• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (Ninguna valoración todavía)
Cargando...
Fantasías / Parodias, Infidelidad, Orgias

El Castillo de Naipes que Derrumbé – (Parte 6)

En el avión a Pittsburgh, Sara sueña que vuelve al lote baldío, reviviendo la violación con brutal detalle. Los cuatro hombres la destrozan otra vez, y ella se hunde en el horror. Despierta llorando, tocándose, mientras Ethan la mira de reojo, y su culpa la quiebra en silencio..

El mundo se deshizo en un parpadeo, y de pronto estaba otra vez en esa calle oscura cerca de San Ysidro, el aire oliendo a basura y llantas quemadas. La parada de autobús parpadeaba a lo lejos, pero mis pies no se movían. Mi pelo rizado, empapado de sudor, se pegaba a mi cara, mi camiseta gris marcando mis tetas grandes, los pezones duros bajo la tela. Mis jeans abrazaban mi culo redondo, mis caderas anchas temblando mientras la mochila pesaba en mis manos. No sabía cómo había vuelto aquí, pero el pánico me apretó el pecho como una garra. “No, no otra vez”, susurré, mi voz rompiéndose, pero pasos pesados sonaron detrás de mí, rápidos, hambrientos.

Me giré, y ahí estaban: los cuatro cabrones del cruce. El bajito con tatuajes en el cuello, el gordo con barba, el flaco con cicatrices, el joven de pelo largo. Sus risas cortaban la noche, sus ojos brillando como perros en celo. Intenté correr, mis muslos gruesos tropezando, pero el gordo me alcanzó, sus manos sucias agarrándome el pelo. “¡Suéltame, hijo de puta!” grité, pateando, pero me arrastraron al lote baldío, el suelo lleno de llantas viejas y vidrios rotos. Caí de rodillas, el polvo raspándome la piel canela, mi camiseta levantándose para dejar ver mi cintura estrecha.

“Pinche putita, qué buena estás”, gruñó el bajito, sus tatuajes moviéndose mientras se arrodillaba frente a mí. Rasgó mi camiseta con un tirón, el sonido como un latigazo, y mis tetas grandes quedaron al aire, rebotando, los pezones hinchándose por el frío. Intenté cubrirme, mis brazos cruzándose, pero el flaco con cicatrices me sujetó las muñecas, torciéndolas detrás de mi espalda hasta que grité. “¡No, por favor, no!” sollocé, las lágrimas quemándome, pero el gordo ya estaba sobre mí, su panza aplastándome contra el suelo.

Sus manos, oliendo a sudor y tierra, apretaron mis tetas, los dedos hundiéndose en la carne suave, retorciendo mis pezones hasta que gemí de dolor. “Qué chichotas, morra, pa’ comerte”, dijo, su barba rascándome el pecho mientras mordía un pezón, sus dientes clavándose lo justo para hacerme arquear. Me dio la vuelta, boca abajo, mi cara contra el polvo, y sentí sus dedos gordos desabrochar mis jeans, bajándolos con los calzones hasta los tobillos. Mi culo redondo quedó expuesto, temblando, y el moreno musculoso se rió, dándome una nalgada que resonó como un disparo. “Mira qué nalgotas”, gruñó, sus uñas raspándome la piel canela.

El gordo se puso detrás, sus rodillas abriendo mis muslos gruesos. Sentí su verga, gruesa y caliente, rozando mi vagina antes de empujar. Entró duro, desgarrándome, y grité, mi voz ahogándose en el polvo. “¡Para, cabrón!” supliqué, pero él bombeó sin parar, su panza chocando contra mi culo, mis tetas aplastándose contra el suelo. Cada embestida era un martillo, el dolor mezclándose con el roce húmedo de mi cuerpo traicionándome. Sus manos agarraban mis caderas, dejando marcas rojas, y el sudor me chorreaba por la espalda, mi pelo rizado enredado en la tierra.

“Cállate, zorra”, dijo el bajito, arrodillándose frente a mi cara. Su verga, corta pero ancha, olía a mugre, y me la metió en la boca sin aviso, sus manos en mi nuca empujando. Me ahogué, la saliva goteándome por la barbilla, mientras él follaba mi garganta, sus tatuajes borrosos por las lágrimas. El gordo gruñó, corriéndose dentro de mi coño, el semen caliente resbalando por mis muslos, y se apartó, jadeando como cerdo.

El flaco con cicatrices tomó su lugar, levantándome para ponerme a cuatro patas. Mi culo apuntaba al cielo, mis tetas colgando, rebotando con cada movimiento. Su verga, larga y huesuda, entró en mi coño, resbalando por el semen del gordo. “Qué apretada, putita”, dijo, sus manos huesudas clavándose en mi cintura mientras bombeaba rápido, el slap-slap de su pelvis contra mi culo llenando el lote. Intenté cerrar los ojos, pero el moreno musculoso me jaló el pelo, obligándome a mirarlo. “Ahora el culo, morra”, gruñó, escupiendo en su mano.

