Gloriosa Erección
Novela corta sobre un hombre que perdona la infidelidad de su esposa, bastardo de por medio..
El amor es hermoso, más cuando se comparte por mucho tiempo. José y Gina se conocieron desde antes de nacer, sus familias eran vecinos, se llevan meses de diferencia.
Con el tiempo las cosas se dieron, enamorados desde niños a los 20 años se casaron.
José ha trabajado muy duro toda su vida para tener una vida decente para su familia, a los 25 años son una pareja feliz con un pequeño neonato. Todo es felicidad para la pareja.
A sus 26 años Gina vive enamorada, no puede decir que no haya otros hombres que le parezcan atractivos, pero ama a José con toda su alma. La pareja goza de una vida sexual plena, 4 a 5 encuentros por semana bastante satisfactorios, nada más podrían pedir, salvó el segundo hijo que tiene planeado más adelante.
Antua es un hombre afrodescendiente francés de ojos verdes, su forma de vida lo lleva a vivir temporadas en distintas partes del país, lleva 2 meses viviendo en una zona cercana al domicilio de la pareja, algunas veces se han cruzado camino sin mayor relevancia hasta que quedaban 15 días antes de irse de ese lugar.
Antua y Gina cruzaron caminos y miradas en el mercado, fue pasión a primera vista, el hombre desea a esta mujer de apariencia tan modesta y hogareña, sus caderas lo vuelven loco, desea entrar en sus carnes, hacerla suya al menos una vez antes de irse de ese lugar. Para ella la belleza excéntrica y acento tan encantador del hombre la excitaron a niveles que nunca había experimentado, el verde de sus ojos, lo negro de su piel, lo suave de su voz, desea tenerlo dentro.
Ante la vista de todos actuaron con normalidad, siguieron su camino, pero un mensaje había sido enviado con la mirada. Al terminar sus compras Antua espera a Gina, al salir la mujer del mercado y verlo guardó la distancia y lo siguió con mucha prudencia.
A paso firme llegaron hasta el cuarto del hombre ubicado en un complejo a espaldas del fraccionamiento donde la pareja vive.
Antua dejó la puerta abierta para Gina, apenas dió un paso dentro la puerta se cerró tras de ella, dejó caer las bolsas y se entregó al hombre que acababa de conocer.
La fama de los negros no precede a Antua, es un hombre de proporciones normales, tan normales como las de su esposo, el encuentro sucedió sin mayores sorpresas pero si mucho placer.
José conocé cada rincón de Gina, sabe dónde, cuándo y cómo tocar, con Antua todo fue nuevo, el hombre acostumbrado a estar con diferentes mujeres es hábil en las artes amatorias, sus besos queman la piel de la mujer que entrega sus desnudas carnes.
La penetración es perfecta, toca cada parte del tenso interior que recibe un pene diferente por primera vez en su vida, las embestidas son rítmicas, parece comos bailará arrancando gemidos que nunca había proferido en su vida, Gina se desconoce, está disfrutando demasiado del encuentro, tan espontáneo, tan prohibido, tan riesgoso.
José afina detalles del día, es muy bueno en lo que hace, piensa en llegar a casa y comer con su familia, su pequeño de 1 año, su esposa, desea llegar a besarlos y abrazarlos como hace todas las tardes, por la tarde quiere hacer el amor con Gina, desea probar algo nuevo que escuchó de uno de sus empleados y cree que le gustará al amor de su vida.
Mientras José lleva a cabo su jornada Gina recibe a cuatro el pene de Antua, obsesionado con su trasero lo nalguea dejando marcas en la piel, presa de la pasión del momento Gina no reacciona ni piensa en nada, solo disfruta de este hombre que le ofrece un placer distinto al de su esposo.
Entre gemidos de ambos Antua derrama su semilla en el interior de Gina, presa del orgasmo, juicio nublado por el sabor de lo prohibido, la mujer permitió que la simiente de otro hombre la impregnara sin pensar en las consecuencias.
