver en ocasiones la luz me cegaba ya que la apuntaba directamente a mis ojos, sentí como ese hombre fue subiendo la bata de hospital que debía tener yo encima hasta que la acomodó entre mis senos y mi cuello, quedando mi cuerpo desnudo totalmente.
La luz seguía alumbrándome cuando sentí que él bajaba una de las barandas de seguridad y acto seguido se trepó en la cama y creo que se debió bajar los pantalones ya que me pareció escuchar abrir la cremallera del pantalón y el rozar de la tela contra sus piernas, yo traté de cerrar las piernas, pero fue inútil mi esfuerzo, él apagó la linterna y la debió colocar a un lado de mi cuerpo y con sus manos separó ligeramente mis piernas, diciéndome o te dejas o de aquí no sales con vida.
Cedí y comencé a sentir como su cuerpo se ponía lentamente en contacto con el mío, como su miembro comenzaba a penetrarme mientras que yo en silencio lloraba y me preguntaba cómo era posible que eso me estuviera pasando a mí y en ese lugar, sentí la peste de su sudor y de su aliento hediondo a cigarrillo, hasta nauseas me provocó, pero él tipo seguía metiéndome su verga dentro de mi coño, sin compasión alguna.
Lentamente fue ganando velocidad y sus manos apretaban con fuerza mis tetas produciéndome dolor, me dijo una sarta de insultos y a cada momento me preguntaba insistentemente ¡te gusta verdad! Yo solamente me limitaba a llorar y entre dientes decía que sí por temor a que me hiciera mucho más daño.
Finalmente sacó su cosa de mi cuerpo y sentí algo húmedo sobre mi vientre, supongo que habrá sido su semen, pero la verdad que era tanto el temor que yo sentía que ni me preocupé por eso en esos momentos. El tipo se bajó de la cama se subió los pantalones, la toalla húmeda me la pasó por mi vientre en varias ocasiones volvió alumbrar con la linterna y antes de marcharse me volvió amenazar de muerte si yo gritaba.
El resto de la noche la pasé entre dormida y llorando por lo que me había pasado, al día siguiente me volvió a entrevistar el mismo señor y lo primero que hice fue contarle lo sucedido, él llamó a la enfermera ella me examinó pero no encontró rastro de semen en mi cuerpo, luego fue por un guardia y este trajo una libreta al igual que la enfermera, delante de mí les preguntó si durante la noche había habido algún reporte de alguna anormalidad, y ambos respondieron que no, y yo comencé a insultarlos, y nuevamente me volvieron a sujetar por las cuatro extremidades y me volvieron a inyectar pero en la otra nalga, si me acuerdo haber escuchado al médico decir ¡se encuentra bajo una tremenda crisis psicótica, no tan sólo presenta alucinaciones auditivas, sino que además las tiene visuales táctiles, y hasta cree percibir olores sin contar el acto sexual, es todo un caso!
Por unos cuantos días estuve restringida, y siendo inyectada cada ocho horas en las nalgas. Cuando me volvió a entrevistar traté de estar más calmada y me dio buen resultado ya que me pasaron a una sala con otras pacientes, en ese lugar le pude echar mano a una lata de refrescos y con ella no sé por qué, pero traté de suicidarme, por lo que me volvieron a restringir y a inyectar sin contar que suspendieron las visitas que ese mismo día le habían autorizado a mi esposo y mi familia.
Como a las dos semanas ya no escuchaba las voces ni me parecía ver a mi esposo acostado con mi hermana y mi amiga. Me volvieron a la sala de mujeres y me integraron a una cosa que le decían dinámicas de grupo, en esas charlas me di cuenta de muchas cosas, pero la principal es que cuando piensan que una es loca le permiten decir cuanta barbaridad a una se le antoja y siempre está la excusa la pobre es loca.
También me pasaron a terapias individuales y las inyecciones las sustituyeron por pastillas, cierto día el psiquiatra me dijo que yo había pasado por una depresión mayor y que debido a eso había presentado un cuadro psicótico, por lo que me habían tenido que restringir e inyectar en un sin número de ocasiones.
Me dieron de alta y me refirieron las primeras semanas a un tratamiento parcial, al que era llevada todos los días por mi marido, el cual se estaba portando sumamente considerado conmigo.
