EL VIAJANTE – PARTE 2
Todo lo absolutamente pasivo y entregado con total y absoluta sumisión que puedo llegar a ser, es inversamente proporcional a lo activo que soy con el culo.
Hola a todxs
(Sugiero leer el relato anterior – Parte 1)
Estaba vestida con una tanga híper diminuta, que me cubría la zona genital (por suerte la tengo bien chiquita) y, a simple vista, semejaba una concha; obviamente, en la parte trasera, mi increíble culo, había quedado al descubierto y, como también tenía puesta medias y porta ligas, se veía muchísimo más “parado y levantado”; en mi parte superior, un diminuto, calado y super sensual corpiño.
Todo ello, en cuanto a la ropa interior y por fuera, un vestido tipo solera, con los hombros descubiertos; color negro, el cual hacía contraste con mi piel exageradamente blanca.
A simple vista, era una mujer y tal vez, por ese motivo y, por supuesto, por el exceso de alcohol y la particular situación que estábamos pasando, Gustavo se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme en la boca, furiosa y apasionadamente y, mientras lo hacía, toqueteaba y manoseaba mi culo con ambas manos.
Nuestras lenguas se entrelazaban y la saliva, en ambas bocas, “iba y venía”.
Desde mi otrora noviazgo de adolescente, que no me besaban de esa manera, tan frenética, lo que hacía que la excitación se incrementara segundo a segundo.
Aprovechando esa circunstancia, fui llevando a Gustavo hasta mi cama, la que, como el lugar era un monoambiente, estaba allí cerca y detrás de una cortina.
Ya en la cama, todo continuó igual, hasta que, en determinado momento y preso de calentura, me abalancé sobre su entrepierna, desabroché su pantalón y hurgué debajo de su calzoncillo, hasta dar con una hermosa y preciosa pija, adornada por dos increíbles y redondo huevos.
A esa edad (20 años), yo ya era el más experto entre los expertos, a la hora de chupar, mamar y comer una verga y ello, precisamente, fue lo que ocurrió, porque me tragué, literalmente, todo aquello, provocando no solo gemidos y jadeos de placer en Gustavo, sino gritos y alaridos de tanto gozo y satisfacción sexual.
Si bien en la intimidad de mi casa, solía usar ropa femenina y con mucha frecuencia, el tener una relación sexual en esas condiciones, no me resultaba tan frecuente, al menos como yo quisiera, así que no estaba dispuesto a dejar nada de todo aquello que me hacía sentir realizado por completo.
Después de haber chupado esa pija como hacía rato no lo hacía, llegó el momento de la penetración y fue allí, donde Gustavo dudó un momento, pero yo, haciendo gala de todo mi poder de seducción, tomé un recipiente que siempre tengo a mano y lubriqué por completo, tanto su verga como todo mi culo, como para hacerlo mucho más apetecible.
En un rápido movimiento, me puse boca abajo y le ofrecí a Gustavo, el más increíble y maravilloso culo que jamás hubiera tenido a su disposición, algo que él mismo me confesó, una vez terminada esa, por demás excitante cogida.
Mi buen amigo me penetró muy fácilmente el culo y empezó a cogerme tan, pero tan enérgicamente, que la cama llegó a correrse de lugar.
Una y otra vez embestía, haciendo que yo me desvaneciera de placer y solamente quienes hayan podido experimentar algo similar, ya sea con hombres, mujeres o lo que fuera, podrán comprender cómo se siente uno, en ese tipo de estados.
Todo lo absolutamente pasivo y entregado con total y absoluta sumisión que puedo llegar a ser, es inversamente proporcional a lo activo que soy con el culo; hice, hago y seguramente seguiré haciendo maravillas al respecto y aquella no fue la excepción; Gustavo no estaba cogiéndome con su pija, sino que yo me lo estaba cogiendo a él con el culo.
Para colmo, lo exagerado de la cantidad de lubricante que yo había utilizado, hacía mucho más alucinante todas y cada una de las penetraciones, en cuanto a posiciones se refiere y fue así que, “montando a caballo”, “en cuatro patas”, “en el misionero” y otras tantas poses que ni nombre tienen aún, fueron haciendo que aquella cogida resultara una de las más increíbles y espectaculares, que hubiera tenido yo por aquellos años.
Obviamente, Gustavo no había utilizado protección alguna, pero a la hora de eyacular, me preguntó “a donde podría o a donde querría yo que él acabase”, así que, preso de una calentura muy difícil de explicar con palabras, que pedí, le supliqué y le imploré que me llenase el culo con su leche caliente, algo que ocurrió casi inmediatamente.
Luego de esa increíble revolcada, nos quedamos en la cama, tendidos y exhaustos y sin decir palabra alguna, hasta que, en un momento determinado, Gustavo me confesó que era su primera vez con alguien como yo ¿Cómo yo qué? ¿Puto? ¿Mina? ¿Travesti? ¿Crossdresser? Pero que se había sentido tan bien, tan a gusto y que aquella cogida había sido tal, que lo había dejado por demás confundido.
