Eres Más Puta Que Las Gallinas….
No esperaba que fuera a dar una fiesta, después de lo que le confesé por primera vez todo, lo que me había sucedido durante el corto tiempo que él estuvo preso..
Así me ha dicho mi marido, al tiempo que azotando la puerta tras de sí y se marchaba de la casa.
No lo podía creer, después de todo lo que yo había hecho para que él saliera de la cárcel, me pagaba de esa manera, no pensé nunca que Ricardo me saliera con eso. Claro está que no esperaba que fuera a dar una fiesta, después de lo que le confesé por primera vez todo, lo que me había sucedido durante el corto tiempo que él estuvo preso.
Bien, en esos momentos pensaba lo decía mi madre, que Ricardo no era el hombre que yo merecía. Pero con todo y el dolor que sentí al verlo marcharse, pensé que era normal que actuase de esa manera, ya cuando se calmase y recapacitara, esperaba que se diera cuenta de su error y me perdonase.
Lo más triste de todo es que amo entrañablemente a mi marido, y al ver que lo detenían, me desesperé. Todo comenzó cuando un supuesto amigo de mi esposo, le vino con el cuento de que tenía el negocio del siglo, yo nada más de ver su pinta, y su manera de hablar de millones, me pareció que era un vulgar estafador.
Pero Ricardo hasta se ofendió, cuando le dije mi pensar sobre su amigo. Bien finalmente resultó que yo era la que tenía la razón, su amigote y su negocio de millones resultaron ser toda una estafa, pero el único idiota que puso su nombre quien fue, si el tonto de Ricardo.
Por lo que fue al primero que arrestaron, eso fue un lunes por la mañana, lo han sacado del apartamento en interiores ya que recién se terminaba de levantar. Yo no tenía ni la menor idea de lo que habían hecho con él, así que antes de dedicarme a ir a buscar un abogado que nos ayudase, fui a la estación de policía donde lo tenían bajo arresto investigativo.
Para serles franca, más tardé en llegar al cuartel que en verlo a él, el agente a cargo de la investigación de manera muy caballerosa, hasta me permitió que le hablase a Ricardo, quien hasta ese momento pensaba que todo se debía a un tremendo error, ya que aparte de pedirme que le trajera algo de ropa, me pidió que hablase con Nacin su amigote.
Que el tal Nacin aclararía todo, yo obedientemente hice lo que me pidió, traté de localizar por teléfono a su amigo, pero fue del todo inútil, y así se lo dije cuando le llevé su ropa. Ya estaba por marcharme de mi segunda visita, cuando Ricardo se acordó que la madre de Nacin vivía en una lujosa propiedad, yo le indiqué que le diera ese dato a la policía, pero Ricardo se negó. Yo estuve tentada a dárselas, digo la dirección, pero por no desobedecer a mi marido, me quedé callada.
Cuando llegué a la casa de la madre de Nacin, por suerte fue él a quien vi antes de que cerrase la puerta, al parecer llegaba justo en ese instante, aunque con lentes oscuros, y un gran sombrero de alas anchas, como para que no lo reconocieran. Por lo que no le quedó más remedio, que el detenerse para hablar conmigo.
Apenas abrió la boca me di cuenta de que me estaba mintiendo, aunque no le dije nada, me juró que todo fue un mal entendido, y todos los cuentos de caminos que se le podían ocurrir en ese momento. Yo salí de esa casa, con la firme convicción de que, si lo dejaba en manos del tal Nacin, Ricardo pasaría un buen tiempo en la cárcel.
Al regresar a la estación, el atento oficial que me había recibido las veces anteriores, me dijo simplemente que ya no podía ver a mi marido, y que él no se metería en problemas por causa mía. Dándome a entender, que antes había sido tan complaciente conmigo y yo sin embargo no se lo agradecía de manera alguna. Yo no entendí a qué se refería, cuando me dijo esas palabras, reconozco que me puse bastante nerviosa al escucharlo decirme que no podía ver nuevamente a mi marido.
Fue cuando él se levantó de su silla y acercándose a mí al punto que llegó a pegarme contra la pared me dijo, que, si yo no ponía de mi parte, me sería muy difícil ayudar a mí esposo, de inmediato me tomó por la barbilla y mirándome a los ojos me preguntó si yo había entendido. A lo que de manera casi inmediata le respondí que sí, aunque lo cierto era que yo estaba más que confundida con su manera de actuar.
Su respuesta fue inmediata, aprovechándose de que los dos estábamos solos en su oficina me dijo. Ahora no tengo tiempo, ni es el lugar adecuado, yo tengo tu dirección. Esta noche cuando salga de mi guardia, pasaré por tu casa para ponernos de acuerdo sobre eso. Sentí como sus manos apretaban por sobre la tela de mi vestido mis senos, y en particular mis pezones, en ese instante tuve el impulso de ponerme a gritar como una loca, y formar un alboroto.
Pero, aunque yo no me gradué de la Universidad, pero sé muy bien que eso finalmente hubiera perjudicado a mi marido, así que, tragándome mi dignidad, esbocé una tonta sonrisa, digamos que sellé el acuerdo, al fin y al cabo, lo que deseaba era ver a mi marido con urgencia.
Cuando finalmente trajeron a Ricardo ante mi presencia, asustado como nunca antes lo había visto, me dijo que hiciera todo lo posible por que él saliera de eso, casi llorando me pidió que buscase la forma de hablar con un abogado y convencerlo de que lo representase, sin importar el costo.
Cuando le recordé que diera la dirección de Nacin, se negó rotundamente, diciéndome que el tal Nacin tenía muchos contactos y que sí lo traicionaba de seguro, no saldría vivo de ese lugar.
De la estación de policía, me dirigí al primer bufete de abogados que encontré, quienes después de escuchar mi historia, simplemente me dijeron que no atendían casos penales, así paso lo mismo con el segundo, el tercero y otros más hasta que finalmente encontré a uno que si aceptaba representar a mi marido, pero bajo la condición de que después me hablaríamos sobre sus honorarios. Ya más tranquila regresé a la estación, y por medio de mi amigo el policía le hice llegar esa información a mi marido, justo después fue trasladado al tribunal para que le leyeran los cargos.
Como no teníamos ni para el pago de la fianza, no pude sacarlo de inmediato, así que a Ricardo le tocó pasar casi dos semanas detenido a la cárcel donde lo trasladaron esa misma noche. Yo toda desconsolada, al regresar a mi casa, lo cierto es que hasta se me habían olvidado las palabras del agente que investigaba el caso. De haberlo recordado, ni tan siquiera le hubiera abierto la puerta de mi apartamento. Pero en mi confusión de mente, cuando me estaba dando un baño para tranquilizarme, al escuchar que sonaba el timbre de inmediato tomé mi bata de baño y sin pensar en quien pudiera ser, me dirigí hasta la puerta y la abrí sin ni siquiera detenerme a preguntar quién era.
Cuando al abrir la puerta encontré al agente Rivera, me quedé de una sola pieza, pasmada sin la menor idea de que hacer. Justo en ese mismo instante al verlo, me acordé de compromiso que me hizo hacer con él, para que me dejase ver a mi marido.
Creo que debí haber cerrado la puerta de inmediato, pero al ser mis reacciones tan lentas, él entró sin que yo lo invitase a pasar y de inmediato tras de sí cerró él la puerta. Cuando me dijo, así me gusta que me reciban recién bañadita, fue que caí en tiempo nuevamente. Por unos instantes pensé en como zafarme de ese tipo, pero por su manera de verme, supe que eso sería algo un poco más que imposible.
Aunque traté de desviar su atención, pero fue algo inútil del todo, yo trataba de distraerlo hablándole sobre el caso, pero él simplemente no hacía el menor caso de lo que yo le decía, se fue acercando lentamente a mí, mientras que yo de la misma manera comencé a retroceder, hasta que me acorraló contra la puerta de la habitación.
Ya Para ese instante tenía su boca sobre la mía, y su cuerpo pegado al mío. Aunque le ofrecí mucha resistencia, al parecer no fue la suficiente ya que finalmente me dominó. Tanto su lengua como sus manos, entraron en contacto con mi piel, sentí como sus labios y los míos se unían, mientras que sus dos manos con gran rapidez se deslizaron dentro de mi bata de baño.
Yo estaba toda asustada, sentí que mi respiración se detuvo sin yo poder hacer nada, mis fuerzas parecían que me había abandonado del todo, no era ni tan siquiera capaz de evitar que me besase. En mala hora, cuando él me apretaba con su cuerpo contra la puerta de mi habitación, la puerta se abrió, por unos cortos segundos, dejó de besarme, pero sin dejar de tocarme, mientras daba un vistazo dentro de la habitación, de inmediato volvió a verme y sonriendo sin separarse de mi cuerpo me llevó hasta la cama.
Rivera siguió besándome insistentemente, sus manos con inexplicable habilidad, me han despojado de mi bata de baño, quedando yo del toda desnuda ante él. En ese momento quizás por la vergüenza que sentí al estar así de desnuda frente a él, finalmente pude reaccionar, negándome a dejarlo continuar besando y tocando todo mi cuerpo, pero ya era bastante tarde, sentía su duro miembro bajo la tela de su pantalón completamente duro.
Traté de zafarme de sus brazos, pero creo que con eso solo logré que se excitase más aun, ya que, de manera brusca, colocó sus manos sobre mis hombros, y presionándome con fuerza me obligó a que me agachase frente a él. Acto seguido extrajo su miembro del pantalón y sin pérdida de tiempo, me ordenó que se lo mamase. Yo aun ofreciéndole bastante resistencia me estaba negando hacer esa porquería, cuando me dijo. Tu marido se encuentra en espera de que lo trasladen dentro del penal, si por accidente el informe se traspapela con el de algún sátiro, lo van a pasar a los calabozos de la justicia profunda, donde de seguro, por más que grite y patalee y juré que no ha tocado a ninguna niña va a dejar de ser señorito.
Sus palabras me dejaron fría, y el temor de que mi marido terminase siendo abusado sexualmente o que lo matasen un sin número de maleantes, hizo que dejase de oponerme a las órdenes que me daba Rivera, por lo que resignada y sumisa me he llevado su miembro dentro de mi boca.
A medida que su miembro comenzó a penetrar mi boca, Rivera me siguió hablando, indicándome que debía hacer, lo cierto es que hasta nauseas me dieron, pero el temor de que él tomase represarías contra Ricardo, me esforcé por controlarme. Por un largo rato, sentí como su duro y caliente miembro entraba y salía de mi boca, mis labios lo aprisionaban, y mi abundante saliva escurría por mi quijada.
En ciertos momentos, él colocaba sus manos sobre mi cabeza, acelerando sus movimientos, pero al poco rato se detenía y me obligaba a que se lo siguiera mamando lentamente. Hasta que, de golpe, sacó su verga de mi boca, diciéndome. Ahora me quiero dar el gusto de metértelo putita, en otro momento me lo vuelves a mamar completo.
Yo ignoraba en esos momentos a que se refería con eso de completo, pero después caí en cuenta, cuando después de que me volvió a obligar a que se lo mamase, que lo que él deseaba venirse dentro de mi boca. Pero antes me tomó por los brazos, de manera brusca me levantó del piso, y de inmediato me empujó sobre mi cama, donde apenas caí, separó mis piernas. Colocó su cuerpo sobre el mío y de inmediato introdujo su dura verga dentro de mi coño.
Yo me quedé paralizada, no podía creer, pero casi de inmediato comencé a sentir algo que jamás en mi vida había sentido, aunque en contra de mi voluntad me encontraba en mi propia cama y con otro hombre que no era mi propio marido, y lo que me tenía más que confundida en esos momentos era que a pesar de todo eso, lo estaba disfrutando.
No sé el cómo, ni por que comencé a mover mis caderas al mismo ritmo que él me penetraba y sacaba su verga de mi coño, que en cosa de segundos ya estaba bastante lubricado. Era algo increíble, lo que sucedía dentro de mí mente, por una parte odiaba lo que él me estaba haciendo, pero por otra lo disfrutaba intensamente, al punto que dije algunas cosas que jamás ni a mi propio esposo se las había dicho, le estaba pidiendo a Rivera que me diera más duro, que me lo metiera hasta el fondo, que no parase.
Mientras que yo enloquecida continuaba diciendo esas palabras una y otra vez, Rivera seguía metiendo y sacando su verga de mi mojado coño, y diciéndome. Desde que te vi por primera vez, supe que eras toda una putona, de coño bien caliente. Sus palabras no las sentí como un insulto, las cosas que me siguió diciendo me excitaban mucho más todavía, cosas como.
Si te vistes como una puta, caminas como una puta, hueles como una puta, hablas y ves a uno como una puta, mamas como una puta y en la cama te mueves como una puta ¿qué eres? A lo que yo como si dijera algo gracioso, al tiempo que movía intensamente mis caderas, le respondí sonriéndome, bueno soy tu puta.
Con tanta excitación, alcancé múltiples orgasmos, cosa que en mi vida nunca me había pasado, ni siquiera con mi marido. Yo quedé toda agotada, tirada sobre mi cama con mis piernas completamente abiertas, y mi caliente coño chorreando, mientras que miraba como Rivera, se limpiaba su verga con mi bata de baño.
De momento sin decirme nada, me ha tomado por el cabello y acercando su verga a mi cara. De inmediato supe que cuales eran sus intenciones, y aunque momentos antes me había desagradado tanto, que me pusiera a mamársela, apenas tuve su verga al alcance de mis dedos, algo dentro de mí me impulsó a chupársela con unas ganas increíbles, por lo que me la he llevado a la boca, y sin detenerme comencé a chupársela una y otra vez, de inmediato sentí como la verga de él se hinchaba dentro de mi boca.