Me empujaron boca arriba otra vez, el flaco todavía dentro de mi, sus embestidas torpes pero crueles. El moreno se puso detrás, levantándome las piernas hasta que mis rodillas tocaron mis tetas. Su verga, gruesa como un puño, empujó contra mi ano, y grité, un alarido que rasgó la noche. “¡No, por favor, no, por ahí no!” lloré, pero entró sin lubricante, desgarrándome, el dolor cegándome como fuego. Bombeó lento al principio, gruñendo, sus manos fuertes apretando mi culo, mientras el flaco seguía en mi vagina, sus cicatrices brillando con sudor.

El joven de pelo largo no esperó. Se paró sobre mí, su verga larga y venosa frente a mi cara. “Chupa, pinche zorra”, ordenó, y cuando abrí la boca para gritar, me la metió, follándome la garganta hasta que tosí, el semen del bajito todavía pegado en mi lengua. Mis tetas rebotaban descontroladas, aplastadas por mis rodillas, los pezones raspándose contra mi piel. El bajito se masturbaba a un lado, sus manos sucias tocando mis tetas, pellizcándolas hasta dejarlas rojas. “Qué rica estás, mami, pa’ partirte a cada rato”, dijo, corriéndose otra vez, el semen salpicándome el pecho.

Se turnaron sin parar, cambiándose de lugar como si fuera un maldito juego. El moreno salió de mi culo, metiéndosela al flaco en la boca mientras el gordo volvía a mi coño, levantándome para sentarme sobre él, su panza aplastándome. El joven me folló el culo desde atrás, los dos moviéndose descoordinados, sus vergas chocando dentro de mí. Grité hasta quedarme sin voz, el dolor y el semen mezclándose, mi piel canela marcada por sus uñas, mi pelo rizado pegado a la cara. El flaco se corrió en mi boca, el moreno en mi culo, el gordo en mi coño, y el bajito en mis tetas, sus risas cortándome más que sus manos.

Me dejaron tirada, mi cuerpo temblando en el polvo, el semen goteando de mi vagina, mi culo, mi cara, mis tetas. Intenté arrastrarme, mis uñas negras clavándose en la tierra, pero no podía moverme. “Ethan”, susurré, su nombre quemándome la garganta, y entonces—

Abrí los ojos. El zumbido del avión llenó mis oídos, el aire frío del ventilador pegándome en la cara. Estaba en un asiento de ventana, la bandeja bajada frente a mí, Pittsburgh esperándonos al otro lado del cielo. Mi pelo rizado caía sobre mi sudadera, mis tetas grandes apretadas bajo la tela, todavía doloridas por los moretones que no se veían. Mis manos temblaban, y sin pensarlo, las metí bajo la sudadera, tocándome los pezones, luego bajé a mis muslos gruesos, mi vagina, como si buscara las marcas de esos cabrones. Todo estaba en mi cabeza, pero el dolor se sentía real.

Un par de lágrimas se me escaparon, rodando calientes por mis mejillas. Miré por la ventana, el cielo negro salpicado de nubes, y sentí un peso en mi nuca. Ethan, sentado a mi lado, no me miraba directo, pero por el rabillo del ojo, sus ojos grises me atraparon, fríos, metódicos. No dijo nada, pero supe que vio mis manos, mis lágrimas, mi cara rota. Rompí en llanto en silencio, mordiéndome los labios, el avión llevándonos a un lugar donde no podía esconderme más.

57 Lecturas/7 mayo, 2025/0 Comentarios/por Arya la redactora
Etiquetas: culo, hijo, joven, puta, putita, semen, vagina, verga
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
MI AMIGO TONIO TENÍA HAMBRÉ DE UN CULITO.
COMPARTIENDO NUESTRAS MADRES CON MI MEJOR AMIGO DEL COLEGIO 2
Una llamada, una ducha, sexo con mi esposo y luego con mi hijo menor
A por ella (I)
Joven virgen incestuoso VIII: Mis hermanos mayores.
Hombre bizoo II
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.076)
  • Dominación Hombres (3.208)
  • Dominación Mujeres (2.507)
  • Fantasías / Parodias (2.493)
  • Fetichismo (2.184)
  • Gays (20.178)
  • Heterosexual (7.053)
  • Incestos en Familia (16.091)
  • Infidelidad (3.951)
  • Intercambios / Trios (2.690)
  • Lesbiana (1.063)
  • Masturbacion Femenina (713)
  • Masturbacion Masculina (1.508)
  • Orgias (1.692)
  • Sado Bondage Hombre (406)
  • Sado Bondage Mujer (146)
  • Sexo con Madur@s (3.521)
  • Sexo Virtual (220)
  • Travestis / Transexuales (2.189)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.130)
  • Zoofilia Hombre (2.024)
  • Zoofilia Mujer (1.590)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba