Hijos… de su madre – I
Dice un antiguo dicho castellano, que madre solo hay una, pero padre, todos los que tu madre quiera..
– Joder Alicia ¿me estás diciendo que estás preñada y no sabes quién es el padre? Y Roberto, tu marido ¿sabe algo de esto… se lo has dicho?
– Vamos a ver Trini ¿decirle a mi esposo que no solo es un puto cornudo, sino que además, su primer hijo ni siquiera sé quién puede ser su puto padre, pero que desde luego él no lo es? Ni con los S.w.a.t. a mi lado se lo diría ¿quieres que me descuartice viva?
– Y qué marido de los nuestros no es un puto cornudo? Nos convencieron, incluso a alguna antes de casarnos, para que hiciésemos intercambios de parejas para poder follar ellos con más mujeres sin tener que ligar, y ahora, que nos hemos convertido en máquinas de follar, las cosas se nos están yendo de las manos… o mejor dicho, del coño.
– Si, ya, pero al menos tu marido, Paco, está seguro que tu hija es suya.
Las dos amigas nos reímos con ganas y fuerza, pero mi mano llevaba unos minutos jugando con su coño tan maravillosamente usado desde los 13 años (como el mío), y se me quedó mirando fijamente a los ojos mientras su mano empezó a acariciar el mío. Sus labios se aplastaron contra los míos en un cálido y sensual beso, mientras yo notaba como uno de sus dedos penetraba en mi gruta del placer. Separó sus labios de los míos y me dijo suavemente:
– Mira puta, ya nos hemos corrido las dos muy a gusto hace unos minutos. Si sigues así me levantaré y cogeré el arnés grueso (con polla de 4 cm) y te follaré hasta que yo no aguante más.
– Sabes que soy bastante más puta que tú y que aguanto lo que me quieras echar. Y además, esas cosas tan guarras no se dicen ¡se hacen!
Adela me sonrió, se levantó de la cama, y se dirigió al arcón donde guardaba sus arneses y sus pollas de látex y otros materiales. Me miró y me dijo:
– Trini, aquí queda una raya de coca, la parto y para las dos?
– No, te hará falta puta, toda para ti y fóllame a lo bestia.
Mi amiga se agachó y aunque solo veía la parte posterior de su desnudo y perfecto cuerpo, noté como aspiraba la maldita coca que la ponía a mil. Y eso era lo que yo quería, porque lo que me contó de su embarazo de padre desconocido ¡me traía tantos recuerdos y placeres! Y necesitaba ser follada de verdad y con esa gruesa polla.
Se tumbó sobre mi y se aplastó sobre mi cuerpo. Volvieron sus labios a pegarse sobre los míos, y ahora su lengua penetró en mi boca jugueteando con la mía. Adela y yo éramos unas amantes perfectas, incluso bromeábamos sobre si deberíamos habernos casado entre nosotras y no con nuestros amigos, porque en realidad, follábamos más entre nosotras que con nuestros maridos, y la pasión que cada una de las dos ponía, era imposible de conseguir con nuestros amados y cornudos esposos.
Empezó a empujar esa polla dentro de mí y a pesar de su grosor, iba entrando sin dificultades, pero eso no oponía a que notase mil sensaciones placenteras y a veces un poco dolorosas, ya que ese tamaño y grosor dilata los músculos una barbaridad y su peso, de más de un kilo, se nota extraordinariamente. Fui ajustando mis caderas a su posición y noté en su rostro y ojos, como la coca ya estaba haciendo sus efectos, así que aún la insulte más:
– Venga puta, venga, tanto gimnasio, pesas y pilates y no eres capaz de follarte a tu amiga de puterío ¡sé un hombre coño, sé un hombre y fóllame!
Y sí. Alicia se convirtió en un semental. No era muy alta, sobre 167, pero su cuerpo era fuerte y al ver cómo se doblaba para follarme con más fuerza, pensé en cómo dentro de unas semanas, meses, su barriga ahora totalmente plana, se iría desarrollando. Y tanta fue mi excitación, que la agarré de sus fabulosas tetas y se las aplasté con mis manos, tan fuertes o más que las suyas. Y todo se desbordó. La lujuria se desató entre las dos.
