HEMBRA EN CELO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Penelopelove.
Al no verlo por el taller, me animé a preguntarle a mi hermano por él, le comenté que lo necesitaba para que me ayudara a acomodar unos muebles en mi casa. Me contestó que tenía días que no iba por el taller, que casi nunca faltaba sin avisar, que a lo mejor estaba enfermo o le había pasado algo. Obvio, me angustié un poco y en ese momento, uno de los trabajadores que estaba nos escuchando, se ofreció a ser él quien me podría ayudar, si quería. Era un señor ya viejo, que trabajaba con mi hermano, enseguida le vi una mirada lujuriosa recorriendo mi cuerpo cuando se ofreció y le contesté “no, gracias”, aclarándole que no era urgente lo que tenía que acomodar, luego me di la vuelta y me retiré de ellos sintiendo sus miradas a mi culo mientras me retiraba.
Ya en la casa, pensé que a lo mejor, el muchacho sí está enfermo y un día, decidí ir a su casa para saber de él; obvio, antes me las ingenié para preguntarle a mi hermano el domicilio de Robertito, sin que se notara mi interés sexual por el muchacho. Cuando ya tenía el domicilio, esperé una ocasión para ir a verlo, ese día fue un viernes y estaba sola, pues mi marido Aurelio salió por la mañana fuera de la ciudad a unos cursos de su trabajo y llegaría hasta el domingo por la noche.
Ese viernes, me decidí ir después de comer, necesitaba saber de ese muchacho retrasado, que de esto dudaba que lo fuera porque me dio tanto placer el día que me cogió, que no cualquier persona normal es capaz de dar y ese día, deseaba verlo, saber que estaba bien y ponernos de acuerdo para que me cogiera como la vez anterior, aprovechando que ese fin de semana iba a estar solita. Así pues, me animé a ir a buscarlo y después de comer, me di una buena ducha y me puse una de mis más sexys tanguitas, de esas que se amarran por los costados, era de un tamaño tan pequeño que no me tapaba nada, pasando a ser solamente un adorno. También me vestí con un pantalón pegado a mis piernas, a medio muslo, de tela ligera por ser época de calor, con una blusita blanca, transparente, de tirantes y sin sujetador, por lo que se me podían notar mis parados pezones de mis pechos y se podía ver el inicio de mis senos.
Completaba mi atuendo con unas zapatillas blancas descubiertas, de plataforma y me coloqué unos anillos en mis deditos, para verme más sexy e interesante, luego me vi en el espejo y quedé complacida porque en realidad, mis curvas se me veían muy bien, además me veía muy buena y al final, me rocié de mi perfume favorito en las partes más estratégicas de mi cuerpo, para que mi muchachito se impresionara y poder estar de nuevo en la cama con él. Salí de mi casa para subirme al coche y dirigirme al domicilio de Robertito; al llegar, toqué el timbre y me abrió un hombre alto y robusto, maduro, como de unos 55 años, de cabello entrecano y barba de varios días.
Al momento, le comenté “hola, buenas tardes, soy la señora Maribel, la hermana del dueño del taller donde trabaja un muchacho llamado Robertito, ¿vive aquí?, ¿se encuentra él?” y me contestó “hola, señora, buenas tardes, soy Roberto, el padre del muchacho, ¿a qué se debe el honor de su visita?”, ofreciéndome su mano y mirándome todo mi cuerpo sensualmente vestido y perfumado. Luego, le respondí “vengo a saber de su hijo porque no ha ido a trabajar estos días y pensamos que a lo mejor estaba enfermo o le había pasado algo” y me contestó “no, señora, mi hijo no está enfermo ni le ha pasado algo, lo que sucede es que se fue al pueblo con su madre porque operaron a su abuelita y se fueron unos días a cuidarla, gracias, por preocuparse”.
Enseguida, me comentó “pero pase, señora, aprovecho para darle las gracias por darle trabajo a mi hijo, como usted sabe, es un poco retrasado, no puede con los estudios y por eso, les agradezco que le den trabajo”. A continuación, entré a su casa y me hizo pasar a la sala, sin dejar de mirarme mi cuerpo con insistencia, luego me preguntó “¿le ofrezco algo de tomar, señora?” y le señalé “no se moleste, don Roberto, solo venía a saber que su hijo estuviera bien y como todo está bien, me retiro”. Sin embargo, me insistió “de ninguna manera, señora, no es ninguna molestia, al contrario, además aprovecho también para agradecerle lo bien que se porta usted con mi hijo, él me cuenta que también le ayuda a usted con trabajos sencillos en su casa y como es un poco tonto, solo puede desempeñar trabajos sencillos”.
Luego, adicionó “y dice que usted es muy buena y generosa con él, que le paga muy bien por sus servicios”, aclarándome “¿sabe?, del último trabajito que le ayudó mi muchacho en su casa, llegó muy contento y me platicó que usted lo gratificó muy bien”. Al instante, me puse en alerta, pensando “¿sabrá el padre del muchacho lo que pasó entre nosotros?” pero traté de aparentar tranquilidad, señalándole “sí, su hijo es muy trabajador”. A continuación, me comentó “así es, le he enseñado a que sea trabajador y acomedido, nos tenemos mucha confianza y siempre, todos los días que llega a la casa, me cuenta cómo le fue en su trabajo, me lo cuenta todo, todo”, recalcando esto último y lanzándome una mirada procaz e intencionada a mi escote y a mis muslos.
Con eso, ya era casi seguro que algo sabía de la forma como le agradecí a ese retrasado por sus servicios, el tonto de Robertito se lo contó y lo escuché decirme “hace calor, señora, ¿le ofrezco algo de tomar?”, le contesté “bueno, sí, un refresco de cola está bien, señor, gracias”, en forma displicente, con sangre fría pero preocupada interiormente por tutearme. Además, su intensa mirada a mi cuerpo iba en aumento y pensé que si estaba ahí voluntariamente, tenía que dejar que las cosas rodaran y asumir lo que este hombretón pudiera tener entre manos. Vi que sirvió dos vasos con Coca Cola, luego sacó no sé de donde, una botella de brandy y sin pedir permiso, les añadió una buena porción a cada vaso, dándome uno y me invitó a que me sentara en un cómodo sofá.
