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Infidelidad, Intercambios / Trios, Voyeur / Exhibicionismo

El comienzo parte 1

Durante una vacaciones comencé a sentirme atraido por mi mamá.
Mi nombre es Josué y actualmente tengo 23 años. Cuando tenía 18 años vivía con mis padres, Armando y Joselin. Mi padre trabaja como conductor de autobuses y mi mamá, Joselin, tenía 39 años y trabaja en un gimnasio como instructora. Mi mamá es una mujer de belleza impresionante. Tiene la piel blanca y ojos café oscuro. Su cabello es castaño y largo, llegando hasta la espalda. Su cuerpo es esbelto y tonificado, fruto de las horas de ejercicio en el gimnasio. Sus senos son firmes, grandes y bien formados, sus piernas largas y definidas, y su trasero redondeado y voluptuoso. Acostumbraba vestir ropa deportiva ajustada que resaltaba sus curvas, y cuando no estaba en el gimnasio, prefería vestidos veraniegos y sandalias.

Todo comenzó cuando llegaron las vacaciones. Mis padres habían organizado pasarlas en una zona turística famosa por tener un balneario. Mi mamá y yo deberíamos llegar por nuestra cuenta ya que mi padre tenía que trabajar en una ruta que le quedaba a dos días de distancia. Mi mamá y yo saldríamos en nuestro carro al lugar. Eran casi 6 horas de viaje por carretera. Así que, llegado el día, partí con mi mamá.

«¿Estás listo, Josué?» preguntó mi mamá mientras cargaba las maletas en el carro.

«Sí, mamá. Listo,» respondí con entusiasmo.

Después de un largo camino manejando, mi mamá estaba cansada y se llevaría la sorpresa de que no habían respetado nuestra reservación. Luego de molestarse y discutir con el personal del hotel, terminamos buscando en otro sitio.

«Esto es increíble,» dijo mi mamá, frustrada. «¿Cómo pueden haber perdido nuestra reservación?»

Al ver que no había cupo en varios hoteles, mi mamá llamó a mi padre y le explicó la situación.

«Hola, Armando. No te vas a creer lo que pasó. Perdieron nuestra reservación y no hay cupo en ningún hotel cercano,» dijo mi mamá al teléfono.

«Calma, Joselin. Hay una posibilidad de pasar las vacaciones en otro lugar. Déjame ver si aún tienen disponibilidad,» respondió mi padre.

«Vale, espero tu llamada,» dijo mi mamá antes de colgar.

Así que nuestras vacaciones cambiaron. Subimos al carro y mi mamá condujo por otras tres horas, nos detuvimos a comprar víveres, comida, agua y mi mamá compró unas botellas de whisky para mi padre, llegando a un lugar donde rentaban cabañas para pasar las vacaciones ahí.

«¿Estás segura de que esto es lo mejor, mamá?» pregunté mientras sacabamos el equipaje del carro.

«Es lo que hay, Josué. Al menos tendremos un lugar donde pasar las vacaciones,» respondió mi mamá con resignación.

Luego de rentar la cabaña, dejamos el carro en un estacionamiento de terracería y comenzamos a caminar para llegar a las zonas de cabañas. Así que no nos quedó de otra que cargar y caminar con todo el equipaje por un sendero lleno de árboles.

«Esto está cada vez más lejos,» comenté mientras caminábamos.

«Ya casi llegamos, Josué. Solo un poco más,» dijo mi mamá, tratando de mantener el ánimo.

Caminamos como por unos 40 minutos hasta que entramos a la zona de cabañas. Buscamos la que habíamos rentado y entramos. Mi mamá se dio un baño y luego se dispuso a descansar un rato.

«Voy a salir a conocer el lugar,» le dije a mi mamá.

«Está bien, pero ten cuidado. No te alejes mucho,» respondió ella desde la cama.

Yo salí a conocer el lugar. Todo estaba lleno de árboles. Para mi mala suerte, comenzó a llover, lo que provocó que no pudiera salir a explorar más el lugar.

pero a simple vista podía ver un lago y un letrero que decía bienvenidos a reserva a la distancia algo lejos se podía ver otra cabañas pero poco a poco el lugar se llenó de neblina no me quedo que entrar a la cabaña.

