ÉPOCA DE PLACERES CON MI SUEGRA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola, hace unos años hubo una fiesta en la casa de mi suegra y todos bebimos bastante y después de media noche los invitados se fueron despidiendo quedando al final solo mi esposa, mis suegros y yo, y pronto mi esposa se fue a dormir al igual que mi suegro porque habían tomado demasiado.
Quedamos solo mi suegra y yo en la sala y la música siguió sonando y ella me pidió que bailáramos y todo fue bien hasta que Sandra, ese es su nombre, me abrazo fuertemente y sentí sus pechos rozando mi tórax, y luego rodeo mi cuello con sus brazos dándome libertad para abrazarla como quisiera, sentí su respiración muy agitada cerca a mi oído, y así continuamos por un rato.
Pero espontáneamente me nació el deseo de besarla y vi su rostro y su mirada en mi ojos y los dos nos acercamos poco a poco hasta unir nuestros labios, enseguida ella volteo a mirar para cerciorarse que no había nadie a nuestro alrededor, mi esposa en la habitación estaba dormida profundamente y mi suegra tomo mi mano y me halo hacia la cocina y allí volvimos a besarnos empezando las caricias cada vez más intimas, me excité tanto que poco a poco fui metiendo mi mano bajo su falda sintiendo su vagina muy lubricada, y empecé a acariciar su conchita con mis dedos.
Ella estaba muy caliente y me desabrocho el cinturón para meter su mano y rozar mi pene, yo continué adelante y le solté el brasier para besar sus pechos, que como son pequeños conservaban su posición y esto la excito más.
Cuando ella mas gemía me detuvo y se agacho para mamarme la verga, lo hizo de maravilla porque succionaba espectacular haciéndome estremecer, a continuación se levanto y volví a acariciar su concha lo que hizo que ella alcanzara un orgasmo y enseguida empezó a frotar mi polla hasta hacer que me corriera, al terminar me alcanzo una servilleta para que me secara y después nos fuimos a la sala, nos sentamos en silencio y minutos más tarde me dijo que se iba a dormir.
No me quedo más opción que ir a la habitación donde estaba mi esposa y acostarme a su lado hasta el otro día cuando regresamos a nuestra casa.
Yo quede con muchas ganas de follàrmela en forma y quede esperando la oportunidad hasta que un día su esposo tuvo un viaje sorpresivo fuera de la ciudad.
Tan sorpresivo fue que después de acompañarlo a abordar su avión solo pensé en ir a visitar a mi suegra y con solo imaginar que me la pudiera follar, mi polla se puso en erección.
Minutos después, estaba estacionando mi auto dentro de la mansión de mi suegro.
Sandra se sorprendió al verme a esa hora tan poco habitual.
Yo sin embargo, al verla con ese traje ajustado de falda a la rodilla y zapatos blancos de tacón supe que había hecho bien en acudir.
Me invito a pasar y me ofreció un whisky que ella misma sirvió dándome la espalda dejándome el placer de admirar su maravillosa figura, no pude controlarme, y lentamente me acerque a ella por la espalda y tomándola por la cintura empecé a besar su cuello.
Ella se sacudió y dándose vuelta sobresaltada me dijo:
“¡Que haces!???
Sacando fuerzas de donde no creí tener le dije todo lo que sentía por ella con lujo de detalles, sin retroceder un solo paso y me mantuve pegado a su cuerpo.
Sentía su aroma y mi cuerpo aumentaba su temperatura sin límite.
Ella guardo silencio, pero mirándome fijo a los ojos me dijo con voz temblorosa…
“No podemos volver a hacerlo Carlos.
Eso está mal”.
Pero ella también estaba que ardía como yo.
Insistí pegándola más a mi cuerpo mientras mis manos buscaban su culo.
“No Carlos por favor”, y luego dijo…,”los sirvientes…mejor vamos al cuarto”
Y me separo, tomo la botella de whisky y sin mirarme camino hacia el ascensor que conduce a las habitaciones con una sensualidad que jamás había visto en alguna mujer.
Cuando la puerta del cuarto se cerró y la tome entre mis brazos ella ya no se resistió.
Nuestras lenguas se mezclaron con fuerza y mis manos trataban de abarcar todo su cuerpo con increíble pasión.
Ella desabotono su blusa y su brasier para dejar libres sus firmes y puntudos senos.
Yo desabroche su falda, cayendo al suelo y ella solo quedo con su tanga de hilo dental y sus zapatos blancos de tacón y sus medias nylon, pegadas a sus muslos que la hacían ver muy sensual.
Mi polla no aguantaba más, parecía atacada por fiebre.
Pero debía tomarme mi tiempo para follarla.
Ella metía sus dedos en la raja y acariciaba sus senos.