En eso, él se sentó en un amplio sillón, estábamos frente a frente y mientras nos tomábamos las bebidas, seguía con su mirada insistente ahora a mis torneados muslos, que al estar sentada y cruzada de piernas, de seguro se me alcanzaba a ver gran parte de ellos, eso me incomodaba un poco y no sabía cómo acomodar mis piernas para que se viera lo mínimo de ellas. De pronto, me comentó “ahora que ya nos conocemos un poco, déjame decirte que eres muy guapa, señora Maribel, con razón mi hijo me cuenta lo feliz que se la pasa cuando te ayuda en tu casa, sobre todo la última vez que te ayudó con un trabajito que le encomendaste en tu recámara, mi muchachote debió disfrutar mucho con el pago que le diste por sus servicios”.
Ya turbada por la seguridad con que me tuteaba, por primera vez y tratando de persuadirlo, le expliqué seria “pero ¿de qué habla, señor?, no entiendo”, fingiendo no saber de qué hablaba, a lo que me aclaró “vamos, señora, no te hagas la que no sabes, mi hijo me contó cómo le pagaste dejándolo disfrutar de esas ricas curvas que te cargas, ¿quieres que te lo explique?, ¿qué dirá tu marido si sabe de esto?, o la gente que se dé cuenta de que te aprovechaste de un menor, que aunque mi hijo ya tiene 18 años, por ser retrasado, mentalmente es un menor”. Enseguida, añadió “¿qué diría mi esposa si se entera que te aprovechaste de su hijito?, déjame decirte que ella es muy celosa” y recordé lo que me contó ese retrasado.
En eso, escuché ladridos en el patio de esa casa y como acto de distracción para el rumbo que estaba derivando la charla con ese hombre, me levanté a ver por la ventana pero desde su sillón, me siguió diciendo “es nuestro perro que está inquieto, un compadre nos trajo a su perra que está en celo para que se aparee con él, son de la misma raza, y aprovechamos que no está mi esposa, que no quiere que se cruce con nuestro animal, el perro es de ella y como te dije, es muy celosa también con su perrito, creo que a mí es al único que no me cela, je, je, je, je”. Poco caso le hice a sus últimos comentarios que me hacía desde su sillón, donde permanecía sentado, estaba viendo con curiosidad cómo en el patio, un perro pastor alemán cortejaba a la perra en celo, que se hacía la difícil, recibiendo lengüetazos en su peludo sexo pero después de varios, parecía ahora más receptiva.
Esto lo aprovechó el chucho para atrapar a su hembra y montarla, sujetándola con sus patas y asombrada, vi claramente el pene grande y rojo del perro que le colgaba entre sus patas traseras y ya teniéndola bien sujeta, le dirigió su largo pene y se lo introdujo de un certero envión, para empezar a cogérsela con rápidos movimientos de apareamiento. Ver todo esto me pareció excitante, pocas veces había visto a unos perros copulando y ahora, los veía de cerca y en primera fila, de manera que esa escena me empezó a excitar, sentía que se me empezaba a humedecer abajo, al ver como la perra se quedaba quietecita, disfrutando de la cogida que le asestaba su macho.
Interiormente sentí envidia del disfrute de la perra y por un momento, me olvidé que en la sala estaba el padre de Robertito, que hacía unos momentos, me recriminaba la forma de pagarle a su hijo por los trabajos que me hacía en casa. Para tener un mejor ángulo de la follada de los perros, apoyé los brazos en la base de la ventana, para verlos con más comodidad, sin pensar que en esa postura, elevaba mi trasero y mi falda le mostraba a don Roberto una gran parte de mis muslos, de seguro casi me veía el nacimiento de la tanguita roja que me puse ese día, pues permanecía en silencio desde su asiento, viendo el panorama que mi cuerpo le mostraba.
Me puse caliente de verdad, al seguir viendo a los perros copulando, esperando que don Roberto no lo notara, luego escuché como él se levantaba del sillón y arrastrando los pies, se acercaba a la ventana quedando detrás de mí. No obstante eso, no cambié mi postura, seguía cómoda, apoyada con mis brazos en la ventana y viendo sin parpadear la feroz cogida del macho a la hembra perruna. De pronto, sentí su aliento detrás de mi nuca al preguntarme “¿estás viendo cómo disfrutan los perros, Maribel?, ¿ves cómo goza esa perrita?, ¿qué envidia, verdad?”. No le contesté, seguí en la misma posición, viendo el espectáculo de los perros fornicando y creando una atmosfera caliente, a la vez que iba aumentando mi morbo animal, al tiempo que él seguía detrás de mí, mirando atento la escena, sin perder detalle también de mi estado de excitación, a la vez que sentía su propia excitación en mi espalda.
De pronto, él se aproximó más a mi cuerpo, que seguía ligeramente inclinado, exponiendo mi buen trasero, allí sentí la presión de un bulto duro y caliente en mis nalgas, e instintivamente, reculé un poco para sentirlo más, sin moverme de la posición que me encontraba, fijando toda mi atención en lo que seguía pasando con los canes en el patio. Ante mi complacencia, ya estaba en un estado de éxtasis que me provocaba estar viendo la cópula de los perros y el hombre atrás de mí, ahora me empezó a puntear lenta y sutilmente en medio de mis nalgas, para luego hacerlo más decidido, tratando de traspasar la ligera tela de mi falda, dejándolo que pusiera sus manazas en mi talle y jalando mi cuerpo más al suyo, sin dejar de ver en silencio, la acción de los perros, todo esto me hacía mojarme mi vagina cada vez más.