El resto del día hasta la noche estuvo lloviendo. Mi mamá se levantó para preparar algo para comer. Podía ver que estaba aún molesta.

«Mamá, ¿estás bien?» pregunté mientras ella cocinaba.

«Sí, Josué. Solo estoy frustrada con todo esto. No entiendo cómo pueden ser tan incompetentes,» respondió, suspirando.

«Ya pasó, mamá. no está tan mal este lugar,» dije, tratando de consolarla.

Cené con ella mientras seguía hablando del problema del hotel.

«Es que no entiendo cómo pueden perder una reservación. Pagamos con anticipación y todo,» dijo mi mamá, aún molesta.

«Bueno, al menos aquí estamos bien. La cabaña es cómoda,» respondí, tratando de ver el lado positivo.

Luego de cenar, nos fuimos a dormir. Por la noche, se escuchaban ruidos de animales, coyotes chillando a la lejanía entre truenos y la lluvia. El sonido era inquietante, pero al mismo tiempo, había algo reconfortante en estar en un lugar tan aislado y natural.

Por la mañana, mi mamá se levantó y me levantó a mí también.

«Regreso, iré a ver que el carro esté bien,» dijo preocupada por la lluvia de la noche.

«¿Quieres que te acompañe?» pregunté.

«No hace falta, mejor ve preparando el desayuno en lo que regresó,» respondió mi mamá.

Mi mamá iba de salida cuando vimos que unos chicos se acercaban a la cabaña.

«Serán personal de este lugar,» dijo mi mamá, preguntándose quiénes eran.

Se acercaron y nos saludaron.

«Hola, vecinos. ¿Cómo están?» preguntaron con amabilidad.

«Muy bien, gracias,» respondió mi mamá con amabilidad.

Los chicos comentaron que ellos estaban rentando una cabaña más arriba del lugar, pero que irían a comprar algunas cosas.

«Ah, ya veo,» dijo mi mamá.

«Entonces van al estacionamiento,» preguntó ella.

«Sí, señora,» dijo uno de ellos.

«Igual voy para allá,» dijo mi mamá.

«Bueno, si gusta puede venir con nosotros,» sugirió uno de los chicos.

Mi mamá lo pensó por un momento, pero aceptó.

«Vale, de acuerdo,» respondió.

Vi cómo se marchaban los chicos por el mismo sendero por el cual habíamos llegado. Aún había algo de neblina, así que los perdí de vista en cuanto se alejaron. Yo me dispuse a hacer el desayuno en lo que regresaba mi mamá.

Una hora después, regresó mi mamá.

«Todo bien,» pregunté.

Ella me miró y dijo sonriendo: «Sí, todo bien.»

«El desayuno ya está listo,» le dije.

Así que comenzamos a desayunar juntos. Más tarde, cuando el día se despejaba, salimos a ver el lago. Mi mamá se sentó y solo metió sus pies. Ya era como medio día.

«No está tan mal,» dijo mi mamá, ya más tranquila de su disgusto.

En eso, los mismos chicos que vimos por la mañana ya venían de regreso.

«Hola, vecina,» dijeron.

«Hola, chicos,» respondió mi mamá.

«¿Cómo les fue?» preguntó mi mamá.

«Muy bien, compramos todo lo que nos hacía falta,» respondieron ellos.

Uno de ellos dijo: «Vecina, si gustan, pueden venir más tarde para comer con nosotros. Estamos con otros amigos y amigas y vamos a hacer carne asada.»

Mi mamá respondió: «No, cómo creen. No queremos molestar.»

El chico dijo: «No es molestia, vengan. Además, compramos bastante.»

«No lo sé,» dijo mi mamá, indecisa.

«Anímese,» dijo uno de ellos.

«Bueno, venimos por ustedes cuando esté la carne lista,» dijo otro antes de retirarse.

Continuaron caminando por el sendero.

«No suena mal, mamá,» dije.

«La verdad es que no, pero tampoco quiero molestarlos,» respondió ella.