Por un buen rato se la he mamado, chupado y hasta mordisqueado. Hasta que finalmente logré que volviera a venirse, y como él me había dicho, de manera completa, dentro de mi boca. Después de eso Rivera, se marchó riéndose y diciéndome que nos volveríamos a ver y que no me preocupase por mi marido que no le pasaría nada.
Apenas él se marchó, me sentía tremendamente sucia, como era posible que yo, no tan solo me hubiera acostado con ese hombre, sino que también lo hubiera disfrutado tanto y para colmo de males, en la misma cama de mi esposo. Pero de inmediato pensé que había hecho todo eso, por el amor que sentía por Ricardo, de lo contrario, poco me hubiera importado lo que le fuera a pasar dentro de la cárcel.
Durante las dos semanas que mi marido estuvo detenido, Rivera me visitó en varias ocasiones, en las que irremediablemente se repetían más o menos los mismos hechos, con algunas ligeras variantes. Pero al final yo siempre terminaba por sentirme mal, por una parte, mientras que por la otra parte me sentía muy satisfecha y contenta del sacrificio que hacía por mi marido. Pero si todo hubiera quedado en mi relación con Rivera, quizás me hubiera quedado callada, pero cuando en la semana fui a visitar a Ricardo a la cárcel, lo primero que me encuentro en que para pasar donde él me debía someter a un cateo físico.
Yo no lo sabía en esos momentos, pero en mi caso no era necesario, ya que no tendría contacto físico con mi marido, pero el que no sabe es como el que no ve, y eso me sucedió a mí, la oficial de custodia que me cateo todo el cuerpo, apenas me vio habló con sus compañeros y después se me acercó indicándome que la siguiera, cosa que yo inocentemente hice hasta una retirada oficina, que parecía más bien un consultorio médico, lo digo por la camilla y otras cosas que vi, apenas entré me ordenó desvestirme completamente, lo que yo en mi desconocimiento, hice sin la menor reserva de mi parte, ignorando en todo momento que eso era un acto ilegal por parte de ella.
Bueno al terminar de quitarme el vestido, me quedé en pantis y sostén esperando que ella revisase la ropa y mi cartera, pero de momento me dijo, quítate todo que tengo que hacer una inspección ocular y táctil de tu área genital, yo comencé a protestar, cuando ella empujándome sobre la camilla me dijo de mala manera, sino te dejas examinar no puedes ver a tu hombre, así que ya sabes, además sino ocultas nada dentro de tu coño nada debes de temer.
Aunque algo molesta por su trato tan desconsiderado, terminé por obedecerle, y tras yo quitarme mi ropa íntima, la oficial de custodia me indicó que debía subirme a la camilla y colocar mis pies sobre los estribos, como cuando voy al ginecólogo. Lo cierto es que me sentía indignada, pero sí quería ver a Ricardo debía pasar por eso pensé yo en esos momentos. Ella se colocó unos guantes de látex, y de inmediato comenzó a escudriñar toda mi vulva, pero de una manera que nunca antes ni mi ginecólogo había hecho.
Lentamente fue palpando con sus dedos, las paredes de mi vulva, suavemente comenzó a introducir dentro de mi cuerpo sus dedos, al principio, me seguía sintiendo algo incomoda, pero a los pocos segundos, su voz de grosera y malcriada cambió a una voz tierna y dulce que me decía con suavidad que me relajase.
Uno de sus dedos comenzó a toquetear mi clítoris, pero de una manera tan sabrosa, que, en lugar de protestar, se me ha escapado un profundo suspiro, casi de inmediato me ella me sorprendió, cuando sentí directamente sobre mí ya inflamado clítoris su boca chupándomelo. Inútilmente hice un pequeño esfuerzo por retirar su cara de mi coño, pero sus dedos continuaban acariciándome internamente, al grado que de manera involuntaria yo había comenzado a disfrutar de todo lo que la oficial me hacía con su boca y con sus dedos, por lo que yo de manera inconsciente comencé por mover mis caderas según y sentía que su lengua tenía contacto con mi carne.
Ignoro realmente cuanto tiempo ella me estuvo mamando, lamiendo y chupando todo mi coño. Pero después de un buen rato sentí que había dejado de hacerlo, y al levantar mi cabeza para ver qué había sucedido, me encuentro que la oficial de custodia, de seguro a medida que me fue lamiendo mi coño, se fue despojando de la falda de su uniforme, al igual que de su ropa íntima.
