El cumpleaños de Cornelio
Cornelio, como festejo, le pide a su exesposa hacer un trío con su amigo (yo) inmediatamente después que uno de sus machos se retire deslechado habiéndosela cogido. Pero le añade un detalle más, ser nosotros testigos de ese coito sin que el amante se dé cuenta..
–¿Cómo te gustaría que festejáramos tu cumpleaños? –preguntó Stella a su exmarido–. Me refiero a hacer el amor conmigo, es decir qué posiciones o con cuáles compañías –añadió y precisó–, sólo compañías hombres, la única mujer sería yo.
–Quisiera que Ber y yo pasáramos la noche contigo…
–¡Fantástico! –exclamó Stella. Cabe aclarar que ya hemos hecho estos tríos, el primero lo relato en “Cornelio me pide hacer un trío con Stella”.
–Pero falta más, aún no termino –acotó Cornelio–. Quiero recordar la vez que vi cómo te cogía Carlos en nuestra recámara. Quiero verlos cogiendo, escondido en el closet, como aquella vez –señaló, refiriéndose a lo que alguna vez conté en “ECHAR LECHE DESPUÉS DEL AMANTE”.
–Bueno… –dijo Stella, moviendo la cabeza y mirando hacia el lado izquierdo, señal de estar recordando el momento.
–Lo vas a citar pidiéndole que venga con las bolas llenas de leche y tendrán entre dos y tres horas para que te deje toda su carga. También quisiera verlos cogiendo pachecos en el segundo palo. Luego lo despides por la puerta trasera, y, apenas cierres la puerta de la casa, ya estaremos sobre ti… –Concluyó Cornelio.
–¡Que rebuscado eres! Sabes que fuiste cornudo y quieres revivir lo que te pasó hace muchos años. Bueno, tú eres el festejado, pero la agasajada seré yo, si ustedes también vienen con sus dos hermosos tanques llenos… –dijo Stella apretándole suavemente los huevos a su exmarido, quien ya traía el palo tieso–. De una vez déjame apartar lugar en la agenda de ese garañón, pues como ya está casado… –explicó dirigiéndose al teléfono.
Cornelio escuchó la conversación telefónica que tuvo su exesposa, quien no dejaba de acariciarle el falo, el cual se lo sacó y hasta le dio un par de chupadas. Carlos y Stella quedaron de verse después de la comida. “Hace más de un mes que no me atiendes, siento que te estoy perdiendo”. “Está bien, que sea el viernes”. “Sí, te alcanzará el tiempo hasta para echarnos un porro en el intermedio y luego te vas a cenar a tu casa, ella ni se dará cuenta”. “A ver cómo le haces para no venirte de hoy al viernes, te quiero con los huevos llenos”. “Traes de la buena para fumar, y me dejas algunos carrujos para compartir con mis amigas”, escuchó Cornelio, entre otras cosas, porque seguramente el sábado y el domingo los pasa Carlos con su flamante esposa. Cuando Stella colgó, mi amigo se comenzó a despedir.
–¿Qué? ¿Me vas a dejar con ganas? –protestó Stella tomando a Cornelio con las dos manos del aparato para conducirlo a la recámara.
Hicieron lo que tenían que hacer… A las dos horas, aún desnudos, Cornelio le pidió una cinta métrica a Stella. Con ella tomó las medidas de las puertas corredizas del clóset.
–¿Qué quieres hacer? –le preguntó curiosa su exesposa.
–El jueves vengo a adaptar el clóset, que quede confortable para ver el show –respondió mi amigo mientras se vestía y le explicó brevemente lo que él iba a hacer y cómo quería que ella iniciara la seducción.
La idea era muy simple. La primera cogida sería como aquella vez: Carlos con los pantalones abajo, ella subiéndose la falda y quitándose las pantaletas etc. Ya reposados de la primera entrega, se desnudarían completamente fumando un cigarro de mariguana y a partir de allí ad libitum. En la recámara habría bastante luz. El clóset se desocuparía y se meterían dos cómodas sillas donde estaríamos nosotros dos, uno a cada extremo. Las puertas estarían corridas unos 40 centímetros de cada lado para que pudiésemos ver bien toda la acción, pero, para que ellos no nos vieran, Cornelio colocó espejos de visión unilateral en sendos lados. Cornelio se encargaría de las tomas de video y yo de las fotos fijas. Acordaron de llevar el viernes a los hijos con los abuelos.
