El cumpleaños de Cornelio (colofón)
Puesto que hubo comentarios que preguntaban qué pasó una vez que se retiró el amante de Stella, cómo estuvo el resto del festejo, además que querían saber cómo digirió mi amigo las palabras de su exesposa sobre la paternidad de los hijos, va este relato adicional..
Una vez que escuchamos que Carlos, el amante de Stella, cerró la puerta exterior, salimos desnudos del escondite donde habíamos grabado y fotografiado la sesión de sexo.
–¡Ya se me había olvidado que estaban ustedes ahí! –exclamó Stella al vernos.
Cornelio se fue directamente a chuparle la vagina recién usada a su exesposa, tal como lo había hecho hace años. Yo, con la verga muy erecta, no me quedó otra más que ver y tomar fotos de ese acto de amor.
–¡Te amo, puta! –le decía Cornelio a Stella, entre mamada y mamada, agarrado a las tetotas de la señora.
–Yo también te amo, mi cornudo –contestaba ella agarrada del cabello con el que movía a su gusto la cabeza de Cornelio para masturbarse con el rostro de éste.
A los pocos minutos de sorber clítoris, labios y demás, Cornelio le abrió completamente las piernas a su mujer y le clavó el pene hasta el tope. “¡Ah…!” exclamaron al unísono y el apretón de las piernas de la puta alrededor de la cintura del exesposo caliente fue la señal para que iniciara la trepidación del coito. Puse la cámara en modo video y gocé la escena con sus gritos de exclamación, en todas las expresiones se incluían las palabras “puta” y “cornudo”, según de la boca donde salían… La cara de Stella era un poema por las gesticulaciones y aullidos a la que los orgasmos consecutivos la obligaban. Cornelio disfrutaba también de los gestos y gritos que daba Stella, además de las sensaciones en la verga en cada limada que le daba en la vagina. Mi amigo le daba más rápido sin sentir ni quejarse de los arañazos en la espalda.
Por fin, Cornelio se vino abundantemente cuando Stela lo soltó al perder el conocimiento. Después de eyacular, quedó acostado sobre ella. Él sudaba y jadeaba tomando aire, ella seguía inerme y un hilillo de baba resbalaba de su boca abierta. Yo me asusté y dejé de grabar.
Cornelio se levantó y Stella abrió un poco los párpados que dejaba ver un ligero estrabismo de los ojos.
–¿Quieres mover atole? ¡Cógete a la puta! –me dijo sonriente al acostarse al lado de su exesposa.
Stella me miró indiferente, pero abrió las piernas esperando mi acometida. Le sonreí y ella contestó con una mueca de sonrisa. Se le notaba el agotamiento causado por la fornicación. Me limité a lamerle las ingles, la entrada de la panocha peinándole los vellos con la lengua, y seguí con los labios y clítoris. “¡Qué lindo eres Ber!”, dijo y tomó mis cabellos cuando metí la lengua para tomar el atole. “Puto…” susurró al comenzar a mover el pubis y presionar mi cabeza contra su pepa. ¡Es tan puta que comenzó a salir más flujo! que lamí gustoso. Cornelio se colocó de costado y más cerca de Stella para chuparle una chiche; trató de revivir su miembro acariciándolo en la base del tronco y se asomó una gota de semen en el brillante glande. Volteé los ojos y se me antojaron las humedades que le ponían reluciente el pellejo del prepucio y sus huevos; alargué una mano para jugarlos con la mano. Seguí mamándole la cuca a Stella, pero cambié mi boca para lamerle todo el aparato a Cornelio “Son muy putos…” volvió a susurrar ella al percatarse de mis movimientos y, luego de dejarme dar unas chupadas, me tomó de la cabeza para voltearla hacia su vello y la presionó para meter mi nariz en su raja. Lamí otra vez a la insaciable puta, pero comencé a hacerle una lenta chaqueta a mi amigo Cornelio. “Quiero verga, métemela Ber, tú la tienes muy templada”, exigió, lo cual era cierto, y solté la de Cornelio, que seguía exangüe, pero precisamente así me parecía apetitosa. Ya habría otra oportunidad para saborearla, aún era temprano…
Satisfice el requerimiento de Stella sacándole un tren de orgasmos más y me vacié en ella. Me resbalé al costado opuesto al que se encontraba Cornelio y me apropié del pezón desocupado de su exesposa. Mi amigo se encimó sobre el abdomen de Stella y se puso a mamarme el pito… “¡Putos…!”, dijo Stela una vez más. Mi verga volvió a responder y creció hasta salirse de la boca de Cornelio y él volvió a su lugar mamándole la otra teta a su mujer. Dormimos como bebés mamando y siendo acunados por los brazos de Stella casi una hora.
