Empezó en la alameda Chabuca Granda (Relato en 4 voces) I
Te vi allí parada, en una esquina de la Alameda Chabuca Granda, con un polo rosado y un pantalón negro ajustado, a lo lejos se notaba la raja de tu chucha por encima del pantalón, a lo lejos también se notaba en tu carita sonrosada tu arrechura.
Te vi allí parada, en una esquina de la Alameda Chabuca Granda, con un polo rosado y un pantalón negro ajustado, a lo lejos se notaba la raja de tu chucha por encima del pantalón, a lo lejos también se notaba en tu carita sonrosada tu arrechura, se notaba que esperabas a alguien, seguramente alguien con quien saciar tu hambre de sexo, tu arrechura de loba caliente. A medida que pasaba el tiempo te ponías impaciente, tu mirada estaba perdida en el puente por donde seguramente iba a aparecer el afortunado, disimulada e inconscientemente tu mano presionaba tu chuchita por un lado de tu bolso, yo te miraba disimuladamente, como un lobo que acecha a un cordero, pacientemente, yo había reconocido en tu cara la arrechura de una mujer ansiosa, como un lobo que reconoce a su presa, y rogaba que no llegue el que estabas esperando. Pasaron como 40 minutos, te habías sentado en una banca y tu cara denotaba que estabas ya furiosa, hacías los intentos por calmarte, entonces supe que había llegado mi oportunidad, me senté en una banca enfrente tuyo y me puse a leer mi periódico, mirándote soslayadamente, en un momento me di cuenta que me mirabas, yo me hice el disimulado y traté de mirar a otro lugar, miré detrás tuyo y fue allí que se encontraron nuestras miradas, parecía que habías reconocido a alguien detrás de mí, me volteé para mirar pero no había nadie, me mirabas a mí, tu rostro cambió de gesto, entonces supe que la química había empezado a funcionar, que nuestras hormonas se entrecruzaron en el trayecto, te miraba, me mirabas, yo traté de concentrarme en la lectura y allí sentí que te habías acercado.
– Hola- Me dijiste al tiempo que yo clavaba mi mirada en tus pupilas extrañamente verdes a pesar de tu rostro trigueño, yo extrañado te contesté.
– !Hola!
– Disculpa, ¿Martin?- yo quedé extrañado con la pregunta y emocionado que el bocado estaba a mi alcance.
– ¿Martin?, no, pero siii te conozco.
– Juraría que eras Martin- Y pusiste cara de recordar, pero sólo fingías porque nunca me habías visto antes.
Dudé largo rato para no romper el encanto, en tus ojos se notaba un nuevo brillo, podría asegurar que la arrechura estaba nuevamente presente.
– ¿Eres Verónica no?
– No, me llamo Maricarmen, pero que coincidencia.
– Estuve esperando a una amiga hace una hora y no se aparece, disparé.
– Que coincidencia, yo también espero a un amigo, pero no llega.
– Que pena, ¿sabes? hay coincidencias increíbles en la vida.
La química había empezado a funcionar, éramos como viejos amigos charlando, pasaron unos minutos de una charla trivial.
– Ya que no llegan nuestros amigos, ¿puedo invitarte un café, un helado, o lo que apeteces?
– Gracias, no es necesario, pero que importa.
Al dirigir tu vista al puente notaste algo, con una reacción rápida dijiste:
– Nos vemos a la entrada del Jirón de la Unión en 10 minutos, discúlpame
Y disimuladamente te pusiste a caminar en sentido contrario, sin voltear atrás, yo me quedé mirando tus nalgas que invitaban a unos masajes y a una dulce penetración por atrás, se me paró el pene al imaginarlo.
Esperé un poco, entendí que tu amigo había llegado y no querías hacerle frente, efectivamente llegó un tipo mirando a todos lados, se paró en el lugar que estabas parada, iba y venía de un lugar a otro, yo me levanté y caminé directo a la entrada del Jirón de la Unión, al esperar un poco te vi venir, con tu chuchita pidiendo guerra por encima del pantalón ajustado y tu cara que se había encendido con los colores de la arrechura.