En un momento dado, vimos como la perra se desacopló de la cogida del perro en un brusco movimiento pero rápido, reaccionó y volteó ladrando hacia el otro lado, desde allí se escuchaba un ladrido mucha más ronco seco y fuerte. Entonces, don Roberto me dijo “ahora le está ladrando al otro perro que tengo y aunque está a punto de cumplir un año, ese es mucho más grande, solo que lo tengo encadenado y nunca lo suelto porque es muy bravo, ya mordió a muchas personas y ha lastimado a otros perros en peleas.
Luego, la perra se dirigió hacia allá pero el perro la siguió y cogiéndola por la nuca con sus fauces, la sujetó e inmovilizó de nuevo para volverla a penetrar de una sola estocada y continuar las penetraciones con más fuerza. Por mi parte, hice lo mismo que la perra, tratando de liberarme de don Roberto pero él hizo lo mismo que el perro, me sujetó con sus brazos y me clavó suavemente sus dientes en mi nuca, dejándome inmóvil, acción que me sobrecalentó aún más, sintiéndome como una perra dominada por su macho. Luego siguió con lo suyo, manoseándome mis pechos y mis nalgas ahora con más libertad, sin dejar de puntearme el culo con su duro paquete.
Me quedé quietecita, disfrutando como lo hacía la perra y permitiéndole que me sobara y me amasara todas mis curvas hasta que sentí su aliento en mi oído para susurrarme “mira como está disfrutando la feliz perra, te prometo que te puedo hacer disfrutar más que ella” y dándome una lamidita a mi oreja, lo que me dio un placentero escalofrío, enchinándome todita y solo atiné a contestarle “¡aaahhh!”. Todo eso fue determinante, ya no hacía por evitar todo lo que me hacía, entonces sus manos se posaron en mis muslos y fue subiéndolas lentamente, arrastrándolas hacia arriba, pasando por mis duras nalgas hasta llegar a mis caderas, donde aprisionó mi cintura, para luego bajarme el pantalón, dejando mi grande culo al descubierto, tan solo tapado por mi tanguita roja, que ahora era la única barrera.
También siguió restregándome su dura verga a mi culo un poco más, para luego notar que se bajaba sus pants hasta los tobillos, para liberar su grande pene, que presentía que así lo tenía, para volver a puntearme mi cola. En instantes, ya sentía su dura verga más caliente y palpitando en mis nalgas, con su respiración entrecortada en mi nuca, convirtiéndose en jadeos. Luego, sus manos fueron a mis tetas, apretujándomelas y dando pequeños pellizcos a mis duros pezones sobre mi ropa, que me hacía arquearme de placer, pegándome más a su inhiesta estaca.
Con ese movimiento, sentía su aliento y el calor de sus labios rozando mi cuello, jadeando “aaahhh, mmm”, disfrutándolo todo pero nos las ingeniábamos para seguir viendo por la ventana, ahora la perra y el perro, con las lenguas de fuera y babeando, seguían disfrutándolo, este no paraba y la penetraba sin descanso, tomándola fuerte con sus patas, dándole duro y tupido con esos rápidos movimientos coitales. Mientras tanto, me seguía susurrando al oído “¿ves qué bien se la sigue pasando la perra, eeehhh, señora Maribel?”, pasándome su húmeda lengua por mi cuello y presionando aún más su verga en mi trasero, aún sobre mi tanguita roja, que no impedía que su caliente palo se acoplara entre mis nalgas.
Yo asentía a todo con suaves gemiditos de aprobación “mmmhhh, mmmhhh”, arqueando mi espalda y reculando para sentirlo más mientras continuaba diciéndome “se imagina, señora Maribel, ese perro no dejó ir a su hembra” y de repente, le pregunté “y si soltara al otro perro, don Roberto ¿qué pasaría?”. Al momento, me contestó “mmm, pues creo que habría una pelea para ver a dos machos que se pelean por "el derecho" de montar una hembra, ese perro nunca ha tenido relaciones sexuales y sé que su instinto salvaje le dice que le deberían de dar la oportunidad de aparearse con alguna perrita”. Luego, adicionó “los perros se cruzan para dejar preñadas a sus hembras y podemos pensar que todo se parece a su dueño, como mi perro es muy grande y robusto, es de las mejores líneas en México”.
Después, añadió “ese perro es la atracción de hembras y de personas, lo que me hace sentir como todo un orgulloso criador, de hecho, cuando tenía ocho meses, ya me lo pedían para cruza pero me voy a dar el lujo de escoger a la mejor hembra para la cruza, algunos criadores con experiencia me dicen que a partir del año de edad aproximadamente, comienzan a generarse espermatozoides fértiles y aunque a partir de estas edades, ya son capaces de concebir, no se deberían utilizar estos perros como sementales hasta que maduren un poco más, su fertilidad todavía no es la óptima y mi perro ya podría ser fértil”.
A continuación, me comentó “lo recomendable es que me espere a que ya pase de un año, ya esté más maduro y su esperma sea más abundante y mejor, además que pueden detectar el olor de una hembra en celo a distancia, los perros son muy dominantes y pelean con otros machos por la hembra con la que se quieren aparear”. Ese comentario de Don Roberto creo que me calentó aún mucho más, repegándome más a este, entonces se separó un momento de mí para bajarme mi húmeda tanga roja hasta mis tobillos, desatándomela y me la retiró, ayudándole un poco en su faena, levantando mis pies.
A continuación, giré mi cabeza un poco hacia atrás y pude ver su portentosa verga, grande, no muy gruesa pero aceptable, con una curvatura en medio que la hacía verse especial e ideal para el placer, surcada de venas y con un glande de mediano a grande, violáceo, que parecía que en cualquier momento explotaría. Sin preverlo, me pilló con mis ojos fijos a su herramienta, preguntándome “¿te gusta mi verga, Maribel, verdad que sí?”, enseguida me giré sonrojada y me entró un poco de cordura, muy poco diría yo, contestándole “noo, noo, Roberto, esto no está bien, no puede ser, no sigas por favor”.