Al final del encuentro Gina se vistió a toda prisa, recogió a su bebé de la casa de una vecina que lo cuida y se apresuró en llegar a casa a cocinar.
Comida lista fue corriendo al baño dejando solo a su hijo dormido en su cuna, presa del pánico al reaccionar en lo que había hecho se ducho la vagina expulsando el semen del hombre con quién le fué infiel a su amado esposo y notó el rojo de sus nalgas producto de las nalgadas.
Mortificada por toda la situación comenzó a llorar “¿Cómo pudiste ser tan estúpida?” se gritaba Gina encerrada en el baño. La puerta se abrió, José llega a casa anunciando su presencia con su ya clásico “familia estoy en casa”.
Mocosa y con los ojos rojos, envuelta en una bata, así salió Gina a decirle a su esposo que se siente mal “¿puedes comer solo y hacerte cargo del niño mi amor?”, “si claro, descansa mi amor”.
Encerrada en el cuarto Gina siente asco por lo que hizo, ella ama a su esposo, desea vivir su vida con él, nunca en sus 26 años había tenido pensamientos impuros más allá de pensar que un hombre es guapo, el día de hoy cruzó todas las líneas de golpe, para su mala fortuna, el impacto, miedo y estrés la enfermaron en realidad lo que llevó a José a quedarse con ella los 5 días que estuvo convaleciente.
En esos días las marcas del encuentro desaparecieron, el virus desapareció, pero el estrés de la mujer está a tope, tiene pesadillas con un embarazo, hacer el amor con su esposo no cambiará nada, sin darse cuenta, lo evita, lo rechaza, no tiene ánimos para hacer el amor, la culpa la atormenta y no puede hacer nada para abortar sin que su marido se encuentre.
El tiempo pasó, el embarazo se hizo obvio, gina está paralizada, no sabe qué hacer, ha hecho el amor con José algunas veces, perdido en confianza cree que es suyo, es algo pronto, pero es bienvenido, Gina llora encerrada en el baño sabiendo que el niño no se parecerá a ninguno de los dos, su matrimonio está acabado, una vida perfecta llena de amor se desmorona frente a sus ojos y no puede hacer nada para evitarlo.
Llanto descontrolado, José se fue de la casa y se llevó a su hijo de un año. Anticipándose a lo peor Gina decidió confesar su infidelidad, le dió los rasgos del padre, porque no sabe ni su nombre.
El pobre hombre llora con el corazón destrozado en el cuarto de un hotel, abraza a su pequeño de 1 año que llora junto con él sin saber el motivo.
José buscó quién pudiera cuidar a su hijo, rentó un pequeño departamento y encajando sus uñas en el corazón siguió adelante.
9 meses y 2 días después de la infidelidad nació un niño moreno, su madre es una mujer de 27 años, demacrada, deprimida y destruida, empleada de limpieza en un centro comercial vive en la casa de siempre, repudiada por su familia y la familia de José, lucha por salir adelante cargando a un niño que no tiene padre.
El pequeño Jonás tiene 3 años, es un niño alegre, juguetón, la adoración de su padre, un hombre soltero que no tiene tiempo para nada que no sea su hijo. Con el corazón destrozado no tiene tiempo de conocer a nadie más, tiene 29 años, dueño de un negocio mediano, sus empleados lo adoran, es un excelente jefe y amigo, apenas si sonríe, siempre piensa con la cabeza fría.
Gina arrastra el peso de un niño de 1 año y meses, lleva sus apellidos de soltera, lo ve con odio y desprecio, no puede amarlo, extraña a su pequeño Jonás, extraña a José, camina todos los días al trabajo, lo deja en la guardería, de regreso pasa al mercado a comprar comida, siempre pasa por un pequeño parque, una chica de algunos 18 años muy guapa cuida a un niño muy bonito, se parece mucho a su hijo.
