ELVIA. EN LA MAÑANA CON MI YERNO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A la mañana siguiente mi hija fue a dejar a mi nieto a la escuela.
Mi yerno se quedó viendo TV.
Me acerqué a él y le di los buenos días.
Me senté junto a él y le dije “¿Quiere un café”? Me dijo que sí, se lo llevé y me serví otro yo.
Lo miré fijamente a los ojos en la actitud más seria.
Ni uno de los dos decía nada, sólo nos mirábamos.
Yo fui quien rompió el silencio.
-“Creo que lo que pasó con nosotros ayer en la tarde estuvo mal, no deberá volver a repetirse, ¿de acuerdo?” No dejaba de verle a los ojos, “nunca más, ¿me entendió?”
Él puso la taza de café en la mesita de centro y volviéndose hacia mí me respondió:
-“Puede que tengas razón suegra, lo de ayer fue algo que no pude, mejor dicho no pudimos evitar”
-“Si lo pudimos evitar, no podemos seguir así.
Es más, desearía que ya se fueran a su casa, Usted y yo no debemos estar aquí, juntos, solos, después de lo que pasó ayer en la tarde en su camioneta”
El se me quedó mirando.
-“Lo siento, me gustas mucho suegra, si te causé un mal te pido me disculpes”
-“No es que me haya causado un mal, por el contrario, lo gocé tanto que me da miedo cometer una locura.
Yo quiero mucho a mi hija y no se merece que su mamá se ande tirando a su esposo”
Mi yerno sonrió y me recalcó.
-“Siempre me has atraído, desde que te conocí supe que eras una real mujer, me llamó la atención de que siempre anduvieras vestida tan anticuada, con tus lentes y tu chongo, con tu bolsota que quien sabe que traerás adentro”
-“Los libros que uso en la religión, que más voy a traer” le dije.
-“Eres bonita, diría que más que tu hija.
Me gustas más tú que tu hija, por eso siempre vengo aquí, para verte, para gozarte con mi vista.
Verte cada vez que vengo con tu camisón amarillo , del que dejas ver tus vellos de las axilas, tus piernas velludas, eso me encantaba y me sigue gustando.
Esa melena larga, frondosa, con canas, me vuelve loco.
Me gusta tu cuerpo delgado, duro.
Y por lo poquito que pude tocar anoche, también me gustó.
Lo que no entendí es por qué saliste corriendo de la camioneta en plena gozadera”
-“Mire le voy a contar algo que me ha tenido mal durante treinta años.
A los treinta y dos años, mi marido me abandonó, me dejó sola con siete hijos que levantar.
A mi familia le dije que lo había dejado porque me golpeaba y no di más explicaciones.
Pero no, la verdad es otra que nadie sabe.
Me dejó por infiel, era una mujer muy sexual hace treinta años.
Me encantaba el sexo y un día él me descubrió teniendo sexo aquí, en su propia casa.
Estaba con un compadre de nosotros y me tenía bien pegada a él dándole unos besotes, el me tenía la falda levantada y me agarraba las nalgas, yo me repegaba a él para sentirlo.
En eso se abrió la puerta y nos vio así.
No dijo nada, sólo salió, al día siguiente en un momento que yo no estaba vino por algo de ropa y se fue.
No hizo problemas, ni pidió el divorcio, jamás regresó.
Es por eso que hace treinta años pertenezco a esa comunidad religiosa.
Para tratar de calmar mis deseos, para reparar mis pecados, mis bajas pasiones.
Porque no sólo fui infiel con el compadre, tuve muchos “amigos” dispuestos a tener sexo conmigo”
-“Y al entrar a esa comunidad lograste tu cometido de calmar todos tus demonios?”
-“Pensé que ya me había calmado pero ya vio que no.
Ya sabe algo de mi, por eso ayer me puse a llorar al sentir de nuevo el placer sexual.
Es algo que me encanta, que no puedo controlar.
Lo malo es que fue con mi yerno, y ya no se va a repetir, quedamos?”
Me fui a la cocina a lavar los trastes.
Estaba de espaldas, las batas que uso son escotadas de la espalda y me llegan a la rodilla.
Sonó el teléfono y contestó mi yerno.
Al poco rato entró a la cocina y me dijo que mi hija tendría junta y luego iría al supermercado , que si no quería algo, Le respondí que no y seguí lavando.
En eso se me acercó por atrás y rodeó mi cintura con sus brazos.
-“Qué vas a hacer de comer?”
Yo no le respondí, luego me soltó el cabello y metió sus dedos entre él.
Se pegó mucho a mí, yo me hacía a un lado para zafarme de su abrazo.
En eso sentí el bulto de su verga que se me hundía entre las nalgas.
Mi bata se había metido con la fuerza de su carne entre la raya que divide mis pompas.