Ella cogió también mis tetas con sus garras y mientras me follaba, cada vez con más fuerza y violentamente, nuestras tetas eran inmisericordemente ordeñadas. Nuestros labios superhúmedos y viciosamente lascivos, se aplastaban, se mordían, nuestras lenguas penetraban y se enrollaban una y otra vez. Nuestras salivas pasaban de boca. Y nuestros coños se fueron convirtiendo en manantiales con los constantes orgasmos que las dos teníamos. Casi una hora más tarde, Alicia se dejó caer encima mío y solo pudo decir:
– Me rindo ¡no puedo más!
Yo también estaba destrozada, pero con mis brazos rodeé su desnudo y sudoroso cuerpo, mientras mis labios se la comían a besos y pensaba en ella y en mí. Y en mis amigas del alma. Alicia, Raquel, Idoia y yo éramos buenas e íntimas amigas y amantes desde la ESO. Y teníamos razón las dos. Nuestro grupo de amigas desde 1º de ESO éramos cuatro, pero ahora ya estaba ampliado y éramos una pandilla de 9 putas, por las amigas que fuimos conociendo de los follajes del club de intercambios de parejas.
Nuestros esposos iban por el club como locos en busca del coño deseado, mientras nosotras elegíamos tranquilamente los mejores coños y sus más pervertidas propietarias, y las mejores pollas y sementales para follar, no solo allí en el pasillo francés y en las demás estancias, sino para después vernos otros días y otras horas, a solas, con nuestros amantes deseados y elegidos para gozar. Nuestros maridos nos querían putas y en putas nos habíamos convertido.
Adela y yo nos dimos una ligera ducha y yo me fui paseando tranquilamente por la urbanización hacia mi casa, con una sonrisa en mi rostro y un alegre cosquilleo en mi entrepierna, pensando en lo que había dicho la loca de mi amiga: «al menos Paco está seguro que tu hija es suya». Craso error, Alexia, mi hijita querida de casi tres años era en realidad hija de Fernando, mi profe de «derecho económico». Un cuasi cincuentón fornido, de perfecta salud y una mente maravillosa. Perfectamente elegido para poder iniciar yo mi colección de hijos míos, de padres fuertes y a la vez mentalmente extraordinarios. Nunca de mi esposo.
Cuando yo me casé, relativamente muy joven, lo hice casi enamorada. O lo más enamorada posible de Paco que tenía 7 años más que yo. Los dos somos deportistas, los dos altos, pero mi esposo con antecedentes «escondidos» nada saludables. Y con dos inconvenientes machistas para mí, y es que él quería mandar sobre mí y quería que yo fuese una ama de casa aburrida. Cosa que tanto su familia como la mía apoyaban por diferentes motivos. Mi marido tenía un muy alto sueldo, de familia acomodada, y nada me iba a faltar.
Pero yo había estudiado por vocación, deseaba ser abogada, trabajar en el importante bufete de mi tío y dedicarme al derecho internacional de patentes, incluso hice un máster en Londres, pero… a veces llega un día en que te aburres de decir NO y como mi novio era bastante buen follador y mis tarjetas de crédito eran muy amplias, pues del no pasé al sí, y me casé con 24 años. Casi, casi, con el máster entre los dientes.
Y aunque alguno no se lo crea, en nuestro viaje de bodas, en Isla Mauricio, en nuestro resort compartíamos cabaña con un matrimonio cuarentón alemán. Bueno, no estábamos juntos, sino que cada cabaña era de dos apartamentos totalmente independientes excepto en la enorme terraza que compartíamos. A mi marido le gustó la rubia teutona y al tercer día de estar allí, yo follé y dormí con Hans, mientras mi esposo lo hacía con Ethel. Y mi esposo y yo ya no volvimos a dormir juntos hasta que regresamos a España ¡en plena luna de miel!