Después me enteré que ella se llama Irma, bueno Irma se ha trepado sobre mi cuerpo, mientras que yo estaba tan ansiosa de que continuase haciéndome eso, que cuando vi su coño frente a mi cara, ni dudé por un segundo en también ponerme a mamárselo, de la misma forma y manera que ella volvía hacérmelo a mí. A diferencia de mí, ella se depila su coño totalmente, mientras que yo siempre me he dejado una forma de corazón.
En mi vida jamás había tenido relación íntima con ninguna otra mujer, pero se sentía tan y tan bien, me gustó tanto y tanto, que ni pensé en mi marido, ni en lo que se suponía yo hiciera en ese lugar, durante el resto del tiempo que compartí con Irma dentro de esa oficina.
Antes de que terminásemos nos besamos ardientemente durante un largo rato, mientras que ella seguía introduciendo sus dedos dentro de mi cuerpo, hasta que ambas alcanzamos nuestros respectivos clímax. Al terminar de vestirme y de medio arreglarme el cabello, Irma me dijo de manera bien autoritaria, que si deseaba ver a mi marido sin problema alguno, debía hacer lo que ella me ordenaba, así que la próxima ocasión que fuese a visitar a Ricardo, debía primero entrar directamente a ese lugar, para que no levantase sospechas.
Ha si a Ricardo lo vi por espacio de unos cuantos minutos atreves de un cristal y hablamos de las muchas gestiones que yo había realizado para conseguir que él saliera en libertad. Cuando finalmente salí de visitar a mi marido, me sentí algo rara, lo cierto era que esas relaciones que había sostenido con la agente de custodia, me hicieron dudar de mi propia sexualidad.
Por una parte me había encantado lo que Irma y yo habíamos estado haciendo, pero me sentía culpable de disfrutar de esa manera, mientras que mi pobre marido continuaba preso. En las siguientes ocasiones que fui a visitar a mi marido, Irma siempre me cateaba.
Lo que ambas disfrutábamos íntimamente, hasta que, en la cuarta ocasión, que entré directamente como ella me había orientado, y comencé a despojarme de toda mi ropa. Apenas entró ella, la noté algo rara, pero no le di mucha importancia. Así que de inmediato me terminé de quitar toda la ropa, pero ese día Irma estaba usando botas y pantalones como parte de su uniforme.
Así que en lugar de desnudarse como de costumbre, se dedicó a mamar mi coño de la manera más sabrosa del mundo. Yo estaba tan entusiasmada con lo que Irma me hacía con su boca, que no me di cuenta de que a la habitación entraron otros dos oficiales de custodia.
Solo cuando ella dejó de mamar mi coño, fue que abrí mis ojos y me encontré con ellos dos de frente. Irma apenas se lo ordenaron salió de la habitación. Uno de ellos, el de mayor grado me dijo, bueno puta, ahora vas a saber lo que es bueno de verdad, en mi vida me había sentido tan avergonzada, me encontraba toda desnuda, con mis piernas bien abiertas, y con todo mi coño chorreando la saliva de Irma.
Yo comencé a tartamudear, mientras que con una de mis manos ocultaba mi mojado coño y con la otra trataba de tomar mi ropa. Pero mis movimientos fueron inútiles, ese mismo oficial, me ha tomado de la mano y me dijo, o colaboras con nosotros dos o tú y tu amiguita la van a pasar muy mal, eso sin contar de lo que sentirá tu marido al enterarse que su mujer es lesbiana.
Me sentí entre la espada y la pared, ya que por la manera en que me habló ese tipo y la manera que él y su compañero me miraban, supe a que se referían. Ni pensar en negarme, ya que eso significaba el que de seguro Irma saldría perdiendo su trabajo y quedaría al descubierto frente a todos. Yo por mi parte no podría volver a ver a los ojos a Ricardo, ya que de seguro sería al primero que se lo contarían.
Nuevamente de manera resignada y sumisa, me vi obligada a permitir que se dieran gusto con mi cuerpo. Cuando no me quedó más remedio que aceptar y se los hice saber dejando de ofrecer resistencia, mientras uno de ellos cerraba la puerta por dentro, el otro se quitó los pantalones, y tras eso sus interiores.
En la misma posición en que me encontraba, él se acercó a mi coño, con su dura verga entre los dedos y de inmediato me penetró. No lo pude controlar, pero se me salían las lágrimas de lo mal que me sentía, era increíble que eso me sucediera a mí y de manera tan seguida, y para colmo de males no con uno sino con dos hombres a la vez. Todo mi coño estaba excelentemente bien lubricado, por lo que momentos antes Irma me había estado haciendo.