Me incorpore y mi polla estaba a reventar, así que la acosté en la cama y la penetre lentamente sintiendo como su vagina se transformaba en un ajustado guante para mi polla.
Al hacerlo ella comenzó a gemir y jadeaba en mi oído.
Y me decía… “No sabes como deseaba tu polla dentro de mí.
Mi esposo vive frustrado porque su pene ya no le funciona, y yo sabía que eras el único hombre que me podía calmar esa sequia de sexo”.
¿Te gusta mi polla suegrita?
“Si”
Cómetela.
“Si”
Yo no podía creer que me la estaba follando.
Tanta era mi pasión que en medio de la cogida mis ojos seguían admirándola como a una obra de arte.
Ahora que era mi amante nuestra vida se transformaría en un morbo permanente en el que tendríamos que ocultar el deseo todo el tiempo, con caricias a escondidas.
Era una esplendida lame pollas.
Y tambien una adicta al semen.
Lo bebía con desesperación.
La cogí con suavidad y con furia.
La hice una cualquiera, transforme una dama de sociedad en alguien licencioso y morboso.
Ese día llegue tarde a casa.
Tarde y cansado.
Al día siguiente ella llamo a mi celular al mediodía.
“Estoy esperándote”
Basto eso para que me tomara mi tarde libre.
Y la follara sobre la mesa de billar en la sala de juegos.
Se había puesto un ajustado vestido corto sin bragas, y mi debilidad: zapatos altos negros de tacón con punta de acero.
Era una mujer poseída por el placer.
Gateaba sobre la mesa para incitarme y yo la follaba como a una perra por su cueva y su culo.
No decía basta.
Ni siquiera en los intervalos, donde bebía whisky como agua y en su embriaguez aumentaba su deseo.
Cuando ya tuve que partir, pude observar como la mujer elegante de finos modales que horas antes me había recibido ahora me despedía algo mareada por el licor, pero sin perder un ápice de su belleza.
Cuando Francisco regreso de su viaje, nuestra libertad de movimientos se restringió.
Sandra estaba cebada.
Tan en celo que la presencia de su marido solo sirvió para aumentar su audacia: Había conseguido excitar mi polla y haría lo que fuera por disfrutarla.
Así que en cada oportunidad fregaba su culo en mi polla, o acariciaba mi sexo bajo la mesa en las cenas, o me invitaba a follar en lugares ajenos.
Éramos presos de una locura.
En una ocasión me invito a almorzar junto a su esposo y se aseguro que este bebiera una cantidad suficiente de vino durante la comida, hasta que Francisco empezó a cabecear suavemente y sus palabras salían desarticuladas de su boca.
Sandra servía su copa con una mano y con la otra masturbaba mi polla bajo el mantel.
Cuando Francisco al fin se durmió en su sitio, ella se deslizo bajo la mesa y me propino una mamada de antología sin dejar derramar una sola gota de semen.
Sandra era a mis ojos una reina.
Para el postre, ya habiendo dejado a su esposo en la habitación ella estaba cabalgándome en la habitación de huéspedes gimiendo sin ningún tipo de censura.
Yo acariciaba sus senos y me extasiaba con la visión de su cuerpo.
Aun la veo desnuda, vestida solo con sus zapatos de tacón y recorriendo la habitación con completo dominio de sus actos.
Tal vez lo hace de adrede.
Al ver que mi polla siempre reacciona y terminamos en sexo rabioso.
Su audacia crecía, primero con cierta cautela y luego con periodicidad, comenzó a concurrir a mi oficina por cualquier excusa.
Llegaba vestida como la dama que era.
Y se dedicaba a comer mi polla arrodillada frente a mí.
Pero quienes han tenido amantes alguna vez, saben lo difícil que es mantener el control de las cosas para evitar un desastre.
Y yo lo estaba perdiendo.
Sandra estaba totalmente loca por mi polla.
Loca y desquiciada.
Cuando Francisco murió fue un alivio para mí.
Al menos ya no debía preocuparme por hacerlo cornudo.
Pero por otra parte ya no tuve excusas para ir a su casa.
Mi esposa, que nunca había terminado de digerir del todo a Sandra, que era su madrastra, porque la mama de mi esposa había fallecido estando ella muy joven, me impedía tener contacto con ella.
Sandra no soporto que menguara su dosis diaria de sexo, en su locura supe que en la mansión heredada de Francisco, ella se había convertido en cortesana y dedicaba sus días a la práctica del sexo a alto nivel social.
Su fama era conocida en los círculos mas selectos y no había ejecutivo que no se preciara de haber dejado su dinero a cambio de placer con Sandra.
A mí eso realmente no me importa ya que la disfrute en su mejor época y ahora estoy dedicado a mi trabajo y mi familia
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!