Y como veis, ya en Mauricio, Paco, mi amado, adorado e idolatrado esposo cornudo, ya me «intercambió» para disfrutar él de una rubia alemana. Y para una mujer caliente como yo y mil veces follada (o más), pues eso me alegró la vida, y pensé que con esos ligues promovidos por el cornudo, me quitaría el aburrimiento de estar en casa de ama de casa. Pero ojo, de ama de casa con asistenta diaria. Porque desde luego yo no me iba a preocupar por la casa ni por las comidas. Bueno, algo sí, pero solo en algunas cenas.
Y dos o tres domingos después de nuestra llegada del viaje de luna de miel (o de hiel) y comiendo en casa de los padres de Paco, la frígida de su hermana me soltó delante de toda la familia:
– Trini ¿y tú que le has dicho a Paco sobre los problemas que pueden tener vuestros hijos por culpa de su sífilis mal curada? Ya que él, no nos ha dicho nada sobre tu opinión.
Y claro, yo me quedé con una cara de gilipollas brutal porque de eso no sabía nada ¿qué mis hijos pudiesen tener enfermedades sifilíticas hereditarias sin que mi esposo me lo hubiese dicho, ni siquiera antes de casarnos? Y que me lo digan ahora… vi la cara de mi esposo y quise salvar la situación diciendo que no había entrado en detalles. Pero su hermana, una de esas cuñadas que ya odias antes de conocerla, sí entró.
Y en ese momento, con una furia verdaderamente satánica, me propuse que nuestro matrimonio duraría solo lo justo para no abochornarle a él y su divina familia, pero se lo haría pagar muy caro, carísimo. Y lo primero que me propuse que es que ninguno de mis hijos fuesen suyos ¡NINGUNO! Y si me quedaba embarazada de él, los abortaría aunque me tuviese que ir a China para hacerlo. Y como buena abogada, empecé a coleccionar papeles que conseguía de su hermana, su madre y los tratamientos médicos. Y una declaración suya de cuando nos hicimos análisis antes de la boda de que «ni en él ni en su familia, había habido enfermedad grave conocida».
Lógicamente me lo llevé a un conocido y respetado especialista, que nos crucificó a análisis (por si me había contagiado algo a mí) y me dijo que mi esposo no tenía problemas ni para follar conmigo ni para engendrar, y por lo tanto, ni a mí ni a nuestros hijos, podría transmitirnos nada. Pilló una sífilis a los 17 años yendo con una puta barata y tuvo miedo de sus padres. Eso fue todo, se alargó su tratamiento por ese retraso. Y también se alargó mi desprecio por su silencio ¡solo faltaba que me contagiara mi propio marido!
Y semanas más tarde, vi a mi exprofesor Fernando y su polla (junto con otras siete) en el pasillo francés y me propuse que fuese él el primer padre de mi primer hijo. Le hice una mamada inolvidable (a los demás también) y me lo ligué de amante. Y así fue, 13 meses después nació Alexia. Sí, ya sé que el nombre no es muy español, pero no quería ningún nombre que gustase a él o su familia ¿vale?
Y el tiempo, como máquina inexorable e indiferente de los humanos, fue pasando. Los intercambios de parejas fueron en aumento, y me di cuenta del enorme encanto que para mis amigas y otras personas, tenía el que mis tetas y mi barriga fuesen creciendo por mi preñez. Mis feromonas atraían a los dos sexos, y primero con mis amigas y luego con otras mujeres jóvenes y pervertidas que iba conociendo, me hice una bisexual perfecta. Pero sobre todo, me hice una viciosa de verdad.
Una noche y después de follar a lo bestia conmigo en el club, y de comernos los dos de manera extraordinaria y con varios orgasmos de los dos y estando yo preñada ya de 18 semanas, un cuarentón habitual con el que ya había follado varias veces, de ligero acento canario, con cuerpazo a golpe de gimnasio y con mucho tatuaje, me dijo que le gustaría verme, follarme y hablarme de negocios en privado. Y quedamos para el martes por la tarde en su casa. Y no era difícil encontrar la casa, estaba en el ático de ese mismo edificio donde estaba el club.