Esta oportunidad era mía, yo no me equivoco cuando una mujer está arrecha.
Llegaste sonriendo donde yo estaba, nos saludamos con un beso como viejos amigos.
– Que quieres beber- te dije
– Un helado está bien- me dijiste
Comimos unos helados sabrosos, a cada instante gozaba con tus miradas, con la suavidad de tu voz, con tus actitudes de gata arrecha.
– Te pregunté quién era Martín.
– ¿Sabes? – dijiste- era un compañero de la Universidad de quien estuve enamorada.
– Como son las cosas, mi amiga que se parece a tí también fue enamorada mía, por eso me llamaste la atención.
– Y ¿a quién esperabas? – te dije.
– A un tonto que no vale la pena, me hizo esperar más de una hora.
– ¿Es tu novio? – te pregunté
– No, es mi amante… jajajaja- me dijiste entre risas y con un tono sensual
– Que, ¿eres casada?
– Si tengo marido, pero estamos separados
– Ah, comprendo, lo que no comprendo es como pueden dejar plantada a una chica tan bonita (tan arrecha, casi se me sale).
Tu rostro se encendió de rubor, aproveché el momento para poner la palma de mis manos en tu rostro, me miraste a los ojos y cogiste mi mano en señal de agradecimiento, entonces supe que serías mía.
Acerqué mi boca a tus labios y te di un beso caluroso.
Tú me mirabas entre incrédula y emocionada, tu imaginación volaba seguramente porque noté que tus pezones se ponían duros a través de tu polo rosado, entonces en un arranque de audacia toqué tu vulva hinchada por encima del pantalón, claro que, por debajo de la mesa, cerraste los ojos cuando hice presión en tu raja, y me dijiste suavecito:
– ¿Cómo supiste que estaba arrecha?, ya no aguanto, llévame donde tú quieras.
Salimos apresurados de la heladería, y como por arte de magia, vi a unos 20 metros un letrero que decía HOTEL, tu ojos brillaron al verlo tan cerca, apresuradamente nos metimos al hotel, sin percatarnos de la gente que nos miraban, algunos seguramente imaginándose lo que haríamos, ya adentro te cogí de la mano y entramos a la recepción, pedí una habitación matrimonial, entramos como dos adolescentes que van a cometer un pecado, estabas roja de emoción, seguramente con tu chuchita hecho un charco de líquidos.
Una vez cerrada la puerta me abalancé y te di un beso con lengua, metiendo mi lengua hasta la garganta, tú me cogiste el pene que estaba parado desde hacía rato, me bajaste el cierre y al salir disparado hiciste un gesto de sorpresa, parecía que nunca habías visto uno de ese tamaño, con curiosidad y deleite acariciaste y te arrodillaste para empezar con unos besos calientes en la cabezota, quisiste meter en tu boca, lo lograste a duras penas porque el grosor no lo permitía, trataste de meterlo hasta tu garganta, pero te dieron unas arcadas y empezaste a lagrimear, yo no aguanté más y disparé el semen en tu cara, en tus cabellos, en tu polo, la lecha quedó desparramado en todo tu cuerpo, pero mi verga seguía erectísimo.
– ¿Tan rápido eres? – preguntaste
– Es que estaba por reventar, no pude aguantar
Te paraste y me ofreciste tus labios impregnados con mi semen, pude saborear tu saliva mezclado con mi leche.
– ¿Cómo supiste que estaba arrecha? – susurraste nuevamente
– Se te veía en la cara, se te olía a distancia, tus hormonas volaban por el aire.