Así, traté de dar marcha atrás pero creo que ya era demasiado tarde, ya lo tuteaba también y mi vagina seguía húmeda, signos que ya estaba entregada y al ver mi duda, el hombre me tomó con sus manos, me volteó hacia sí y me acercó a su cuerpo, tomándome de mis grandes nalgas, acordes a sus manazas, sintiendo su rígida vergota en contacto con mi pubis y empezando a darme algunos besos húmedos y lametazos calientes a mi expuesto cuello. Simultáneamente, yo jadeaba “aaahhh, Roberto, ¿qué me haces?, aaahhh, paraaa, aaahhh”, a la vez que le puse mis brazos a su velludo cuello, dejándome babosear a la vez mi fino cuello pero el viejo fue buscando mi boca y la encontró pronto, entreabierta por los jadeos que profería.
Enseguida, me besó con pasión animal, metiéndome su larga lengua buscando la mía y la encontró sin problema, jugando con ella para besarnos con ansia chupándonos, babeándonos y comiéndonos nuestras bocas. Además, seguía sintiendo su dura verga en mis recortados vellos púbicos, frotándome en círculos sobre su duro y curvo pene, sintiendo tanta excitación que me elevé de puntitas, sosteniéndome con mis manos de su cuello, con la finalidad de elevar mi pelvis y sentir su duro y curvo pene directamente contra los mojados labios vaginales de mi sexo húmedo. Para entonces, ya estaba completamente entregada a ese hombre que me tenía a poco de clavármela ahí mismo, de pie y nuestras bocas seguían jugando apasionadamente, magreándonos mutuamente en forma por demás efusiva, sin dejar de amasarme mis nalgas y rozando su sexo con el mío.
Al fin, decidida, abrí mis piernas para que su verga entrara de una vez a mi caliente cueva pero él tenía otros planes, al comprobar que me tenía ya toda entregada totalmente a sus deseos de tomarme como mejor le pareciera y con cierta desilusión, me dejó de besar y de acariciarme mi caliente cuerpo, diciéndome “espera, Maribel, déjame ver que tenemos aquí”, mirando los erguidos pezones sobre mi blusa, posando sus dedos sobre ellos, dándoles leves y placenteros pellizquitos, que respondieron al instante al ponerse más duros y más erectos. Luego, me levantó mi prenda para deslizármela por mi cabeza y retirármela, al igual que mi sostén, quedando desnuda de la cintura para arriba, enseñándole orgullosa mis grandes tetas.
En silencio y caliente, lo dejaba actuar mientras me decía eufórico “pero qué maravilla de tetas son estás, señora”, acercando su cara para besarme y lamerme todo el contorno de mis globos, alternándolos con suaves mordiscos a mis inhiestos pezones, que se ponían más duros por el tratamiento recibido. Después, me retiró mi pantalón, que seguía arremolinado en mis tobillos, quedando toda desnuda en un abrir y cerrar de ojos ante don Roberto, quien con los ojos más abiertos y más lujuriosos, no dejaba de mirarme de arriba abajo en todo mi maduro y buen cuerpo, tan solo me quedaban mis zapatillas de plataforma y los anillos que traía puestos en los deditos de mis pies que llevaba ese día mientras seguía en silencio y más caliente.
Al verme así, exclamó “¡wow, señora Maribel pero qué buena estás!, ¿todo esto se comió mi hijo?” y diciendo esto, se despojó de su ropa quedando también desnudo como estaba yo y excitada, veía ese cuerpo robusto, lleno de vellos por todos lados, como a mí me gustan. Obvio, detuve mi mirada en su dura verga curveada, que palpitaba apuntando hacia arriba y le colgaban dos grandes huevos hinchados de leche, que de seguro esperaban ser descargados dentro de mi cuerpo, todo esto sin hablar y aún más caliente.
Naturalmente, se dio cuenta de mi visión y me señaló “veo que te gusta mi verga, Maribel, déjame decirte que sabe hacer muy buenos trabajos, mejor de los que te hace la de mi Robertito, seguro vas a disfrutar más con esta”, a la vez que se sobaba su vergota de arriba abajo. Yo seguía en silencio, sin habla, caliente, excitada y ansiosa porque ya me metiera esa dura y divina verga curva y disfrutar lo que ese hombretón me mostraba, ya me tenía como un horno; de pronto, rompí mi silencio con voz ronca de placer y sin dejar de mirarlo directo a los ojos, tomando su caliente y dura verga con mi manita, palpando su dureza y acariciándosela a la vez “hazme lo que quieras, Roberto, necesito esto dentro de mí pero por favor, no cuentes nada de esto, de lo que sabes y te dejo que hoy me hagas tuya de la forma que más te plazca”.
El hombre asintió con una sonrisa placentera y me tomó gentilmente de mis hombros, para voltearme de nuevo hacia la ventana, viendo que se estaba cumpliendo la ley de la naturaleza, el semental canino había aprisionado a su hembra con el gigantesco bulbo y ante la imposibilidad de escapar de la acción, iba a buscar la procreación. Enseguida, comenzó a decirme “claro que sí, señora Maribel, je, je, je, je, desde este momento eres mía, eres mi hembra, soy tu macho y tú eres mi perrita, je, je, je, je”, adicionando “a propósito, antes veamos cómo van esos afortunados allá afuera”.
Al asomarnos, vimos que el perro le daba sus últimas embestidas a la afortunada perra, antes de quedarse quieto sobre su lomo, sin soltarla, teniéndola firmemente sujeta con sus patas, de seguro regando su semen dentro de ella, preñándola en ese momento y luego, quedándose enganchados. Esto elevó aún más nuestro placer morboso, enseguida Roberto acercó su verga a mis nalgas, pasándomela por toda la línea que las divide, luego me tomó de mis carnosos glúteos y me los abrió, al tiempo que yo separaba ansiosa mis piernas y de nuevo, apoyé mis brazos en la base de la ventana y me incliné, un poco para que mi expuesto trasero se levantara.