Y el martes por la tarde allí me presenté, tan provocativa como siempre. Pero el me sorprendió al abrirme prácticamente desnudo, con un simple batín de seda roja estampado y entreabierto, que permitía ver sus poderosos músculos, tatuajes y su poderosa polla ahora «en descanso», con un enorme y pesado aro en sus huevos, totalmente afeitados sus genitales. Nos dimos un morreo de follamigos que me excitó sobremanera y cogiéndome de la mano, me llevó a un enorme salón, y tendiéndome un batín como el suyo, me dijo:
– Trini, mi verdadero nombre es Gregorio, pero puedes llamarme Goyo ¿no te apetece ponerte cómoda?
Y allí mismo, delante suyo y mientras el escanciaba dos vodkas en largos vasos y encendía un Petit Corona, me fui desnudando lentamente, muy lentamente. Sabía que mi cuerpo le gustaba, sabía que quería follarme, sabía que mi hinchada tripa la excitaba sobremanera… y veía como su polla empezaba a crecer. Una vez mi cuerpo totalmente desnudo, exhibiendo descaradamente mis tetas que ya habían crecido con la maternidad y seguían creciendo, como mi barriga, aún de curva discreta pero prometedora, mis manos empezaron a acariciar mi cuerpo para excitarle totalmente, pero Goyo, sonriendo me dijo:
– Cariño, ya sé que estoy excitado, y que dentro de un rato follaremos los dos como locos como hemos hecho varias veces en el club, pero ahora lo que quiero es hablar de negocios contigo. Quiero que seas puta y que trabajes para mí. Trabajos especiales, nunca menos de 1000€ netos, folladas con un solo hombre o mujer, con dos del mismo o distinto sexo, orgías y gang-bangs. Muy especiales, muy pervertidas y extraordinariamente pagadas. Y puedes empezar mañana mismo con un matrimonio amigo mío, unas tres horas, y cobrarás 1200€. En efectivo, sin impuestos, sin condón.
– Gregorio ¿me estás pidiendo que me prostituya, que me convierta en una puta real?
– Cariño ¿acaso no has follado nunca por dinero y te gustaba hacerlo sin condón? Mira cielo, soy el director y copropietario de este club, y de otros locales y agencias donde se realiza sexo depravado hasta lo más bajo posible, y uso este club de intercambios para localizar niñatas casadas como tú que son viciosas y pervertidas. Y nunca hablo con nadie que no sepa de ella más que ella misma, y sé que has trabajado de puta varios años y luego, de vez en cuando, incluso los dos primeros años de novios con tu marido.
Y tal y como Gregorio hablaba, mi rostro se ponía rojo y mis orejas me ardían de lo intensamente rojas que estaban. Sí, era cierto todo lo que decía. Empecé a follar por dinero para pagarme el viaje fin de estudios de la ESO y tener dinero de sobra para mis gastos del verano, me gustó y seguí hasta 2º de carrera, y algún fin de semana me escapaba de mi novio por un gang-bang «muy especial, muy pervertido y bien pagado».
Pero ahora, con mis vicios siempre deseando explotar, mi vientre lleno por otro hombre, y mis deseos de tener otros hijos que NO fuesen de mi esposo, si empezaba a trabajar de puta ¿hasta dónde sería capaz de llegar? Mi sexualidad era enorme y no tenía frenos.
Así que la respuesta a mi propia pregunta la tenía muy clara ¡no tenía límites! Siempre había sido una mujer capaz de llegar mucho más allá de lo que me pedían. Siempre deseaba saber qué sería capaz de NO hacer, porque hasta ahora, había hecho todo lo que me pedían siempre que me lo pagasen muy generosamente. Y no era por dinero. Mi familia no era la dueña de Apple, ni de Boeing, pero yo siempre había pensado que si pedía mucho, me exigirían mucho y a eso quería llegar, ver qué cantidad de dinero serían capaces de darme por hacer algo terriblemente pervertido y hasta ahora, nunca me había negado a nada.
Me acerqué a Gregorio, le quité el cigarro y lo fumé varias caladas, lo dejé en la mesita y me abracé a él mientras aplastaba mis labios sobre los suyos. Mis manos tocaron una vez más su polla y poco a poco, la pusieron tan dura y erguida como sus 24 cm eran conocidos por mis agujeros, porque en todos había entrado en las folladas del club. Cuando noté su enorme dureza y cómo su respiración empezaba a agitarse, me deslicé hasta sus piernas y me metí ese trozo inmenso de carme en mi boca.