Motivada por la curiosidad un día se acercó a la muchacha para preguntarle por su bebé, sus lágrimas brotaron, se derrumbó en el piso, “hola Gina, te tomó mucho tiempo” le dijo la chica abriendo la conversación “José me envió a este parque sabiendo que pasarías por aquí y tal vez querrías ver a tu hijo”.
“¿Eres su nueva pareja? preguntó Gina atormentada por la belleza y juventud de la chica.
“No, me paga para cuidar a su hijo” respondió la chica con toda la calma del mundo sin entender cómo es que el Sr. José se fijó en esta fea mujer.
El estrés, la soledad, la culpa, cargar con un hijo no deseado de un hombre que se fue para nunca volver, Gina no es la guapa mujer de la que José se enamoró, es una mujer demacrada.
Decidida a hablar con él Gina le pidió el domicilio donde vive José, “lo siento, no te puedo compartir nada de información”, pero el domicilio de la empresa no a cambiado, en su día de descanso Gina se arregló lo mejor que pudo, dejó a su hijo encargado con una mujer y fue a la empresa a ver a José.
Agotado, deprimido, devastado, a la distancia pudo ver todo el daño que le hizo a ese hombre, incapaz de amar a otra mujer se dedica a su trabajo y sus empleados, su familia lo busca pero los rechaza avergonzado de lo que le puedan decir, en estos 2 años no a hablado con nadie sobre la separación, es un secreto a voces, los vecinos indiscretos lo llaman cornudo, poco hombre, pito chico, se burlan de él sabiendo que un negro se acostó con su esposa asumiendo que es por la falta de talento, todo eso llega a oídos de José que no responde, se siente demasiado avergonzado para responder.
Al cruzar miradas José invitó con la mirada a pasar a Gina a su oficina, incómoda con las miradas la mujer avanzó decidida a soportar un poco de juicio moral por los presentes.
“Por favor, algo deberíamos poder hacer”, Gina desea intentar volver con el hombre que ama, sabe que está siendo cínica, descarada, fantasiosa y desvergonzada, pero muy en el fondo sabe que José la sigue amando.
Esa noche Gina y su bastardo durmieron en casa de José, la mujer intentó avanzar con su esposo, pero su hijo Jonás demandó su atención, feliz de volver a verlo durmió en el cuarto del pequeño dejando al pequeño bastardo dormido solo en la sala.
Los días siguientes José pudo notar el rechazo de Gina por el pequeño bastardo, el nombre más horrible que pudo encontrar, Inolfo. El niño pasa horas abandonado por su madre quién lo rechaza incluso para darle pecho. El hombre no pudo evitar increpar eso a la mujer “el no tiene la culpa de tus errores”, por mero compromiso y en un intento de agradar a José la mujer comenzó a interactuar de manera cariñosa con su pequeño bastardo que tiene los apellidos de sus abuelos y está registrado sin padre.
Desesperada Gina acudía todas las noches a la recámara de José para intentar algo con él, por más que se esforzaba el hombre no respondía, no podía, no había erección, sin embargo, la dejaba intentarlo.
Cansada de sus esfuerzos, Gina se resignó a vivir con este hombre que ya no la desea, pasa sus días atendiendo a sus hijos, la casa y a José que poco a poco va desarrollando afecto por el niño.
Un año entero pasó desde que viven juntos, Gina sabe lo que se dice de José, las burlas, comentarios hirientes, despectivos, a sus oídos han llegado comentarios como ”Tal vez debería ir yo a hacerle otro bastardo”, estoico el hombre no dice nada, simplemente se refugia en los dos pequeños a quienes les da el mismo afecto, los niños de 4 y 2 años aman a José, juegan todas las tardes con él, es el único momento de día en que José sonríe, Gina los observa de reojo con el corazón roto y la vagina empapada.