«Y si llevamos algo nosotros,» sugerí.

«Tienes razón. ¿Pero qué llevamos? “ preguntó mi mamá “Bueno, compraste varias botellas para papá. ¿Por qué no llevamos un par?» sugeri.

Ella me miró y dijo: «Bueno, ¿qué más da? Venimos a disfrutar las vacaciones. Además tu padre va a tardar en llegar, no veo por qué no pasarla bien en lo que llega aparte se ven que son buenos chicos. Vamos un rato.» dijo mi mamá.

Más tarde, por la tarde, como habían quedado, los chicos regresaron por nosotros. Mi mamá tomó dos botellas y nos fuimos con ellos rumbo a su cabaña. Cuando llegamos, me di cuenta de que eran 3 chicas y 6 chicos en total. Nos presentaron:

Las chicas se llamaban Sofía, Daniela y Valentina. y los chicos: Alejandro, Carlos, Diego, Fernando, Gabriel, Héctor y Javier.

Mi mamá les entregó las botellas y ellos las pusieron en una mesa donde tenían más bebida. Poco a poco nos fuimos integrando y conviviendo con ellos. El tiempo pasó volando mientras comíamos, platicábamos y bebíamos. Anocheció y estaba lloviznando con gotas muy finas que hasta se disfrutaban. Mi mamá ya andaba enfiestada porque también estaba tomando. Yo estaba con dos de las chicas platicando, Sofía y Daniela. Una de ellas Sofía me encantó; era muy hermosa y era mi tipo de mujer.

Mientras estaba con ellas, perdí de vista a mi mamá. Cuando comenzó a caer más lluvia, pensé que era mejor regresar antes de que se soltara como en la noche anterior. Pero no sabía dónde se había metido mi mamá. Faltaban ella y los mismos chicos que conocimos en la mañana Hector y Javier. Comencé a preguntar y una de las chicas me dijo:

«Los vi que se fueron hacia el lago. No han de tardar. Mejor espera a que regresen.»

Pero comenzó a llover con más fuerza. Todos entramos a la cabaña. No había señales de ellos. Tres en eso, después de casi una hora, vi que venían corriendo bajo la fuerte lluvia. Estaban todos empapados. Mi mamá estaba riendo con ellos. Yo, por mi parte, estaba molesto porque estaba preocupado por ella.

Las chicas le dieron una toalla a mi mamá y una de ellas le dijo:

«Mejor quítate la ropa mojada.»

Se la llevaron con ellas y más tarde bajó con una playera y un short, ropa que le habían prestado. A través de la playera se le veían los pezones parados. Tenía el cabello húmedo, el cual se estaba secando con la toalla. Estaba descalza. Hestor y Javier igual se habían quitado la ropa mojada, pero se quedaron solo en boxer. Mi mamá se acercó a ellos y ellos le ofrecieron más bebida. Ella, sin dudarlo, continuó tomando con ellos.

Mientras pasaban las horas, comencé a cabecear de sueño. Mi mamá y los chicos parecían que no tenían sueño; seguían riendo, bromeando y tomando en la cocina. Sofía y las otras chicas se retiraron a dormir junto con el resto de los chicos, quedando solo nosotros. De pronto, se fue la luz y solo nos iluminaba el fuego de la chimenea de la sala que antes habían encendido. Me estaba venciendo el sueño y comencé a cabecear. En eso, Javier se me acercó.

«Hey, ¿por qué no te vas a dormir a mi habitación?» sugirió.

Terminé aceptando cuando mi mamá me dijo:

«Ve a dormir. En un momento yo me subo contigo.»

Subí a la habitación de Javier y, en cuanto me acosté, me quedé dormido. No sé cuánto dormí, pero me despertó el sonido de un trueno. Me levanté y abrí los ojos de golpe. Al no ver a mi mamá, bajé a decirle que ya se subiera a dormir. Apenas se veía, pero gracias a la luz de la chimenea, me dirigí a las escaleras. Mientras me acercaba, comencé a escuchar gemidos. Bajé lento y vi a mi mamá en medio de la sala, en el suelo. El fuego de la chimenea nuevamente me permitió ver que ella estaba desnuda, arriba de alguien, mientras otra silueta de alguien más estaba detrás de ella, sosteniéndola por la cintura.

