El juega videojuegos mientras el vecino juega conmigo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por MilkyQueen.
Era muy tarde un viernes por la noche.
Yo recién llegaba de trabajar y llegué cargada de cosas a mi hogar.
Había pasado por el supermercado y había comprado mucha comida y algunos cachivaches menores que necesitábamos mi novio y yo.
Hace aproximadamente 4 años que vivíamos juntos, y rentábamos un pequeño departamento, y de manera uniforme, estos departamentos estaban uno enfrente de otro.
Al principio la relación era fantástica, teníamos problemas como todos, pero podíamos enfrentarlos juntos.
Pero hacía 2 años las cosas comenzaron a cambiar cuando le regalé una consola de videojuegos.
Al principio jugaba de vez en cuando, llegando del trabajo la conectaba un poco y terminaba de jugar a las 2 horas.
Pero conforme pasó el tiempo, se fue enviciando demasiado.
Ya no salíamos juntos, no platicábamos tanto como antes, y lo peor para mí es que ya no teníamos sexo desde hace más de 1 año.
Él ya no tenía ese instinto de tomarme donde fuera, sólo tenía vida para esa consola.
A veces me ponía triste pensando que había sido culpa mía por haber llevado el vicio a la casa.
No me atrevía a dejarlo porque cuando hablaba con él, siempre lloraba y decía que cambiaría.
Verdaderamente había adoptado una actitud sumisa ante él, y lo peor es que lo seguía permitiendo.
Sus relaciones online habían cobrado más importancia que nuestra propia relación.
Ese día subí las escaleras porque el elevador se había descompuesto.
Ya estaba cansada porque los tacones me estaban matando, y encima el peso de las bolsas y mi maletín me hacían el trabajo más difícil.
En esas estaba cuando sentí unas manos calientes posándose bajo las mías, tomando las pesadas bolsas de compras.
Era mi vecino Joel, un chico más o menos de la edad de mi novio, un médico cirujano increíblemente divorciado.
Desde que lo había conocido era muy atento y servicial con todos en el edificio, y nos hablábamos bastante bien.
Nunca entendí la causa de su divorcio, pero tampoco quería sonar demasiado entrometida como para preguntárselo.
Tenía una pinta bastante atractiva y salvaje, suponía que iba llegando de correr, su pasatiempo favorito.
-¡Denisse! ¿Qué haces cargando esas bolsas tan pesadas? Déjame ayudarte con eso-exclamó en cuanto tomó las bolsas por mí.
-¡N-No es necesario, Joel!-le contesté medio nerviosa, me estresaba un poco la idea de que hiciera el trabajo de mi novio.
-No te preocupes-respondió mientras se llevaba a los brazos, -si puedo ayudarte en algo lo haré.
Dame ese también-señaló mi maletín y se lo llevó a la mano también.
Siempre había admirado ese tono de macho en él.
Una vez que tomó las bolsas comenzamos a subir las escaleras que conducían al pasillo de mi departamento.
Por fortuna, su departamento se encontraba frente al mío, así que no lo molestaría demasiado.
-Gracias, Joel.
Disculpa si te estoy interrumpiendo en algo…
-¡Qué va! Recién volvía de un pequeño trote en el parque, ¿cómo estás?
-Pues algo cansada, tengo ganas de dormir un poco…
-Menos mal que Carlos está en la casa, ¿no? Así puede prepararte algo de comer para que descanses.
Me quedé callada.
Joel siempre hacía lo mismo.
Al parecer no le gustaba mucho la actitud de vago de mi novio Carlos y siempre que podía lo exponía, esperando que yo reaccionara.
Yo también lo esperaba, aunque no sabía cómo hacerlo.
Bajé la cabeza mientras íbamos caminando.
-Ay Deni, no me digas que… ¿Aún sigue jugando con esa estúpida porquería?
-Bueno… Ya lo juega menos…
-Perdóname Deni, pero realmente es un pelmazo.
No me cuesta nada ayudarte a subir las bolsas de tu despensa, pero eso que Carlos hace, o más bien que no hace, no es ni siquiera de humanos.
Es un pelele que te utiliza como quiere.
Sólo me quedé callada, no sabía qué responder.
Me dolía mucho porque sabía que era cierto.
Finalmente llegamos a la puerta de mi apartamento y busqué la llave en el bolso de mi abrigo.
Cuando abrí la puerta, pude ver que todas las luces estaban apagadas.