A los pocos momentos de sentir como entraba y salía la verga de ese oficial de custodia de mi coño, algo rosó mi rostro, instintivamente abrí los ojos y me encontré con la verga del otro a pocos centímetros de mi cara. Nada más de verlo supe que era lo que él esperaba que yo hiciera, así que aunque eso de mamar verga, no termina de gustarme mucho.
Abrí resignada mi boca y a los pocos segundos sentí como se deslizaba entre mis labios el caliente y duro miembro del otro guardia de custodia. Las toscas manos de ellos dos, tocaban viciosamente todos los rincones de mi cuerpo. Mientras que yo procuraba no pensar en nada, pero ni que una fuera de hierro, ya que mi deseo en principio era el terminar lo más pronto posible, pero rápidamente comencé a sentirme sumamente excitada, ya que eso de estar con dos hombres a la vez, ha sido una secreta fantasía mía de toda la vida, o mejor dicho desde que supe lo que era tener una verdadera relación sexual.
Además, la manera tan especial en que me introducía uno de ellos sus dedos dentro de mi coño, al tiempo que empujaba su verga, y como el otro me manoseaba mis parados pezones, me comencé a excitar bárbaramente, de no ser porque tenía la boca bien llena con la verga del segundo, mis gemidos de seguro se hubieran escuchado por toda esa cárcel.
De manera incontrolable, comencé a mover mis caderas, al tiempo que los escuchaba a ellos referirse a mí y a mí coño y boca como los de toda una zorra. Hasta como me jalaba algunos de los pelos de mi medio depilado coño me ponía mucho más caliente y con más fuerza mamaba y me movía. Era algo increíble que a tan pocos pasos de mi marido yo estuviera acostada con esos dos oficiales, y lo disfrutase tanto, por lo menos durante esos momentos. En medio de esa improvisada orgía, sentí como toda mi boca se llenaba del semen del segundo hombre al que se lo mamaba, mi saliva y su leche chorreaba por la comisura de mis labios sin que eso impidiera que yo siguiera chupándole su verga como una desesperada.
Al sentir eso, casi de inmediato alcancé un increíble orgasmo, mientras que el otro continuaba metiendo y sacando casi del todo su verga, de mi mojado coño, hasta que de momento aceleró sus movimientos para finalmente detenerse y golpearme en repetidas ocasiones con su verga mí acalorado coño.
Apenas se retiraron de mi cuerpo, me sentí nuevamente sucia y usada, casi lloraba de lo mal que me sentía, sí es cierto que por una parte lo disfruté bárbaramente, por otra no dejaba de sentirme culpable de serle infiel a mi marido, y ya el pensar que lo hacía por su bien no me consolaba. Ellos me dejaron sobre la camilla, desnuda y chorreando su semen por coño y boca. Apenas esos dos desgraciados salieron, entró Irma pidiéndome mil disculpas por todo lo que me había pasado.
No me quedó más remedio que refugiarme en sus brazos y seguir llorando hasta que más no pude. Ese día no quise que mi marido me viera, pensaba que nada más de verme se daría cuenta de todo lo que me había pasado y no quería que él sufriera, así que apenas me medio asee y vestí, salí corriendo para mi casa, donde seguí llorando desconsoladamente mientras me bañaba, y después al llegar a mi cama seguí llorando, hasta quedarme dormida.
Yo me sentía tan mal y tan mal por todo lo que me había sucedido en la cárcel, que decidí no entrar a la vista donde se le acusaría a mi marido de manera formal. Ya afuera su abogado, logró acelerar el próximo paso, y aunque le rebajaron la fianza, me fue imposible el cubrirla.
Ya al salir de la sala, su abogado me indicó que deseaba verme a la tarde en su bufete, cuando llegué, sin perder tiempo me puso al tanto de la realidad del caso de mi marido, diciéndome. A menos que no suceda un milagro Ricardo es muy probable que salga culpable, ya que hay una abrumadora evidencia en su contra, que únicamente el juez tiene el poder para desestimarla. Yo sin saber que hacer le pregunté cómo podía él lograr eso, a lo que me respondió, yo como no tenemos el capital suficiente, para pagar la fianza, va ser imposible que logré algo, no entendí que tenía que ver el pago de la fianza con eso y al preguntárselo me respondió.
Simplemente una vez pagada la fianza, la boleta se le entrega al Juez, si tu marido saliera libre al desestimar la evidencia en su contra, no volveríamos a ver dicha boleta. En otras palabras, es como si él juez cobrase ese dinero por exonerar a tu marido.
