El “bibi”
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Teresa sentía en sus nalgas cómo desde su vagina le escurría la mezcla del semen con su flujo pues la venida había sido abundante de ambas partes, no obstante ya comenzaba a sentir sobre el tórax la presión del cuerpo inerte de Guillermo, su amante, dificultándole la respiración así que se inclinó un poco, lo cual sacó del letargo a su macho, quien al incorporarse un poco para no dejar caer todo el peso de su cuerpo sobre ella, rodó a un lado.
Teresa lo miró con ternura, se veía tan desvalido con los ojos cerrados tratando de normalizar la respiración… Lo besó en la frente, luego en los labios, con la lengua lamió la barba aún pringosa por el flujo con el que ella lo humedeció cuando le chupó la vagina.
—Toma tu bibi, mi bebé, duérmete, dijo ella acurrucándolo entre sus brazos y dándole el pecho como si se tratara de un bebé. Guillermo mamó un poco y quedó dormido, con la boca abierta y un hilillo de saliva escurriendo en su mejilla. Teresa, después de sonreír por la imagen que veía, también cerró los ojos y durmió profundamente. Habían sido más de dos horas de ejercicio obligado por la pasión. Esa semana habían decidido hacer de las vacaciones su luna de miel. Yo, como marido de Teresa, me había resignado a perderla como esposa, pero sabía que ella era tan puta que la podría seguir amando completamente cada vez que yo quisiera.
Al siguiente día en la mañana Guillermo despertó como a cualquier hombre le encantaría despertar, con una bella mujer prendida de su pene, dándole placer oral… Su mujer, como él la llamaba, le lamía el pene desde la base hasta el glande, lo recorría con su lengua en toda su circunferencia, para terminar metiéndolo en su boca y chupándolo como si de la más deliciosa golosina se tratara, mientras le frotaba con delicadeza los huevos. Al poco rato el pene sumamente tieso soltaba líquido preseminal que ella devoraba con ansiedad, después empezó a meterse todo el falo en su boca hasta que su nariz se perdía entre los vellos púbicos. Lentamente lo sacaba y lo metía, incrementando la frecuencia, y con la lengua paseando en círculos sobre el glande cuando el palo estaba afuera.
No cabía duda, calentísima por las mamadas y chupadas que él le dio sin tregua durante muchos minutos, mientras Teresa gritaba y se retorcía de placer al sentir un orgasmo tras otro, le inhibieron la resistencia que antes había tenido con su esposo y un amante más, cuando cada quien en su turno le pidieron que metiera el pene en su boca; se negó y sólo les besó el glande sin dejar de sentir asco. Pero esa vez ella, con deseo sin igual, logró colocarse para formar el 69 y con la calentura tan alta logró que su pareja eyaculara pronto y se sorprendió disfrutando el sabor ligeramente agridulce y sumamente fresco. Ese momento fue definitorio para incluir de manera inevitable el sexo oral en sus siguientes relaciones y preguntarse cómo sabría el semen de otros, deseando encontrar la respuesta en breve tiempo.
Ya tenía varios minutos mamando sin cansarse y el amante en voz alta y entrecortada le avisó que ya no aguantaba:
—¡Ya te voy a dar el yogurt que tanto te gusta para desayunar, golfa! —Teresa por toda respuesta, aceleró aún más su movimiento apretándole más los huevos hasta que el amante se vino y llenó su boca con una gran cantidad de leche.
Una vez concluida la faena, Teresa lo miró y abrió la boca para mostrársela llena de leche sobre su lengua y con residuos que no pudo contener y habían resbalado sobre su barbilla. Después de jugar con su lengua y el semen en su boca, la cerró para saborear despacio la ordeña y tragarla mostrando lujuriosamente la satisfacción de haberlo degustado. Con la lengua y ayudada por su dedo índice limpió los residuos de la cara y pasando su dedo por la punta del pene recogió otra gotita, para luego chupar su dedo metiéndolo y sacándolo de su boca varias veces de una manera tan sensual y con una cara tan lujuriosa que el falo del amante volvía a dar muestras de vida, Teresa lo volvió a mamar, pero solo hasta dejarlo bien limpio. Le dijo "El desayuno está sabroso, cómo no compartirlo contigo, mi amor" y al terminar le dio un gran beso donde le compartió el semen que aún quedaba en su boca.
La putez de Teresa estaba madurando y muchos seríamos los beneficiados…
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