Sólo se encontraba encendida la luz del televisor que parpadeaba en diversos tonos de luz.
Joel asomó la cabeza para ver qué pasaba.
Entré en pánico porque no quería que hubiera algún problema.
Y ahí estaba: Sentado en el sofá de la sala, prácticamente deshecho en él, se encontraba mi novio Carlos.
Había estado jugando desde que yo salí a trabajar a las 8 de la mañana, y ya eran las 11 de la noche.
Podía ver en sus lentes que el reflejo de la luz le pegaba directamente, asomando unos ojos totalmente rojos y secos.
Tenía un aspecto sumamente descuidado, y no se movió ni un instante cuando me oyó abrir la puerta.
-Deni, ¿eres tú? -preguntó Carlos con voz ronca.
Joel me miró, incrédulo de verlo tan enajenado de su humanidad.
-Sí amor, soy yo-le respondí con una voz baja, mirando a Joel con mucha vergüenza.
– ¿Compraste lo que te encargué?
-Sí cielito, ya Joel me ayudó a subirlo.
Como si le hubieran puesto agujas en el asiento, Carlos brincó sorpresivamente, mirándome con los ojos de color carmesí, enfurecido.
Carlos no soportaba a Joel porque él lo criticaba constantemente.
-Gracias Joel, pero ya no necesitamos de tus servicios-le espetó cortantemente.
Joel lo miró asqueado, casi de una forma lastimera.
-Y al parecer Deni no necesita de los tuyos, vaya machito que resultaste ser.
Carlos intentó abalanzarse sobre Joel, pero yo me metí en medio, tratando de parar la pelea.
Joel bajó la guardia cuando me miró entre ellos y se movió, dejando que Carlos cayera.
Cuando estuvo a punto de darse con el borde de la puerta, Joel lo detuvo en seco sosteniéndolo por el suéter.
-Dale gracias a Deni que está aquí, ¡sino yo mismo te rompería la cara aquí y ahora! -le replicó fuertemente, arrojándolo al piso del departamento.
Carlos estaba enojado, tratando de incorporarse, pero parecía que una mano invisible lo sostenía firmemente contra el piso.
Tal vez era miedo, o su necesidad de supervivencia.
Joel me miró y cambió su rostro.
-Lo siento Deni, hablamos después, ¿te parece? Tengo que irme.
Se despidió cortésmente y se retiró a su departamento.
Cuando Joel cerró la puerta, regresé a tratar de ayudar a Carlos a ponerse de pie, pero haciendo un movimiento rápido de manos rechazó mi ayuda.
-Déjame, yo puedo solo.
¿Por qué mejor no terminas de ordenar lo que tu novio Joel trajo?
Yo no quería pelear, pero estaba nerviosa y enojada al mismo tiempo.
Me sentí tan mal que ya no quería verlo.
Cuando volví en sí, miré que había regresado a su consola.
Terminé de acomodar las cosas en la alacena y sentí la enorme necesidad de fumar un cigarro, hacía más de 6 años que ya no fumaba, pero lo sentía ahora con más ganas.
Además, era una oportunidad perfecta para salir un rato de ese ambiente.
-Cielo, voy a ir a colgar ropa, ¿no te importa si…?
-Por mí haz lo que quieras, sólo déjame jugar tranquilo.
Me dolió que fuera tan hiriente, así que no lo pensé más y saliendo con lágrimas en los ojos tomé mi encendedor y una caja de cigarros que guardaba en la alacena y me dispuse a ir al tejado.
Subí las escaleras contiguas, y por primera vez agradecía que viviéramos tan cerca del tejado en el quinto piso.
Hacía un poco de frío, pero la verdad no me importaba.
Cuando subí, pude ver las luces de la ciudad y las estrellas, y me pareció todo tan diferente.
Pude respirar un poco más libre, y me apresuré a encender el cigarro.
Cuando di la primera bocanada, sentí como si Carlos se fuera de mi mente por un cuerpo.
Cerré mis ojos y me senté de espaldas a la pared.
De repente, escuché una voz que me decía:
-No sabía que fumabas, Denisse.
¿Sabes que fumar te hace daño?
Abrí los ojos y entre las prisas vislumbré que ahí se encontraba Joel también, recargado en la pared contigua.
Estaba tan abrumada que no lo noté ahí, parado y pensativo también.