Nunca nadie me hacía abrir mi boca y separar mis mandíbulas como esa polla ¡era más gruesa que mi muñeca! Pero él y yo sabíamos que aunque lentamente, toda ella llegaría al fondo de mi garganta para vaciarse allí. Ya lo habíamos hecho otras veces. Pero el muy cabrón metió su mano en mi entrepierna y yo separé un poco las mismas para que jugase mejor, y apenas en medio minuto me corrí. Goyo se levantó, me tendió su mano, se la di y me fui con él.
Y fuimos a una preciosa y enorme habitación con una cama redonda, casi en el centro, de no menos de 3 metros de diámetro. Me tendió sobre ella, se arrodilló a mis pies, separó mis piernas y su boca se pegó a mi cueva de los placeres. La besó intensamente, metió su lengua profundamente, jugó con mi clítoris mientras sus dedos jugaban, retorcían y tiraban de mis pezones, aplastaban mis tetas que ya empezaban a fabricar leche, sus manos acariciaban mi barriga hinchada… y me volví a correr.
Y no perdió el tiempo. No hubieron caricias, no hubieron besos, no hubieron preparativos, simplemente se colocó entre mis piernas, separó las mismas que yo arqueé ligeramente, apoyó su amarronada polla en la entrada de mi coño, apretó todo lo que quiso y de un solo empujón me la metió toda. Creo que hasta donde estaba mi hijo o hija, porque hasta entonces, no sabía ni me preocupaba su sexo.
El notó que mi rostro cambiaba al ir introduciéndome aquella gruesa polla y sonrió. Su cuerpo era fuerte, de gimnasio, y quiso convertirse, o bien en un macho dominante, o demostrarme que no iba a ser tan fácil para mí ser una puta de las suyas. Pero yo le devolví la sonrisa. En mi coño y en mi culo habían entrado dildos más grueso que su pollón, aunque solo fuese «jugando», y yo le iba a demostrar que podía ser la puta que buscaba.
Acaricié su rostro y su cuerpo, besé una y mil veces sus labios, mordí y mastiqué sus pezones tirando, agarré sus glúteos y no solo los apreté, sino que clavé mis uñas mientras le decía:
– No tienes ni puta idea Goyo, de lo puta que puedo ser si se me anima y se me paga adecuadamente. Venga, fóllame sin piedad, no pienses ni en mí ni en el hijo que tengo en el vientre, fóllame como una puta cualquiera barriobajera, barata, tirada, drogata. ¿No quieres divertirte conmigo? Pues ánimo, fóllame a tu gusto y disfrutemos los dos.
Y los dos disfrutamos, el dando y yo recibiendo. Con mi coño ya algo dilatado de mi preñez, la fuerza de sus embestidas, y lo corrida que yo estaba, esa polla entraba y salía divinamente. Pero también él empezó a correrse aunque la primera vez no paró, se vació en mi coño y siguió follándome. El placer de la polla dentro de mi cálido y húmedo coño, y mis caricias, tirones, besos, mordidas… ¡Cómo disfrutaba yo, Dios mío!
Yo estaba agotada, pero él estaba agotándose también. Mi coño me ardía de tanto roce. Y de repente, lo sacó de mi coño y sin pensarlo dos veces me lo clavó en mi culo. Solo necesitó dos fuertes empujones para clavarlo a tope. Y como le vi cansado, quise cansarlo un poco más ¿cómo? Pues jugando a lo puta putísima. Cerré mi culo.
Si amigas y amigos, lo había hecho otras veces y siempre me había dado resultado. Mis clientes agradecían que mi culo se estrechase, para aumentar su placer a cambio de mi dolor placentero. Apreté mis músculos y así no dejaba entrar bien esa polla. Ni salir. Goyo empujaba para vencer mi resistencia, pero yo se lo impedía mientras le gritaba:
– Venga Goyo, venga, que no se diga que esta puta es capaz de vacilar a su follador.