-“Hágase para allá, no me abrace así”.
Me dio un beso en el cuello, me pasaba la lengua por la nuca.
-“Qué vas a hacer de comer?”.
-Lo que usted quiera pero aléjese de mi por favor”
Me mordió el lóbulo de la oreja, yo sólo me repegaba a su dura verga, la sentía hundirse en el canal de mis nalgas.
En eso tomó mi barbilla, me giró la cara y me dio un beso en la boca,
-“Elvia, me encantas suegra”.
Yo estaba pegada a él, metió sus manos por mi bata y agarró mis pezones.
-“Uuuuy que ricos” me dijo al oído, levantó mi brazo derecho y se metió a lamerme las axilas.
“¡mamacita qué rica estás!”
-“Por favor, no, no.
Suélteme, esto no está bien”
En eso agarró mi mano y la bajó hacia su verga.
Olvidaba decirles que ese día llevaba un short negro de licra.
La agarré y la apreté, bajé mis manos y sentí sus piernas duras.
Nos seguimos besando ya con toda la lengua y la saliva.
Metí una mano por la entrepierna del short y le agarré la verga desnuda, después de años de no agarrar una carne me puse loca.
Se la apreté y la saqué por un costado del short.
Él se agarró la verga y me la enseñó.
“Mírala Elvia, míramela”
Yo lo seguía besando,
-“No, no quiero verla, no puedo verla”
No la veía pero si se la sentía, carnota dura y gruesa.
Ya la tenía toda fuera del short, con unos huevotes pesados, colgantes.
Agarré todo el paquete en mis manos, verga y huevos, se lo empecé a tallar con fuerza, con ganas de arrancárselos.
Le mordí un labio y le sacudí los huevos con fuerza, los jalaba con mi mano.
Se la tallé con tanta furia que sentí en mis piernas y pies toda la descarga de leche que me aventó.
Era un charco de líquido el que me había echado.
Le jalé la verga, con mis manos la limpié y se la guardé.
-“Ya, contento?”
Me alejé de él mientras se quedaba recargado en el lavadero.
-“Espera Elvia, no te vayas”
Me metí a mi cuarto y cerré con llave.
Vi mis manos llenas de leche de mi yerno, no lo aceptaba, las olí, olían a sexo, a esperma.
Tenía una gran cantidad de su semen en la palma de mi mano derecha, la chupé comiéndome los jugos de mi yerno, me chupé los dedos saboreando cada gota de su leche.
El haber sentido ese trozo macizo de carne hizo que mis flujos escurrieran por mis piernas.
Me quité la bata, luego la pantaleta y efectivamente estaba empapada de mis líquidos, toda mojada en la entrepierna con una mancha cremosa blanca, espesa.
Me había venido a mares.
Me daba miedo que la antigua Elvia volviera a resurgir, no quería volver a pasar por lo mismo de hace años, pero hoy en día disponía de una verga para mi, una verga prohibida, la del esposo de mi hija.
Quería hacerle una y mil cosas pero me detenía mi “moral” y el que yo asisto a una comunidad religiosa donde hacer lo que ahora hago es el peor de los pecados.
Como si no supiera la clase de vida que llevan esos hipócritas de los “hermanos”.
Salí cambiada, aún sin bañar, me dirigí a la cocina y mi yerno seguía ahí.
-“Ahora si, qué va a querer que le haga de comer?” le pregunté dándole un beso en la mejilla
-“Lo que tu quieras amor” me dijo él dándome una nalgadita.
-“No ha llamado mi hija?”
-“No”, me respondió él.
Me senté en la mesa junto a él y le pregunté:
-”Qué piensa de todo esto que pasa entre nosotros, piensa que estamos bien?”
-“No sé Elvia, tu eres una mujer muy atractiva, me gustas, amo a tu hija, sólo que tú me atraes porque eres una mujer muy sexual, despides sexo, en tu cara en tu cuerpo, hasta en los momentos menos propicios para pensar cosas de ti, haces que siempre tenga una razón para verte como una mujer muy erótica”
-“Mire, estas dos veces que nos hemos tocado y besado han sido para mi un alivio, usted me ha provocado orgasmos que mi cuerpo necesitaba sentir, me ha hecho venir delicioso.
Si quiere podemos seguir así, tocándonos, acariciándonos, besándonos, pero hasta ahí, no me pida más.
No lo voy a dejar dedearme ni verme desnuda, solo nos daremos placer,, yo masturbándolo a usted y yo recibiré sus caricias sobre mi ropa, nada más.
¿Quiere?”
En eso llegó mi hija y todo volvió a la normalidad.
Nos pusimos a hacer quehaceres de la casa.
Yo sintiéndome satisfecha, totalmente derramada y mi yerno bien atendido por la mano de su suegra.
elvramos11@gmail.
com
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