Esa naturaleza hogareña, paternal y cariñosa de José siempre le a gustado, lo ama por ese motivo, a sus 30 años se sabe más enamorada que nunca, José la recibió en su casa hace poco más de un año, se ha hecho cargo del pequeño bastardo, lo a criado como suyo, el niño lo adora y pese a no recibir nada más que frialdad, la mujer lo abraza todas las noches esperando el momento en que algo pase entre ellos.
La chica que se hace cargo de Jonás ahora también se hace cargo de Inoflo, los lleva a dar la vuelta, juega con ellos, les da de comer, se asegura de que siempre se vean limpios y presentables, Gina se siente juzgada por esta mujer, intimidada por su belleza, sobrepasada por su juventud, cuando ella está en casa ella pasa a segundo plano, sus hijos, ambos, pasan de largo su presencia y se la dan a esta chica.
Una noche se le ocurrió intentar hablar con José sobre esta mujer, “es la hija de uno de mis empleados, se dedica a cuidar a mi hijo en mi ausencia”, preocupada e intimidada por su presencia intentó convencer a José que su presencia ya no era necesaria “no puedo dejar esos niños a tu cuidado, lo siento, no puedo confiar en tí”.
Más deprimida que antes Gina se refugió en la lectura, se dedicó a devorar libros esperando encontrar la respuesta a su situación.
Mientras todo eso pasaba Antua regresó a la ciudad, “pueblo chico, infierno grande”, el hombre merodea buscando lo que pueda encontrar, ocupado con el trabajo no tiene tiempo para sentar cabeza, tiene 45 años y la urgencia de sentar cabeza lo atormenta, consumido por su propio estilo de vida, siente que se le va el tiempo de las manos.
Una noche, una noche calurosa, una noche en que José no podía dormir debido a pesadillas, sueña con Gina disfrutando del sexo con el padre del pequeño Inolfo. A su lado la mujer madre de los dos menores duerme sudando por el intenso calor, motivado por su instinto proteccionista se levantó de la cama por un paño húmedo, removió el sudor de su frente, pecho, brazos y piernas, detrás dejó una capa fresca de humedad que disipan el calor de su cuerpo.
Resultó tan efectivo que Gina se despertó con frío, José a su lado, despierto sin poder dormir por las pesadillas, por primera vez desde su confesión la aún pareja de esposos conversa. La mujer aprovechó para tirarse a sus pies e implorar por su perdón, se dijo sentirse arrepentida, culpable, desdichada y miserable, no puede dejar de llorar “fue un error, no deseaba serte infiel, fue una sola vez, no lo he vuelto a ver y no deseo verlo nunca más”.
Debilidad, José es un hombre de familia, de casa, paternalista, proteccionista, bondadoso, ama a esa mujer, ama al pequeño Inolfo, su hijo bastardo, hijo de esa mujer, por primera vez en años se sacó las uñas del corazón, lloró su dolor, intentó abofetear a Gina, la tomó del cuello para estrangularla, quiso arrancarle el corazón, la mujer deseaba ser castigada, cualquier cosa que aliviara su culpa y el dolor de José… Pero en lugar de eso, las palabras “te perdono” abatieron su desmoronada moral, corazón y cuerpo.
A partir de esa noche Gina intentó acercarse de nuevo a José, besos, caricias, masajes, abrazos, avances sexuales, con su boca intentaba despertar el pene de su esposo, lamentablemente, no había éxito, tampoco desistía. Dos semanas después de su perdón José algo que no esperaba Gina que pasara, registró con su apellido al pequeño Inolfo que tenía tiempo balbuceando papá cada vez que lo veía, aprovechó para cambiarle el nombre, un nombre que había pensado para su segundo hijo si este era varón, Luken, nombre de origen vasco que significa luz.
Esa noche Gina se sentía avergonzada, no era capaz de ver a José a los ojos, le acababa de dar la prueba máxima de amor y perdón, su familia se le echó encima, incluso la familia de Gina, José mandó callar a todos, “es mi vida, mi esposa y mi familia, no les importa”.