Pero como no tienes nada de dinero ni propiedades que hipotecar, la otra alternativa es que se entreviste personalmente con su señoría. Ya que existe la lejana posibilidad de que él la escuché, se conduela y decida pasar por alto los méritos del caso y lo archive dejando a tu esposo libre, pero no le garantizo nada.
Lo cierto es que gracias al abogado pude encontrar la dirección con gran facilidad y siguiendo su recomendación fui después de las siete de la noche, yo tenía una fe ciega en que si el Sr. Juez escuchaba la manera en que a mi marido lo engatusaron, finalmente brillaría la justicia.
Al llegar me sorprendí al ver tremenda mansión, pero además de eso al parecer había una gran fiesta. Aunque pasé con bastante facilidad, encontrar al Sr. Juez casi me llevo gran parte de la noche, y el poder finalmente hablar con él también me llevó cierto tiempo. Yo me imaginaba que el Juez era un hombre muy mayor, pero no era así, a lo sumo tendría la misma edad de Ricardo, pero de mayor estatura.
Pero siempre se encontraba reunido con alguna persona, hasta que finalmente la gente comenzó a retirarse, hasta que al fin pude acercarme y pedirle que me permitiera hablarle sobre el caso de mi marido. El Juez me escuchó detenidamente, mientras caminábamos por la enorme mansión, hasta que llegamos en el segundo piso a una habitación mucho más grande que mi apartamento.
Yo seguía contándole todos los detalles, hasta incluso que el tal Nacin era de familia muy rica y acomodada, que de seguro él sí tendría para pagar la enorme fianza que le habían impuesto mi marido.
Después de escucharme detenidamente el Juez me dijo, mientras me tomaba por la cintura, por lo que veo estas muy enamorada de tu esposo, a lo que yo nerviosamente le respondí que sí, de inmediato continuó diciéndome.
Bueno casi me has convencido de la inocencia de tu marido, pero me tienes que convencer de tu amor por él, ¿Dime que eres capaz de hacer por su libertad? Su pregunta me dejó confundida, pensé que con todo lo dicho por mi bastaría para que Ricardo saliera libre, pero al ver detenidamente su mirada, entendí que era lo que el Sr. Juez deseaba realmente.
Por unos instantes estuve tentada a dar media vuelta y salir corriendo de ese lugar, pero mientras lo pensé, de inmediato recordé el rostro de Ricardo pidiéndome que hiciera todo lo posible por sacarlo de la cárcel, me acordé de lo que he tenido que hacer con Rivera, con Irma y hasta con esos dos guardias de custodia.
Para que Ricardo no la pasara tan mal, así que, si debía acostarme con el Juez, para que mi marido saliera libre lo haría. Sin decir palabra, y mirando al piso, comencé a quitarme el vestido que tenía puesto. En cierto momento al levantar mi mirada vi una sonrisa en el rostro del Juez, al tiempo que decía, una acción vale más que mil palabras.
Yo estaba dispuesta a todo por Ricardo incluso a volver a ser utilizada por otro hombre. Cuando mi vestido tocó el piso, el Juez comenzó a sentarse en una cómoda butaca, de donde siguió observándome detenidamente, diciéndome. Eso está muy bien, pero me agradaría ver que te fueras quitando el resto de tu ropa, de manera un poco más sensual y provocadora.
Aunque soy en ocasiones algo lenta para entender algunas instrucciones, esas las entendí claramente. Por lo que poco a poco continué despojándome de toda mi ropa íntima, al tiempo que improvisaba algunos movimientos que me parecían eran del agrado de él.
Cuando finalmente quedé del todo desnuda, gateando me fui acercando a su señoría, quien con una mirada libidinosa no dejaba de verme. En mi mente ya tenía un pequeño plan, me acercaría a él y tras extraer su miembro lo masturbaría hasta que se viniera, y así daría por terminado todo. Pero como dicen, una cosa piensa el burro, en mi caso la burra y otra cosa el que la va a montar.
Cuando extraje su erecto miembro del pantalón, el Juez, nada más me dejó manipular su verga por un corto instante. Tras lo cual de manera directa me ordenó que me pusiera a mamársela, cosa que detesto hacer, pero que ante las circunstancias no me quedó más remedio que obedecerle. Su miembro no era nada del otro mundo, algo normal, casi igual que el de mi marido.
Mi boca lo cubrió casi de inmediato, y a medida que se lo comencé a chupar, sus manos las colocó sobre mi cabeza. En ese instante me dije a mi misma, bueno una vez que se venga todo terminado, pero no fue así. El Juez en cierto momento me ordenó detenerme, y me indicó que me sentase en el piso frente a él, que abriese bien mis piernas y que yo misma comenzara a introducir mis dedos dentro de mi coño hasta que él me ordenase detenerme.