–¡Despierten, par de putitos mamavergas! –gritó Stella moviendo nuestras cabezas–. Tenemos que cenar, me esmeré para tener un sabroso festejo –explicó poniéndose de pie.
–¡Con esas nalgas me festejarás muy bien, putita!, ven a la cama… –dijo Cornelio cuando Stella comenzó a caminar hacia la cocina, y yo estaba de acuerdo con él…
Stella nos dijo “Hay que reponer energías, va a hacer falta para lo que viene” y puso la mesa. Trajo la cena “Hice lo que más te gusta, mi amor”, le dijo a Cornelio al darle un beso tronado en la boca y tomó su pene para completar “…además de esto”, tallando el glande en su pucha. Comimos desnudos, entre besos y manoseos. Al final recogió los trastos diciéndonos “Esperen aquí sentados, traeré el pastel”. Regresó con un plato donde había un pequeño brownie, al cual le faltaba una rebanada y en ese lugar tenía una vela, la cual prendió y le pidió a Cornelio que la apagara después de que cantamos “Las Mañanitas”.
–¿Por qué le falta una rebanada? ¿Te dio hambre y te la comiste cuando terminaste de hacerlo? –preguntó mi amigo.
–No, la corté para Carlos, le gusta mucho, la envolví y la guardó en su mochila antes de irnos a la recámara –explicó–. Además, fuimos convocados cuatro a la fiesta…
–Está rico, pero sabe raro –dijo Cornelio.
–Me gusta mucho y es la segunda vez que lo hago, se llama “Brownie feliz” –explicó y a mí me “cayó el veinte”.
Sólo había ingerido la tercera parte y decidí no seguir comiéndolo, aunque sí estaba muy rico. Ellos sí lo terminaron. Yo me serví más café para intentar disminuir los efectos de la mariguana ingestada.
–¡Vamos a bailar! –exclamó Cornelio y prendió el aparato de sonido.
–¿Tú hiciste el trabajo de maceración del ingrediente principal? –le pregunté a Stella mientras mi amigo seleccionaba la música.
–No, es muy tardado. Una amiga me vendió una barrita de mantequilla preparada –contestó–, lo demás es fácil, como hacer un pastel normal. La vez anterior, hace como un año, sí lo hicimos completamente Carlos y yo. ¡Nos pusimos una peda de miedo!, casi dos días estuvimos encamados…
–¡Qué rico ha de ser tenerte tanto tiempo en la cama! –exclamé tomándole las tetas.
–La pasamos bien, pero sólo era un macho que se movía muy despacio y a veces se quedaba dormido –dijo antes de que Cornelio la jalara hacia él para bailar.
Llevé los trastos a la cocina, tiré a la basura lo que quedaba de mi pastel, lamentando que tuviese THC pues estaba muy rico y me puse a lavar trastos. Cuando regresé a la sala, ellos seguían bailando, pero lo hacían suavemente como dos enamorados, sin considerar el ritmo.
Yo también empecé a sentir los efectos y me senté en el sillón tomando un café exprés doble que me había preparado para mitigar los efectos de la pequeña mordida que le di al pastel. Veía los manoseos de los tórtolos y los restregones de verga que mi amigo le daba a su exmujer, se me antojó participar, pero el momento era de ellos y me limité a jalarme la verga suevamente, excitado por los pliegues que se le hacían a Stella en la piel de las nalgas cada vez que Cornelio se las apretaba, tratando de acercar el pubis para penetrarla, pero todo quedaba en puntazos.
–¡Te amo, puto! –gritaba Stella con voz ya pastosa y se reía mucho.
–¿Entonces por qué me hiciste cornudo, Nena? –reclamaba él con voz quebrada y a punto del llanto.
–Porque me gusta coger y necesito muchas vergas, mi amor –contestaba ella con cinismo acariciándole los testículos.
–¿Las necesitas para que te hagan hijos? –preguntó llorando el cornudo.
–Estás borracho, mi amor. Siempre me cuido. Sólo tú te has venido en mí sin condón y en los días fértiles –contestó la puta y se hincó para chuparle el pito a Cornelio quien lo tenía muy parado.
Se acabó la selección de música que había hecho mi amigo. Tomé el control y apagué el aparato. “Vamos a la cama”, les dije y, tambaleando, caminaron abrazados a la recámara.