Me ahogué un poco con la bocanada de humo y comencé a toser.
Él se acercó para ayudarme a levantarme y tuve que apagar el cigarro.
– ¿Ves? Te lo estoy diciendo.
-Lo siento Joel, sé que no se puede fumar en el edificio y…
-No sabía que fumabas…
-Tenía años de no hacerlo, pero…
Joel bajó la cabeza, sintiéndose culpable.
-Mira Deni, perdóname.
La situación se dio así, me jode sobremanera que te trate de esa así.
No quise asustarte o meterte en más problemas.
Ese bastardo no te golpeó, ¿o sí?
-No no, estoy bien Joel, de verdad.
¿Tú estás bien?
-Sí, no te preocupes.
Sólo vine acá para relajarme al igual que tú, supongo.
Mismo estrés, diferente veneno- y señaló un empaque de cervezas que había estado tomando.
-Perdona si te interrumpí Joel…
-No, no me interrumpiste.
Vine aquí para pensar las cosas.
Eso de las relaciones es una cosa complicada, ¿verdad? -y miró fijamente al cielo, y podría jurar que vi un reflejo de lágrimas en sus ojos.
-S-Sí, bueno… A veces son tóxicas, si a eso te refieres…
-Por supuesto que sí, Deni.
Hay que tener cuidado con las personas con las que estamos.
Por eso fue que me divorcié.
Ahí lo había sacado, y no sabía ni por qué me lo estaba diciendo.
Quizás había estado bebiendo demasiado.
Pero él continuó hablando, y conforme hablaba, noté que se le quebraba la voz.
-Mi esposa y yo fuimos muy felices, ¿sabes? Estuvimos a punto de tener una bebita, yo quería tenerla de verdad, ¡hasta le había comprado ropa rosa! Creo que así es, ¿verdad? Rosa para las nenas.
Se llamaría Dana, porque era el nombre de mi madre.
Pero un día, mi esposa se convirtió en alguien que no conocía… Se volvió tan superficial que… La vida de mi nena no valía nada para ella… Si no podía tener sexo estando embarazada, pues… Tendría que hacer… Ay Dios, mi pobre Dana…
Comenzó a sollozar desconsoladamente, y ahora él estaba recargado contra la pared, destrozado.
Pude entender las razones de su divorcio y sentí tanta tristeza por él que no pude evitar abrazarlo.
Pensé que me apartaría como Carlos lo hacía, pero correspondió a mi abrazo gentilmente, y estuvimos así cerca de 5 minutos.
A pesar de que teníamos tiempo conociéndonos, lo sentí cercano por primera vez.
De repente sentí que me apartó rápidamente, y pensé que se había sentido incómodo.
Cuando estuve a punto de pedirle perdón, Joel me besó en la boca, tomando mis manos entre las suyas.
Yo no sabía qué hacer, estaba sobre exaltada.
Lo primero que se cruzó por mi mente fue Carlos, pero… Realmente estaba disfrutando ese beso.
Así que aparté mis manos de las suyas y lo tomé de la cara, reafirmando que estaba aceptándolo.
El frío parecía ya tan lejano…
Cuando se dio cuenta, abrió sus ojos y me miró con vergüenza, poniendo su frente en la mía:
-Perdóname Deni, es que… Eres tan hermosa y… Siempre me has gustado tanto, tanto… Que odio que ese patán te trate así… No quiero que sufras como yo… Pero en verdad, te amo tanto, tanto…
No sabía qué hacer.
Mi corazón explotaba y sentía que la cara me ardía.
No dejé que terminara su oración, y volví a besarlo.
Esta vez me acerqué más a él, y pude sentir que entre sus piernas algo brincaba en su pantalón.
Me separé, adivinando qué era lo que podía ser.
Quizás mi cara fue demasiado obvia, pero… Hacía tanto que Carlos no me hacía sentir tan viva y tan mujer…
Joel puso mi mano sobre su bulto, que seguía creciendo conforme lo tocaba.
Él entendió mis intenciones inconscientes, y se sonrió.
Volvió a devolverme el beso, pero esta vez frotando mis tetas entre sus manos suavemente.
Pese a que tenía puesto el sostén, pude sentir su calor, y mis pezones se pusieron erectos rápidamente.
Comenzamos a besarnos y a tocarnos tan rápidamente, que cuando pudimos notarlo de nuevo, estábamos en el piso, desabrochándole el pantalón.