El viernes, unos minutos antes de que llegara Carlos, el primer macho que hizo cornudo a mi amigo, nos instalamos, desnudos y con nuestros celulares, en el interior del closet, sentados cómodamente. Efectivamente, la visión era excelente para estar de voyeur y hacer las tomas fotográficas y de video. Vimos cuando llegaron Stella y su galán al cuarto, tomados de la mano. Una vez que estaban frente a la cama, Stella se volteó para darle un beso, lo abrazó y le restregó el pecho y el pubis a su amante, a quien de inmediato se le hizo evidente la erección. Se abrazaron y besaron apasionadamente.
–¿Te pudiste contener al coger con tu esposa? –le preguntó Stella apretándole el bulto.
–Sí, vengo con los huevos llenos de amor, como me pediste, putita… –contestó Carlos metiéndole la mano bajo la falda.
Stella le bajó los pantalones y la trusa a Carlos, los cuales quedaron arriscados en los pies del amante. Ella se quitó las pantaletas; se alzó la falda; tomó la rígida verga de Carlos, se la ensartó en la vagina y, colgada del cuello de Carlos, lo abrazó con las piernas por la cintura. Él la sostuvo de las nalgas y se movieron hasta venirse. Cornelio tomaba el video con la mano derecha, pero con la izquierda hacía lo mismo que yo: se restregaba el pellejo del tronco lubricándolo con el presemen. En las mejores capturas de las fotos que estaba tomando tenían a Stella y Carlos con los ojos cerrados, ella con la cabeza hacia atrás y el pelo se agitaba al vaivén de las embestidas que le daba el macho. ¡Sí, yo estaba calentísimo!, pero estaba más impresionado cuando se vinieron ya que esa era la repetición de la escena que contempló mi amigo cuando supo que era cornudo.
Carlos, sin terminar de sacarle el pene a Stella, la resbaló para que ella descansara sobre sus pies en el piso y, al tener las manos libres, le bajó los tirantes del vestido que cayó al piso, dejando a Stella solamente con el brasier. Carlos levantó las copas del sostén provocando que las chiches se cayeran de golpe y, ante tan bello panorama, se puso a mamarla. Stella lo abrazó y se dejó caer hacia la cama llevando en su caída a Carlos.
Lidiando contra la gula del mamador, la exesposa de Cornelio le quitó la camisa y la camiseta a su amado e hizo lo mismo con el broche de su sostén, quedando completamente en cueros. Carlos, sin haberse deshecho de sus pantalones y aún con los zapatos puestos volvió a meterle la verga a la bella Stella (¡Cómo me hubiera gustado estar en el lugar de ese macho!) quien automáticamente volvió a rodear la cintura de su adorador. Un coito más y quedaron extenuados.
Stella se repuso más rápido, y se levantó para quitarle los zapatos y demás ropa inferior a Carlos. Fue hacia la cómoda donde había una botella de licor de la cual sirvió dos vasos.
–¿Trajiste los carrujos de mota? –preguntó a su amante al darle el vaso.
–Claro que sí, mi amor, pero primero fúmate ésta, hasta dejarla limpia… –dijo Carlos, meneando su desfallecido miembro con la mano.
–¡Salud! –dijo ella chocando su vaso con el de Carlos y asegurando el pene entre sus dedos.
Carlos se estiró para alcanzar su pantalón, de donde extrajo un paquete. En ese momento volteó hacia el closet descubriendo el espejo y sonrió. Seguramente pensando lo que casi todos sabíamos de ella: a Stella le gustan los moteles donde abundan los espejos, hasta en el techo para ver desde todos los ángulos la manera en la que se la cogen. Abrió el paquete y se lo mostró a Stella.
–¿Te alcanzarán para compartirlos con tus amigas? –preguntó mostrándole una docena de carrujos–. Es orgánica y de las más pegadoras – Dijo al ponerse uno en la boca y volvió a meter la mano en la bolsa para extraer un encendedor.
Stella ya había soltado el falo de Carlos al tomar los carrujos y colocó éstos en el cajón del buró. Se inclinó sobre la flama del encendedor para prender su porro. Carlos tomó el cenicero después de encender su canuto y se acostó. Ambos aspiraron el humo de la hierba filtrando aíre adicional produciendo el clásico siseo con el que demuestran el placer de fumar la droga.