Luego de unos segundos de descanso empecé a sacar tu polo, rápidamente cayó tu sostén al suelo, tus pezones estaban súper duros, lo empecé a devorar como un niño hambriento, succionando y alternando entre tus dos tetas, tu empezaste a gemir más y más, te bajé el pantalón y entre tus piernas tu calzón rosado tenía una mancha húmeda, te cogí por encima para sobar, luego lo aparté a un lado y noté el charco de humedad entre tus piernas, lo bajé rápidamente y te hice sentar al borde de la cama, hundí mi cara entre tus piernas y empecé a lamer tu chuchita húmeda, tu jadeos se hicieron más fuertes y te echaste para atrás, cogí con mis dientes tu clítoris y te mordí ligeramente, fue cuando me di cuenta que te corriste porque un chorro de líquido salió de tu chucha.
Luego que te repusiste del orgasmo, te coloqué en posición para penetrarte, tu asustada decías que no va entrar, tu chuchita es estrecha y mi pinga es muy grande y gruesa, empecé sobando entre tus labios vaginales y tu clítoris, tentando con la cabeza en tu entrada vaginal, por ratos hacía una corta penetración y luego lo sacaba, nuevamente empezaste a jadear, te dije prepárate porque te lo voy a meter, suavemente y con mucha fuerza fui venciendo la resistencia de tu labios vaginales, mientras tú te cogías de la cabecera de la cama para resistir, te mordías los labios y unas lágrimas brotaron de tus ojos cerrados, poco a poco la mueca de dolor fue pasando mientras permanecí con mi verga metido hasta la mitad, suavemente fui sacando y metiendo, sacando y metiendo cada vez más, en un momento me di cuenta que lo tenías metido mi pinga hasta los huevos, tus jadeos se convirtieron en gritos, yo mientras tanto sobaba con mis dedos tu clítoris y con mi boca chupaba tus pezones, cada vez hicimos más fuerte los movimientos y tus gritos se hicieron más fuertes a tal punto que tuve que tapar tu boca con mis manos y luego te cubrí el rostro con la almohada, mientras sentía que la cabeza de mi pene tocaba el fondo de tu vagina, en un momento sentí que reventabas al mismo tiempo que yo, mi leche salió disparado llenando tu chucha y te quedaste con los ojos volteados semi-inconsciente sobre la cama, luego de unos momentos de calma empecé a bombear nuevamente porque mi pene seguía parado y ajustado en el guante de tu vagina, sentiste los embates suaves y profundos nuevamente, nuevamente empezaste a jadear. Cambiamos de posición, te pusiste en la posición de perrita y te lo metí de un solo golpe, tu chucha ya estaba súper dilatado y ya no fue problema introducirte toda la verga, mientras bombeaba me llamó la atención tu ano chiquito y rosado, estaba mojado con tus líquidos, puse la punta de un dedo en la entrada, hiciste un gesto de sorpresa, mientras golpeaba empezaste nuevamente a jadear, la sensación era maravillosa porque yo sentía los anillos de tu vagina a todo lo largo de mi pene, sentía las contracciones de tu vagina y trataba de forzar la penetración hasta tus entrañas, mi dedo empezó a penetrar tu ano muy suavemente hasta el rincón, a través de la piel que separa tu chucha de tu ano sentí mi pene entrando en tu chucha, tú ya ni podías gritar, estabas como hipnotizada y dabas unos alaridos débiles y te desplomaste en la cama, nuevamente noté que tus ojos estaban volteados, me vine sin más y inundé tu chuchita con lo que quedaba de mi leche, nos quedamos como 10 minutos echados con mi pinga en tu chucha, estábamos agotados, al separarnos quedaste con las piernas abiertas y tu chucha rezumando la leche y tus líquidos corriendo por tus piernas hasta las sábanas.
Eres fantástica, te dije, tu rostro denotaba la satisfacción de tu arrechura, nos cambiamos, hablamos cosas sin importancia, me diste tu teléfono y yo la mía, quedamos en vernos el sábado por la noche para repetir la historia, claro, yo de ninguna manera te haré esperar porque sé que, si no me presento a la hora, cualquier arrecho que presienta tu arrechura te puede llevar como a cualquier putita.
CONTINUARÁ
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