-Espera Deni, está haciendo frío y podríamos enfermarnos.
Vamos al cuarto de lavado, nadie sube a esta hora y está cerrado con candado.
Asentí emocionada y aún entre besos entrecortados, nos metimos al cuarto de lavado.
Había muchas lavarropas y una luz tenue.
Como Joel había dicho, estaba cerrado con candado.
Nos sonreímos pícaramente y me quitó el abrigo de una forma juguetona.
Me cargó y me posó sobre uno de los lavarropas, mientras me quitaba la blusa y yo le arrancaba el cinturón con una mano.
Cuando llegó a mi sostén metió su cabeza entre mis pechos para olfatearlos, y con cuidado los sacó de su lugar.
Mis pezones estaban sumamente duros, y comenzó a jugar con ellos entre sus dedos con delicadeza.
Yo me retorcía de placer mientras jugaba con su cabello, y él comenzó a hablar:
-Ay Deni, ¿sabes cuántas pajas me habré clavado pensando en tus tetas? Las veces que te veía subir a lavar ropa en ropa interior me corría tremendamente.
Sabía que era algo prohibido y muy indecoroso, pero me ponía más caliente conforme me decía esas cosas guarras.
Y él lo sabía, así que comenzó a lengüetear mis pezones y a mover mis tetas entre sus manos, mientras seguía hablando y mirándome entrecortadamente:
-Que tetas tan más deliciosas, Deni… Uhm, quería hacerte mía desde hace tanto… Quería cojerte hasta que ya no pudieras más… Carlos es un perdedor, no sabe la tremenda mujer que tiene en casa…
Recordé a Carlos nuevamente, pero ahora lo veía como un recuerdo efímero.
Joel comenzó a calentarme diciéndome cosas sobre lo perdedor que era Carlos y chupándome los pezones como un dios.
Cuando se cansó de jugar con ellos, bajó hasta donde estaba mi vagina y la olió igualmente.
Ya me tenía en sus manos, no podía hablar y sólo emitía gemidos de satisfacción.
Para Joel eso era suficiente, y apartando a un lado mi ropa interior, metió su lengua juguetona entre mis labios vaginales y comenzó a lamerlos desesperadamente.
¡Era endemoniadamente bueno! No podía parar de sentir placer, era algo que hace mucho tiempo no sentía, y había desarrollado mucha sensibilidad.
Finalmente decidió quitarme las panties y abrió mis piernas, en busca de más.
Empezó a usar sus dedos y yo sentía que me moría, el sudor corría por mi frente y mis pechos rebotaban cada vez que él lamía mi sexo.
No podía con tanto, a pesar de ser una situación improvisada, se sentía como si Joel y yo hubiéramos quedado para tener sexo.
Mis piernas comenzaron a temblar y me desbordé por el lavarropas, quedando débilmente detenida por mi cintura.
Al parecer Joel me había preparado muy bien para lo que veía.
Se bajó la trusa y por fin lo pude ver desnudo.
Debo admitir que a veces tenía sueños húmedos con él, pero jamás se lo dije a Carlos.
Y era mucho mejor de lo que yo me lo había imaginado.
Su pene medía unos 18 cm, y se veía grueso, chorreando borbotones de líquido preseminal ansiosos de llenar mi coño.
Podía comérmelo con la mirada, y Joel vio el interés que tenía por su precioso miembro.
Sin decirme nada, acercó su verga a mi coño húmedo y comenzó a frotarlo.
La sensación era indescriptible, mucho mejor que el sexo que había tenido con Carlos en otras veces.
Sin llegar a penetrarme, estaba logrando que me excitara y pidiera porque me destrozara con esa enorme verga que le crecía cada vez más.
Nos miramos un momento a los ojos, sin decirnos nada, y abrí mi vagina con los dedos para que él pudiera penetrarme.
Él sonrió tiernamente y tomó su miembro entre las manos, frotando el líquido preseminal para lubricarlo y lo colocó en mi coño.
Dolió un poco porque no estaba acostumbrada, y emití un ruido débil.
Joel se detuvo, preocupado.
-Perdón Deni, ¿quieres que pare?
Tragué saliva como pude y le dije que no moviendo la cabeza.
Lo miré a los ojos y le sonreí con lágrimas enjuagadas.
Dolía un poco, pero hacía mucho que no me hacían sentir así.