Después, Roberto se agachó un poco para darme unas lengüetadas en la parte externa de mi vagina y metiéndome su lengua entre mis mojados labios vaginales, según él, para lubricar lo que de plano no necesitaba, cosa que constató de inmediato, al sentir en su boca, lo mojado que estaba mi sexo. Luego de saborear y de deleitarse con mis jugos, se incorporó para ahora tomar su verga y dirigírmela a la entrada de mi vagina, graduaba con su pelvis la altura de mi culo, de forma que quedara justo para ensartarme desde atrás. Sin esperar más y tomándome de mis nalgas, me las separó un poco para tener una buena visión de lo que iba a hacerme y empezó a penetrarme lento y firme, sintiendo cada centímetro de ese pedazo de carne que iba entrando dentro de mí, así cómo me rozaba los pliegues de mi vulva con su increíble curvatura, haciendo más placentera la penetración y tensando mis paredes vaginales.
No paró hasta que sentí que la tenía toda adentro, ya estaba totalmente empalada, solo sus grandes y velludos huevos los sentía afuera, rozando mis finos vellitos de mi encharcada vulva y gemía, “aaahhh, mmm, qué rico me penetras, aaahhh, mmm, mmm”, al sentirme bien ensartada. Así se quedó unos segundos, con su dura, caliente, larga y curveada verga hasta el fondo de mi vagina, tocándome la entrada de mi útero con su gruesa cabeza, gimiendo ambos quedamente y me sentía en la gloria así, totalmente llena de su rico palote y no pude contenerme más, quería que empezara a darme placer con eso que tenía dentro. Entonces, empecé a mover mi empalado trasero de atrás hacia adelante, para sentir la placentera fricción a mis mojadas paredes vaginales.
En ese momento, Roberto como que despertó de su trance al tenerme en esa posición e inició un suave meneo de sus caderas, para empezar a bombearme lento pero firme, lo que acompañaba reculando a cada movimiento de penetración y nos olvidamos completamente de los perros allá afuera, que seguían enganchados, ahora solo éramos Roberto y yo, un macho y una hembra, un perro caliente y una perra aún más caliente, que con esa verga entrando y saliendo, me tenía al borde del orgasmo. Después, subió sus manos para amasarme mis grandes pechos que se bamboleaban de un lado a otro ante cada penetración que me daba, también me pellizcaba deliciosamente mis duros pezones, haciéndome hablar y bramar de placer “aaahhh, mmm, mmm, aaaggghhh, Roberto, qué placer me das, aaahhh, sigue así, cariño, sigue asíííí, mmm, qué placer me estás dando con tu dura verga, amor, aaahhh, aaahhh, sssííí, ricoooo, no pares, sigue, sigueeeee”.
Esto hizo que Roberto, después de las lentas y firmes embestidas, perdiera el control y tomándome ahora de mis caderas, me empezó a coger en serio, con movimientos fuertes y rápidos de su pelvis, comparándolos como lo hacían los perros hacía rato y sintiéndome toda una perra, recibía dócilmente esos rudos y placenteros embistes, escuchándolo decirme “mmm, señora, qué rico culo tienes, toma mi verga, siéntela toda, siente a tu macho, eres mi hembra, eres mi puta, eres mi perra, aaahhh, qué lindo mueves estas nalgonas que tienes y ahora son mías, aaahhh, qué mojada estás ahí abajo, oyes el chapoteo, ¿te calentaste mucho viendo a los perros, verdad?, ¿te has calentado, verdad perrita?, ¿esto es lo que querías, no?, que te cojan duro como la perra que eres, toma verga, puta, toma verga, perra”.
Ahora me daba más duro, haciendo chocar mi cara con el vidrio de la ventana y dejándolo mojado de mi caliente transpiración hasta que ante todo esto, no pude aguantar más la morbosa cogida que me daba el padre de Robertito y estallé en un rico y placentero orgasmo, exclamando “aaahhh, aaahhhh, sssííí, qué rico me coges, sssííí, soy tuya, soy tu puta, aaahhh, soy tu perra, aaahhh” y descargué mis jugos, bañándole su verga, reculando y meneando aún más mis nalgas, produciendo el ruido de chapoteo que nuestros sexos producían más fuerte. Quedé exhausta, apoyada con mis brazos a la ventana, si no es porque me tenía sujeta de mis caderas y con su verga adentro, me hubiera desplomado ahí mismo.
Cuando me incliné, quedé más expuesta, algo que don Roberto no perdía de vista y sin dejar de bombearme ahora más lento, aprovechando que aún tenía la resaca de mi venida, empezó a acariciarme mis paradas nalguitas con sus dedos. De pronto, sentí un escupitajo en mi culo y con eso, me lubricó y me introdujo su gordo dedo índice hasta la empuñadura, perforando mi orificio posterior y empezó a moverlo en círculos, dilatándolo, sin dejar de seguir moviendo su verga dentro de mi encharcada cueva. Todo esto hacía que en ningún momento se apagara el placer que me proporcionaba este experto hombre mientras le decía “ooouuuchhh, ¿qué me haces, Roberto?, mmm, mmm”.
Riéndose, me preguntó “te gusta esto, ¿verdad, perrita?”, al tiempo que me seguía dedeando el culo y con su verga en mi vagina, dándome un doble placer esa singular doble penetración mientras gemía, diciéndole “mmm, sííí, sííí, mmm, sigue asííí, aaahhh, qué rico me haces esto en mis dos agujeritos, aaahhh, sigue haciendo eso que me da mucho placer, aaahhh, aaahhh”. Pronto, me vino otro fuerte orgasmo similar al anterior, quedando con las piernas débiles y desmadejadas de mi venida, casi no me sostenía sola y creí caerme al piso, de no ser porque estaba sujeta a la ventana, con su verga incrustada en mi concha y con su dedo en mi culo. Sin dejar reponerme, me sacó su verga de mi vagina y su dedo de mi ano, respectivamente, volteándome hacia él para decirme “vente para acá, perrita, ahí estaremos más cómodos”.
