El día que cambió mi vida matrimonial.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sucedió un día como cualquiera en mi vida, mi esposa y yo fuimos al banco a pagar unas cuentas; como siempre me quede atrás esperando mientras Mireya (mi esposa) se acercaba a la fila para hacer los depósitos que debíamos hacer.
Desde el principio me percaté que un tipo muy desfachatado la miró con ojos llenos de lascivia desde que ella entró, clavandole los ojos en la parte frontal del pantalón.
Luego mientras caminaba y sin quitarle la mirada, le miraba a placer los senos, su cara y su figura que resaltaba bajo su blusa y su pantalón.
Me dio mucho coraje ver esto pero en lugar de hacer algo sólo atiné a seguir mirando.
Acto seguido, el le miró fijamente el trasero mientras caminaba y murmurando algo se levantó de su lugar y fue tras ella.
Mireya se dio cuenta de todo, pero no hizo absolutamente nada por retirarse de allí.
Los dos en la fila avanzaban conforme las personas pasaban a las cajas.
Yo seguía mirando, pero no hacía nada y no se porqué.
Traté de distraerme con algunos folletos que había en aquella mesilla de enfrente a la salida cuando me percaté que ese tipo empezaba a hablarle a mi esposa, no se de que pero empezaron a platicar muy discretamente.
Ella con nerviosismo alardeaba algo, pero a la vez sonreía a lo que el tipo aumentaba su intento de conquista.
En alguna ocasión le tomó de las manos pero ella rápidamente las quitaba, supongo que porque estaba yo a lo que ella comentó algo de mí pues con discreción vi que señalaba a algún lugar de donde yo estaba.
No pude más y cuando al fin pasó Mireya a la caja, el tipo ese no dejaba de mirarla, de subir su mirada desde los hombros hasta las pantorrillas, de arriba a abajo deteniéndose seguido en sus apretadas nalgas.
Aquel tipo la desnudaba con los ojos y herví cuando vi que descaradamente se sobaba su entrepierna.
No se como nadie se dio cuenta de esto pero mi paciencia había llegado al límite.
Cuando al fin salio lo enfrenté, a lo que el mequetrefe aquel solo hacía muecas de burla y desdén, haciéndose el desentendido.
Su sonrisa burlona cambio cuando mi puño derecho se estrelló en su cara y mi pierna en sus muslos.
Le dije hasta de lo que se iba a morir y luego tomando a mi esposa nos marchamos de aquel lugar.
El coraje me duró todo el día y recuerdo que cuando le reclamé a mi esposa, esta solo me alegaba que no se había dado cuenta de nada y que el fulano solo le había preguntado algunas cosas del banco.
Pasaron algunos días, el asunto casi se me había olvidado por completo cuando ese desafortunado día tuve que darme cuenta de algo fatídico para mí.
Por asuntos de trabajo pasaba cerca de la casa aquella mañana por lo que decidí pasar y ver a mi mujer al menos un momento.
Eran como las 11 de la mañana cuando llegue a las puertas de mi domicilio, saque mi llave y con cuidado abrí.
Entre y vi algunas cosas del mandado en la mesa del comedor.
Todo normal.
Parecía que no había nadie, pero el estéreo de la sala tocaba una suave melodía.
Avance hacia adentro de la casa, pase junto al baño y entré a orinar.
Fue entonces que escuche aquellos raros ruidos que provenían de una de las habitaciones del fondo, lo que se me hizo raro pues casi nunca teníamos visitas; decidí inspeccionar lleno de una extraña sensación que comenzó a invadirme y a hacerme temblar de pies a cabeza.
Sin llamar me acerque poco a poco y de igual manera se me fue congelando la piel por los gemidos que entonces pude distinguir.
Quería seguir avanzando pero mis piernas no me respondían cuando reconocí la voz de mi esposa y unos frecuentes y prolongados chasquillos que eran respondidos con sus largos suspiros femeninos.
Con loco frenesí y llena de placer, Mireya gemía como loca una y otra vez diciendo ¡aaaah.! ¡ooouuuh! ¡papacitooo.!
Esto sucedía una y otra vez.
La puerta de aquella habitación estaba entreabierta, lo suficiente para darme cuenta de todo y con lentitud y lleno ansiedad me acerque más para ver que sucedía y.
ahí estaba. el tipo aquel que en la sucursal bancaria alardeaba a mi mujer, desnudándola lascivamente con la mirada.
La escena era terrible pero muy erótica, algo dentro de mí me hizo sentir una extraña y desquiciante sensación de ansiedad y deseo.
Mireya abrazaba al tipo por la cabeza y acercándole a ella, sobandole los cabellos y levantando frecuentemente la cabeza seguido de sus alaridos; sus senos desnudos eran literalmente tragados por la boca de aquel tipo y su lengua giraba frenética y circularmente por sus pezones erguidos.
Hacía esto una y otra vez.
Parecía que lo disfrutaban porque las mejillas de sus caras ardían mientras las grandes manos de aquel sobaban las duras piernas y las redondas nalgas de mi mujer que aún eran cubiertas por la diminuta pantaleta beige que ella lucía entonces (y que tanto me gustaba pues le hacía ver un trasero bien apretado y frondoso y que bien compaginaban con el tono moreno claro de su piel).