Joel siguió metiéndolo poco a poco hasta que llegó a lo más profundo de mi ser.
Sentí como su pene iba abriendo las paredes de mi vagina, frotándose contra ellas.
Sus huevos grandes rebotaban contra mi vagina y me daban una sensación placentera totalmente diferente.
Me estaban taladrando el coño mientras mi novio jugaba en el departamento, ¡y me encantaba! Joel le daba con más intensidad y los dos sudábamos.
Nos mirábamos fijamente a los ojos y jadeábamos, extasiados.
-Deni, ¿sabes qué? Tu coño es delicioso… Tantas fantasías que tuve de cogerte así… Valieron la pena…
Cuando hablaba me excitaba demasiado, y sentí que lubricaba tanto que su miembro podía entrar y salir fácilmente.
Me tomó de frente, por ambas piernas, y me cargó en su regazo, apoyándome contra la pared de enfrente.
Su cuerpo varonil y marcado me estaba encendiendo cada vez más, y nos besábamos mientras su miembro seguía chorreando junto al mío.
Joel estaba cada vez más encendido y sentía que en cualquier momento acabaría dentro de mí.
Yo no quería hijos, pero en ese momento no pensé en nada más.
-J-Joel… Lléname de leche el coño… ¡Por favor! Quiero tu leche dentro de mí…-Alcancé a jadear entrecortadamente.
Al parecer ahora eso lo había encendido a él, pues comenzó a penetrarme más y más duro hasta que sentí que su cuerpo comenzaba a flaquear.
-Uuuh Deni, ¡ahí te va toda mi leche!
Sentí cómo su verga eyectaba líquido caliente dentro de mi útero, y eso me encendió más, y sentí como las piernas me flaqueaban mientras tenía el mejor orgasmo de mi vida.
Hilos e hilos de semen brotaban de mi vagina y aún no terminaba.
Como pudo, se sentó en el piso conmigo encima y me quedé sobre él.
Exhaustos y sudorosos, me recargué en su pecho sacando su pene con mucho cuidado de mi hinchado sexo.
Aún seguía saliendo semen, pero no me importó.
Me acomodé en su regazo y caímos profundamente dormidos.
A la mañana siguiente desperté exaltada, pensando que alguien podría vernos en el cuarto si subían a lavar.
Pero no estaba en el cuarto, estaba dentro del departamento de Joel, recostada en su cama.
Tenía puesta su bata de baño y él no estaba conmigo.
Pensé que todo había sido un sueño, pero… ¿Cómo es que aparecí ahí de repente? Y me sentí feliz, hasta que recordé que Carlos probablemente habría notado mi ausencia.
Me levanté rápidamente y busqué mi ropa, y cuando estaba preparándome para cambiarme, apareció Joel en el cuarto con una bandeja con un desayuno preparado.
Olía delicioso, y él se veía contento también.
-Buenos días, princesa.
¿Amaneciste bien?
Yo no supe qué contestarle.
Realmente había recapacitado las cosas y caí en cuenta que tendría problemas con Carlos.
-Perdón por haberte movido anoche, es que te veías tan linda dormida que no quería despertarte.
Te traje acá para que te cambiaras tranquila, ¿tienes hambre? Vamos a comer algo.
Y puso la charola sobre la mesa, sentándose a mi lado y sosteniéndome la mano.
-Joel, yo… En verdad siento lo que pasó…
-Deni, basta ya de pedir disculpas siempre.
Tú y yo sabemos que lo gozaste, y obviamente yo también lo gocé.
Fue algo que necesitábamos los dos, y sería genial que se repitiera de nuevo.
-Sí me gustaría, pero… Carlos…
Joel sacudió la cabeza de forma negativa.
-Él no ha salió del apartamento hasta hoy a las 9 de la mañana.
Cuando estaba limpiando el cuarto de lavado, escuché que cerró la puerta y se fue.
Ni siquiera le preguntó al portero del edificio por ti.
No se preocupó, créeme.
Y lo que menos necesitas es preocuparte por él.
La culpa que yo sentía se convirtió en rencor.
Sentí que mi engaño había sido una traición hacia él, pero el trato que me había dado durante años era peor que cualquier mal acto hacia él.
Joel me miró inquieto, y tomándome de la mano, me dijo:
-Mira Deni, sé que tienes tus dudas respecto a lo que pasó.
Yo te diría que lo dejes, si es que eso es lo que quieres…
Y levantándose de la cama, buscó entre su armario algo.