Sumisamente seguí sus directrices, y por un buen espacio de tiempo no hice nada más frente a él que meter mis dedos dentro de mi coño, al principio de manera lenta, pero a medida que fue pasando el tiempo, yo misma me fui excitando y moviendo con mayor fuerza y velocidad introducía mis dedos dentro de mi cuerpo. Ya estaba por alcanzar un mezquino orgasmo, cuando el Juez me ordenó que me pusiera en cuatro patas viendo hacía la puerta.
Yo inocentemente lo hice, seguí tocando mi coño de manera lujuriosa frente a él cuando sentí sus manos sobre mis caderas y su verga directamente sobre mi culo. En mi vida me habían hecho eso, sentí dolorosamente como su verga atravesaba mi apretado esfínter, el dolor que sentí y el consiguiente grito que pegué, casi me dejan desmayada.
Las lágrimas me corrían por mis mejillas, al tiempo que el Juez me apretaba viciosamente contra su cuerpo. De momento aparte de ese fuerte dolor, por la penetración que me había hecho, sentí un gran ardor en una de mis nalgas, al tiempo que me ordenaba que las moviera.
Lo que a pesar del intenso dolor comencé hacer, Sentía como una y otra vez su verga entraba y salía de entre mis apretadas nalgas, al tiempo que una de sus manos se enterraba brutalmente dentro de mi coño. Con su boca me mordía todo mi cuello, en fin, no hubo cosa que no me hiciera en esos momentos el Juez.
Yo no dejaba de pensar en que todo eso, lo que estaba haciendo lo hacía por Ricardo, bueno es cierto que en determinado momento ese dolor comenzó a sentirse como algo bien placentero. Y mis lágrimas de dolor se convirtieron en gemidos de placer, en par de ocasiones cambiamos de posición, pero sin dejar de metérmelo por el culo, en algunos instantes me deleitaba viendo como su verga entraba y salía de mi culo, mientras que sus manos apretaban salvajemente mi clítoris.
Al día siguiente al despertarme, me encontraba sola acostada en el jardín, sin nada de ropa, ya que de la habitación nos fuimos a su piscina donde se lo mamé hasta el cansancio, al tiempo que hice cuanta cosa ociosa, que a él se le ocurrió ordenarme. Yo estaba como en el limbo, al despertarme vi que se me acercaron tres hombres mayores, con pinta de ser jardineros, al verlos ni tan siquiera me preocupé en tapar mi desnudo cuerpo, los tres me miraban asombrados, hasta que no sé por qué les dirigí una tentadora sonrisa mientras yo misma me volvía a tocar mi coño.
En cosa de un corto rato ya tenía a cada uno de ellos, metiendo su verga dentro de los distintos huecos de mi cuerpo. Era como estar en un sueño erótico, hasta que de pronto me di cuenta de que todo era real, no sabía que me había impulsado a actuar de esa forma y manera, pero eso no impidió que esos tres hombres me lo siguieran metiendo por todas partes.
Quedando yo finalmente tirada sobre la grama, sudada, cansada, y chorreando semen por todas las partes de mi cuerpo. Cuando volví a despertar, una señora uniformada sirvienta me observaba de manera desdeñosa, sin decirme nada señaló la casa y ya dentro un pequeño baño donde me aseé. Mi ropa estaba sobre una silla al igual que mi cartera.
Después de eso me condujo a la entrada y al salir me tiro la puerta. Bueno a mi marido lo dejaron libre, archivaron todos los cargos, a Nacin lo arrestaron y la fianza impuesta fue mucho mayor que la de mi esposo, pero inexplicablemente el caso se calló. Bueno Ricardo pasó varios días sin querer hablarme, hasta que finalmente, cuando fue a buscar su ropa, le conté detalladamente todo lo que yo había hecho por él, claro sin decirle lo de los jardineros, por lo menos la primera vez que se lo conté, luego si lo hice con lujo de detalles.
Bueno no sé si me ha perdonado o no, pero lo que sí sé es que desde ese día tenemos la mejor relación que jamás ambos hubiéramos soñado tener, yo a medida que le cuento todo, siento una tremenda excitación y él a medida que me escuchaba con más ímpetu me mete ya sea por mi coño o por el culo.
Cuando no es que se lo mamó y él me comienza a insultar, como le viene en gana diciéndome de puta o zorra y en ocasiones hasta perra, cosa que me excita tanto que en ocasiones alcanzo múltiples orgasmos.
Que rico