Mientras me movía lentamente, le decía “uuufff, Roberto, estoy agotada del placer que me diste, casi ni me puedo sostener sola, ayúdame, por favor”, contestándome “claro que sí, mi putita, agárrese de mi cuello” y tomándome de la cintura, me cargó, enseguida acomodé mis piernas alrededor de su gruesa cintura, colgándome a él. Estando cargada sin dificultad, por ser él corpulento y yo menudita, tomó su aún duro palo y me lo alojó en mi aún encharcada vagina, ensartándome hasta el fondo en esa posición y así, bien empalada, caminó en dirección a la sala, no sin antes echar un último vistazo al patio, para ver a los perros. Ahí nos percatamos que ya se habían destrabado de su apareamiento y ahora, se estaban lamiendo sus sexos, vimos que la perra le limpiaba esa roja verga que le dio placer con lametones.
Con una sonrisa pícara, Roberto empezó a dar pasitos cortos en dirección a la sala pero a cada paso que daba, mi cuerpito brincaba y me ensartaba solita, sintiendo su verga rozar mis paredes vaginales, provocándome oleadas de placer hasta que llegamos al sofá. Ahí, me depositó con delicadeza, desenchufándose de mí y dejándome cómodamente sentada, para luego ofrecerme cerca de mi rostro, su grande y curveada verga toda pringada de nuestros fluidos y me ordenó “señora Maribel, perrita, abra su hociquito y límpieme mi verga con su lengua, como las perras hacen con sus machos cuando terminan de recibir una buena dosis de placer, je, je, je, je” y sin importarme algo de la morbosa orden, teniendo tan cerca de mi cara ese divino vergajo que hacía rato, me había arrancado dos maravillosos orgasmos, exclamé divertida y caliente “mmm, qué macho tan aprovechado eres, ji, ji, ji, ji, ji, ji”.
Con ansia animal, agarré ese pene duro con mis manitas y acariciándole su rara curvatura que tanta fricción de gozo me provocó, abrí mi boqui…, bueno, mi hociquito y sacando la lengua, empecé con mi tarea de dejárselo bien limpio, comenzando por su amoratada cabeza y siguiendo camino por todo su tronco, deteniéndome en su curvatura vergal, para ahí y por unos segundos, darle más lamiditas y más besitos que el resto de su potente verga, quedando bien limpia de fluidos, ahora sí que estaba brillante y rechinando de limpia, ji, ji, ji, ji, ji, ji. Naturalmente, mi macho solo gemía satisfecho por mi limpieza “mmm, mmm, qué buen trabajo hizo mi hembra, je, je, je, je, me quedó muy bonita, ¿verdad, perrita?”, proponiéndome “ahora por qué no la pruebas, para ver qué opinas de la calidad de mi verga, je, je, je, je”.
No me lo pidió dos veces y sin soltarla de mi manita, abrí grande mi hociquito y me comí toda la hinchada cabeza de un bocado, succionándomela de inmediato, luego di otro bocado y casi me tragaba la mitad, para luego seguir mamando esa portentosa verga, otro bocado más y de nuevo, me la tragué toda, sintiéndola hasta la garganta, pues mi naricita chocó con sus abundantes vellos púbicos. Claro, mi macho ya bufaba del placer que le estaba dando su perra, exclamando jadeando “aaahhh, eso, así, perra, asííí, sigue chupando, mmm, qué bien la chupa, mi perrita, ooohhh, qué placer me da tu hocicooo aaahhh” y tomándome de mi cabeza, empezó a cogerme por mi cavidad oral mientras me esmeraba e intensificaba mi mamada, moviendo mi lengua y succionándosela a la vez, provocándole más gemidos de placer y sintiendo su pene más hinchado y más tenso en mi hocico de perra en brama.
Al instante, creí que Roberto no iba aguantar mucho este tratamiento buco lingual y se iba a correr pronto en mi boca, que esperaba ansiosa por sentir toda la leche guardada en esos duros y grandes huevos que le colgaban y se bamboleaban ante cada movimiento de mi cabeza. Sin embargo y sacando fuerzas de no sé dónde, mi macho se contuvo y me dio un tirón hacia atrás, sacándome entre gentil y bruscamente, su barra de carne de mi boc…, mi hocico, diciéndome “uuufff, espera, Maribel, espera, perrita, no quiero terminar en tu lindo hociquito, creo que tienes otro lugar aún más lindo, mi putita, es esa rica panochita que tienes y que me enloqueció desde que entraste a mi casa y te lo vi paradito en la ventana, así que párate y colócate así, en el sofá”.
Rápidamente, me volteó con sus manos y me tumbó boca abajo, colocando dos mullidos cojines bajo mi abdomen y en esa postura, mi trasero quedó todo expuesto; ante ese panorama, me comió mis nalgas y se bajó hasta mi ardiente panocha, la que me acarició suavemente con su maravillosa lengua, horadando alrededor de mis labios y tratando de meter la puntita en mi rosado y paradito clítoris. Con eso, me sentía en las nubes ante ese divino tratamiento, moviendo mis nalgas sensualmente, dándole a entender que me encantaba lo que me hacía, entonces entrecerré mi ojos imaginando que esa lengua era canina, y ya sentía toda mi hinchada panochita llena de babas, gimiendo “ooohhh, uuummmhhh, qué placer me da tu lengua, cariño, mmm, mmm, qué rico siento, mmm, mmm”.