En medio del sueño Gina se giró para encontrar el cuerpo de José, esa noche el cuerpo no era frío, transmitía calor, tocó su pecho, abdomen, vientre, pene, testículos, hubo reacción instantánea, el pene que durmió por casi 4 años despertó.
Una gloriosa erección, Gina no lo podía creer, José estaba despierto, a su lado, con una hermosa erección, desesperada por volver a sentir a su esposo intentó montarlo a toda prisa, pero José es un hombre que sabe disfrutar las cosas, sujetó con fuerza a Gina que interpretó esto como rechazo, agachó la cabeza resignada y espero a su esposo actuara.
“Hemos esperado 4 años para esto, no hay prisa”, José giró su cuerpo para encontrarse con su esposa, tras tanto tiempo sin besarse los labios de ambos le sabían a gloría al otro, las manos fuertes manos de José, ásperas por el trabajo en la bodega y ensamblado raspan la piel de Gina que se siente más mujer que nunca. Dominada, a la merced de su esposo se deja hacer, suspira, respira agitadamente, está más mojada que nunca, los besos dejan marca en su piel, José está siendo rudo, satisfecha con la fuerza que su esposo ejerce expone su cuerpo para que haga con él lo que quiera.
Dos gruesos dedos entran en su vagina, gemidos mezcla de sorpresa, placer y dolor escapan de su boca “Aaaah José”, por primera vez en 4 años dice su forma de esa forma, siente los labios de su esposo succionar con fuerza sus pezones, una mano aprieta su cuello dificultando su respiración, nunca en todos sus años de vida sexual José la había tratado de esta forma, se siente usada y le gusta.
José está liberando toda su frustración, años de insultos y comentarios a su espalda, el dolor de la infidelidad, la carga del pequeño Luken, los años sin sexo, ama a Gina pero piensa en ella como una puta que está ahí para saciar sus deseos, le va a hacer el amor de una forma tan violenta y vulgar que parecerá que la viola.
- ¿Te gusta puta? ¿Te gusta ser usada? Le abriste las piernas a un hombre que no sabes ni su nombre, más que puta eres una ramera.
Los dedos entran con fuerza raspando el interior de la vagina de Gina, le arde, la lástima, en los ojos de José ve furia, ira, tiene miedo de negarse u oponerse de cualquier forma, la mano en su cuello aprieta con fuerza, teme que le haga daño, seguro dejará marcas. Angustiada por matar la erección de su esposo se dejó hacer, sonríe nerviosa y alcanza a decir con un hilo de voz “Sí, me gusta”.
En penumbra de la oscuridad puede ver el pene de José, erecto, babeante, desea tenerlo dentro lo antes posible, mil veces embates violentos de ese pene que sus rasposos dedos, pero hasta que eso suceda, debe aguantar.
8 minutos de tortura, algunas heridas ligeras en su vagina, unas gotillas de sangre, nada de que preocuparse, apenas la cantidad exacta para pintar de rojo pálido los dedos de José. Al sacarlos de su interior se los lleva a la boca, el iracundo y excitado hombre percibe el sabor de sangre, todo en su interior hierve, desea penetrar violentamente a esta mujer a la que ama con locura.
Con fuerza giró su cuerpo boca abajo, Gina quiere llorar, no es el dulce esposo que recuerda, es un violento hombre que la usa con ira.
El pene de José entró hasta el fondo, caliente, su maltrecho interior quema, las heridas causadas por sus dedos le arden, una fuerte nalgada revienta en su glúteo derecho, la jala con violencia del cabello, rodea con un brazo su cuello cortando su respiración, no siente placer, solo pavor.
- ¿Puedes sentirlo? Todo el dolor acumulado en mí, la mujer que amo se revolcó con un negro que la embarazo y se largo, volviste a mi con el descaro de pedirme una segunda oportunidad, me trajiste el hijo de ese hombre sabiendo que terminaría amándolo como propio ¿Tienes idea de lo que he sentido?
- ¡Lo siento!