Después de un ligero baño (que nos dimos por separado) y de volver a vestirnos, comenzamos, ahí sí, a conversar abiertamente sobre lo que había ocurrido y otra vez, Gustavo, me confesó que sentía demasiado confundido, pidiéndome que diese un tiempo, para que él pudiera “digerir y analizar” todo lo que había ocurrido, a lo que yo solamente le pregunté si se había sentido incómodo, a lo que me respondió en forma negativa.
“En algunos viajes he tenido más de una relación sexual ocasional, con mujeres” – Me dijo y agregó:
“Esta profesión (la de viajante) hace que uno conozca mucha gente y, a veces, después de cerrar un buen trato comercial, los dueños, gerentes, encargados, etc., suelen proponerle a uno, una salida como para distenderse y en ese tipo de salidas, puede darse el caso de terminar con alguna mina, en un boliche nocturno”.
Y finalizó diciendo:
“Suelo ausentarme de mi casa, entre 30 y 60 días y, en algún que otro viaje, si he ido a coger por ahí, pero esporádicamente y, además, no lo tomo como una infidelidad a mi esposa”.
La conversación finalizó allí, ya que él debía volver al hotel en el cual se estaba alojando, por varias razones, la primera y fundamental, era porque debía justificar todos y cada uno de los gastos del viaje y la segunda, porque desde allí debía llamar a su mujer (recuerden que, en la época en la que ocurrieron estos hechos, no había aún telefonía celular, internet, ni nada de ello; solamente telefonía fija).
A la noche siguiente y a las subsiguientes, continuamos encontrándonos en mi casa, cogiendo cada vez más desaforadamente, hasta que, en determinado momento, Gustavo terminó por confesarme que sentía algo por mí, mucho más allá del sexo, a lo que yo le respondí que a mí me ocurría exactamente lo mismo.
“Vos no tenés ningún inconveniente, porque sos soltero y sin compromisos, pero yo tengo esposa, hijos y todo mi entorno familiar, social, etc., en Buenos Aires ¿Cómo seguimos ahora?” – Me dijo Gustavo.
“Lo mejor, creo que es continuar como ahora y nos encontramos cada vez que tengas que venir por acá” – Le respondí.
A partir de aquel encuentro, yo me convertí en el amante de Gustavo, el viajante de Buenos Aires y cada vez que llegaba, nuestras relaciones sexuales, en lugar de decaer en su intensidad, se incrementaban, al punto tal que cada vez resultaban más dificultosas las despedidas; ni él quería irse ni yo quería que se fuera.
Cuando estaba por llegar el día de su arribo a la ciudad, yo me ponía como loco y más aún porque me traía, de regalo, todo tipo de prendas femeninas que yo, obviamente, estrenaba solo para él, inclusive, en cierta ocasión, se quedó el mes entero en mi casa, aduciendo en su trabajo, que un familiar le habría prestado un lugar para alojarse y que, por tal motivo, no requería de viáticos (qué más querría la empresa).
A mi edad, yo ya había mantenido muchísimas relaciones sexuales con hombres casados, pero todo era absolutamente “sexo ocasional”, sin ningún tipo de condición, pero, en este caso, me sentía como el amante perfecto, asumiendo además, que Gustavo, tal vez, le estaría siendo verdaderamente infiel a su esposa, por primera vez y conmigo, situación que no me producía ningún tipo de sensación al respecto, hasta que, en cierta ocasión, mi buen amante, me dijo que ya estaba pensado en separarse, en divorciarse para convivir conmigo.
Obviamente, aquello sí me produjo sensaciones contradictorias, ya que, por un lado, me sentía feliz y halagado, al constatar que yo era el elegido, entre su esposa y su familia, pero, por otro lado, el ser yo causante de una separación o de una ruptura familiar, no me hacía sentir del todo bien.
Así transcurrieron los días e inclusive, otra de las opciones, fue que yo me fuese a vivir a Buenos Aires, continuar con mis estudios allí, trabajar (Gustavo se había comprometido a conseguirme un buen empleo) y seguir siendo su amante, ya que tendríamos mucho más tiempo para nosotros y podríamos evaluar la situación.
El cruel destino, quiso que ninguna de las opciones fuese posible, ya que, en uno de los tantos viajes y, a poco de haber salido de Buenos Aires, Gustavo sufrió un accidente de tránsito, que terminó con su vida. Entre los hierros retorcidos de su camioneta, encontraron varias prendas femeninas, que obviamente me tenían a mí como destinatario, pero solamente yo lo sabía, así que, para salvaguardar a la familia de mi amante, me comuniqué con su esposa e inventé, muy rápidamente (desde muy chiquito era muy bueno en eso), una historia acerca de una familia carenciada, a la que, supuestamente, Gustavo habría conocido en forma circunstancial y que él ayudaba “en forma desinteresada y por tener un gran corazón”.
Es probable que este relato, no tenga la carga sexual de otros tantos que he publicado en este prestigioso sitio, pero fue también, una de las tantas experiencias de vida, ciento por ciento reales.
Besos a todxs.
Soy marcos comodoro y mi correo es: [email protected]
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