–¡Te amo, Nena puta! –gritó Cornelio dejándose caer en la cama con Stella abrazada a él.
Se revolcaron deliciosamente y yo me la chaqueteé viendo el espectáculo, pero cuidando de no venirme. Entre palabras soeces de reclamos del marido por dejarse embarazar y contestaciones donde Stella lo negaba llorando y le preguntaba si no le gustaba a él lo que sabía hacerle, dándole a entender que lo aprendió en otros brazos, abundaban los quejidos débiles que delataban orgasmos. La demostración que era así se notaba en las chorreaduras de atole que escurrían de la raja de Stella en cada bombeo que Cornelio hacía, hasta que éste soltó a su mujer y rodó a la cama acostándose boca arriba.
–Ya se me cansó un burro. Ven acá, Ber, necesito más… –ordenó la hermosa mujer abriendo las piernas.
Me fui hacia su babeante panocha para lamer los jugos y semen que salían interminablemente de su vagina, magreándole las tetas a dos manos. Pero luego, sin soltarla de las chiches, cambié de posición para chupar el pito reluciente de Cornelio, quien respiraba agitadamente, producto del esfuerzo cogedor y los efectos de la borrachera cannábica.
–¡Puto, es conmigo, al rato se la mamas a él! –exigió Stella.
–Sólo se la limpiaba –le contesté al penetrarla–además, está rico el atole, prueba… –añadí antes de besarla.
Yo estaba sobreexcitado por la función de porno que presencié y el estado placentero en el que el brownie me había colocado. Le metí la verga durísima con una pasión lujuriosa inusitada; me moví muy rápido repitiendo los movimientos de mi pene en los movimientos de mi lengua. Sólo escuchaba intermitentes “¡Mjh, mjh”, porque con la boca ella no podía gritar; yo sentía en mi cintura la presión del candado de sus piernas hasta que todo cedió de golpe: Stella se había desvanecido. Seguí con el mismo ritmo hasta que mis bolas se vaciaron.
Cornelio seguía en su viaje, acostado con la boca abierta y los ojos cerrados. No pude resistirme, yo quería más y me salí de Stella para colocarme en un perfecto 69 sobre Cornelio, metiendo limpiamente la verga, ya pachicha, en la boca de mi amigo y le mamé la suya, sintiendo de inmediato su respuesta en las chupadas que él me daba.
Al poco tiempo suspendí el 69, quitándole mi verga a Cornelio, como quitarle el chupón a un bebé dormido. Y me fui al cuerpo, aún inerme, de su exesposa para hartarme de los líquidos que soltaba su vagina sumamente usada en pocas horas, y aún faltaba más.
Supe que Stella ya había vuelto en sí cuando sus manos presionaron mi cabeza contra su pubis para que continuara dándole lengua. ¡Vaya que es una puta insaciable! Tiene razón al decir que un solo hombre no le es suficiente…
En el transcurso de la noche, cogimos muy rico y de varias maneras. Nos chupamos unos a otros toda la piel hicimos varios 69. Ellos no decían no, pero casi nunca proponían nada y sus movimientos eran lentos, salvo cuando la lujuria se apoderaba de su mente. Stella quedó muy escoriada de la vagina y el culo, nosotros del glande, pero todos continuamos con el festejo a Cornelio hasta el amanecer del domingo. Ellos fueron a recoger a sus hijos y yo a descansar a mi casa, donde pude ponerme crema en la verga para suavizar las despellejaduras por el uso excesivo.
El lunes en la mañana, temprano, recibí un mensaje de Stella: “¡Gracias, Ber, estuviste formidable!” del cual me envanecí pues yo fui quien se la cogió más. Pero al llegar a mi trabajo, Cornelio fue a verme y me mostró un mensaje similar que recibió de si ex: “¡Gracias, amor, estuviste formidable!” y sólo pensé “Esa puta no sabe quién se la cogió más”.
–Le gustó cómo la amas, ¡felicidades! –le dije, y entonces recapacité “Cornelio no se la cogió más, pero sí mejor, pues el amor no se deshace”.
–¿El viernes vemos las fotos y el video? –me preguntó Cornelio y yo accedí –Te espero a las nueve en mi departamento.
El viernes, después de los primeros tragos, entre las botanas, conectamos los teléfonos a la pantalla. Mientras veíamos la secuencia de las fotografías que tomé Cornelio preguntó:
–¿Por qué crees que Stella sea tan puta? Me parece que lo es más que Tere –señaló refiriéndose a su novia– quien sí trabaja de puta.
