El tren de madrugada a París
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El tren iba de Barcelona a París, era de madrugada, y el silencio reinaba en el tren.
Paul no se podía dormir, estaba nervioso, se iba a París a casarse con su prometida de toda la vida, la cual le había impuesto su familia, su clase social y las convenciones sociales parisinas de finales del s.
XX.
Tenía un trabajo perfecto en la Banca Parisina, una prometida guapísima hija de un diplomático francés y sus padres ya le habían regalado un piso en Rue D’Argenson, en el distrito 8 de París.
Un cuento de adas y su vida perfecta ya estaba diseñada, pero él no estaba dispuesto a dejar que otros decidieran por él.
Él sabía perfectamente lo que quería en su vida.
Salió de su cama y se dirigió a la cafetería del tren, se sentó en la barra y se pidió un café solo.
Miró su reloj de pulsera y era las 1:11h de la madrugada.
Le sirvieron el café, y se quedó hipnotizado observando aquel café solo.
El olor a perfume femenino le despertó por un momento, se giró a la derecha y vió a una chica joven, rubia, ojos azules, labios rojos y se la quedó mirando de reojo, sin decir nada.
La chica pidió un café al camarero y Paul le empezó a hablar: – ¿Tampoco puedes dormir?
– No.
Contestó la chica.
Pagó el café de inmediato y se sentó en una mesa a unos metros de Paul.
Paul no la podía dejar de mirar, él estaba allí sentado en la barra mirando a la chica sola en aquella mesa, sin pensarlo mucho, se levantó caminó hacia la mesa y se sentó con ella.
– ¿Está ocupada?
La chica lo negó con la cabeza y Paul se sentó.
Pasaron unos segundos que se miraron a los ojos y ella empezó a hablar: – ¿Nos conocemos de algo?
Paul sonrió y contestó: – No, pero me apetecía hablar contigo un rato.
La chica se sonrojó y empezaron a hablar.
Ella le contó se llamaba Julia, que era de Barcelona e iba a la boda de una amiga de la infancia que veraneaba en Barcelona y que solo iba a estar unos días en París.
Él le habló de su trabajo, de su vida en París y empezarón a hablar de sus épocas como estudiantes.
Se pasaron más de una hora hablando y riendo, cuando se dieron cuenta que eran más de las 2:30h de la madrugada Julia le dijo que se iba a dormir, Paul le dijo que le acompañaba y ella sonrió.
Caminaron por el largo pasillo del tren cuando de repente Julia se paró frente a su camareto, levantó la vista y se quedó mirando a Paul.
Se acercaron lentamente y se besaron.
Julia abrió el camarote como pudo, empujó la puerta y entraron dentro, cerraron y se besaron.
Paul levantaba el vestido de Julia mientas la besaba y le acariciaba los pechos.
Ella le deshacía los botones de la camisa y metía la mano dentro, sobre su pecho.
Se tumbaron sobre la cama y Paul la empezó a besar por el cuello, mientras la masturbaba, Julia gemía de placer y empezaba decir palabras inteligibles, ruidos y fuertes respiros fruto de la pasión.
En ese instante Paul se levantó y se quitó por completo los pantalones, Julia se levantó y se sentó en la cama como hipnotizada por lo que acababa de ver, estaba muy cachonda, se abalanzó sobre la polla de Paul y se la metió en la boca, empezó a chuparla mientras le acariciaba los huevos con la mano derecha, Paul gemía y ella le seguía chupando la polla sin parar.
Paul ya no aguantaba más las ganas y le sacó la polla de la boca, la agarró de una mano y la levando, la besó y la abrazaba.
La agarró por el culo y la apolló contra la puerta del camarote, allí se colocó la polla en el coño de Julia y se la metió, exploción de placer, cuanto más se la metía más gemidos y más placer, el traqueteo del tren, Paul de pié agarrando a Julia contra la puerta abierta de piernas y follándosela sin parar, ella se agarraba a su cuello y le decía al oído: – Dame más, me encanta, dame más, joder que bueno eres, dame …
Disfrutaban al máximo sus cuerpos sudorosos, sudados y sentía la intensidad del sexo en un lugar donde les podían pillar y eso les gustaba aun más.
Se despertaron abrazados, el sol brillaba en París, se besaron y se despidieron de aquella noche mágica.
Paul se marchó a su camarote a recoger sus cosas, al cabo de unos 15 minutos llegaron a París.
Cuando Paul volvió al camarote de Julia, ella ya no estaba, miró por la ventana y la vió a unos pocos metros en el andén andando, y de repetende se llevó una gran sorpresa.
Una chica se acercó a Julia y la abrazó, Paul miró más fijamente y vió que era su prometida que abrazaba a Julia, ella era su amiga de la infancia y Julia iba a su boda.
Se quedó blanco y en ese instante lo entendió todo.
Copyrigth © Ludwig Von Salas
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