- Yo también, te voy a hacer el amor con tal agresividad que parecerá violación, si no te gusta, te puedes ir, pero los dos niños se quedan, si te quedas, vas a soportar el sexo violento hasta que libere toda mi frustración.
Sin darle espacio para responder, José le hizo el amor con tanta violencia a Gina que la pobre mujer no pudo hacer otra cosa que llorar, su vagina le arde, el cuero cabelludo le duele, su cuello es un suplicio, en 20 minutos de sufrimiento José liberó una cantidad tan grande de esperma que desbordó el útero y empapó la cama.
Apenas terminó se salió de ella disculpándose, «quiero volver a lo de antes, pero necesito tiempo, no tienes por qué aguantarlo, puedes dejarme y volver a iniciar si así lo deseas».
«El tiempo que sea necesario soportaré esto» dijo Gina destrozada al borde del llanto.
«Ya veremos, buenas noches» un beso en su mejilla y José se giró a dormir.
Ese pequeño beso del final reconfortó el alma de Gina con la esperanza que en algún momento, todo vuelva a ser como antes.
Con la misma frecuencia de antes, Gina soportó las violaciones de José, visibles marcas aparecieron en su cuerpo, moretones en todo su cuerpo por la fuerza con que José la usaba, la vagina la tortura con escosor, prefiere traer vestidos sin ropa interior, camina abierta de piernas o definitivamente no camina.
La chica que cuida a los niños se dió cuenta de todo, amablemente le ofreció pomadas para la irritación e infección vaginal, agradecida Gina las aceptó entre lágrimas.
En una de esas caminatas en búsqueda de algo Antua se encontró con la chica que cuida a su hijo sin que él lo sepa, jóven, hermosa, saludable, un candidato perfecto para sentar cabeza.
Confiado de su habilidad para cortejar hizo su movimiento con la chica, fue como hablar con una pared, no hubo respuesta, la chica de nombre Meredith es lesbiana, la belleza y seducción de Antua no funcionan en ella.
Al no aceptar un no por respuesta, decidido a lograr un avance con ella la siguió algunos días hasta encontrarse con Gina y sus dos pequeños, uno de ellos moreno.
Merodio la casa hasta encontrar la oportunidad, Gina sola. A paso veloz fue al domicilio para hablar con la mujer, la recuerda bien, sobre todo sus caderas, recuerda el día en que la hizo suya, fue un buen polvo, dejó salir mucha lefa en su interior y seguro quedó embarazada, planea reclamar su paternidad y llevarse a su hijo con la mujer.
Al tocar la puerta Gina abrió con nada más que una bata, esperaba fuera Meredith que había olvidado algo, cuando abrió se topó cara a cara con Antua que sonríe intentando ser seductor.
Gina siente dolor en todo su cuerpo, hay marcas en todos lados, la vagina le arde, escurre semen de anoche, frente a ella está la causa de que su esposo no le haga el amor, el una vez hermoso hombre ahora le da asco, es la causa de su tragedia, podría vivir en su vieja y hermosa casa rodeada de amor, pero ahora vive en este domicilio, una casa rentada que no es tan hermosa.
Mira de reojo al pequeño Luken, el hijo bastardo que le dió al hombre que ama, un hombre que no se merece nada de lo que le hizo.
Envuelta en furia abofeteó con toda su rabia y dolor a un desprevenido Antua que se golpeó en el filo de concreto del muro y cayó mareado al piso.
- Por tu culpa me pasa todo esto, maldito seductor de mierda.
Cómo pudo intentó articular palabras, mencionó las marcas en su cuerpo, «te maltratan, ven conmigo, tú y mi hijo, vámonos lejos, yo te daré amor».
- Te atreves a pedirme que deje al hombre que amo, a uno de mis hijos e irme contigo… No eres mi la mitad de lo que es José, así tenga que vivir un infierno, de aquí no me voy, nunca.
Un portazo, seguro, ventanas cerradas y aseguradas, encerrada en su domicilio Gina abraza a sus hijos que asustados por los gritos de su madre comenzaron a llorar.