–Pues coges muy rico con dos putas, pero son distintas. Tere continúa estudiando en posgrado, trabaja en sus salas de lectura y aporta novedades técnicas a sus colegas de otras salas. Además, se entretiene en las conversaciones que hace con los clientes del centro nocturno, donde ella escoge a quién tirarse. Pero Stella no tiene más actividad que la de ama de casa, carga que resuelve en mucho con el apoyo de la sirvienta y el resto del tiempo lo dedica a coger para ser feliz, no hay más alicientes. Tú mismo, fuera del trabajo, solamente piensas en coger. Además de Tere y Stella, tienes a tu sirvienta Mary, y esporádicamente algunas vecinas y otras compañeras de trabajo. ¡Así somos! Si no tenemos alguna actividad que nos atraiga lo suficiente, nuestro pensamiento va hacia el bendito sexo –contesté.
–¿Los hijos serán míos? ¿Cuáles sí, cuáles no? –preguntó con evidente angustia–. Creo que tendré que hacerles análisis de ADN…
–No pienses en ello, Carlos mismo no sabía, dijo que no se vino en ella y lo corroboró Stella.
–¿Alguno será de Guillermo? –preguntó angustiado.
–Mira, paranoico, cuando llegaron los demás, tu esposa ya usaba DIU, no te atormentes.
–Tienes razón. Además, ¿qué voy a hacer si alguno no es mío? –pregunto perplejo.
–Todos son tuyos, lo dice el acta de nacimiento y el amor que les das y te dan los críos –dije y asintiendo se calmó.
Cuando vimos los videos no pudimos evitar bajarnos los pantalones para jalarnos la verga, las cuales nos limpiamos mamándonos mutuamente. A la segunda repetición del video, yo se la jalé a él y él me la jaló a mí. Después de mamarnos, ya que quedamos limpios, nos volvimos a subir los pantalones y brindamos por Stella.
Con más alcoholes adentro, volvió su necedad sobre la paternidad. Mismas quejas, mismos argumentos, etc. “No metas a los niños en esto, te puedes arrepentir para siempre”, fue lo último que le dije cuando me retiré.
Pobre Cornelio… Si se le ocurre salir de la duda y alguno no es hijo suyo, seguramente lo tratará mal y quizá hasta se lo reclama al crío, como si éste tuviese la culpa. ¡No! Por favor, adviérteselo, sería crear fuertes problemas para todos. Cada vez que conozco casos así, amo más a Saúl, y también a Eduardo… Gracias a Dios, sus hijas crecieron felices.
Dices «casos así». Las putas descuidadas y calientes abundan, como tú sabes. Si los papás creen que son los padres biológicos, no hay problema. La verdadera definición se da cuando descubren que les echaron una mano con el esperma en el óvulo de su esposa…
Roberto ayudó a Saúl, y éste ayudó a Eduardo. Por eso los amas.
¡Llévenme a conocer a Stella! Seguro que entre los tres y unos carrujos la dejamos bien servida en el viaje al Paraíso
¡Ja, ja, ja! ¡Crees que ella dirá que sí al conocerte?
Lo dicho, este tipo de asuntos provocan zozobra. Se requiere de madurez para aceptarlo. La mayoría de las mujeres, cuando estamos calientes, en lo último que pensamos es en el esposo y en la posibilidad de quedar embarazadas. Por ello conviene usar métodos anticonceptivos sistemáticamente.
Eres muy sabia, Vaquita, pero ¿lo hacías a los 20 años? A esa edad, las putas calientes no piensan cuando la tienen adentro; es más, a veces se calientan tanto que quieren la «vacuna» y que ésta les prenda, no dejan que uno se salga sin dejarles la leche adentro. No fueron pocas las veces que he sabido que pasó así…
Pues ya entendí y me gustó leer lo que pasó en el trío, pero ahora me dejaron con las ganas de imaginarme, en la reproducción del video, cómo fue que se la mamaron (¿se habían puesto de acuerdo en que se limpiarían uno al otro después de jalársela? ¿fue por antojo de uno y correspondencia del otro? ¿ya es costumbre? ¿son homosexuales declarados?), asimismo, quiero saber cómo se dio lo de la chaqueta mutua (¿a quién se le antojó? ¿se sincronizaron automáticamente o iban a distinta frecuencia?)
¿Me darías esa función en un próximo trío?
¡Sí que eres caliente…!
Bueno, ya vi que sólo hubo lo de costumbre. Quizá, cuando estuvieron solos pudo haber pasado algo más, pero ni por asomo cuentas bien qué pasó.
No, no hubo penetración. Tranquila…