De repente, se detuvo, enseguida se ensalivó su parado pene y me lo pasaba solo con la dura punta, entrando y saliendo en forma circular, para dilatar más mi tortura, luego vino otro escupitajo a su duro miembro y sobándoselo con su mano, impregnó alrededor de mis rosados y mojados labios de mi panocha. Luego, me tomó de mis caderas y me levantó un poco del sofá, quedando en cuatro patas, como las perras, colocándome su gruesa cabeza a la entrada de mi ahora abierta panochita, que parecía pedir su comida y empezó a empujar, teniéndome bien sujeta de mis caderas. De inmediato, protesté un poco ante la inminente ensartada, que aunque no era la primera vez que me la metía, si me daba algo de miedo que me fuera a lastimar con su grande verga, señalándole “nnnooo, espera, Roberto, por favor, por favor, me va a doler” pero no hizo caso y cambió su actitud de ser pasional a una actitud animal.
Al instante, me gritó “cállate, perra, como que no, te la voy a meter hasta los huevos y aunque te duela, te voy a coger, así que ponte flojita y trata de gozar porque ahorita te voy a reventar a llenar ese bonito conejito que tienes” y siguió metiendo su hinchado glande en mi indefenso sexo, que empezaba a ceder a la presión de su verga, ayudado por la humedad de babas que allí tenía. Al decir esto último, se impulsó fuerte, bien afianzado a mis caderas y a mi cintura, como hacía rato tenía el perro a su perra en el patio y me la enterró limpiamente hasta el fondo, haciéndome gemir “aaaggghhh, bruto, hazlo despacio, aaarrrggghhh, que dueleeeee” pero ya era tarde, me la metió toda de un solo empuje.
Naturalmente, sentí rozarme en todo el trayecto de inserción, la rara curvatura de su pene, lo bueno fue que se quedó quieto, con su verga ensartada en el fondo de mí, solo sus duros huevos rebotaban en mis hinchados labios vaginales. Además, me tenía bien sujeta, como si creyera que me le fuera a escapar pero eso era lo último que haría porque ya no sentía dolor, sino un gran placer al sentir su verga bien embutida hasta la funda.
Entonces, me cuestionó “¿te duele, perrita?, ya te tengo totalmente ensartada, ¿te duele ahora?”, a lo que respondí “no, ya no me duele, mi amor, ya no siento dolor, ahora siento placer, mmmhhh”, afirmando “ahora sí te tengo como quería, como una verdadera perra, así te quería tener desde hace rato que te calentaste viendo como cogían los perros afuera, ¿recuerdas, perrita?, pues así es como te voy a coger, como una auténtica perra en celo que estás convertida ahorita, toma, hhhuuummm, ¡qué rica panocha tienes, perra!, ¡qué bien me aprietas mi verga con ese chuchito que te cargas!, mmm, mmm” y empezó a cogerme muy rápido, apuntalándome duro y tratando de meterme su verga aún más adentro.
Mientras lo hacía, yo susurraba “hhhuuummm, aaahhh, síííííí, dame, cógeme, soy tu perra, aaahhh” y gemía del placer animal que me proporcionaba ese machote de don Roberto, que seguía martillando su duro pene dentro de mí, al tiempo que me preguntaba “¿te está gustando cómo te estoy cogiendo, perra?”. Obviamente, le respondía “sí, asííí, sigueeeee, aaahhh, ricoooo, aaahhh, mmm, mmm, asííí, sííííí, aaahhh, mmm, mmm, aaahhh, sigguuueeee, aaahhh, mmm, mmm, así, perrito, dame duroooo, aaahhh, mmm, sííí, sííí, ssííííí, ssíííí, siguee, sigueeee, asssíííí, asíííí, mmm, mmm, dammeee, mmm, dammeeeee máásssss, mmm, mmm, assííí, perrito lindoooo, aaahhh, asííííí, ssííííí, dame, dameeee másss durooooo, aaahhh, mmm, mmm, mmmáss, aaahhh, mmm, asííííí, aaahhh, asííííí”.
Pasados unos minutos, me preguntó “¿te excitaste hace rato viendo a los perros fornicar y disfrutar allá afuera, verdad, señora?”, le contesté “sí, me excité mucho, mmmhhhh”, luego me insistió “pero ahora eres tú la que está disfrutando con tu macho, ¿verdad, perrita?”, respondiéndole “sí, asííí, mmmhhh, sigue cogiéndome, macho mío, dame duro así, asííí, aaahhh, mmm”, jadeando ante cada arremetida fuerte que me estaba propinando ese hombretón. Luego, me cuestionó “¿sentías envidia de cómo mi perro hacia bramar de placer a esa perra, verdad?, ¿te hubiera gustado estar en su lugar, verdad, señora Maribel?”, contestándole afirmativamente “sí, sííí, mmm, mmmhhh” a todas sus preguntas, presa de la calentura y del goce que sentía estar ahí, en cuatro patas, siendo cogida en forma animal como una perra en brama, por el padre del retrasado de Robertito, el que creí que estaba enfermo y por todo ello, ahora estaba ahí, bien ensartada por esa dura y curva verga que me estaba proporcionando un inmenso placer animal.
Posteriormente, me comentó “si te gustó cómo mi perro hace gozar a las perras en brama, creo que te gustaría que también te haga gozar cogiéndote así como te estoy cogiendo, perrita puta” y añadió “si quieres, ahorita que termine de culearte, traigo aquí a mi perro para que te coja y te haga disfrutar también, sé que lo deseas, perra”. Ante esa propuesta morbosa, me lo imaginé y sentí que me venía un brutal orgasmo, diciéndole “sí, sííííí, sí me gustaría, aaahhh, me corro, mmm, me vengo, me vengo papitooo, asííí, papito, ya, yaaaa, yaaa, dámelosss, dámeloss, mmm, mmmhhh, aaahhh, qué rico es estoo, aaaahhh, asííí.
