DOÑA TERESA 2/4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
—¡Claro que era él, no vi mal! –reclamaba el marido, quien seguramente en la calle vio de lejos al amante—.
¡Además, te encuentro desnuda y con la cama hecha un asco! ¡No se conforman con coger en el hotel, en su combi o en su departamento, también lo metes a nuestra cama!
—Tú sabes cómo me pongo cuando estoy caliente y lo llamé.
Ven, amor, aún tengo ganas…— Le explicó la señora a su cornudo y le dio un beso que duró el tiempo suficiente para desabrocharle la camisa y el pantalón.
—Te amo puta, pero no lo hagas en la casa.
—le decía el cornudo mientras le agarraba las chiches con una mano y trataba de quitarse la ropa.
—No, mi amor, te prometo que ya no lo haré aquí —dijo doña Tere y le ayudaba a quedar desnudo.
El señor traía una verga muy parada, de buen tamaño, pero no tan grande como la del amante que se acababa de retirar.
Ella se le colgó del cuello, le rodeó la cintura con las piernas y se ensartó en el miembro que resbaló de inmediato hasta adentro.
Se besaron y empezaron a moverse.
Él señor la cargaba colocando las manos en las nalgas y, entre el movimiento, vimos cómo se le bañaban los huevos de los jugos que habían preparado los amantes.
Nosotros nos volvimos a empalmar y sentí la mano de mi amigo en mi pene, correspondí agarrando la verga de él.
Lo bueno es que él es zurdo y yo no…
La señora Teresa dejó de besar a su esposo y se descolgó.
Lo tumbó en la cama y se subió en él ofreciéndole la panocha peluda en tanto que ella se metía la verga reluciente de atole en la boca.
Ambos disfrutaban el mismo sabor en el perfecto 69.
Se chuparon mucho tiempo, ella le limpió hasta los huevos; la nuez de Adán en la garganta del marido, mostraba cómo deglutía éste con fervor la ordeña que traía la mujer revuelta con las venidas de ella.
En ese momento, de manera simultánea no venimos mi amigo y yo, pero no fueron los chorros de antes, así que nuestras manos quedaron con semen que mutuamente nos sacamos.
Como si lo hubiésemos acordado, nos llevamos la mano a la boca para probar cada quien lo que extrajimos.
¡Nos supo más rico que el propio, el cual ya habíamos probado alguna vez! Nuestra calentura nos obligó también a hacer un 69 en el sillón.
Cada uno exprimimos la tripa del otro para seguir saboreando el semen, nos lamimos los huevos al tiempo que escuchamos lo que se decían doña Tere y su cornudo marido.
—¡Estás muy rica, mi Nena! ¡Te amo así: muy puta!
—¡Yo también te amo cornudo, mi amor!
—¿De cuántos me has dado lefa?
—Sólo de dos, y de los dos te has quedado prendido como como bebé tomando la leche.
¿Cuál te ha gustado más, la de Guillermo o la de Carlos?
Nosotros seguíamos escuchando sin dejar de mamarnos y acariciarnos el pene, los huevos y las nalgas.
También nos besábamos los miembros, las piernas y la barriga apretando el cuerpo desde las nalgas.
Se nos volvió a parar por las caricias y por lo que oíamos.
—No es el sabor de la leche, es el atole que haces con ellos.
Mientras ellos se vienen dos o tres veces, tú te vienes veinte o treinta veces soltando chorros de jugos.
¡Eso es lo rico! —le contestó el cornudo.
—Sí, es cierto.
Cuando tenemos dos o tres horas para hacer el amor quedamos rendidos de tantos orgasmos —asintió la esposa.
—Me gustaría mucho que así fueras conmigo… —suplicó el marido—.
Dime cómo te gusta más con cada uno de ellos, hazme el amor como se lo haces a ellos aunque me muera de tanta felicidad, mi Nena.
—¿De verdad quieres saberlo, cornudín?
—Sí, putita, también me gustaría verlos en acción.
—Ja, ja, ja, no creo que ellos estuvieran de acuerdo, sólo te mostraré cómo me hacen.
Pero antes te diré un secreto: a ellos también les gusta chuparme mucho la vagina cuando saben que me acabas de coger.
CONTINUARÁ
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