Yo no podía creer lo que veía pero mi entrepierna comenzó a respingarme con fuerza, ellos sin embargo no se habían dado cuenta de que yo estaba ahí y seguían en lo suyo.
El tipo se cansó de acariciar y apretar sus duras nalgas, luego metió su mano con ansiedad bajo la pantaleta y ella se pegaba a él con locura besando su boca, sobando y entrelazando sus lenguas con pasión y ansiedad.
El ya no tenía camisa y su dorso moreno y con algo de bello fue recorrido ahora, por la boca de Mireya bajando poco a poco hacia la parte que al parecer ella tanto deseaba tener, deteniéndose en las tetillas del hombre.
Permanecí ahí sin decir ni hacer nada.
Alguna lágrima salió de mi pero también debo decir que a la vez disfrutaba de aquello que veía.
Ella bajo más y más por el dorso del tipo y yo sentía que iba a explotar de pasión, con las manos bajo el pantalón del tipo y lamiendo sus peludas y largas piernas, bajo la trusa sorprendiéndose con gozo al mirar el largo y venoso cuerpo del pene de aquel tipo que tenía ya el glande morado y a punto de explotar de la excitación.
Nunca olvidaré la cara de ella y la manera como con desesperación comenzó a lamerlo y a introducirselo en la boca.
El temblaba de placer y con los ojos en blanco se acercaba ritmicamente por la nuca a Mireya para sentir el calor de su boca y el baile de su lengua, que chupaba con locura glande y testículos, su lengua que debo decir, era deliciosa larga y rasposita, (a mi me encantaba que me la mamara, pero en pocas ocasiones me lo hacía y no se porque).
Y ahí estaba, chupándole el pene con desesperación y delicia a aquel tipo, hincada frente a él, hundiendo su cabeza de arriba a abajo del grueso cilindro de carne el cual no cabía del todo en ella y sobando sus velludas piernas.
Así estuvieron por largo rato.
Baste decir que ella se cansó de recorrer todo el miembro de aquel tipo, una y otra vez, sin cesar, glande, testiculos y entrepierna por igual extendiendo su lengua por todos lados.
Finalmente con un grueso grito, él se vació en ella, gritando con locura y ya sin tapujos alardeando ¡mamacitaaa. lo sabíaa preciosaa! mientras ella se atragantaba con todo el liquido caliente que este expulsaba en su boca.
Pensé que eso sería todo, pero el loco y desquiciante sujeto no tenía llenadera por lo que con un brusco movimiento levantó con ansiedad a mi mujer y la colocó de espaldas recostada en la cama, para mirarle su espalda desnuda y sus grandes nalgas.
Ella comenzó a gemir de nuevo y parándole las nalgotas que tenía, el tipo hizo lo mismo con ella, metiendole la lengua en sus dos orificios traseros.
Ambos gritaban y se retorcían de placer mientras el mordía y acariciaba con locura sus nalgas, lamiendo con desesperación cada parte.
Comenzó introduciéndole un dedo, luego dos, Mireya gritaba de felicidad hasta que el abriéndole sus curvas la tomó finalmente, introduciéndole su larga verga en la vagina.
Los dos gritaban como desesperados y la cama comenzó a moverse con ritmo y rapidez, amenazando con romperse en cualquier momento.
Después de un largo rato así, y volteándola de espaldas, el se recostó y la penetró por el ano, mientras ella se acariciaba las tetas.
Subía sus nalgas de arriba a abajo del pene del tipo, tragándose casi la mitad el miembro.
No se cuanto tiempo paso, solo permanecí ahí parado mirando al tipo aquel cogiéndose a mi esposa y siendo testigo de todo aquello (debo decir que yo también había eyaculado en mi mano ante aquellas escenas); perdí la cuenta de las veces que aquel tipo penetró a mi esposa y las varias formas en que lo hizo.
Tampoco se cuantas veces eyaculó en su vagina pero se que fueron al menos 2 veces, y ella más.
Solo guarde en mi memoria las lenguas de sus bocas enredadas entre beso y beso, la manera de aquel hombre al comerse las chichis de ella y sus manos al apretarlas.
El pene grande del tipo al introducirse una y otra y otra y otra vez en la apretada vagina de ella y hasta su ano al recibirlo entre locas palabras desorbitadas.
Al final los dos cayeron exhaustos en la cama sin poder dar nada mas de sí, él encima de ella y mientras yo decidí solo marcharme de ahí, molesto, triste, defraudado y con el alma hecha pedazos.
Al anochecer llegue a casa sin decir nada de lo ocurrido, pero los sentimientos encontrados de todo lo que presencié, aún me siguen acechando.
Porqué no hice nada, porque me excitaron tanto aquellas escenas y porque no acabo por deshacerme de mi mujer.
Será que soy una mala persona y es que estoy tan reprimido que no me puedo respetar a mi mismo y enfrentar la situación.
Decidí escribir esto pues aunque no lo crean me ha servido para sacar algo de lo que tanto daño me hace, pero reconociendo que algo también disfruté.
Que pasará si ellos se siguen frecuentando y yo no hago nada.
Así como lo golpeaste en el banco, debiste sacarlo de tu casa a golpes.