Jonás y Luken, 5 y 3 años, lloran por su padre para que les de consuelo y confort, Gina furiosa consigo misma al ver que sus hijos prefieren a su padre antes que ella debido a su actitud distante.
Meredith estaba cerca del lugar, pudo ver a Antua caminando errante sangrando en su frente, decidió seguirlo al sospechar que venía de la casa de su jefe. Leal al Sr. José Montaño, jefe de su padre, benefactor de su familia, al encontrar su domicilio regresó a la casa para ver a la señora Gina, la encontró tomando té con sus hijos dormidos en sus piernas.
“¿Todo bien? preguntó la jóven a la mujer que se notaba furiosa, “tuve la visita de un imbécil, pero ya lo despaché”, contestó Gina que bebía de su té de pasiflora. A las afueras de la casa Meredith conversó con una señora que la abordó cuando pasaba por ahí, “la señora abofeteó a un señor negro que vino a verla, después le gritó y le cerró la puerta… Que mujer tan grosera”, “Interesante, no me dijo nada, ¿Puede usted contarme más?
Con la información adquirida Meredith fue con el señor José y le contó todo, no escatimo en detalles de la historia, “Si me lo permite, yo me encargo”. Meredith es una mujer extravagante, hermosa, jóven e inteligente, creció en una zona de la ciudad algo peligrosa, tiene amigos peligrosos, métodos peligrosos, todo en esta chica es un peligro, ella misma es un peligro. Afortunadamente es leal a José, de forma absoluta.
En lugar de ir con sus amigos, recurrió a los hombres del Sr. José, ninguno de ellos se atreve a hablar mal de este hombre, siempre los ha procurado, a ellos y sus familias, leales no por el dinero si no por su amistad y preocupación genuina.
3 de ellos aceptaron seguir a Meredith, entre ellos su hermano, Auntua no se esperaba eso, acostado en su cama con dolor de cabeza se levantó a atender la puerta, la hermosa chica de la mañana, aquella que lo guió a casa de la madre de su hijo, emocionado por la presencia de la chica la invitó a pasar, tras de ella tres fornidos hombres entraron a golpear al hombre de 48 años, golpeado hasta casi perder la conciencia lo último que escuchó fue “espero que hayas entendido el mensaje”.
En casa Gina espera a su esposo, hoy Meredith vino un rato y se retiró, es la primera vez que pasa eso desde que regresó a casa de José, sus hijos acostados en sus piernas ven televisión mientras ella acaricia sus cabezas.
José está al tanto de todo, Meredith es un excelente esbirro, se siente feliz, ha abusado de su esposa brutalmente por 15 días, tuvo la oportunidad de largarse de ese infierno, y decidió quedarse con el hombre que ama.
Esa noche Gina pudo probar las dulces mieles del amor una vez más, su maltrecho cuerpo le impidió disfrutarlo del todo, y ni así se atrevió a protestar, besos apasionados, una gloriosa erección punzando en su estómago, montado sobre ella con las piernas abiertas José le hace el amor a su esposa que acaricia su cuerpo por primera vez en 4 años, un error que le costó sufrimiento y recordará el resto de su vida gracias a Luken.
La forma de hacer el amor de José es la única que conoce y eso la hace feliz, sus receptores de placer son estimulados en el momento correcto, las contracciones llegan y José sabe que hacer, sin despegar sus testículos del perineo de Gina la sujeta de su cintura para deslizarla hasta que llegue al orgasmo.
Normalmente esto sería suficiente para José, terminaría junto con su esposa para cerrar el acto amatorio con besos, pero algo nació dentro de él, ama al pequeño Luken, pero verlo le recuerda la infidelidad.
Poseído por la irá inició un movimiento frenético de mete y saca, aferrado de los hombros de su esposa para que no se escape succiona con fuerza los pezones.