–¡Ay, ya llevo dos de aquí y aún no he fumado de ésta! –señalando con la cara primero al cigarro y después al palo de Carlos que engulló completo. Otra fumada y otra mamada… –¿Qué cosas nuevas me puedes enseñar con esto? –preguntó lanzando risitas al moverle el falo a su querido.
–Ya te he cogido de todas las formas que sé, la única que no me permitiste fue venirme sin condón cuando ovulabas. Quedarías preñada, ¡hubiera sido formidable! –exclamó exultante.
–¿Qué hubieras hecho si me embarazabas? –preguntó Stella
–Lo que tú me hubieses pedido hacer, incluso fugarnos lejos de aquí –Aseguró y la besó en los dedos del pie.
–La verdad, no sé si de mis críos alguno sea tuyo. Recuerda que a veces cogimos sin condón y éstos pudieron darse alguna licencia… –y Stella soltó unas carcajadas; acercó su rostro a los cojones y los besó– ¡Ja, ja, ja! ¿Me muestran su licencia de embarazar? ¡Ja, ja, ja!
–Esas veces, me salía antes de eyacular –justificó Carlos–. Aunque sí, fueron muchas…
–Sí, pero al rato otra vez estábamos calientes y volvías a penetrarme. También te volvías a salir, pero… –declaró antes de soltar el llanto.
Los lamentos de Stella contrastaban con las carcajadas que soltaba Carlos y repetía “¡Ja, ja, ja ! El cornudo. Ja, ja, ja…!” Stella lloró con más fuerza y, cerrando el puño, golpeó a su macho en los huevos diciendo “No te burles de él. Sí, deben ser todos hijos de Cornelio, él siempre me cogió sin condón y sentía su riego”, volviendo a llorar mientras que el garañón se dolía del golpe. Veía que Cornelio se mostraba angustiado al escuchar ese diálogo y le acaricié un muslo para sacarlo de ese estado. Se fueron calmando. Carlos encendió la bacha que ya se había apagado y le ofreció fuego a Stella para que hiciera lo mismo. Entre sollozos fumaron en silencio, mirándose eventualmente a los ojos, si mostrar alguna expresión en el rostro, parecían estar desconectados del mundo. Entre una de esas miradas, Stella sonrió con mucha coquetería, lo que fue una señal de perdón.
–Siempre te he amado, putita –dijo Carlos acercando su boca a la de ella para besarla.
Pero justamente antes, Stella le había dado una gran calada al churro de cannabis y la expelió en la boca de su macho al ser pillada por la sorpresa del beso. Ambos tosieron y rieron. Dieron una última bocanada al cigarro y lo apagaron en el cenicero.
–Dame por el culo –pidió la puta colocándose en cuatro.
La vista que teníamos desde nuestro escondite era completamente de perfil. Carlos estuvo un buen tiempo lamiendo el ano de Stella y metiéndole repetidamente un dedo, después dos, luego tres…
–¡Méteme la verga ya, no pierdas tiempo! –exigió Stella.
Nosotros estábamos con el palo muy parado, pero al galán se le doblaba cada vez que lo intentaba, le faltaba rigidez para vencer la resistencia del esfínter. Así que cambió de vía a la que evidentemente estaba más usada y lo metió en la vagina. Stella no protestó y se movieron lo suficiente para que ella tuviera varios orgasmos consecutivos. No nos perdimos ninguno de los movimientos que las tetas tenían al balancearse y nos la jalamos en silencio. Carlos supo que la reunión había concluido. Stella se acostó para ver a Carlos mientras se vestía.
–Acuérdate de salir por la puerta de servicio. Que nadie te vea –explicó Stella cuando Carlos se despidió.
Fue buen lugar para estar de mirones. Lo que sí se nota, es que una vez que Stella fumaba ya no se acordaba que ahí estaban ustedes y se le salió decir que probablemente Cornelio fue un cornudo completo, con regalito del sancho. Qué lástima que al tal Carlos no se le ocurrió lo que cualquier hubiera hecho: cogérsela de perrito frente al espejo para gozar el bamboleo de las tetas. Ustedes los habían visto de frente, con los gestos que da la calentura máxima, desbordándose en gritos desde el inicio hasta el clímax.