«Más fuerte, Héctor,» susurró mi mamá con una voz cargada de deseo.

«Así te gusta, ¿verdad?» respondió Héctor, empujando con más fuerza desde abajo.

Cuando pude ver mejor, vi con más claridad que mi mamá estaba teniendo sexo con Héctor y Javier. Héctor era el que estaba abajo y ella sobre él, mientras Javier la penetraba por detrás. La escena era intensa y erótica. Mi mamá, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, gemía de placer mientras los dos chicos la penetraban al mismo tiempo.

«Sí, así, justo así,» dijo mi mamá, moviendo sus caderas en sincronía con los embistes de ambos.

Javier, con una mano, sostenía la cintura de mi mamá, mientras con la otra acariciaba sus senos. Héctor, por su parte, tenía las manos en las caderas de mi mamá, guiándola en su movimiento.

«Te sientes deliciosa,» dijo Javier, besando el cuello de mi mamá.

«Más rápido, por favor,» suplicó mi mamá, con la voz entrecortada por el placer.

Solo había visto ese tipo de escenas en películas porno y entendí en ese momento que ambos le estaban haciendo una doble penetración. La visión era impactante y me dejó sin palabras. Sentí una mezcla de shock y excitación, pero sobre todo, una profunda sensación de atracción.

Javier sacó su pene de mi mamá, quien se levantó lentamente, dando la vuelta para bajar de nuevo sobre Héctor. Esta vez, se ensartó el pene de Héctor en su ano. En cuanto lo tuvo dentro, se apoyó por detrás con sus manos y levantó las piernas, permitiendo que Javier se acercara y la penetrara por la vagina.

«Así, así, justo así,» decía mi mamá, con la voz agitada.

Héctor sostenía las caderas de mi mamá mientras ella se movía sobre él.

«Te sientes tan apretada,» dijo Héctor.

«Te sientes deliciosa,» dijo Javier, mientras la embestía con fuerza.

«Me voy a correr,» dijo Javier en ese momento, con la voz tensa por el esfuerzo.

«Sí, córrete dentro de mí,» respondió mi mamá

Javier, escuchando las palabras de mi mamá, aumentó la intensidad de sus embistes, haciendo que ella alcanzara el orgasmo al mismo tiempo que él se corría dentro de ella.

«Sí, sí, sí,» dijo mi mamá, con el cuerpo temblando de placer.

Cuando terminó de correrse, Javier salió de mi mamá. Ella apoyó las piernas en el suelo y comenzó a subir y bajar sobre el pene de Héctor, quien aún la penetraba por el ano. Mientras Héctor y mi mamá seguían cogiendo, Javier se dirigió a la cocina solo para tomar la botella y seguir bebiendo mientras los veía sentado en un sofá.

«Ponte en cuatro,» ordenó Héctor.

Mi mamá se levantó y se colocó en la posición que le habían indicado. Héctor, enseguida, flexionando las rodillas, la penetró de nuevo en su ano y comenzó a penetrarla y sacarla rápidamente, al grado que sus cuerpos sonaban como chocaban entre ellos.

«Qué maravilla, nunca me habían follado el culo como tú lo estás haciendo,» dijo mi mamá, agitada y deseosa de seguir siendo follada.

Héctor, continuó embistiendo con fuerza, haciendo que mi mamá no dejará de gemir de placer.

.»Te voy a llenar toda,» dijo Héctor, aumentando sus movimientos y con algo de rudeza siguió follando a mi mamá hasta que comenzó a correrse dentro de su ano.

«Así, papi, lléname,» dijo mi mamá mientras con su mano se tocaba e introducía sus dedos en su vagina, provocando que explotara unos chorros de ella.

Mi mamá se dejó caer de frente y Héctor sobre ella. Su cuerpo tenía espasmos mientras ella no dejaba de apretar las piernas, aún con el pene de Héctor dentro de ella. Luego, Héctor se apartó y mi mamá continuó jadeando.

«Wow, eso fue muy intenso,» dijo Javier.