Pero fue en el parcial que comencé a fraguar mi venganza ya que al fin y al cabo yo estaba loca todo se me permitía. Había yo recién llegado cuando me hice amiga de dos jóvenes enfermeros o asistentes de seguridad, ya que la mayoría de los pacientes o estaban por adicción a drogas y en ese caso ni siquiera piensan en sexo, o estaban porque el psiquiatra como era mi caso los había referido para ese servicio, y francamente mi idea de vengarme de mi marido no era acostarme con uno que estuviera peor que yo, todos los días iba bien escasa de ropa, por lo general únicamente falda y una blusa sin más nada debajo, mi esposo nunca se dio cuenta de ello.
En el segundo día aunque yo no fumaba se me antojó pedirles un cigarrillo a mis nuevos amigos y uno de ellos se negó pero el otro más astuto me ofreció uno si yo a cambio le dejaba ver mis pantis, cuando sin pensarlo mucho acepté ellos quedaron sorprendidos al ver que al levantar mi falda yo me encontraba sin nada abajo, a partir de ese momento me convertí en la paciente mejor atendida por ellos dos, me llevaron sin hacer ruido y sin llamar la atención a un salón que por lo general se encontraba cerrado, ahí me pidieron que me quitase la ropa para ellos ver mi bello cuerpo y así lo hice es verdad que estaba algo delgada pero ya había recuperado bastante, el más astuto comenzó sin pérdida de tiempo a decirme lo buena que yo estaba y lo sabrosa que me veía, a lo que yo lo invité a probarme para que se le quitase la duda de la cabeza.
Durante el tiempo que estuve en el parcial tanto como Jesús como Antony me hicieron pasar momentos sumamente agradables, por lo general primero me cogía Jesús y tras asearme me cogía Antony, pero a mí se me ocurrió como al segundo lunes de estar asistiendo al parcial que mientras Jesús me lo metía por el coño le pregunté al otro si quería que yo sé la mamase, y creerán ustedes que no tuve que repetírselo.
En otra ocasión ya casi antes de terminar el tratamiento, Jesús me propuso que me dejase dar por el culo por él mientras que Antony me daba por el coño, les diré que al principio me negué rotundamente pero fue tanta su insistencia que ha llegado a ser esa una experiencia inolvidable el sentir esos dos hombres jóvenes y corpulentos dentro de mí al mismo tiempo, no les negaré que me dolió al principio pero luego eso se convirtió en tremendo placer, ese día fuimos descubiertos por otro paciente un chico de unos 17 o 18 años que sus padres habían ingresado sencillamente porque era trasvertí y gay practicante, se podrán imaginar quién tomó mi lugar.
A todas estas yo diariamente le contaba a mi marido someramente muy por encima y sin entrar en detalles, durante la cena lo que había hecho durante el día en el parcial, en ocasiones le decía descaradamente que me había acostado con dos enfermeros, mi madre que nos acompañaba en casa para esa fecha abría los ojos como si el mundo se le fuese a caer encima, pero desde la primera vez que lo dije mi esposo durante la cena y como si yo no estuviera presente le comentó a ella, acuérdese doña lo que nos dijo el doctor que Marisa en ocasiones puede tener fantasías de esa índole, es que no se acuerda lo que nos contó el primer día que la visitamos de cómo un hombre tan peludo como un mono la había violado y el psiquiatra nos aclaró que era que había tenido unas fuertes alucinaciones.
Mi madre ponía cara de ¡sí ya me acuerdo! continuaba cenando y comentaba es verdad la pobre está algo loca, mientras que yo me reía por dentro. Con el cuento de que yo estaba loca y la forma de tomar las cosas mi marido, me divertí mucho.
En una ocasión llegó un empleado de él y yo lo hice pasar a la sala de estar le brindé una copa de Coñac, como quien no tiene ninguna preocupación alguna me puse arreglar unas revistas por lo que o me agachaba o me doblaba y opté por lo segundo ya que al doblarme la falda dejaba ver claramente mis desnudas nalgas y parte de mi depilado coño, el joven yo lo observaba a través de uno de los cristales de la puerta del balcón ya que podía ver su figura reflejada, no quitaba la vista de mi culo, en cierto momento así como me encontraba me llevé una de mis manos a mis nalgas y me la rasqué ligeramente, y él parecía que me quería comer con la vista.
Luego lo llamé para que me ayudase a levantar el revistero y se colocó tras de mí justamente, por lo que sin perder tiempo restregué mi culito contra él, eso y que nos comenzáramos a besar como un par de desesperados fue la misma cosa, sin perder tiempo me colocó sobre la mesa y sacando su verga penetró mi vulva que ya se encontraba lo suficientemente húmeda y lubricada como para recibir sin problema alguno su verga.