Así es es un sopor como estar borracho (dice Tita y me consta, aunque sólo la he fumado cuando me la insufla en la boca, pero también me dio un brownie feliz y ese si me puso a volar) y ni se acordó que estábamos viéndola y escuchándola. Los hijos se parecen a los esposos, aunque no sabemos…
¡Cierto, qué lastima que no pudimos tener una foto de ellos así, y cuando estuvimos con ella, ni de las fotos nos acordamos, sólo queríamos coger.
¡Vaya! Tu amigo quería sentir las mismas emociones que la primera vez que se supo cornudo. Pero no se esperaba escuchar a su esposa (bueno, exesposa) dudar sobre de quién serían los críos, y lo peor, que se lo decía al amante, e despreciaba u olvidaba que Cornelio la puso ahí. Por su parte, el amante, en un rato de catarsis, se burlaba del cornudo, pero en realidad, sufría al no haber sospechado de esa posibilidad.
Bien ganada su medicina al cornudo por querer manipularlo todo. La única manera para salir de dudas es el ADN…
Parece que sí, solamente con pruebas de ADN, pero ni Saúl lo ha hecho con su hija, tampoco Eduardo con la suya (Quiero hacer un gato), pero en este caso es evidente que eso quería Adriana y Eduardo lo aceptó.
Pues Cornelio quería emociones y las tuvo…
¡Tómala, Cornelio quería sentir el friito de los cuernos como antes, pero sufrió tremenda cornada! ¿Qué hará ahora?
Sí, cuando una está pacheca, es como si estuviese borracha. Así le pasó a Stella, dijo la verdad, ella dudaba sobre quién era el padre de alguno o algunos de sus hijos. Para acabarla de amolar, como mala suerte, se muestra que no se cuidaban lo suficiente. No basta con salirse antes de eyacular pues algunos espermatozoides pueden salir con el líquido preseminal, y, para mostrar su ignorancia, dicen que para el segundo coito también se la sacaba antes, ¡pero se la metió mojada con la lefa del coito anterior y seguramente con esperma aún en el conducto!
Están una para el otro: puta caliente e ignorante caliente.
Pues tú tampoco te cuidabas lo suficiente. Hace como 10 años nos supimos que desde los 19 años (supongo por tus relatos) te cuidabas con el método Billings, pero es similar a la probabilidad de la ruleta rusa. De ahí tu primero y tercer embarazos, éste último causado por Roberto, tu primer amante (en el segundo, Saúl, tu marido se fue con todo para hacerte «su cigüeña»), incluso detallaste hace dos años, en «Felicitación telefónica en Navidad», la manera en la que te preñó Roberto. En ese caso te queda «Están una para el otro: puta caliente e ignorantes calientes» que muy bien aplicaste a Stella y Carlos.
Saúl supo tomar la afrenta con calma y con amor hacia ti. No sé qué hacer con Cornelio, aún está shokeado y es capaz de hacer exámenes de ADN, pero ¿para qué?
¿Qué más? ¿Cómo estuvo el trío de ustedes con Stella? ¡Queremos una segunda parte! …y que sea buena para contar los detalles, para bajarme la calentura a pajazos mientras la leo.
Pues lo demás, también estuvo bien… Creo que tú si te mereces que escriba la segunda parte.
¿Por qué no contaste lo que siguió? Seguramente porque ahora sí hubo trenecito, ¿Cornelio fue el cabús? ¿Te dolió al principio?
Sabemos que Stella los pone como quiere verlos. Aunque no lo creas, así como a ustedes les gusta ver a las mujeres agasajándose entre sí (al menos mi marido y Pedro se calientan viendo cómo nos amamos Dalita y yo, lo mismo pasó con Bernabé ciando estuve con Teya), a las mujeres también nos prende ver a los hombres puteando frente a nosotras. A mí sólo me ha tocado ver 69 y me chorreo con la cara que ponen., pero no una penetración por el culo. Cuéntanos qué pasó cuando se fue el macho de Stella.
No, no hubo trenecito ni algo parecido aunque sí mamadas ricas y un 69 a petición de Stella, ya sabes cómo es. Sí, voy a contarlo, mi amor, por tus nalgas y por las ricas tetas de Ishtar. Mándenme fotos de sus pajas cuando lo lean.