Regresó y me enseñó una caja de un videojuego de combate que Carlos había estado buscando por meses.
-…Pero sé que no lo dejarás porque le tienes lástima.
Se ha vuelto tan dependiente a ti que se moriría de hambre… Así que dime, ¿Cómo para cuántas horas de sexo nos daría este jueguito si se lo regalas a él?
Me sonreí y me sentí malvada de nuevo, sólo que esta vez me gustaba.
Mientras desayunábamos, empezamos a dar marcha a su idea.
Había comprendido a la perfección su plan y pensamos ponerlo a prueba esa misma noche.
Con un rápido beso nos despedimos y regresé a mi departamento, con la caja en la mano.
Carlos aún no llegaba, por lo que me dio tiempo para arreglar un poco la casa y esconder la caja del juego.
Cuando Carlos llegó, lo recibí como lo hacía siempre que salía, y él emitió un gruñido para devolver el saludo.
No me preguntó dónde había estado ni si estaba bien, al parecer jamás se había dado cuenta.
Sentándome cerca de él, le di la caja envuelta en un papel rojo, y él se apresuró a abrirla.
Le dije que era un regalo especial por “ser tan buen novio”.
En cuanto vio el juego me besó y de rodillas me dio las gracias, y me pidió perdón por ser tan malo conmigo… Como todas las veces.
Quiso tocarme las tetas, pero le dije que no podía porque estaba en mi periodo.
Ahora le tocaba a él sufrir la indiferencia.
Así lo hicimos durante un largo periodo de tiempo.
Como Joel ganaba bastante bien, podía comprar los videojuegos incluso en preventa y me los daba para que se los diera como distracción al cornudo de mi novio.
Una vez le regalé un juego de naves, lo que nos dio tiempo para el mejor 69 de mi vida.
Un juego de disparos multijugador nos dio una paja cubana gloriosa, y un juego de roleplay nos dio la oportunidad de probar el anal.
Cada videojuego que le dábamos era una distracción perfecta para que nosotros pudiéramos tener sexo a placer.
Le estaba poniendo los cuernos a mi novio con el vecino, y no se sentía para nada mal.
Su polla era más grande y me llenaba más, en todos los sentidos.
Incluso cuando Carlos comenzó a querer tener sexo, yo ya no quise hacer nada con él.
Se habían invertido los papeles y nunca se había dado cuenta.
Cada videojuego me había abierto un panorama nuevo sobre el sexo.
Y como éramos muy discretos, los vecinos jamás se dieron cuenta.
Este juego duró unos 2 años más, donde Joel me dio las mejores cogidas de mi vida y yo ya no hacía una vida sin él.
En la última de ellas, por síntomas raros en mi cuerpo decidí hacerme una prueba de embarazo que resultó positiva.
Se lo dije a Joel y se alegró de inmediato, ya que él siempre había querido tener niños.
Para ese momento Carlos ya sólo era un bulto en mi hogar, y mi mentalidad hacia él había cambiado totalmente.
Joel me dijo que lo mejor era terminarlo, y aunque me sentí un poco mal, decidí hacerlo.
Cuando fui a hablar con Carlos y a decirle que nuestra relación no seguiría, él me “confesó” que hacía más de 6 años que se hablaba con una “novia online” con quien jugaba todo el tiempo, y que quizás lo mejor era terminar así porque ya ni siquiera el sexo era bueno, ¡después de todo ese tiempo, él también me había engañado! ¡Él lo había comenzado todo y nunca confesó nada!
Terminamos la relación en términos más o menos estables, y me llevé mis cosas del departamento.
Afortunadamente Joel había comprado una casa pequeña cerca de su trabajo y mudamos todas mis cosas ahí.
Joel estaba tan feliz que no cabía en sí mismo, y un mes después me propuso matrimonio y nos casamos.
Al final nació nuestro hijo, un niño llamado Daniel.
Hasta ahora somos muy felices y siempre que podemos tenemos sexo, y sigue siendo el mejor de todos.
Disfrutamos a nuestro hijo y somos felices.
No sé qué habrá pasado con Carlos, pero es mejor ignorarlo y no hacerse mala sangre.
Pero eso sí, siempre recordamos que mientras Carlos jugaba videojuegos, Joel y yo jugábamos a sus espaldas, y gracias a eso nuestra vida se tornó más deliciosa.
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