Les diré que ese es otro que entró en el club de los que llamó mis orgasmos inolvidables, tras terminar le di un beso y con una tremenda sonrisa le comuniqué que yo era la esposa de su jefe, el chico cambió de colores trató de disculparse, pero yo muy alegré me retiré dejándolo con la palabra en la boca, en esos momentos fui donde mi marido y le dije tranquilamente que lo buscaba un joven que me terminaba de haber cogido.
Al llegar a donde se encontraba él empleado, mi esposo de manera muy protocolar lo tomó por el brazo y como si yo no existiese, le pidió mil disculpas por mi conducta pensando Alberto que de seguro se trataba de otra de mis fantasías o alucinaciones. El joven de vez en cuando viene a la casa a discutir algunas cosas con mi marido relacionadas con la oficina, que empleado tan laborioso.
Hace un par de meses me llevé a la habitación una botella de champan ya que cumplíamos años de casados, y tenía tiempo que no le hacía una de las mías a mi marido, él llegó se acostó a mi lado, bajo la sabana yo estaba completamente desnuda, por lo que cuando él se arropó y sintió mi cuerpo junto al de él, se me trepó pero creo que era la misma ansiedad que tenía que se vino en cosa de un segundo, dejándome a mí con unas tremendas ganas de ser penetrada, pensé salir así a buscar algún amante entre mis vecinos pero decidí darle un susto, por lo que apenas se volteó en la cama tomé la botella de champán y me la comencé a introducir en mi coño, cuando él se dio cuenta de lo que yo estaba haciendo se quedó como paralizado, ahí estaba yo sentada en la cama con mis piernas bien abiertas y por mi coño asomaba el cuello de la botella, mientras que yo me la metía y sacaba ante sus ojos, una vez que alcancé un buen orgasmo tal como me la introduje me la saqué, la puse en la mesa de noche y me dispuse a dormir, me parece escucharlo decir es que la pobre está loca.
Tan reciente como hace una semana, en casa se dio una pequeña fiesta, y llegó uno de los socios a los que yo no conocía, mi esposo nos presentó y como siempre apuntó que yo padecía de mis facultades mentales, se lo dijo delante de mí, como siempre como si yo no existiera.
Esperé el momento propicio y lo llamé para que viera mi colección de jarrones chinos, realmente son copias baratas, pero como yo estoy loca la gente me sigue la corriente. Contrario a otros hombres que yo debo iniciar el primer movimiento, mientras le enseñaba las porquerías de jarrones, él me agarró una nalga sin la menor preocupación, sin más yo me hice la desentendida pero él continuó acariciándola por sobre la tela de mi vestido, yo como si no fuera conmigo continué charlando, cualquiera diría que yo estaba sola ya que él sólo se limitaba a tocarme las nalgas y no decía una sola palabra, para serles franca eso me calentó enormemente en cosa de segundo me puse cachonda, me incliné ligeramente sobre la cabecera del sofá y él me subió la parte trasera del vestido mientras que yo continuaba hablando de que si la dinastía Ming esto que si la dinastía Ming aquello, sentí que sus manos continuaban directamente acariciando mi culo, yo abrí ligeramente mis piernas y comencé a sentir como su vástago comenzaba a entrar por la parte baja de mi coño, el placer que sentía ante el morbo de ser descubierta en mi propia casa poniéndole los cuernos a mi marido me hizo enloquecer ¡literalmente! el tipo sabía de sobra cómo hacer sentir a una mujer extremadamente bien, en eso escuché la voz de Alberto que preguntaba por este socio que me estaba dando de lo que a mí más me gusta y casi instintivamente le respondí que estaba en el patio, pero luego recapacité y le dije que me estaba acostando con él, desde luego mi marido se fue al patio, y ese es otro de los orgasmos que entró al club.
Al terminar el socio de mi esposo me dijo, ahora de seguro vas y le dices que te lo he metido verdad, yo asombrada le pregunté cómo lo sabía, y él me respondió es que ya mi hijo me contó de tus andanzas.
Alberto a todas éstas en la urbanización y de seguro en el trabajo lo tienen por el tío más cornudo que hay en el planeta, y de eso yo me alegró de paso estoy embarazada, resulta que antes no había salido encinta no por mí, sino por el semen que usaba no era de calidad, pero mi problema ahora es saber cuál de todos los otros que he usado últimamente es el que me ha preñado.
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