Mi mamá comenzó a reír. «Me encantó, qué rico,» respondió.

Luego, mi mamá se incorporó, tomó la botella que tenía Javier y bebió directamente de ella mientras se sentaba sobre él y lo besaba. Héctor se reponía del esfuerzo en el sofá de alado.

En eso, escuché que se abrió una de las puertas de las habitaciones. Era Daniela. Me escondí detrás de las escaleras y Daniela bajó y los miró.

«Oigan, si van a coger, vayan a una habitación,» dijo Daniela.

«No te enojes,» respondió Héctor en voz baja.

«Ya, en un momento nos vamos a la habitación,» dijo Javier.

Luego, Daniela se subió de nuevo. Cuando vi que mi mamá se levantaba de Javier, subí las escaleras.

«Venga, vamos a mi habitación,» dijo Héctor enseguida.

Me fui a la habitación de Javier, donde se suponía que estaba durmiendo. No pasó mucho cuando escuché que abrieron la puerta. Solo escuché a mi mamá decir: «Está dormido.»

Luego, cerró la puerta. Al ver que no se había quedado, supuse que se iba a ir con Héctor y Javier a pasar lo que quedaba de la noche con ellos.

En ese momento, no me sentía enojado ni molesto. Estaba excitado. Me masturbé recordando cómo se follaron a mi mamá e imaginando que la seguían follando en alguna de las habitaciones.

Por la mañana, algunos ya estaban despiertos. Bajé y Sofía me saludó.

«Hola, ¿cómo dormiste?» me preguntó.

«Bien,» respondí, aunque mi cara decía que no había dormido nada.

Lo curioso era que Javier estaba con ellos tomando una cerveza. «Tu mamá aún debe estar durmiendo,» me dijo.

«Ven, siéntate. Vamos a desayunar,» agregó Javier.

«Sí, supiera que los vi follándosela, ¿qué me diría?» pensé en ese momento.

Mi mamá y Héctor bajaron más tarde. Ella llevaba solo una playera que cubría su cuerpo.

«Iré por ropa,» dijo mi mamá.

En eso, Sofía se levantó. «Espera, deja traigo tu ropa que se mojó anoche.»

«Sí, muchas gracias,» dijo mi mamá.

Una vez que le entregaron su ropa, regresamos a nuestra cabaña. Yo salí detrás de ella.

«¿Te hubieras quedado?» me dijo mi mamá.

«No, igual me quiero dar un baño y cambiarme» respondí.

«Tienes razón,» me dijo mientras caminábamos.

No podía dejar de ver su cuerpo y cómo se movía al caminar. Sentía una atracción por ella que se me estaba parando. Una vez que llegamos, me dijo mi mamá:

«Venga, métete a bañar y no tardes. Igual me quiero dar un baño. Mientras le llamaré a tu papá para saber por dónde viene.»

Ese mismo día, por la tarde, mi padre llegó.

«¿Qué tal? ¿Cómo está el lugar?» preguntó, mi mamá, sonriendo respondió:

«No está tan mal. Me la he pasado muy bien,» dijo mi mamá, comenzando a contarle que habíamos conocido a los chicos.

«Genial, qué bueno que se divirtieron,» respondió mi padre.

Luego, él y mi mamá se fueron a su habitación, y yo me quedé pensando en mi mamá y su forma de actuar frente a mi padre después de haberle sido infiel.

Volvimos a la cabaña de los chicos, pero esta vez mi padre nos acompañaba. Los días restantes, no volvió a pasar algo similar. Me imagino que fue porque mi padre no dejaba a mi mamá sola. Los chicos y las chicas se marcharon del lugar unos días antes que nosotros. Pasaron a despedirse.

«Fue un gusto conocerlos, chicos,» dijo mi mamá.

Luego de unos días, regresamos a casa pero yo seguía sintiendo esa atracción por mi mamá que no podía sacar de mi cabeza.

110 Lecturas/9 septiembre, 2025/0 Comentarios/por lordlunatico
Etiquetas: amigos, hotel, infiel, padre, sexo, vacaciones, vecina, viaje
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