De inmediato, empecé a mover y a levantar mis nalgas tratando que esa portentosa verga me entrara más adentro y me quedé disfrutando de mi corrida fenomenal, estaba bien quieta de mi cintura, pero dando ricos e intensos espasmos con mi trasero, producto de mi orgasmo, lo que aprovechó don Roberto para correrse también en el fondo de mí, exclamando “aaaaaaaaarrrgggghhhhhhhh, asííí, qué rico, assííí, qué ricoooo, qué placer me estás dando con tu sabroso y rico chuchito, puta, perrita míaaaaa, aaahhh” mientras se corría con su verga bien incrustada en el fondo de mí, que ricooo me la aprietas mamitaaa y yo se la ordeñaba apretándosela más y aprovechando el momento en que la verga se pone mas dura y sensible para sacarle todos los mecos……..oyendo solamente sus quejidos MMMMMMGRRRGGGAHAHHHHMAMAMAMMMMGRRRRMMRMRMGERRGR
De repente, me dejó mis caderas para alcanzar mi rostro con sus manos y acercarme su cara a mi boca, para darme un apasionado beso, comiéndome literalmente mi lengua mientras se venía dentro de mí y lo recibí con mi boca totalmente abierta, disfrutando de su beso y sintiendo en mi interior, los espesos y calientes lechazos que disparaba su portentosa verga. Luego que menguó su corrida, se desplomó sobre mi cuerpecito, quedando totalmente cobijada por ese robusto cuerpo hasta que pasados unos minutos de relajación, en los que se normalizó nuestra respiración, extrajo su ya morcillona verga de mí, escuchándose el clásico “plop” de cuando una verga se extrae de un sopetón, quedando ambos abrazados en el amplio sofá, con una mano apretándome las nalgas y mi cuello reposando en su brazo.
Ya con la confianza de sentirme toda suya y con nuestro aliento normal, me empezó a hablar, diciéndome “¡qué bien coges, cabrona!, eres bien caliente, por eso te tiraste a mi hijo pero ahora eres mía y esta rica panocha es mía”, todo esto mientras me acariciaba mi adolorido sexo con sus dedos y añadía “y como sé que te calentó ver coger a mi perro Sultán, creo que ahorita te traigo pero a mi otro perro, a Brutus, que nunca ha cogido con una perra, para que te coja, ¿cómo ves?”. Al instante, me estremecí al imaginar que ese perro que nunca se había apareado y que ahora sabía su nombre, me cogiera pero le señalé “no, mi amor, estoy agotada, mejor lo dejamos para otra ocasión”.
Aceptándolo, me indicó “ok, perra, ¿qué te parece si vienes la próxima semana, para que Sultán, Brutus o yo, te llenemos esa caliente panochita con rica verga y que da mucho placer, aparte de tu sensual boca?”. Al decir esto, me empezó a besar con una pasión animal, a lo que correspondí con la misma pasión animal de una autentica perra en brama y luego de intercambiar nuestras babas, me dijo “el domingo llega mi esposa y mi hijo pero después, se vuelven a ir, dejándome solo la próxima semana, ya luego no podemos hacer más porque déjame contarte un secretillo, ya te dije que mi esposa es muy celosa pero no de mí, de su perro Sultán, al que lo quiere tanto que creo que ya se dejó coger varias veces por él”.
Después, adicionó “pero creo que así es porque una vez que estaba durmiendo la borrachera, la vi salir desnuda del cuarto de los perros, luego una noche que llegué tarde, la encontré con Sultán, estaba bien abotonada por el perro; esa noche, me excité tanto que en vez de recriminarle su aberrante acción, me le acerqué con mi verga bien empalmada y me la mamó bien rico, prácticamente la violé por la boca”. Luego adicionó “desde ese día, creo que sigue con su práctica sexual con Sultán, así que mañana quiero que vengas decidida a que el perro te haga ser una perrita más de su harem, o mejor aún, a que te estrenes a Brutus, je, je, je, je, je” pero lo cuestioné “¿no me decías que no quieres que tu perro se cruce con cualquier perrita?”, me respondió “sí pero creo que tú le vas a gustar más, estará más encantado en cogerse ese rica panochita que tienes, en vez de, je, je, je, je”
A continuación, le contesté “no, Roberto, creo que no es buena idea, me da miedo que tu perro me coja, me podría hacer daño porque dices que es muy bravo, además, nunca he hecho algo así” pero me señaló “no te preocupes, perrita, sé que sí te gustaría probarlo, si hace rato te calentaste tan solo de ver como Sultán se apareaba con su perra, estoy seguro que al verlos, te excitaste de solo pensar que era a ti a quien se la estaba cogiendo, ¿verdad, putilla?”. Sin embargo, le aclaré “no, esto ya es demasiado, no te niego que sí me excité, pero hacerlo con tu perro, creo que no me animaría, me da miedo y no lo voy a hacer”, entonces cambió su actitud, jalándome los cabellos, haciéndome daño y hablándome enojado, me dijo “mira, señora puta, vas a hacer lo que te ordene, además, ahora ya eres mía después que te di verga y te regalé mis mocos, vas a hacer lo que te diga”.
Después, me comentó “si no, se van a enterar que viniste a mi casa para que te metiera mi verga, también se enterarán que te cogiste a mi hijo, lo sabrán tanto el cornudo de tu marido como tu hermano, además de mi esposa y Robertito, ¿eso quieres perra? y no me hagas enojar más porque soy capaz de ahorita mismo traer a Sultán o a Brutus, para que aquí te cojan bien cogida, como la perra en brama que eres, ¿entendido?”. Enseguida, le dije “ay, ay, ay, suéltame que me haces daño, está bien, la próxima semana vengo pero déjame ir porque ya es tarde y mi esposo me puede llamar a mi casa”, contestándome “bueno, Maribel, así me gusta, que seas obediente con tu macho, de hoy en adelante, vendrás cada vez que quiera cogerte, ¿entendido, perrita?”.
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Penélope
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