La posición es cómoda, no alcanza a hacerle daño salvó en los pezones y hombros, no hay mayor problema, tanta violencia la doméstico, no solo la disfruta, la necesita, es esa pizca de picante que le hacía falta para rematar la noche.
Dejándose llevar, tentando a su suerte, Gina abrió la boca.
- Sí, papi, dame duro, soy una ramera, cógeme, con furia.
- Maldita ramera, te voy a dejar bien abierta y llena de leche.
- Sí, si, soy una puta, una ramera, tu puta, tu ramera.
- Zorra de mierda, ponte boca abajo, te voy a romper el culo.
A sus 31 años nunca había pensado en usar ese orificio, pero para José, lo que sea.
- Ay papi tengo miedo, estás muy alterado y soy virgencita.
- Vamos a ver, depende de cómo te portes ramera.
Resignada Gina se acostó boca abajo separando sus nalgas con las manos.
- Levanta el culo puta.
Obediente inclinó su trasero esperando por su esposo para hacer los honores de reventarle el culo.
Antua tiene un pene normal, parejo de la base a la punta, José tiene las mismas proporciones, pero su glande es cabezón.
La punta mojada en fluido vaginal hizo presión en el apretado esfínter, relajando su cuerpo, deseando entrara lo más rápido posible y acabar con ese suplicio, Gina respira con calma.
Un gruñido corto anunció la entrada de la gruesa cabeza, un gruñido largo la entrada del resto hasta la base.
Plaf, plaf, plaf y gruñidos, eso es todo lo que se escucha por algunos segundos hasta que una nalgada revienta en la nalga izquierda, como si algo se hubiese roto Gina comenzó a llorar, dolor y más dolor, José no le perdonó su virgo anal, lo destroza con furia.
- Esto te pasa por puta, cada vez que veo al pequeño Luken recuerdo todo el dolor por el que pasé, ¡tienes una deuda de por vida ramera! Y si no te gusta, ya sabes.
Decidida a darle la vuelta a la situación, dispuesta a sacrificar todo a cambio de una familia más o menos normal, Gina siguió con su juego.
- Ah, ah, haaay, si papi, si, castígame, rompeme el culito, aaaah soy tu puta, haaay zorra, ramera, soy lo que tú quieras, pero no me dejes mi amor.
En medio del llanto Gina apaciguó a la bestia, las embestidas seguían siendo fuertes, pero el ritmo cambió, se volvió tolerable, aún le arde en el alma sentir su culo abierto, al menos ya puede gemir con ritmo fingiendo que detrás de ese sufrimiento hay placer.
Un baño intestinal de semen le dió alivio, los alaridos de placer de José la hacen feliz, su esposo eyacula con fuerza dentro de ella su caliente leche de hombre, todo acabó, podrá descansar.
Esperaba que José la dejara abandonada, ya comienza a acostumbrarse a eso. Los brazos de su esposo la envuelven desde atrás, besa su cuello y hombros, mete una pierna entre las de ella, ella responde empujando su cuerpo, así dormían después de hacer el amor antes de que todo pasará hace 6 años.
Después de esa noche las cosas se relajaron, Gina está embarazada, José aprendió a regular su violencia, ella aprendió a disfrutarla.
Una hermosa niña trajo alegría a la familia, Erandi, amanecer en náhuatl.
Al paso de los años Antua regresó, desesperado por no tener hijos intentó una vez más acechar a su hijo.
Luken de 16 años disfruta de una nieve con su hermana de 12 y su hermano de 18 en el parque cercano a su casa, a Antua no le importa que sus hermanos estén presentes, intenta presentarse con su hijo como su padre, espera que la noticia delante de sus hermanos desestabilice al chico, para su sorpresa, Luken y sus hermanos sabe todo.
«Mi nombre es Luken Montaño, mis hermanos son Jonás Montaño y Erandi Montaño, mi madre se llama Gina Montaño, el nombre de mi padre es José Montaño, yo a usted no lo conozco».
Fin.
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