Y dando un enorme grito, Gregorio quiso demostrarme quien mandaba. Y el dolor de mi ano fue realmente salvaje. Con todas sus fuerzas intentaba follarme una y otra vez y yo, apretando mis músculos anales y mis dientes, intentaba no ser penetrada por ella. Pero el dolor mío era inmenso y el calor del frotamiento de ese maldito pollón con mi anillo anal apretado, era brutal, hasta un poco animal si queréis. Pero Goyo se rindió solo medio segundo antes que yo. Tuvo una corrida con un grito de Tarzán o más fuerte, con una descarga seminal desconocida y que se salía, y yo me quedé quieta, enormemente pesada, clavada en la cama. Se tumbó a mi lado y así estuvimos casi quince minutos, quietos, sudados, respirando con fuerza, agotadísimos.
– ¡Qué puta eres Trini! ¿Por qué no nos conocimos hace años y nos hubiésemos casado los dos? Yo me hubiese ahorrado dos divorcios, y tú el gilipollas de tu esposo.
– Posiblemente porque hace esos años que decías yo estaría tomando la Primera Comunión ¿qué edad crees que tengo? Pero sabes que puedes follar conmigo siempre que quieras.
– Lo sé, como sé por un pajarito que ese hijo tuyo NO es de tu marido.
– Ni este, ni ninguno que pueda tener en el futuro. Yo vivo como divorciada ya de él, y no me importa quien pueda ser el padre de mis hijos.
– Pues entonces trabaja de puta para mí y mi organización. Y además tendrás un aliciente añadido, podrás quedarte preñada de quién elijas. Con tantos clientes podrás elegir padre y nunca lo sabrán, nunca reclamarán a un hijo tuyo y solo tuyo. Sé que hablas fluidamente el inglés y bastante bien el alemán. Tenemos mucho turista rico y pervertido, y el precio de las viciosas putas allí es fuerte, así que no les importa pagar ¿qué es lo que tú harías?
– Esa no es la pregunta adecuada, di que es lo que yo no haría. Y si pagan bien, yo nunca diría que no prácticamente a nada. Pero tienen que pagar bien, muy bien.
Y como vi que su polla estaba la pobre tan marchita y agotada, y yo no había podido antes en el salón tragarme su potente semen, me giré, le di sonriendo un beso en los labios, y cogiendo su polla empecé a jugar con ella, con mis manos en sus huevos y con mi boca y lengua con su glande. Y poco a poco empezó a crecer, su polla y su respiración. Y el hijoputa me había clavado tan profundamente su polla en mi culo y tanto rato la rozó con mis paredes intestinales, que parte de mi contenido intestinal me lo estaba comiendo y saboreando de ese pollón. Mamada y scat por el mismo placer.
Poco a poco mi boca se fue llenando de su polla. Mi lengua ya jugaba con ella en mi paladar y mis manos apretaban y distendían sus huevos, al mismo tiempo que mis dedos se introducían dentro del aro que atravesaba sus huevos y tiraban de él. Y placenteramente metida en esa función estaba, cuando le oí decir:
– ¡Qué buena mamona eres y cómo te la tragas de profunda a pesar de su grosor y tamaño y sin importarte su sabor y lo que te comes! Qué buena puta acabo de comprar.
Y yo me sonreí. No tenía ni idea Goyo de lo buena puta que era yo, y más en las circunstancias que estaba metida con mi preñez y mi esposo. Y si, me juré que, al menos otro de mis hijos sería hijo de mis aventuras extraconyugales. Mi esposo me quería en casa, de ama de casa pero libre de trabajos, y eso eran muchas horas de folladas diarias ¡qué cuernos le iba a poner! Pobrecito Paco.
* * * * *
Aida88: hotaida88@yahoo.com
Exactamente esto es el verdadero sexo y aùn multìplicado por mil y al infinito.
Ya que el sexo no tiene limites en ninguna de sus preferencias, todas hay infinitas formas y maneras de lo que llamamos sexo, pero a lo que es el sexo en realidad y no a meter una verga en un coño y que eso sea sexo.
El sexo sexo es infinito en infinitas formas, maneras, posiciones, etc., etc. , de llevarlo a cabo.
Lastima por los que no conocen el verdadero y real sexo en su màxima plenitud… Verdad. He!!!